SEGUNDA DE CRÓNICAS

SEGUNDA DE CRÓNICAS
CAPÍTULO I
Salomón pide sabiduría—su fuerza y riqueza
Salomón empezó su reinado con una piadosa visita pública al altar de Dios. Quienes con sumo afán andan
en pos de las cosas presentes, probablemente se decepcionen mientras que quienes se encomiendan a la
providencia de Dios tienen el mayor consuelo si no tienen lo máximo. Quienes hacen de este mundo su
finalidad, no llegan al otro, y también se decepcionan en esto; pero los que hacen del otro mundo su
finalidad, no sólo lo obtendrán, y la plena satisfacción, sino tendrán en su camino tanto de este mundo como
sea bueno para ellos. Contentémonos sin las grandes cosas que generalmente codician los hombres, pero
que corrientemente resultan ser lazos fatales para el alma.
CAPÍTULO II
Mensaje de Salomón a Hiram acerca del templo—Tratado con Hiram
Salomón informa a Hiram sobre los servicios particulares que se iban a desempeñar en el templo. Los
misterios de la religión verdadera no procuran esconderse, a diferencia de los de las supersticiones
paganas. Salomón se dedicó a dar a Hiram pensamientos grandiosos y elevados del Dios de Israel. No
debemos asustarnos ni avergonzarnos al aprovechar cada oportunidad para hablar de Dios e imprimir en los
demás un sentido profundo de la importancia de su favor y servicio. Ahora que el pueblo de Israel se tiene
cerca de la ley y del culto a Dios, las naciones vecinas estaban dispuestas a ser enseñadas por ellos en la
religión verdadera, como los israelitas habían estado dispuestos, en los días de su apostasía, a ser
infestados con las idolatrías y supersticiones de sus vecinos. Un rey sabio y piadoso es una prueba del
amor especial del Señor por su pueblo. Cuán grande fue, entonces, el amor de Dios para con su pueblo
creyente, al dar su unigénito Hijo para que sea el Príncipe y Salvador de ellos.
CAPÍTULO III
La edificación del templo
Hay un relato más detallado de la construcción del templo en 1 Reyes vi. Debía ser en el lugar que David
había preparado, no sólo el que había comprado, sino el establecido por orden divina. —Las instrucciones
completas nos capacitan para realizar nuestro trabajo con certeza, y de ahí proceder con comodidad.
Bendito sea Dios, que las Escrituras son suficientes para equipar enteramente al hombre de Dios para toda
buena obra. Escudriñemos diariamente las Escrituras, suplicando al Señor que nos capacite para entender,
creer y obedecer su Palabra, para que nuestra obra y nuestro camino sean aclarados y que todo pueda
empezarse, continuarse y terminarse en Él. Que al contemplar a Dios, en Cristo, su Templo verdadero, más
glorioso que el de Salomón, podamos llegar a ser una casa espiritual, una habitación de Dios en el Espíritu.
CAPÍTULO IV
El mobiliario del templo
Aquí hay un relato detallado del mobiliario de la casa de Dios. Sin puertas afuera ni adentro, eso era lo que
tipificaba la gracia del evangelio, y era sombra de las buenas cosas venideras, de las cuales Cristo es la
sustancia. —Había un altar de bronce cuya confección no se mencionó en el libro de los Reyes. Sobre este
se ofrecían todos los sacrificios y santificaba el don. La gente que adoraba en los atrios podía ver que se
quemaban los holocaustos. Así podían ser llevados a considerar el gran Sacrificio que se ofrecería en el
cumplimiento del tiempo para quitar el pecado y poner fin a la muerte, cosa que la sangre de toros y machos
cabríos no podía lograr. Y, con el humo de los sacrificios sus corazones podían ascender al cielo en deseo
santo para con Dios y su favor. En todas nuestras devociones debemos mantener fijo el ojo de la fe en
Cristo. —El mobiliario del templo, comparado con el del tabernáculo, mostraba que la iglesia de Dios sería
agrandada y multiplicados sus adoradores. Bendito sea Dios, hay suficiente en Cristo para todos.
CAPÍTULO V
Versículos 1—10. El arca puesta en el templo. 11—14. El templo se llena de gloria.
Vv. 1—10. El arca era un tipo de Cristo y, como tal, señal de la presencia de Dios. Esa promesa de gracia:
He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo, en efecto, trae al arca hasta nuestras
asambleas religiosas, si, por fe y oración, invocamos esa promesa; y debemos estar sumamente deseosos
de esto. Hay verdadera satisfacción en el alma cuando Cristo es formado en el alma, la ley es escrita en el
corazón, el arca del pacto es instalada, de modo que se convierta en templo del Espíritu Santo.
Vv. 11—14. Dios tomó posesión del templo; lo llenó con una nube. De este modo, representó su
aceptación del templo, que es lo mismo para Él que el tabernáculo de Moisés, y aseguró a su pueblo que Él
estaría lo mismo ahí. Si queremos que Dios habite en nuestros corazones, debemos hacerle lugar; todo lo
demás debe echarse. El Verbo se hizo carne; y cuando venga a su templo, como el fuego del refinador,
¿quién podrá permanecer en el día de su venida? Que Él nos prepare para ese día.
CAPÍTULO VI
La oración de Salomón en la dedicación del templo
Hay que observar el orden de la oración de Salomón. Primero y principalmente, él ora por arrepentimiento y
perdón, que es la bendición principal y el único fundamento sólido de las demás misericordias: en seguida,
él pide misericordias temporales; con ello, nos enseña de qué cosas preocuparnos y pedir más en nuestras
oraciones. Cristo también nos enseña esto en su perfecta oración modelo, en la que hay una sola oración
por bendiciones externas y el resto es por las espirituales. El templo tipifica la naturaleza humana de Cristo,
en quien habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. El arca tipifica su obediencia y sus sufrimientos
por los cuales tienen acceso los pecadores arrepentidos a un Dios reconciliado y, así, a la comunión con Él.
Jehová ha hecho de nuestra naturaleza su lugar de reposo por siempre, en la persona de Emanuel y por Él
habita con y se deleita en su iglesia de pecadores redimidos. —Que nuestro corazón llegue a ser su lugar
de reposo; que Cristo habite ahí por fe, consagrándolo como su templo y derramando hacia afuera su amor
que está ahí. Que el Padre nos mire en y a través de su Ungido; y que Él nos recuerde y bendiga en todas
las cosas conforme a su misericordia para los pecadores en Cristo y por Él.
