SEGUNDA DE REYES
CAPÍTULO I
Versículos 1—8. Rebelión de Moab—Enfermedad de
Ocozías, rey de Israel. 9—18.
Elías pide
fuego del
cielo—Muerte de Ocozías.
Vv. 1—8. Cuando Ocozías se rebeló contra Jehová, Moab se rebeló contra él. El
pecado nos debilita y
empobrece. La rebelión del hombre contra
Dios suele ser castigada por la rebelión de los que le deben
sujeción. —Ocozías cayó por una ventana.
Dondequiera vayamos solo hay un paso entre nosotros y la
muerte. La casa del hombre es su castillo,
pero no lo asegura contra los juicios de Dios. A la larga, toda la
creación, que gime bajo la carga del pecado
del hombre, cederá y se hundirá bajo ese peso, como esa
ventana. Nunca está a salvo el que tenga a
Dios como su enemigo. Los que no inquieren en la palabra de
Dios para consuelo de ellos, la oirán para
terror de ellos, quiéranlo o no.
Vv. 9—18. Elías pidió fuego del cielo para consumir a los pecadores altivos y
atrevidos; no para
seguridad personal, sino para probar su
misión y revelar la ira de Dios desde el cielo contra toda impiedad e
injusticia de los hombres. Elías hizo esto
por impulso divino, pero nuestro Salvador no permite que sus
discípulos hagan lo mismo, Lucas ix, 54. La
dispensación del Espíritu y de la gracia no lo permitió de
manera alguna. Elías estaba preocupado por
la gloria de Dios, aquéllos por su propia reputación. El Señor
juzga las costumbres humanas por sus
principios y su juicio es según verdad. —El tercer capitán se humilló
y se arrojó a la misericordia de Dios y de
Elías. No hay nada que ganar contendiendo con Dios; y son sabios
los que aprenden la sumisión por el fin
fatal de la obstinación de otros. —El valor de la fe a menudo ataca
de terror el corazón del pecador más
orgulloso. Tan estupefacto está Ocozías con las palabras del profeta,
que ni él ni nadie de los suyos le opone
resistencia. ¿Quién puede dañar a los que Dios ampara? —Muchos
que piensan prosperar en el pecado, son
llamados, como Ocozías, cuando menos lo esperan. Todo nos
advierte que busquemos al Señor mientras
puede ser hallado.
CAPÍTULO II
Versículos 1—8. Elías divide el Jordán. 9—12. Elías llevado al cielo. 13—18. Eliseo manifestado como
sucesor de Elías. 19—25. Eliseo sana las aguas de Jericó—Destrucción de los que
se burlan de Eliseo.
Vv. 1—8. El Señor hizo saber a Elías que su tiempo estaba cerca. Por tanto, fue a
las diversas escuelas de
los profetas para darles sus últimas
exhortaciones y su bendición. La partida de Elías es un tipo y figura de
la ascensión de Cristo, y la apertura del
reino de los cielos a todos los creyentes. —Eliseo había seguido por
mucho tiempo a Elías y no lo iba a abandonar
ahora que esperaba la bendición de su partida. Los que
siguen a Cristo no se queden cortos
cansándose al final. —Las aguas del Jordán, antes, cedieron ante el
arca; ahora, ante el manto del profeta, como
señal de la presencia de Dios. Cuando Dios lleva al cielo a sus
fieles, la muerte es el Jordán que deben
cruzar, y encuentran un camino por donde pasar. La muerte de
Cristo dividió las aguas para que pasen los
redimidos del Señor. ¡Dónde está, oh, muerte, tu aguijón, el
daño que puedes hacer, tu terror?
Vv. 9—12. Esa plenitud de donde profetas y apóstoles obtuvieron su provisión, aún
existe como antes, y
se nos dice que pidamos grandes porciones de
ella. La asistencia diligente a Elías, particularmente en sus
últimas horas, sería el medio apropiado para
que Eliseo obtuviese mucho de su espíritu. Las consolaciones
de los santos que parten, y sus
experiencias, ayudan a dar brillo a nuestro consuelo y a fortalecer nuestras
resoluciones. —Elías es llevado al cielo en
un carro de fuego. Se puede hacer muchas preguntas sobre
esto, que no pueden ser contestadas. Baste
con lo que se nos dice, lo que su Señor lo encontró haciendo
cuando vino. Él estaba comprometido en un
serio discurso, exhortando e instruyendo a Eliseo sobre el reino
de Dios entre los hombres. Nos equivocamos
si pensamos que la preparación para el cielo se realiza
solamente por la contemplación y por actos
de devoción. —El carro y los caballos parecían como de fuego,
algo muy glorioso, no por arder sino por su
fulgor. Por la manera en que Elías y Enoc fueron sacados de
este mundo, Dios nos deja dar un vistazo a
la vida eterna sacada a la luz por el evangelio, de la gloria
reservada para los cuerpos de los santos, y
de la apertura del reino del cielo a todos los creyentes. También
fue una figura de la ascensión de Cristo. —Aunque
Elías se fue de manera triunfal al cielo, este mundo mal
se podía permitir dejarlo ir. Ciertamente
están endurecidos los corazones de los que no se sienten llamados
por Dios a llorar y hacer duelo cuando Él se
lleva a los hombres fieles y útiles. Elías fue para Israel, por sus
consejos, reproches y oraciones, mejor que
la fuerza más poderosa de carro y caballo, y detuvo los juicios
de Dios. —Cristo legó a sus discípulos su
precioso evangelio, como el manto de Elías; la prenda del poder
divino ejercido para derrumbar el imperio de
Satanás, y establecer el reino de Dios en el mundo. El mismo
evangelio permanece con nosotros aunque los
poderes milagrosos hayan sido retirados, y tiene fuerza
divina para la conversión y salvación de los
pecadores.
Vv. 13—18. Elías dejó su manto a Eliseo como señal del descenso del Espíritu sobre
él; era más que si
le hubiera dejado miles en oro y plata.
Eliseo lo tomó, no como reliquia sagrada que se debe adorar, sino
como ropaje significativo para usar. Ahora
que Elías fue llevado al cielo, Eliseo pregunta: —1. Por Dios;
cuando nuestra consolación de
criaturas ha sido quitada, tenemos un Dios al cual acudir, que vive por
siempre. —2. Por el Dios que Elías servía, honraba y al que
suplicaba. El Señor Dios de los
santos profetas
es el mismo ayer, hoy y por los siglos, pero
¿de qué nos servirá tener los mantos de aquellos que partieron,
sus lugares, sus libros, si no tenemos el
espíritu de ellos, el Dios de ellos? —Vea aquí a Eliseo dividiendo el
río; el pueblo de Dios no tiene que temer el
paso final por el Jordán de la muerte como por tierra seca. —Los
hijos de los profetas realizaron una
búsqueda innecesaria de Elías. Los hombres sabios pueden ceder, en
aras de la paz y la buena opinión de los
demás, a aquellos contra lo cual su juicio se opone, en forma tan
innecesaria como infructuosa. Atravesar
colinas y valles nunca nos conducirá a Elías, pero sí lo hará, en su
debido momento, seguir el ejemplo de su
santa fe y su celo.
Vv. 19—25. Obsérvese el milagro de sanar las aguas. Los profetas debieran mejorar
para ellos todo
lugar al cual llegan, proponiéndose endulzar
los espíritus amargos y hacer fructíferas las almas estériles, por
la palabra de Dios, que es como la sal
echada al agua por Eliseo. Eso fue un emblema adecuado del efecto
producido por la gracia de Dios en el
corazón pecador del hombre. A veces hay familias, pueblos y ciudades
enteros que tienen un nuevo aspecto por la
predicación del evangelio; la maldad y el mal han sido
cambiados por fruto de las obras de
justicia, que son, por medio de Cristo, para alabanza y gloria de Dios.
—He aquí una maldición sobre unos jóvenes de
Betel, suficiente para destruirlos; no fue una maldición sin
causa, pues ellos abusaron del carácter de
Eliseo en cuanto profeta de Dios. Se burlaron incitándole a
‘subir’ reflejando el arrebatamiento de
Elías al cielo. —El profeta actuó por impulso divino. Si el Espíritu
Santo no hubiera dirigido la solemne
maldición de Eliseo, la providencia de Dios no la hubiera seguido con
un juicio. El Señor debe ser glorificado
como Dios justo que odia el pecado y lo castigará. Los jóvenes
teman decir malas palabras, pues Dios nota
lo que dicen. Que no se burlen de nadie por defectos de mente
o cuerpo; es para su especial peligro el
burlarse de cualquiera por hacer el bien. Los padres que deseen
consuelo para sus hijos, que los eduquen
bien y hagan todo lo que puedan para quitar la necedad que está
ligada a sus corazones. ¡Cuál será la
angustia de los padres que, en el día del juicio, presencien la
condenación eterna de su progenie,
ocasionada por su propio mal ejemplo, negligencia o mala crianza!
CAPÍTULO III
Versículos 1—5. Joram, rey de Israel. 6—19. Guerra con Moab—La intercesión de Eliseo. 20—27.
Provisión de agua—Moab vencido.
Vv. 1—5. Joram recibió la advertencia del juicio de Dios y quitó la imagen de
Baal, aunque mantuvo la
adoración de los becerros. No se arrepienten
o reforman verdaderamente quienes sólo se separan de los
pecados por lo que pierden, pero siguen
amando los pecados con que creen ganar.
Vv. 6—19. El rey de Israel lamenta la angustia de ellos y el peligro en que
estaban. Él convocó a los tres
reyes, pero lo cargó a la Providencia. Así
la insensatez del hombre tuerce su camino y, luego contra Jehová
se irrita su corazón, Proverbios xix, 3. —Bueno
fue que Josafat consultara al Señor ahora, pero hubiera sido
mucho mejor si lo hubiera hecho antes de
meterse en esta guerra. A veces los hombres buenos descuidan
su deber hasta que la necesidad y la
aflicción los impele a ello. La gente mala suele andar mejor por la
amistad con los buenos y su asociación con
ellos. —Eliseo les dice, para probar la fe y obediencia de ellos,
que caven zanjas en el valle para recibir
agua. Los que esperan las bendiciones de Dios deben cavar
cisternas para que la lluvia las llene, como
en el valle de Baca y, así, hacer un estanque para ellas, Salmo
lxxxiv, 6. No tenemos que preguntar de dónde
vino el agua. Dios no está atado a causas secundarias.
