SEGUNDA DE SAMUEL
Este libro es la historia del reinado de David. Relata sus victorias, el
aumento de la prosperidad
de Israel y la reforma que hizo del estado de la religión. Junto con
estos hechos se registran los
pecados aborrecibles que cometió y los problemas familiares y públicos
con que fue castigado. Aquí
hallamos muchas cosas dignas de imitar, pero muchas quedan escritas como
advertencia. La historia
del rey David se da en la Escritura con mucha fidelidad, de la cual se
revela que era un hombre
bueno y grande, para quienes ponen en la balanza sus muchas virtudes y
cualidades excelentes, y
sus faltas.
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CAPÍTULO I
Versículos 1—10. Llega a David la
noticia de la muerte de Saúl. 11—16. Muerte del amalecita. 17
—27. El lamento de David por Saúl y Jonatán.
Vv. 1—10. El golpe que abrió el camino de David
hacia el trono fue dado en la época en que estuvo
gravemente afligido. Quienes encomiendan sus asuntos al Señor, afirmarán
tranquilamente su
voluntad. Esto demuestra que David no deseaba la muerte de Saúl ni que
estaba impaciente por
llegar al trono.
Vv. 11—16. David era sincero en su duelo por Saúl y
todos se humillaron, junto con él, bajo la
mano de Dios, puesta tan pesadamente sobre Israel con esta derrota. —El
hombre que trajo la
noticia fue ejcutado por orden de David, por asesinar a su príncipe.
David no actuó con injusticia en
este caso; el amalecita confesó el crimen. Si hizo como dijo, merecía
morir por traición; y su
mentira a David, si verdaderamente era mentira, demostró, como ese
pecado demuestra tarde o
temprano, que mentía contra sí mismo. Aquí David se demostró celoso de
la justicia pública sin
tomar en cuenta su interés particular.
Vv. 17—27. Probablemente el título de este fúnebre
cántico de dolor fuera ‘kasheth’ o ‘el arco’.
David no elogia a Saúl por lo que no fue y nada dice de su piedad o
bondad. Jonatán fue un hijo
obediente; Saúl, un padre afectuoso; por tanto, ambos se querían. David
tiene razón para decir que
el amor de Jonatán por él fue maravilloso. Después del amor entre Cristo
y su pueblo, el afecto que
surge de Él, produce la amistad más firme. Los problemas del pueblo del
Señor y los triunfos de sus
enemigos siempre dolerán a los creyentes verdaderos, sean cuales fueren
las ventajas que
obtuvieren de ellos.
CAPÍTULO II
Versículos 1—7. David coronado rey
en Hebrón. 8—17. Abner
corona rey a Is-boset—Batalla
entre los hombres de Abner y Joab. 18—24. Abner mata a Asael. 25—32. Ambos bandos
retroceden.
Vv. 1—7. Después de morir Saúl, muchos se unieron
a David en Siclag, 1 Crónicas xii, 22, pero él
confió en Dios, que le prometió el reino, que se lo iba a dar a su
tiempo y a su manera. Sin embargo,
la segura esperanza de la promesa de Dios iniciará buenas empresas. Si
yo fuese elegido para la
corona de vida, no se sigue que, ‘entonces, no hago nada’ sino, ‘entonces
haré todo lo que Dios me
mande’. Este buen uso hizo David de su elección y así actuarán todos los
elegidos de Dios. —En
todos nuestros viajes y cambios es consolador ver que Dios va delante
nuestro; y podemos hacerlo,
si por fe y la oración lo ponemos por delante de nosotros. Él dirigió el
sendero de David conforme a
la promesa. David ascendió paulatinamente: de esta manera, el reino del
Mesías, el Hijo de David,
se establece gradualmente; Él es el Señor de todo, pero aún no vemos
todas las cosas sometidas a
Él.
Vv. 8—17. En general, la nación rechazó a David.
Por este medio, preparó el Señor a su siervo
para su futuro honor y utilidad; y quedó demostrada la tendencia de la
verdadera piedad en su
conducta, a pesar de experimentar diversas dificultades. David fue en
esto un tipo de Cristo, porque
Israel no se sometería a Él, aunque había sido ungido por el Padre para
ser Príncipe y Salvador de
ellos. —Abner quiso decir, que los jóvenes luchen delante de nosotros, cuando dijo “levántense
ahora los jóvenes, y maniobren delante de nosotros”: así los necios se burlan del pecado. Pero es
indigno de ser llamado humano el que puede jugar así con la sangre
humana.
Vv. 18—24. La muerte suele llegar por los caminos
menos sospechados. ¡A menudo somos
traicionados por las hazañas que nos enorgullecen! La velocidad de
Asael, de la cual tanto
presumía, no le sirvió; más bien apresuró su final.
Vv. 25—32. Abner llama la atención a Joab sobre las
malas consecuencias de una guerra civil.
Quienes se toman a la ligera tales luchas antinaturales, hallarán que
son amargura para todos los
involucrados. ¡Cuán fácil es que los hombres usen la razón cuando les
conviene, pero no la usan si
les resulta inconveniente! —¡Véase cómo el curso de los acontecimientos
altera el propósito de los
hombres! Lo mismo que parecía grato en la mañana, por la noche se ve
deprimente. —Los más
dado a entablar una contienda, se arrepentirán antes que haya terminado,
y hubiera sido mejor
dejarla antes de meterse en ella, como aconseja Salomón. Esto vale para
todo pecado: ¡oh, que los
hombres consideraran a tiempo lo que al final traerá amargura! —Aquí se
menciona el funeral de
Asael. Aquí se hace distinción entre el polvo de algunos y el de otros,
pero en la resurrección no
habrá diferencia sino entre los santos y los impíos, la cual perdurará.
CAPÍTULO III
Versículos 1—6. Aumenta el poder de
David—Su familia. 7—21. Abner
se rebela contra David. 22
—39. Joab mata a Abner—David hace duelo por
él.
Vv. 1—6. Esta larga guerra fue una prueba para la
fe y paciencia de David, e hizo que su ascensión
al trono fuese a la larga bien recibida. La contienda entre la gracia y
la corrupción en el corazón de
los creyentes puede bien compararse con esta batalla. Hay una larga
guerra entre ellas, la carne
contra el espíritu y el espíritu contra la carne; pero, a medida que se
lleva a cabo y se realiza la obra
de santidad, la corrupción se debilita cada vez más, como la casa de
Saúl, mientras la gracia, se
fortalece más, como la casa de David.
Vv. 7—21. Muchos, como Abner, son demasiado
orgullosos para tolerar reprensiones, ni
siquiera la sospecha de ser culpables, pero no están exentos de cometer
los crímenes más bajos.
Mientras los hombres sigan pecando y evidentemente sin que ello les
preocupe, suelen estar
conscientes que luchan contra Dios. —Muchos pretenden servir sus propios
intereses y traicionan a
los que en ellos confían cuando pueden sacar ventaja. Pero el Señor
sirve sus designios aun por
medio de los que son motivados a actuar por venganza, ambición o
lujuria; pero como ellos no
tienen la intención de honrar a Dios, al final serán desechados con
desdén. —Hubo verdadera
generosidad tanto para Mical como para el recuerdo de Saúl al recibir
David a aquella, recordando,
probablemente, de qué manera debía su vida al afecto de ella, y sabiendo
que estaba separada de él,
en parte, por la autoridad de su padre. —Que ningún hombre ponga su
corazón en aquello a lo cual
no tiene derecho. Si una desavenencia separa a marido y mujer, y tienen
la expectativa de la
bendición de Dios, que se reconcilien y vivan juntos con amor.