CAPÍTULO VII
La respuesta de Dios a la oración de Salomón
Dios dio una respuesta de gracia a la oración de Salomón. —Las misericordias de Dios para con los
pecadores se dan a conocer en una manera buena para impresionar con su majestad y santidad a todos los
que las reciben. La gente adoraba y alababa a Dios. Cuando se manifiesta como Fuego consumidor a los
pecadores, su pueblo puede regocijarse en Él como la Luz de ellos. Sí que tenían razón para decir que Dios
era bueno en esto. Gracias a las misericordias del Señor no somos consumidos, sino el sacrificio hecho en
nuestro lugar, por lo cual debemos estar muy agradecidos. Y quien contemple con fe verdadera, al Salvador
que agoniza y muere por el pecado del hombre, por esa visión, halla agrandada su piadosa tristeza,
aumentado su odio por el pecado, su alma se hace más vigilante y su vida, más santa. —Salomón efectuó
con prosperidad todo cuanto se propuso para adornar la casa de Dios y la suya. Los que empiezan con el
servicio de Dios probablemente sigan triunfantes con sus propios asuntos. Fue para elogio de Salomón que
cuanto emprendió, lo terminó; fue por la gracia de Dios que él prosperara en eso. Temamos y no pequemos.
Temamos el desagrado del Señor, esperemos en su misericordia y andemos en sus mandamientos.
CAPÍTULO VIII
Las edificaciones y el comercio de Salomón
A veces se requiere más sabiduría y decisión para gobernar una familia con el temor de Dios que para dirigir
un reino con fama. La dificultad aumenta cuando el hombre tiene un estorbo por esposa en lugar de una
ayuda idónea. —Salomón observó los santos sacrificios conforme a la ley de Moisés. En vano se hubiera
construido el altar, en vano hubiera descendido fuego del cielo, si no se trajeran constantemente los
sacrificios. Se nos pide sacrificios espirituales que tenemos que ofrendar diaria y semanalmente; bueno es
estar en un método establecido de devoción. Cuando el servicio del templo estuvo bien organizado, se dijo
que la casa del Señor fue perfeccionada. La obra era el asunto principal, no el lugar; el templo estuvo sin
terminar hasta que todo estuvo hecho. —Canaán era un país rico y, sin embargo, debió recurrir a Ofir por
oro. Los israelitas eran pueblo sabio, pero debieron recurrir al rey de Tiro por hombres que tuvieran
conocimiento de los mares. La gracia, y no el oro, es la mejor riqueza, y el conocimiento de Dios y su ley es
el mejor conocimiento. Dejando que los hijos de este mundo luchen por los juguetes de este mundo, como
hijos de Dios, pongamos nuestro tesoro en el cielo, porque donde esté nuestro tesoro estará también
nuestro corazón.
CAPÍTULO IX
Versículos 1—12. La reina de Sabá. 13—31. La riquezas de Salomón y su muerte.
Vv. 1—12. Este relato ya fue considerado en 1 Reyes x; sin embargo, como nuestro Salvador lo propuso
como ejemplo para buscarlo a Él, Mateo xii, 42, no debemos pasarlo por alto sin observar que quienes
conocen el valor de la verdadera sabiduría no escatiman dolores ni costo para obtenerla. La reina de Sabá
se expuso a mucha tribulación y gastos para oír la sabiduría de Salomón y, así, al aprender de él para servir
a Dios y cumplir su deber, se consideró bien remunerada en sus esfuerzos. La sabiduría celestial es esa
perla de gran precio por la cual hacemos buen negocio, si dejamos todo lo demás.
Vv. 13—31. Las cosas aquí mencionadas señalarían que la prosperidad atrajo las mentes de Salomón y
de sus súbditos al amor por las cosas curiosas y raras, aunque inútiles en sí mismas. La sabiduría y
felicidad verdadera siempre están unidas, pero no existe una alianza así entre la riqueza y el goce de las
cosas de esta vida. Entonces, familiaricémonos con el Salvador para que hallemos reposo para nuestra
alma. —Aquí Salomón reina con riqueza y poderío, con facilidad y plenitud, cosa que nunca más se halló
desde entonces; pues los más conocidos de los grandes príncipes de la tierra cobraron fama por sus
guerras; mientras Salomón reinó cuarenta años en profunda paz. Se cumplió la promesa de que Dios le
daría riquezas y honra como ningún rey los tuvo o los tendrá. El lustre con que él aparece es tipo de la gloria
espiritual del reino del Mesías, y no es sino una débil representación de su trono que está por sobre todo
trono. —Aquí Salomón está muriendo y dejando toda su riqueza y poder a uno que, ¡sería un necio, él lo
sabía! Eclesiastés ii, 18, 19. Esto fue no sólo vanidad sino aflicción de espíritu. Ningún poder, riqueza o
sabiduría pueden escudar o preparar para el golpe de la muerte, pero sean dadas gracias a Dios que da la
victoria al creyente verdadero, aun sobre este temido enemigo, por medio de nuestro Señor Jesucristo.
CAPÍTULO X
Roboam y la rebelión de las diez tribus
Los consejos moderados son los más sabios y mejores. La amabilidad hará lo que no hace la violencia. La
mayoría de la gente gusta de ser tratada amablemente. Las buenas palabras cuestan solo un poco de
negación de sí mismo, pero consiguen grandes cosas. No se necesita hacer más nada para arruinar a los
hombres que dejarlos abandonado a su propio orgullo y pasión. Así, cualquiera sea la estratagema y deseo
de los hombres, Dios hace su propia obra por todos, y cumple la palabra que ha dicho. Ningún hombre
puede legar su prosperidad a sus herederos, más que su sabiduría; porque nuestros hijos serán
generalmente afectados por nuestra conducta, sea buena o mala. Entonces, busquemos las cosas buenas
que serán nuestras por siempre y anhelemos la bendición de Dios para nuestra posteridad con preferencia a
la riqueza o enaltecimiento mundano.