Quienes sinceramente buscan el rocío de la
gracia de Dios, lo tendrán y será hechos más que vencedores.
Vv. 20—27. Es una bendición ser favorecido con la compañía de quienes tienen poder
de Dios y pueden
predominar por sus oraciones. Un reino puede
ser sostenido y prosperar como consecuencia de las
oraciones fervorosas de quienes son amados
por Dios. Demos nuestra más alta consideración a los que
son preciosos a sus ojos. —Cuando los
pecadores dicen, paz, paz, les sobreviene la destrucción: la
desesperación seguirá a su loca presunción.
Al servicio de Satanás, y por sugerencia de éste, se han hecho
obras tan horrendas que hacen que se
estremezcan los sentimientos naturales del corazón; como el rey de
Moab que sacrificó a su hijo. Bueno es no
estimular lo peor de los hombres a extremos; más bien, debemos
dejarlos al juicio de Dios.
CAPÍTULO IV
Versículos 1—7. Eliseo multiplica el aceite de la
viuda. 8—17. La sunamita tiene un hijo. 18—37. El hijo de
la sunamita es resucitado. 38—44. El milagro de sanar el potaje y de alimentar a los
hijos de los
profetas.
Vv. 1—7. Los milagros de Eliseo fueron actos de verdadera caridad: los de Cristo
así fueron; no sólo
grandes maravillas, sino grandes favores
para quienes fueron realizados. Dios magnifica su bondad con su
poder. Eliseo recibió fácilmente la queja de
una viuda pobre. Los que dejan a su familia bajo una carga
grande de deudas no saben los problemas que
causan. Deber de todos los que profesan seguir al Señor es
no tentarlo con el descuido o la
extravagancia, ni endeudarse, mientras confían en Dios para el pan diario;
pues nada tiende más a traer reproche sobre
el evangelio o a afligir más a la familia cuando ellos se han
ido. Eliseo puso a la viuda en la senda para
pagar su deuda, y mantenerse ella y su familia. Esto fue hecho
por milagro, pero para mostrar cuál es el
mejor método para ayudar a los que están afligidos, a saber,
ayudarles a mejorar lo poco que tienen con
su propia laboriosidad. —El aceite, enviado por milagro, siguió
fluyendo mientras ella tuvo vasijas vacías
en qué recibirlo. Nunca estamos estrechos en Dios o en las
riquezas de su gracia; toda nuestra
estrechez está en nosotros mismos. Lo que falla es nuestra fe, no su
promesa. Él da más de lo que pedimos: si
hubiera más vasijas hay bastante en Dios para llenarlos;
suficiente para todo, suficiente para cada
uno; y la suficiencia absoluta del Redentor sólo será detenida de
suplir las necesidades de los pecadores y de
salvar sus almas cuando nadie más acuda a Él para salvación.
—La viuda debía pagar su deuda con el dinero
que recibió por el aceite. Aunque sus acreedores fueran muy
duros con ella, debía, no obstante, pagarles
aun antes de hacer provisión para sus hijos. Una de las
principales leyes de la religión cristiana
es que paguemos toda deuda justa y demos a cada cual lo suyo,
aunque dejemos muy poquito para nosotros
mismos; y eso, no por la fuerza sino por causa de la conciencia.
Quienes tienen mente honesta no pueden comer
con placer su pan diario a menos que sea su propio pan.
Ella y sus hijos deben vivir con lo que
queda; esto es, con el dinero recibido por el aceite, con que ellos se
encaminaron hacia la obtención de una vida
honesta. No podemos ahora esperar milagros, pero podemos
esperar misericordias, si atendemos a Dios y
le buscamos. En particular, que las viudas dependan de Él. El
que tiene todos los corazones en su mano
puede, sin milagros, enviar tan efectivamente su provisión.
Vv. 8—17. El rey de Israel pensaba bien de Eliseo por sus últimos servicios; un
hombre bueno puede
complacerse tanto en servir a los demás como
en elevarse a sí mismo. Pero la sunamita no necesitaba
ningún buen oficio de esta clase. Felicidad
es habitar con nuestra propia gente, que nos aman y respetan y
a quienes podemos hacer el bien. Bueno sería
para muchos si tan sólo supieran cuándo están realmente
bien. El Señor ve el deseo secreto que es
suprimido por obediencia a su voluntad, y Él oirá las oraciones de
sus siervos por sus benefactores, enviando
misericordias no pedidas e inesperadas; tampoco debe
suponerse que las profesiones de los hombres
de Dios sean engañosas, como la de los hombres del
mundo.
Vv. 18—37. Aquí está la muerte súbita del niño. Toda la ternura de una madre no
puede mantener vivo a
un hijo de la promesa, a un hijo de oración,
uno dado con amor, pero ¡qué admirablemente guarda sus
labios la madre piadosa y prudente sometida
a esta súbita aflicción! Ni una palabra necia escapa de ella.
Ella tenía tal confianza en la bondad de
Dios que estaba lista para creer que Él restauraría lo que ahora
había quitado. ¡Oh, mujer, grande es tu fe!
Él que la trajo no la decepcionará. La madre triste pidió permiso a
su marido para ir de inmediato al profeta.
Ella no había pensado que era suficiente tener la ayuda de Eliseo
a veces en su propia familia, pero, aunque
era mujer común, asistía al culto público. —A los hombres de
Dios les hace bien pedir por el bienestar de
sus amigos y su familia. La respuesta fue: Está bien. ¡Todo bien
y, no obstante, el niño estaba muerto en
casa! ¡Sí! Todo lo que Dios hace está bien; todo está bien con
quienes se fueron, si fueron al cielo; y todo
está bien con nosotros que permanecemos atrás, si por la
aflicción avanzamos en nuestro camino hacia
allá. —Cuando se nos quita todo consuelo en las criaturas,
está bien si podemos decir, por la gracia,
que no pusimos nuestros corazones en ellas, porque si lo hicimos,
tenemos razón para temer que nos fue dado
con ira y quitado con ira. —Eliseo clamó con fe a Dios, y el hijo
amado fue restaurado vivo a su madre.
Quienes dan vida espiritual a las almas muertas, deben sentir
profundamente el caso de ellas y deben
laborar fervorosamente en oración por ellas. Aunque el ministro no
puede dar vida divina a sus congéneres
pecadores, debe usar todos los medios, con tanto celo como si
pudiera hacerlo.
Vv. 38—44. Hubo hambre de pan, pero no de oír la palabra de Dios, porque Eliseo
hizo que los hijos de
los profetas se sentaran delante suyo para
oír su sabiduría. —Eliseo hizo que la comida mala se volviera
buena y sana. Si un poco de potaje es toda
nuestra cena, acordaos que este gran profeta no tuvo mejor
para él mismo y sus invitados. La mesa suele
volverse lazo y lo que debiera ser para nuestro bienestar
resulta ser una trampa: esta es una buena
razón por la cual no debemos alimentarnos sin temor. Cuando
recibimos el sostenimiento y las
consolaciones de la vida debemos mantener la expectativa de la muerte y
el temor del pecado. Debemos reconocer la
bondad de Dios al hacer sano y alimenticia nuestra comida: Yo
soy el Señor que sana. —Eliseo también hizo
que un poco de comida fuera mucho. Habiendo recibido de
gracia, dio de gracia. Dios ha prometido a
su iglesia que bendecirá abundantemente la provisión de ella y
satisfará con pan a sus pobres, Salmo
cxxxii, 15; Él llena a quien alimenta; y lo que bendice se vuelve
mucho. La alimentación que hizo Cristo de
quienes le escuchaban fue un milagro mucho mayor que éste,
pero ambos nos enseñan que quienes esperan
en Dios en la senda del deber, pueden esperar que la
Providencia Divina les provea.
CAPÍTULO V
Versículos 1—8. La lepra de Naamán. 9—14. La cura de la lepra. 15—19. Eliseo rechaza los regalos de
Naamán. 20—27. La codicia y falsedad de Giezi.
Vv. 1—8. Aunque los sirios eran idólatras que oprimían al pueblo de Dios, aquí se
atribuye al Señor la
liberación de la cual Naamán fue el medio.
Tal es lenguaje correcto de la Escritura, mientras los que
escriben la historia corriente demuestran
claramente que Dios no está en sus pensamientos. —La grandeza
y el honor de un hombre no lo pueden poner
fuera del alcance de las calamidades más penosas de la vida
humana: hay más de un cuerpo loco y enfermo
bajo un ropaje rico y alegre. Todo hombre tiene uno que otro
pero, algo que le mancha y rebaja, una impureza
en su grandeza, un empañamiento de su gozo. —Esta
muchachita, aunque sólo una niña, pudo dar
cuenta del famoso profeta que los israelitas tenían. Se debiera
enseñar a los niños a temprana edad acerca
de las prodigiosas obras de Dios para que, dondequiera vayan,
puedan hablar de ellas. Como corresponde a
un buen siervo, ella deseaba la salud y bienestar de su amo,
aunque era una cautiva, una sierva a la
fuerza; mucho más debieran los siervos por opción procurar el bien
de su amo. Los siervos pueden ser bendición
para las familias donde están, diciendo lo que saben de la
gloria de Dios y la honra de sus profetas.
Naamán no despreció por la bajeza de ella lo que dijo. Bueno
sería si los hombres fueran tan sensibles a
la carga del pecado como lo son a las enfermedades del cuerpo.
Y cuando andan buscando las bendiciones que
el Señor envía respondiendo a las oraciones de su pueblo
fiel, ellos hallarán que nada se puede
recibir salvo que vayan como mendigos en busca de un regalo, no
como señores a exigir o a comprar.