Vv. 22—39. Hay juicios preparados para los
escarnecedores como Abner, pero en su actuación,
Joab usó de maldad. David sintió profundamente en su corazón el
asesinato de Abner, y expresó de
muchas maneras que lo detestaba. La culpa de la sangre trae maldición a
la familia: si los hombres
no la vengan, Dios lo hará. —Cosa triste es morir como necio, como lo
hacen los que de alguna
manera acortan sus días, y los que no hacen provisión para otro mundo. —¿Quién
quiere el poder, si
sólo se lo tiene nominalmente, y se es responsable de rendir cuentas,
aunque esté impedido de
ejercerlo? David debió cumplir su deber y, luego, encomendar a Dios el
asunto. La política carnal
salvó a Joab. El Hijo de David puede tardar bastante, pero nunca deja de
castigar a los pecadores
impenitentes. El que ahora reina en el trono de David tiene un reino más
noble. Todo lo que hace
todo su pueblo bien dispuesto lo nota, y le agrada.
CAPÍTULO IV
Versículos 1—7. Is-boset asesinado.
8—12. David manda matar a
los asesinos.
Vv. 1—7. ¡Véase cómo fue asesinado Is-boset!
Cuando nos desanimen las dificultades que debieran
estimular nuestros esfuerzos, traicionamos nuestras coronas celestiales
y nuestra vida terrenal. No
ames el sueño, paara que no te empobrezcas, y te arruines. El alma
ociosa es presa fácil del
destructor. No sabemos cuándo ni dónde nos saldrá la muerte al
encuentro. Cuando nos acostamos a
dormir, no estamos seguros de no dormir el sueño de la muerte antes de
despertar; ni sabemos de
qué mano puede venir el golpe mortal.
Vv. 8—12. Una persona puede alegrarse por
conseguir la realización de sus justos deseos y, en
realidad, lamentar el medio por el cual los recibe. Puede estar triste
por la muerte de una persona,
que le permite ganar. Esos hombres derramaron sangre inocente por los
motivos más bajos. David
ejecutó con justicia la venganza contra ellos. No iba a tolerar que
alguien le ayudara de manera
ilícita. Dios le había ayudado a superar muchas dificultades y a salir
de muchos peligros, por tanto,
dependía de Él para coronar y completar su obra. Él habla como de cosa
hecha de su redención de
toda angustia; aunque le quedaban por delante muchos tormentos, él sabía
que lo libraría el mismo
que lo había librado.
CAPÍTULO V
Versículos 1—5. David reina sobre
todo Israel. 6—10. Toma
la fortaleza de Sion. 11—16. El
reino
de David se establece. 17—25. El derrota a los filisteos.
Vv. 1—5. David fue ungido rey por tercera vez. Su
progreso fue gradual para probar su fe y para
que ganara experiencia. De esta manera, su reinado tipifica el del
Mesías que iba a alcanzar su
altura gradualmente. Así Jesús llegó a ser nuestro hermano, tomó nuestra
naturaleza, habitó en ella
para llegar a ser nuestro Príncipe y Salvador: el pecador humillado
recibe aliento de la relación de
amor, pide su salvación, se somete a su autoridad y anhela su
protección.
Vv. 6—10. Los enemigos del pueblo de Dios suelen
estar muy confiados de su propia fuerza, y
completamente seguros cuando se acerca el día de su caída. Pero el
orgullo y la insolencia de los
jebuseos animó a David, y el Señor Dios de los ejércitos estuvo con él.
De la misma manera, en el
día del poder de Dios, la plaza fuerte de Satanás, el corazón humano, es
cambiado en morada de
Dios por el Espíritu, y en un trono sobre el cual reina el Hijo de David,
y lleva todo pensamiento
cautivo a su obediencia. ¡Que él venga de esa manera, y recobre y limpie
nuestros corazones; y que,
destruyendo todo ídolo, reine ahí por siempre!
Vv. 11—16. La casa de David no era la peor ni la
menos apta para ser dedicada a Dios, por
haber sido edificada por extranjeros. Se profetiza de la iglesia del
evangelio que, “Extranjeros
edificarán tus muros, y sus reyes te servirán”, Isaías lx, 10. El
gobierno de David estaba arraigado y
edificado. David fue instalado rey; así es el Hijo de David, y todos los
que por Él, son hechos reyes
y sacerdotes para nuestro Dios. —Nunca había parecido tan grande la
nación de Israel como ahora
empezaba a ser. Muchos tienen el favor y el amor de Dios, pero no lo
notan, y quieren su consuelo;
porque la felicidad está en ser exaltado a eso y percibirlo. David
reconoce que Dios había hecho
grandes cosas por él por amor de su pueblo, para que él fuera una
bendición para ellos, y que ellos
fueran felices bajo su reinado.
Vv. 17—25. Los filisteos no consideraron que David
tenía consigo la presencia de Dios, cosa
que Saúl había rechazado y perdido. El reino del Mesías fue atacado por
las potestades de las
tinieblas en cuanto fue instalado en el mundo. Los paganos se
enfurecieron, y los reyes de la tierra
se opusieron, pero todo fue en vano, Salmo ii, 1 y siguientes. La
destrucción se volverá sobre el
propio reino de Satanás, como pasó aquí. David confiesa que depende de
Dios para la victoria y se
encomienda al beneplácito de Dios, ¿lo harás? La seguridad que Dios nos
ha dado de la victoria
sobre nuestros enemigos espirituales debiera darnos valor en nuestros
conflictos espirituales. —
David esperó hasta que Dios se movió; entonces se movió él, pero no
antes. Estaba preparado para
depender de Dios y su providencia. Dios cumplió su promesa y David no
dejó de aprovechar sus
ventajas. Cuando el reino del Mesías iba a ser establecido, los
apóstoles, que iban a derrotar al
reinado del diablo, no debían intentar cosa alguna hasta que recibieran
la promesa del Espíritu, que
vino desde el cielo con un ruido como de un viento recio que soplaba,
Hechos ii, 2.
CAPÍTULO VI
Versículos 1—5. El arca sale de
Quiriat-jearim. 6—11. Uza
muere por tocar el arca—Bendición
para Obed-edom. 12—19. David lleva el arca a Sion. 20—23. La mala conducta de Mical.
Vv. 1—5. Dios está presente en el alma de su
pueblo, cuando quieren las señales externas de su
presencia, pero ahora que David está instalado en el trono, empieza a revivir
la honra del arca.
Aprendamos de esto a pensar y hablar de Dios con altura; y a pensar y
hablar con honra de las
sagradas ordenanzas, que son para nosotros lo que el arca era para
Israel, la señal de la presencia de
Dios, Mateo xxviii, 20. Cristo es nuestro Arca; en y por Él manifiesta
Dios su favor y acepta
nuestras oraciones y alabanzas. El arca tipifica especialmente a Cristo
y su mediación, en la que se
despliega el nombre de Jehová y todas sus glorias. Los sacerdotes debían
llevar el arca sobre sus
hombros. Los filisteos pueden llevar el arca en un carro sin sufrir por
eso, pero si los israelitas lo
hicieren de esa manera, sería para su propio peligro, porque esto no era
lo dispuesto por Dios.
Vv. 6—11. Uza fue muerto de un solo golpe por
tocar el arca. Dios vio presunción e
irreverencia en el corazón de Uza. La familiaridad con lo más digno de
reverencia, sirve muy bien
para despertar el desprecio. Si fue un crimen tan grande que alguien
tocara el arca del pacto, sin
tener derecho a hacerlo, ¿qué será de los que pretenden tener los
privilegios del pacto sin vivir a la
altura de este? —Obed-edom abrió sus puertas sin miedo, sabiendo que el
arca era sabor de muerte
para muerte sólo para los que la trataban en forma incorrecta. La misma
mano que castigó la
orgullosa presunción de Uza, recompensó a la osadía humilde de
Obed-edom. Que nadie piense lo
peor del evangelio por los juicios de quienes lo rechazan, antes bien
considere las bendiciones que
trae a todos los que lo reciben. Los jefes de familia sean estimulados a
preservar la religión en su
familia. Es bueno vivir en una familia que recibe al arca, porque todo
lo que la rodee andará mejor.
Vv. 12—19. Se hizo evidente que era bienaventurado
el hombre que tenía el arca cerca suyo.
Cristo es sin duda piedra de tropiezo, y Roca de escándalo para los
desobedientes pero para los que
creen, Él es la Piedra del ángulo, elegida, preciosa, 1 Pedro ii, 6–8.