CAPÍTULO XI
Versículos 1—12. Roboam prohíbe la guerra contra Israel. 13—23. Los sacerdotes y los levitas encuentran
refugio en Judá.
Vv. 1—12. Unas cuantas palabras buenas podrían haber evitado la rebelión de los súbditos de Roboam,
pero toda la fuerza de su reinado no pudo traerlos de vuelta. En vano es contender con el propósito de Dios
cuando nos es dado a conocer. Aun los despojados de la verdadera fe prestarán algo de atención a la
palabra de Dios en ocasiones, y ella les impedirá ejecutar malas acciones a las cuales se inclinan por
naturaleza.
Vv. 13—23. Cuando los sacerdotes y los levitas llegaron a Jerusalén, los siguieron los israelitas devotos
y piadosos. Los que se propusieron en sus corazones buscar al Señor Dios de Israel, dejaron la heredad de
sus padres y fueron a Jerusalén para tener acceso libre al altar de Dios y alejarse de la tentación de adorar
los becerros. Lo mejor para nosotros es lo que es mejor para nuestras almas; en todas nuestras opciones
debemos procurar las ventajas religiosas por sobre toda conveniencia externa. Donde estén los sacerdotes
fieles de Dios debe esta su pueblo fiel. Y cuando se haya probado que estamos dispuestos a renunciar a
nuestros intereses mundanos, en cuanto somos llamados a hacerlo por la causa de Cristo y su evangelio,
tenemos una buena evidencia de que somos verdaderamente sus discípulos. Interesa a una nación proteger
la religión y la gente religiosa.
CAPÍTULO XII
Castigo de Roboam al abandonar al Señor
Cuando Roboam cobró tanta fuerza como para suponer que no tenía nada que temer de Jeroboam, se
despojó de su profesión externa de bondad. Muy común, aunque muy lamentable, es que los hombres,
parezcan muy dedicados a buscar y servir a Dios cuando tienen problemas, o peligros, o están cerca de la
muerte, pero dejan de lado toda su religión cuando han recibido una misericordiosa liberación. —Dios trajo
rápidamente problemas a Judá para despertar al pueblo al arrepentimiento antes que endurecieran sus
corazones. De esta manera, nos corresponde justificar a Dios y juzgarnos a nosotros mismos cuando somos
sometidos a las reprimendas de la Providencia. Si nuestro corazón se humilla bajo providencias humillantes,
la aflicción habrá hecho su obra; será quitada, o se cambiará la propiedad de ella. —Mientras más se
compara el servicio de Dios con otros servicios, más razonable y fácil parece. ¿Se piensa que son duras las
leyes de la sobriedad? Los efectos de la intemperancia resultan mucho más duros. El servicio de Dios es la
libertad perfecta; el servicio de nuestras concupiscencias es la esclavitud absoluta. —Roboam nunca estuvo
propiamente establecido en su fe. Nunca desechó totalmente a Dios, pero no se comprometió de corazón a
buscar al Señor. Véase cuál fue su falta: él no sirvió al Señor, porque no buscó al Señor. No oró como
Salomón pidiendo sabiduría y gracia; no consultó la palabra de Dios, no la procuró como oráculo suyo, ni
siguió sus órdenes. Él hizo nada de su religión, porque no puso su corazón en ella, ni llegó a una
determinación constante al respecto. Hizo mal porque nunca se decidió por el bien.
CAPÍTULO XIII
Abías vence a Jeroboam
Jeroboam y su gente merecieron, por apostasía e idolatría, el severo castigo que se le permitió a Abías
ejecutar contra ellos. Del carácter de Abías, 1 Reyes xv, 3, se desprende que no era verdaderamente
religioso, sin embargo, cobraba ánimo con la religión de su pueblo. Corriente es que los que niegan el poder
de la piedad se jacten de su forma. Muchos que en sí tienen poca fe, la valoran en los demás. —Pero era
cierto que había cantidad de adoradores piadosos en Judá y la suya era la causa más justa. En su angustia,
cuando el peligro estaba por todos lados, ¿adónde buscarían liberación sino en lo alto? Consuelo indecible
es que siempre esté abierto nuestro camino hacia allá. Ellos clamaron al Señor. La oración fervorosa es un
clamor. Ellos agregaron al clamor de la oración el grito de la fe, y llegaron a ser más que vencedores.
Jeroboam escapó de la espada de Abías, pero Dios lo derribó; no hay escape de su espada.
CAPÍTULO XIV
La piedad de Asa—Fortalece su reino.
Asa quiso agradar a Dios y procuró presentarse aprobado ante Él. Dichosos los que andan según esta
regla, no para hacer lo bueno a sus propios ojos o a los ojos del mundo, sino para hacer lo bueno a ojos de
Dios. Por experiencia hallamos que es bueno buscar al Señor; nos da descanso. En cambio, al ir en pos del
mundo sólo hallamos vejámenes. Asa consultó con su pueblo para usar bien la paz que disfrutaban; y
concluyó, con ellos, que no debían estar ociosos ni confiados. —Un ejército formidable de etíopes invadió el
reino de Asa. Este mal les cayó para probar su fe en Dios. La oración de Asa es corta, pero es el lenguaje
real de la fe y esperanza de Dios. Cuando vamos adelante en nombre de Dios no podemos sino prosperar y
todas las cosas ayudan a bien a los que Él favorece.
CAPÍTULO XV
El pueblo hace un pacto solemne con Dios
La obra de reforma completa parecía tan difícil que Asa no tuvo valor para intentarla hasta estar seguro de
la asistencia y aceptación divina. Él y su pueblo ofrecieron sacrificios a Dios; acción de gracias por los
favores recibidos, y súplicas por favores venideros. Las oraciones y las alabanzas son ahora nuestros
sacrificios espirituales. Por propia voluntad, el pueblo pactó buscar con fervor a Dios, cada uno por sí
mismo. ¿Qué es la religión sino buscar a Dios, inquirir en Él, apelar a Él en todas las ocasiones?
Convertimos en nada nuestra religión si no trabajamos de corazón en ella; Dios debe tener todo el corazón,
o nada. Nuestra devoción a Dios nuestro Salvador debe ser reconocida y demostrada de una manera
pública y solemne. Lo que se hace con hipocresía solo es trabajo forzado.