Vv. 9—14. Eliseo sabía que Naamán era orgulloso y le haría saber que ante el gran
Dios todos los
hombres están al mismo nivel. Todos los
mandamientos de Dios enjuician a los espíritus de los hombres,
especialmente los que instruyen al pecador
sobre cómo solicitar las bendiciones de la salvación. Véase la
necedad del orgullo en Naamán; una cura no
le contentaría, a menos que fuera curado con pompa y
ostentación. Rechaza su curación a menos que
se le complazca. —La manera en que el pecador es
recibido y hecho santo, por medio de la
sangre y por el Espíritu de Cristo, por la sola fe en su Nombre, no da
el gusto ni se esfuerza como para complacer
al corazón del pecador. La sabiduría humana piensa que
puede proporcionar métodos mejores y más
sabios para la purificación. —Observe que los amos debieran
estar dispuestos a oír razones. Como
debiéramos estar sordos al consejo del impío, aunque sea dado por
nombres grandes y respetados, así debemos
tener abiertos los oídos al buen consejo, aunque sea traído
por los que están debajo de nosotros. —¿No
harías cualquier cosa tú? Cuando los pecadores enfermos se
contentan con hacer cualquier cosa,
someterse a cualquier cosa, dejar cualquier cosa, por su curación,
entonces, y no antes, hay esperanza para
ellos. Los métodos para la curación de la lepra del pecado son
tan sencillos que no tenemos excusa si no
los notamos. No es más que, cree y serás salvo; arrepiéntete y
serás perdonado; lávate y serás limpio. El
creyente pide la salvación sin descuidar, alterar ni agregar a las
instrucciones del Salvador; de este modo es
limpio de la culpa, mientras otros que las rechazan, viven y
mueren en la lepra del pecado.
Vv. 15—19. La misericordia de la cura afectó a Naamán más que el milagro. Los que
experimentan por
sí mismos el poder de la gracia divina son
los más capaces para hablar de ello. Él también se muestra
agradecido hacia el profeta Eliseo, que
rechazó toda recompensa, no porque creyera que era ilícita, porque
recibió regalos de otros, sino para mostrar
a este nuevo convertido que los siervos del Dios de Israel
consideran con santo desprecio las riquezas
del mundo. Toda la obra era de Dios y al punto que el profeta
no daba consejo cuando no tenía
instrucciones del Señor. No es bueno oponerse drásticamente a los
errores menores que acompañan las primeras
convicciones de los hombres; no podemos llevar adelante a
los hombres con mayor rapidez que el Señor
que los prepara para recibir la instrucción. En cuanto a
nosotros, si al establecer el pacto con
Dios, deseamos reservar algún pecado conocido para seguir
deleitándonos con él, esto es una ruptura de
su pacto. Quienes verdaderamente odian el mal, tomarán
conciencia de abstenerse de todas las forma
del mal.
Vv. 20—27. Naamán, sirio, cortesano, soldado, tenía muchos siervos y leemos cuán
sabios y buenos
eran. Eliseo, un santo profeta, un hombre de
Dios, no tenía sino un siervo que resulta ser un mentiroso
redomado. El amor al dinero, la raíz de todo
mal, estaba en el fondo del pecado de Giezi. Pensó imponerse
al profeta, pero pronto vio que el Espíritu
de profecía no podía ser engañado y que era vano mentir al
Espíritu Santo. Necedad es atreverse a pecar
con esperanzas de guardar el secreto. Cuando te apartas por
cualquier sendero extraviado, ¿no va contigo
tu conciencia? ¿El ojo de Dios no va contigo? El que encubre
su pecado no prosperará; particularmente la
lengua mentirosa durará sólo un instante. Todas las
esperanzas e invenciones necias de la carnal
mundanalidad están abiertas ante Dios. No es el momento de
aumentar nuestra riqueza cuando sólo podemos
hacerlo de manera que deshonran a Dios y a la fe, o
perjudican al prójimo. —Giezi fue castigado.
Si quería el dinero de Naamán, tendría la enfermedad de éste.
¿De qué le aprovechó a Giezi ganar dos
talentos, cuando con ello perdió salud, honra, paz, servicio, y si no
se arrepintió, perdió su alma para siempre?
Cuidémonos de la hipocresía y la codicia, y temamos la
maldición de la lepra espiritual que queda
en nuestra alma.
CAPÍTULO VI
Versículos 1—7. Los hijos de los profetas amplían
sus habitaciones—El hacha que flota. 8—12. Eliseo
descubre las intenciones de los
sirios. 13—23. Los sirios enviados a prender a
Eliseo. 24—33. Samaria
sitiada—Hambre—Los reyes mandan
matar a Eliseo.
Vv. 1—7. Hay algo placentero en la conversación de los siervos de Dios que hace
que quienes escuchan
olviden el dolor y el cansancio del trabajo.
Hasta los hijos de los profetas deben estar dispuestos a trabajar.
Que nadie piense que un empleo honesto es
una carga o una desgracia. El trabajo intelectual es tan pesado
y, muy a menudo, más duro que el trabajo
manual. —Tenemos que tener cuidado con lo que es prestado,
como si fuera propio, porque debemos hacer
como queremos que nos hagan. Este hombre era respetuoso
en cuanto al hacha. Para quienes tienen una
mente honesta, la más penosa aflicción de la pobreza no es
tanto su propia necesidad y desgracia como
estar incapacitados para pagar las deudas justas. Pero el
Señor cuida a su pueblo en sus pequeñas
preocupaciones. La gracia de Dios puede levantar el corazón
pesado como hierro que está hundido en el
fango de este mundo, y elevar los afectos naturalmente
terrenales.
Vv. 8—12. El rey de Israel consideró las advertencias que le dio Eliseo como
peligro de parte de los
sirios, pero no oyó las advertencias del
peligro de sus pecados. Tales advertencias son poco escuchadas
por la mayoría; quieren salvarse de la
muerte, pero no del infierno. Nada que se haga, diga o piense, de
parte de alguien en algún lugar en algún
momento está fuera del conocimiento de Dios.
Vv. 13—23. Lo que Eliseo dijo a su siervo lo dice a todos los siervos fieles de
Dios, cuando hay peleas
por fuera y temores por dentro. No tenga
miedo, con ese temor que tiene tormento y asombro; porque más
son los que están con nosotros, para
protegernos, que los que están ellos, para destruirnos. Los ojos de su
cuerpo fueron abiertos y con ellos vio el
peligro. Señor, abre los ojos de nuestra fe para ver con ellos tu
mano. Mientras más clara sea la vista que
tengamos de la soberanía y del poder del cielo, menos
temeremos los problemas de la tierra.
Satanás, el dios de este siglo, ciega los ojos de los hombres y los
engaña para su propia ruina pero, cuando
Dios ilumina sus ojos, ellos se ven en medio de sus enemigos,
cautivos de Satanás y ante el peligro del
infierno, aunque antes hayan pensado que su condición era buena.
—Cuando Eliseo tuvo a su merced a los
sirios, hizo evidente que él estaba bajo la influencia de la bondad
divina como del poder divino. Que no seamos
vencidos por el mal sino que venzamos con el bien el mal.
Los sirios vieron que no tenía sentido
tratar de atacar a un hombre tan grande y bueno.
Vv. 24—33. Aprended a valorar la abundancia y agradecedla; ved cuán despreciable es
el dinero
cuando en tiempo de hambre se abandona con
tanta facilidad, ¡por cualquier cosa que sea comestible! El
lenguaje de Joram a la mujer puede ser el
lenguaje de la desesperación. Véase cumplida la palabra de
Dios; entre las amenazas de los juicios de
Dios sobre Israel por sus pecados, este era uno, que ellos
comerían la carne de sus propios hijos,
Deuteronomio xxviii, 53–57. La verdad y la aterradora justicia de
Dios fueron demostradas en esta horrible
transacción. ¡He ahí, qué desgracias ha acarreado el pecado al
mundo! Pero la necedad del hombre tuerce su
camino y, entonces, su corazón se inquieta contra el Señor.
—El rey jura matar a Eliseo. Los hombres
malos culpan a cualquiera como causa de sus problemas más
que a sí mismos y no dejan sus pecados. Si
sirviera rasgarse las vestiduras sin tener el corazón contrito y
quebrado, si sirviera vestir de saco sin ser
renovado en el espíritu de su mente, ellos no se opondrían al
Señor. Que toda la palabra de Dios aumente
en nosotros el temor reverente y la esperanza santa, para que
podamos ser firmes y constantes, creciendo
en la obra del Señor siempre, sabiendo que nuestro trabajo en
el Señor no es en vano.
CAPÍTULO VII
Versículos 1, 2. Eliseo profetiza abundancia. 3—11. La huida del ejército sirio. 12—20. Samaria es provista
con abundancia.
Vv. 1, 2. La extrema necesidad del hombre es la oportunidad de Dios para que Su
poder sea glorioso: Su
tiempo de manifestarse a Su pueblo es cuando
la fuerza de ellos desapareció. La incredulidad es un pecado
con que los hombres deshonran y desagradan
mucho a Dios y se privan de los favores que Él designó para
ellos. Tal será la porción de aquellos que
no creen la promesa de la vida eterna; ellos la verán desde lejos
pero nunca la saborearán. Las liberaciones y
misericordias temporales no aprovecharán a los pecadores al
final a menos que sean llevados al
arrepentimiento por la bondad de Dios.
Vv. 3—11. Dios puede, cuando le place, hacer temblar al más fuerte de los
corazones y en cuanto a los
que no temerán a Dios, Él puede hacerles
temer con el temblor de una hoja de árbol. La Providencia ordenó
que llegaran los leprosos tan pronto como
los sirios hubieran huido. Sus conciencias les dijeron que la
desgracia caería sobre ellos si solamente se
cuidaban a sí mismos. La humanidad natural y el miedo al
castigo son frenos poderosos del egoísmo del
impío. Estos sentimientos tienden a preservar el orden y la
bondad en el mundo pero los que han hallado
las inescrutables riquezas de Cristo no demorarán más en
informar de la buena nueva a los demás. Por
amor a Él, no por sentimiento egoístas, ellos compartirán
alegremente sus cosas terrenales buenas con
sus hermanos.