Seamos religiosos. ¿Es el arca
una bendición para las casas de otros? Nosotros podemos tenerla, con su
bendición, sin robársela a
nuestros vecinos. —David ofreció sacrificios a Dios al partir.
Probablemente nos vaya bien en
nuestros esfuerzos cuando empecemos con Dios y diligentemente busquemos
estar en paz con Él.
Somos tan indignos y nuestro servicio tan contaminado, que todo nuestro
gozo en Dios debe
relacionarse con el arrepentimiento y la fe en la sangre expiatoria del
Redentor. David estaba
presente con grandes expresiones de gozo. Debemos servir a Dios con todo
nuestro cuerpo y alma,
y con todo don y poder que poseamos. En esta ocasión David dejó de lado
sus ropajes reales y se
puso una simple túnica de lino. David oró con el pueblo y por ellos, y
como profeta los bendijo
solemnemente en el nombre de Señor.
Vv. 20—23. David regresó para bendecir su casa,
para orar con ellos y por ellos, y para ofrecer
su acción de gracias familiar por esta misericordia nacional. Trabajo de
ángeles es adorar a Dios y,
ciertamente no puede rebajar al más grande de los hombres. —Pero ni
siquiera los palacios de los
príncipes están exentos de problemas familiares. Los ejercicios de la
religión puede parecer mal a
ojos de quienes tienen poca o ninguna religión en sí mismos. Si nos presentamos
ante Dios
aprobados en lo que hacemos en religión, y lo hacemos delante del Señor,
no tenemos que prestar
oídos a los reproches. La piedad tendrá su elogio: no seamos
indiferentes, no temamos ni nos
avergoncemos al reconocerlo. David se contentó con justificarse y no
reprochó ni culpó la
insolencia de Mical, pero Dios la castigó. Dios honrará a quienes le
honran, pero serán poco
estimados los que lo desprecian a Él, a sus siervos y su servicio.
CAPÍTULO VII
Versículos 1—3. El cuidado de David
por el arca. 4—17. El
pacto de Dios con David. 18—29.
Oración y acción de gracias.
Vv. 1—3. Ya establecido en su palacio, David
meditaba cómo podía emplear mejor su tiempo y su
prosperidad en el servicio de Dios. Se hizo el propósito de edificar un
templo para el arca. Aquí
Natán no habla como profeta, sino como hombre piadoso estimulando a
David con su juicio
particular. Tenemos que hacer todo lo que podamos para animar y promover
los buenos propósitos e
intenciones del prójimo y a medida que tenemos la oportunidad, fomentar
una buena obra.
Vv. 4—17. Se promete bendiciones a la familia y
posteridad de David. Estas promesas se
relacionan con Salomón, el sucesor inmediato de David, y el linaje real
de Judá. Pero también se
relacionan con Cristo que se llama con frecuencia David e Hijo de David.
Dios le dio toda potestad
en el cielo y en la tierra, con autoridad para realizar el juicio. Él
iba a construir el templo del
evangelio, una casa para el nombre de Dios; el templo espiritual de los
creyentes verdaderos, para
ser morada de Dios en el Espíritu. El establecimiento de su casa, su
trono y su reino eterno, no
puede aplicarse a otro que no sea Cristo y su reino: la casa y el reino
de David terminaron hace
mucho. La iniquidad cometida no puede aplicarse al Mesías mismo, sino a
su descendencia
espiritual; verdaderos creyentes tienen dolencias, la corrección de las
cuales deben esperar, aunque
no son desechados.
Vv. 18—29. La oración de David está llena de
suspiros de afectuosa devoción a Dios.
Consideraba en poco a sus méritos propios. Cuanto tenemos debe ser
considerado don de Dios.
Habla alta y honrosamente de los favores que Dios le ha dispensado.
Considerando el carácter y
estado del hombre, puede maravillarnos la forma en que Dios trata con
él. La promesa de Cristo
incluye todo; si el Señor Dios es nuestro, ¿qué más podemos pedir o
pensar? Efesios iii, 20. Él nos
conoce mejor de lo que nos conocemos, por tanto, contentémonos con lo
que ha hecho por nosotros.
¿Qué podemos decir por nosotros mismos en nuestras oraciones que sea más
de lo que Dios ha
dicho por nosotros en sus promesas? David atribuye todo a la libre
gracia de Dios: las grandes cosas
que Él había hecho por él y las grandes que le había dado a conocer.
Todo era por amor a su palabra,
esto es, por amor a Cristo la Palabra eterna. Muchos tienen que
escudriñar su corazón cuando van a
orar, pero el corazón de David estaba preparado, estable; terminadas sus
peregrinaciones, se entregó
totalmente al deber, y se empleó en ello. La oración que sólo es de la
lengua no agrada a Dios; lo
que será elevado y derramado ante Dios debe hallarse en el corazón. Él
edifica su fe y espera el bien
basado en la seguridad de la promesa de Dios. David ora por el
cumplimiento de la promesa. Decir
y hacer no son dos cosas con Dios, como suele pasar entre los hombres;
Dios hará como ha dicho.
—Las promesas de Dios no nos son hechas por nombre, como a David, pero
pertenecen a todos los
que creen en Jesucristo y las invocan en su nombre.
CAPÍTULO VIII
Versículos 1—8. David vence a
filisteos, moabitas y sirios. 9—14. Dedicación del botín. 15—18.
El gobierno y los oficiales de David.
Vv. 1—8. David venció a los filisteos que hacía
mucho tiempo atormentaban a Israel. Después de
las largas y frecuentes luchas que tienen los santos con las potestades
de las tinieblas como Israel
con los filisteos, el Hijo de David los pisoteará a todos ellos y hará
más que vencedores a los santos.
—Derrotó a los moabitas y los hizo siervos tributarios de Israel.
Destruyó dos partes y salvó la
tercera parte. El linaje que iba a mantener vivo, aunque era sólo uno,
tenía que ser completo. Que el
linaje de la misericordia sea lo más amplio. —Derrotó a los sirios.
David estuvo protegido en todas
las guerras, por lo que, a menudo, da gloria a Dios en sus Salmos.
Vv. 9—14. Todas las cosas preciosas de que David
era dueño, fueron cosas dedicadas,
destinadas para edificar el templo. David destruyó los ídolos de oro, 2
Samuel v, 21, pero consagró
los vasos de oro. De esta manera, en la conquista de un alma por la
gracia del Hijo de David, lo que
se oponga a Dios debe ser destruido, toda concupiscencia debe ser
mortificada y crucificada, pero
debe consagrarse lo que pueda ser de gloria para Él; así se altera su propiedad.
Dios emplea a sus
siervos en diversas maneras: algunos en batallas espirituales, como a
David; otros en edificios
espirituales, como a Salomón; y uno prepara la obra para el otro, para
que Dios tenga la gloria de
todo.
Vv. 15—18. David no hizo mal a nadie, ni negó o
demoró el hacer lo correcto. Esto habla de su
completa dedicación su tarea; también de su prontitud para recibir todo
cuanto se le decía y pedía.
No hizo acepción de personas al juzgar. En esto fue un tipo de Cristo.
Sometámonos a Él;
procuremos su amistad, contemos su servicio como placer nuestro,
realicemos diligentes la obra que
nos asigna. David hizo príncipes sus hijos; pero todos los creyentes, la
semilla espiritual de Cristo,
son favoritos, porque son hechos reyes y sacerdotes para nuestro Dios,
Apocalipsis i, 6.
CAPÍTULO IX
Versículos 1—8. David manda a
buscar a Mefiboset. 9—13. Y le
provee.
Vv. 1—8. En medio de numerosos asuntos, tendemos
a olvidarnos de la gratitud que debemos y los
compromisos que tenemos, no sólo con nuestros amigos, sino para con Dios
mismo. Sin embargo,
las personas de verdadera piedad no descansan hasta haberlos cumplido. Y
los objetos más
apropiados para mostrarles bondad y caridad, muchas veces no se
encuentran sin buscarlos. —
Jonatán fue el amigo dilecto de David, por tanto, fue bondadoso con
Mefiboset, el hijo de Jonatán.
