PRIMERA DE SAMUEL

PRIMERA DE SAMUEL
En este libro tenemos el relato acerca de Elí, y de la maldad de sus hijos; también de Samuel, su
carácter y sus hechos. Después narra el nombramiento de Saúl como rey de Israel, y de su mala
conducta hasta que su muerte dio lugar a la ascensión de David al trono, que fue un tipo prominente
de Cristo. La paciencia, modestia, constancia de David y el ser perseguido por enemigos francos y
amigos fingidos, son un patrón ejemplar para la iglesia y para cada miembro suyo. Muchas cosas de
este libro estimulan la fe, la esperanza y la paciencia del creyente que sufre. Contiene también
muchos consejos útiles y advertencias espantosas.
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CAPÍTULO I
Versículos 1—8. Elcana y su familia. 9—18. La oración de Ana. 19—28. Samuel—Ana lo presenta
al Señor.
Vv. 1—8. Elcana seguía atendiendo el altar de Dios a pesar de las desdichadas diferencias de su
familia. Si la vida devocional de una familia no prevalece para poner fin a sus divisiones, no se debe
permitir que las divisiones acaben con la vida devocional. Disminuir nuestro amor justo por un
pariente por una enfermedad inevitable, y que es motivo de aflicción, es hacer que la providencia de
Dios riña con su precepto y es añadir, con maldad, aflicción al afligido. Prueba de una mala
disposición es deleitarse en provocar dolor a quien tiene un espíritu entristecido e inquietar a quien
tienen la tendencia a afanarse e incomodarse. Debemos llevar los unos las cargas de los otros, no
aumentarlas. Ana no podía soportar la provocación. Quienes son de espíritu afanoso y dados a
tomar muy en serio las provocaciones, son enemigos de sí mismos y se despojan de muchos
consuelos, tanto de la vida como de la piedad. Hemos de notar el consuelo y no lamentar las cruces.
Debemos mirar lo que está por nosotros, como también a lo que está contra nosotros.
Vv. 9—18. Ana mezclaba las lágrimas con sus oraciones; consideraba la misericordia de nuestro
Dios que conoce al alma atribulada. Dios nos da permiso, en oración, no sólo para pedir cosas
buenas en general, sino para mencionar aquello que en especial más necesitamos y deseamos.
Hablaba quedamente, nadie la podía oír. Con eso testificaba de su fe en Dios que conoce el corazón
y sus deseos. —Elí era el sumo sacerdote y juez de Israel. No nos corresponde ser rudos y
precipitados para censurar al prójimo, y pensar que la gente es culpable de cosas malas mientras el
asunto sea dudoso y esté sin demostrar. —Ana no contestó la acusación ni enrostró a Elí la mala
conducta de sus propios hijos. En cualquier momento en que nos estén censurando injustamente,
debemos poner doble guardia a la puerta de nuestros labios para no devolver reproche por reproche.
Ana lo pensó bastante para tener todo claro, y así debemos hacerlo. —Elí estuvo dispuesto a
reconocer su error. Ana se fue satisfecha. En oración ella había encargado su caso a Dios y Elí había
orado por ella. La oración es la calma del corazón para un alma bondadosa. La oración suavizará el
rostro; debe hacerlo así. Nadie seguirá sintiéndose desgraciado por mucho tiempo si usa bien el
privilegio de ir al trono de misericordia de un Dios reconciliado en Cristo Jesús.
Vv. 19—28. Elcana y su familia tenían un viaje por delante y una familia con niños que llevar
consigo, pero no se moverían hasta que hubieran adorado juntos a Dios. La oración y las vituallas
no estorban el viaje. Cuando los hombres tienen tanta prisa, para empezar sus viajes o emprender un
negocio, que no tienen tiempo para adorar a Dios, probablemente procedan sin su presencia y sin su
bendición. —Ana, aunque sentía un cálido afecto por los atrios de la casa de Dios, rogaba quedarse
en casa. Dios quiere misericordia y no sacrificio. Quienes se ven privados de las ordenanzas
públicas porque crían y cuidan niños pequeños, pueden consolarse con este caso y creer, que si
cumplen ese deber con el espíritu justo, Dios los aceptará bondadosamente. —Ana presentó su hijo
al Señor con reconocimiento y gratitud por su bondad para contestar la oración. Lo que demos a
Dios es lo que primero pedimos y recibimos de Él. Todas nuestras dádivas para Él primero fueron
dádivas suyas para nosotros. —El niño Samuel demostró precozmente una piedad verdadera. Se
debiera enseñar a los niñitos a adorar a Dios cuando son muy pequeños. Sus padres debieran
enseñarlos en eso, llevarlos a eso y ponerlos a que lo hagan lo mejor que puedan; Dios los aceptará
bondadosamente y les enseñará a hacerlo mejor.
CAPÍTULO II
Versículos 1—10. El cántico de gratitud de Ana. 11—26. La maldad de los hijos de Elí—El
ministerio de Samuel. 27—36. La profecía contra la familia de Elí.
Vv. 1—10. El corazón de Ana se regocijaba, no en Samuel, sino en el Señor. Ella mira más allá de
la dádiva y alaba al Dador. Se regocija en la salvación del Señor y en la expectativa de su venida, la
de Aquel que es toda la salvación de Su pueblo. —Los fuertes pronto son debilitados y los débiles
pronto son fortalecidos, cuando a Dios le place ¿Somos pobres? Dios nos hizo pobres, lo cual es
una buena razón para que estemos contentos, y aceptemos nuestra condición. ¿Somos ricos? Dios
nos hizo ricos, lo cual es una buena razón para que estemos agradecidos, le sirvamos jubilosamente
y hagamos el bien con la abundancia que Él nos da. Él no respeta la sabiduría del hombre ni sus
supuestas excelencias sino que elige a quienes el mundo considera necios, y les enseña a sentir su
culpa y a valorar su salvación preciosa y gratuita. —Esta profecía mira al reino de Cristo, ese reino
de gracia del cual Ana habla, luego de haber hablado largamente del reino de la providencia. Y aquí
es la primera vez que nos encontramos con el título Mesias o su Ungido. Los súbditos del reino de
Cristo estarán a salvo y sus enemigos serán destruidos, pues el Ungido, el Señor Cristo, es capaz de
salvar y destruir.
Vv. 11—26. Por estar consagrado al Señor de manera especial, Samuel fue desde niño empleado
en el santuario para los servicios que era capaz de realizar. Como hizo esto con una santa
disposición mental, fue llamado a ministrar al Señor. Recibió una bendición del Señor. Él capacita a
los jóvenes que sirven a Dios lo mejor que pueden, para que mejoren y le sirvan mejor. —Elí
evitaba los problemas y el esfuerzo, cosa que lo llevó a educar mal a sus hijos y no usó la autoridad
paternal para restringirlos y corregirlos cuando eran niños. Hacía la vista gorda ante los abusos del
servicio del santuario hasta que se le volvió costumbre, lo que condujo a abominaciones; sus hijos,
que debieron ser ejemplo de lo que era bueno a quienes estaban dedicados al servicio del santuario,
los llevaban a la maldad. La ofensa alcanzaba aun a la ofrenda de los sacrificios por los pecados,
¡que eran un tipo de la expiación hecha por el Salvador! Los pecados contra el remedio, la
expiación misma, son los más peligrosos, porque pisotean la sangre del pacto. —La reprensión de
Elí era demasiado suave y amable. En general, nadie más abandonado que los hijos degenerados de
las personas santas cuando rompen todos los frenos.
Vv. 27—36. Quienes permiten que sus hijos anden en todo camino malo sin usar su autoridad
para refrenarlos y castigarlos, en realidad los honran a ellos más que a Dios. Que el ejemplo de Elí
anime a los padres a luchar fervientemente contra los primeros indicios de maldad, y a educar a sus
hijos en la disciplina y amonestación del Señor. —En medio de la condena sentenciada contra la
casa de Elí, se promete misericordia a Israel. La obra de Dios nunca caerá al suelo por falta de
manos para ejecutarla. —Cristo es el Sumo Sacerdote misericordioso y fiel a quien Dios levantó
cuando el sacerdocio levítico fue depuesto, y es quien en todas las cosas hizo la voluntad de su
Padre y para quien Dios edificará una casa segura, cimentada sobre una roca de modo que el
infierno no pueda prevalecer contra ella.
CAPÍTULO III
Versículos 1—10. La palabra del Señor revelada a Samuel por primera vez. 11—18. Dios habla a
Samuel de la destrucción de la casa de Elí. 19—21. Samuel es establecido para ser profeta.
Vv. 1—10. El llamamiento que se hace según el propósito de la gracia divina es eficaz; será
repetido hasta que así sea, hasta que respondamos al llamado. Al darse cuenta que era la voz de
Dios lo que Samuel había oído, Elí le instruye acerca de lo que debía decir. Aunque era una
desgracia para Elí, porque el llamado de Dios iba dirigido a Samuel, le enseñó a contestar. De esa
manera, el anciano debe hacer lo mejor y lo más que pueda para ayudar y mejorar a los más jóvenes
que van surgiendo. No dejemos nunca de enseñar a los que vienen detrás de nosotros, aunque ellos
pronto sean preferidos en nuestro lugar, Juan i, 30. Las buenas palabras deben ser puestas
oportunamente en la boca de los niños, para que estén preparados para aprender cosas divinas y ser
educados para tenerlas en consideración.
Vv. 11—18. Cuán gran cantidad de culpa y corrupción hay en nosotros, acerca de lo que
podemos decir: ¡es la iniquidad que nuestro corazón sabe; nosotros mismos estamos conscientes de
ella! Los que no reprimen los pecados del prójimo, cuando pueden, se hacen partícipes de la culpa y
les será cargada por unirse a ella. —En su notable respuesta a esta espantosa sentencia, Elí reconoce
que el Señor tenía el derecho a hacer lo que bien le pareciera, estando seguro de que nada malo
haría. La mansedumbre, la paciencia y la humildad contenidas en esas palabras demuestran que él
está verdaderamente arrepentido; él aceptó el castigo de su pecado.
Vv. 19—21. Todo incremento de sabiduría y gracia se debe a la presencia de Dios junto a
nosotros. Dios repetirá bondadosamente sus visitas a quienes las reciben bien. La temprana piedad
será la honra más grande de la juventud. Dios honrará a los que le honran. —Que la gente joven
considere la piedad de Samuel y de él aprendan a acordarse de su Creador en los días de su
juventud. Los niños pequeños pueden ser religiosos. Samuel es la prueba de que agrada al Señor
que los niños le escuchen y esperen en Él. Samuel es un patrón de todos los temperamentos amables
que son el ornamento más esplendoroso de la juventud y fuente segura de dicha.
CAPÍTULO IV
Versículos 1—9. Los israelitas vencidos por los filisteos. 10, 11. Captura del arca. 12—18. La
muerte de Elí. 19—22. Nacimiento de Icabod.
Vv. 1—9. Israel es azotado por los filisteos. El pecado, la cosa maldita, estaba en el campamento y
dio a los enemigos toda la ventaja que podían desear. Reconocieron la mano de Dios en su
tribulación, pero en vez de someterse, hablaron con enojo, como si no se dieran cuenta de ninguna
provocación que hubieran hecho. La insensatez del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová
se irrita su corazón, Proverbios xix, 3, y lo culpan a Él. Supusieron que podían comprometer a Dios
a manifestarse en favor de ellos, llevando el arca a su campamento. Quienes han regresado a la vida
de la religión, a veces demuestran un gran afecto por las observancias externas, como si estas
pudieran salvarlos y como si el arca, el trono de Dios, en el campamento los llevara al cielo, aunque
el mundo y la carne estén entronizados en el corazón.