Vv. 12—20. Aquí vemos las necesidades de Israel suplidas en una manera que pocos
imaginaron, lo
cual debiera animarnos a depender del poder
y la bondad de Dios en nuestras angustias más grandes. Se
puede confiar en la promesa de Dios con toda
seguridad pues ninguna palabra suya dejará de cumplirse. El
noble que objetó la veracidad de la palabra
de Eliseo, vio la abundancia para silenciar y avergonzar su
incredulidad y, en eso, vio su propia
insensatez pero no comió de la abundancia que vio. Precisamente así
hacen los que ven que les fallan las
promesas del mundo y piensan que las promesas de Dios los
desilusionarán. Aprenda cuán profundo es el
disgusto de Dios por la desconfianza de Su poder, providencia
y promesa: cuán incierta es la vida y sus
disfrutes; cuán ciertas son las amenazas de Dios y con cuánta
seguridad vendrán al culpable. Que Dios nos
ayude a escudriñar si estamos expuestos a Sus amenazas o
interesados en Sus promesas.
CAPÍTULO VIII
Versículos 1—6. Hambre en Israel—La sunamita obtiene
su tierra. 7—15. Eliseo es consultado por Hazael
—Muerte de Ben-hadad. 16—24. El reino malo de Joram en Judá. 25—29. El reino malo de Ocozías en
Judá.
Vv. 1—6. La bondad de la sunamita para con Eliseo fue recompensada por el cuidado
que él tuvo de ella
durante el hambre. Bueno es prever un mal y
sabio es escondernos, cuando lo prevemos, si podemos
hacerlo legalmente. Cuando se acabó el
hambre, ella volvió de la tierra de los filisteos, la cual no era lugar
apropiado para una israelita, más de lo que
fuera necesario. Hubo un tiempo en que ella estuvo tan segura
con su propio pueblo que no tuvo ocasión de
que se hablara por ella al rey; mucha es la incertidumbre de
esta vida de modo que pueden fallarnos las
cosas o personas de las que más dependemos y nos cuidan
aquellos que pensamos que nunca
necesitaríamos. A veces los sucesos, pequeños en sí mismos, resultan
importantes como aquí, pues dispusieron al
rey para que creyera el relato de Giezi, cuando así fue
confirmado. Esto lo dispuso para conceder el
pedido de ella y sostener una vida que fue dada una y otra vez
por milagro.
Vv. 7—15. Entre otros cambios de idea de los hombres debido a la aflicción, suele
haber que hace
pensar de otro modo tocante a los ministros
de Dios y enseña a valorar los consejos y oraciones de aquellos
que han odiado y despreciado. No era
intención de Hazael que Eliseo entendiera lo que entendió, sino que
Dios se lo reveló y eso trajo lágrimas a sus
ojos: mientras más previsión tienen los hombres, son más
proclives a mayor pena. Es posible que un
hombre, bajo las convicciones de pecado y frenos de la
conciencia natural, exprese gran
aborrecimiento de un pecado pero, después, se reconcilie con ello.
Aquellos que son poca cosa en el mundo no
pueden imaginar cuánta fuerza tienen las tentaciones del poder
y la prosperidad, las cuales hallarán mucho
peores de lo que sospechaban, si alguna vez llegan ahí,
encontrando cuán engañosos son sus
corazones. —El diablo destruye a los hombres diciendo que
ciertamente se recobrarán y estarán bien,
meciéndolos de ese modo para que se duerman seguros. El falso
relato de Hazael fue un insulto para el rey
que perdió el beneficio de la advertencia del profeta de
prepararse para la muerte, y un insulto para
Eliseo que sería contado como falso profeta. No es seguro que
Hazael haya asesinado a su señor o, si le
causó la muerte pudiera haber sido sin intención, pero éste fue un
demoledor y, luego, resultó ser un perseguidor
de Israel.
Vv. 16—24. Se da una idea general de la maldad de Joram. Sin duda que su padre le
había enseñado
el conocimiento verdadero del Señor pero lo
casó mal con la hija de Acab; nada bueno puede venir de la
unión con una familia idólatra.
Vv. 25—29. Los nombres no hacen naturalezas pero fue malo para la familia de
Josafat haber tomado
nombres prestados de la de Acab. La relación
de Ocozías con la familia de Acab fue la ocasión de su
maldad y de su caída. Cuando los hombres
escogen esposas por sí mismos, que recuerden que están
eligiendo madres para sus hijos. —La
providencia así lo ordenó que Ocozías fuera muerto con la casa de
Acab, cuando estuviera llena la medida de su
iniquidad. Aquellos que comparten con los pecadores en su
pecado, deben esperar participar con ellos
de sus plagas. Que todos los cambios, problemas y maldad del
mundo nos hagan más fervientes para obtener
interés en la salvación de Cristo.
CAPÍTULO IX
Versículos 1—10. Eliseo manda a ungir a Jehú. 11—15. Jehú y los capitanes. 16—29. Jehú mata a Joram y
Ocozías. 30—37. Los perros se comen a Jezabel.
Vv. 1—10. En estos sucesos y otros similares debemos reconocer la obra secreta de
Dios que dispone a los
hombres para que cumplan y respeten sus
propósitos. Jehú fue ungido rey de Israel por especial elección
del Señor que aún tenía un remanente de su
pueblo y, de todos modos, conservaría su culto entre ellos. Se
le recuerda esto a Jehú. Se le manda
destruir la casa de Acab y, en la medida en que actuó obedeciendo a
Dios, y con principios justos, no tuvo que
considerar reproche ni oposición. —El asesinato de los profetas de
Dios se destaca con firmeza. Jezabel
persistió en su idolatría y enemistad contra Jehová y sus siervos, y su
iniquidad ahora estaba completa.
Vv. 11—15. Los que entregan fielmente el mensaje del Señor a los pecadores, en
todas las épocas han
sido tratados como locos. El juicio, el modo
de hablar y la conducta de ellos son contrarios a los de los
demás hombres; ellos soportan mucho para
lograr sus objetivos y son influidos por motivos a los cuales los
demás no tienen acceso. —Pero, por sobre
todo, los mundanos e impíos de todas las clases los acusan de
que, sin duda, están locos; aunque los
principios y las costumbres de los siervos de Dios resultan ser sabios
y razonables. Algo de fe en la palabra de
Dios parece haber animado a Jehú a esta empresa.
Vv. 16—29. Jehú era hombre de espíritu fervoroso. La sabiduría de Dios se ve en la
elección de quienes
son empleados en su obra. Pero no no es
buena reputación para nadie el ser conocido por su furor. El que
se enseñorea de su espíritu es mejor que el
fuerte. —Joram encuentra a Jehú en el sitio de Nabot. Las
circunstancias de los acontecimiento son, a
veces, ordenadas por la Providencia Divina para que el castigo
corresponda al pecado, como la cara
corresponde a la cara del espejo. El camino del pecado nunca puede
ser el camino de paz, Isaías lvii, 21 ¿Qué
paz pueden tener los impíos con Dios? Ninguna en tanto persistan
en el pecado; pero cuando se arrepienten del
pecado y lo abandonan, hay paz. —Joram murió como
criminal bajo la sentencia de la ley.
Ocozías fue unido con la casa de Acab. Fue uno de ellos; él se había
hecho así por el pecado. Peligroso es unirse
a los malhechores; por ello nos enredaremos en la culpa y la
miseria.
Vv. 30—37. En lugar de esconderse como quien teme la venganza divina, Jezabel se
burló del temor.
Véase cómo un corazón endurecido contra
Dios, lo desafiará hasta el fin. No hay presagio más seguro de
ruina que un corazón que no se humilla bajo
las providencias humillantes. Que consideren la conducta y
destino de Jezabel, los que usan de magia
para seducir a los demás a que hagan maldades y para sacarlos
de los caminos de la verdad y la justicia.
Jehú pidió ayuda contra Jezabel. Cuando está andando la obra
reformadora es hora de preguntar, ¿quién se
pone de su lado? —Los ayudantes de ella la entregaron. Así
fue muerta. Véase el final del orgullo y la
crueldad y decid: Jehová es justo. Cuando halagamos nuestros
cuerpos pensemos cuán viles son; dentro de
poco seremos banquete para los gusanos de debajo del suelo
o para las bestias encima del suelo. Que
todos huyamos de la ira que se revela desde el cielo contra toda
impiedad e injusticia de los hombres.
CAPÍTULO X
Versículos 1—14. Muerte de los hijos de Acab y de los
hermanos de Ocozías. 15—28. Jehú destruye a los
adoradores de Baal. 29—36. Jehú sigue los pecados de Jeroboam.
Versículos 1—14. En los acontecimientos más
espantosos, y con la ayuda de los crímenes más bajos del
hombre, se nota la verdad y la justicia de
Dios; Dios nunca manda ni puede mandar nada injusto o
irracional. Jehú destruyó todo lo que
quedaba de la casa de Acab; todos los que se habían asociado a su
maldad. Cuando pensamos en los sufrimientos
y las desgracias de la humanidad, cuando esperamos la
resurrección y el juicio final, y pensamos
en el gran número de los malos que esperan su horrorosa
sentencia de fuego eterno, y cuando toda la
suma de muerte y miseria ha sido considerada, se plantea la
pregunta solemne, ¿quién los mató? La
respuesta es EL PECADO. ¿Entonces, abrigaremos pecados en
nuestro seno y buscaremos felicidad a partir
de aquello que es la causa de toda desgracia?
Vv. 15—28. ¿Hay paz? Esta pregunta debemos hacérnosla a menudo. Yo hago una
profesión justa, he
ganado fama entre los hombres, pero ¿hay
paz? ¿Soy sincero con Dios? —Jonadab reconoció a Jehú en la
obra de venganza y de reforma. Un corazón
recto es aprobado por Dios y no busca otra cosa que su
aceptación; pero si apuntamos al aplauso de
los hombres, estamos sobre un fundamento falso. No
podemos juzgar si Jehú miró más allá. —La
ley de Dios era expresa: los idólatras deben morir. Así se abolió
la idolatría de Israel por el momento. Que
nuestro deseo sea desarraigarla de nuestros corazones.