Dios es fiel con nosotros; no seamos infieles los unos con los otros. Si
la providencia nos hace
progresar, y decaen nuestras amistades y familiares, debemos tener el cuidado
de buscar la justa
oportunidad de ser amables con ellos.
Vv. 9—13. Como David era un tipo de Cristo, su
Señor e Hijo, su Raíz y Progenie, deja que su
bondad con Mefiboset nos recuerde la bondad y amor de Dios nuestro
Salvador por el hombre
caído, a lo cual nada lo obliga, como David hacia Jonatán. El Hijo de
Dios busca la raza caída y
perdida que no lo buscó a Él. ¡Él vino a buscar y a salvar lo que se
había perdido!
CAPÍTULO X
Versículos 1—5. Los mensajeros de
David son maltratados por Hanún. 6—14. Derrota de los
amonitas. 15—19. Derrota
de los sirios.
Vv. 1—5. Nahas había sido enemigo de Israel, pero
había sido bondadoso con David. Por tanto, éste
resuelve retribuirle agradecido. Si un fariseo da limosna con orgullo
aunque Dios no lo recompense,
el que recibe la limosna debe darle las gracias por ello. Quienes tienen
mala voluntad con su
prójimo han resuelto creer que su prójimo no les tiene buena voluntad.
Nada tiene buena intención,
y todo puede ser malinterpretado por los hombres que sólo se aman a sí,
y no puede ser de otra
forma. Los mejores hombres no deben encontrar raro si son malentendidos.
El amor no piensa mal.
—Conforme a la costumbre de la época y de aquellos países, Hanún trató a
los embajadores de
David en la forma más despectiva. David se afligió mucho por sus
siervos. Aprendamos a no
tomarnos en serio los reproches injustos que se pasarán y serán para
vergüenza de quienes los
expresaron o hicieron; en cambio, la reputación injustamente herida en
poco tiempo vuelve a crecer,
como la barba. Dios exhibirá tu justicia como la luz, por tanto, guarda
silencio ante Jehová y espera
en Él, Salmo xxxvii, 6, 7.
Vv. 6—14. Los que están en guerra con el Hijo de
David no sólo provocan, sino comienzan la
guerra. Dios tiene fuerzas para mandar contra los que desafían su ira,
Isaías v, 19, las que los
convencerán de que nunca nadie que haya endurecido su corazón contra
Dios ha prosperado. Los
soldados de Cristo deben reforzar sus manos unos a otros en la guerra
espiritual. —Que nada falte
en nosotros, cualquiera sea el éxito. Cuando tomamos conciencia de
cumplir nuestro deber, con
satisfacción podemos dejar el hecho con Dios, esperando con toda
seguridad su salvación a su
manera y en el tiempo oportuno.
Vv. 15—19. Aquí hay un nuevo intento de los sirios.
Hasta la causa moribunda saldrá adelante
en la medida que le quede algo de vida; los enemigos del Hijo de David
así lo hacen. Pero ahora se
cumplía la promesa hecha a Abraham, Génesis xv, 18, y reiterada a Josué,
capítulo i, 4, de que las
fronteras de Israel se extenderían hasta el río Éufrates. Aprended de
aquí, que es peligroso ayudar a
quienes tienen a Dios por enemigo, cuando caigan, caerán con ellos los
que los ayudaron.
CAPÍTULO XI
Versículos 1—5. El adulterio de
David. 6—13. Trata de esconder
su delito. 14—27. Urías
es
asesinado.
Vv. 1—5. Obsévese la ocasión del pecado de David;
qué lo condujo a caer: —1. Descuidó su
ocupación. Se quedó en Jerusalén. Cuando nos
salimos del camino de nuestro deber, estamos en
tentación. —2. Amor al ocio: la pereza da mucha ventaja al tentador. —3. Un ojo errante. No había
hecho pacto con sus ojos, como Job, o se le olvidó en el momento.
Nótense los pasos del pecado.
Véase cómo el camino del pecado es cuesta abajo; cuando los hombres
comienzan a hacer el mal,
no pueden detenerse. Nótense los agravantes del pecado: ¿Cómo pudo David
reprender o castigar
en los demás aquello mismo de lo cual tenía conciencia que él mismo era
culpable?
Vv. 6—13. Dar lugar al pecado endurece el corazón
y provoca la ida del Espíritu Santo. Robar
su razón al hombre es peor que robarle su dinero; y atraerlo al pecado
es peor que atraerlo a
cualquier otro problema mundano.
Vv. 14—27. El adulterio suele ocasionar homicidio
al tratar de ocultar una maldad con otra. Hay
que temer el comienzo del pecado, porque, ¿quién sabe dónde terminará?
¿Puede un creyente
verdadero andar por esta senda? ¿Puede tal persona ser un verdadero hijo
de Dios? Aunque la gracia
no se pierde en un caso tan espantoso, la seguridad y el consuelo de
ella se reducen. Podemos tener
la plena seguridad de que se perdió de la vida de David toda la
espiritualidad y el consuelo en la
religión. Ningún hombre, en tal caso, puede tener evidencia que le
satisfaga de que es creyente.
Mientras mayor sea la confianza de un hombre que se ha hundido en la
maldad, más grandes son su
presunción e hipocresía. Nadie que se parezca en nada a David, sino en
sus transgresiones, debe
estimular su confianza con este ejemplo. Que siga a David en su
humillación, arrepentimiento y sus
otras gracias eminentes; es preferible que piense de sí como un
descarriado, y no sea un hipócrita.
—Que nadie que se oponga a la verdad diga: ¡Este es el fruto de la fe!
No; son los efectos de la
naturaleza corrupta. Vigilemos los comienzos de la autocomplacencia y
mantengámonos a la mayor
distancia de todo mal. Pero en el Señor hay misericordia y abundante
redención. Él no echará fuera
a ningún creyente arrepentido y humilde; tampoco soportará que Satanás
arrebate sus ovejas de su
mano. No obstante, el Señor hará que su pueblo se recupere del daño en
forma tal que marcará el
aborrecimiento de sus crímenes, para impedir que los que tienen
consideración por su Palabra,
abusen de las palabras de la gracia.
CAPÍTULO XII
Versículos 1—14. La parábola de
Natán—David confiesa su pecado. 15—25. El nacimiento de
Salomón. 26—31. La
severidad de David para con los amonitas.
Vv. 1—14. Dios no tolera que su pueblo se quede
tranquilo en el pecado. Con esta parábola, Natán
le sacó a David una sentencia contra sí mismo. Hay enorme necesidad de
prudencia al reprender.
Fue fiel en su aplicación. Dice con palabras claras: Tú eres aquel
hombre. Dios muestra cuánto odia
el pecado, aun en su propio pueblo; y que donde lo halle, no lo dejará
sin castigo. David no dice una
palabra para excusar o alivianar su pecado; lo confiesa libremente. —Cuando
David dijo, he
pecado, y Natán se dio cuenta que era un verdadero arrepentido, le
aseguró que su pecado había
sido perdonado. No morirás: esto es no morirás eternamente ni estarás
por siempre lejos de Dios,
como hubieras estado si no hubieras abandonado el pecado. Aunque seas
castigado todos los días
por el Señor, no serás condenado con el mundo. Existe un gran mal en los
pecados de quienes
profesan la fe y la relación con Dios, a saber, que dan ocasión a los
enemigos de Dios y de la
religión para recriminar y blasfemar. Del caso de David se desprende
que, aunque se obtenga
perdón, el Señor visitará con vara la transgresión de su pueblo y con
llagas la iniquidad de ellos.
David tuvo que sufrir muchos días y años de dolor extremo por dar
satisfacción momentánea a una
lujuria vil.
Vv. 15—25. David escribe ahora el Salmo 51, en el
cual ora fervientemente por el perdón y
lamenta mucho su pecado, a pesar de que ya se le había asegurado que su
pecado estaba perdonado.
