Salmos 101 a 150

Salmos 101 a 150

SALMO CI
El voto de David y su profesión de santidad.
En este salmo tenemos a David que declara cómo intentó regular su casa y
gobernar su reino, para detener la maldad y estimular la piedad. También es
aplicable a las familias particulares, y es el salmo del jefe de hogar. A todos
los que tienen algún poder, sea mucho o poco, enseña a usarlo como para
ser terror de los malhechores y alabanza para los que hacen lo bueno. —El
tema elegido para el salmo es la misericordia y el juicio de Dios. Las
providencias del Señor acerca de su pueblo son corrientemente una mezcla:
misericordia y juicio. Dios ha puesto una en contraste con la otra, ambas
para hacer el bien, como la lluvia y el sol. Cuando en su providencia nos
ejercita con la mezcla de misericordia y juicio, debemos reconocer
adecuadamente ambas cosas. Las misericordias de la familia y las
aflicciones de la familia son llamados a cuidar la religión familiar. —Los que
están en puestos públicos no están por ello excusados de atender el
gobierno de su familia; son los más interesados en dar ejemplo de buen
gobierno en sus casas. Cuando el hombre tiene casa propia debe buscar que
Dios habite con él; y pueden esperar su presencia los que andan con
corazón perfecto, en un camino perfecto. —David resuelve no practicar el
mal. Además, resuelve no mantener a los siervos malos ni emplear a los que
son malos. No los admitirá en su familia, no sea que diseminen la infección
del pecado. Un corazón malo que se complace en airarse y ser perverso, no
es apto para la sociedad cuyo vínculo es el amor cristiano. Tampoco tolerará
calumniadores, los que se complacen en herir la reputación de su prójimo.
Además, Dios resiste a la gente orgullosa, falsa y engañosa que no tiene
escrúpulos para mentir o cometer fraudes. Cada uno sea celoso y diligente
para reformar su corazón y sus caminos, y que haga esto temprano; siempre
considerando esa mañana futura muy sobrecogedora en que el Rey de
justicia cortará de la Jerusalén celestial a todos los malhechores.
SALMO CII
Versículos 1—11. Triste lamento por grandes aflicciones. 12—22. Aliento por
la expectativa decumplimiento de las promesas de Dios a su iglesia. 23—28.
La inmutabilidad de Dios.
Vv. 1—11. Toda la palabra de Dios es útil para dirigirnos en la oración; pero
aquí, como a menudo en otras partes, el Espíritu Santo ha puesto palabras
en nuestra boca. He aquí una oración puesta en manos del afligido; que ellos
la presenten a Dios. Hasta los hombres buenos pueden estar casi aplastados
por las aflicciones. Nuestro deber e interés es orar; consuelo es para un
espíritu afligido descargarse por la humilde presentación de sus penas.
Debemos decir: Bendito sea el nombre del Señor que da y quita. El salmista
se miraba como hombre moribundo: Mis días son como sombra que se va.
Vv. 12—22. Somos criaturas moribundas, pero Dios es Dios eterno,
protector de su iglesia; podemos tener confianza que no será descuidada. —
Cuando consideramos nuestra vileza, nuestras tinieblas y muerte, y los
múltiples defectos de nuestras oraciones, tenemos razón de temer que no
sean recibidas en el cielo; pero, aquí, se nos asegura lo contrario, porque
tenemos un Abogado junto al Padre, y estamos bajo la gracia, no bajo la ley.
—La redención es el tema de la alabanza de la iglesia cristiana; y esa gran
obra se describe por medio de la liberación y restauración temporal de Israel.
Míranos Señor Jesús y llévanos a la libertad gloriosa de tus hijos para que
seamos bendecidos y alabemos tu nombre.
Vv. 23—28. Las dolencias corporales debilitan prontamente nuestra
fuerza, entonces, ¿qué podemos esperar sino que nuestros meses sean
cortados en la mitad? ¿Qué haremos, sino proveer adecuadamente?
Debemos reconocer la mano de Dios en ello; y tenemos que reconciliar esto
con su amor, porque, a menudo, los que han usado bien su fuerza la ven
debilitada; y aquellos que, como según pensamos, difícilmente son pasados
por alto, ven acortados sus días. Muy consolador es, respecto de todos los
cambios y peligros de la iglesia, recordar que Jesucristo es el mismo ayer,
hoy y por los siglos. Respecto a la muerte de nuestros cuerpos y la partida
de amigos, consuela recordar que Dios es el Dios eterno. —No pasemos por
alto la seguridad contenida en este salmo sobre el final feliz de todas las
pruebas del creyente. Aunque todas las cosas estén cambiando, muriendo,
pereciendo, como una vestimenta que se muda y rápidamente se deteriora,
no obstante, Jesús vive y todo está seguro, porque dijo: Porque yo vivo
vosotros también viviréis.
SALMO CIII
Versículos 1—5. Exhortación a bendecir a Dios por su misericordia. 6—14. A
la iglesia y a todos los hombres. 15—18. Por la constancia de su
misericordia. 19—22. Por el gobierno del mundo.
Vv. 1—5. Por el perdón de pecado es quitado lo que nos impedía tener lo
bueno, y somos restaurados al favor de Dios, que nos concede las cosas
buenas. Piénsese en la provocación; era pecado y, sin embargo, fue
perdonado; ¡cuántas provocaciones, sin embargo, son todas perdonadas!
Dios sigue perdonando, porque nosotros seguimos pecando y
arrepintiéndonos. —El cuerpo encuentra las tristes consecuencias del
pecado de Adán; está sujeto a muchas enfermedades y también el alma.
Sólo Cristo perdona todos nuestros pecados; Él solo es quien cura todas
nuestras enfermedades. Y la persona que halla curado su pecado, tiene bien
cimentada la seguridad de que es perdonada. Cuando Dios, por la gracia y
consolación de su Espíritu, restaura a su pueblo de sus corrupciones, y lo
llena de nuevo con vida y gozo, lo cual es para ellos una primicia de la vida y
gozo eterno, se puede entonces decir que regresan a los días de su
juventud, Job xxxiii, 25.
Vv. 6—14. Dios es verdaderamente bueno con todos; de manera especial
es bueno con Israel. Se ha revelado a sí mismo y su gracia. Por sus caminos
podemos entender sus preceptos, los caminos en que nos pide que
andemos; sus promesas y propósitos. Siempre ha estado lleno de
compasión. ¡Cuán diferentes de Dios son los que aprovechan toda ocasión
para reprender o lamentarse sin saber cuando terminar! ¿Qué sería de
nosotros si Dios nos tratara de esa manera? —La Escritura dice mucho de la
misericordia de Dios, y todos la hemos experimentado. El padre compadece
a sus hijos que son débiles de conocimiento y les enseña; los compadece
cuando son perversos y los soporta; los compadece cuando están enfermos
y los consuela; los compadece cuando están caídos y les ayuda a
levantarse; los compadece cuando han ofendido, y por su sometimiento, los
perdona; los compadece cuando les hacen daño y los endereza: así
compadece el Señor a quienes le temen. Véase por qué Él compadece.
Considera la fragilidad de nuestros cuerpos y la necedad de nuestra alma,
cuán poco podemos hacer, cuán poco podemos soportar; en todo eso se
manifiesta su compasión.
Vv. 15—18. ¡Qué corta e incierta es la vida del hombre! La flor del jardín
es corrientemente de mejor calidad y durará más por estar amparada por el
muro del jardín y al cuidado del jardinero, pero la flor del campo, a la cual se
compara aquí la vida, no sólo se marchita sola, sino que está expuesta a los
fríos vientos y puede ser pisoteada por las bestias del campo. Así es el
hombre. Dios considera esto y lo compadece; que considere esto. la
misericordia de Dios es mejor que la vida, porque la sobrevivirá. Su justicia,
la verdad de su promesa, serán para los hijos de los hijos que siguen las
piadosas huellas de sus antepasados. Entonces les será preservada la
misericordia.
Vv. 19—22. El que hizo todo, reina sobre todo, y hace ambas cosas por
su poderosa palabra. Él dispone de todas las personas y de las cosas para
su gloria. Hay un mundo de ángeles santos que están siempre alabándole.
Todas sus obras le alaben. Hubieran sido nuestra delicia constante si no
fuésemos criaturas caídas. Eso llegarán a ser en una medida si nacemos de
Dios. Eso serán por siempre en el cielo; tampoco podemos ser
perfectamente felices hasta que tengamos placer inagotable en la obediencia
perfecta a la voluntad de nuestro Dios. Y que el sentimiento de cada corazón
redimido sea: Bendice, alma mía, a Jehová.
SALMO CIV
Versículos 1—9. La majestad de Dios en los cielos.—La creación del mar y
la tierra seca. 10—18. Provisión para todas las criaturas. 19—30. El curso
regular del día y la noche, y el poder soberano de Dios sobre todas las
criaturas. 31—35. Resolución de continuar alabando a Dios.
Vv. 1—9. Todo lo que vemos nos invita a bendecir y alabar al Señor, que es
grande. Su eterno poder y deidad se hacen claramente visibles por medio de
las cosas hechas. Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en Él. El Señor
Jesús, el Hijo de su amor, es la luz del mundo.
Vv. 10—18. Cuando reflexionamos en la provisión hecha para todas las
criaturas, debemos también notar la adoración natural que rinden a Dios.
Pero el hombre, hombre olvidadizo e ingrato, disfruta la mayor medida de la
bondad de su Creador. De ahí que los campos estén cubiertos de trigo para
sustento de la vida; de ahí que haya otros frutos de la tierra que varían en
diversos territorios. No olvidemos las bendiciones espirituales; la fertilidad de
la iglesia por medio de la gracia, el pan de la vida eterna, la copa de la
salvación y el óleo de la alegría. ¿Provee Dios para las criaturas inferiores y
no será refugio para su pueblo?
Vv. 19—30. Tenemos que alabar y magnificar a Dios por la sucesión
constante del día y la noche. Y ver como hay quienes son como las bestias
salvajes, que esperan la noche y tienen comunión con las obras infrutuosas
de las tinieblas. ¿Escucha Dios el lenguaje de la naturaleza, aun de las
criaturas voraces, y no escuchará más favorablemente el lenguaje de la
gracia de su pueblo, aunque sean débiles y quebrantados gemidos
indecibles? —Existe la obra de cada día, que debe hacerse en su día, a la
cual debe aplicarse el hombre cada mañana y debe continuar hasta el
anochecer; habrá tiempo suficiente para descansar cuando llegue la noche,
en la cual nadie puede obrar. —El salmista se maravilla ante las obras de
Dios. Las obras de arte parecen más burdas mientras más de cerca se las
mire; las obras de la naturaleza parecen más finas y exactas. Todas ella son
hechas con sabiduría, puesto que todas responderán a la finalidad para la
cual fueron diseñadas. —Cada primavera es un emblema de la resurrección,
cuando surge un mundo nuevo como si saliera de las ruinas del viejo. Pero
únicamente el hombre vive más allá de la muerte. Cuando el Señor le quita el
aliento, su alma entra a otro estado, y su cuerpo será resucitado para gloria o
para miseria. Que el Señor envíe su Espíritu y cree nuestras almas de nuevo
para santidad.
Vv. 31—35. La gloria del hombre se marchita; la gloria de Dios es eterna;
las criaturas cambian, pero en el Creador no hay variabilidad. Y si la
meditación sobre las glorias de la creación es tan dulce para el alma, ¡cuánta
mayor gloria se revela a la mente iluminada, cuando contempla la gran obra
de redención! Únicamente ahí puede el pecador captar la base de confianza
y gozo en Dios. Mientras con placer sostiene todo, gobierna todo y se
complace en todas sus obras, mediten en Él y le alaben nuestras almas
tocadas por su gracia.
SALMO CV
Versículos 1—7. Llamado solemne a alabar y servir al Señor. 8—23. Tratos
de gracia con Israel. 24—45. Liberación de ellos de Egipto y su
establecimiento en Canaán.
Vv. 1—7. Aquí se estimula nuestra devoción para que nos animemos a
alabar a Dios. Buscad su fortaleza; esto es, su gracia; la fuerza de su Espíritu
para obrar en nosotros lo bueno, lo cual no podemos hacer sino por el poder
derivado de Él, por lo cual se le debe buscar. Procurad tener su favor en la
eternidad, por tanto, seguid buscándole mientras viváis en este mundo,
porque no sólo será hallado, sino recompensará a los que le buscan
diligentemente.
Vv. 8—23. Recordemos las obras maravillosas del Redentor, sus
prodigios y los juicios de su boca. Aunque los cristianos verdaderos son
pocos en cantidad, extranjeros y peregrinos en la tierra, por el pacto de Dios,
una herencia todavía mejor que Canaán, está asegurada para ellos; y si
tenemos la unción del Espíritu Santo, nadie puede hacernos daño. Las
aflicciones se cuentan entre nuestras misericordias. Prueban nuestra fe y
amor, humillan nuestro orgullo, nos independizan del mundo, y vivifican
nuestras oraciones. El pan es la vara que sostiene la vida; cuando se quiebra
esa vara, el cuerpo falla y se entierra. La palabra de Dios es la vara de la
vida espiritual, el alimento y el sustento del alma; el juicio más duro es el
hambre de oír la palabra del Señor. Tal hambre era grave en todas las tierras
cuando Cristo se hizo carne; cuya venida y el bendito efecto de ella están
prefigurados en la historia de José. Llegado el cumplimiento del tiempo,
Cristo fue exaltado como Mediador; todos los tesoros de la gracia y la
salvación están a su disposición, los pecadores moribundos acuden a Él, y
son aliviados por Él.
Vv. 24—45. Como el creyente florece mejor en su alma cuando está bajo
la cruz, así la iglesia también florece mejor en la verdadera santidad, y
aumenta en cantidad cuando es perseguida. Sin embargo, se levantarán
instrumentos para su liberación y los perseguidores pueden esperar plagas.
Véase el cuidado especial que Dios tuvo por su pueblo en el desierto. Todos
los beneficios dados a Israel, en cuanto a nación, eran sombras de las
bendiciones espirituales con que nosotros somos bendecidos en Cristo
Jesús. Habiéndonos redimido con su sangre, restaurado nuestra alma a la
santidad y libertado de la esclavitud de Satanás, Él nos guía y nos guarda
todo el camino. Él satisface nuestras almas con el pan del cielo y el agua de
vida de la Roca de salvación y nos llevará a salvo al cielo. Él redime a sus
siervos de toda iniquidad, y los purifica para sí mismo, para que sean pueblo
peculiar, celoso de buenas obras.
SALMO CVI
Versículos 1—5. La felicidad del pueblo de Dios. 6—12. Los pecados de
Israel. 13—33. Sus tentaciones. 34—46. Sus rebeliones en Canaán. 47, 48.
Oración por una liberación más completa.
Vv. 1—5. Ninguno de nuestros pecados o sufrimientos debiera impedirnos
dar gloria y alabanza al Señor. Mientras más indignos somos, más admirable
es su bondad. Los que dependen de la justicia del Redentor procurarán
copiar su ejemplo y, por palabra y obra, mostrar su alabanza. El pueblo de
Dios tiene razón de ser un pueblo alegre y no debe envidiar el placer u
orgullo de los hijos de los hombres.
Vv. 6—12. Aquí comienza una confesión de pecado pues debemos
reconocer que el Señor ha hecho bien y nosotros mal. Se nos insta a esperar
que, no obstante, no seamos totalmente abandonados aunque justamente
corregidos. El pueblo afligido de Dios se reconoce culpable ante Él. Se
desconfía de Dios porque no se recuerdan sus favores. Si no nos salvara por
amor a su nombre y para la alabanza de su poder y gracia, todos
pereceríamos.
Vv. 13—33. Los que no aguardan el consejo de Dios serán justamente
entregados a las lujurias de sus corazones para que anden según sus
propios consejos. El deseo desmedido, aun por cosas lícitas, se vuelve
pecaminoso. Dios mostró su desagrado por esto. Los llenó con angustia
mental, terror de conciencia y autorreproche. Muchos de los que andan
diariamente a placer, cuyos cuerpos son sanos, tienen el alma débil; nada de
amor a Dios, nada de gratitud, nada de apetito por el Pan de vida y,
entonces, el alma debe estar flaca. Se olvidan miserablemente de sí mismos,
los que dan festines a sus cuerpos y hambrean sus almas. Aun el creyente
verdadero verá causa abundante para decir: Por las misericordias del Señor
no soy consumido. A menudo hemos puesto ídolos en nuestros corazones,
aferrándonos a un objeto prohibido; así que si uno más grande que Moisés
no se hubiera interpuesto para alejar la ira del Señor, hubiésemos sido
destruidos. Si Dios trató severamente a Moisés por palabras precipitadas,
¿qué merecen los que hablan muchas palabras soberbias y perversas? Justo
es que Dios elimine esas relaciones que son bendiciones para nosotros,
cuando somos peleadores y provocadores para ellos y contristamos sus
espíritus.