Vv. 10—11. La captura del arca fue un gran juicio contra Israel y señal cierta del desagrado de
Dios. Que nadie piense en escudarse contra la ira de Dios bajo el manto de una profesión externa de
la fe.
Vv. 12—18. La derrota del ejército fue muy penosa para Elí por cuanto era el juez; las noticias
de la muerte de sus dos hijos, con quienes había sido tan indulgente, y que murieron sin
arrepentimiento, como tenía razón para temer, le conmovieron como padre; pero había una
preocupación más grande aun en su espíritu. Cuando el mensajero concluyó su relato diciendo ‘el
arca de Dios fue capturada’, él fue golpeado en el corazón y murió instantáneamente. Un hombre
puede morir en forma miserable, pero no morir eternamente; puede llegar a un final inoportuno,
pero el final será paz.
Vv. 19—22. La esposa de Finees parece haber sido una persona piadosa. Su lamento de
moribunda fue por la pérdida del arca, y el traspaso de la gloria de Israel. ¿Qué es un gozo terrenal
para quien está moribunda? Ningún gozo sino el que es espiritual y divino resistirá entonces; la
muerte es algo demasiado grave para reconocer el sabor de un goce terrenal. ¿Qué es eso para quien
lamenta la pérdida del arca? ¿Qué placer podemos hallar en nuestras consolaciones y deleites de
criaturas, si necesitamos la palabra y las ordenanzas de Dios, especialmente si queremos el consuelo
de su presencia bondadosa y la luz de su rostro? Si Dios se va, la gloria se va, y todo lo bueno se va.
¡Ay de nosotros si Él se va! Pero aunque la gloria sea trapasada de una nación, ciudad, o aldea
pecadoras tras otra, sin embargo, nunca se irá del todo, pues brilla en un lugar, cuando se eclipsa en
otro.
CAPÍTULO V
Versículos 1—5. Dagón derribado ante el arca. 6—12. Los filisteos derrotados.
Vv. 1—5. Nótese el triunfo del arca sobre Dagón. Ciertamente así caerá el reino de Satanás delante
del reino de Cristo, el error ante la verdad, lo profano ante lo piadoso y la corrupción ante la gracia,
en el corazón del fiel. Cuando el interés por la religión parecen a punto de hundirse, aun entonces
podemos confiar en que vendrá el día de su triunfo. Cuando Cristo, el Arca verdadera del pacto,
entra realmente en el corazón del hombre caído, que indudablemente es templo de Satanás, todos
los ídolos caen, todo esfuerzo para ponerlos de nuevo en pie será vano, el pecado será abandonado,
y se hará restitución de toda ganancia injusta; el Señor reclamará el trono y tomará posesión de él.
Pero el orgullo, el amor propio y las concupiscencias del mundo, aunque destronados y
crucificados, aún persisten dentro de nosotros, como el trono de Dagón. Velemos y oremos que no
puedan prevalecer. Procuremos destruirlas por completo.
Vv. 6—12. La mano del Señor pesó mucho sobre los filisteos; no sólo los convenció de su
necedad; también castigó severamente su insolencia. Pero ellos no renunciaron a Dagón y, en lugar
de buscar la misericordia de Dios, desearon librarse del arca. Cuando los corazones carnales
despiertan ante la realidad del juicio de Dios, prefieren alejar a Dios de ellos, si eso fuera posible,
antes que entrar en pacto, tener comunión con Él y buscarlo como amigo de ellos. Pero sus
artimañas para eludir los juicios divinos sólo logran acrecentarlos. Quienes luchan contra la
voluntad de Dios pronto se cansarán.
CAPÍTULO VI
Versículos 1—9. Los filisteos preguntan cómo devolver el arca. 10—18. La llevan hasta Bet-semes.
19—21. La gente cae muerta por mirar dentro del arca.
Vv. 1—9. Los filisteos fueron castigados siete meses por la presencia del arca; la plaga duró tanto
tiempo, porque no la devolvieron antes a su hogar. Los pecadores alargan su desdicha cuando
rehúsan apartarse de sus pecados. —Los israelitas no hicieron esfuerzo alguno por recobrar el arca.
En realidad, ¿dónde hallaremos que prevalece el interés por la religión por sobre todos los demás
asuntos? En épocas de calamidad pública tememos por nosotros, por nuestras familias y por nuestra
patria, pero ¿quién se preocupa por el arca de Dios? Somos favorecidos con el evangelio, pero lo
tratamos con negligencia o desprecio. No debemos asombrarnos si nos es quitado, lo que a muchos
no causaría pesar, aunque es la peor de todas las catástrofes. Hay multitudes que quedarían
complacidas con cualquier profesión de fe tanto como con la del cristianismo. Pero hay quienes
valoran la casa de Dios, su palabra y ministerio por sobre sus más ricas posesiones, y temen la
pérdida de esas bendiciones más que la muerte. —¡Cuán dispuestos están los hombres malos a
cambiar sus convicciones, y cuando tienen problemas, creer que les ocurre por casualidad, y que la
vara no tiene voz que ellos debieran oír o prestar atención!
Vv. 10—18. Las dos vacas conocían a su amo, el gran Dueño, a quien Ofni y Finees no
conocían. La providencia de Dios tiene en cuenta aun las bestias brutas y las usa para sus
propósitos. —Cuando los segadores vieron el arca, se regocijaron; su gozo fue mayor que el gozo
de la cosecha. El regreso del arca y el avivamiento de las santas ordenanzas, después de los días de
restricción y tribulación, son materia de gran gozo.
Vv. 19—21. Gran afrenta contra Dios es que hombres vanos atisben en las cosas secretas que no
les pertenecen y curioseen en ellas, Deuteronomio xxix, 29; Colosenses ii, 18. El hombre cayó en la
ruina por desear el conocimiento prohibido. Dios no tolera que su arca sea profanada. No os
engañéis, Dios no puede ser burlado. Los que no temen su bondad ni usan reverentemente las
señales de su gracia, tendrán que sentir su justicia. —La cantidad de los muertos está expresada de
modo desacostumbrado en el original y es probable que signifique 1.170 (cincuenta mil setenta, en
Reina Valera). —Son los que desean librarse del arca. Los necios que corren de un extremo al otro.
Mejor hubieran preguntado, ¿cómo podemos estar en paz con Dios y recuperar su favor? Miqueas
vi, 6, 7. De esta manera, cuando la palabra de Dios produce terror en la conciencia de los pecadores,
ellos luchan contra la palabra y en lugar de aceptar la culpa y la vergüenza, la desechan. Muchos
sofocan su convicción de pecado y alejan de sí la salvación.
CAPÍTULO VII
Versículos 1—4. El arca llevada a Quiriat-jearim. 5, 6. Arrepentimiento solemne de los israelitas. 7
—12. El Señor desconcierta a los filisteos. 13—17. Ellos son sometidos—Samuel juzga a
Israel.
Vv. 1—4. Dios hallará un lugar de reposo para su arca; si algunos la arrojan, el corazón de otros se
inclinará a recibirla. No es novedad que el arca de Dios esté en una casa particular. Cristo y sus
apóstoles predicaron de casa en casa cuando no pudieron hacerlo en lugares públicos. —Veinte años
pasaron antes que la casa de Israel se interesara por la ausencia del arca. Durante este tiempo el
profeta Samuel trabajó para el avivamiento de la verdadera religión. Las pocas palabras usadas son
muy expresivas; y este fue uno de los avivamientos más efectivos de la religión que haya ocurrido
en Israel.
Vv. 5, 6. Israel sacó agua y la derramó ante el Señor significando con eso su humillación y
tristeza por el pecado. Derramaron sus corazones en arrepentimiento ante el Señor. Fueron libres y
plenos en su confesión y decidieron resueltamente echar de entre ellos todas las malas obras.
Hicieron una confesión pública, hemos pecado contra el Señor; así dieron gloria a Dios y asumieron
sobre sí la vergüenza. Si nosotros confesamos de esta manera nuestros pecados, encontraremos que
Dios es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados.
Vv. 7—12. Los filisteos invadieron Israel. Cuando los pecadores empiezan a arrepentirse y
reformarse, deben esperar que Satanás reúna toda su fuerza contra ellos y ponga a trabajar al
máximo sus instrumentos para oponerse y desanimarlos. —Los israelitas rogaron fervientemente a
Samuel que orara por ellos. ¡Qué gran consuelo es para todos los creyentes que nuestro gran
Intercesor en lo alto nunca cese de orar, nunca se calle! Porque Él siempre está en la presencia de
Dios por nosotros. El sacrificio de Samuel, sin su oración, hubiera sido una sombra vacía. Dios dio
una respuesta llena de gracia. Samuel erigió una piedra como memorial de esta victoria, para la
gloria de Dios y para alentar a Israel. —A través de sucesivas generaciones la iglesia de Dios ha
tenido causas para levantar nuevos Eben-ezeres por nuevas liberaciones: persecuciones externas ni
corrupciones internas han prevalecido contra ella, porque “hasta aquí la ha ayudado Jehová” y Él la
ayudará hasta el fin del mundo.
Vv. 13—17. En este gran avivamiento de la verdadera religión, el arca no fue trasladada a Silo,
ni puesta con el tabernáculo en ninguna otra parte. Este descuido de las instituciones levíticas
muestra que su uso principal era su significado típico; y cuando aquellas fueron pasadas por alto, se
convirtieron en un servicio sin vida, en nada comparable con el arrepentimiento, la fe y el amor
hacia Dios y el hombre.
CAPÍTULO VIII
Versículos 1—3. El gobierno malo de los hijos de Samuel. 4—9. Los israelitas piden rey. 10—22.
El estilo de un rey.
Vv. 1—3. No parece que los hijos de Samuel fueran tan profanos y feroces como los hijos de Elí,
pero eran jueces corruptos que se dejaron llevar por el afán de lucro. Samuel no aceptaba sobornos,
pero sus hijos sí y entonces pervirtieron el derecho. Aumentaba el sufrimiento del pueblo la
amenaza de invasión por Nahas, rey de los amonitas.
Vv. 4—9. Samuel estaba descontento; podía tolerar pacientemente lo que lo afectara
personalmente y a su propia familia, pero le desagradó cuando le pidieron: Constitúyenos ahora un
rey que nos juzgue, porque eso era contra Dios. Esto lo hizo arrodillarse. Cuando algo nos perturba,
es nuestro deber e interés, presentar nuestro problema ante Dios. —Samuel tiene que decirles que
tendrán un rey. No porque Dios estuviera contento con el pedido de ellos, sino que de la manera que
a veces nos contraría por amor, en otras ocasiones nos satisface con ira; así lo hizo aquí. Dios sabe
darse gloria y sirve su propósito sabio aún con los consejos necios de los hombres.
Vv. 10—22. Si hubieran tenido un rey que los gobernara, como los reyes orientales gobernaban
a sus súbditos, hubieran hallado excesivamente pesado el yugo. A los que se someten al gobierno
del mundo y de la carne, se les dice claramente qué duros son sus amos y cuán tirano es el dominio
del pecado. La ley de Dios y el estilo de los hombres difieren ampliamente entre sí; la primera debe
ser nuestra regla en las diversas relaciones de la vida; el último debe ser la medida de lo que
podemos esperar de los demás. Estas eran sus cuitas y, cuando se quejaron a Dios, Él no los
escucharía. Cuando nos metemos en angustias por nuestros malos deseos y proyectos errados,
abandonamos precisamente el consuelo de la oración y el beneficio de la ayuda divina. —El pueblo
fue obstinado e insistente en sus demandas. Las resoluciones súbitas y los deseos precipitados obran
un arrepentimiento largo y sin prisa. Es sabiduría nuestra agradecer las ventajas, y tener paciencia
con las desventajas del gobierno bajo el cual estemos; orar continuamente por nuestros gobernantes,
para que nos dirijan con temor de Dios y vivamos bajo su mandato con toda santidad y honestidad.