Estaba dispuesto a sufrir la vergüenza, tenerlo siempre delante de sí, y
ser continuamente
reprochado por ello. Dios nos permite orar honestamente por bendiciones
particulares, confiando en
su poder y misericordia general, aunque no haya una promesa específica
para apoyarse. —David se
sometió pacientemente a la voluntad de Dios en la muerte de su hijo, y
Dios compensó la pérdida
para ventaja suya, con el nacimiento de otro. La forma para que
continúen o se nos restauren las
consolaciones como criaturas, o que se nos compense la pérdida de alguna
otra manera, es rendirse
de buen ánimo a Dios. Por su gracia Dios reconoció y favoreció en
particular a ese hijo y ordenó
que fuera llamado Jedidías, “Amado del Señor”. —Nuestras oraciones por
nuestros hijos son
contestadas por gracia y completamente, cuando algunos mueren en su
infancia, pues son bien
cuidados, y cuando los otros viven, “amados del Señor”.
Vv. 26—31. Ser tan severo como para esclavizar a
los hijos de Amón era señal de que el
corazón de David aún no había sido suavizado por el arrepentimiento, en
la época en que esto
ocurrió. Somos más compasivos, bondadosos y perdonadores con los demás,
cuando más sentimos
nuestra necesidad del amor perdonador del Señor y saboreamos su dulzura
en nuestra alma.
CAPÍTULO XIII
Versículos 1—20. La violencia de
Amnón con su hermana. 21—29. Absalón
asesina a su hermano
Amnón. 30—39. La tristeza de David—Absalón huye a
Gesur.
Vv. 1—20. De aquí en adelante David tuvo un
problema tras otro. El adulterio y el asesinato fueron
los pecados de David, y pecados similares de sus hijos fueron los
comienzos de su castigo: fue
demasiado indulgente con sus hijos. Así, David pudo atribuir los pecados
de sus hijos a su propia
mala conducta, cosa que debió empeorar la angustia del castigo. —Que
nadie tenga la expectativa
de ser bien tratado por quienes son capaces de hacerlos caer en
tentación; pero es mejor soportar el
mayor de los males que cometer el menor de los pecados.
Vv. 21—29. Obsérvese los agravantes del pecado de
Absalón: él quiso matar a Amnón cuando
estuviera menos apto para irse de este mundo. Comprometió a sus siervos en
la culpa. Son siervos
mal enseñados los que obedecen a un amo malo contra los mandamientos de
Dios. Los niños
malcriados siempre resultan ser cruces para los padres piadosos, cuyo
necio amor los lleva a
descuidar su deber para con Dios.
Vv. 30—39. Jonadab fue tan culpable de la muerte de
Amnón como de su pecado; amigos falsos
resultan ser quienes nos aconsejan que hagamos el mal. Después de un
tiempo David anhelaba ver a
Absalón en lugar de aborrecerlo por asesino: Esta era la debilidad de
David: Dios vio algo en su
corazón que marcaba la diferencia, de lo contrario, hubiéramos pensado
que él, como Eli, honraba
más a sus hijos que a Dios.
CAPÍTULO XIV
Versículos 1—20. Joab procura el
regreso de Absalón. 21—24. Absalón
regresa. 25—27. Su
belleza personal. 28—33. Admitido en la presencia de su padre.
Vv. 1—20. Aquí podemos advertir cómo ruega esta
viuda la misericordia de Dios y su clemencia
para con pobres pecadores culpables. El estado de los pecadores es el de
estar destituidos de Dios.
Dios no perdona a nadie que deshonre de su ley y justicia, a nadie que
sea impenitente, ni a quienes
estimulen el delito, ni al que causa daño al prójimo.
Vv. 21—24. David se inclinaba en favor de Absalón,
pero por la honra de su justicia, no podía
hacerlo regresar si no se le solicitaba, lo cual puede mostrar los
métodos de la gracia divina. Verdad
es que Dios piensa compasivamente en cuanto a los pobres pecadores, y no
quiere que ninguno
perezca; pero se reconcilia con ellos a través de un Mediador que ruega
por ellos. Dios estaba en
Cristo reconciliando consigo al mundo, y Cristo vino a la tierra de
nuestro exilio para llevarnos a
Dios.
Vv. 25—27. Nada se dice de la sabiduría y piedad de
Absalón. Todo lo que se dice de él es que
era muy bien parecido. Pobre recomendación para un hombre que no tenía
otra cosa de valor en él.
Muchas almas contaminadas y deformadas habitan un cuerpo hermoso. Leemos
que tenía un
cabello muy bello, que era una carga para él, pero no se lo cortaba
mientras soportara el peso. Nadie
se queja de eso que estimula y gratifica al orgullo, aunque sea
incómodo. ¡Quiera el Señor
concedernos la belleza de la santidad, y el adorno de un espíritu manso
y apacible! Sólo quienes
temen a Dios son verdaderamente felices.
Vv. 28—33. Por su actitud insolente con Joab,
Absalón hizo que aquel rogara por él. Obtuvo su
deseo por su mensaje insolente al rey. Cuando los padres y los
gobernantes toleran tales
personalidades, pronto sufrirán los efectos más fatales. Pero la
compasión de padre prevaleció para
reconciliarlo con su hijo impenitente, y ¿cuestionarán los pecadores
arrepentidos la compasión de
Aquel que es el Padre de las misericordias?
CAPÍTULO XV
Versículos 1—6. La ambición de
Absalón. 7—12. Su
conspiración. 13—23. David
abandona
Jerusalén. 24—30. David
devuelve el arca. 31—37. Ora
contra el consejo de Ahitofel.
Vv. 1—6. David permite la pompa de Absalón. Los
padres que permiten la actitud orgullosa en sus
hijos no saben lo que hacen: muchos jóvenes son destruidos por el
orgullo. Corrientemente quienes
más anhelan la autoridad son quienes menos entienden sus deberes.
Vv. 7—12. Véase cuán dispuestos están los padres
tiernos a creer lo mejor de sus hijos. Pero,
¡qué fácil y perverso es que los hijos se aprovechen de sus buenos
padres y los engañen con un
alarde de religión! Los principales hombres de Jerusalén se unieron a la
fiesta de Absalón por su
sacrificio. Las personas piadosas se alegran al ver que los demás
parecen religiosos y esto da
ocasión al engaño. La política de los hombres malos, y la sutileza de
Satanás, se ejercen para hacer
que las personas buenas apoyen sus malos designios.
Vv. 13—23. David decidió irse de Jerusalén.
Resolvió esto como un penitente que se somete a
la vara. Ante el impío Absalón podía justificarse y resistir, pero ante
el justo Dios debía condenarse
y rendirse a sus juicios. Así, acepta el castigo de su pecado. Cuando
los hombres buenos sufren,
anhelan que los demás no sean llevados a sufrir con ellos. No obligó a
nadie; dejó que se fueran con
Absalón los que tenían su corazón puesto en él, y así será su condena.
Cristo enrola solo a
seguidores voluntarios. —David no pudo tolerar la idea de que Itai, un
extranjero, prosélito y nuevo
convertido, que debiera haber sido animado y habérsele facilitado las
cosas, tuviera que encontrarse
tan duro trato. Pero Itai valoraba tanto la sabiduría y bondad de David
que no dejaría. Sin duda, en
todo el tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia.
Aferrémonos al Hijo de
David, con pleno propósito de corazón, y ni la vida ni la muerte nos
separarán de su amor.
Vv. 24—30. David es muy cuidadoso de la seguridad
del arca. Bueno es preocuparse más por la
prosperidad de la iglesia que por la propia; preferir el éxito del
evangelio por sobre nuestra propia
riqueza, crédito, comodidad y seguridad. Observe con qué satisfacción y
sumisión habla David de la
disposición divina. Interés y deber nuestro, es asentir con regocijo a
la voluntad de Dios, sea lo que
sea que nos pase. Veamos la mano de Dios en todos los sucesos; y para
que no temamos de lo que
será, veamos todos los acontecimientos en la mano de Dios. —El pecado de
David siempre estaba
delante de él, Salmo li, 3, pero nunca tan evidente ni tan negro como
ahora. Nunca lloró así cuando
Saúl lo perseguía, pero la mala conciencia hace que los problemas sean
gravosos, Salmo xxxviii, 4.