Vv. 34—38. La conducta de los israelitas en Canaán y los tratos de Dios
con ellos, muestran que el camino del pecado es cuesta abajo; las omisiones
abren paso a las comisiones: cuando no quisieron destruir al pagano,
aprendieron sus obras. Un pecado condujo a otros y acarreó los juicios de
Dios contra ellos. Su pecado fue, en parte, su castigo. A menudo los
pecadores se ven arruinados por los que los llevaron al mal. Satanás, que es
tentador, será el verdugo. A la larga Dios se compadece de su pueblo por
amor del pacto. La inmutabilidad de la naturaleza misericordiosa y del amor
de Dios por su pueblo, le hace cambiar el curso de la justicia a la
misericordia; por el arrepentimiento de Dios no se significa ningún otro
cambio. —Nuestro caso es espantoso cuando se considera la iglesia
externa. Cuando las naciones que se profesan cristianas son tan culpables
como nosotros, no os asombréis si el Señor los abate por su pecado. A
menos que haya un profundo arrepentimiento general no puede haber
esperanzas sino de calamidades crecientes. —El salmo concluye con
oración para consumar la liberación del pueblo de Dios, y con alabanza por
el comienzo y el progreso de ella. Que todos los pueblos de la tierra
agreguen su Amén antes que pase mucho tiempo.
SALMO CVII
Versículos 1—9. El cuidado providencial de Dios para con los hijos de los
hombres con angustias, exilados y dispersados. 10—16. En el cautiverio.
17—22. En la enfermedad. 23—32. Peligro en el mar. 33—43. La mano
de Dios debe ser vista por Su propio pueblo.
Vv. 1—9. En estos versículos hay referencia a la liberación de Egipto y, quizá
a la de Babilonia, pero las circunstancias de los viajeros en esos países
también se comentan. Escasamente se puede concebir los horrores sufridos
por el viajero indefenso cuando cruza las arenas sin huellas, expuesto a los
quemantes rayos del sol. Las palabras describen el caso de quien el Señor
ha redimido de la esclavitud de Satanás, el que pasa por el mundo como por
desierto peligroso y sombrío, a menudo listo para desmayarse por los
problemas, los miedos y las tentaciones. Los que tienen hambre y sed de
justicia, de Dios, y comunión con Él, serán saciados con la bondad de Su
casa, a la vez de gracia y gloria.
Vv. 10—16. Esta descripción de prisioneros y cautivos indica que ellos
están desolados y apenados. En las prisiones orientales los cautivos eran y
son tratados con mucha severidad. —Las providencias aflictivas deben ser
mejoradas como providencias humillantes; y perdemos el beneficio si
nuestros corazones no son humillados ni quebrantados por ellas. Esta es una
sombra de la liberación del pecador de un confinamiento mucho peor. El
pecador despertado descubre su culpa y su miseria. Habiendo luchado en
vano por liberación, él halla que no hay socorro para él sino en la
misericordia y la gracia de Dios. Su pecado es perdonado por el Dios
misericordioso y Su perdón va acompañado por la liberación del poder del
pecado y Satanás y por las influencias santificadoras y consoladoras de Dios
Espíritu Santo.
Vv. 17—22. Si no conociéramos pecado no conoceríamos enfermedad.
Los pecadores son necios. Ellos dañan su salud corporal por la
intemperancia y hacen peligrar sus vidas dándole el gusto a sus apetitos.
Este camino de ellos es su necedad. La debilidad del cuerpo es el efecto de
la enfermedad. Por el poder y la misericordia de Dios es que somos
recuperados de las enfermedades y nuestro deber es ser agradecidos. Todas
las curas milagrosas de Cristo fueron emblemas de que Él sana las
enfermedades del alma. También se aplica a las curas espirituales que obra
el Espíritu Santo de gracia. Él envía Su palabra y sana almas; las convence
de pecado, las convierte, las hace santas y, todo, por la palabra. Hasta en los
casos corrientes de recuperación de la enfermedad, Dios, en Su providencia,
habla y es hecho; por Su palabra y Espíritu el alma es restaurada a la salud y
santidad.
Vv. 23—32. Que aquellos que van al mar consideren y adoren al Señor.
Los marineros tienen sus actividades en el océano tempestuoso y ahí
presencian liberaciones de las cuales los demás no pueden hacerse idea.
¡Cuán oportuno es orar en esos momentos! —Esto puede recordarnos de los
terrores y angustias de conciencia que muchos tienen y de aquellas escenas
hondas de problemas por las cuales pasan muchos en su carrera cristiana.
Sin embargo, respondiendo a sus clamores, el Señor vuelve su tormenta en
calma y hace que sus pruebas terminen en alegría.
Vv. 33—43. ¡Qué cambios sorprendentes suelen hacerse en los asuntos
de los hombres! Que el actual estado desolado de Judea, y de otros países,
explique esto. Si miramos al mundo vemos que muchos aumentan
grandemente habiendo comenzado pequeños. Vemos muchos que tuvieron
una subida repentina como igual y súbitamente llevados a la nada. La
riqueza mundana es incierta; a menudo aquellos que están llenos de ella,
vuelven a perderla antes de darse cuenta. Dios tiene muchas maneras de
empobrecer a un hombre. —El justo se regocijará. Convencerá plenamente a
todos aquellos que niegan la Providencia Divina. Cuando los pecadores ven
cuán justamente Dios quita los dones que ellos han abusado, no tendrán
palabra que decir. De gran uso para nosotros es tener la plena seguridad de
la bondad de Dios, y ser debidamente afectados con ello. Sabiduría nuestra
es preocuparnos de nuestro deber, y encomendar nuestro consuelo a Él. La
persona verdaderamente sabia atesorará este delicioso salmo en su
corazón. De aquí entenderá plenamente la debilidad y desgracia del hombre
y el poder y la benignidad de Dios, no por nuestro mérito, sino en aras de Su
misericordia.
SALMO CVIII
Podemos seleccionar provechosamente pasajes de diferentes salmos, como
aquí, el Salmo lvii y lx, para ayudarnos en nuestros devocionales y vivificar
nuestra gratitud. —Cuando el corazón está firme en la fe y el amor, la lengua,
empleada en alabanzas de gratitud, es nuestra gloria. Todo don del Señor
honra y beneficia al poseedor si se usa en el servicio de Dios y para su
gloria. Los creyentes pueden orar con fe y esperanza segura por todas las
bendiciones de la salvación que les están garantizadas por la promesa fiel y
el pacto de Dios. Entonces, que esperen ellos su ayuda en todo problema, y
victoria en todo conflicto. Hagamos lo que hagamos, ganemos lo que
ganemos, Dios debe tener toda la gloria. Señor, visita nuestra alma con esta
salvación, con este favor que otorgas a tu pueblo escogido.
SALMO CIX
Versículos 1—5. David se queja de sus enemigos. 6—20. Profetiza la
destrucción de ellos. 21—31. Oración y alabanzas.
Vv. 1—5. Indecible consuelo de todos los creyentes es que Dios esté por
ellos no importa quién esté contra ellos, y que puedan acudir a Él como a
quien le place preocuparse por ellos. Los enemigos de David se rieron de él
por su devoción, pero con sus burlas no pudieron hacerlo retractarse de ella.
Vv. 6—20. El Señor Jesús puede hablar aquí como Juez, dictando
sentencia contra algunos de sus enemigos para advertencia de otros.
Cuando los hombres rechazan la salvación de Cristo hasta sus oraciones se
cuentan entre sus pecados. —Véase lo que apresura a algunos a una muerte
vergonzosa, y lleva las familias y los bienes de otros a la ruina; que los hace
despreciables y odiosos a ellos y a los suyos, y que trae pobreza, vergüenza
y miseria a su posteridad es el pecado, esa mala cosa destructora. ¡Qué
efecto tendrá la sentencia: “Idos, malditos” para el cuerpo y el alma de los
malos! ¡Cómo afectará los sentidos del cuerpo y los poderes del alma con
dolor, angustia, horror y desesperación! Pecadores, pensad en esto y
arrepentíos.
Vv. 21—31. El salmista toma para sí los consuelos de Dios, pero con
mucha humildad. Está mentalmente turbado. Su cuerpo está agotado y casi
desgastado. Pero es mejor tener el cuerpo flaco y el alma próspera y sana,
que tener flacura de alma mientras el cuerpo es festejado. —Él fue
ridiculizado y reprochado por sus enemigos, pero si Dios nos bendice, no
tenemos que preocuparnos por quién nos maldiga, porque, ¿cómo pueden
ellos maldecir a quien Dios no ha maldecido; más bien, a quien ha
bendecido? Presenta como argumento la gloria de Dios y la honra de su
nombre. Sálvame, no conforme a mi mérito, porque no pretendo tener
alguno, sino conforme a tu misericordia. Concluye con el gozo de la fe,
seguro de que sus conflictos actuales terminarán en triunfo. Que todos los
que sufren conforme a la voluntad de Dios, encomienden el cuidado de sus
almas a Él. Jesús, injustamente llevado a la muerte, y ahora resucitado es
Abogado e Intercesor de su pueblo, siempre listo para presentarse por
cuenta de ellos contra un mundo corrupto y el gran acusador.
SALMO CX
El Reino de Cristo.
Aquí se dicen cosas gloriosas de Cristo. Sería superior no sólo a todos los
reyes de la tierra, sino que existía en gloria como el eterno Hijo de Dios. —
Estar sentado es una posición de reposo; después de los servicios y
sufrimientos, Cristo entró a reposar de todos sus trabajos. Es una posición de
mando. Está sentado para legislar, para juzgar. Es una posición permanente:
Se sienta como rey para siempre. Todos sus enemigos están encadenados,
pero aún no se han convertido en estrado de sus pies. Su reino, una vez
establecido, será mantenido en el mundo a pesar de todas las potestades de
las tinieblas. —El pueblo de Cristo es pueblo voluntario. El poder del Espíritu
que va con el poder de la palabra, para el pueblo de Cristo es eficaz para
hacerlos voluntarios. Le servirán con los hermosos atavíos de la santidad, lo
que conviene para siempre a su casa. Y muchos se dedicarán a Él. El rocío
de la juventud, ya en la mañana de nuestra vida debe ser consagrado a
nuestro Señor Jesús.
Cristo no sólo será Rey sino Sacerdote. Él es el Ministro de Dios para
nosotros, y nuestro Abogado para con el Padre, y así, es el Mediador entre
Dios y el hombre. Es sacerdote del orden de Melquisedec, que fue antes que
el de Aarón, y en muchos aspectos, superior a aquel, y una representación
más vivida del sacerdocio de Cristo. —Que Cristo esté sentado a la diestra
de Dios comunica mucho terror a sus enemigos, y felicidad a su pueblo. El
efecto de esta victoria será la ruina total de sus enemigos. —Aquí tenemos al
Redentor que salva a sus amigos y los consuela. Él será humillado; del
arroyo beberá en el camino. La ira de Dios, vigente por la maldición de la ley,
puede ser considerada como el arroyo de su camino hacia el trono de gloria,
pero Él será exaltado. —Entonces, ¿qué somos nosotros? ¿El evangelio de
Cristo ha sido para nosotros el poder de Dios para salvación? ¿Ha sido
establecido su reino en nuestros corazones? ¿Somos sus súbditos
voluntarios? Antes no conocíamos nuestra necesidad de su salvación y no
estábamos dispuestos a que Él reinara sobre nosotros. ¿Estamos dispuestos
a rendir cada pecado, a apartarnos de un mundo malo que pone lazos, y sólo
confía en sus méritos y misericordia, para recibirlo a Él como nuestro Profeta,
Sacerdote y Rey? Y, ¿deseamos ser santos? El sacrificio, la intercesión y la
bendición del Salvador pertenecen a los que así son cambiados.
SALMO CXI
Jehová debe ser alabado por sus obras.
El salmista resuelve alabar a Dios mismo. Nuestras exhortaciones y nuestros
ejemplos debieran concordar. Él recomienda que las obras del Señor sean el
tema apropiado para alabarle; y también los tratos de su providencia con el
mundo, con la iglesia y las personas en particular. Se habla de todas las
obras del Señor como una sola, su obra; en forma tan admirable todas las
dispensaciones de su providencia se centran en un solo designio. Todas las
obras de Dios se hallan justas y santas cuando se examinan humilde y
diligentemente. El perdón de pecados de parte de Dios es la más maravillosa
de todas sus obras y debe recordarse para gloria suya. Él siempre estará
atento a su pacto: siempre Él ha sido así y siempre lo será. Sus obras de
providencia fueron hechas conforme a la verdad de las promesas y profecías
divinas, y, así, fueron fieles y verdaderas; y fueron hechas por Aquel que
tiene el derecho a disponer de la tierra como le plazca, por eso son juicio o
rectitud: esto vale también para la obra de gracia en el corazón del hombre,
versículos 7, 8. Todos los mandamientos de Dios son seguros; todos han
sido cumplidos por Cristo y con Él siguen siendo para nosotros la regla para
nuestro andar y nuestra conversación. —Envió redención a su pueblo,
primero al salir de Egipto, y después con frecuencia; y esto fue un tipo de la
gran redención que iba realizar el Señor Jesús en el cumplimiento del
tiempo. Aquí resplandece su justicia eterna unida con su misericordia
ilimitada. —Ningún hombre es sabio si no teme al Señor; ningún hombre
actúa sabiamente si no está influido por este temor. El temor conducirá al
arrepentimiento, a la fe en Cristo, a velar y a la obediencia. Tales personas
tienen buen entendimiento, aunque sean pobres, sin educación o
despreciadas.
SALMO CXII
La bendición del justo.
Tenemos que bendecir al Señor, porque en el mundo hay un pueblo que le
teme y le sirve, y que son pueblo feliz, lo cual lo deben enteramente a su
gracia. El temor de ellos no es aquel que el amor echa fuera, sino aquel que
el amor echa adentro. Sigue al amor y fluye de él. Es temor a ofender. Es
temor y confianza. El corazón tocado por el Espíritu de Dios, como la aguja
tocada con el imán, se vuelve directa y prontamente a Dios, pero aún con
temblor, lleno de santo temor. —Las bendiciones están preparadas para el
fiel y los hijos de sus hijos; y se les otorgan verdaderas riquezas con tanto de
las posesiones de este mundo según sea provechoso para ellos. En las
horas más negras de aflicción y prueba, la luz de la esperanza y la paz
brotará dentro de ellos, y el alivio oportuno transformará el lamento en gozo.
Por el ejemplo de su Señor aprenden a ser bondadosos y llenos de
compasión y asimismo justos en todos sus tratos; usan la discreción para ser
generosos en la forma que parezca más probable de hacer el bien. La
envidia y la calumnia pueden ocultar aquí, por un tiempo, su verdadero
carácter, pero serán tenidos en memoria eterna. —No tienen que temer
malas noticias. El hombre bueno tendrá un espíritu estable. Y es el esfuerzo
de los creyentes verdaderos mantener fija su mente en Dios y, así,
mantenerla calmada y sin confusión; y Dios les ha prometido la causa y la
gracia para hacer así. Confiar en el Señor es la mejor manera y la más
segura de estabilizar el corazón. El corazón del hombre no puede fijarse
satisfactoriamente en ninguna parte que no sea la verdad de Dios, porque allí
encuentra su base firme. Aquellos cuyos corazones están estabilizados por
fe, esperarán pacientemente hasta que logren su objetivo. Compárese esto
con la irritación de los pecadores. —La felicidad de los santos es la envidia
del impío. El deseo del impío perecerá; el deseo de ellos era totalmente para
el mundo y la carne, por tanto, cuando estos perezcan, el gozo de ellos se
acabará. Pero las bendiciones del evangelio son espirituales y eterna, y son
otorgadas a los miembros de la iglesia cristiana por medio de su Cabeza,
Cristo, que es el modelo de toda justicia y el dador de toda gracia.
SALMO CXIII
Exhortación a alabar a Dios.
Dios es alabado por su pueblo. Tienen la razón suprema para alabarle;
porque quienes le atienden como sus siervos, lo conocen mejor y reciben la
mayoría de sus favores, y es trabajo fácil y agradable hablar bien de su Amo.
—El nombre de Dios debe ser alabado en todo lugar, del levante al poniente.