Vv. 29—36. Se puede preguntar con justicia si Jehú actuó sobre la base de un buen
principio, y si no dio
algunos pasos en falso al hacerlo; pero
ningún servicio hecho para Dios quedará sin recompensa. Pero la
conversión verdadera no es sólo respecto del
pecado grosero, sino de todo pecado; no sólo de los falsos
dioses, sino de las adoraciones falsas. La
conversión verdadera no sólo es de los pecados costosos, sino
de los pecados que dejan ganancias; no sólo
de los pecados que hieren nuestros intereses mundanos, sino
de los que los sostienen y mantienen,
abandonando lo que es la gran prueba de si nos negamos a nosotros
mismos y confiamos en Dios. Jehú mostró gran
cuidado y celo para desarraigar una religión falsa, pero no
se interesó en la religión verdadera, no
dando pasos para complacer a Dios y hacer su deber. Debe temerse
que los que son desobedientes sean
implacables. La gente también fue negligente, por tanto, no es raro que
en aquellos días el Señor empezara a diezmar
a Israel. Ellos fallaron en su deber para con Dios, por tanto
Dios los rebajó en su magnitud, riqueza y
poder.
CAPÍTULO XI
Versículos 1—12. Atalía usurpa el gobierno de Judá—Joás
es hecho rey. 13—16. Muerte de Atalía. 17—21.
Restauración del culto a Jehová.
Vv. 1—12. Atalía destruyó todo lo que ella sabía que estaba emparentado con la
corona. Joás, uno de lo
hijos del rey, fue escondido. Ahora la
promesa hecha a David estaba atada a una vida solamente y, pese a
eso, no falló. De esta manera, el Hijo de
David, el Señor, conforme a su promesa, asegura una simiente
espiritual, a veces oculta e invisible, pero
indemne en el pabellón de Dios. —Atalía fue tirana durante seis
años. Entonces fue traído el rey. Sin duda
un niño, pero tenía un buen tutor y, lo que era mejor, un buen
Dios al cual recurrir. Con tal gozo y
satisfacción debe darse la bienvenida al reino de Cristo en nuestro
corazón, cuando su trono se instala, y es
expulsado Satanás el usurpador. Decid, Que el Rey Jesús viva por
siempre viva y reine en mi alma y en todo el
mundo.
Vv. 13—16. Atalía aceleró su propia destrucción. Ella misma fue la mayor traidora
y, sin embargo, fue la
primera en clamar a gran voz, ¡traición,
traición! Los más culpables son corrientemente los más dispuestos a
reprochar a los demás.
Vv. 17—21. El rey y el pueblo debieran unirse muy firmemente uno al otro cuando
ambos se hayan
unido al Señor. Bueno es para un pueblo
cuando todos los cambios que pasan por ellos les sirvan para
revivir, fortalecerse y promover los
intereses de la fe entre ellos. Los pactos sirven para recordarnos y
enlazarnos a los deberes ya vigentes para
nosotros. Ellos abolieron de inmediato la idolatría y, conforme al
pacto, expresaron su mutua prontitud para
ayudarse unos a otros. El pueblo se regocijó y Jerusalén tuvo
paz. El método para que el pueblo tenga gozo
y paz es que se dedique plenamente al servicio de Dios;
porque la voz de gozo y acción de gracias
está en las habitaciones del justo, pero no hay paz para el impío.
CAPÍTULO XII
Versículos 1—16. Joás ordena la reparación del
templo. 17—21. Los siervos de Joás lo matan.
Vv. 1—16. Gran misericordia para los jóvenes, especialmente para los varones
jóvenes de rango, como
Joás, es tener con ellos a quienes los
instruyan para hacer lo bueno a ojos del Señor; y hacen sabiamente,
y bien para sí mismos, cuando están
dispuestos a ser aconsejados y gobernados. —El templo estaba sin
reparar; Joás ordena la reparación del
templo. El rey era celoso. Dios requiere que los que tienen poder lo
usen para la conservación de la religión, la
rectificación de las quejas y la reparación de los deterioros. El
rey empleó a los sacerdotes para que
administraran, puesto que ellos probablemente pondrían todo su
corazón en la obra. Pero nada se hizo
efectivamente hasta el año vigésimo tercero de su reinado. Por tanto,
se adoptó otro método. Cuando se realiza
fielmente el reparto público, se harán alegremente los aportes
públicos. Mientras ellos obtenían todo lo
que podían para reparar el templo, no interrumpieron el
mantenimiento estipulado para los sacerdotes.
Que no pasen hambre los sirvientes del templo, so pretexto
de reparar sus portillos. Los encargados de
hacerlo, lo efectuaron con cuidado y fidelidad. No pusieron los
ornamentos del templo hasta completar la
obra; de ahí que tenemos que aprender a preferir en todos
nuestros gastos lo que es más necesario y,
al tratar con el público, tratarlo como lo haríamos con nosotros
mismos.
Vv. 17—21. Examinemos el carácter de Joás y consideremos lo que podemos aprender de
esto.
Cuando vemos cuán triste conclusión tuvo lo
que empezó tan promisoriamente, debiera hacernos examinar
nuestro deterioro espiritual. Si algo
conocemos de Cristo como fundamento de nuestra fe y esperanza, no
deseemos conocer otra cosa sino Cristo. Que
la obra del Espíritu bendito sea manifiesta en nuestra alma;
que podamos ver, sentir y ser fervorosos
para buscar a Jesús en toda su plenitud, suficiencia y gracia, para
que nuestra alma pueda ser apartada de las
obras muertes para servir al verdadero Dios vivo.
CAPÍTULO XIII
Versículos 1—9. Reinado de Joacaz. 10—19. Joás, rey de Israel—Eliseo agoniza 20—25. La muerte de
Eliseo—Las victorias de Joás.
Vv. 1—9. Era antiguo honor de Israel ser un pueblo de oración. Joás, su rey, en
su angustia, buscó al Señor;
solicitó ayuda directa de Él, pero no a los
becerros; ¿qué ayuda podía darle? Buscó a Jehová. Véase cuán
presto es Dios para mostrar misericordia;
cuán listo para oír la oración; cuán dispuesto a encontrar una
razón para ser bondadoso; de lo contrario,
no hubiera mirado tan atrás al pacto antiguo que Israel había
quebrantado y abandonado tan a menudo. Que
esto nos invite y nos comprometa para siempre con Él; y
que aliente aun a quienes lo han olvidado,
para que retornen y se arrepientan; porque hay perdón en Él,
para que sea temido. Y si el Señor responde
el clamor de angustia que pide alivio temporal, cuánto más
considerará la oración de fe que pide
bendiciones espirituales.
Vv. 10—19. Joás, el rey, fue a ver a Eliseo para recibir su consejo y bendición de moribundo.
Puede
resultar para nuestra gran ventaja
espiritual ir al lecho de enfermo y a los lechos de muerte de los hombres
buenos, para que seamos exhortados en la fe
por los consuelos vivos que ellos tienen de ella en la hora de
morir. —Eliseo aseguró su éxito al rey, pero
él debía mirar a Dios en busca de guía y fuerza; no debía
confiar tanto en sus propias manos, sino
proseguir dependiendo del socorro divino. Las manos temblorosas
del profeta moribundo, en representación del
poder de Dios, dieron a esta flecha más fuerza que toda su
fuerza de las manos del rey. —Por despreciar
la señal, el rey se perdió lo señalado, para tristeza del profeta
moribundo. Para los hombres buenos es un
problema ver a quienes quieren bien, abandonar sus
misericordias y verlos perder ventaja contra
los enemigos espirituales.
Vv. 20—25. Dios tiene muchas maneras de castigar a un pueblo provocador. A veces
los problemas
surgen del punto que menos tememos. La
mención de esta invasión al morir Eliseo indica que la partida de
los fieles profetas de Dios es un presagio
de juicios venideros. —Su cuerpo muerto fue un medio para dar
vida a otro cuerpo muerto. Este milagro fue
una confirmación de sus profecías. Y pudiera tener referencia a
Cristo, por cuya muerte y sepultura es hecha
la tumba un paso seguro y feliz a la vida para todos los
creyentes. —Joás triunfó contra los sirios,
tan a menudo como había golpeado el suelo con las flechas,
luego se puso término a sus victorias.
Muchos se han arrepentido de la desconfianza y de la estrechez de
sus deseos cuando es demasiado tarde.
CAPÍTULO XIV
Versículos 1—7. Buen reinado de Amasías. 8—14. Amasías provoca a Joás, rey de Israel, y es derrotado.
15—22. Conspiradores lo matan. 23—29. Mal reinado de Jeroboam II.
Vv. 1—7. Amasías empezó bien, pero no siguió así. No basta hacer aquello que hicieron nuestros buenos
predecesores, simplemente para mantener la
costumbre, sino debemos hacerlo como ellos lo hicieron, a
partir del mismo principio de fe y devoción,
y con la misma sinceridad y decisión.
Vv. 8—14. Por un tiempo, después de la división de los reinos, Judá sufrió mucho
por la enemistad de
Israel. Después de la época de Asa, sufrió
más por la amistad de Israel, y por la alianza con ellos. Ahora
vemos de nuevo la hostilidad entre ellos. —¡Cuánto
podría sonreír un hombre humilde al oír a dos hombres
orgullosos y escarnecedores que echan a
funcionar su ingenio para vilipendiarse y menospreciarse
mutuamente! El triunfo impío suscita
orgullo; el orgullo suscita contiendas. Los efectos del orgullo en los
demás son insoportables para los orgullosos.
Estas son fuente de problemas y pecados en la vida privada;
pero cuando surgen entre príncipes, se
vuelven la desgracia de sus reinos. Joás muestra a Amasías la
necedad de su desafío; tu corazón te ha exaltado.
La raíz de todo pecado está en el corazón y de ahí fluye.