Síntoma esperanzador es poder soportar nuestros deseos de objetos mundanos, y cuando podemos
dejar a la providencia de Dios el tiempo y la forma de satisfacerlos.
CAPÍTULO IX
Versículos 1—10. Saúl llevado ante Samuel. 11—17. Hablan a Samuel sobre Saúl. 18—27. El trato
que Samuel da a Saúl.
Vv. 1—10. Saúl salió dispuesto a buscar los asnos de su padre. Su obediencia para con su padre era
digna de elogio. Su siervo propuso que, como ahora estaban en Ramah, visitaran a Samuel para
pedir consejo. Donde nos encontremos debemos usar la oportunidad de familiarizarnos con quienes
son sabios y buenos. Muchos consultan a un hombre de Dios si éste se le cruza en el camino, pero
no darán un paso fuera de su camino para obtener sabiduría. Sentimos mucho las pérdidas
mundanas y nos esforzamos mucho para compensarlas, pero ¡qué poco intentamos procurar la
salvación de nuestra alma, y cuán pronto nos cansamos de esto! Si los ministros dijeran a los
hombres cómo obtener fortuna o hacerse ricos, serían más consultados y tendrían más honra que
ahora, que se dedican a enseñarles cómo escapar de la miseria eterna y obtener la vida eterna. La
mayoría de la gente preferiría que le dijeran su suerte y no su deber. —Samuel no necesitaba el
dinero de ellos ni les hubiera negado el consejo si nada hubieran traído, pero ellos se lo dieron como
señal de respeto y por el valor que asignaban a su oficio, y conforme a la costumbre generalizada de
la época, de llevar siempre un regalo a los que están en autoridad.
Vv. 11—17. Las mismas doncellas de la ciudad los guiaron al profeta. Ellas habían oído del
sacrificio y podían hablar de la necesidad de la presencia de Samuel. No es poco beneficio vivir en
lugares santos y religiosos. Siempre debemos estar listos para ayudar a los que buscan a los profetas
de Dios. A pesar de que Dios había concedido con desagrado, el pedido de Israel de un rey, les envía
un hombre que los capitanee, que los salve de mano de los filisteos. Lo hace en su gracia,
escuchando su clamor.
Vv. 18—27. Samuel, aquel buen profeta, distaba mucho de envidiar a Saúl o de tenerle mala
voluntad; fue el primero y el más proclive a rendirle honores. Tanto ese anochecer como temprano
en la siguiente mañana, Samuel tuvo comunión con Saúl sobre la azotea de la casa. Podemos
suponer que Samuel ahora convenció a Saúl de que Dios lo había nombrado para reinar, y que él
estaba dispuesto a renunciar. —¡Cuán diferentes son los propósitos del Señor para nosotros, de lo
que son nuestras propias intenciones! Quizá Saúl era el único que siempre salía a buscar los asnos y,
literalmente, halló un reino; pero muchos han salido y trasladado su morada en busca de riquezas y
placeres, y fueron llevados a lugares donde hallaron la salvación para su alma. Así, se han
encontrado con quienes les han hablado como si supieran los secretos de su vida y de su corazón, y
han sido seriamente guiados a considerar la palabra del Señor. Si este no ha sido nuestro caso,
aunque nuestros planes mundanos no hayan prosperado, no nos preocupemos por eso; el Señor nos
ha dado o nos ha preparado para lo que es mucho mejor.
CAPÍTULO X
Versículos 1—8. Samuel unge a Saúl. 9—16. Saúl profetiza. 17—27. Saúl elegido rey.
Vv. 1—8. La sagrada unción, entonces usada, señalaba al gran Mesías, o Ungido, el Rey de la
iglesia y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, ungido con el aceite del Espíritu, no por medida,
sino sin medida, y por sobre todos los sacerdotes y príncipes de la iglesia judía. —Para mayor
satisfacción de Saúl, Samuel le da algunas señales que deben suceder el mismo día. El primer lugar
al cual lo dirige, era el sepulcro de uno de sus antepasados; ahí recordaría su propia mortalidad y,
ahora que tenía una corona delante de él, debía pensar en su tumba, en la cual todo su honor
quedará bajo el polvo. —Desde la época de Samuel parece haber habido escuelas o lugares donde
jóvenes piadosos eran llevados al conocimiento de las cosas divinas. Saúl debió sentirse
fuertemente movido a unirse a ellos y para convertirse en un hombre distinto de lo que había sido.
El Espíritu de Dios cambia a los hombres, los transforma maravillosamente. Saúl, alabando a Dios
en la comunión de los santos, se volvió otro hombre, pero se puede dudar de que llegara a ser un
hombre nuevo.
Vv. 9—16. Las señales que Samuel dio a Saúl sucedieron puntualmente; halló que Dios le había
dado otro corazón, otra disposición mental. Pero no confiéis demasiado en una demostración
externa de devoción y en un cambio presente repentino. Saúl entre los profetas seguía siendo Saúl.
El hecho de ser ungido fue mantenido en secreto. Deja que Dios ejecute su obra por medio de
Samuel, y se queda callado, para ver en qué parará todo.
Vv. 17—27. Samuel dice a la gente: Vosotros habéis desechado hoy a vuestro Dios. Tan poco
dado a ese poder estaba Saúl, del que poco después de poseerlo ya no podía pensar en separarse de
él, que se escondió. Bueno es estar consciente de nuestra indignidad e insuficiencia para los
servicios a los cuales somos llamados; pero los hombres no deben irse al otro extremo rehusando
los servicios a los cuales el Señor y la iglesia los llaman. —La mayor parte de la gente trató el
asunto con indiferencia. Saúl se fue modestamente a su casa, pero fue acompañado por una banda
de hombres cuyos corazones Dios preparó para apoyar su autoridad. Si el corazón se inclina en
cualquier momento en forma correcta, es porque Él lo ha tocado. Un toque basta cuando es divino.
Otros lo despreciaron. Tan diferente es la forma como nuestro excelso Redentor afecta a los
hombres. Hay un remanente que se somete a Él y le sigue donde Él vaya; son los que han sido
tocados por Dios y a quienes ha dado la disposición de seguirle. Pero hay otros que lo desprecian,
que preguntan: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Se sienten ofendidos por Él, y serán castigados.
CAPÍTULO XI
Versículos 1—11. Jabes de Galaad liberada. 12—15. Saúl confirmado en su reino.
Vv. 1—11. El primer fruto del gobierno de Saúl fue el rescate de Jabes de Galaad de manos de los
amonitas. Para salvar la vida los hombres renuncian a su libertad y hasta consienten en que les
arranquen los ojos; entonces, ¿no es sabiduría dejar el pecado que nos es tan querido como nuestro
ojo derecho, antes que ser echado al fuego del infierno? Véase la fe y confianza de Saúl y,
cimentados en ella, su valor y resolución. Obsérvese además su actividad en este asunto. Cuando el
Espíritu del Señor desciende sobre los hombres, los convierte en expertos, aunque no tengan
experiencia. Cuando el celo por la gloria de Dios, y el amor por los hermanos impulsa a los
hombres a esfuerzos serios, y cuando Dios se complace en ayudar, rápidamente pueden producirse
grandes efectos.
Vv. 12—15. Ahora honraban a Saúl, a quien habían despreciado; si de un enemigo se hace un
amigo, es mayor ventaja que matarlo. —El una vez despreciado Salvador será reconocido
finalmente por todos como el Rey ungido por Jehová. Hasta ahora, en el trono de la gracia, Él
recibe la sumisión de los rebeldes, y hasta intercede por ellos; pero dentro de poco, desde su
tribunal de justicia, Él condenará a todos los que persisten en oponérsele.
CAPÍTULO XII
Versículos 1—5. Samuel atestigua de su integridad. 6—15. Samuel reprende al pueblo. 16—25.
Truenos en la época de cosecha.
Vv. 1—5. Samuel no sólo despeja las dudas sobre su propio carácter, además sienta un precedente
ejemplar ante Saúl, y muestra al pueblo que han sido ingratos con Dios y con él mismo. Hay una
deuda de justicia que todos los hombres tienen con su buen nombre, especialmente los hombres en
puestos públicos, que consiste en resguardarlos contra culpa y sospechas injustas, para que terminen
su carrera con honor y gozo. El haber vivido honestamente en nuestros puestos, será nuestro
consuelo ante cualquier desaire y desprecio que se nos pueda tirar encima.
Vv. 6—15. La obra de los ministros es razonar con la gente, no sólo exhortar y dirigir sino
persuadir, convencer el juicio de los hombres y, así, ganar sus voluntad y afecto. Samuel razona
sobre los actos justos del Señor. A los que siguen a Dios con fidelidad, se les capacitará para que
continúen siguiéndole. —La desobediencia sería ciertamente la ruina de Israel. Erramos si
pensamos que podemos escapar de la justicia de Dios tratando de deshacerse de su dominio.
Aunque resolvemos que Dios no nos gobierne, de todos modos nos juzgará.
Vv. 16—25. Dichas las palabras de Samuel, Dios envió truenos y lluvia en una época del año en
que en ese país, no ocurría tal cosa. Era para convencerlos que habían actuado inicuamente al pedir
un rey; no sólo por su ocurrencia en una estación desacostumbrada, en la cosecha del trigo, y en un
día claro, sino porque el profeta lo anunció. Mostró la necedad de ellos al desear un rey para
salvarlos antes que Dios, o Samuel; se habían prometido más de un brazo de carne que del brazo de
Dios o del poder de la oración. ¿Podía su príncipe comandar fuerzas similares a las que podía dirigir
el profeta por sus oraciones? Los inquietó muchísimo. Algunos no logran ver sus pecados por
métodos más suaves que las tormentas y los truenos. Pidieron a Samuel que orara por ellos. Ahora
ven que tienen necesidad de aquel a quien poco antes trataron con insolencia. Así, pues, muchos que
no tendrán a Cristo reinando sobre ellos, estarían contentos con que Él intercediera por ellos para
alejar la ira de Dios. —El propósito de Samuel es confirmar al pueblo en su religión. De cualquier
cosa que hagamos un dios, hallaremos que nos engaña. Las criaturas son buenas en el lugar que les
corresponde, pero cuando se ponen en el lugar de Dios, son vanas. —Pecamos si refrenamos la
oración y, en particular, si dejamos de orar por la iglesia. Solamente le pidieron a él que orara por
ellos, pero él promete hacer más, enseñarles. Les exhorta que por gratitud están obligados a servir a
Dios, considerando las grandes cosas que Él ha hecho por ellos; y que además estaban obligados
por interés personal a servirle, considerando lo que iba a hacer contra ellos si seguían haciendo
tanto mal. De manera que, como atalaya fiel, les dio advertencia, y así libró su alma. Si
consideramos las cosas tan grandes que ha hecho el Señor por nosotros, especialmente en la gran
obra de redención, no nos pueden faltar motivos, aliento ni ayuda para servirle.
CAPÍTULO XIII
Versículos 1—7. La invasión de los filisteos. 8—14. Saúl sacrifica—Samuel lo reprende. 15—23.