Dentro de ese amplio espacio, el nombre del Señor debe ser alabado; debe
serlo, aunque no lo es. Antes de mucho tiempo lo será, cuando todas las
naciones vengan y adoren delante de Él. Dios es exaltado por sobre toda
bendición y alabanza. Por tanto, debemos decir, con santa admiración,
¿quién como el Señor nuestro Dios? ¡Cuánta condescencia la suya al
considerar las cosas de la tierra! ¡Y qué asombrosa condescendencia fue
que el Hijo de Dios viniera del cielo a la tierra y tomara nuestra naturaleza
para buscar y salvar lo que se había perdido! ¡Cuán vasto es su amor al
asumir la naturaleza del hombre para rescatar almas culpables! —A veces
Dios glorifica su sabiduría y poder cuando, teniendo una gran obra que
hacer, emplea a los menos probables y a los menos pensados, por ellos
mismos o por los demás, para hacerla. Los apóstoles mientras pescaban
fueron enviados a ser pescadores de hombres. Y este es el método
constante de Dios en su reino de gracia. Toma a hombres, mendigos por
naturaleza y hasta traidores, para que sean sus favoritos, sus hijos, reyes y
sacerdotes para Él; y los cuenta con los príncipes de su pueblo escogido.
Nos da todas nuestras consolaciones, que por lo general, son mejor
recibidas cuando más demoran y ya no se esperan. —Oremos que las tierras
aún estériles puedan volverse feraces rápidamente y produzcan muchos
convertidos para que se reúnan a alabar al Señor.
SALMO CXIV
Exhortación a temer a Dios.
Reconozcamos el poder y la bondad de Dios en lo que hizo por Israel,
aplicándolo a esa obra prodigiosa mucho mayor, que es nuestra redención
por Cristo; y animémonos unos a otros para confiar en Dios en las angustias
más grandes. —Cuando Cristo viene para salvar a su pueblo, lo rescata del
poder del pecado y de Satanás, los aparta del mundo impío, los forma para
que sean su pueblo, y se hace Rey de ellos. No hay mar ni río Jordán tan
hondo, tan ancho, que no pueda ser dividido y retroceda cuando llega el
tiempo de Dios. Aplíquese esto a la plantación de la iglesia cristiana en el
mundo. ¿Qué perturbó a Satanás y sus idolatrías que temblaron como lo
hicieron? Pero, aplíquese especialmente a la obra de la gracia en el corazón.
¿Qué es lo que hacer cambiar la corriente de un alma regenerada? ¿Qué
afecta a las lujurias y corrupciones que huyen presurosas, se eliminan
prejuicios y todo el hombre se hace nuevo? Es ante la presencia del Espíritu
de Dios. En la presencia del Señor no sólo las montañas, sino que la misma
tierra bien puede temblar, puesto que la colocó bajo maldición por el pecado
del hombre. De la manera que los israelitas fueron protegidos, de la misma
manera se les proveyó por medio de milagros; así fue con la fuente de agua
en que se volvió la dura roca, y esa roca era Cristo. El Hijo de Dios, la Roca
de los siglos, se dio a la muerte para abrir un manantial que lavara los
pecados, y para dar agua de vida y consuelo a los creyentes; y ellos no
tienen que temer que alguna bendición sea tan demasiado grande que no la
puedan esperar de su amor. Pero que los pecadores teman ante su Juez
justo y santo. Preparémonos ahora para encontrarnos con nuestro Dios, para
que podamos tener confianza delante de Él en su venida.
SALMO CXV
Versículos 1—8. La gloria debe ser dada a Dios. 9—18. Confiar en Él y
alabarle.
Vv. 1—8. Que ninguna opinión sobre nuestros méritos ocupe lugar en
nuestras oraciones o en nuestras acciones de gracias. Todo lo bueno que
hacemos, lo hace el poder de su gracia; y todo lo bueno que tenemos, es la
dádiva de su pura misericordia, de modo que Él debe tener toda la alabanza.
¿Estamos buscando alguna misericordia, y luchamos con Dios por ella?
Debemos cobrar ánimo sólo de Dios en la oración. Señor, haz esto por
nosotros, no para que tengamos el crédito y el consuelo de eso, sino para
que tu misericordia y verdad tengan la gloria. —Los dioses paganos son
cosas insensibles. Son obra de las manos de los hombres; el pintor, el
grabador, el escultor no pueden darles vida ni sentidos. De ahí que el
salmista exhibe la necedad de los adoradores de ídolos.
Vv. 9—18. Necio es confiar en imágenes muertas, pero sabio es confiar
en el Dios vivo, porque Él es socorro y escudo para quienes confían en Él.
Donde haya recto temor de Dios, habrá fe gozosa en Él; quienes reverencian
su palabra pueden apoyarse en ella. Él siempre es hallado fiel. Los más
grandes necesitan su bendición, la que no será negada al más pequeño que
tenga temor de Dios. La bendición de Dios acrecienta especialmente las
bendiciones espirituales. El Señor debe ser alabado: Su bondad es inmensa,
porque ha dado la tierra a los hijos de los hombres para su uso. Las almas
de los fieles siguen alabándole después de ser libradas de las cargas de la
carne, pero el cuerpo muerto no puede alabar a Dios; la muerte pone fin a
nuestro glorificarle en este mundo de pruebas y conflictos. Otros están
muertos, y por ello, se pone fin a su servicio; procuremos, por tanto, hacer lo
más por Dios. No sólo lo haremos nosotros, sino comprometeremos a otros
para hacerlo; para que le alaben cuando nosotros nos hayamos ido. Señor,
tú eres el único objeto de fe y amor. Ayúdanos a alabarte mientras vivimos y
cuando muramos, que tu nombre sea el primero y el último en nuestros
labios: y que el dulce sabor de tu nombre refresque nuestras almas para
siempre.
SALMO CXVI
Versículos 1—9. El salmista declara su amor por el Señor. 10—19. Su deseo
de ser agradecido.
Vv. 1—9. Tenemos muchas razones para amar al Señor, pero son más
afectadas por su benignidad cuando nos alivia de angustias profundas.
Cuando el pobre pecador despierta y toma conciencia de su estado, y teme
que pronto deba caer bajo la justa ira de Dios, entonces tiene problemas y
pesares. Que los tales invoquen al Señor para que libre sus almas, y hallarán
que es bondadoso y fiel a su promesa. La ignorancia o la culpa no
obstaculizarán su salvación, cuando depositen su confianza en el Señor. Que
todos hablemos de Dios cómo lo hemos hallado, y ¿alguna vez lo hemos
hallado de otro modo que no sea justo y bueno? Es por su misericordia que
no somos consumidos. Los trabajados y cargados vayan a Él, para que
encuentren descanso para sus almas; y si se les quita completamente el
reposo, que se apresuren a regresar recordando con cuánta generosidad los
ha tratado el Señor. Debemos considerarnos obligados a andar como en su
presencia. Gran misericordia es que seamos resguardados de que nos
trague el exceso de dolor. Gran misericordia de Dios que nos sostenga con
su diestra para que no seamos vencidos ni derrotados por la tentación. Pero
cuando entremos en el reposo celestial, se completará la liberación del
pecado y de la tristeza; contemplaremos la gloria del Señor y andaremos en
su presencia con un deleite que ahora no podemos concebir.
Vv. 10—19. Cuando estemos confundidos, es mejor mantener nuestra
paz, porque tendemos a hablar desconsideradamente. Sin embargo, puede
haber fe verdadera donde hay obras de incredulidad; pero entonces
prevalecerá la fe; siendo humillados por nuestra desconfianza en la palabra
de Dios, experimentaremos su fidelidad a ella. —¿Qué puede el pecador
perdonado, o qué pueden quienes han sido librados de trastornos o
angustias, rendirle al Señor por sus beneficios? No podemos aprovecharnos
de Él en ninguna forma. El mejor de nosotros es indigno de su aceptación,
pero debemos consagrarnos a su servicio, nosotros mismos, y todo lo que
tenemos. —Yo tomaré la copa de la salvación; yo presentaré las libaciones
designadas por la ley, como señal de gratitud a Dios, y me regocijaré en la
bondad de Dios para conmigo. Recibir la copa de la aflicción; esa copa, la
copa amarga que es santificada para los santos, de modo que para ellos es
copa de salvación; es un medio de salud espiritual. La copa de consolación;
recibiré los beneficios que Dios me otorga como de su mano y gustaré su
amor en ellos, no sólo como porción de mi herencia en el otro mundo, sino
de mi copa en este. —Que los demás sirvan a los amos que quieran, yo soy
verdaderamente tu siervo. Hay dos maneras en que los hombres llegan a ser
siervos. Por nacimiento. Señor, yo nací en tu casa; yo soy el hijo de tu sierva
y, por tanto, soy tuyo. Gran misericordia es ser hijo de padres santos. Por
redención. Señor, tú has soltado mis ataduras, tú me descargaste de ellas,
por tanto, yo soy tu siervo. Las ataduras que soltaste me unirán más firmes a
ti. Hacer el bien es el sacrificio con el cual Dios se complace; y debe
acompañar a la acción de gracias dirigida a su nombre. ¿Por qué debemos
ofrecer al Señor eso que nada nos cuesta? El salmista pagará ahora sus
votos; él no demorará el pago públicamente, no para jactancia, sino para
mostrar que no se avergüenza del servicio de Dios, y para invitar a los
demás a que se le unan. Tales son los santos verdaderos de Dios, en cuya
vida y muerte Él será glorificado.
SALMO CXVII
Toda la gente llamada a alabar a Dios.
He aquí una convocatoria solemne a todas las naciones a alabar al Señor, y
una sugerencia del tema apropiado para esa alabanza. Pronto nos agotamos
de hacer el bien, si no mantenemos en alto los afectos piadosos y devotos
con que se debe encender y mantener ardiendo el sacrificio espiritual de la
alabanza. Este es un salmo evangelizador. El apóstol en Romanos xv, 11, lo
cita como prueba de que el evangelio iba a ser predicado a las naciones
gentiles y que sería aceptado por ellas. Por mucho tiempo sólo en Judá se
conocía a Dios y su nombre era alabado; en aquel entonces este llamado no
fue dado a los gentiles. Pero se ha ordenado que el evangelio de Cristo sea
predicado a todas las naciones, y por Él, sean hechos cercanos los que
estaban lejos. Estamos entre las personas a quienes habla aquí el Espíritu
Santo, a quienes pide se unan a su pueblo antiguo para alabar al Señor. La
gracia ha abundado así para millones de pecadores que perecían.
Escuchemos, entonces, los ofrecimientos de la gracia de Dios y roguemos,
orando por el tiempo en que todas las naciones de la tierra mostrarán sus
alabanzas. Y bendigamos a Dios por las inescrutables riquezas de la gracia
del evangelio.
SALMO CXVIII
Versículos 1—18. Bueno es confiar en el Señor. 19—29. La venida de Cristo
en su reino.
Vv. 1—18. El relato de sus tribulaciones que aquí da el salmista es muy
aplicable a Cristo: muchos lo odiaron sin causa; sí, el mismo Señor lo castigó
duramente, lo laceró, y lo entregó al dolor, para que por su llaga fuésemos
nosotros curados. —A veces Dios es la fortaleza de su pueblo, cuando no es
su cántico; ellos tienen apoyo espiritual, aunque les faltan las delicias
espirituales. Sea que el creyente remonte su consuelo a la bondad y
misericordia eterna de Dios o sea que espere la bendición asegurada para él,
hallará causa abundante de gozo y alabanza. Cada respuesta a nuestras
oraciones es una prueba de que el Señor está de nuestro lado; y, entonces,
no debemos temer lo que nos pueda hacer el hombre; debemos cumplir
conscientemente nuestro deber para con todos, y confiar sólo en Él para su
aceptación y bendición. Procuremos vivir para declarar las obras de Dios e
instar a los demás a servirle y aconfiar en Él. Tales fueron los triunfos del Hijo
de David con la certeza de que la voluntad de Jehová será en su mano
prosperada.
Vv. 19—29. Los que vieron el día de Cristo de lejos, vieron motivo para
alabar a Dios por la esperanza. La profecía, versículos 22, 23, puede
referirse al ascenso de David, pero principalmente al de Cristo. —1. Su
humillación: Él es la piedra que desecharon los edificadores; ellos siguieron
edificando sin Él. Esto resultó en la ruina de quienes lo tomaron livianamente.
Los que rechazan a Cristo son rechazados por Dios. —2. Su exaltación: Él
es la piedra principal del ángulo. Él es la principal piedra en quien se
completa el edificio, Aquel debe tener la preeminencia en todo. El nombre de
Cristo es Admirable; y la redención que obró es la más asombrosa de todas
las obras maravillosas de Dios. Nos regocijaremos y alegraremos en el día
del Señor; no solamente en que se haya instituido ese día, sino en su
ocasión, porque Cristo se hizo Cabeza. Los días de reposo deben ser días
de regocijo, porque son como los días del cielo para nosotros. —Que este
Salvador sea mi Salvador, mi Rey. Que mi alma prospere y sea sana, en esa
paz y justicia que su reino trae. Permíteme la victoria sobre las
concupiscencias que batallan contra mi alma; y que la gracia divina someta
mi corazón. El día que hizo Jehová trae luz consigo, la verdadera luz. El
deber que pide este privilegio es aquí estipulado: los sacrificios que debemos
ofrecer a Dios en gratitud por su amor redentor, somos nosotros mismos; no
para ser inmolados en el altar, sino como sacrificios vivos para ser atados al
altar; sacrificios espirituales de oración y alabanza en que deben
comprometerse nuestros corazones. El salmista alaba a Dios y convoca a
todos los que le rodean a que den gracias a Dios por la buena nueva de gran
gozo que será para todo el pueblo, que hay un Salvador que es Cristo el
Señor. En Él se hace seguro y eterno el pacto de gracia.
SALMO CXIX
El ámbito y designio general de este salmo es magnificar la ley divina, y
hacerla honorable. Hay diez palabras por las cuales se nombra la
revelación divina en este salmo, y cada una expresa lo que Dios espera
de nosotros, y lo que nosotros podemos esperar de él.—1. La ley de Dios;
proclamada por Él por cuanto es nuestro Soberano.—2. Su camino; es la
regla de su providencia.—3. Sus testimonios; se declaran solemnemente
al mundo.—4. Sus mandamientos; dados con autoridad.—5. Sus
preceptos; no dejados como cuestión indiferente para nosotros.—. Su
palabra o sus dichos; la declaración de su mente.—7. Sus juicios;
enmarcados en sabiduría infinita.—8. Su justicia; regla y norma de lo
bueno.—9. Sus estatutos; siempre obligatorios.—10. Su verdad o
fidelidad; es verdad eterna que durará por siempre.
Vv. 1—8. Este salmo puede considerarse como la declaración de la
experiencia del creyente. Hasta donde nuestros puntos de vista, deseos y
afectos concuerden con lo que aquí se expresa, vienen de la influencia del
Espíritu Santo, y no más. La misericordia de Dios que perdona en Cristo es
la única fuente de la felicidad para el pecador. Son más felices los que son
preservados más libres de la contaminación del pecado, los que simplemente
creen los testimonios de Dios y confían en sus promesas. Malo es si el
corazón está dividido entre Él y el mundo, pero los santos evitan
cuidadosamente todo pecado; están conscientes de mucho mal que los
atasca en los caminos de Dios, pero no de esa iniquidad que los arranca de
esos caminos. —El tentador quiere que los hombres piensen que tienen la
libertad de seguir o no la palabra de Dios, según les plazca. —Pero el deseo
y la oración del hombre bueno concuerda con la voluntad y el mandamiento
de Dios. —Si un hombre espera que, por obedecer una cosa, puede adquirir
indulgencia para desobedecer en otras, se hará evidente su hipocresía; si no
es avergonzado en este mundo, la vergüenza eterna será su porción. —El
salmista ansiaba aprender las leyes de Dios, dar la gloria a Dios. —Y los
creyentes ven que si Dios los abandona, el tentador será demasiado duro
para ellos.
Vv. 9—16. A la corrupción original todos hemos agregado el pecado
actual. Es ruina del joven vivir sin ley alguna, o escoger leyes falsas: anden
por las reglas de la Escritura. —Dudar de nuestra propia sabiduría y fuerza, y
depender de Dios, prueba que el propósito de la santidad es sincero. —La
palabra de Dios es tesoro digno de guardar y no hay dónde guardarlo en
forma segura sino en nuestros corazones, para oponer los preceptos de Dios
al dominio del pecado, las promesas de Dios a la seducción del pecado, y
sus amenazas a la violencia del pecado. —Sea nuestra oración que Él nos
enseñe sus estatutos para que, siendo partícipes de su santidad, podamos
también ser partícipes de su bienaventuranza. Y los que alimentan su
corazón con el pan de la vida, deben alimentar a muchos con sus labios. —
En el camino de los mandamientos de Dios están las inescrutables riquezas
de Cristo. Pero no meditamos en los preceptos de Dios para un buen
propósito si nuestros buenos pensamientos no producen buenas obras. —No
sólo meditaré en tus estatutos sino que los haré con regocijo. Y bueno será
probar la sinceridad de nuestra obediencia remontándose a su fuente: la
realidad de nuestro amor por el gozo en los deberes asignados.