CAPÍTULO XVI
Asa busca la ayuda de los sirios—Su muerte.
Un profeta del Señor reprendió sencilla y fielmente a Asa por aliarse con Siria. Dios se disgusta cuando no
se confía en Él pero se confía en un brazo de carne más que en su poder y bondad. Necio es apoyarse en
una caña cascada cuando tenemos a la Roca de los siglos para apoyarnos. Para convencerlo de su
necedad, el profeta le muestra a Asa que él, entre todos los hombres, no tiene razón para desconfiar de
Dios, porque había hallado en Él tan poderosa ayuda. Las muchas experiencias que tenemos de la bondad
de Dios para con nosotros, agravan nuestra desconfianza en Él; pero, véase ¡cuán engañoso es nuestro
corazón! Confiamos en Dios cuando no tenemos nada más en qué confiar, cuando la necesidad nos empuja
a Él; pero cuando tenemos otras cosas en que apoyarnos, somos dados a depender demasiado de ellas. —
Obsérvese el desagrado de Asa ante este reproche. ¿Qué es el hombre cuando Dios lo deja librado a sí
mismo? Él que abusó de su poder para perseguir al profeta de Dios, fue abandonado para abusar más del
poder para aplastar a sus propios súbditos. —Dos años antes de morir Asa se enfermó de los pies. Su
deber era usar médicos; pero confiar en ellos y esperar de ellos lo que se debe esperar sólo de parte de
Dios, fueron su pecado y su necedad. En todos los conflictos y sufrimientos, tenemos que guardar
especialmente nuestro corazón para que pueda ser perfecto delante de Dios por la fe, la paciencia y la
obediencia.
CAPÍTULO XVII
Josafat fomenta la religión en Judá—Su prosperidad.
Josafat halló que su pueblo era, en general, muy ignorante y, por tanto, se propuso que fueran bien
educados. La enseñanza pública de la Palabra de Dios constituye, en toda época, el gran método para
fomentar el poder de la santidad. Por ella se informa el entendimiento, se despierta y dirige la conciencia. —
Tenemos un relato detallado de la prosperidad de Josafat, pero no fue un ejército formidable el que impidió
que las naciones vecinas intentaran algo contra Israel, sino el temor de Dios que cayó sobre ellos, cuando
Josafat reformó su país y estableció un ministerio de predicación en él. Las ordenanzas de Dios son la
fuerza y la seguridad de un reino más que los soldados y armas de guerra. La Biblia nos pide que notemos
la mano de Dios en todo suceso, aunque esto sea poco tomado en cuenta. Pero que todos empleen los
talentos que tienen: ser fieles aun en lo poco. Estableced la adoración de Dios en vuestras casas. Una
familia es un encargo importante, ¿por qué no habríais de instruirla en el libro de la ley de Jehová, como
hizo Josafat con sus súbditos? Pero sed coherentes. No recomendéis una cosa para hacer otra. Comienza
tú mismo. Recurre al Señor Dios de Israel, luego, pide a tus hijos y siervos que sigan tu ejemplo.
CAPÍTULO XVIII
La alianza de Josafat con Acab
Leemos esta historia en 1 Reyes xxii. Las riquezas y el honor abundantes dan mucha ocasión para hacer el
bien, pero van asociadas con muchos lazos y tentaciones. Los hombres no saben mucho de los artificios de
Satanás, y de lo engañoso de sus propios corazones, cuando codician riquezas con la idea de poder hacer
el bien con ellas. —¿Qué puede herir a quienes Dios protege? ¿Qué puede amparar a los que Dios
destruirá? Josafat está a salvo en sus ropajes. Acab muere en su armadura, porque no es de los ligeros la
carrera, ni la guerra de los fuertes. Debemos tener cautela para no enredarnos en las empresas mundanas
de los hombres malos; y, más aún, debemos evitar comprometernos en sus proyectos pecaminosos. Pero
cuando ellos le invocan, Dios puede y quiere sacar a su pueblo fiel de las dificultades y peligros en que se
ha metido a causa del pecado. Él tiene todos los corazones en su mano, de modo que fácilmente los
rescata. Bienaventurado el varón que pone su confianza en el Señor.
CAPÍTULO XIX
Josafat visita su reino
Cada vez que regresamos en paz a nuestra casa debemos agradecer la providencia de Dios para preservar
nuestras idas y venidas. Y si hemos sido resguardados de peligros fuera de lo corriente, estamos obligados
a ser agradecidos de manera especial. Las misericordias distintivas nos ponen bajo fuertes obligaciones. El
profeta dice a Josafat que ha hecho muy mal al aliarse con Acab. Él recibe bien el reproche. Véase el efecto
que esta reprensión tuvo sobre él. Examinó estrictamente su propio reino. Por lo que dijo el profeta, Josafat
se dio cuenta que sus intentos anteriores de reforma agradaron a Dios; por tanto, hizo lo que entonces
faltaba por hacer. Bueno es cuando los encomios nos estimulan para cumplir nuestro deber. —Hay
diversidades de dones y operaciones, pero todas son del mismo Espíritu y para el bien público y, cada uno
según el don que ha recibido, minístrelo a los otros. Bendito sea Dios por los magistrados y ministros,
escribas y estadistas, literatos y empresarios. —Obsérvese el encargo que dio el rey. Ellos debían hacer
todo en el temor del Señor, con un corazón perfecto y recto. Y debían hacer que su preocupación constante
fuera impedir el pecado, que es ofensa a Dios y trae ira sobre el pueblo.
CAPÍTULO XX
Versículos 1—13. Peligro y angustia de Judá. 14—19. Jahaziel anuncia la victoria 20—30. Acción de gracias
de Judá. 31—37. Alianza de Josafat con Ocozías.
Vv. 1—13. En todos los peligros, públicos o personales, nuestra primera tarea debe ser buscar la ayuda de
Dios. De ahí la ventaja de tener días de ayuno y oración nacionales. De principio a fin la búsqueda del
Señor debemos acercarnos a Él humillados por nuestros pecados, confiando solamente en su misericordia y
poder. Josafat reconoce el dominio soberano de la Divina Providencia. Señor ejércela por cuenta nuestra. A
quién buscaremos, én quién confiaremos para tener auxilio, sino en el Dios que hemos elegido y servido.