No es la Providencia, el suceso, la ocasión,
lo que sea, lo que hace orgulloso, seguro, descontento, y cosas
parecidas, a los hombres, sino sus propios
corazones.
Vv. 15—22. Amasías sobrevivió a su vencedor quince años. Lo mataron sus propios
súbditos. Azarías o
Uzías parece haber sido muy joven cuando
mataron a su padre. Aunque los años de su reinado se
reconocen por ese hecho, él no fue hecho rey
solo sino once años después.
Vv. 23—29. Dios levantó al profeta Jonás y por él declaró el propósito de su favor
a Israel. Señal de que
Dios no ha desechado a su pueblo si
continúan los ministros fieles. Se dan dos razones del por qué Dios los
bendijo con estas victorias: —1. Porque la desgracia era muy grande,
lo que los hizo objeto de su
compasión. —2. Porque aún no se había emitido el decreto para su
destrucción. —Muchos profetas había
habido en Israel, pero ninguno dejó
profecías por escrito hasta esta época y sus profecías son parte de la
Biblia. Oseas empezó a profetizar en el
reinado de este Jeroboam. Al mismo tiempo profetizó Amós; poco
después, Miqueas, luego Isaías, en los días
de Acaz y Ezequías. Así, Dios, en las épocas más oscuras y de
mayor degeneración de la iglesia, levantó a
algunos para que fueran luces resplandecientes y brillantes en
ella para su tiempo, por su predicación y su
vida; y unos pocos por sus escritos, para derramar luz sobre
nosotros en los últimos tiempos.
CAPÍTULO XV
Versículos 1—7. Reinado de Azarías o Uzías, rey de
Judá. 8—31. Los útimos reyes de Israel. 32—38.
Jotam, rey de Judá.
Vv. 1—7. Uzías hizo lo bueno la mayor parte de su vida. Fue una felicidad para el
reino que un rey bueno
durara tanto tiempo.
Vv. 8—31. Este relato muestra a un Israel confundido. Aunque Judá no carecía de
problemas, de todos
modos su reino era feliz, comparado con el
estado de Israel. Las imperfecciones de los creyentes
verdaderos son muy diferentes de la maldad
permitida a los hombres impíos. Tal es la naturaleza humana,
tales son nuestros corazones, si los dejamos
librados a sí mismos, engañoso sobre todas las cosas y
perverso. Tenemos razón de estar agradecidos
por los frenos, por ser mantenidos lejos de las tentaciones y
debemos implorar a Dios que renueve un
espíritu recto dentro de nosotros.
CAPÍTULO XVI
Versículos 1—9. Acaz, rey de Judá—Su reinado malo. 10—16. Acaz copia el modelo del altar de un ídolo.
17—20. Acaz saquea el templo.
Vv. 1—9. Pocos y malos fueron los días de Acaz. —Aquellos cuyos corazones los
condenan, recurrirán a
cualquier parte, en tiempos difíciles, en
vez de acudir a Dios. El pecado fue su propio castigo. Habitualmente
los que se meten en angustias por un pecado,
tratan de ayudarse a salir del aprieto con otro pecado.
Vv. 10—16. Hasta ahora se había mantenido el altar de Dios en su lugar y en uso,
pero Acaz puso otro
en la sala. —La consideración natural de la
mente del hombre por cierto tipo de religión no se extingue
fácilmente; y, salvo que sea reglamentada
por la Palabra y por el Espíritu de Dios, produce supersticiones
absurdas o idolatrías detestables; en el
mejor de los casos, acalla la conciencia del pecador con ceremonias
insensatas. Los infieles se han destacado
por creer falsedades ridículas.
Vv. 17—20. Acaz despreció el día de reposo y, de esa forma, abrió una amplia entrada a toda clase de
pecado. Hizo esto por el rey de Asiria.
Cuando los que han tenido una entrada lista a la casa del Señor, se
vuelven a otro camino para complacer a su
prójimo, ruedan cuesta abajo hacia la destrucción.
CAPÍTULO XVII
Versículos 1—6. Reinado de Oseas en Israel—Los
israelitas son llevados al cautiverio por los asirios. 7—23.
Cautiverio de los israelitas. 24—41. Gentiles puestos en la tierra de Israel.
Vv. 1—6. Cuando se colma la medida de pecado, el Señor no soporta más. Los
habitantes de Samaria
deben de haber soportado una gran aflicción.
Algunos israelitas pobres fueron dejados en la tierra. Los que
fueron llevados cautivos a gran distancia se
perdieron mayoritariamente entre las naciones.
Vv. 7—23. Aunque el relato de la destrucción del reino de las diez tribus es
breve, se comenta
extensamente en estos versículos y se dan
las razones de esto. Fue una destrucción de parte del
Todopoderoso: los asirios sólo fueron la
vara de su ira, Isaías x, 5. Los que introducen el pecado a un país o
a una familia, traen una plaga, y tendrán
que responder por toda la maldad que sigue. Y, aunque muy vasta
es la maldad externa del mundo, mucho más
grandes son los pecados secretos, los malos pensamientos,
deseos y propósitos de la humanidad. Hay
pecados externos marcados por la infamia; pero la ingratitud, la
negligencia y la enemistad con Dios, y la
idolatría y la impiedad que de ahí proceden, son mucho más
malignos. No puede haber verdadera santidad
sin arrepentimiento de cada camino malo, y sin obedecer los
estatutos de Dios, pero esto debe proceder
de la fe en su testimonio acerca de su ira contra toda impiedad e
injusticia, y sobre su misericordia en
Cristo Jesús.
Vv. 24—41. El terror al Todopoderoso producirá, a veces, una sumisión forzada o
fingida en los hombres
inconversos, como los traídos de diferentes
países para poblar Israel. Pero estos se formarán pensamientos
indignos de Dios, esperando complacerle con
formalidades externas y tratarán vanamente de reconciliar su
servicio con el amor al mundo y el
libertinaje de sus lujurias. Que el temor del Señor, que es el principio de
la sabiduría, posea nuestros corazones e
influya nuestra conducta para que podamos estar dispuestos para
todo cambio. Los asentamientos terrenales
son inciertos; no sabemos si podemos ser echados antes de
morir, y debamos dejar pronto el mundo; pero
el justo ha elegido la buena parte, la que no le será quitada.
CAPÍTULO XVIII
Versículos 1—8. Buen reinado de Ezequías en Judá—Idolatría.
9—16. Senaquerib invade Judá. 17—37.
Blasfemias del Rabsaces.
Vv. 1—8. Ezequías fue un hijo verdadero de David. Otros hicieron lo bueno, pero
no como David. No
supongamos que cuando los tiempos y los
hombres son malos, tienen que empeorar gradual y
necesariamente; no es necesario que sea así:
después de varios reyes malos, Dios levantó a uno como el
mismo David. —La serpiente de bronce había
sido conservada con todo cuidado, como monumento de la
bondad de Dios con sus padres en el
desierto, pero era ocioso y perverso quemarle incienso. Toda ayuda a
la devoción que no esté respaldada por la
palabra de Dios interrumpe el ejercicio de la fe; siempre conduce
a la superstición y a otros males
peligrosos. La naturaleza humana pervierte toda cosa de esta clase. La fe
verdadera no necesita esa clase de ayudas;
la Palabra de Dios enseñada y la oración diaria es toda la
ayuda externa que necesitamos.
Vv. 9—16. La incursión de Senaquerib sobre Judá fue una gran calamidad para ese
reino, por la cual
Dios prueba la fe de Ezequías y castiga al
pueblo. El disgusto secreto, la hipocresía, la tibieza de la mayoría
requiere corrección; tales pruebas purifican
la fe y la esperanza del justo y los lleva a la sencilla
dependencia de Dios.
Vv. 17—37. El Rabsaces intenta convencer a los judíos que era inútil ofrecer
resistencia. ¿Qué
confianza es esta en que te apoyas? Bueno
fuera que los pecadores se sometieran a la fuerza de este
argumento procurando la paz con Dios. Por
tanto, es sabio de parte nuestra rendirse a Él, porque es vano
contender con Él: ¿qué confianza es esta en
que se apoyan los que le resisten? Mucha astucia hay en esta
arenga del Rabsaces y mucho orgullo,
malicia, falsedad y blasfemia. —Los nobles de Ezequías conservaron
la paz. Hay tiempo de callar como también,
tiempo de hablar; hay gente a la que ofrecer cualquier cosa
religiosa o racional es como echar perlas a
los cerdos. El silencio de ellos hizo que el Rabsaces se sintiera
más orgulloso y seguro. A menudo es mejor
dejar que este tipo de personas vociferen y blasfemen; una
expresión decidida de aborrecimiento es el
mejor testimonio contra ellos. El asunto debe dejarse al Señor
que tiene todos los corazones en sus manos,
encomendándonos a Él con humilde sumisión, esperanza de
fe y oración ferviente.
CAPÍTULO XIX
Versículos 1—7. Ezequías recibe una respuesta de
paz. 8—19. La carta de Senaquerib. 20—34. Anuncio de
su caída. 35—37. Destrucción del ejército asirio—Muerte de Senaquerib.
Vv. 1—7. Ezequías mostró una preocupación profunda por la deshonra de Dios en la
blasfemia del
Rabsaces. Debemos desear particularmente que
quienes nos hablen a nosotros de parte de Dios, le hablen
a Dios por nosotros. El gran Profeta es el gran Intercesor. Los que probablemente
prevalezcan ante Dios
son los que elevan sus corazones en oración.
—La condición extrema del hombre es la oportunidad de
Dios. Aunque sus siervos nada puedan decir,
sino terror contra el profano, el orgulloso y el hipócrita, tienen
palabras de consuelo para el creyente
desanimado.
Vv. 8—19. La oración es el recurso infalible del cristiano tentado, sea que luche
con dificultades
externas o enemigos internos. Ante el trono
de la gracia de su Amigo Omnipotente abre su corazón,
presenta su caso, como Ezequías, y apela.
Cuando puede discernir que la gloria de Dios está comprometida
de su lado, la fe gana la victoria, y él se
regocija, porque no será conmovido. Las mejores peticiones en
oración se aferran del honor de Dios.