La política de los filisteos.
Vv. 1—7. Saúl reinó un año sin que nada particular sucediera, pero en su segundo año ocurrieron
los hechos registrados en este capítulo. Durante más de un año dio tiempo a los filisteos para
prepararse para la guerra y debilitar y desarmar a los israelitas. Cuando los hombres crecen en
autosuficiencia a menudo son llevados a la necedad. Las ventajas principales de los enemigos de la
iglesia derivan de la mala conducta de sus amigos confesos. Cuando por fin Saúl hizo sonar la
alarma, el pueblo no fue a él, desertó rápidamente, insatisfecho con su administración, o
aterrorizado por el poder del enemigo.
Vv. 8—14. Saúl violó la orden expresa de Samuel, ver capítulo x, 8, sobre qué hacer en casos
extremos. Saúl ofreció sacrificios sin Samuel, haciéndolo él mismo, aunque no era sacerdote ni
profeta. Cuando fue acusado de desobedecer, se justificó por lo que había hecho sin dar señales de
arrepentimiento. Quería que este acto de desobediencia pasara como ejemplo de su prudencia y
prueba de su piedad. Los hombres despojados de piedad interior a menudo hacen resaltar mucho los
actos religiosos externos. —Samuel acusa a Saúl de ser su enemigo. Los que desobedecen los
mandamientos de Dios lo hacen neciamente contra sí mismos. El pecado es insensatez y los
pecadores más grandes son los necios más grandes. Nuestra disposición para obedecer o
desobedecer a Dios será frecuentemente demostrada por nuestra conducta en cosas que parecen
pequeñas. —Los hombres no ven sino el acto externo de Saúl, que parece pequeño, pero Dios ve
que lo hizo por incredulidad y desconfianza de su providencia, con desprecio de su autoridad y
justicia, y con rebelión contra la luz de su propia conciencia. —¡Bendito Salvador, que nunca
llevemos nuestras pobres ofrendas o nuestras supuestas ofrendas de paz, sin mirar tu precioso
sacrificio todosuficiente! Sólo tú, oh Señor, puedes hacer o has hecho nuestra paz en la sangre de la
cruz.
Vv. 15—23. Véase cuán políticos fueron los filisteos cuando tuvieron poder; no sólo impidieron
que el pueblo de Israel fabricara armas de guerra, además los obligaron a depender de sus enemigos
hasta para los instrumentos de labranza. Qué poco político fue Saúl que al comenzar su reinado no
arregló eso. —La falta del sentido verdadero siempre acompaña a la falta de gracia. Los pecados
que nos parecen muy pequeños, tienen consecuencias peligrosas. Miserable es una nación indefensa
y culpable; mucho más los desprovistos de toda la armadura de Dios.
CAPÍTULO XIV
Versículos 1—15. Jonatán ataca a los filisteos. 16—23. La derrota de ellos. 24—35. Saúl prohíbe
al pueblo comer hasta el anochecer. 36—46. Jonatán señalado por sorteo. 47—52. La familia
de Saúl.
Vv. 1—15. Saúl parece haber estado muy perdido e incapaz de ayudarse. Nunca pueden
considerarse a salvo quienes se ven fuera de la protección de Dios. Ahora manda en busca de un
sacerdote y el arca. Espera arreglar las cosas con el Todopoderosos por medio de una reforma
parcial, como hacen muchos cuyo corazón no se humilla ni cambia. A muchos les agrada tener
ministros que profeticen cosas lindas. —Jonatán sintió el impulso y la impresión divina que lo lanzó
a esta aventura atrevida. Dios guía los pasos de quienes lo reconocen en todos sus caminos y buscan
su dirección, con todo el propósito de su corazón de seguirle. A veces encontramos más consuelo en
lo que, no es tanto nuestra obra, puesto que hemos sido llevados a ello por las vueltas inesperadas,
pero bien planeadas de la providencia divina. —Hubo pánico en la guarnición. Se le dice temblor de
Dios lo cual significa no sólo un gran temblor, que no pudieron resistir ni razonar para ponerle fin,
sino que vino repentinamente de la mano de Dios. El que hizo el corazón sabe hacerlo temblar.
Vv. 16—23. Los filisteos fueron puestos uno contra el otro por el poder de Dios. Mientras más
evidente era que Dios hacia todo, más razón tenía Saúl para preguntar si Dios le daría autorización
para hacer algo. Pero estaba tan presuroso por combatir a un enemigo caído que no se quedó para
terminar sus devociones, ni escuchó la respuesta de Dios. Quien cree no andará tan apurado ni
considerará cualquier asunto tan urgente, como para no dedicar tiempo para que Dios lo acompañe.
Vv. 24—35. La severa orden de Saúl fue muy imprudente; si ganaba tiempo, le quitaba fuerzas
para la persecución. Tal es la naturaleza de nuestros cuerpos que el trabajo cotidiano no puede
hacerse sin el pan cotidiano, que, consecuentemente nuestro Padre celestial da en su gracia. —Saúl
estaba alejándose de Dios y ahora empieza a levantar altares, siendo entonces, como muchos, muy
celoso de la forma de la piedad, pero niega su eficacia.
Vv. 36—46. Si Dios rechaza nuestra oración tenemos razones para sospechar que es por algún
pecado albergado en nuestro corazón, el cual debemos buscar para sacarlo y eliminarlo. Siempre
debemos sospechar de nosotros mismos y examinarnos primero; pero un corazón que no se ha
humillado sospecha de cada persona, y busca en todas partes, menos en sí mismo, la causa
pecaminosa de su calamidad. —Se descubrió que Jonatán era el ofensor. Los que son más
indulgentes con sus pecados son los más severos con los demás; quienes más desechan la autoridad
de Dios son los más impacientes cuando se desobedecen sus propios mandatos. Los que echan
maldiciones, se ponen en peligro a sí mismos y a su familia. —¿Qué observamos en toda la
conducta de Saúl en esta ocasión sino una disposición impetuosa, orgullosa, maligna e impía? Y en
todo caso, ¿no percibimos en cada caso que ese hombre, librado a sí mismo, deja ver la depravación
de su naturaleza, y que está esclavizado al más bajo de los temperamentos?
Vv. 47—52. Este es un recuento general de la corte y campamento de Saúl. Él tenía pocas
razones para enorgullecerse de su dignidad real, y ninguno de sus vecinos tenían causa para
envidiarlo, pues disfrutó muy poco después de asumir el reinado. A menudo, la gloria terrenal del
hombre no es sino un destello producido justo antes que caiga sobre ellos la oscura noche de la
desgracia y de los ayes.
CAPÍTULO XV
Versículos 1—9. Saúl enviado a destruir a Amalec. 10—23. Saúl se excusa y se elogia a sí mismo.
24—31. La humillación imperfecta de Saúl. 32—35. Muerte de Agag—Samuel y Saúl se
separan.
Vv. 1—9. La sentencia condenatoria contra los amalecitas había sido dictada mucho antes, Éxodo
xvii, 14; Deuteronomio xxv, 19, pero no se había ejecutado mientras no llenaran la medida de sus
pecados. Estamos seguros que el justo Señor no hace injusticia a nadie. El recuerdo de la
amabilidad de los antepasados de los ceneos que los favoreció, en la época en que Dios estaba
castigando las injurias perpetradas por los amalecitas, tendió a vindicar la justicia de Dios en esta
dispensación. Peligroso es ser hallado en compañía de los enemigos de Dios, y por deber e interés
personal tenemos que apartarnos de ellos, no sea que participemos de sus pecados y sus plagas,
Apocalipsis xviii, 4. —Como el mandamiento había sido expreso, y prueba para la obediencia de
Saúl, su conducta evidentemente era el efecto de un espíritu orgulloso y rebelde. Él destruyó
solamente la basura, lo que de poco servía. Lo destruido ahora fue sacrificado a la justicia de Dios.
Vv. 10—23. El arrepentimiento de Dios no es un cambio de propósito, como en nuestro caso,
sino un cambio de método. El cambio estuvo en Saúl, “ha dejado de seguirme”. Por eso hizo de
Dios su enemigo. Samuel se pasó toda una noche rogando por Saúl. El rechazo de los pecadores es
tristeza para los creyentes: Dios no se deleita en su muerte ni tampoco nosotros. —Saúl se jacta de
su obediencia ante Samuel. De esta manera piensan los pecadores, que justificándose a sí mismos,
escaparán del juicio del Señor. El ruido del ganado, como el moho de la plata, Santiago v, 3,
atestiguó contra él. Muchos se ufanan de obedecer los mandamientos de Dios, pero entonces, ¿qué
significa su contemporización con la carne, su amor al mundo, su espíritu irritable y perverso, y su
negligencia de los deberes santos que atestiguan en su contra? Véase de qué mal es raíz el amor del
dinero; y nótese cuál es la gravedad del pecado y obsérvese qué es lo que por sobre toda otra cosa lo
hace malo ante los ojos del Señor: es la desobediencia: “no obedeciste la voz del Señor”. —El
corazón carnal y engañoso como el de Saúl, piensa excusarse de los mandamientos de Dios por lo
que a ellos más agrada. Cuesta convencer a los hijos de desobediencia. Pero la obediencia humilde,
sincera y consciente a la voluntad de Dios es más placentera y aceptable para Él que todos los
holocaustos y sacrificios. Se glorifica más a Dios y se niega mejor al yo por la obediencia que por el
sacrificio. Mucho más fácil es llevar un buey o un cordero para ser quemado sobre el altar, que
llevar cautivo cada pensamiento altanero a la obediencia de Dios, y someter nuestra voluntad a su
voluntad. Son ineptos e indignos de gobernar a los hombres los que no están dispuestos a que Dios
reine sobre ellos.
Vv. 24—31. Hubo varias señales de hipocresía en el arrepentimiento de Saúl. —1. Le suplicó a
Samuel a solas y parecía muy ansioso de quedar bien en su opinión y de ganar su favor. —2.
Aunque la confiesa, justifica su falta; ese no es el camino del verdadero arrepentido. —3. Toda su
preocupación era salvar su crédito ante el pueblo y preservar su interés por él. —Los hombres son
inconstantes y cambian de idea, débiles y no pueden concretar sus propósitos; algo pasa que no
pudieron prever por lo cual rompen sus medidas pero no ocurre así con Dios. El Fuerte de Israel no
mentirá.
Vv. 32—35. Muchos piensan que la amargura de la muerte ya ha pasado, cuando todavía no ha
llegado; ponen el día malo muy lejos de sí, cuando en realidad, está muy cerca. Samuel llama a
Agag para que rinda cuenta de sus pecados. Siguió el ejemplo de la crueldad de sus antepasados,
por tanto es justamente requerida toda la sangre justa derramada por Amalec. A Saúl parece no
preocuparle la señal del desagrado de Dios bajo el cual está, aunque Samuel llora día y noche por él.
Jerusalén estaba carnalmente segura cuando Cristo lloró por ella. ¿Deseamos hacer toda la voluntad
de Dios? Volvéos a Él, no en forma ni apariencia, sino con sinceridad.
CAPÍTULO XVI
Versículos 1—5. Samuel enviado a Belén a Isaí. 6—13. Unción de David. 14—23. Saúl perturbado
por un espíritu malo, y calmado por David.