Quienes usan para Dios lo que tienen, pueden esperar, consoladoramente, que Él se los restituirá. Todo
creyente verdadero es un hijo de Abraham, un amigo de Dios; con quienes se establece el pacto eterno, a
ellos pertenece cada promesa. Estamos seguros del amor de Dios por morar en la naturaleza humana en la
persona del Salvador. Josafat menciona el templo como señal de la presencia favorable de Dios. Plantea la
injusticia de sus enemigos. Nosotros bien podemos apelar a Dios en contra de los que nos devuelven mal
por bien. Aunque tenía un ejército grande dijo: No tenemos poder sin ti; confiamos en ti.
Vv. 14—19. El Espíritu de profecía cayó sobre un levita en medio de la congregación. El Espíritu, como
el viento, sopla de donde quiere y sobre quien quiere. Los anima a confiar en Dios. Que el soldado cristiano
salga contra sus enemigos espirituales y el Dios de paz le hará más que vencedor. Nuestras tribulaciones
resultarán ser nuestro provecho. La ventaja será toda nuestra, pero toda la gloria deber se dada a Dios.
Vv. 20—30. Josafat exhorta a sus tropas a tener fe firme en Dios. La fe inspira al hombre valor
verdadero; nada le ayudará más a establecer el corazón en tiempos de temblor que la fe firme en el poder,
la misericordia y la promesa de Dios. En toda nuestra confianza en el Señor y en nuestras alabanzas a Él,
miremos especialmente su misericordia eterna para con los pecadores por medio de Jesucristo. —Nunca
fue un ejército tan destruido como el del enemigo. De esta manera, Dios suele hacer que la gente mala se
destruya entre sí. Nunca se celebró una victoria con una acción de gracias más solemne.
Vv. 31—37. Josafat se mantuvo cerca de la adoración de Dios; él hizo lo que pudo para mantener cerca
a su pueblo. Pero después que Dios hizo tan grandes cosas por él, que le dio no sólo la victoria, sino
riqueza; después de esto, fue muy ingrato que él fuera e hiciera alianza con un rey malo. ¿Qué podía
esperar sino que Dios se enojara con él? Sin embargo, parece que aceptó la advertencia, porque se negó
cuando Ocozías lo presionó posteriormente para que se le uniera, 1 Reyes xxii, 49. Así, la alianza quedó
rota y la reprensión divina tuvo su efecto, por lo menos por una temporada. Seamos agradecidos por
cualquier pérdida que haya impedido la pérdida de nuestra alma inmortal. Alabemos al Señor que nos buscó
y no nos dejó perecer en nuestros pecados.
CAPÍTULO XXI
Versículos 1—11. El reino malo de Joram. 12—20. El final miserable de Joram.
Vv. 1—11. Joram odiaba a sus hermanos y los mató por la misma razón que Caín odió a Abel y lo mató,
porque la piedad de ellos condenaba su impiedad. En el misterio de la Providencia tales hombres prosperan
a veces por un tiempo, pero el Señor tiene propósitos justos al permitir tales sucesos, parte de los cuales
ahora ya han ocurrido, y el resto será visto en el futuro.
Vv. 12—20. Dios envió una advertencia a Joram. El Espíritu de profecía pudo dirigir a Elías para que
preparara este escrito previendo los crímenes de Joram. Se le dice claramente que su pecado lo destruirá.
Pero no es de asombrarse que los pecadores no sean amedrentados por el pecado, ni se arrepientan por
las amenazas de miserias en el otro mundo, cuando la certeza de la desgracia en este mundo, el
hundimiento de sus patrimonios y la ruina de la salud de ellos no los aparta de sus malos rumbos. —Véase
aquí a Joram despojado de todas sus consolaciones. Así Dios demuestra sencillamente que la controversia
era con él y su casa. Él había dado muerte a todos sus hermanos para fortalecerse él mismo; ahora, todos
sus hijos son muertos, menos uno. La casa de David no debe ser destruida en su totalidad, como la de los
reyes de Israel, porque en ella había una bendición: la del Mesías. —Los hombres buenos pueden ser
afligidos con enfermedades, pero para ellos son castigos paternales y, con el apoyo de las consolaciones
divinas, el alma puede habitar confiada, aunque el cuerpo yazga en dolor. Estar enfermo y pobre, enfermo y
solo, pero especialmente enfermo y en pecado, enfermo y bajo la maldición de Dios, enfermo y sin gracia
para soportarlo, es un caso muy deplorable. La maldad y la calidad de profano hacen despreciables a los
hombres, aun ante los ojos de los que apenas tienen religión.
CAPÍTULO XXII
El reino de Ocozías—Atalía destruye a la familia real.
El consejo de los impíos destruye a muchas personas jóvenes cuando están saliendo al mundo. Ocozías se
entregó a la dirección de hombres malos. Los que nos aconsejan que hagamos lo malo, nos aconsejan para
nuestra destrucción; aunque pretendan ser amigos, son nuestros peores enemigos. Véase y témase la
maldad de las malas compañías. Si no se teme la infección, témase la destrucción, Apocalipsis xviii, 4. Aquí
tenemos una mala mujer que se propuso destruir la casa de David, y una buena mujer que la preserva.
Ninguna palabra de Dios caerá al suelo. Toda la verdad de las profecías de que el Mesías vendría de David
y, por Él, la salvación del mundo, parecían ahora depender del frágil hilo de la vida de un solo infante, en
cuya destrucción se interesaba el poder reinante. Pero Dios lo había propuesto, y los esfuerzos de tierra e
infierno fueron vanos.
CAPÍTULO XXIII
Coronación de Joás y muerte de Atalía.
Considerarnos a nosotros y a cada uno como pueblo del Señor debiera volvernos fervorosos para cumplir
nuestro deber para con Dios y con el hombre. Así fue la feliz revolución ocasionada y el pueblo se regocijó.
Cuando el Hijo de David está en el trono del alma, todo está tranquilo y gozoso. Vea 2 Reyes xi.
CAPÍTULO XXIV
Versículos 1—14. Joás de Judá—Reparación del templo. 15—27. Joás cae en la idolatría—Sus sirvientes lo
matan.