Vv. 20—34. Todos los movimientos de Senaquerib eran conocidos por Dios. El mismo
Dios emprende la
defensa de la ciudad; y la persona, el
lugar, que Él se propone proteger no puede sino estar a salvo. —
Probablemente la invasión de los asirios
había impedido, que ese año se sembrara la tierra. Se suponía que
el año siguiente sería de reposo, pero el
Señor hizo que la producción de la tierra fuera suficiente para
sostenerlos durante los dos años. Como el
cumplimiento de esta promesa iba a realizarse después de la
destrucción del ejército de Senaquerib, fue
señal para la fe de Ezequías, asegurándole esa liberación
presente, como anticipo del futuro cuidado
del Señor por el reino de Judá. El Señor haría esto no por la
justicia de ellos, sino por su propia
gloria. Que nuestros corazones sean un suelo bueno para que su
Palabra eche raíces y dé fruto en nuestra
vida.
Vv. 35—37. La noche siguiente al envío de este mensaje a Ezequías, fue destruido el
cuerpo principal
del ejército de ellos. Nótese cuán débiles
son los hombres más fuertes ante el Dios Todopoderoso. ¿Quién
se endureció alguna vez contra Él y
prosperó? —Los propios hijos del rey de Asiria fueron sus asesinos. Los
que tengan hijos no dispuestos a obedecer y
servir, deben considerar si ellos no habrán sido así con su
Padre celestial. Esta historia enseña una
prueba fuerte de lo buena que es la fe y la firme confianza en Dios.
Él aflige pero no desampara a su pueblo.
Bueno es que nuestros problemas nos pongan de rodillas, pero
¿no recrimina eso nuestra incredulidad?
¡Cuán poco dispuestos estamos a descansar en la declaración de
Jehová! ¡Cuán deseosos de saber cómo nos
salvará! ¡Cuán impacientes cuando tarda el socorro! Pero
debemos esperar el cumplimiento de su
Palabra. Señor, ayuda a nuestra incredulidad.
CAPÍTULO XX
Versículos 1—11. La enfermedad de Ezequías—Su
recuperación como respuesta a la oración. 12—21.
Ezequías muestra sus tesoros a los
embajadores de Babilonia—Su muerte.
Vv. 1—11. Ezequías se enfermó mortalmente el mismo año que el rey de Asiria sitió
a Jerusalén. Isaías
llevó a Ezequías el aviso de prepararse para
morir. La oración es uno de los mejores preparativos para
morir, porque con ella tomamos la fuerza y
el valor de Dios que nos capacita para terminar bien. Él lloró
amargamente: de esto algunos entienden que
no quería morir; en la naturaleza del hombre está temer la
separación del alma y el cuerpo. También
hubo algo peculiar en el caso de Ezequías; él estaba ahora en
medio de su servicio. Que la oración de
Ezequías, ver Isaías xxxviii, interprete sus lágrimas; en ella nada
hay de que era presa servil o lo atormentaba
la idea de la muerte. —La piedad de Ezequías le facilitó estar
en su lecho de muerte. “Oh Jehová, te ruego
que hagas memoria”; no habla como si Dios necesitara que le
recordásemos algo; tampoco como si la
recompensa pudiera reclamarse por deuda; es solo la justicia de
Cristo la que compra la misericordia y la
gracia. Ezequías no ora, Señor sálvame, sino, Señor recuérdame;
sea que viva o muera, déjame ser tuyo. Dios
siempre oye las oraciones del quebrantado de corazón y dará
salud, largura de días y liberaciones
temporales en tanto y en cuanto sea verdaderamente bueno para ellos.
—Se usaron medios para la recuperación de
Ezequías, pero considerando el nivel a que había llegado la
enfermedad, y cuán súbitamente fue detenida,
la cura fue milagrosa. Cuando estemos enfermos, debemos
usar tales medios que sean adecuados para
ayudar a la naturaleza, de lo contrario no confiamos en Dios;
más bien lo tentamos. —Para confirmar su fe,
en forma milagrosa, la sombra del sol retrocedió y hubo luz
por más tiempo de lo acostumbrado. Esta obra
prodigiosa muestra el poder de Dios en el cielo y en la tierra,
la gran manera en que Él oye la oración y el
gran favor que concede a sus elegidos.
Vv. 12—21. En esta época el rey de Babilonia era independiente del rey de Asiria,
aunque poco
después fue sometido por éste. Ezequías
mostró sus tesoros, su arsenal y otras pruebas de su riqueza y
poderío. Esto fue efecto del orgullo y la
ostentación, y un apartarse de la sencilla confianza en Dios.
También parece que perdió la oportunidad de
hablar a los caldeos sobre Aquel que había hecho los milagros
que atrajeron la atención de ellos, y de
señalarles lo absurdo y malo de la idolatría. —¿Qué es más corriente
que mostrar nuestras casas y cosas a
nuestros amigos? Pero si hacemos esto con orgullo en nuestro
corazón para obtener aplausos de los
hombres, sin alabar a Dios, se vuelve pecado en nosotros, como pasó
con Ezequías. Podemos esperar irritación de
cada objeto con el cual estemos indebidamente complacidos.
—Isaías que, a menudo, había sido el
consolador de Ezequías, ahora es quien lo reprende. El bendito
Espíritu es ambas cosas, Juan xvi, 7, 8. Los
ministros deben ser ambas cosas cuando haya ocasión. —
Ezequías reconoció la justicia de la
sentencia, y la bondad de Dios en la prórroga. Pero el futuro de su
familia y su nación debe de haberle causado
muchos sentimientos dolorosos. Ezequías indudablemente fue
humillado por el orgullo de su corazón.
Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor, descansarán
de sus trabajos, porque sus obras con ellos
siguen.
CAPÍTULO XXI
Versículos 1—9. Mal reinado de Manasés. 10—18. La acusación profética contra Judá. 19—26. Mal reinado
de Amón y su muerte.
Vv. 1—9. Los jóvenes por lo general desean llegar a ser sus propios amos, y tener
temprana posesión de
riquezas y poder. Pero eso, en gran medida,
arruina su consuelo futuro y causa daño a los demás. Mucho
más feliz es que la gente joven esté bajo el
cuidado de padres o tutores hasta que la edad les dé
experiencia y discreción. Aunque tales
jóvenes tienen menos libertades, después estarán agradecidos.
Manasés hizo mucho mal ante los ojos del
Señor, como si tuviera el propósito de provocarlo a ira; hizo más
mal que las naciones que el Señor había
destruido. Manasés anduvo de mal en peor hasta que fue llevado
cautivo a Babilonia. La gente estaba
dispuesta a cumplir sus deseos, para obtener su favor y porque era
conveniente para las inclinaciones
depravadas de ellos. En cuanto a la reforma de grandes cuerpos, las
mayorías simplemente son servidores
temporales, y caen ante la tentación.
Vv. 10—18. Aquí está la sentencia sobre Judá y Jerusalén. Las palabras que se usan
representan a la
ciudad vacía y completamente desolada, pero
no por ello destruida, sino limpiada para guardarla como
morada futura de los judíos: abandonada,
pero no finalmente y sólo en cuanto a los privilegios externos,
pues los creyentes individuales fueron preservados
de ese castigo. El Señor expulsará a todo profesante
que le deshonre con sus crímenes, pero nunca
abandonará su causa en la tierra. —En el libro de las
Crónicas leemos que Manasés se arrepintió y
Dios lo aceptó; de esa manera, podríamos aprender a no
desesperar de la recuperación de los más
grandes pecadores. Pero que nadie se atreva a seguir pecando
por suponer que puede arrepentirse y
reformarse cuando le plazca. Hay unos pocos casos de la conversión
de pecadores notorios, para que nadie se
desespere, y son pocos para que nadie presuma.
Vv. 19—26. Amón profanó la casa de Dios con sus ídolos; y Dios soportó que su casa
fuera
contaminada con esa sangre. Por más injustos
que fueran los que hicieron eso, Dios fue justo al soportar
que lo hicieran. Ahora fue un cambio feliz
que uno de los peores reyes de Judá pasara a ser uno de los
mejores. Una vez más Judá fue probado con
una reforma. Sea que el Señor soporte por mucho tiempo a los
ofensores presuntuosos o que los elimine
prontamente en sus pecados, deben perecer todos los que
insistan en negarse a andar en sus caminos.
CAPÍTULO XXII
Versículos 1—10. Buen reinado de Josías—Su
preocupación por reparar el templo—Hallazgo del libro de la
ley. 11—20. Josías consulta a la profetisa Hulda.
Vv. 1—10. La temprana sucesión de Josías, que fue un hecho diferente de la de
Manasés, debe atribuirse a
la gracia distintiva de Dios; pero,
probablemente, las personas que lo formaron fueron instrumentos para
producir la diferencia. Su carácter fue
excelente. Si el pueblo se hubiera unido de todo corazón a la reforma,
como él perseveró en ella, hubiera tenido
benditos efectos. Pero eran malos y neciamente se dedicaron a la
idolatría. No tenemos el pleno conocimiento
del estado de Judá en los relatos históricos, a menos que nos
refiramos a los escritos de los profetas de
la época. —Mientras reparaban el templo se halló el libro de la ley
y lo llevaron al rey. Parece que el libro de
la ley estaba perdido y faltaba; negligentemente guardado y
olvidado, como algunos tiran sus Biblias en
un rincón, o escondido malignamente por algunos de los
idólatras. El cuidado de Dios con la Biblia
demuestra claramente su interés por ella. Fuera esta o no, la
única copia existente, su contenido eran
nuevo para el rey y para el sumo sacerdote. Los resúmenes, los
extractos, ni las recopilaciones de la
Biblia pueden transmitir y preservar el conocimiento de Dios y de su
voluntad como la Biblia misma. No era
sorprendente que el pueblo estuviera tan corrupto cuando el libro de
la ley era tan escaso; los que los
corrompieron usaron indudablemente malas artes para quitar ese libro de
las manos de ellos. La abundancia actual de
Biblias agrava nuestro pecado nacional, porque, ¿qué mayor
desprecio de Dios podemos mostrar si nos
negamos a leer su Palabra cuando la ponen en nuestras manos
o, si la leemos, nos negamos a creerla y a
obedecerla? El conocimiento del pecado es por la santa ley, y el
conocimiento de la salvación es por el
bendito evangelio. Cuando se entiende el primero en su estrictez y
excelencia, el pecador empieza a preguntar,
¿qué debo hacer para ser salvo? Y los ministros del evangelio
le señalan a Jesucristo, como el fin de la
ley para justicia de todo el que cree.