Vv. 1—5. Se ve que Saúl se había puesto muy mal. ¿De qué no sería culpable si pensó matar a
Samuel? Los ancianos de Belén temblaron ante la llegada de Samuel. Nos conviene reverenciar a
los mensajeros de Dios y temblar ante su palabra. Su respuesta fue: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a
Jehová. Cuando nuestro Señor Jesús vino al mundo, aunque los hombres tenían razón para temer
que su misión era condenar al mundo, dio, no obstante, toda la seguridad de que vino en paz, pues
vino a ofrecer sacrificio y trajo consigo su ofrenda: Me preparaste cuerpo. Santifiquémonos y
confiemos en su sacrificio.
Vv. 6—13. Era raro que Samuel, que se había decepcionado tanto de Saúl, cuyo rostro y estatura
le recomendaban, juzgara a otro hombre por su aspecto exterior. Podemos decir cómo se ven los
hombres, pero Dios puede decir lo que son. Él juzga a los hombres por el corazón. A menudo nos
formamos un juicio errado de un personaje, pero el Señor valora solamente la fe, el temor y el amor
plantados en el corazón, por sobre el discernimiento humano. Dios no favorece a nuestros hijos
conforme a nuestra parcialidad afectiva; frecuentemente, honra y bendice a los que han sido menos
considerados. —Al final, fue nombrado David. Él era el hijo menor de Isaí; su nombre significa
Amado; era tipo del amado Hijo de Dios. Parecía que David era el menos dotado de todos los hijos
de Isaí. Pero el Espíritu del Señor descendió sobre él desde ese día en adelante. Su unción no fue
una ceremonia vacía; un poder divino vino con esa señal instituida; él se halló de pronto con gran
sabiduría y valor, con todas las capacidades de un príncipe, aunque su desarrollo no lo debía a
circunstancias externas. Esto le confirmaba que su elección era de Dios. La mejor evidencia de ser
predestinado al reino de la gloria es el ser sellado con el Espíritu de la promesa y experimentar una
obra de gracia en el corazón.
Vv. 14—23. Saúl se aterroriza de sí mismo. El Espíritu del Señor se fue de él. Si Dios y su
gracia no nos gobiernan, el pecado y Satanás tomarán posesión de nosotros. El diablo, por
permisión divina, perturbó y aterró a Saúl por los humores corruptos de su cuerpo y las pasiones de
su mente. Se puso temeroso, beligerante, descontento y, a veces, loco. Es una lástima que la música,
que puede ser útil para el buen genio de la mente, sea siempre mal usada para respaldar la vanidad y
la lujuria y sea ocasión para alejar el corazón de Dios y de las cosas serias. Eso es alejar al Espíritu
bueno, no al malo. La música, las diversiones, la compañía o los negocios han sido empleados por
un tiempo para aquietar la conciencia herida; pero nada puede efectuar una cura real, sino la sangre
de Cristo aplicada con fe y el Espíritu santificador que sella el perdón, por su santa consolación.
Todos los demás planes para disipar la melancolía religiosa, lo que harán con certeza es acrecentar
el malestar sea en este mundo o en el próximo.
CAPÍTULO XVII
Versículos 1—11. El desafío de Goliat. 12—30. David llega al campamento. 31—39. David se
compromete a pelear con Goliat. 40—47. Va a su encuentro. 48—58. Mata a Goliat.
Vv. 1—11. Los hombres dependen tan completamente de Dios en todas las cosas, que cuando Él
retira su ayuda, el más valeroso y decidido no encuentra corazón ni brazos como lo demuestra la
experiencia diaria.
Vv. 12—30. Isaí no pensó en mandar su hijo al ejército en esa situación crítica, pero el sabio
Dios ordena las acciones y los asuntos para que sirvan a su designio. —En épocas de formalismo e
indiferencia general, todo grado de celo que implique disposición para ir adelante o para
aventurarse en la causa de Dios más que los demás, será tildado de orgullo y ambición, y nada
menos que por los parientes cercanos como Eliab, o por los superiores negligentes. Fue una prueba
de la mansedumbre, paciencia y constancia de David. Tenía el derecho y la razón de su lado, pero
no devolvió golpe por golpe; con una respuesta blanda calmó la ira de su hermano. La derrota de su
propia pasión fue más honrosa que la de Goliat. Quienes emprenden grandes servicios públicos, no
deben encontrar raro que hablen mal de ellos y que se les opongan personas de quienes debían
esperan apoyo y ayuda. Deben proseguir humildemente con su obra haciendo frente no sólo a las
amenazas del enemigo sino a los dardos y sospechas de los amigos.
Vv. 31—39. Un pastorcillo, llegado esa misma mañana directamente de su tarea de cuidar
ovejas, tuvo más valor que todos los hombres poderosos de Israel. De esta manera, Dios a menudo
envía buenas palabras a su Israel y hace grandes cosas por ellos por medio de lo necio y débil del
mundo. De la manera que había respondido con mansedumbre a la pasión de su hermano, David
respondió con fe al temor de Saúl. —Cuando David cuidaba ovejas, demostró que era muy
cuidadoso y atento con su rebaño. Esto nos recuerda a Cristo, el buen Pastor, que no sólo se
aventuró, sino que entregó su vida por las ovejas. Nuestra experiencia debiera animarnos a confiar
en Dios y a ser valientes en el camino del deber. El Dios que ha liberado, libera y seguirá liberando.
—David tuvo la autorización para pelear con el filisteo. Al no estar acostumbrado a una armadura,
como la que Saúl le puso, no estaba satisfecho de ir de esa manera; esto era del Señor, para que se
viera con toda claridad que él luchó y venció por fe y que la victoria era de Aquel que obra a través
de los medios e instrumentos más débiles y despreciados. No debe preguntarse cuán excelente es
una cosa, sino si es apropiada. Sea la cota de Saúl tan rica, y su armadura tan fuerte, pero ¿en qué
mejoran a David, si no le acomoda? Pero la fe, la oración, la verdad y la justicia, toda la armadura
de Dios, y el sentir que había en Cristo, son igualmente necesarios para todos los siervos del Señor,
cualquiera sea la obra de ellos.
Vv. 40—47. La seguridad y presunción de los necios los destruye. Nada puede superar la
humildad, fe y piedad que hay en las palabras de David. Expresó su segura esperanza de éxito; se
glorió en su pobre apariencia y en sus armas de que la victoria sería atribuida solo al Señor.
Vv. 48—58. Véase lo frágil e incierta que es la vida, aunque el hombre se considere
excelentemente fortificado; ¡cuán rápida y fácilmente y por qué pequeñas maneras, puede abrirse un
pasaje para que salga la vida y entre la muerte! El fuerte no se gloríe en su fuerza ni el hombre
armado en su armadura. Dios resiste al soberbio y desprecia a los que le desafían a Él y a su pueblo.
Nadie que haya endurecido su corazón contra Dios ha prosperado. La historia quedó escrita para
que todos se atrevan a entrar en acción en defensa de la honra de Dios, y en apoyo de su causa, con
valiente e inconmovible confianza en Él. Hay un conflicto en que están comprometidos todos los
seguidores del Cordero, y ¡deben estarlo!: un enemigo más formidable que Goliat, que se atreve a
desafíar a los ejércitos de Israel; pero “resistid al diablo y de vosotros huirá”. Vé a la batalla con la
fe de David, y las potestades de las tinieblas no te resistirán. ¡Pero con cuánta frecuencia el cristiano
es entorpecido por un corazón malo e incrédulo!
CAPÍTULO XVIII
Versículos 1—5. La amistad de Jonatán y David. 6—11. Saúl procura matar a David. 12—30. El
temor de Saúl ante David.
Vv. 1—5. La amistad de David y Jonatán era efecto de la gracia divina que produce en los creyentes
verdaderos un corazón y alma, y hace que se amen unos a otros. Esta unión de almas viene de la
comunión con el Espíritu de Cristo. Donde Dios une los corazones, los asuntos carnales son
demasiado débiles para separarlos. Los que aman a Cristo como a su alma están dispuestos a unirse
a Él en un pacto eterno. Ciertamente fue una gran prueba del poder de la gracia de Dios en David,
que él pudiera soportar todo este respeto y honor sin enaltecerse en forma desmedida.
Vv. 6—11. Los problemas de David no sólo siguen inmediatamente a sus triunfos, sino surgen
de ellos; tal es la vanidad de lo que parece más grandioso en este mundo. Señal de que el Espíritu de
Dios se ha ido de los hombres, es que ellos, como Saúl, son irritables, envidiosos, desconfiados y de
mal genio. Compárese a David, con su arpa en la mano, procurando servir a Saúl, y a éste con la
lanza en la mano procurando matar a David; obsérvese la dulzura y utilidad del pueblo de Dios
perseguido y la inhumanidad de sus perseguidores. Pero la seguridad de David debe atribuirse a la
providencia de Dios.
Vv. 12—30. Por largo tiempo David fue mantenido en continua aprehensión de caer por la
mano de Saúl, pero perseveró en su conducta mansa y respetuosa hacia su perseguidor. ¡Cuán poco
corriente son tanta prudencia y discreción, especialmente cuando hay insultos y provocaciones!
Averigüemos si imitamos esta parte del personaje ejemplar puesto ante nosotros. ¿Nos estamos
conduciendo prudentemente en todos nuestros caminos? ¿No hay omisión pecadora, ni rudeza de
espíritu, ni nada malo en nuestra conducta? La oposición y la perversidad de los demás no será
excusa para nuestro mal temperamento; más bien deben aumentar nuestro cuidado, y la atención a
los deberes de nuestra posición. —Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores
contra sí mismo para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar, Hebreos xii, 3. Si David
magnificó el honor de ser el yerno del rey Saúl, ¡cuánto debiéramos nosotros magnificar la honra de
ser hijos del Rey de reyes!
CAPÍTULO XIX
Versículos 1—10. Jonatán reconcilia a su padre con David—Saúl trata de matarlo otra vez. 11—
24. David huye a Samuel.
Vv. 1—10. ¡Qué convincentes son las palabras rectas! Por un tiempo Saúl estuvo convencido de lo
irracional de su enemistad contra David; pero continuó con su rencor. Tan incurable es el odio de la
simiente de la serpiente contra la de la mujer; tan engañoso y perverso es el corazón del hombre sin
la gracia de Dios, Jeremías xvii, 9.
Vv. 11—24. La estratagema de Mical para ganar tiempo hasta que David estuviera lejos era
permisible, pero su falsedad no tuvo ni siquiera la defensa de la necesidad para excusarla y
manifiesta que ella no estaba bajo la influencia del mismo espíritu de piedad revelado que había
dictado las palabras de Jonatán a Saúl. —David hizo de Dios su refugio al huir a Samuel. Éste,
como profeta, era el mejor habilitado para aconsejarle qué hacer en ese momento peligroso. Halló
poco reposo o satisfacción en la corte de Saúl, por tanto, fue a buscarlo en la iglesia de Samuel.
Cuán poco es el placer que tienen en este mundo los que tienen una vida de comunión con Dios; a
eso regresó David en el momento difícil. Con tanta impaciencia buscaba Saúl la sangre de David,
tan inquieto estaba en su contra, que aunque una providencia tras otra le frustraron, no lograba darse
cuenta que David estaba bajo la protección especial de Dios. —Cuando Dios toma este camino para
proteger a David, hasta Saúl profetiza. Muchos tienen grandes dones, pero nada de gracia; pueden
profetizar en el nombre de Cristo, pero son desconocidos por Él. Procuremos diariamente renovar la
gracia que será en nosotros como pozo de agua que brota para la vida eterna. Aferrémonos a la
verdad y la santidad con propósito pleno del corazón. En todo peligro y problema busquemos la
protección, el consuelo y la dirección de las ordenanzas de Dios.