Vv. 17—24. Todos pereceríamos si Dios nos tratara en estricta justicia.
Debemos pasar nuestra vida a su servicio; hallaremos la vida verdadera al
cumplir su palabra. —Quienes miran las maravillas de la ley y del evangelio
de Dios, deben pedirle entendimiento por la luz de su Espíritu. —Los
creyentes se sienten forasteros en la tierra; temen perder su camino y perder
consuelo errando de los mandamientos de Dios. —Toda alma santificada
tiene hambre de la palabra de Dios como alimento sin el cual no hay vida. —
Hay algo de orgullo en el fondo de cada pecado voluntario. Dios puede
silenciar los labios mentirosos; el oprobio y el menosprecio pueden
humillarnos y hacernos bien y, entonces, ser apartados. ¿Hallamos que el
peso de la cruz está por encima de lo que somos capaces de soportar? El
que la soportó por nosotros nos capacitará para soportarla; sostenidos por Él
no podemos hundirnos. —Triste es cuando los que debieran proteger al
inocente son sus traidores. El salmista siguió en su deber y halló consuelo en
la palabra de Dios. —El consuelo de la palabra de Dios es delicia para el
alma bondadosa, cuando se amargan otros consuelos; y los que quieren que
los testimonios de Dios sean su delicia, deben ser aconsejados por ellos.
Que el Señor nos dirija para ejercer arrepentimiento del pecado y la fe en
Cristo.
Vv. 25—32. Mientras las almas de los hijos de este mundo se aferran a la
tierra como porción de ellos, los hijos de luz se sienten muy cargados por los
vestigios de afectos carnales de su corazón. Indecible consuelo para un alma
bondadosa es pensar con cuánta ternura son recibidas sus quejas por el
Dios de la gracia. Podemos hablar mejor de las maravillas del amor redentor
cuando entendemos el camino de los mandamientos de Dios y andamos en
ese camino. —El penitente se deshace de ansiedad por el pecado: hasta el
espíritu paciente puede deshacerse sintiendo la aflicción, entonces es
importante que derrame su alma ante Dios. —El camino de la mentira
representa todos los caminos falsos por los cuales los hombres se engañan
a sí mismos, y a los demás, o son engañados por Satanás y sus
instrumentos. Quienes conocen y aman la ley del Señor, desean conocerla
más y amarla mejor. —El camino de la verdadera santidad es el camino de la
verdad; el único camino verdadero a la felicidad: siempre debemos tener
presente consideración por ello. Los que se adhieren a la palabra de Dios
pueden, en fe, esperar y orar por la aceptación de Dios. Señor, nunca me
dejes hacer lo que me avergonzará y no rechaces mis servicios. —Los que
van al cielo todavía deben seguir adelante. Dios, por su Espíritu, ensancha el
corazón de su pueblo cuando les da sabiduría. El creyente ora rogando ser
librado del pecado.
Vv. 33—40. Enséñame tus estatutos, no las solas palabras, sino la
manera de aplicármelas. Dios, por su Espíritu, da entendimiento recto. Pero
el Espíritu de revelación de la palabra no bastará si no tenemos el Espíritu de
sabiduría en el corazón. —Dios pone su Espíritu dentro de nosotros haciendo
que andemos en sus estatutos. —El pecado contra el cual aquí se ora es la
codicia. Los que quieren que el amor de Dios se arraigue en ellos, deben
desarraigar el amor del mundo, porque la amistad del mundo es enemistad
para con Dios. —Vivifícame en tu camino; para redimir el tiempo y hacer todo
deber con espíritu vivo. Contemplar la vanidad nos mortifica y demora
nuestro ritmo; el viajero no debe pararse a mirar todo objeto que se le
presente a la vista. —Las promesas de la palabra de Dios se relacionan
mucho con la preservación del creyente verdadero. —Cuando Satanás ha
llevado a un hijo de Dios a compromisos con el mundo, le reprochará las
caídas a las que él mismo lo ha conducido. La victoria debe provenir de la
cruz de Cristo. Cuando disfrutemos la dulzura de los preceptos de Dios hará
que anhelemos conocerlos más. Y donde Dios ha producido el querer,
producirá el hacer.
Vv. 41—48. Señor, por fe tengo a la vista tus misericordias; déjame
prevalecer orando para obtenerlas. Y cuando sea completada la salvación de
los santos, se manifestará claramente que no era en vano confiar en la
palabra de Dios. —Tenemos que orar rogando que nunca nos asustemos o
nos avergoncemos de reconocer las verdades y los caminos de Dios ante los
hombres. Y el salmista resuelve obedecer la ley de Dios en un curso
constante de obediencia sin descarriarse. —El servicio al pecado es
esclavitud; el servicio a Dios es libertad. No hay felicidad completa o libertad
perfecta, sino en obedecer la ley de Dios. Nunca debemos asustarnos ni
avergonzarnos de reonocer nuestra religión. —Mientras más deleite
tengamos al servicio de Dios, vamos más cerca de la perfección. No sólo
asintamos a su ley por ser buena; complázcamonos en ella por buena para
nosotros. Déjame emplear toda la fuerza que tengo para cumplirla. Algo de
esta mente de Cristo hay en todo discípulo verdadero.
Vv. 49—56. Quienes hacen su porción de las promesas de Dios, pueden
hacerlas su oración con humilde osadía. El que obra la fe en nosotros por su
Espíritu, obrará por nosotros. —La palabra de Dios habla consuelo en la
aflicción. Si nos hace santos por gracia, hay suficiente en ella para darnos
bienestar en todas las circunstancias. Estemos seguros de tener la ley divina
por lo que creemos, y entonces, no dejemos que los burladores prevalezcan
sobre nosotros para que la dejemos. —Los juicios antiguos de Dios nos
consuelan y nos exhortan, porque Él sigue siendo el mismo. —El pecado es
horrible a ojos de todos los que son santificados. —Antes que pase mucho
tiempo el creyente se ausentará del cuerpo y estará presente con el Señor.
Mientras tanto, los estatutos del Señor dan tema para agradecida alabanza.
En la temporada de la aflicción y en las horas silenciosas de la noche, él
recuerda el nombre del Señor y es estimulado a obedecer la ley. —Todos los
que han hecho de la religión lo primero, admitirán que, por ella, han sido
ganadores en forma indecible.
Vv. 57—64. Los creyentes verdaderos toman al Señor como porción de su
herencia y nada menos les satisface. El salmista ora con todo su corazón
sabiendo cómo valorar la bendición por la cual ora: él desea la misericordia
prometida y depende de la promesa para recibirla. —Él se salió de su
descarrío y regresó a los testimonios de Dios. Dios no tardó. Corresponde a
los pecadores apresurarse a escapar y el creyente será igualmente
presuroso para glorificar a Dios. —Ninguna preocupación o tristeza debe
quitarnos de la mente la palabra de Dios u obstaculizar el consuelo que da.
—No hay situación en la tierra en que el creyente no tenga motivos para
estar agradecido. Sintámonos avergonzados de que haya quienes están más
dispuestos a dejar de dormir para pasarse el tiempo en placeres
pecaminosos, más que nosotros para alabar a Dios. Y debemos orar con
más fervor que nuestros corazones sean llenos de su misericordia, gracia y
paz.
Vv. 65—72. Como quiera que Dios nos haya tratado, nos ha tratado mejor
de lo que merecemos; y todo con amor y por nuestro bien. —Muchos tienen
conocimiento, pero poco juicio; quienes poseen ambos están fortalecidos
contra los lazos de Satanás y están equipados para el servicio de Dios. —
Somos muy dados a desviarnos de Dios cuando estamos cómodos en el
mundo. Debemos dejar nuestras preocupaciones a disposición de Dios,
viendo que no sabemos lo que es bueno para nosotros. —Señor, tú eres
nuestro generoso Benefactor; inclina nuestros corazones a la fe y a la
obediencia. El salmista seguirá, constante y resuelto en su deber. El
orgulloso está lleno del mundo, y de su riqueza y sus placeres; estos lo
hacen insensato, seguro y estúpido. —Dios visita a su pueblo con aflicción,
para que aprendan sus estatutos. —No solamente son deseables y
provechosas las promesas de Dios, sino también su ley, sus preceptos,
aunque duros para los impíos, porque nos guían con seguridad y deleite a la
vida eterna.
Vv. 73—80. Dios nos hizo para servirle y gozar de Él; pero por el pecado
nos hicimos ineptos para servirle y gozar de Él. Por tanto, tenemos que
buscarlo continuamente por su Espíritu Santo, para que nos dé
entendimiento. —Los consuelos que algunos tienen en Dios deben ser
motivo de gozo para los demás. Sin embargo, es fácil reconocer que los
juicios de Dios son justos, hasta que nos llega el turno. —Todo apoyo,
cuando estamos sometidos a la aflicción, debe proceder de la misericordia y
la compasión. Las misericordias de Dios son misericordias tiernas, como las
misericordias de un padre, o la compasión de una madre por su hijo. Ellas
nos alcanzan cuando no somos capaces de ir a ellas. —El reproche
infundado no hiere y no debe conmovernos. El salmista pudo ir en el camino
de su deber y hallar consuelo en él. —Valora la buena voluntad de los
santos, y está deseoso de mantener su comunión con ellos. —La salud del
corazón significa sinceridad en la dependencia de Dios y dedicación a él.
Vv. 81—88. El salmista buscó liberación de sus pecados, sus enemigos y
sus temores. La esperanza diferida lo debilitó; sus ojos fallaron mirando su
esperada salvación. No obstante, cuando fallan los ojos, no debe fallar la fe.
Su aflicción era grande. Iba a llegar a ser como odre de cuero que, si se
cuelga al humo, se seca y se arruga. —Siempre debemos considerar los
estatutos de Dios. Los días del lamento del creyente terminarán; no son sino
un momento comparados con la dicha eterna. Sus enemigos recurrieron a la
astucia, y a la fuerza para destruirlo, despreciando la ley de Dios. —Los
mandamientos de Dios son guías verdaderas y fieles en la senda de la paz y
la seguridad. Podemos esperar mejor ayuda de Dios cuando, al igual que
nuestro Maestro, hacemos el bien y sufrimos por ello. Los impíos casi
pueden consumir al creyente en la tierra, pero éste dejará todo antes que
abandonar la palabra del Señor. —Debemos depender de la gracia de Dios
para tener fuerza para hacer toda buena obra. La señal más segura de la
buena voluntad de Dios para con nosotros es su buena obra en nosotros.
Vv. 89—96. La estabilidad de la palabra de Dios en el cielo contrasta con
los cambios y revoluciones de la tierra. Y los compromisos del pacto de Dios
están más firmemente establecidos que la tierra misma. —Todas las criaturas
responden a las finalidades de su creación: ¿el hombre, el único dotado de
razón, será sólo una carga nada provechosa de la tierra? —Podemos hacer
de la Biblia una compañía agradable en cualquier momento. Pero la palabra
sin la gracia de Dios no nos vivificará. Véase la mejor ayuda para los malos
recuerdos, a saber, los buenos afectos; y aunque se pierdan las palabras
exactas, si permanece el significado, todo está bien. —Yo soy tuyo, no de mí,
no del mundo; sálvame del pecado, sálvame de la ruina. El Señor guardará
en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera. —Es mala
perfección aquella de la cual se ve fin. Tales son todas las cosas de este
mundo, las cosas que pasan por ser perfectas. La gloria del hombre no es
sino como la flor de la hierba. El salmista ha visto la plenitud de la palabra de
Dios y su suficiencia. La palabra de Dios llega a todos los casos, en todos los
tiempos. Nos sacará toda confianza en el hombre o en nuestra propia
sabiduría, fuerza y justicia. De ese modo procuraremos el consuelo y la
felicidad de Cristo solo.
Vv. 97—104. Nos gusta pensar en lo que amamos. Toda sabiduría
verdadera es de Dios. El hombre bueno lleva consigo su Biblia, si no en sus
manos, de todos modos en su cabeza y en su corazón. —Por meditar los
testimonios de Dios entendemos más que nuestros profesores, cuando
entendemos nuestros propios corazones. La palabra escrita es una guía más
segura al cielo que todos los padres, los profesores y ancianos de la Iglesia.
—No podemos atender a Dios en los deberes santos, con algún consuelo o
franqueza, mientras somos culpables o estamos en cualquier desvío. —Fue
la gracia divina de su corazón lo que capacitó al salmista para recibir estas
instrucciones. —El alma tiene sus gustos, como el cuerpo. Nuestro deleite
por la palabra de Dios será más grande cuando menos sea el deleite por el
mundo y la carne. —El camino del pecado es camino malo; y mientras más
entendimiento obtengamos de los preceptos de Dios, más arraigado será
nuestro odio del pecado; y más preparados estamos en las Escrituras, mejor
equipados estamos para responder a la tentación.
Vv. 105—112. La palabra de Dios nos dirige en nuestra obra y camino, y
el mundo sería indudablemente un lugar tenebroso sin ella. El mandamiento
es lámpara que se mantiene encendida con el aceite del Espíritu, como luz
que nos dirige al elegir nuestro camino y los pasos que damos en ese
camino. —Aquí se alude a la obediencia a los mandamientos de Dios por
parte del pecador sometido a una dispensación de misericordia, la
obediencia del creyente partícipe del pacto de gracia. —El salmista es
frecuentemente afligido pero con el anhelo de llegar a ser más santo;
diariamente eleva oraciones pidiendo gracia vivificante. Nada podemos
ofrecer a Dios que Él acepte, sino lo que a Él le plazca enseñarnos a hacer.
—Tener nuestra alma o vida continuamente en nuestras manos presupone el
peligro constante de la vida; sin embargo, él no olvidaba las promesas ni los
preceptos de Dios. —Innumerables son las trampas puestas por los impíos; y
dichoso es el siervo de Dios a quien ellos no han hecho errar de los
preceptos de su Señor. —Los tesoros celestiales son herencia eterna; todos
los santos los aceptan como tales, por tanto pueden contentarse con poco de
este mundo. —Debemos buscar consuelo sólo en el camino del deber y ese
deber debe cumplirse. Por gracia de Dios el hombre bueno pone su corazón
en su obra que, entonces, se cumple bien.
Vv. 113—120. Aquí hay estremecimiento por la aparición del pecado, y de
sus primeros comienzos. Mientras más amemos la ley de Dios, más alertas
estaremos, no sea que los pensamientos vanos nos arrastren lejos de lo que
amamos. —Si queremos progresar en la obediencia de los mandamientos de
Dios, debemos separarnos de los malhechores. —El creyente no puede vivir
sin la gracia de Dios, pero sostenido por su mano, será mantenida su vida
espiritual. Nuestra santa seguridad se funda en el apoyo divino. Todo
alejamiento de los estatutos de Dios es un error, y resultará fatal. —La
astucia de ellos es falsedad. Viene el día en que los impíos serán arrojados
al fuego eterno, el lugar apropiado para la escoria. Véase lo que resulta del
pecado. Ciertamente debemos temer los que reducimos mucho los afectos
devotos, no sea que quedándonos aún la promesa de entrar al reposo
celestial, alguno de nosotros no lo alcance, Hebreos iv, 1.
Vv. 121—128. Bienaventurado el hombre que, actuando basado en los
principios del evangelio, hace justicia a todos los que lo rodean. —Cristo
nuestra Seguridad, habiendo pagado nuestra deuda y rescate, asegura todas
las bendiciones de la salvación para cada creyente verdadero. —El salmista
espera la palabra de la justicia de Dios y ninguna otra salvación más que la
asegurada por esa palabra, la cual no puede caer al suelo. —No merecemos
el favor de Dios; estamos muy bien cuando nos arrojamos a la misericordia
de Dios y nos referimos a ella. Si cualquier hombre resuelve hacer la
voluntad de Dios como siervo suyo, le serán dados a conocer sus
testimonios. —Debemos hacer lo que podamos por el sostenimiento de la
religión, y después de todo, debemos rogar a Dios que tome la obra en sus
manos. —Hipocresía es decir que amamos los mandamientos de Dios
mucho más que al oro fino, si no valoramos la causa de la religión verdadera
más que nuestros intereses mundanos. —El camino del pecado es un
camino falso, siendo directamente contrario a los preceptos de Dios, que son
correctos: quienes aman y estiman la ley de Dios, odian el pecado y no se
reconciliarán con éste.