Vv. 1—14. Joás es más celoso que el mismo Joiada en cuanto a la reparación del templo. Es más fácil
edificar templos que ser templos de Dios, pero reparar lugares para la adoración pública es una buena obra
que todos deben fomentar. Se haría más de una buena obra, que ahora está sin hacer, si hombres activos la
promovieran.
Vv. 15—27. Véase qué juicio es para cualquier príncipe o pueblo la muerte de hombres santos, celosos,
útiles. Obsérvese cuán necesario es que en materia de fe actuemos basados en principios internos.
Entonces, perder un padre, un ministro o un amigo no sería perder nuestra religión. —A menudo los
príncipes y la gente inferior ha sido halagada para su propia ruina. Sólo la gracia verdadera capacitará al
hombre para dar fruto hasta el fin. —Zacarías, hijo de Joiada, lleno del Espíritu de profecía, se paró y habló
al pueblo acerca de su pecado. La obra de los ministros es descubrir el pecado de los hombres por medio
de la Palabra de Dios, como lámpara y luz, y exponer las providencias de Dios. —Ellos mataron a pedradas
a Zacarías en el atrio de la casa del Señor. Fijaos en las palabras del mártir moribundo: “Jehová lo vea y lo
demande”, que no procedieron de un espíritu de venganza sino de un espíritu de profecía. —Dios golpeó a
Joás con grandes enfermedades, de cuerpo o mente o ambas, antes que los sirios se fueran. Si la
venganza persigue a los hombres, el final de una tribulación no será sino el comienzo de otra. Sus propios
siervos lo mataron. Estos juicios son llamados cargas, porque la ira de Dios es una carga pesada,
demasiado pesada para que la soporte un hombre. Que Dios nos ayude a oír la advertencia, a ser rectos de
corazón, y a perseverar en sus caminos hasta el final.
CAPÍTULO XXV
Versículos 1—13. Amasías, rey de Judá. 14—16. Amasías adora los ídolos de Edom. 17—28. El abrupto
desafío de Amasías.
Vv. 1—13. Amasías no era enemigo de la religión, sino un amigo frío e indiferente. Muchos hacen lo que es
bueno, pero no con un corazón perfecto. La impetuosidad obra para arrepentimiento. Pero la obediencia de
Amasías al mandamiento de Dios fue para su honra. La creencia firme en la completa suficiencia de Dios
para sostenernos en nuestro deber y compensar toda pérdida y daño en que incurramos en su servicio, hará
muy ligero su yugo y liviana su carga. Cuando somos llamados a dejar cualquier cosa por Dios y por nuestra
fe, debe satisfacernos que Dios sea capaz de darnos mucho más que esto. —Los pecadores convictos, que
no tienen la verdadera fe, siempre objetan la obediencia abnegada. Son como Amasías; dicen: pero, ¿qué,
pues, se hará de los cien talentos? ¿Qué haremos si, por santificar el día de reposo, perdemos tan buenos
clientes? ¿Qué haremos sin esta ganancia? ¿Qué haremos si perdemos la amistad del mundo? Muchos
pretenden aquietar sus conciencias con el pretexto de que son necesarias las costumbres prohibidas. La
respuesta, como aquí, es: el Señor es capaz de darte mucho más que esto. Él compensa aun en este
mundo todo lo que se rinde a su causa.
vv. 14—16. Adorar los dioses de los que Amasías había conquistado, que no podían ayudar ni a sus
propios adoradores, fue el absurdo más grande. Si los hombres consideraran cuán incapaces de socorrerles
son todas esas cosas a las que recurren cada vez que abandonan a Dios, no serían tan enemigos de sí
mismos. La reprensión que Dios envió por medio de un profeta era muy justa para ser refutada, pero se le
prohibió decir una palabra más. El pecador seguro se regocija por haber silenciado a quienes los reprenden
y controlan, pero, ¿qué surge de eso? Los que son sordos al reproche maduran para su destrucción.
Vv. 17—28. Nunca un príncipe orgulloso fue más mortificado que Amasías a manos de Joás, rey de
Israel. La soberbia del hombre le abate, Proverbios xxix, 23; se adelanta a su destrucción y merecidamente
la acarrea. El que se enaltece será humillado. El que entra apresuradamente en pleito, no sabe qué hacer al
fin, después que su prójimo lo haya avergonzado, Proverbios xxv, 8. ¿Y qué somos cuando pretendemos
establecer nuestra propia justicia o presumimos de justificarnos ante el Altísimo Dios, sino cardos
despreciables que se creen cedros majestuosos? ¿Y las diversas tentaciones, toda corrupción, no son sino
como una bestia salvaje del desierto que pisoteará al jactancioso desgraciado y hará polvo de sus altivas
pretensiones? El orgullo del hombre lo humillará; su ruina puede fecharse desde que se alejó del Señor.
CAPÍTULO XXVI
Versículos 1—15. Reinado bueno de Uzías en Judá. 16—23. Uzías intenta quemar incienso.
Vv. 1—15. Mientras Uzías buscó al Señor y se preocupó de la religión, Dios lo hizo prosperar. Sólo
prosperan aquellos a quienes el Señor hace prosperar, porque la prosperidad es dádiva suya. Muchos han
reconocido que prosperaron mientras buscaron al Señor y cumplieron con su deber, pero cuando
abandonaron a Dios todo salió mal. Dios nunca continúa con la bendición para el indolente, ni retiene su
bendición del diligente. Nunca soportará que alguien busque su rostro en vano. El nombre de Uzías fue
famoso en todos los países vecinos. El renombre con Dios y con gente buena da verdadera honra. —Él no
se deleitó en la guerra ni se aficionó a los deportes, sino que se deleitó en gobernar bien.