CAPÍTULO XX
Versículos 1—10. David consulta a Jonatán. 11—23. El pacto de Jonatán con David. 24—34. Saúl
procura matar a Jonatán al faltarle David 35—42. Jonatán se va de David.
Vv. 1—10. Las pruebas que enfrentó David le prepararon para su futuro progreso. Así trata el Señor
a quienes prepara para la gloria. No los pone de inmediato en posesión del reino; los guía a través
de mucha tribulación, la cual convierte en el medio para equiparlos para el reino. No murmuren
contra su nombramiento por gracia, ni desconfíen del cuidado de Dios, sino miren adelante, con
alegre esperanza, la corona que les está reservada. —A veces nos parece que no hay sino un paso
entre nosotros y la muerte; en todas las ocasiones puede ser así y debemos prepararnos para el
hecho. Pero aunque los peligros parezcan muy amenazantes, no podemos morir mientras no se
cumpla el propósito de Dios para nosotros, ni hasta que hayamos servido a nuestra generación
conforme a su voluntad, si somos creyentes. —Jonatán ofrece generosamente sus servicios a David.
Esta es amistad verdadera. De la misma manera testifica Cristo su amor por nosotros. Pedid y se os
dará; y debemos dar testimonio de nuestro amor a Él, obedeciendo sus mandamientos.
Vv. 11—23. Jonatán promete que él hará saber fielmente a David cómo encuentra la actitud de
su padre hacia él. Será bondad hacia nosotros mismos y hacia los nuestros adquirir interés en
quienes son favorecidos por Dios y hacernos amigos de sus amigos. La amistad verdadera descansa
sobre una base firme, y es capaz de acallar la ambición, el amor propio y la consideración indebida
de los demás. ¡Pero, quién puede entender completamente el amor de Jesús que se dio en sacrificio
por rebeldes pecadores corruptos! ¡Qué grande, entonces, debe ser el poder y el efecto de nuestro
amor por Él, por su causa y su gente!
Vv. 24—34. Nadie más constante que David para asistir a los deberes sagrados; ni tampoco se
hubiera ausentado, pero la autopreservación le obligó a retirarse. En caso de gran peligro las
oportunidades presentes para participar en las ordenanzas divinas se pueden postergar. Pero es malo
para nosotros, excepto en caso de necesidad, perder cualquier oportunidad de participar en la forma
establecida. —Jonatán hizo bien y prudentemente para sí mismo y su familia al adquirir interés en
David, aunque lo culparan por eso. Bueno es tomar al pueblo de Dios como nuestro pueblo. Al final
será para ventaja nuestra, aunque ahora se piense que es contrario a nuestros intereses. Saúl se
enfureció. ¡En qué bestias salvajes, y peor aún, convierte a los hombres la ira!
Vv. 35—42. La separación de los dos amigos fieles fue triste para ambos, pero el caso de David
era más lamentable, porque dejaba todas sus comodidades, aun las del santuario de Dios. Los
cristianos no deben entristecerse como los que no tienen esperanza; puesto que son uno con Cristo,
son uno mutuamente, y se encontrarán en su presencia dentro de no mucho tiempo, para no
separarse nunca más, y encontrarse donde enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos.
CAPÍTULO XXI
Versículos 1—9. David con Ahimelec. 10—15. David se finge loco en Gat.
Vv. 1—9. David, en problemas, huyó al tabernáculo de Dios. Gran consuelo en el día difícil es que
tengamos un Dios al cual acudir, al cual podemos presentar nuestro caso y al cual podemos pedir y
esperar dirección. —David le dijo a Ahimelec una tremenda mentira. ¿Qué diremos a esto? La
Escritura no lo oculta, y no nos atrevamos a justificarlo; estuvo mal hecho y tuvo malas
consecuencias, porque ocasionó la muerte de los sacerdotes del Señor. David, después reflexionó
sobre esto con arrepentimento. David tenía gran fe y valor, pero ambos le fallaron; cayó torpemente
por temor y cobardía, y debido a la debilidad de su fe. Si hubiera confiado correctamente en Dios,
no hubiera usado ese cuento triste y pecaminoso para su supervivencia. Está escrito, no para que lo
imitemos, ni siquiera en los mayores aprietos, sino como advertencia para nosotros. David pidió pan
y espada a Ahimelec. Este supuso que podían comer del pan de la proposición. El Hijo de David
enseña, a partir de esto, que la misericordia es mejor que los sacrificios; que las observancias
rituales deben dar preferencia a los deberes morales. —Doeg entró en el tabernáculo tanto como
David. Poco sabemos con qué corazón viene la gente a la casa de Dios, ni del uso que harán de la
pretendida devoción. Si muchos vienen con corazón sencillo a servir a su Dios, otros vienen a
observar a sus maestros y se convierten en acusadores. Sólo Dios y lo que ocurra pueden distinguir
entre un David y un Doeg cuando ambos están en el tabernáculo.
Vv. 10—15. El perseguido pueblo de Dios ha hallado a menudo un mejor trato de los filisteos,
que de los israelitas. David tenía razón para poner su confianza en Aquis, pero empezó a temer. Su
conducta fue degradante y se mostró vacilante en su fe y valor. Mientras más sencillamente
confiemos en Dios y le obedezcamos, más cómoda y seguramente caminaremos por este
problemático mundo.
CAPÍTULO XXII
Versículos 1—5. David en Adulam—Muchos recurren a él. 6—19. Saúl destruye a los sacerdotes
de Nob. 20—23. Abiatar huye tras David.
Vv. 1—5. Obsérvese los instrumentos débiles que a veces usa Dios para realizar sus propósitos. El
Hijo de David está preparado para recibir a las almas angustiadas que quedarán bajo su mando. Él
recibe a todos los que acuden a Él, por viles y miserables que sean; los transforma en un pueblo
santo y los pone a su servicio: quienes reinarán con Él primero deben conformarse con sufrir con Él
y por Él. —Obsérvese con cuán tierna preocupación David proveyó para sus ancianos padres. Lo
primero que hace es buscarles una habitación tranquila, sin importar lo que le pase a él. Los hijos
deben aprender a honrar a sus padres en todo, considerando en todo su comodidad y satisfacción.
Aunque sean aascendidos a lo más alto, y estén muy ocupados, no se olviden de sus ancianos
padres. Los pasos del hombre bueno han sido ordenados por el Señor. Dios preservará a su pueblo
para la obra determinada, por más que sean odiados y denunciados.
Vv. 6—19. Obsérvese la naturaleza del rencor celoso y sus malas artes. Saúl miraba como sus
enemigos a todos los que le rodeaban, porque no hablan como él. En la respuesta de Ahimelec a
Saúl, tenemos el lenguaje de la inocencia consciente, pero, ¡con qué maldad no presionará a los
hombres cuando el espíritu maligno tiene el dominio! Saúl afirma lo que es completamente falso e
indemostrable. Sin embargo, hasta los tiranos más sanguinarios han hallado instrumentos de su
crueldad, tan bárbaros como ellos mismos. Doeg, habiendo asesinado a los sacerdotes, fue a la
ciudad de Nob y pasó a espada a todos. Nada tan repugnante, sino los que lo hacen, los que han
provocado a Dios, al punto que Él los entrega a la lujuria de sus corazones. Sin embargo, este fue el
cumplimiento de las amenazas contra la casa de Elí. Aunque Saúl fue injusto al hacerlo, Dios fue
justo al permitirlo. Ninguna palabra de Dios caerá en tierra.
Vv. 20—23. David lamentó mucho la desgracia. Gran trastorno para un hombre bueno es
comprender que ha sido el causante del mal para terceros. Debe de haber estado muy
apesadumbrado cuando consideró que su mentira había sido la causa de este suceso fatal. David
habla con certidumbre de su propia seguridad y promete que Abiatar tendrá su protección. Con el
Hijo de David todo los que son suyos pueden tener la seguridad que estarán salvaguardados, Salmo
xci, 1. —En la prisa y la distracción en que estaba continuamente David, halló tiempo para tener
comunión con Dios y halló consuelo en ella.
CAPÍTULO XXIII
Versículos 1—6. David libra a Keila. 7—13. Dios le advierte que escape de Keila. 14—18.
Jonatán consuela a David. 19—29. Librado de Saúl por una invasión de los filisteos.
Vv. 1—6. Cuando un príncipe persigue al pueblo de Dios, debe esperar tribulaciones de todas
partes. La manera en que un país tiene tranquilidad es dejar que la iglesia de Dios esté tranquila: si
Saúl pelea contra David, los filisteos pelean contra su país. David se consideraba protector de su
tierra. Así hizo el Salvador Jesús y nos dejó un ejemplo. No son como David los que porfiadamente
se niegan a hacer el bien si no se recompensan sus servicios.
Vv. 7—13. Bien podría David quejarse de sus enemigos, que le devolvían mal por bien, y a
cambio de su amor se hacían sus adversarios. Así, Cristo fue tratado con bajeza. —David pedía
dirección a su gran Protector. En cuanto le traían el efod, él lo usaba. Tenemos las Escrituras en
nuestras manos, busquemos consejo de ellas en los casos dudosos. Decid, Traedme la Biblia. La
forma en que David se dirige a Dios es muy solemne, pero también muy particular. Dios permite
que seamos así en nuestras conversaciones con Él: Señor guíame en este asunto sobre el cual estoy
ahora totalmente perdido. Dios sabe no sólo lo que será, sino lo que debería ser, si no hubiera un
impedimento; por tanto, Él sabe librar al piadoso de la tentación y cómo dar a cada hombre
conforme a sus obras.
Vv. 14—18. David no hizo atentados contra Saúl; guardó el camino de Dios, esperó el tiempo
de Dios, y se contentó con ocultarse en los bosques y en el desierto. Pensamos lo peor de este
mundo que a menudo trata tan mal a sus mejores hombres: que nos haga anhelar ese reino donde la
bondad estará por siempre en gloria y la santidad en honor. —Encontramos a Jonatán consolando a
David. Como amigo piadoso lo dirigió a Dios, el fundamento de su consuelo. Como amigo
abnegado, se complace en la perspectiva del ascenso de David al trono. Como amigo constante
renueva su amistad con él. Nuestro pacto con Dios debieramos renovarlo a menudo, y con ello,
mantener nuestra comunión con Él. Si lo que diga un amigo en una reunión consuela y fortalece
nuestros corazones, ¡qué no puede esperarse del respaldo continuo y del amor poderoso del
Salvador de los pecadores, el Amigo de los creyentes en el pacto.
Vv. 19—29. En medio de su maldad Saúl fingió hablar el lenguaje de la piedad. Tales
expresiones, sin efectos apropiados, pueden sólo divertir o engañar a quienes las oigan y a quienes
las usen. —Esta montaña era un emblema de la providencia divina interpuesta entre David y el
destructor. No desmayemos ante la perspectiva de futuras dificultades, antes bien permanezcamos
en aquel que es maravilloso en consejo y excelente en obra. Antes que faltar a su promesa, Él
encargará a los filisteos que se ocupen de hacernos escapar, en el momento mismo en que nuestro
caso parezca más desesperado. Dios exige dependencia completa de Él: Si no creyereis, de cierto no
permaneceréis, Isaías vii, 9.
CAPÍTULO XXIV
Versículos 1—7. David perdona la vida a Saúl. 8—15. David demuestra su inocencia. 16—22.
Saúl reconoce su falta.