Vv. 31—37. David no ora contra la persona de
Ahitofel sino contra su consejo. Oró creyendo
firmemente que Dios tiene todos los corazones en su mano, y también las
lenguas. Pero nosotros
debemos secundar nuestras oraciones con esfuerzo, y así lo hizo David,
de otro modo tentamos a
Dios. Pero no hallamos la sabiduría ni la sencillez tan unidas en un
solo hombre, que no notamos
nada que necesite perdón. Sin embargo, cuando el Hijo de David fue
tratado traidoramente y con
toda la crueldad que era posible, su sabiduría, mansedumbre, franqueza y
paciencia fueron
perfectos. Sigámosle a Él, aferrémonos de Él y sirvámosle a Él en la
vida y en la muerte.
CAPÍTULO XVI
Versículos 1—4. La falsedad de
Siba. 5—14. Simei maldice a
David. 15—23. El consejo de
Ahitofel.
Vv. 1—4. Siba delató a Mefiboset. Los hombres
grandes siempre deben sospechar de los
halagadores, y deben cuidar de oír ambos lados.
Vv. 5—14. David soportó las maldiciones de Simei
mucho mejor que los halagos de Siba;
porque éstos lo llevaron a juzgar mal a otro, y aquellas lo llevaron a
juzgarse a sí mismo en forma
justa: las sonrisas del mundo son más peligrosas que su ceño fruncido.
Una y otra vez David salvó
la vida a Saúl, mientras Saúl buscaba la suya. Pero la inocencia no es
defensa contra la maldad y la
falsedad. Ni tampoco tenemos que hallar raro que nos acusen precisamente
de aquello que hemos
evitado con sumo cuidado. Bueno es para nosotros que los hombres no sean
nuestros jueces, sino
Aquel cuyo juicio es conforme a la verdad. Véase cuán paciente fue David
en este maltrato. Que
esto nos recuerde a Cristo, que oró por los que lo maldecían y lo crucificaron.
El espíritu humilde
volverá los reproches en reprobación y sacará algo bueno de ellos, en
lugar de ser irritados por
ellos. —David ve la mano de Dios en esto y se consuela con que Dios
sacará algo bueno de su
aflicción. Podemos depender de Dios para recompensar no sólo nuestros
servicios sino nuestros
sufrimientos.
Vv. 15—23. Los consejeros más sabios de la época
eran Ahitofel y Husai; Absalón se cree
seguro de triunfar cuando los tiene a ambos; confía en ellos y no
consulta el arca, aunque la tiene
consigo. Pero ambos resultaron ser consejeros miserables. Husai nunca le
aconsejaría que actuara
sabiamente. Ahitofel le aconsejó que hiciera lo malo; y así, lo
traicionó tan eficazmente como lo
hizo, siendo deliberadamente falso con él: porque los que aconsejan a
los hombres que pequen,
ciertamente les aconsejan para su propio mal. Después de todo, la
honestidad es la mejor política, y
así será en el largo plazo. Ahitofel aconsejó mal a Absalón para
volverlo aborrecible a su padre de
modo que éste nunca se reconciliara con él; esta maldita política es del
diablo. ¡Cuán perverso es el
corazón del hombre!
CAPÍTULO XVII
Versículos 1—21. El consejo de
Ahitofel es frustrado. 22—29. Se ahorca—Absalón persigue a
David.
Vv. 1—21. Aquí hubo un efecto maravilloso de la
Providencia Divina que cegó la mente de
Absalón e influyó su corazón para no seguir el consejo de Ahitofel, y
desear el consejo de Husai.
Pero no hay discusión con este Dios que puede armar a un hombre contra
sí mismo, y destruirlo por
sus propios errores y pasiones. —El anterior consejo de Ahitofel fue
seguido, porque Dios quería
corregir a David, pero el último no fue seguido porque Dios no quería
destruirlo. Él puede anular
todos los consejos. El éxito es de Dios solo, que no permitirá que su pueblo
perezca sea cual sea la
sabiduría o ayuda que un hombre pueda emplear o permitirse.
Vv. 22—29. Ahitofel se ahorcó resentido porque no
se siguió su consejo. Destrozará el corazón
del hombre orgulloso lo que no interrumpe el sueño del hombre humilde. Se
creyó amenazado
concluyendo que como su consejo no fue seguido, la causa de Absalón
fracasaría y, para prevenir
una posible ejecución pública, se hizo justicia a sí mismo. Así se
detiene su hálito y se dobla la
cabeza de la cual nada podía esperarse sino maldad. —Absalón persiguió a
su padre. Pero obsérvese
cómo Dios a veces da consuelo de extraños a su pueblo, cuando cuando no
lo reciben de su propia
familia. —Nuestro Rey no necesita nuestra ayuda, pero nos asegura que lo
que hacemos por el más
pequeño de nuestros hermanos, enfermos, pobres y menesterosos, será
aceptado y recompensado
como si le fuera hecho a Él mismo.
CAPÍTULO XVIII
Versículos 1—8. El ejército de
Absalón es derrotado. 9—18. El
muere. 19—33. La pena excesiva
de David.
Vv. 1—8. ¡Cómo devuelve David bien por mal!
Absalón sólo habría dado muerte a David; David
sólo habría salvado a Absalón. Esto es semejante a la maldad del hombre
para con Dios, y la
misericordia de Dios para con el hombre, de lo cual cuesta mucho decir
cuál es más asombrosa.
Ahora los israelitas ven el resultado de ponerse contra Jehová y su
ungido.
Vv. 9—18. Jóvenes, mirad a Absalón, colgando de un
árbol, maldecido, abandonado por el cielo
y la tierra; leed en esto cuánto aborrece el Señor la rebelión contra
los padres. Nada puede
resguardar a los hombres de la desgracia y desprecio, sino la sabiduría
de lo alto y la gracia de Dios.
Vv. 19—33. Ahimaas preparó a David para la noticia
de la muerte de su hijo guiándolo a dar
gracias a Dios por su victoria. Mientras más se prepara y engrandece
nuestro corazón para
agradecer a Dios sus misericordias, mejor dispuestos estaremos a
soportar con paciencias las
aflicciones que vienen con ellas. —Algunos piensan que el deseo de David
surgió de la
preocupación por el estado eterno de Absalón; pero pareciera que más
bien él habló sin pensar
debidamente. Debe culpársele por mostrar gran cariño por un hijo carente
de bondad; además, por
pelear con la justicia divina y oponerse a la justicia nacional que
tenía que administrar en su calidad
de rey, y la cual debió preferir por sobre el afecto natural. Los
mejores no siempre tienen el enfoque
correcto; somos dados a entristecernos excesivamente por lo que amamos
con exageración. Pero
aunque de este ejemplo aprendamos a velar y orar contra la indulgencia
pecaminosa o el descuido
de nuestros hijos, ¿no podemos notar en David una sombra del amor del
Salvador que lloró, oró y
hasta sufrió la muerte por la humanidad, aunque esta estaba compuesta de
rebeldes y viles
enemigos?
CAPÍTULO XIX
Versículos 1—8. Joab hace que David
cese su duelo. 9—15. David
regresa al Jordán. 16—23.
Perdona a Simei. 24—30. Excusa a Mefiboset. 31—39. David se separa de Barzilai. 40—43.
Israel pelea con Judá.
Vv. 1—8. Fue imprudente e indigno seguir
lamentándose por un hijo tan malo como Absalón. Joab
reprende a David, pero sin el respeto y la deferencia adecuados para con
su soberano. Un caso claro
puede discutirse con justicia con los que están por encima de nosotros,
y se les puede reprender por
lo malo que hacen, pero esto debe hacerse sin rudeza ni insolencia. Sin
embargo, David tomó
prudente y mansamente la reprensión y el consejo. Ceder en forma
oportuna suele evitar los malos
efectos de las medidas erróneas.
Vv. 9—15. La providencia de Dios, por la
persuasión de los sacerdotes y el interés de Amasa,
llevó al pueblo a resolver el regreso del rey. David no se movió hasta
recibir esta invitación.