Vv. 16—23. La transgresión de los reyes anteriores a Uzías fue abandonar el templo del Señor y
quemar incienso en altares idólatras, pero su transgresión fue ir al lugar santo y tratar de quemar incienso
en el altar de Dios. Véase cuán difícil es evitar un extremo sin caer en otro. El orgullo de corazón estaba en
el fondo de su pecado; una lujuria que destruye a muchos. En lugar de enaltecer el nombre de Dios por
gratitud para Aquel que había hecho tanto por él, su propio corazón se enalteció para menoscabo suyo. La
pretensión de los hombres de obtener conocimiento prohibido, y de buscar cosas demasiado altas para
ellos, se debe a la soberbia de su corazón. —El incienso de nuestras oraciones debe ser puesto, por fe, en
las manos de nuestro Señor Jesús, el gran Sumo Sacerdote de nuestra profesión; de lo contrario no
podemos esperar que sea aceptado por Dios, Apocalipsis viii, 3. —Aunque Uzías se enojó con los
sacerdotes, no se enojaría con su Hacedor. Sin embargo, fue castigado por su transgresión; murió leproso,
desechado de la sociedad. El castigo correspondió al pecado como el rostro al espejo. El orgullo estaba en
el fondo de su transgresión y Dios lo humilló de este modo deshonrándolo. Quienes codician honores
prohibidos, abandonan los permitidos. Adán se excluyó del árbol de la vida, del cual podría haber comido,
por tomar del árbol del conocimiento, del cual no podía comer. Que todos los que lean, digan Jehová es
justo. Y cuando el Señor vea que es bueno desechar a hombres prósperos y útiles, como vasos rotos, si
levanta a otros para ocupar sus lugares, éstos pueden regocijarse renunciando a todas las preocupaciones
mundanas y emplear el resto de sus días preparándose para morir.
CAPÍTULO XXVII
El reinado de Jotam en Judá.
El pueblo hizo lo malo. Quizá Jotam deseaba la reforma de la tierra. Los hombres pueden ser muy buenos
pero no tener el valor y el celo para hacer lo que pueden. Ciertamente esto culpa al pueblo. —Jotam
prosperó y llegó a ser poderoso. Mientras más constantes seamos en la religión, más poderosos seremos
para resistir el mal y para hacer el bien. El Señor saca a menudo a los gobernantes sabios y piadosos, y
manda a otros cuyas necedades y vicios castigan a un pueblo que no valoró sus misericordias.
CAPÍTULO XXVIII
El reinado malo de Acaz en Judá.
Israel ganó esta victoria porque Dios estaba enfadado con Judá y lo hizo vara de su furor. Él les recuerda
sus propios pecados. No conviene a los pecadores ser crueles. ¿Podrían ellos esperar misericordia de Dios
si no mostraron misericordia, ni justicia a sus hermanos? Recordemos que todo hombre es nuestro prójimo,
nuestro hermano, nuestro congénere, si es que no fuera nuestro hermano cristiano. Y nadie que esté
familiarizado con la Palabra de Dios tiene que tener miedo de sostener que la esclavitud es contraria a la ley
del amor y al evangelio de la gracia. ¿Quién puede retener a su hermano en esclavitud sin quebrantar la
regla de hacer a los demás lo que uno quisiera que le hagan? Pero cuando los pecadores quedan librados a
la lujuria de su corazón, se vuelven más perversos. Dios les manda libertar a los prisioneros y ellos
obedecieron. —El Señor humilló mucho a Judá. Quienes no se humillan bajo la Palabra de Dios, serán
justamente humillados por sus juicios. Suele hallarse que los perversos no tienen afecto real por quienes se
rebelan contra ellos, ni les interesa hacerles el bien. —¡Este es el rey Acaz! ¡Miserable! Son realmente
malos y perversos quienes en lugar de mejorar con sus aflicciones empeoran; y, en su angustia,
transgreden más aun y tienen sus corazones más decididos a hacer el mal. Pero no hay que asombrarse
que los afectos y devociones de los hombres estén mal puestos cuando confunden al autor de sus
tribulaciones con el que los socorre. El progreso de la perversidad y la miseria suele ser rápido; y es
horroroso pensar que el pecador con su maldad es llevado al mundo eterno.
CAPÍTULO XXIX
Versículos 1—19. El buen reinado de Ezequías en Judá. 20—36. El sacrificio de expiación de Ezequías.
Vv. 1—19. Cuando Ezequías llegó a la corona, se aplicó de inmediato a hacer reformas. Los que empiezan
con Dios, comienzan por el lado bueno su obra y prosperarán conforme a eso. Los que dan la espalda a los
mandamientos de Dios, se puede decir con verdad que abandonan a Dios mismo. Todavía hay quienes se
descuidan, si no lee ni se abre debidamente la Palabra, porque eso representaba el encendido de las
lámparas, y si no se ofrecen oraciones y alabanza, porque eso significaba el incienso ardiendo. El descuido
de la adoración de Dios fue la causa de las calamidades bajo las cuales cayeron. El Señor solo puede
preparar el corazón del hombre para la santidad vital: cuando se hace mucho bien en poco tiempo, la gloria
debe ser atribuida a Él; y se regocijarán en ello todos los que le aman a Él o a las almas de los hombres.
Los que hacen una buena obra aprendan a hacerla bien.
Vv. 20—36. Tan pronto como Ezequías supo que el templo estaba listo, no perdió tiempo. Debe hacer
expiación por los pecados del reinado pasado. No bastó con lamentarse y dejar los pecados; llevaron una
ofrenda por el pecado. Nuestro arrepentimiento y reforma no obtendrá perdón sino en Cristo y por Él, que
fue hecho pecado, esto es, ofrenda por nuestros pecados. Los levitas cantaban mientras estaban las
ofrendas en el altar. La tristeza por el pecado no debe evitar que alabemos a Dios. El rey y la congregación
dieron su aprobación a todo lo que se hizo. No basta que nosotros estemos donde se adora a Dios, si no
adoramos con el corazón. Debemos ofrecer nuestros sacrificios espirituales de alabanza y de acción de
gracias dedicándonos nosotros mismos y todo lo que tenemos, como sacrificio aceptable para el Padre, sólo
a través del Redentor.
CAPÍTULO XXX
Versículos 1—12. La Pascua de Ezequías. 13—20. Se celebra la Pascua. 21—27. La fiesta de los panes
ácimos.
Vv. 1—12. Ezequías dio la bienvenida a Israel a la Pascua, como si hubieran sido sus propios súbditos.