Vv. 1—7. Dios entregó a Saúl en las manos de David. Era una oportunidad dada a David para
ejercer fe y paciencia. Se le había prometido el reino, pero no tenía orden de matar al rey. Razona
firmemente consigo mismo y con sus hombres en contra de hacer algún daño a Saúl. El pecado es
algo que nos debe causar sobresalto, y tenemos que resistir las tentaciones para pecar. David no sólo
consideraría esto malo para sí; tampoco toleraría que los suyos lo hicieran. Así, devolvió bien por
mal a aquel del quien recibió mal por bien; de esa manera, sentó el ejemplo para todos los que se
dicen cristianos, de no dejarse vencer por el mal, sino vencer el mal con el bien.
Vv. 8—15. David fue acusado falsamente de que procuraba el mal de Saúl; le demuestra a Saúl
que la providencia de Dios le había dado la oportunidad de hacerlo. Y fue con un buen principio que
se negó a hacerlo. Declara su decidida resolución de no ser jamás su propio vengador. Si los
hombres nos hacen mal, Dios nos hará el bien al máximo en el juicio del gran día.
Vv. 16—22. Saúl habla totalmente vencido por la bondad de David. Muchos se lamentan de sus
pecados sin arrepentirse verdaderamente de ellos; lloran amargamente por ellos, pero siguen
enamorados de ellos, y ligados a ellos. —Ahora Dios cumplió a David la palabra con que le había
hecho tener esperanzas de que sacaría a relucir su justicia como la luz, Salmo xxxvii, 6. Quienes se
cuidan de mantener una conciencia buena, pueden dejar que Dios les dé el crédito por ella. Tarde o
temprano Dios forzará hasta a aquellos que son de la sinagoga de Satanás a que conozcan y acepten
a quienes Él ha amado. Ellos se separaron en paz. —Saúl se fue a casa convicto, pero no
convertido; avergonzado de su envidia por David, pero reteniendo en su pecho esa raíz de
amargura; irritado de que cuando, por fin había hallado a David, no tuvo su corazón para destruirlo,
como se había propuesto. El rencor parece frecuentemente muerto cuando sólo está dormido, y
revivirá con fuerza doble. Pero sea que el Señor ate las manos de los hombres o afecte a sus
corazones, de modo que no nos hieran, la liberación es por igual suya; es prueba de su amor y
anticipo de nuestra salvación y debe hacernos agradecidos.
CAPÍTULO XXV
Versículos 1. La muerte de Samuel. 2—11. El pedido de David; la negación grosera de Nabal. 12—
17. La intención de David de destruir a Nabal. 18—31. Abigail lleva un regalo a David. 32—
39. Él se tranquiliza—Nabal muere. 39—44. David toma por esposa a Abigail.
V. 1. Todo Israel lamentó a Samuel y tenían razón. Él oraba diariamente por ellos. Tienen corazones
duros quienes pueden enterrar a los ministros fieles sin pena, los que no sienten como pérdida suya
a quienes han orado por ellos, y les han enseñado el camino del Señor.
Vv. 2—11. No hubiéramos sabido de Nabal si nada hubiera pasado entre él y David. Obsérvese
su nombre, Nabal, “necio”, porque eso significa. Las riquezas hacen que los hombres se vean
grandes ante los ojos del mundo, pero para quien ve correctamente, Nabal se veía muy bajo. No
tenía honor ni honestidad; era vulgar, de mal temperamento e irritable; malo en sus hechos, duro y
opresor; hombre que no le importaba qué fraude o violencia usaba para ganar y atesorar. ¡Qué poca
razón tenemos para anhelar la riqueza de este mundo, cuando un vulgar como Nabal tiene
abundancia, y hombres tan buenos como David sufren necesidad! —David puso como argumento
los bondadosos servicios dispensados a los pastores de Nabal. Considerando que los hombres de
David estaban en angustia y en deuda, inquietos y con escasez de provisiones, fue la buena
administración de David lo que les impidió saquear. Nabal se dejó llevar por el apasionamiento,
como tienden a hacerlo los hombres codiciosos, cuando se le pidió algo, pensando así cubrir un
pecado con otro; y, maltratando al pobre, se excusan para no socorrerlos. Pero Dios no puede ser
burlado. Que esto nos ayude a soportar los reproches y los malentendidos con paciencia y buen
ánimo, y nos haga flexibles; con frecuencia ha sido la suerte de los excelentes de la tierra. —Nabal
insiste mucho en la propiedad de las provisiones de su mesa. ¿No puede hacer con lo suyo como le
plazca? Erramos si pensamos que somos señores absolutos de lo que tenemos y que podemos hacer
lo que nos plazca con ello. No; no somos sino mayordomos, y debemos usarlo como se nos manda,
recordando que no es nuestro sino de Aquel que nos lo encomendó.
Vv. 12—17. Dios es bueno con el malo e ingrato, ¿por qué nosotros no podemos ser como Él?
David decidió destruir a Nabal y todo lo que le pertenecía. ¿Es esta tu voz, oh David? ¿Había estado
tanto tiempo en la escuela de la aflicción, donde debió aprender la paciencia y, sin embargo, sigue
tan apasionado? En otros momentos, era sereno y considerado, pero se enardece tanto por unas
pocas palabras duras, que procura destruir una familia entera. ¿Qué es de los mejores hombres,
cuando Dios los deja librados a sí mismos, para que puedan saber lo que hay en sus corazones?
¡Qué necesario es orar, Señor, no nos metas en tentación!
Vv. 18—31. Abigail expió con un regalo la negativa de Nabal al pedido de David. La conducta
de ella fue muy sumisa. La sumisión pacifica grandes ofensas. Ella se pone en el lugar de un
penitente, y de alguien que ruega. No podía excusar la conducta de su marido. Ella no depende de
sus razonamientos, sino de la gracia de Dios para ablandar a David y espera que la gracia obre
poderosamente. Le dice que estaba por debajo de él vengarse de un enemigo tan débil y
despreciable como Nabal, que así como no le haría ningún bien, tampoco podía hacerle mal alguno.
—Ella predice el final glorioso de los problemas presentes de David. Dios preservará tu vida; por
tanto, no te conviene quitarle la vida a nadie, injusta e innecesariamente, en especial del pueblo de
tu Dios y Salvador. Abigail guarda este argumento para el final por ser poderoso ante un hombre tan
bueno; que mientras menos ceda a su pasión, más contribuirá a la paz y tranquilidad de su propia
conciencia. Muchos han hecho en el ardor de su ira lo que desearán mil veces deshacer. La dulzura
de la venganza pronto se vuelve amargura. Cuando somos tentados a pecar, debemos considerar
cómo lo veremos cuando lo pensemos después.
Vv. 32—39. David da gracias a Dios por enviarle esta feliz interferencia en un camino de
pecado. Quien sea que nos salga al encuentro con un consejo, orientación, consuelo, advertencia o
reproche oportuno, debemos ver que Dios lo envía. Debemos estar muy agradecidos por esas felices
providencias que son medios para impedirnos pecar. La mayoría piensa bastante si tomarán el
reproche con paciencia, pero pocos lo toman con gratitud y elogian a quienes lo dan y lo aceptan
como un favor. Mientras más cerca estemos de cometer pecado, mayor es la misericordia de una
llamada oportuna de atención. Los pecadores suelen estar muy seguros cuando más peligran. —
Estaba muy ebrio. Señal de que era Nabal, un necio, que no podía disfrutar de algo sin abusar de
ello; que no podía ser afable con sus amigos sin convertirse en bestia. No hay señal más segura de
que un hombre tiene poca sabiduría ni forma más segura de destruir lo poco que tenga, que beber en
exceso. A la mañana siguiente, ¡cómo ha cambiado! Su corazón que anoche estaba alegre con el
vino, a la mañana siguiente estaba pesado como piedra; tan engañosos son los placeres carnales, que
pronto pasa la risa del necio; el final de ese alborozo es angustia. Los ebrios se entristecen cuando
reflexionan en su propia necedad. —Unos diez días después el Señor atacó a Nabal para que
muriera. David bendijo a Dios por haberle impedido matar a Nabal. La tristeza del mundo, el
orgullo avergonzado y la conciencia aterrada pone fin al gozo del lujurioso y apartan al codicioso de
su riqueza; pero, cualquiera sea el arma, el Señor golpea a los hombres con la muertes cuando le
place.
Vv. 39—44. Abigail creía que David sería rey de Israel y apreciaba mucho su carácter piadoso y
excelente. Consideró honorable su propuesta de matrimonio y ventajosa para ella, a pesar de sus
dificultades actuales. Con gran humildad e indudablemente de acuerdo con las costumbres de la
época, ella consintió, dispuesta a compartir sus tribulaciones. De esta manera, quienes se unen a
Cristo deben estar dispuestos a sufrir con Él creyendo que después reinarán con Él.
CAPÍTULO XXVI
Versículos 1—12. Saúl persigue a David que, de nuevo, perdona la vida a Saúl. 13—20. David
exhorta a Saúl. 21—25. Saúl reconoce su pecado.
Vv. 1—12. ¡Con cuánta prontitud los corazones impíos pierden las buenas impresiones causadas
por la convicción de pecado! ¡Cuán indefensos estaban Saúl y todos sus hombres! Aunque todos
estaban desarmados y encadenados, nada se les hace; sólo duermen. ¡Con cuánta facilidad puede
Dios debilitar al más fuerte, hacer que el más sabio sea necio y dejar confundido al más despierto!
David resolvió, de todo modos, esperar hasta que Dios viera conveniente vengarlo en Saúl. De
ninguna manera él iba a forzar con métodos dudosos su camino hacia la corona prometida. La
tentación era muy fuerte, pero si se rendía, pecaría contra Dios, por tanto, resistió la tentación y dejó
las cosas en las manos de Dios.
13—20. David razonó seria y afectuosamente con Saúl. Los que nos prohíben obedecer las
ordenanzas de Dios, hacen lo que pueden para apartarnos de Dios y convertirnos en paganos.
Tenemos que contar como el mayor daño que se nos puede hacer lo que nos expone al pecado. Si el
Señor te ha incitado contra mí, sea por desagrado conmigo, usando esta manera de castigarme por
mis pecados contra Él o por desagrado contigo, si es el efecto de ese espíritu malo de parte del
Señor que te atormenta; que Él acepte una ofrenda de nosotros dos. Unámonos procurando la paz y
reconciliémonos con Dios por el sacrificio.
21—25. Saúl repitió sus buenas palabras y sus buenos deseos, pero no dio señales de
arrepentimiento verdadero para con Dios. —David y Saúl se separaron para nunca más encontrarse.
Ninguna reconciliación entre los hombres es firme si no se fundamenta, ni se cimienta en la la paz
con Dios por medio de Jesucristo. Al pecar contra Dios, los hombres se hacen los locos y yerran en
exceso. Muchos que odian la luz y cierran sus ojos ante ella, tienen una opinión pasajera de estas
verdades. No se puede tener confianza en una profesión justa de quienes por largo tiempo han
pecado contra la luz, aunque las confesiones de pecadores obstinados pueden satisfacernos de que
vamos por buen camino y nos estimulen a perseverar, y esperar nuestra recompensa sólo del Señor.
CAPÍTULO XXVII
Versículos 1—7. David se retira a Gat. 8—12. David engaña a Aquis.
Vv. 1—7. La incredulidad es un pecado que fácilmente asedia aun a los hombres buenos cuando
hay luchas por fuera y temores por dentro; es difícil de superar. ¡Señor, aumenta nuestra fe!
Podemos sonrojarnos al pensar que la palabra de un filisteo tuviera más valor que la palabra de un
israelita, y que la ciudad de Gat fuera un refugio para un hombre bueno, cuando las ciudades de
Israel le negaron un refugio seguro. David consiguió un lugar cómodo no sólo distante de Gat, sino
en la frontera con Israel, donde podía mantener comunicación con sus compatriotas.