Vv. 129—136. Las maravillas del amor redentor fijarán al corazón en su
adoración. —Las Escrituras nos muestran lo que éramos, lo que somos y lo
que seremos. Nos muestran la misericordia y la justicia del Señor, los goces
del cielo y los dolores del infierno. De esta manera, en pocos días, dan al
simple un entendimiento de estos asuntos que los filósofos han buscado en
vano durante siglos. —El creyente, agobiado con las preocupaciones de la
vida y sus conflictos con el pecado, suspira por los consuelos que le
transmite la palabra sagrada. Y cada uno debe orar: Mírame y sé
misericordioso conmigo, como solías hacerlo con quienes aman tu nombre.
—Debemos implorar que el Espíritu Santo ordene nuestros pasos. El dominio
del pecado debe temerse y todos deben orar en contra de él. La opresión de
parte de los hombres suele ser más de lo que pueden soportar la carne y la
sangre; y Aquel que conoce nuestro ser no rehusará quitarla como respuesta
a las oraciones de su pueblo. —Cualquiera haya sido la oscuridad de los
creyentes veterotestamentarios en cuanto a la fe, su confianza ante el trono
de la gracia puede explicarse sólo porque mediante los sacrificios y el
servicio de su ley habían visto los privilegios del evangelio más claramente
de lo que generalmente se imagina. Id al mismo lugar, invocad el nombre y
los méritos de Jesús, y no rogaréis, no podéis rogar en vano. —
Comúnmente, donde hay un corazón de gracia, hay un ojo que llora. Acepta,
oh Señor, las lágrimas que derramó nuestro bendito Redentor en los días de
su carne por nosotros, que debemos llorar por nuestros hermanos o por
nosotros mismos.
Vv. 137—144. Dios nunca hizo, y nunca puede hacer, mal a nadie. Las
promesas son fielmente cumplidas por el que las hizo. —El celo contra el
pecado debe constreñirnos a hacer lo que podamos en su contra; por lo
menos, que hagamos más en la religión. Nuestro amor por la palabra de Dios
es prueba de nuestro amor por Dios, porque está diseñada para hacernos
partícipes de su santidad. —La real excelencia de los hombres siempre los
rebaja ante sus propios ojos. Cuando somos pequeños y despreciados
tenemos más necesidad de recordar los preceptos de Dios, para que los
tengamos como apoyo. —La ley de Dios es la verdad, la norma de santidad,
la regla de la felicidad, pero es sólo la obediencia de Cristo la que justifica al
creyente. —Las penas son a menudo la suerte de los santos en este valle de
lágrimas; ellos están apesadumbrados por múltiples tentaciones. Hay delicias
en la palabra de Dios que los santos disfrutan frecuente y dulcemente,
cuando están en problemas y angustias. —Esta es la vida eterna: conocer a
Dios y a Jesucristo a quien Él envió, Juan xvii, 3. Vivamos aquí la vida de la
fe y la gracia, y seamos llevados a la gloriosa vida en el más allá.
Vv. 145—152. Las súplicas de todo corazón son presentadas sólo por
quienes desean la salvación de Dios y que aman sus mandamientos.
¿Adónde irá el hijo sino a su padre? Sálvame de mis pecados, mis
corrupciones, mis tentaciones, de todos los obstáculos en mi camino, para
que yo pueda guardar tus testimonios. —Los cristianos que disfrutan de
salud no deben tolerar que las primeras horas de la mañana se vayan sin
sacarles el mejor provecho. La esperanza en la palabra de Dios nos da
ánimos para continuar orando. Mejor es quitarle tiempo al sueño que no
hallar tiempo para orar. Tenemos acceso a Dios a toda hora y si nuestros
primeros pensamientos de la mañana son de Dios: nos ayudarán a
mantenernos en su temor durante todo el día. —Hazme vivaz y alegre. Dios
sabe lo que necesitamos y lo que es bueno para nosotros y nos vivificará. —
Si estamos ocupados en el servicio de Dios, no tenemos que temer a los que
tratan de colocarse tan lejos como puedan del alcance de las condenas y
mandamientos de su ley. —Cuando el problema está cerca, Dios está cerca.
Nunca Él está lejos para buscarlo. Todos sus mandamientos son verdad. Y
las promesas de Dios se cumplirán. Todos los que han confiado en Dios
hallarán que Él es fiel.
Vv. 153—160. Mientras más nos aferremos a la palabra de Dios, como
nuestra regla y nuestro apoyo, más seguridad tenemos de liberación. —
Cristo es el Abogado de su pueblo, su Redentor. Los que fueron vivificados
por su Espíritu y su gracia, cuando estaban muertos en sus delitos y
pecados, necesitan frecuentemente que la obra de gracia sea revivida en
ellos, conforme a la palabra de la promesa. —El impío no sólo no cumple los
estatutos de Dios; ni siquiera los buscan. Se halagan a sí mismos con que
van al cielo, pero mientras más tiempo persistan en el pecado, más se aleja
de ellos el cielo. —Las misericordias de Dios son tiernas; son fuente que
nunca puede ser agotada. El salmista ruega la gracia vivificante de Dios que
revive. El hombre constante en el camino de su deber no tiene que temer a
nadie, aunque tenga muchos enemigos. —Los que en verdad odian el
pecado, lo odian como pecado, como transgresión de la ley de Dios y
quebrantamiento de su palabra. —Nuestra obediencia complace a Dios, y a
nosotros, únicamente cuando proviene de un principio de amor. —Todos los
que reciben, en toda edad, la palabra de Dios con fe y amor, encuentran que
es fiel todo lo que dice en ella.
Vv. 161—168. Aquellos cuyos corazones reverencian, sobrecogidos, la
palabra de Dios, prefieren soportar la ira del hombre, antes que quebrantar la
ley de Dios. Por la palabra de Dios somos ganadores indecibles. —Todo
hombre odia que le mientan, pero debemos odiar más el decir mentiras; por
estas afrentamos a Dios. Mientras más veamos la belleza de la verdad, más
veremos la odiosa deformación de la mentira. —Tenemos que alabar a Dios
aun por las aflicciones, porque por medio de la gracia, obtenemos el bien de
ellas. —Quienes aman al mundo son muy confundidos, porque éste no
responde a lo que ellos esperan; quienes aman la palabra de Dios, tienen
gran paz, porque supera lo que ellos esperan. Aquellos en quienes reina este
santo amor, no serán confundidos por escrúpulos innecesarios, ni se
ofenderán con sus hermanos. —Una buena esperanza de salvación
compromete el corazón para ejecutar los mandamientos. Y nuestro amor por
la palabra de Dios debe someter nuestra lujuria y desarraigar nuestros
afectos carnales; debemos hacer de ellos un trabajo de corazón o no
hacemos nada de ello. —Debemos guardar los mandamientos de Dios
obedeciéndolos, y sus promesas confiando en ellas. El ojo de Dios está
sobre nosotros en todo momento; esto debe hacernos muy cuidadosos en la
obediencia a sus mandamientos.
Vv. 169—176. El salmista desea gracia y fuerza para elevar sus
oraciones, y que el Señor las recibiera y notara. —Deseaba saber más de
Dios en Cristo; saber más de las doctrinas de la palabra, y los deberes de la
religión. —Tenía un profundo sentido de indignidad y un santo temor de que
su oración no llegara ante Dios: Señor, por lo que yo oro es por lo que tú has
prometido. —Nada hemos aprendido a propósito, si no hemos aprendido a
alabar a Dios. Siempre debemos hacer que la palabra de Dios sea la regla
de nuestro discurso, para que nunca la transgredamos con habla
pecaminosa o silencio culpable. —Sus propias manos son insuficientes y la
criatura tampoco puede prestarle ayuda alguna a él; por tanto, la criatura
mira a Dios, para que la mano que la hizo le ayude. Hizo de la religión su
opción deliberada. —Hay una salvación eterna que todos los santos anhelan,
y por tanto, oran que Dios les ayude en su camino a ella. Que tus juicios me
ayuden; que todas las ordenanzas y todas las providencias (ambas son
juicios de Dios) me ayuden a crecer en la glorificación de Dios; que me
ayuden para esa obra. —A menudo mira atrás, con vergüenza y gratitud a su
patrimonio perdido. Aún ora por el tierno cuidado de Aquel que compró a su
rebaño con su propia sangre, para que él pueda recibir de Aquel la dádiva de
la vida eterna. Búscame, esto es: Encuéntrame, porque Dios nunca busca en
vano. Vuélveme y seré vuelto.
Que este salmo sea un criterio por el cual juzguemos nuestros corazones
y nuestras vidas. ¿Se apropian nuestros corazones, limpiados en la sangre
de Cristo, de esas oraciones, resoluciones y confesiones? ¿La palabra de
Dios es la norma de nuestra fe y la ley de nuestra costumbre? ¿La usamos
como argumentos para con Cristo por lo que necesitamos? Bienaventurados
los que viven en tales ejercicios deleitosos.
SALMO CXX
Versículos 1—4. El salmista ora que Dios lo libre de la lengua falsa y
maliciosa. 5—7. Se queja del prójimo impío.
Vv. 1—4. El salmista fue llevado a gran angustia por una lengua engañosa.
Que todo hombre bueno sea librado de los labios mentirosos. Ellos forjaron
acusaciones falsas contra él. En su angustia buscó a Dios en oración
ferviente. Dios puede frenar sus lenguas. Obtuvo una respuesta de gracia a
esta oración. —Ciertamente los pecadores no debieran actuar como actúan,
si supieran y fueran convencidos que pensaran lo que será al final de esto.
Los terrores del Señor son sus flechas; y su ira es comparada con las ascuas
encendidas del enebro, que tienen un calor feroz y mantienen por mucho
tiempo el fuego. Esta es la porción de la lengua falsa; porque todo el que
ama y hace mentiras, tendrá su porción en el lago que hierve eternamente.
Vv. 5—7. Muy penoso es para el hombre bueno ser arrojado y mantenido
en compañía de impíos, de los cuales espera estar separado para siempre.
Véase aquí el carácter del hombre bueno; prefiere vivir pacíficamente con
todos los hombres. Y sigamos a David en cuanto figura de Cristo; en nuestra
angustia clamemos al Señor y Él nos oirá. Vayamos en pos de la paz y la
santidad luchando por vencer con el bien el mal.
SALMO CXXI
La seguridad de los santos.
No debemos confiar en los hombres ni en los medios, instrumentos ni causas
secundarias. ¿Dependeré de la fuerza de los montes? ¿De los príncipes y
grandes hombres? No; mi confianza está únicamente en Dios. O debemos
levantar los ojos por encima de los montes; debemos mirar al Dios que hace
que todas las cosas terrenales sean lo que son para nosotros. Debemos ver
toda nuestro socorro en Dios; de Él debemos esperarlo en su propio tiempo y
manera. —Este salmo nos enseña a consolarnos en el Señor cuando las
dificultades y los peligros son más grandes. Sabiduría omnipotente es la que
planifica y fuerza omnipotente es la que obra la seguridad de quienes se
ponen bajo la protección de Dios. Él es Cuidador despierto y vigilante; nunca
se agota; no sólo no se duerme; ni siquiera se adormece. Bajo esta sombra
podemos sentarnos deleitados y seguros. Él siempre está cerca de su pueblo
para su protección y renovación. —La diestra es la mano que trabaja; que se
vuelvan a su deber y hallarán a Dios preparado para prosperarlos. Él cuida
que su pueblo no caiga. Tú no serás herido por ataques directos, ni por los
intentos secretos de tus enemigos. El Señor impedirá el mal que temes y
santificará, eliminará o iluminará el mal que sentiste. Él preservará el alma
para que no sea contaminada por el pecado ni perturbada por la aflicción; la
preservará de perecer eternamente. Te sostendrá en la vida y en la muerte;
saliendo a tu trabajo en la mañana de tu vida, y al regresar a tu casa, a tu
reposo cuando el crepúsculo de la vejez te llame a entrar. Es una protección
vitalicia. El Espíritu que es el Preservador y Consolador de ellos, habitará
para siempre con ellos. Que seamos hallados en nuestra obra, seguros de
que las bendiciones prometidas en este Salmo son nuestras.
SALMO CXXII
Versículos 1—5. Estima por Jerusalén. 6—9. Preocupación por su bienestar.
Vv. 1—5. El placer y el provecho de los medios de gracia deben hacernos
despreciar los problemas y la fatiga al dirigirnos a ellos; y debemos
vivificarnos unos a otros en lo que es bueno. Debemos desear que nuestros
amigos cristianos, cuando tienen alguna buena obra entre manos, nos llamen
y nos lleven con ellos. ¡Con cuánta disposición debiéramos pensar en la
Jerusalén celestial! ¡Con cuánta alegría debiéramos llevar la cruz y acoger
bien a la muerte, esperando una corona de gloria! —Jerusalén es llamada la
ciudad hermosa. Es un tipo de la iglesia del evangelio que está condensada
en amor santo y comunión cristiana, de modo que toda es como una ciudad.
Si todos los discípulos de Cristo fueran unánimes y mantuvieran la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz, sus enemigos serían privados de sus
principales ventajas contra ellos. Pero la máxima de Satanás siempre ha sido
dividir para vencer; y pocos cristianos se dan cuenta de sus designios.
Vv. 6—9. Los que nada pueden hacer por la paz de Jerusalén pueden
orar por ella. Miremos a todos los que buscan la gloria del Redentor, como
nuestros hermanos y compañeros de viaje, sin tomar en cuenta las
diferencias que no afectan nuestro bienestar eterno. Bendito Espíritu de paz
y amor, que habitas en el alma del santo Jesús, desciende a su iglesia y llena
a quienes la componen con su carácter celestial; haz que cese la amarga
contención y haz que seamos todos de un solo ánimo. —El amor de los
hermanos y el amor de Dios debieran estimularnos a tratar de ser como el
Señor Jesús, en oración ferviente y labor infatigable por la salvación de los
hombres y para la gloria divina.
SALMO CXXIII
Confianza en Dios cuando estamos sujetos al desprecio.
Nuestro Señor Jesús nos ha enseñado a mirar a Dios en oración como
nuestro Padre celestial. En toda oración el hombre bueno eleva su alma a
Dios; especialmente cuando está con problemas. Deseamos misericordia de
Él; esperamos que nos muestre misericordia y continuaremos esperando en
Él hasta que venga. —Los ojos del siervo están fijos en la mano directora de
su amo, esperando que Él le asigne su trabajo. Y también en la mano que
suple. Los siervos miran a su señor o a su ama para recibir su porción de
carne en el momento debido. Debemos mirar a Dios por el pan diario, por la
gracia suficiente; de Él debemos recibirla agradecidos. ¿Adónde podemos
recurrir por socorro sino a nuestro Señor? Debemos recurrir a su mano
protectora. Si el siervo es herido e injuriado en su trabajo, ¿quién debe
solucionarlo sino su amo? Debemos recurrir a su mano correctora. ¿Adónde
se volverán los pecadores sino al que los golpea? Ellos se humillan bajo la
poderosa mano de Dios. Debemos recurrir a su mano que recompensa. Los
hipócritas miran a la mano del mundo, de la cual tienen su recompensa, pero
los cristianos verdaderos miran a Dios como su Señor y galardonador. —El
pueblo de Dios halla poca misericordia en los hombres, pero el consuelo de
ellos es que hay misericordia junto al Señor. La burla y el desprecio han sido,
son y probablemente serán la suerte del pueblo de Dios en este mundo. Es
duro de sobrellevar, pero los siervos de Dios no deben quejarse si son
tratados como lo fue su amado Hijo. Entonces, cuando estemos prontos a
desfallecer bajo las pruebas, miremos a Jesús, y por fe y oración
arrojémonos a la misericordia de Dios.
SALMO CXXIV
Versículos 1—5. La liberación de la Iglesia. 6—8. Agradecimiento por la
liberación.
Vv. 1—5. A veces Dios tolera que los enemigos de su pueblo prevalezcan
mucho contra ellos, para que se vea mejor su poder en la liberación de ellos.
Dichoso el pueblo cuyo Dios es Jehová, el Dios absolutamente suficiente.
Además de aplicar esto a cualquier liberación en particular obrada en
nuestros días y en las épocas antiguas, debemos tener en nuestro
pensamiento la gran obra de redención hecha por Jesucristo, por la cual los
creyentes fueron rescatados de Satanás.