Nuestro Señor Jesús reinará en quienes le invitan al trono de sus corazones,
pero no hasta ser
invitado. Él inclina primero el corazón para que se ofrezca voluntario
en el día de su poder, luego
domina en medio de sus enemigos, Salmo cx, 2, 3.
Vv. 16—23. Los que ahora toman livianamente y
abusan del Hijo de David se alegrarán de
hacer las paces con Él cuando vuelva en su gloria, pero será demasiado
tarde. Simei no perdió
tiempo. Su maltrato había sido personal y con el buen sentimiento usual
en los hombres buenos,
David lo perdonó fácilmente.
Vv. 24—30. David recuerda el decomiso del caudal
hereditario de Mefiboset y éste expresa
gozo por el regreso del rey. El hombre bueno soporta contento sus
pérdidas mientras vea a Israel en
paz, y exaltado al Hijo de David.
Vv. 31—39. Barzilai pensó que se había honrado a sí
mismo al servir en algo al rey. De esta
manera, cuando los santos sean llamados a heredar el reino, se
asombrarán por la recompensa que
será mucho más de lo esperado por su servicio, Mateo xxv, 37. —El hombre
bueno no debiera ir a
ninguna parte donde sea carga o, más bien, que lo sea en su casa antes
que casa ajena. Bueno es
para todos, pero especialmente conveniente para los ancianos pensar en
la muerte y hablar mucho al
respecto. Mi sepulcro está aparejado, dejadme ir y preparaos para el
momento.
Vv. 40—43. Los hombres de Israel se creían
despreciados y las palabras más fieras de los
hombres de Judá produjeron efectos muy malos. Podría evitarse mucho mal
si los hombres
estuvieran alerta contra el orgullo, y recordasen que la blanda
respuesta quita la ira. Aunque
tengamos el derecho y la razón de nuestro lado, Dios no se agrada si lo
decimos con fiereza.
CAPÍTULO XX
Versículos 1—3. La rebelión de
Seba. 4—13. Joab mata a Amasa. 14—22. Seba se refugia en Abel.
23—26. Lo soficiales de David.
Vv. 1—3. Una prueba surge después de otra para
nuestro bien, hasta que lleguemos al lugar donde
se eliminan para siempre el pecado y la pena. Los disputadores airados
entienden mal e interpretan
mal las palabras de otro; el hombre orgulloso hará todo a su manera o
rechazará toda ayuda. No se
debe confiar en el favor de muchos, y ¿qué se puede esperar cuando el
Hosana al Hijo de David fue
prontamente cambiado por crucifícale, crucifícale?
Vv. 4—13. Joab asesinó brutalmente a Amasa.
Mientras más premeditación hay en el pecado,
peor es. Joab sacrificó contento el interés del rey y el del reino en
aras de su venganza personal. No
obstante, uno se preguntaría con qué cara un asesino puede perseguir a
un traidor; y cómo, bajo esa
carga de culpa, tuvo valor para ponerse en peligro: su conciencia estaba
encallecida.
Vv. 14—22. Justamente se ataca el lugar que osa
albergar a un traidor; ni tampoco le irá mejor
al corazón que se deja llevar por la lujuria rebelde, que no tendrá a
Cristo reinando sobre él. —Una
mujer discreta satisfizo a Joab, por su prudente ministración, y así
salvó la ciudad. La sabiduría no
está confinada al rango ni al sexo; no consiste en profundo
conocimiento, sino en saber actuar
cuando surge algo, para eliminar los problemas y asegurar los
beneficios. Se evitaría mucha maldad
si las partes beligerantes se entendieran. Que ambos bandos se
desengañen. La única condición para
la paz es la rendición del traidor. Así pasa en los tratos de Dios con
el alma cuando esta es sitiada
por la convicción de pecado y la aflicción; el pecado es el traidor; la
amada lujuria es el rebelde;
termina con eso, echa fuera a la transgresión y todo estará bien. No hay
paz bajo ninguna otra
condición.
Vv. 23—26. Aquí está la situación de la corte de
David después de su restauración. Bueno es
cuando se nombra a hombres capaces para desempeñar los cargos públicos;
que todos procuren
desempeñar sus deberes como fieles siervos del Hijo de David.
CAPÍTULO XXI
Versículos 1—9. Los gabaonitas
vengados. 10—14. Rizpa
cuida los cuerpos de los descendientes
de Saúl. 15—22. Las
batallas con los filisteos.
Vv. 1—9. Toda aflicción surge del pecado y debe
llevarnos a arrepentirnos y a humillarnos delante
de Dios; pero algunos problemas especialmente muestran que han sido
enviados para traer a la
memoria el pecado. Los juicios de Dios suelen mirar muy atrás, y eso es
lo que requiere que
hagamos cuanto antes sus reprensiones. No nos corresponde objetar el
hecho de que la gente sufra
por el pecado de su rey; quizá le ayudaron. Ni objetar el hecho de que
esta generación sufra por el
pecado de la anterior. Dios suele castigar los pecados de los padres en
los hijos, y no rinde cuentas
de nada a nadie. El paso del tiempo no borra la culpa del pecado, ni
podemos acariciar la esperanza
de escapar porque el juicio tarda. Si no podemos entender todas las
razones de la Providencia al
respecto, tampoco tenemos derecho a pedir que Dios nos rinda cuenta de
sus razones. Debe ser
bueno porque es la voluntad de Dios y, al final, resultará ser así. —El
dinero no paga la sangre.
Pareciera que la posteridad de Saúl anduvo en sus huellas, porque es
llamada casa de sangre. Era el
espíritu de la familia por lo cual con justicia se les reconoce por su
pecado personal como por el de
su familia. Los gabaonitas pidieron esto contra Saúl o su familia no por
maldad. No era para
satisfacer ninguna venganza, sino por el bien público. Fueron ejecutados
al comienzo de la cosecha;
así pues fueron sacrificados para apaciguar la ira del Dios Todopoderoso
que había suspendido la
misericordia de las cosechas durante los años anteriores, y para obtener
su favor en la cosecha
actual. En vano esperamos misericordia de Dios si no hacemos justicia
contra nuestros pecados. Las
ejecuciones no deben considerarse crueles cuando son por el bien
público.
Vv. 10—14. Que una tierra culpable disfrutara de
muchos años de abundancia, requiere gratitud;
no debe maravillarnos que se castigue con escasez la abundancia mal
usada; pero cuán pocos están
dispuestos a preguntar al Señor la causa pecaminosa, mientras muchos
buscan las causas
secundarias por medio de las cuales le ha placido obrar. Pero el Señor
alega por la causa de los que
no pueden o no quieren vengarse; y las oraciones del pobre son de gran
poder. —Cuando Dios
envió lluvia para regar la tierra, los cuerpos fueron enterrados, porque
entonces quedó claro que la
petición por la tierra Dios la había oído. Cuando se hace justicia en la
tierra, cesa la venganza del
cielo. Dios se pacifica, y es puesto a nuestro favor por medio de
Cristo, que fue colgado en un
madero, hecho maldición por nosotros, para quitar de en medio la culpa,
aunque Él mismo era
inocente.
Vv. 15—22. Estos sucesos parecen haber ocurrido
hacia el final del reinado de David. David
flaqueaba, pero no huyó, y Dios envió ayuda en tiempo de necesidad. A
veces hasta los santos más
fuertes desfallecen en los conflictos espirituales; entonces, Satanás
los ataca furiosamente, pero
quienes defienden su terreno y le resisten, serán aliviados y serán más
que vencedores. La muerte es
el último enemigo del cristiano, e hijo de Anac; pero, por medio de
Aquel que venció por nosotros,
los creyentes, al final, serán más que vencedores, aun sobre ese
enemigo.