Vv. 8—12. David atacó algunos remanentes de las naciones sentenciadas mientras estuvo en
territorio filisteo. La gente que mató estaba desde hacía mucho tiempo condenada a la destrucción.
—A veces es sabio evitar la notoriedad pública, pero no debemos estar ociosos en ninguna
situación. Siempre debemos tratar de hacer algo por la causa de Dios. —David ocultó esta
expedición de Aquis. Pero una falacia que sirve al objetivo de una mentira es tan parecida a ella,
como un hipócrita es a una persona profana; sólo tiene un mejor aspecto, y por consiguiente es más
peligrosa. Sin embargo, aunque los creyentes manifiesten imperfecciones frecuentemente, nunca
deben dejarse vencer, para renunciar al servicio de Dios y unirse a los intereses de sus enemigos o,
finalmente, llegar a ser siervos del pecado y de Satanás. Pero ¡qué secuela de males siguen a la
incredulidad! Cuando olvidamos las misericordias pasadas del Señor y sus promesas de gracia,
seremos abrumados con temores deprimentes y, probablemente, seremos guiados a adoptar algún
método deshonroso para librarnos de nuestros problemas. Nada puede establecernos tan
eficazmente en un carácter y costumbres santas, y preservarnos de la confusión, como la
dependencia firme e inconmovible de las promesas de Dios en Cristo Jesús.
CAPÍTULO XXVIII
Versículos 1—6. Aquis confía en David—El miedo de Saúl. 7—19. Saúl consulta a la adivina de
Endor. 20—25. El temor de Saúl.
Vv. 1—6. David no podía rechazar a Aquis sin peligrar. Si prometía ayudar y, luego, se quedaba
neutral o se pasaba a los israelitas, se conduciría ingrata y traicioneramente. Si peleaba contra Israel,
pecaría gravemente. Parecía imposible que saliera de esta dificultad con la conciencia limpia, pero
su respuesta evasiva, pensada para ganar tiempo, indudablemente no armonizaba con el carácter de
un israelita. —Los problemas son terroríficos para los hijos de la desobediencia. Saúl, en su
malestar, inquirió del Señor. No lo buscó con fe sino con mente doble e inestable. Saúl había puesto
en vigencia una ley contra la hechicería, Exodo xxii, 18. Muchos parecen celosos opositores del
pecado cuando son heridos de alguna forma por éste, pero no se interesan por la gloria de Dios, ni
sienten disgusto por el pecado por ser pecado. Muchos parecen enemigos del pecado ajeno, pero se
dan el gusto a sí mismos. Saúl echará fuera al diablo de su reino, pero lo alberga en su corazón por
envidia y rencor. ¡Cuán necio es consultar a los que, conforme a la ley de Dios, se había propuesto
eliminar!
Vv. 7—19. Cuando nos salimos del claro sendero del deber, todo nos desvía más y acrecienta
nuestra confusión y tentación. Saúl desea que la mujer invoque a alguien de entre los muertos con
quien él deseaba hablar; esto está expresamente prohibido, Deuteronomio xviii, 11. Toda brujería o
conjuro real o simulado, es un intento malo o ignorante de obtener conocimiento o ayuda de alguna
criatura, cuando no se obtiene del Señor yendo por la senda del deber. No leemos que Saúl haya ido
a Samuel cuando éste vivía para que lo aconsejara en sus dificultades; hubiera sido bueno que lo
hubiera hecho. Pero ahora que ha muerto: “Hazme venir a Samuel”. Muchos que desprecian y
persiguen a los santos y ministros de Dios mientras viven, se alegrarían de tenerlos consigo de
nuevo cuando han partido. —Todo muestra que no fue fraude o truco humano. Aunque la mujer no
podía hacer que Samuel fuera enviado, la búsqueda de Saúl sería la ocasión para ello. La sorpresa y
el terror de la mujer probó que esta era una aparición inesperada y desacostumbrada. Saúl había
despreciado las solemnes advertencias de Samuel durante su vida, pero ahora que esperaba, como
desafiando a Dios, conseguir algún consejo y aliento de parte de él, ¿no iba Dios a permitir que el
alma de su profeta ya ido se apareciera a Saúl, para confirmar su sentencia anterior y proclamar su
condena? La expresión “estaréis conmigo tú y tus hijos” no significa otra cosa que estarán en el
mundo eterno. Refleja mucha solemnidad el que Dios permitiera que el alma de su profeta fallecido
viniera como testigo desde el cielo para confirmar lo que había dicho en la tierra.
Vv. 20—25. Quienes esperan algún consejo bueno o consuelo de otra fuente que no sea Dios, y
en el camino de sus instituciones, se desilusionarán terriblemente, como Saúl. Aunque aterrado
hasta la desesperación, no se humilló. No confesó sus pecados, no ofreció sacrificios y no presentó
súplicas. No parece haberse preocupado por sus hijos o por su pueblo, ni haber intentado alguna
salida, pero en su triste desesperación se precipitó a su final. Dios a veces permite algún faro como
éste, para advertir a los hombres que no apaguen las convicciones de pecado, ni desprecien su
Palabra. Pero mientras quede un pensamiento de arrepentimiento, que ningún pecador suponga que
ése es su caso. Que se humille ante Dios, decidido a vivir y morir rogando su favor, y tendrá éxito.
CAPÍTULO XXIX
Versículos 1—5. David objetado por los filisteos. 6—11. Despedido por Aquis.
Vv. 1—5. David tenía la esperanza secreta que el Señor le ayudara, y lo sacara de su problema, pero
parece que el miedo del hombre influyó mucho cuando consintió en asistir a Aquis. Difícil es llegar
cerca del borde del pecado sin caer en él. Dios inclinó a los príncipes de los filisteos para que se
opusieran a que David fuera usado en la batalla. De este modo, el disgusto de ellos le hizo bien,
cuando ningún amigo hubiera podido hacerle tanto bien.
Vv. 6—11. David tuvo rara vez una mayor liberación que cuando fue excusado de ese servicio
que era un lazo para él. El pueblo de Dios debe comportarse siempre en forma tal que, si fuese
posible, tenga buena fama de todos los que con él tratan: corresponde que se hable bien de quienes
han actuado bien.
CAPÍTULO XXX
Versículos 1—6. Los amalecitas asuelan Siclag. 7—15. David vence a los amalecitas. 16—20.
Recupera lo que se había perdido. 21—31. David reparte el botín.
Vv. 1—6. Cuando nos vamos al extranjero siguiendo la senda del deber podemos esperar
tranquilamente que Dios cuide nuestra familia durante nuestra ausencia, pero no lo contrario. Si al
volver de un viaje encontramos nuestro hogar en paz y no asolado como encontró David el suyo,
alabado sea el Señor. Los hombres de David murmuraron contra él. Una fe grande debe esperar
pruebas severas. Pero obsérvese que David fue tan humillado sólo antes de ser elevado al trono.
Cuando las cosas están peor en la iglesia y en el pueblo de Dios, entonces empiezan a arreglarse. —
David se animó en el Señor su Dios. Sus hombres se afanaron en las pérdidas, el alma del pueblo
estaba amargada; su propio descontento e impaciencia se agregaron a la aflicción y la desgracia.
Pero David lo soportó mejor aunque tenía más razones que ninguno para lamentarlo. Ellos dieron
rienda suelta a sus pasiones, pero él puso sus gracias en acción; y mientras ellos se descorazonaban
unos a otros, él, al alentarse en Dios, mantuvo su espíritu en calma. Los que han tomado al Señor
como su Dios, pueden recobrar aliento en Él en los peores tiempos.
Vv. 7—15. Si reconocemos a Dios en todos nuestros caminos, aunque, como en este caso, no
haya duda que son justos, podemos esperar que Él dirija nuestros pasos como hizo con los de
David. —Este, con ternura hacia sus hombres, no los exigió más allá de sus fuerzas. El Hijo de
David considera así los cuerpos de sus seguidores, que no son todos fuertes ni vigorosos por igual
en sus empresas y conflictos espirituales. Pero, donde somos débiles, Él es bueno, más aún, allí Él
es fuerte, 2 Corintios xii. 9, 10. —Un pobre muchacho egipcio, apenas vivo, se convierte en un
medio de mucho bien para David. Justamente la Providencia hizo de este pobre siervo, usado por su
amo en forma baja, un instrumento para la destrucción de los amalecitas; porque Dios escucha el
clamor de los oprimidos. Indignos del nombre de israelitas verdaderos son aquellos que no se
compadecen de las personas con problemas. No debemos hacer daño ni negar el bien a nadie; en
algún momento puede que el más bajo esté en posición de devolver el bien o el daño.
Vv. 16—20. Los pecadores están mas cerca de la ruina cuando gritan: Paz y seguridad, y
consideran que el día malo está lejos de ellos. Tampoco nada da más ventaja a nuestro enemigo
espiritual que la sensualidad y el libertinaje: Comer, beber y bailar ha sido la manera suave y
agradable en que muchos se han ido a la congregación de los muertos. —El botín fue recuperado y
llevado; nada se perdió; se ganó mucho.
Vv. 21—31. Dios tiene el propósito de que usemos para hacer el bien lo que Él nos da. David
fue justo y bueno al repartir el botín. Indudablemente son hombres de Belial los que se deleitan en
poner dificultades a sus hermanos, y no se interesan por el hambriento mientras ellos puedan
llenarse por completo. —David fue generoso y bueno con todos sus amigos. Los que consideran
que el Señor es el dador de la abundancia de ellos, dispondrán de aquello con bondad y
generosidad.
CAPÍTULO XXXI
Versículos 1—7. Derrota y muerte de Saúl. 8—13. El cuerpo de Saúl rescatado por los hombres de
Jabes de Galaad.
Vv. 1—7. No podemos juzgar el estado espiritual o eterno de nadie por la forma en que muere,
porque en ésta, un mismo hecho ocurre para el justo y el impío. —Saúl no expresó preocupación
por su alma eterna cuando estaba mal herido e incapaz de resistir o huir; sino sólo deseó que los
filisteos no le insultaran ni le causaran dolor y se volvió en su propio asesino. Como el gran engaño
del diablo es convencer a los pecadores, sometidos a grandes dificultades, que se refugien en este
último acto de desesperación, bueno es fortalecer la mente contra esto, considerando seriamente su
grave pecaminosidad ante Dios y sus consecuencias desgraciadas para la sociedad. Porque nuestra
seguridad no está en nosotros mismos. Busquemos la protección del que guarda a Israel. Estemos
alerta y orando; y pongámonos toda la armadura de Dios para soportar en el día malo y, habiendo
hecho todo eso, resistir.
Vv. 8—13. La Escritura no menciona qué pasó con las almas de Saúl y sus hijos después que
murieron; sólo se refiere a sus cuerpos: las cosas secretas no nos corresponden. Tiene poca
importancia saber por qué medios morimos o lo que se hace con nuestros cuerpos muertos. Si
nuestras almas son salvas, nuestros cuerpos resucitarán incorruptibles y gloriosos; pero no temer su
ira, que es capaz de destruir cuerpo y alma en el infierno, es la suprema necedad y maldad. ¡Qué
inútil es el respeto de los congéneres de los que están sufriendo la ira de Dios! ¡Aunque funerales
pomposos, grandes monumentos y alabanzas humanas honren la memoria del difunto, el alma
puede estar sufriendo en las regiones de las tinieblas y la desesperación! ¡Procuremos aquel honor

que sólo viene de Dios.