Vv. 6—8. Dios es el Autor de todas nuestras liberaciones, y Él debe tener
la gloria. Los enemigos ponen trampas al pueblo de Dios para llevarlos al
pecado, y problemas y retenerlos en él. A veces parecen vencer, pero
depositemos toda nuestra confianza en el Señor y no seremos confundidos.
El creyente dará toda la honra de su salvación al poder, misericordia y
verdad de Dios, y mirará atrás, maravillado y agradecido, por el camino a
través del cual el Señor lo ha guiado. Regocijémonos de que nuestro socorro
para el tiempo venidero esté en Aquel que hizo el cielo y la tierra.
SALMO CXXV
Versículos 1—3. La seguridad del justo. 4, 5. Oración por ellos.—La
destrucción del impío.
Vv. 1—3. Todos los que tienen su mente en verdadera paz son aquellos cuyo
pensamiento en Dios persevera. Serán como el monte Sion, así tan firme;
montaña apoyada por la providencia, mucho más como una montaña santa
sostenida por la promesa. No pueden ser removidos de la confianza en Dios.
Habitan para siempre en esa gracia que es la primicia de su continuación
eterna en gloria. —Consagrados a Dios, estarán a salvo de sus enemigos.
Hasta las montañas pueden volverse polvo y llegar a ser nada, y las rocas
eliminadas, pero el pacto de Dios con su pueblo no puede ser roto ni cesar
su cuidado de ellos. Sus problemas no durarán más que su fortaleza que los
sostiene por debajo de ellos. —La vara del impío puede llegar, puede caer
sobre el justo, sobre sus personas, patrimonios, libertades, familias, nombres
y sobre cualquier cosa que corresponda a la suerte de ellos; únicamente no
puede llegar a sus almas. Y aunque pueda caer sobre la suerte de ellos no
se quedará alí. El Señor hará que todo obre conjuntamente para bien de
ellos. El impío resultará ser solamente una vara correctora, no una espada
destructora; aun esta vara no permanecerá sobre ellos, no sea que
desconfíen de la promesa pensando que Dios los ha desechado.
Vv. 4, 5. Las promesas de Dios deben dar vida a nuestras oraciones. El
camino de la santidad es recto; no hay vueltas ni cambios en él. Pero los
caminos de los pecadores son retorcidos. Ellos cambian de un propósito a
otro y dan vuelta de aquí para allá para engañar; pero el desengaño y la
desgracia caerán sobre ellos. Los que se aferran a los caminos de Dios,
aunque puedan tener problema en el camino, tendrán paz al final. El ruego
del Señor por ella su favor les asegura el poder sustentador y la gracia
preservadora de su Dios. Señor, cuéntanos con ellos en el tiempo y en la
eternidad.
SALMO CXXVI
Versículos 1—3. Los retornados del cautiverio tienen que ser agradecidos. 4
—6. Los que aún están cautivos son animados.
Vv. 1—3. Bueno es observar que son para nosotros las liberaciones de Dios
a favor de la iglesia, para que nos regocijemos en ellas. ¡Y cómo debiera
valorarse la redención de la ira venidera, del poder del pecado y de Satanás!
El pecador convencido de su culpa y su peligro, recibe paz de conciencia y
poder para romper con sus pecados, cuando mira al Salvador crucificado y, a
menudo, apenas puede creer que la perspectiva que se le abre sea una
realidad.
Vv. 4—6. Los comienzos de las misericordias nos animan a orar por su
completación. Mientras estamos en este mundo habrá tema para orar,
aunque estemos bastante provistos de temas de alabanza. —Los santos
sufrientes suelen llorar; ellos comparten las calamidades de la vida humana y
corrientemente tienen una cuota mayor que los demás. Pero siembran con
lágrimas; cumplen su deber en un estado de aflicción. Llorar no debe
estorbar la siembra; debemos obtener bien de las épocas de aflicción. Y los
que siembran con lágrimas de santa tristeza, para el Espíritu, cosecharán
vida eterna del Espíritu, e indudablemente, esa será una grata cosecha.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados para siempre.
Cuando nos lamentamos por nuestros pecados, o sufrimos por amor a
Cristo, estamos sembrando con lágrimas para cosechar con gozo. Y,
acordaos que de Dios nadie se burla; pues lo que el hombre sembrare, eso
cosechará, Gálatas vi, 7–9. Aquí, oh discípulo de Jesús, contempla un
emblema de tu presente trabajo y recompensa futura; viene el día en que
cosecharás con gozo, abundante será tu cosecha y grande será tu gozo en
el Señor.
SALMO CXXVII
El valor de la bendición divina.
Siempre miremos la providencia de Dios. En todos los asuntos y negocios de
una familia, debemos depender de su bendición. —1. Para criar una familia.
Si Dios no fuera reconocido, no tenemos razón para esperar su bendición; y
los planes mejor hechos fracasan a menos que Él los corone con éxito. —2.
Para la seguridad de la familia o de la ciudad. Si Jehová no guardare la
ciudad, en vano vela la guardia, aunque no duerman ni se adormezcan; la
maldad puede irrumpir, sin que se pueda prevenir al descubrirla
prematuramente. —3. Para enriquecer la familia. Algunos están tan ansiosos
del mundo que están continuamente llenos de afán, lo que amarga su
bienestar y hace de su vida una carga. Todo esto es para obtener dinero;
pero todo es en vano, salvo que Dios los prospere; mientras los que aman al
Señor, usando la debida diligencia en sus acciones lícitas, y echando toda su
ansiedad sobre Él, tienen el éxito necesario sin incomodades ni vejaciones.
Nuestro afán debe ser mantenernos en el amor de Dios; entonces estamos
cómodos, tengamos mucho o poco de este mundo. Pero debemos usar
diligentemente los medios apropiados. —Los hijos son dádivas de Dios, una
herencia, una recompensa y tienen que ser contados como bendiciones, no
como cargas: el que envía bocas, enviará el pan si confiamos en Él. Son un
gran apoyo y defensa para una familia. Los hijos que son jóvenes pueden ser
dirigidos rectamente a la meta, la gloria de Dios y el servicio de su
generación; pero cuando se han ido al mundo, son flechas que han salido de
la mano, es demasiado tarde para dirigirlas. Pero estas flechas en la mano
resultan, con demasiada frecuencia, ser flechas en el corazón, una pena
para los padres piadosos. No obstante, si se les educa conforme a la palabra
de Dios, generalmente resultan ser la mejor defensa en los años de la
decadencia, recordando sus obligaciones para con sus padres, y cuidándolos
en la vejez. —Todos los consuelos terrenales son inciertos, pero el Señor
consolará y bendecirá con toda seguridad a los que le sirven; y quienes
procuran la conversión de los pecadores encontrarán que sus hijos
espirituales son su gozo y corona en el día de Jesucristo.
SALMO CXXVIII
Las bendiciones de los que temen a Dios.
Sólo los que son verdaderamente santos son realmente felices. En vano
pretendemos ser de los que temen a Dios, si no tomamos conciencia de
mantenernos constantemente en sus caminos. Bendito es todo el que teme a
Dios, sea alto o bajo, rico o pobre en el mundo. Si le temes y andas en sus
caminos, te irá bien mientras vivas, mejor aún cuando mueras y será lo mejor
en la eternidad. —Por la bendición de Dios el santo tiene una forma honesta
de vivir. Aquí hay una promesa doble: tendrán algo que hacer, porque la vida
de ocio es miserable e incómoda, y tendrán salud, fuerza y poder mental
para hacerlo. No serán obligados a vivir del trabajo de otras personas. Es
misericordia y deber trabajar y comer nuestro pan en paz. Ellos y los suyos
disfrutarán lo que obtengan. Los que temen al Señor y andan en sus caminos
son las únicas personas felices, no importa su situación en la vida. —Tendrán
abundante consuelo en sus relaciones familiares. Tendrán todas las cosas
buenas que Dios ha prometido, y por las que oran. Un hombre bueno puede
tener poco consuelo al ver a los hijos de sus hijos, a menos que vea la paz
en Israel. Todo creyente verdadero se goza en la prosperidad de la Iglesia.
De aquí en adelante veremos grandes cosas, con la paz y reposo eternos
que quedan para el Israel de Dios.
SALMO CXXIX
Versículos 1—4. Gratitud por liberaciones anteriores. 5—8. Una perspectiva
creyente de la destrucción de los enemigos de Sion.
Vv. 1—4. Los enemigos del pueblo de Dios se han propuesto bárbaramente
acabar con los santos del Altísimo, pero la iglesia siempre ha sido librada por
gracia. Cristo ha edificado su iglesia sobre la roca. El Señor tiene muchas
maneras de impedir que los impíos hagan el mal que conciben contra su
iglesia. El Señor es justo al no tolerar que se destruya a Israel; ha prometido
reservarse un pueblo para sí.
Vv. 5—8. Mientras el pueblo de Dios florece como la palma cargada, o el
olivo verde y fructífero, sus enemigos se secarán como la hierba de los
tejados, que en los países orientales son planos, y lo que crece en ellos
nunca madura; así ocurre con los designios de los enemigos de Dios. —
Ningún hombre sabio orará que el Señor bendiga a estos segadores ni a los
que recogen gavillas. Y cuando recordamos cómo Jesús resucitó y reina,
cómo ha sido sostenido a su pueblo, como a la zarza ardiente que no se
consume, no temeremos.
SALMO CXXX
Versículos 1—4. La esperanza del salmista en oración. 5—8. Su paciencia
en la esperanza.
Vv. 1—4. El único alivio para el alma comprometida en el pecado es apelar
sólo a Dios. Muchas cosas se presentan como diversiones, muchas cosas se
ofrecen como remedio, pero el alma halla que sólo el Señor puede sanar.
Mientras los hombres no sean sensibles a la culpa del pecado y dejen todo
de inmediato para acudir a Dios, es inútil que tengan esperanzas de algún
alivio. El Espíritu Santo da a esas pobres almas un sentido nuevo de su
profunda necesidad, para estimularlas a rogar sinceramente, por la oración
de fe, clamando a Dios. Y cuando amen sus almas, cuando estén
interesados por la gloria del Señor, no faltarán a su deber. ¿Por qué estas
cosas son inciertas para ellos hasta ahora? ¿No es por pereza y desánimo
que se contentan con oraciones comunes y rutinarias a Dios? Entonces
levantémonos y pongámonos en acción; hay que hacerlo, y el resultado es
seguro. —Tenemos que humillarnos ante Dios, como culpables ante sus
ojos. Reconozcamos nuesta pecaminosidad; no podemos justificarnos a
nosotros mismos ni confesarnos inocentes. Nuestro consuelo inexpresable
es que haya perdón de parte de Él porque eso es lo que necesitamos.
Jesucristo es el gran Rescate; Él es siempre nuestro Abogado y, por medio
de Él, esperamos obtener perdón. En ti hay perdón, no para que se abuse de
ti, sino para que seas reverenciado. El temor de Dios suele ser considerado
como toda la adoración de Dios. El único motivo y aliento para los pecadores
es este: que hay perdón del Señor.
Vv. 5—8. Es por el Señor que espera mi alma, por los dones de su gracia,
y la obra de su poder. Debemos esperar únicamente lo que ha prometido en
su palabra. Como los que desean ver el amanecer, deseosos que la luz
venga mucho antes que el día, pero con más fervor todavía, anhela el
hombre bueno las señales del favor de Dios y las visitas de su gracia. —Que
todos los que se dedican al Señor, permanezcan en Él con alegría. Esta
redención es de todo pecado. Jesucristo salva a su pueblo de sus pecados y
del poder condenador y dominante del pecado. Hay redención abundante;
hay una plenitud del todo suficiente en el Redentor, suficiente para todos,
suficiente para cada uno; por tanto, suficiente para mí, dice el creyente. La
redención del pecado incluye la redención de todos los males, por tanto es
una redención abundante por medio de la sangre expiatoria de Jesús, que
redime a su pueblo de todos sus pecados. Todo el que espera en Dios por
misericordia y gracia, está seguro de tener paz.
SALMO CXXXI
La humildad del salmista.—Los creyentes son exhortados a confiar en Dios.
El salmista no apuntaba a nada alto ni grande, sino a estar contento en toda
condición que Dios dispusiera. Los santos humildes no pueden pensar bien
de ellos mismos, como los demás piensan de sí. El amor de Dios que reina
en el corazón someterá al amor propio. Donde hay un corazón orgulloso
corrientemente hay una mirada de soberbia. El conocimiento de Dios y de
nuestro deber es para nosotros conocimiento suficientemente elevado.
Sabiduría nuestra es no meternos en lo que no nos corresponde. —Él estaba
muy reconciliado con toda condición en que el Señor lo pusiera. Había sido
humilde como niñito en edad del destete, y tan lejos como éste de poner su
mira en las cosas elevadas; tan enteramente a disposición de Dios como el
niño está a disposición de la madre o niñera. Debemos llegar a ser como
niños, Mateo xviii, 3. Nuestros corazones desean las cosas del mundo,
claman por ellas y les tienen afecto pero, por la gracia de Dios, el alma
santificada, es destetada de esas cosas. El niño se enoja y teme mientras
está en el destete, pero en uno o dos días no se interesa más por la leche, y
puede tolerar el alimento más sólido. Así, el alma convertida se acalla
sometida a perder lo que amaba, y se desengaña de lo que esperaba, y está
tranquila pase lo que pase. Cuando nuestra condición no concuerda con
nuestro propósito, debemos revisar nuestra condición; entonces, estaremos
tranquilos con nosotros mismos y con todo lo que nos rodee; entonces,
nuestras almas son como niño destetado. De este modo, el salmista
recomienda a todo el Israel de Dios, por experiencia propia, que confíen en
Dios. Bueno es tener esperanza y esperar calladamente la salvación del
Señor en cada prueba.
SALMO CXXXII
Versículos 1—10. El cuidado de David por el arca. 11—18. Las promesas de
Dios.
Vv. 1—10. David se compromete a encontrar un lugar para el Señor, para el
arca, la señal de la presencia de Dios. Cuando se hace obra para el Señor,
bueno es atarnos a un tiempo. Bueno es fijar el trabajo para un día en la
mañana, sometidos a la Providencia, porque no sabemos qué pueda
acarrear el día. Primero y sin tardar, debemos procurar que nuestros
corazones sean hechos habitación de Dios por medio del Espíritu. —Ora que
Dios ponga su morada en la habitación que Él ha edificado; que Dios dé
gracia a los ministros del santuario para cumplir su deber. David alega que él
era el ungido del Señor, y esto lo hace como tipo de Cristo, el gran Ungido.
No tenemos méritos propios que alegar, sólo que por amor a Él, en quien hay
mérito pleno, encontremos favor. Y todo verdadero creyente en Cristo es un
ungido y ha recibido el óleo de la gracia verdadera de parte del Santo. El
pedido es que Dios no se aleje, sino oiga y responda sus peticiones por amor
de su Hijo.
Vv. 11—18. El Señor nunca se aleja de nosotros cuando invocamos el
pacto con su Profeta, Sacerdote y Rey ungido. —¡Cuán extenso es el amor
de Dios por el hombre para hablar así de su iglesia! Su deseo es habitar con
nosotros, pero ¡qué poco deseamos habitar con Él! Habitó en Sion hasta que
los pecados de Israel le hicieron entregarlo a los saqueadores. No nos
abandones, oh Dios, y no nos entregues en forma semejante, aunque somos
pecadores. —El pueblo de Dios tiene una bendición especial sobre los goces
corrientes y esa bendición pone una dulzura peculiar en ellos. El pobre de
Sion tiene razón para estar contento con poco en este mundo, porque hay
cosas mejores preparadas para ellos. Dios bendecirá abundantemente la
alimentación del hombre nuevo y satisfará al pobre de espíritu con el pan de
vida. Él da más de lo que pedimos, y cuando da salvación, dará gozo
abundante. —Dios reducirá a nada todo designio formado para destruir la
casa de David hasta que el Rey Mesías surja de ella para sentarse en el
trono de su Padre. En Él se centran todas las promesas. Sus enemigos, que
no quieren que reine sobre ellos, serán vestidos de vergüenza y confusión
perpetua en el día postrero.
SALMO CXXXIII
La excelencia del amor fraternal.
No podemos decir demasiado; bueno sería poder decir suficiente para
convencer a la gente que vivan juntos en paz. Es bueno para nosotros, por
nuestro honor y consuelo; y trae deleite constante a los que viven en unidad.