CAPÍTULO XXII
El Salmo de acción de gracias de David
Este capítulo es un salmo de alabanza; lo encontramos casi igual que el
Salmo xviii. Los que
confían en Dios en la senda del deber, lo hallarán como ayuda presente
en los peligros más grandes:
así fue para David. En nuestras alabanzas debiéramos mencionar
expresamente sus liberaciones más
notables. Nunca seremos librados de todos los enemigos hasta que
lleguemos al cielo. Dios
preservará a todo su pueblo, 2 Timoteo iv, 18. Los que reciben sus
misericordias como señales de
Dios, deben darle la gloria a Él. —David cantó este cántico en el día en
que Dios lo libró. Mientras
la misericordia esté fresca, y nosotros muy afectados con ella,
presentemos nuestra ofrenda de
acción de gracias, que sea encendida con el fuego de ese afecto. Todo su
gozo y esperanza se
centran, como todas nuestras esperanzas, en el gran Redentor.
CAPÍTULO XXIII
Versículos 1—7. Últimas palabras de
David. 8—39. Los valientes de
David.
Vv. 1—7. Estas palabras de David son muy dignas
de considerar. Cuando los que han tenido por
mucho tiempo la experiencia de la bondad de Dios y el placer de la
sabiduría celestial, llegan al
final de su carrera, debieran dar su testimonio de la verdad de la
promesa. —David admite su
inspiración Divina, que el Espíritu de Dios habla por él. Él y otros
santos, hablaron y escribieron
movidos por el Espíritu Santo. —En muchas cosas tuvo que culpar su
conducta y negligencia. Pero
David se consuela con que el Señor hizo con él un pacto eterno. Entiende
como tal principalmente
el pacto de misericordia y paz, que el Señor hizo con él, un pecador que
creyó en el Salvador
prometido, abrazó las bendiciones prometidas, y se rindió al Señor para
ser su siervo redimido. Los
creyentes disfrutarán por siempre de las bendiciones del pacto; y Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo
será para siempre glorificados en la salvación de ellos. Así, el perdón,
la justicia, la gracia y la vida
eterna son recibidos como dádiva de Dios a través de Jesucristo. Hay una
infinita plenitud de gracia,
y todas las bendiciones atesorados en Cristo para quienes buscan su
salvación. —Este pacto era toda
la salvación de David; él conocía tan bien la santa ley de Dios y la
magnitud de su propia
pecaminosidad, que se dio cuenta que estaba necesitado en su propio caso
de esta salvación. Por
tanto, era todo su deseo. Comparativamente todos los objetos terrenales
pierden su atractivo; estaba
dispuesto a darlos todos, o a morir y dejarlos para disfrutar la felicidad
plena, Salmo lxxiii, 24–28.
Todavía el poder del mal y la debilidad de su fe, esperanza y amor eran
su tristeza y su carga. Sin
duda, habría reconocido que su propia negligencia y falta de cuidado
eran la causa; pero la
esperanza de que pronto sería hecho perfecto en gloria, lo alentó en sus
momentos de muerte.
Vv. 8—39. Una vez David deseó ardientemente el
agua del pozo de Belén. Eso parece un
instante de debilidad. Tenía sed; en su juventud se había refrescado con
el agua de ese pozo a
menudo, y la deseó sin pensarlo debidamente. ¿Eran sus valientes tan
osados para exponerse, ante la
menor señal del deseo de su príncipe, y estaban tan deseosos de
complacerlo, y nosotros no
desearemos ser aprobados por nuestro Señor Jesús cumpliendo prestamente
Su voluntad, según su
Palabra, su Espíritu y su providencia? David derramó el agua como
libación para el Señor, así
enfrentó su fantasía necia, se castigó por permitirla, y demostró tener
pensamientos sobrios para
corregir las decisiones precipitadas y mostró que sabía negarse a sí
mismo. David consideró que el
agua era tan preciosa por la manera en que arriesgaron su sangre los
hombres que la consiguieron, y
nosotros ¿no debiéramos valorar mucho más los beneficios adquiridos con
el derramamiento de la
sangre de nuestro bendito Salvador? Cuidémonos para no descuidar una
salvación tan grandiosa.
CAPÍTULO XXIV
Versículos 1—9. David censa al
pueblo. 10—15. Escoge
la pestilencia. 16, 17. Detención
de la
pestilencia. 18—25. El
sacrificio de David—Fin de la plaga.
Vv. 1—9. Por el pecado del pueblo se dejó que
David actuara mal y como retribución recibieron un
castigo. Este ejemplo arroja luz sobre el gobierno de Dios sobre el
mundo, y da una lección útil. —
El orgullo en el corazón de David fue su pecado al hacer el censo del
pueblo. Pensó que ésto lo
haría parecer más formidable, y confió en el brazo de carne más de lo
que debiera, y a pesar de
haber escrito tanto sobre confiar solo en Dios. Él no juzga el pecado
como nosotros. Lo que a
nosotros nos parece inocuo o, al menos, poco ofensivo, puede ser un
pecado grande a ojos de Dios,
que discierne los pensamientos e intenciones del corazón. Hasta los
impíos pueden discernir los
malos temperamentos y la mala conducta de los creyentes, de los cuales
están, a menudo,
inconscientes. Pero Dios rara vez les permite los placeres que desean
pecaminosamente aquellos a
quienes Él ama.
Vv. 10—15. Cuando un hombre peca es bueno que tenga
un corazón interior que lo moleste por
eso. Si confesamos nuestros pecados, podemos orar con fe que, por
misericordia perdonadora, Dios
nos perdonará y quitará ese pecado que nosotros desechamos con
arrepentimiento sincero. Es justo
de parte de Dios que nos quite lo que constituimos motivo de orgullo, o
lo haga amargo para
nosotros, y lo convierta en nuestro castigo. El castigo debe ser de tal
índole puesto que el pueblo
tuvo una buena parte en ello, porque aunque el pecado de David abrió la
compuerta, los pecados del
pueblo fueron todo un diluvio. —En esta dificultad David eligió por un
juicio que viniera
directamente de Dios, cuyas misericordias él conocía que eran muy
grandes, y no del hombre, que
habría triunfado en la miseria de Israel y se hubieran endurecido en su
idolatría. Escogió la
pestilencia; él y su familia estarían tan expuestos a ella como el
israelita más pobre; y por un breve
lapso seguiría sometido a la disciplina divina, no importa que fuera
severa. —La rápida destrucción
ocasionada por la pestilencia muestra con cuanta facilidad puede
derribar Dios a los pecadores más
orgullosos, y cuánto debemos diariamente a la paciencia divina.
Vv. 16, 17. Quizá hubo más maldad, especialmente más
orgullo, y ese era el pecado que ahora
se castigaba en Jerusalén más que en otro lugar, por tanto la mano del
destructor se extiende hacia
esa ciudad; pero el Señor lo hizo arrepentirse del mal, cambiando no de
propósito sino de método.
—En el mismo lugar donde le impidió que Abraham sacrificara a su hijo,
le impidió al ángel que
destruyera Jerusalén, con una contraorden similar. Es por amor del gran
sacrificio, que se preserva
nuestra vida del ángel destructor. Y en David está el espíritu del
verdadero pastor de su pueblo que
se ofrece a sí mismo como sacrifico a Dios por la salvación de sus
súbditos.
Vv. 18—25. Cuando Dios nos exhorta a ofrecerle
sacrificios espirituales es una evidencia de su
reconciliación de nosotros consigo mismo. David compró el terreno para
construir el altar. Dios
odia que se robe para ofrecer holocausto. No saben lo que es la religión
quienes principalmente se
interesan en abaratarla y hacerla fácil para ellos, y se complacen más
con lo que les cuesta menos
dolores o dinero. ¿Para qué tenemos sustancia sino para honrar a Dios
con ella, y cómo puede ser
mejor dada? —Véase la edificación del altar y la ofrenda de los
sacrificios apropiados en él: Los
holocaustos para la gloria de la justicia de Dios, las ofrendas por la
paz para la gloria de su
misericordia. Cristo es nuestro Altar, nuestro Sacrificio; solo en Él
podemos tener esperanza de
escapar de su ira y hallar el favor de Dios. La muerte anda destruyendo
todo alrededor en tantas
formas, y tan repentinamente, que es locura no esperar
el fin de la vida y prepararse para ello.