Vv. 11—20. Se lee el libro de la ley delante del rey. Los que mejor honran sus
Biblias son los que la
estudian; los que se alimentan diariamente
de ese pan y andan por su luz. —La convicción de pecado y la
ira debieran provocar esta pregunta: ¿qué debo
hacer para ser salvo? Además, qué podemos esperar y qué
provisiones tomar. Quienes tienen verdadera
comprensión del peso de la ira de Dios, no pueden sino estar
muy ansioso por saber cómo pueden ser
salvos. —Hulda hizo saber a Josías cuáles eran los juicios que
Dios tenía reservados contra Judá y
Jerusalén. La generalidad del pueblo estaba endurecido y sus
corazones sin humillar, pero el corazón de
Josías era tierno. Esta es ternura de corazón y, así, se humilló
delante del Señor. Quienes más temen la ira
de Dios son los que menos probablemente la sientan. —
Aunque Josías fue mortalmente herido en
combate, murió no obstante en paz con Dios y fue a la gloria. No
importa lo que tales personas sufran o
experimenten, son llevados a la tumba en paz, y entrarán en el
reposo que hay para el pueblo de Dios.
CAPÍTULO XXIII
Versículos 1—3. Josías lee la ley y renueva el
pacto. 4—14. Destruye la idolatría. 15—24. La reforma se
extiende a Israel—Observancia de la
Pascua. 25—30. El faraón Necao mata a Josías. 31—37.
Reinados malos de Joacaz y Joacim.
Vv. 1—3. Josías recibió un mensaje de Dios, que no iba a impedir la ruina de
Jerusalén, pero él solamente
libraría su alma; de todos modos, cumple su
deber y deja el asunto a Dios. Él comprometió al pueblo de la
manera más solemne para abolir la idolatría
y servir a Dios con justicia y santidad verdadera. Aunque la
mayoría fue formal o hipócrita de ahí en
adelante, se evitó mucha maldad externa y se tuvieron por
responsables ante Dios por su conducta.
Vv. 4—14. ¡Cuánta abundancia de maldad en Judá y Jerusalén! Uno no creería posible
hallar tales
abominaciones en Judá, donde Dios era
conocido, en Israel, donde su Nombre era grande, en Salem, en
Sion, donde estaba su morada. Josías había
reinado por dieciocho años, había dado un buen ejemplo al
pueblo, y había guardado la religión
conforme a la ley divina, pero cuando se puso a investigar la idolatría,
su profundidad y extensión eran muy grandes.
La historia corriente y los registros de la Palabra de Dios
enseñan que toda la piedad o bondad
verdadera que se halle en la tierra derivan del Espíritu de Jesucristo
que hace todas las cosas nuevas.
Vv. 15—24. El celo de Josías se extendió a las ciudades de Israel que estaban a su
alcance. Él
conservó cuidadosamente el sepulcro del
hombre de Dios que vino desde Judá a anunciar el derrumbe del
altar de Jeroboam. Cuando hubieron limpiado
el país de la vieja levadura de la idolatría, entonces se
aplicaron a observar la fiesta. En ninguno
de los reinados anteriores se había guardado una Pascua así. El
despertar de una ordenanza largo tiempo
descuidada, los llenó de santo gozo; y Dios recompensó su celo
por la destrucción de la idolatría con
muestras extraordinarias de su presencia y favor. Tenemos razón para
pensar que la religión floreció durante el
resto del reinado de Josías.
Vv. 25—30. Al leer estos versículos debemos decir, Señor, aunque tu justicia es
como las grandes
montañas, evidente, fácil de ver e
indiscutible, tus juicios son de gran profundidad, insondables e
inescrutables. El rey reformador es cortado
en medio de su vida útil, con misericordia para que no viera el
mal que vendría a su reino: pero con ira
contra su pueblo porque su muerte fue la entrada de la desolación
de ellos.
Vv. 31—37. Después de poner a Josías en su tumba, vino un problema tras otro hasta
que Jerusalén
fue destruida en veintidós años. Los malos
perecieron en grandes cantidades, el remanente fue purificado, y
la reforma de Josías levantó a unos cuantos
que se unieron a los pocos que fueron la semilla preciosa del
futuro de la iglesia y de la nación. Un poco
de tiempo y flacas habilidades suelen bastar para deshacer el
bien que hombres piadosos han efectuado en
el curso de los años. Pero bendito sea Dios que la buena obra
que Él empezó por su Espíritu regenerador,
no podrá ser eliminada antes bien resiste todos los cambios y
tentaciones.
CAPÍTULO XXIV
Versículos 1—7. Joacim vencido por Nabucodonosor. 8—20. Joaquín, cautivo en Babilonia.
Vv. 1—7. Si Joacim hubiese servido al Señor, no hubiera servido a Nabucodonosor.
Si se hubiera
contentado con su servidumbre, su condición
no hubiera sido peor, pero, al revelarse contra Babilonia, se
sumergió en mayores problemas. Véase cuánta
necesidad tienen las naciones de lamentar los pecados de
sus padres, para no pagar las consecuencias.
Las amenazas se cumplirán tan seguramente como se
prometen, si no lo impide el arrepentimiento
de los pecadores.
Vv. 8—20. Joaquín reinó sólo tres meses, pero fue tiempo suficiente para demostrar
que pagó las
consecuencias de los pecados de sus padres,
porque siguió sus pasos. El gobierno se confió a su tío.
Sedequías fue el último de los reyes de
Judá. Aunque los juicios de Dios contra los tres reyes anteriores a él
debieran haberle servido de advertencia,
hizo lo malo, como ellos. Cuando los encargados de los consejos
de una nación, actúan sin sabiduría y contra
su verdadero interés, debemos notar en esto el desagrado de
Dios. Dios les oculta lo que pertenece a la
paz pública a causa de los pecados del pueblo. Y para cumplir
los propósitos secretos de su justicia, el
Señor sólo tiene que dejar a los hombres entregados a la ceguera
de su mente o librados a la lujuria de sus
propios corazones. El acercamiento paulatino de los juicios divinos
permite a los pecadores arrepentirse, y da
tiempo a los creyentes para prepararse para enfrentar la
calamidad, mientras muestra la obstinación
de quienes no abandonarán sus pecados.
CAPÍTULO XXV
Versículos 1—7. Jerusalén sitiada—Sedequías
arrestado. 8—21. El templo es quemado—El pueblo es
llevado al cautiverio. 22—30. El resto de los judíos huye a Egipto—Evil-merodac
alivia el cautiverio de
Joaquín.
Vv. 1—7. Jerusalén estaba tan fortificada que no podía ser tomada hasta que el
hambre volviera a los
sitiados incapaces de resistir. Encontramos
más sobre este acontecimiento en la profecía de Jeremías y las
Lamentaciones; baste aquí decir que la
impiedad y la desgracia de los sitiados fueron muy grandes. A la
larga, la ciudad fue tomada por asalto. El
rey, su familia y sus grandes hombres escaparon de noche por
pasajes secretos. Pero se engañan los que
piensan escapar de los juicios de Dios, tanto como los que se
creen capaces de desafiarlos. Por lo que le
pasó a Sedequías se cumplieron dos profecías, aunque parecen
contradecirse. Jeremías profetizó que
Sedequías sería llevado a Babilonia, Jeremías xxxii, 5; xxxiv, 3;
Ezequiel, que no vería Babilonia, Ezequiel
xii, 13. Fue llevado hasta allá, pero le sacaron los ojos, así que
no la vio.
Vv. 8—21. La ciudad y el templo fueron incendiados y, probablemente, el arca
dentro del templo. Dios
mostró con esto cuán poco le importa la
pompa externa de su adoración, cuando se descuidan la vida y el
poder de la religión. —Los muros de
Jerusalén fueron derribados, y el pueblo, llevado cautivo a Babilonia.
Se llevaron los utensilios del templo.
Cuando se peca contra las cosas representadas, ¿para qué sirven los
símbolos? Fue justo que Dios privara del
beneficio de su adoración a los que prefirieron los cultos falsos
antes que a Él; los que tuvieron muchos
altares ahora no tienen ninguno. Así como el Señor no perdonó a
los ángeles que pecaron, así como condenó a
la tumba a toda la raza de hombres caídos, y a todos los
incrédulos al infierno, y así como no
escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, así
no deben sorprendernos las miserias que
puede traer sobre naciones, iglesias y personas culpables.
Vv. 22—30. El rey de Babilonia nombró a Gedalías para que fuera el gobernador y
protector de los
judíos que quedaron en su tierra. Pero las
cosas pertenecientes a su paz estaban tan escondidas de sus
ojos que no se dieron cuenta del bien que
poseían. Ismael lo mató malignamente a él y todos sus amigos y,
contra el consejo de Jeremías, el resto se
fue a Egipto. Así se realizó el final definitivo de ellos por su propia
necedad y desobediencia; véase Jeremías,
capítulos xl a xlv. —Joaquín fue liberado de la cárcel donde
estuvo por 37 años. Que nadie diga que más
nunca volverá a ver el bien por llevar mucho tiempo viendo
solo el mal: hasta el más miserable no sabe
cuando la providencia dará un vuelco, ni qué consuelos les
están reservados, conforme a los días en que
fueron afligidos. Aun en este mundo el Salvador trae
liberación de la esclavitud al pecador
afligido que le busca, y le concede probar anticipadamente algo de los
placeres que hay a su diestra por siempre.
El pecado sólo puede herirnos; Jesús sólo puede hacer el bien a
los pecadores.
MATTHEW HENRY