Lo placentero de esto se compara con el santo óleo de la unción. Este es el
fruto del Espíritu, la prueba de nuestra unión con Cristo, y adorna su
evangelio. —Es provechoso a la vez que placentero; trae bendiciones,
numerosas como las gotas del rocío. Refresca el corazón ardiente de
pasiones humanas, como el rocío enfría el aire y refresca la tierra.
Humedece el corazón y lo hace apto para que reciba la buena semilla de la
palabra, y la haga fructificar. —Véase aquí la prueba de la excelencia del
amor fraternal: donde los hermanos viven juntos en unidad, el Señor manda
la bendición. Dios manda la bendición; el hombre no puede sino implorar la
bendición. Los creyentes que viven en amor y paz tendrán consigo ahora al
Dios de amor y paz, y dentro de poco estarán con Él para siempre, en el
mundo de infinito amor y paz. Que todos los que aman al Señor se soporten
y perdonen unos a otros, como Dios los ha perdonado por amor de Cristo.
SALMO CXXXIV
Exhortación a bendecir el Señor.
Debemos animarnos a dar gloria a Dios, y exhortarnos a tener esperanza de
misericordia y gracia su parte. Un plan excelente es llenar todos nuestros
minutos libres con meditaciones piadosas, oraciones y alabanzas. Entonces
nunca habría una carga ni nosotros mataríamos nuestras horas con
conversaciones y diversiones vanas o con concesiones carnales. —No
tenemos que desear más para ser felices, que ser benditos del Señor.
Debemos implorar bendiciones espirituales no sólo para nosotros mismos,
sino para los demás; no sólo que el Señor me bendiga, sino que el Señor te
bendiga; así testificamos de nuestra creencia de que hay suficiente para los
demás, como para nosotros, y mostramos nuestra buena voluntad hacia el
prójimo.
SALMO CXXXV
Versículos 1—4. Dios debe ser alabado por su misericordia. 5—14. Por su
poder y juicios. 15—21. La vanidad de los ídolos.
Vv. 1—4. El tema de la alabanza son las bendiciones de la gracia que fluyen
desde el amor eterno de Dios. El nombre de Dios como Dios del pacto y
Padre en Cristo, que nos bendice con toda bendición espiritual en Él, debe
ser amado y alabado. El Señor escogió a un pueblo para sí, a fin de que ellos
sean para Él por nombre y alabanza. Si no lo alaban por este señalado favor,
serían los más indignos e ingratos de todos los pueblos.
Vv. 5—14. Dios es y siempre será el mismo para su iglesia, un Dios fiel,
lleno de gracia y que obra maravillas. Y su iglesia es y será la misma para Él,
un pueblo agradecido y que le alaba: así su nombre permanece para
siempre. Él retornará a ellos en caminos de misericordia y se deleitará en
hacerles bien.
Vv. 15—21. Estos versículos equipan a los creyentes contra la idolatría y
contra toda adoración falsa, mostrando qué clase de dioses adoran los
paganos. Y mientras más deplorable sea el estado de las naciones gentiles
que adoran ídolos, más tenemos nosotros que ser agradecidos por conocer
nuestro deber. Compadezcamos a los paganos ignorantes y engañados
pecadores, oremos por ellos, y procuremos beneficiarlos. Propongámonos
glorificar su nombre y recomendemos su verdad, no sólo con nuestros labios,
sino con vidas santas, reproduciendo el ejemplo de la bondad y verdad de
Cristo.
SALMO CXXXVI
Versículos 1—9. Dios debe ser alabado como Creador del mundo. 10—22.
Como Dios y Salvador de Israel. 23—26. Por sus bendiciones para todos.
Vv. 1—9. Olvidadizos como somos, las cosas deben sernos repetidas a
menudo. Por “misericordia” entendemos la disposición del Señor a salvar a
aquellos cuyo pecado ha vuelto miserables y viles, y toda la provisión que ha
hecho para la redención de los pecadores por Jesucristo. Los consejos de
esta misericordia han sido desde la eternidad y los efectos de ella durarán
por siempre, para todos los que estén interesados en ella. El Señor continúa
estando igualmente preparado para mostrar misericordia a todos los que la
buscan, y esta es la fuente de toda nuestra esperanza y consuelo.
Vv. 10—22. Las grandes cosas que Dios hizo por Israel cuando los sacó
de Egipto, fueron misericordias que les duraron por mucho tiempo; nuestra
redención por Cristo, tipificada por aquellas, dura por siempre. Bueno es
entrar en la historia de los favores de Dios y en cada uno observar y
reconocer, que su misericordia dura por siempre. Los puso en posesión de
una tierra buena; es figura de la misericordia de nuestro Señor Jesucristo.
Vv. 23—26. La misericordia eterna de Dios es aquí alabada por la
redención de su iglesia; en todas sus glorias y todos sus dones. Bendito sea
Dios, que nos ha provisto y dado a conocer la salvación a través de su Hijo.
Que nos conceda que conozcamos y sintamos su poder redentor, para que le
sirvamos en justicia todos nuestros días. Que Aquel que da alimento a toda
carne, alimente nuestras almas para vida eterna, y vivifique nuestros afectos
por su gracia, para que le agradezcamos y alabemos su santo nombre,
porque su misericordia dura para siempre. Remontemos todos los favores
recibidos a esta verdadera fuente y ofrezcamos alabanza continuamente.
SALMO CXXXVII
Versículos 1—4. Los judíos lamentan su cautiverio. 5—9. El afecto de ellos
por Jerusalén.
Vv. 1—4. Los enemigos habían llevado cautivos a los judíos desde su propia
patria. Para completar sus ayes los insultaban; les exigían alegría y una
canción. Esto era muy bárbaro; también profano, porque ninguna canción
serviría, sino las canciones de Sion. No hay que dar satisfacción a los
burladores. Ellos no dicen: ¿cómo cantaremos cuando estamos tan
apenados? Sino, Es la canción del Señor, por tanto, no nos atrevemos a
cantarla entre los idólatras.
Vv. 5—9. Nos gusta pensar en lo que amamos. Quienes se regocijan en
Dios hacen de Jerusalén su gozo por amor de Él. Ellos resolvieron
firmemente conservar este afecto. Cuando sufrimos, debemos recordar con
santa tristeza las misericordias abandonadas y los pecados por los cuales las
perdimos. Si los beneficios temporales alguna vez hacen que el creyente
profeso se sienta satisfecho, estando alejado de las ordenanzas de Dios, o
avergonzado de su profesión de fe, es que le ha sobrevenido la peor
calamidad. —Lejos esté de nosotros el vengarnos; se lo dejaremos al que
dijo: Mía es la venganza. Los que se alegran en las calamidades,
especialmente por las calamidades de Jerusalén, no quedarán impunes. —
No podemos orar por el éxito no prometido a la iglesia de Dios sin mirar la
ruina de sus enemigos, aunque no emitamos una oración por ella. Pero
recordemos a Aquel cuya sola gracia y salvación consumada es, que
tengamos alguna esperanza de ser llevados a casa, a la Jerusalén celestial.
SALMO CXXXVIII
Versículos 1—5. El salmista alaba a Dios por responder la oración. 6—8. El
trato de Dios para con el humilde y el orgulloso.
Vv. 1—5. Cuando podemos alabar a Dios con todo nuestro corazón no
tenemos que indisponernos para que todo el mundo sea testigo de nuestra
gratitud y gozo en Él. Los que confían en su benignidad y verdad por medio
de Jesucristo, siempre lo hallarán fiel a su palabra. Si no escatimó a su
propio Hijo, ¿no nos dará con Él generosamente todas las cosas? Si Dios
nos da fortaleza en nuestra alma para soportar las cargas, resistir las
tentaciones y cumplir los deberes de un estado de aflicción, si nos fortalece
para aferrarnos a Él por fe, y esperar con paciencia los acontecimientos,
estamos obligados a ser agradecidos.
Vv. 6—8. Aunque el Señor es alto, tiene respeto por todo pecador bajo y
abatido; pero el orgulloso e incrédulo será echado de su bendita presencia.
Los consuelos divinos tienen suficiente en sí para revivirnos, aunque
andemos en medio de problemas. Y Dios salvará a su pueblo, para que sea
revivido por el Espíritu Santo, el Dador de vida y santidad. —Si damos a Dios
la gloria por su misericordia, podemos recibir el consuelo. Esta confianza no
eliminará, antes bien reavivará la oración. Lo bueno que hay en nosotros es
Dios, que obra en nosotros así el querer como el hacer. El Señor
perfeccionará la salvación de todo creyente verdadero y nunca abandonará a
los que ha creado en Cristo Jesús para buenas obras.
SALMO CXXXIX
Versículos 1—6. Dios sabe todas las cosas. 7—16. Está presente por
doquier. 17—24. El odio del salmista por el pecado, y el deseo de ser dirigido
rectamente.
Vv. 1—6. Dios tiene un conocimiento perfecto de nosotros, y todos nuestros
pensamientos y acciones están abiertos ante Él. Más provechoso es meditar
en las verdades divinas aplicándolas a nuestros propios casos, con el
corazón elevado a Dios en oración, que con un enfoque mental de curiosidad
o de debate. Que Dios sabe todas las cosas, es omnisciente y que esté por
doquier, es omnipresente, ambas son verdades reconocidas por todos, pero
rara vez creídas correctamente por la humanidad. Dios lleva la cuenta
estricta de cada paso que damos, de cada paso bueno y cada paso malo. Él
sabe por qué regla andamos, hacia cuál finalidad nos encaminamos, con qué
compañía andamos. Cuando soy separado de toda compañía, tú sabes lo
que tengo en mi corazón. No hay palabra vana, ni palabra buena en mí sin
que sepas qué origen tuvo en mis pensamientos, y con qué intención fue
dicha. Dondequiera estemos, estamos bajo el ojo y la mano de Dios. No
podemos descubrir cómo Dios nos escudriña; no conocemos cómo somos
conocidos. Tales pensamientos debieran evitarnos el pecar.
Vv. 7—16. No podemos ver a Dios, pero Él puede vernos. El salmista no
desea irse del Señor. ¿Adónde puedo ir? En los rincones más distantes del
mundo, en el cielo o en el infierno, no puedo escapar de tu alcance. Ningún
velo puede taparnos de Dios; ni siquiera la oscuridad más densa. Ningún
disfraz puede salvar a una persona, o evitar que un hecho sea visto a la
verdadera luz por Él. Los acosos secretos del pecado son tan abiertos ante
Dios como las villanías más francas. Por otro lado, el creyente no puede ser
quitado de la presencia consoladora y sostenedora de su Amigo
Omnipotente. Si el perseguidor le quita la vida, su alma ascenderá muy
presta al cielo. La tumba no puede separar su cuerpo del amor de su
Salvador, que lo levantará como cuerpo glorioso. Ninguna circunstancia
externa puede separarlo de su Señor. Mientras esté en la senda del deber,
puede estar feliz en cualquier situación por el ejercicio de la fe, la esperanza
y la oración.
Vv. 17—24. Los consejos de Dios acerca de nosotros y de nuestro
bienestar son profundos, tanto, que no pueden ser conocidos. No podemos
pensar cuántas misericordias hemos recibido de Él. Ayudaría mantenernos
en el temor del Señor todo el día si, cuando despertamos en la mañana,
nuestros primeros pensamientos fueran de Él; ¡y cuánto admiraremos y
bendeciremos a nuestro Dios por su preciosa salvación cuando despertemos
en el mundo de la gloria! —Ciertamente no debemos usar nuestros
miembros y sentidos, tan curiosamente diseñados, como instrumentos de
injusticia para pecar. Pero nuestra alma racional e inmortal es una obra y
dádiva aun más noble de parte de Dios. Pero si no fuera por sus preciosos
pensamientos de amor para nosotros, nuestra razón y nuestra vida por
siempre resultarían ser, por nuestros pecados, la ocasión de nuestra miseria
eterna. ¡Entonces, cómo no deleitarnos en meditar en el amor de Dios en
Jesucristo hacia los pecadores, la suma de lo cual excede todo
conocimiento! —El pecado lo odian y lloran por los pecadores todos los que
temen al Señor. Pero mientras los alejamos de nosotros, debemos orar por
ellos; con Dios es posible la conversión y la salvación de ellos. —Como el
Señor nos conoce tan completamente, y nosotros somos extraños para
nosotros mismos, debemos desear y orar fervientemente ser escudriñados y
probados por su palabra y su Espíritu. Si hay un camino malo en mí, déjame
verlo; y tú desarráigalo de mí. El camino de la santidad agrada a Dios, y es
provechoso para nosotros; y terminará en la vida eterna. Es el antiguo buen
camino. Todos los santos desean mantenerse y ser guiados en este camino
para que no perderse, no salirse ni cansarse de él.
SALMO CXL
Versículos 1—7. David se anima a sí mismo en Dios. 8—13. Ora por la
destrucción de sus perseguidores, y la anuncia.
Vv. 1—7. Mientras mayor sea el peligro, más fervorosamente debemos orar
a Dios. Los que el Señor protege están todos a salvo. Si Él es por nosotros,
¿quién contra nosotros? Debemos velar y orar especialmente que el Señor
sostenga nuestro andar en sus caminos, que nuestros pasos no se deslicen.
Dios es capaz de resguardar a su pueblo del fraude secreto como del ataque
franco; y la experiencia que hemos tenido de su poder y cuidado, en peligro
de una clase, puede alentarnos a depender de Él en otros peligros.
Vv. 8—13. Los creyentes pueden orar que Dios no conceda los deseos de
los malos ni que prosperen sus malas artes. Los acusadores falsos se
acarrearán males a sí mismos, hasta las ascuas de fuego de la venganza
divina. Y ciertamente el justo morará en la presencia de Dios, y le dará
gracias por siempre. Esta es acción de gracias verdadera, una vida
agradecida: debemos hacer este uso de todas nuestras liberaciones,
debemos servir a Dios en forma más íntima y jubilosa. —Los que son justos
ante los ojos de Dios, aunque los hombres hablen mal de ellos y abusen de
ellos, siendo justificados por la justicia de Cristo, que les es imputada, y
reciben por fe, como efecto de lo cual viven sobria y rectamente, éstos dan
gracias al Señor por la justicia con la cual son hechos justos, y por toda
bendición de gracia y misericordia de vida.
SALMO CXLI
Versículos 1—4. David ora por la aceptación y asistencia de Dios. 5—10.
Que Dios comparezca para su rescate.
Vv. 1—4. Apresúrate a mí. Quienes saben valorar la presencia graciosa de
Dios, serán más fervientes en sus oraciones. Cuando las oraciones se
presentan a través del sacrificio y la intercesión del Salvador, ellos serán tan
aceptables a Dios como lo eran los sacrificios diarios y la quema de incienso.
La oración es un sacrificio espiritual, es ofrendar el alma y sus mejores
afectos. —Los hombres buenos conocen el mal de los pecados de la lengua.
Cuando los enemigos provocan, estamos en peligro de hablar
imprudentemente. Mientras vivamos en un mundo malo, y tengamos
corazones tan malos, tenemos que orar para no ser arrastrados ni
empujados a hacer nada pecaminoso. Los pecadores pretenden encontrar
exquisiteces en el pecado, pero los que consideran cuán pronto el pecado se
pone amargo, aborrecerán esas exquisiteces y rogarán a Dios que se las
saque de la vista, y por su gracia vuelva sus corazones contra ellas. Los
hombres buenos oran contra la dulzura del pecado.
Vv. 5—10. Debemos estar preparados para acoger bien la reprimenda de
nuestro Padre celestial y también el reproche de nuestros hermanos. No
quebrará mi cabeza, si sólo ayuda a romper mi corazón: debemos mostrar
que lo tomamos bien. —Los que antes desdeñaron la palabra de Dios, se
alegrarán de ella cuando estén afligidos, porque abre el oído a la instrucción.
Cuando el mundo es amargo, la palabra es dulce. Elevemos nuestra oración
a Dios. Pidámosle que nos rescate de las trampas de Satanás y de todos los
hacedores de iniquidad. —En palabras como las de este salmo, oh Señor,
rogamos que nuestras pobres oraciones establezcan en ti a nuestra única
esperanza, nuestra única dependencia. Concédenos tu gracia, para que
estemos preparados para esta tarea, estando vestidos con tu justicia y
teniendo todos los dones de tu Espíritu implantados en nuestro corazón.
SALMO CXLII
El consuelo de David al orar.
No puede haber una situación tan inquietante o peligrosa en que la fe no
reciba consuelo de Dios en oración. Somos muy dados a mostrarnos
nuestros problemas a nosotros mismos, y repasarlos, lo cual no nos hace
ningún servicio; pero mostrándoselos a Dios podemos echar las
preocupaciones sobre Aquel que tiene cuidado de nosotros y, por tanto,
recibir alivio. Tampoco debemos permitir queja alguna a nosotros mismos o a
los demás, que no podamos presentar a Dios. Cuando nuestro espíritu está
abrumado por la angustia y muy desanimado; cuando vemos las trampas
que nos tienden en todos lados, mientras andamos en su camino, podemos
reflexionar con consuelo que el Señor conoce nuestro sendero. —Quienes
sinceramente toman al Señor como su Dios, lo encuentran todo suficiente,
como su Refugio y su porción: todo lo demás es refugio de mentiras y
porción sin valor. —En esta situación, David ora fervientemente a Dios.
Podemos aplicarlo espiritualmente; las almas de los creyentes suelen ser
angustiadas por las dudas y los temores. Entonces es deber e interés de
ellos rogar a Dios que los ponga en libertad, para correr por el camino de sus
mandamientos. El Señor libró así a David de sus poderosos perseguidores, y
lo trató con generosidad. Así, al Redentor crucificado lo levantó al trono de
gloria y lo hizo Cabeza sobre todas las cosas para su iglesia. Así, el pecador
convicto clama socorro y es llevado a alabar al Señor en la compañía de su
pueblo redimido; y, así, todos los creyentes, en el largo plazo, serán librados
de este mundo malo, del pecado y la muerte, y alabarán por siempre a su
Salvador.
SALMO CXLIII
Versículos 1—6. David se queja de sus enemigos y sus angustias. 7—12.
Pide consuelo, guía y liberación.
Vv. 1—6. No tenemos justicia propia que alegar, por tanto, debemos alegar la
justicia de Dios y la palabra de la promesa que nos ha dado libremente y nos
ha hecho tener esperanza en ella. Antes de orar para que sea quitado su
problema, David ora por el perdón de su pecado, y depende de la sola
misericordia en cuanto a eso. Llora por el peso de los problemas externos en
su mente, pero mira atrás y recuerda apariciones anteriores de Dios en favor
de su pueblo afligido, y en particular, por él. Mira a su alrededor y se fija en la
obra de Dios. Mientras más consideremos el poder de Dios, menos
temeremos el rostro o la fuerza del hombre. Alza sus ojos con fervientes
deseos de Dios y de su favor. Este es el mejor rumbo que podemos tomar
cuando nuestro espíritu está abrumado. —En sus mejores acciones el
creyente no olvida que es un pecador. La meditación y la oración nos
recobrarán de nuestros malestares; entonces, el alma que se lamenta lucha
por regresar al Señor como el bebé estira sus manos a la madre indulgente,
y tiene sed de sus consolaciones, como la tierra reseca de la lluvia
refrescante.
Vv. 7—12. David ora que Dios se agrade de él, y le haga saber que así ha
sido. Presenta como argumento el infortunio terrible de su caso, si Dios se
apartara de él. Pero la noche de angustia y de desaliento terminará en una
mañana de consuelo y alabanza. Pide ser iluminado con el conocimiento de
la voluntad de Dios, y esta es la primera obra del Espíritu. El hombre bueno
no pide el camino en que sea más placentero andar, sino: Enséñame a
hacerlo. Quienes tienen al Señor como Dios, tienen su Espíritu como
Guiador; son guiados por el Espíritu. —Ruega ser vivificado para hacer la
voluntad de Dios. Pero debemos buscar especialmente la destrucción de
nuestros pecados, que son nuestros peores enemigos para que, seamos
siervos de Dios con devoción.
SALMO CXLIV
Versículos 1—8. David reconoce la gran bondad de Dios y ora pidiendo
socorro. 9—15. Ora por la prosperidad de su reino.
Vv. 1—8. Cuando los hombres se hacen eminentes en cosas en que tenían
pocas ventajas, deben ser más profundamente sensibles al hecho de que
Dios ha sido su Maestro. Dichosos aquellos a quienes el Señor da la más
noble victoria, la conquista y dominio de sus espíritus. —La oración pidiendo
más misericordia comienza, muy apropiadamente, con acción de gracias por
misericordias anteriores. Había un poder especial de Dios que inclinaba al
pueblo de Israel a someterse a David; es un tipo de llevar las almas a
someterse al Señor Jesús. —Los días del hombre son poco reales si se
considera cuántos pensamientos y preocupaciones del alma, que nunca
muere, se emplean para un pobre cuerpo moribundo. La vida del hombre es
como una sombra que pasa. En su máxima exaltación terrestre, los
creyentes recordarán cuán malos, pecadores y viles son en sí mismos; así,
serán librados de darse importancia a sí mismos, y de ser presuntuosos. El
tiempo de Dios para socorrer a su pueblo llega cuando zozobran y les faltan
todas las demás ayudas.
Vv. 9—15. Los nuevos favores piden nueva gratitud; debemos alabar a
Dios por las misericordias que esperamos por su promesa y por las que
hemos recibido por su providencia. Ser salvados de la espada que hiere, de
una enfermedad que consume, sin ser liberados del domino del pecado y de
la ira venidera, es sólo una pequeña ventaja. David expresa la prosperidad
pública que desea para su pueblo. En este mundo se añade mucho al
consuelo y la dicha de los padres cuando ven que, probablemente, a sus
hijos les irá bien. Verlos como plantas, no como malezas, no como espinas;
verlos como plantas que crecen, no marchitas ni destrozadas; ver que,
probablemente, den fruto para Dios en su día; ver que en su juventud crecen
firmes en el Espíritu. —Hay mucho que desear: que podamos ser
agradecidos a Dios, generosos con nuestros amigos y caritativos con el
pobre; de lo contrario, ¿de qué nos aprovecha tener llenos nuestros
graneros? Además, la paz ininterrumpida. La guerra acarrea abundancia de
males, sea para atacar al prójimo o para defendernos. En la medida que no
nos unamos a la adoración y servicio de Dios, cesaremos de ser un pueblo
feliz. Los súbditos del Salvador, el Hijo de David, comparten las bendiciones
de su autoridad y victoria, y son felices, porque tienen al Señor como su
Dios.
SALMO CXLV
Versículos 1—9. David exalta el poder, la bondad y la misericordia del Señor.
10—21. La gloria del reino de Dios, y su cuidado hacia aquellos que Él ama.
Vv. 1—9. Los que abundan en oración ferviente cuando están sometidos a
problemas y tentaciones, en el momento debido abundarán en alabanza de
gratitud, que es el lenguaje verdadero del gozo santo. Debemos hablar
especialmente de la prodigiosa obra redentora de Dios mientras declaramos
su grandeza. Porque ni la liberación de los israelitas ni el castigo de los
pecadores proclaman con tanta claridad la justicia de Dios como la cruz de
Cristo la exhibe a la mente iluminada. —Puede decirse verdaderamente de
nuestro Señor Jesucristo que sus palabras son palabras de bondad y gracia;
Sus obras son obras de bondad y gracia. Está lleno de compasión; de ahí
que vino al mundo a salvar pecadores. Cuando estuvo en la tierra mostró su
compasión por los cuerpos y por las almas de los hombres, sanando el uno y
haciendo sabia la otra. Tiene gran misericordia, es un Sumo Sacerdote
misericordioso por cuyo medio Dios tiene misericordia de los pecadores.
Vv. 10—21. Todas las obras de Dios le alaban. Él satisface el deseo de
toda cosa viviente, menos de los hijos irracionales de los hombres que no se
satisfacen con nada. —Él hace el bien a todos los hijos de los hombres; de
manera especial a su pueblo. Muchos hijos de Dios que han estado a punto
de caer en pecado, de caer en la desesperación, han saboreado su bondad
que les impidió la caída, o que los recuperó rápidamente por su gracia y
consolación. En cuanto a todos los que están cargados y trabajados por el
peso del pecado, si van a Cristo por fe, los aliviará, los levantará. —Está
preparado para oír y contestar las oraciones de su pueblo. Está presente en
todo lugar, pero está cerca de ellos en forma especial, como no lo está de los
demás. Está en sus corazones y ahí mora por fe y ellos viven en Él. Está
cerca de los que le invocan, para ayudarles en tiempos de necesidad. —Esta
cerca de ellos para que tengan lo que piden, y hallen lo que buscan si lo
invocan de verdad y con sinceridad. Habiendo enseñado a los hombres a
amar su nombre y sus santos caminos, Él los salvará de la destrucción de los
impíos. Entonces, amemos su nombre y andemos en sus caminos mientras
deseamos que toda carne bendiga su santo nombre por siempre jamás.
SALMO CXLVI
Versículos 1—4. Por qué no debemos confiar en los hombres. 5—10. Por
qué debemos confiar en Dios.
Vv. 1—4. Si nuestro deleite es alabar al Señor mientras vivimos, ciertamente
le alabaremos toda la eternidad. Teniendo ante nosotros esta gloriosa
perspectiva, ¡cuán bajas parecen las empresas terrenales! Hay un Hijo del
hombre en quien hay ayuda, que es también el Hijo de Dios, que no le fallará
a los que confían en Él. Pero todos los demás hijos de los hombres son
como el hombre del cual salieron que, teniendo honra, no permaneció en
ella. —Dios ha dado la tierra a los hijos de los hombres, pero hay mucha
inquietud al respecto. Sin embargo, después de poco de tiempo, ninguna
parte de la tierra será de ellos, excepto la que contiene sus cuerpos muertos.
Cuando el hombre vuelve a la tierra, en ese mismo día todos sus planes e
intenciones se desvanecen y se van: entonces, ¿en qué quedan sus
expectativas?
Vv. 5—10. El salmista nos anima a depositar la confianza en Dios.
Debemos tener esperanza en la providencia de Dios para todo lo que
necesitamos respecto de esta vida, y en la gracia de Dios para la venidera.
El Dios del cielo se hizo hombre para llegar a ser nuestra salvación. Aunque
murió en la cruz por nuestros pecados, y fue puesto en la tumba, sus
pensamientos de amor por nosotros no perecieron; se levantó de nuevo para
cumplirlos. Cuando estuvo en la tierra, sus milagros fueron ejemplo de lo que
Él sigue haciendo cada día. Otorga liberación a los cautivos atados en las
cadenas del pecado y de Satanás. Abre los ojos del entendimiento. Da el pan
de vida a los que tienen hambre de salvación; y es el Amigo constante del
pobre de espíritu, el indefenso y el desposeído. Nuestro Señor Jesús vino al
mundo a socorrer al indefenso: en Él encuentran misericordia los pobres
pecadores, que son como huérfanos; su reino continuará por siempre.
Entonces, corran a Él los pecadores y los creyentes se regocijen en Él.
Como el Señor reinará por siempre, animémonos unos a otros a alabar su
santo nombre.
SALMO CXLVIII
Versículos 1—6. Las criaturas puestas en el mundo de arriba llamadas a
alabar al Señor. 7—14. También las criaturas de este mundo abajo,
especialmente su pueblo.
Vv. 1—6. En este mundo tenebroso y pecador, poco sabemos del celestial
mundo de la luz. Pero sabemos que hay arriba de nosotros un mundo de
ángeles benditos. Siempre están alabando a Dios, por tanto el salmista
muestra su deseo de que Dios sea alabado de la mejor manera; también
nosotros mostramos que tenemos comunión con los espíritus de arriba que
siguen alabándole. —Los cielos con todo lo que contienen, declaran la gloria
de Dios. Nos llaman a que glorifiquemos junto con ellos, de palabra y de
obra, al Creador y Redentor del universo.
Vv. 7—14. Dios es alabado aun en este mundo, tenebroso y malo como
es. Las fuerzas de la naturaleza, por fuertes y tormentosas que sean, hacen
lo que Dios les manda hacer, y nada más. Quienes se rebelan contra la obra
de Dios, se demuestran más violentos que los vientos tempestuosos, pero
cumplen. Mirando la superficie de la tierra, las montañas y todas las colinas;
desde las cumbres estériles de algunos y las cimas feraces de otros,
podemos tomar tema para alabarle. Con toda seguridad las criaturas que
tienen la capacidad de razonar, deben ocuparse en alabar a Dios. Que toda
clase de personas alaben a Dios. De todo rango, alto y bajo. Demostremos
que somos sus santos alabando continuamente su nombre. Él no es sólo
nuestro Creador, sino también nuestro Redentor que nos hizo pueblo
cercano a Él. —Podemos entender a Cristo, al que Dios exaltó para ser
Príncipe y Salvador, por ‘el Cuerno de Su pueblo’ que sin duda es la defensa
y alabanza de todos sus santos, y lo será por siempre jamás. En la redención
se despliega esa gloria inexpresable que forma la fuente de todas nuestras
esperanzas y gozos. Que el Señor nos perdone y enseñe a nuestros
corazones a amarle más y alabarle mejor.
SALMO CXLIX
Versículos 1—5. Gozo para todo el pueblo de Dios. 6—9. Terror para sus
enemigos.
Vv. 1—5. Las misericordias nuevas demandan nuevos cánticos de alabanza
en la tierra y en el cielo. Y los hijos de Sion no sólo tienen que bendecir el
nombre de Dios que los hizo, sino regocijarse en Él por haberlos creado en
Cristo Jesús para buenas obras, y haberlos formado santos y hombres. El
Señor se complace en su pueblo; ellos deben regocijarse en Él. Cuando
hace que los pecadores sientan su necesidad e indignidad, el Señor los
adorna con las gracias de su Espíritu, y hace que lleven su imagen y se
regocijen en su felicidad por siempre. Que los santos empleen sus horas de
vigilia en sus lechos cantando alabanzas. Que se regocijen aun en el lecho
de muerte, seguros de que van al reposo y la gloria eterna.
Vv. 6—9. Algunos de los antiguos siervos de Dios fueron comisionados
para ejecutar venganza conforme a su palabra. No lo hicieron por venganza
personal o política terrenal, sino en obediencia al mandamiento de Dios. La
honra concebido para todos los santos de Dios, consiste en su triunfo sobre
los enemigos de la salvación. Cristo nunca concibió que su evangelio fuera
difundido a sangre y fuego, o su justicia por la ira del hombre. Pero dejemos
que las excelsas alabanzas a Dios estén en nuestra boca mientras
esgrimimos la espada de la palabra de Dios, y el escudo de la fe, en la
guerra contra el mundo, la carne y el diablo. Los santos serán más que
vencedores de los enemigos de sus almas por medio de la sangre del
Cordero y la palabra de su testimonio. Esto se completará en el juicio del
gran día. Entonces será ejecutado el juicio. —He aquí a Jesús y su iglesia
del evangelio, principalmente en su estado milenial. Él y su pueblo se
regocijan uno en el otro; por sus oraciones y esfuerzos obran con Él,
mientras Él va adelante en los carros de la salvación, conquistando
pecadores por su gracia o en los carros de la venganza, destruyendo a sus
enemigos.
SALMO CL
Un salmo de alabanza.
Aquí se nos insta a alabar a Dios. Alabar a Dios por su santuario, y por los
privilegios que disfrutamos al tenerlo entre nosotros; alabarlo por su poder y
gloria en el firmamento. Quienes alaban al Señor en el cielo, contemplan el
despliegue de su poder y gloria que nosotros no podemos concebir. Pero el
más grandioso de todos sus actos poderosos es conocido en su santuario
terrenal. La santidad y el amor de nuestro Dios se despliegan mejor en la
redención del hombre que en todas sus otras obras. Alabemos a Dios
nuestro Salvador por ello. —No tenemos que preocuparnos por saber cuáles
son los instrumentos de música mencionados. Con eso se quiere decir que al
servir a Dios no debemos escatimar costos ni dolores. Alabad a Dios con fe
firme; alabadle con santo amor y deleite; alabadle con entera confianza en
Cristo; alabadle con fe por su triunfo sobre las potestades de las tinieblas;
alabadle por el respeto universal de todos sus mandamientos; alabadle por la
sumisión jubilosa a todas sus disposiciones; alabadle por fomentar los
intereses del reino de su gracia; alabadle por la esperanza y expectativa viva
del reino de su gloria. Dado que dentro de muy poco debemos exhalar el
último aliento, mientras respiramos, alabemos al Señor; entonces
exhalaremos el último hálito con consuelo.
Todo lo que respira alabe a Jehová. Alabad a Jehová.
Tal es el final muy apto para un libro inspirado por el Espíritu de Dios,
escrito para la obra de la alabanza; un libro que ha suplido los cánticos de la
iglesia por tres mil años; un libro citado por Cristo y sus apóstoles con mayor
frecuencia que cualquier otro; libro que presenta las ideas más elevadas de
Dios y de su gobierno, libro adecuado para toda situación en la vida humana,
que manifiesta todo estado de la experiencia religiosa, y lleva marcas claras
y sencillas de su origen divino