Rindámonos al Señor. No digáis que haréis lo que os plazca; decidid hacer lo que Él quiera. Percibimos en
la mente carnal una rigidez, obstinación, e ineptitud para cumplir con Dios; eso lo heredamos de nuestros
padres y debe ser superado. Quienes, por gracia, se han vuelto a Dios, deben hacer todo lo que puedan
para que los demás vayan a Él. La gente se burlará, pero algunos se humillarán y serán beneficiados, quizá
donde menos se espere. La rica misericordia de Dios es el gran argumento para dar vigencia al
arrepentimiento; aun el más vil que se somete y se rinde será ciertamente salvo. ¡Oh, que se enviara
mensajeros para llevar esta buena nueva a toda ciudad, y a toda aldea, por todo territorio!
Vv. 13—20. Lo necesario del servicio a Dios en las ordenanzas solemnes es hacer de esto una obra de
corazón; sin esto, es nada. Donde hay sinceridad y resolución de corazón, sin embargo, puede haber
muchas cosas que no alcancen la purificación del santuario. Estos defectos necesitan gracia que perdona y
sana, porque las omisiones en el deber son pecados igual que las omisiones del deber. Seríamos
deshechos si Dios nos tratara con estricta justicia, hasta por la mejor de nuestras obras. La manera de
obtener perdón es buscarlo de Dios en oración; debe conseguirse pidiéndola por la sangre de Cristo. Sin
embargo, todo defecto es pecado y necesita perdón; y esto debe ser lo que nos humille, pero sin
desanimarnos, aunque nada puede compensar la falta de un corazón preparado para buscar al Señor.
Vv. 21—27. Muchas oraciones se hicieron a Dios con las ofrendas de paz. En estas, Israel consideraba
a Dios como el Dios de sus padres, un Dios que tiene un pacto con ellos. También hubo abundancia de
buena predicación. Los levitas leyeron y explicaron las Escrituras. La fe viene por el oír, y la religión
verdadera siempre ha florecido conforme abunde la fiel predicación bíblica. —Cantaron himnos cada día:
alabar a Dios debe ser gran parte de nuestra obra en las asambleas religiosas. Habiendo guardado los siete
días de la fiesta en esta forma religiosa, ellos tuvieron tanto consuelo que además guardaron otros siete
días. Esto lo hicieron con alegría. Los deberes santos deben hacerse con santa alegría. Y cuando los
pecadores se humillan ante el Señor, pueden esperar alegría de sus ordenanzas. Quienes saborean esta
alegría no se cansarán pronto, sino que se regocijarán de prolongar su goce.
CAPÍTULO XXXI
Ezequías destruye la idolatría.
Después de la Pascua, el pueblo de Israel se dedicó con vigor a destruir los monumentos a la idolatría. Las
ordenanzas públicas debieran incitarnos a limpiar nuestros corazones, nuestro hogares y tiendas de la
suciedad del pecado, y de la idolatría de la codicia y entusiasmar a los demás para que hagan lo mismo. La
mejoría que sigue a las ordenanzas solemnes es de la mayor importancia para la religión personal, familiar y
pública. Cuando ellos gustaron la dulzura de la ordenanza de Dios en la última Pascua, tuvieron libertad
para mantener el servicio del templo. Los que disfrutan del beneficio de un ministerio establecido no
reclamarán por los gastos que produce. En todo lo que Ezequías intentó para el servicio de Dios, fue
fervoroso y decidido en su enfoque y dependencia, siendo consecuentemente prosperado. Sea que se nos
haya confiado pocos o muchos talentos, podemos, de este modo, procurar mejorarlos y estimular a los
demás para que hagan lo mismo. Lo que se emprende con sincera consideración de la gloria de Dios,
triunfará finalmente para nuestro honor y consuelo.
CAPÍTULO XXXII
Versículos 1—23. La invasión de Senaquerib—Su derrota. 24—33. La enfermedad de Ezequías—Su
próspero reinado y su muerte.
Vv. 1—23. Quienes encomiendan su seguridad a Dios deben usar los medios adecuados, porque, de lo
contrario, le tientan. Dios proveerá, pero nosotros también. —Ezequías reunió a su pueblo y les habló
consoladoramente. La confianza en Dios nos levantará por sobre el miedo imperante en el hombre. Que los
buenos súbditos y soldados de Jesucristo descansen en su palabra y digan con plena confianza, si Dios
está por nosotros, ¿quién contra nosotros? Por el favor de Dios se pierden los enemigos y se ganan amigos.
Vv. 24—33. Dios dejó solo a Ezequías para que, por esta prueba y su debilidad en ella, se pudiera
conocer lo que había en su corazón; que él no era tan perfecto en gracia como creía serlo. Bueno es que
nos conozcamos a nosotros mismos y nuestra debilidad y pecaminosidad para no enorgullecernos ni confiar
en nosotros mismos, y que siempre vivamos dependiendo de la gracia divina. No conocemos la corrupción
de nuestro corazón ni la conoceremos si Dios nos deja librados a nosotros mismos. —Su pecado fue que su
corazón se enalteció. ¡Cuánta necesidad tienen los hombres grandes, los hombres buenos y los hombres
útiles de estudiar sus enfermedades y necedades, y sus obligaciones con la libre gracia, para que nunca
piensen altaneramente de sí, antes bien, rueguen fervorosamente a Dios que siempre los mantenga
humildes! Ezequías devolvió mal a Dios por sus favores haciendo aun de estos favores alimento y
combustible de su orgullo. Impidamos toda ocasión de pecar: evitemos la compañía, las diversiones, los
libros, sí, hasta la vista misma que pudieran conducirnos a pecar. Encomendémonos continuamente al
cuidado y protección de Dios; y roguémosle que nunca nos deje ni nos desampare. —Bendito sea Dios que
la muerte pronto terminará el conflicto del creyente; entonces el orgullo y todo pecado serán abolidos. El
creyente no será más tentado a retener la alabanza que pertenece al Dios de su salvación.
CAPÍTULO XXXIII
Versículos 1—20. La maldad y el arrepentimiento de Manasés 21—25. El reinado malvado de Amón en
Judá.
Vv. 1—20. Vimos la maldad de Manasés; aquí tenemos su arrepentimiento que es un caso memorable de
las riquezas de la misericordia perdonadora de Dios y del poder de su gracia renovadora. Privado de su
libertad, separado de sus malos consejeros y compañeros, sin ninguna perspectiva, salvo la de terminar sus
días en una miserable prisión, Manasés pensó en lo que había pasado; empezó a clamar misericordia y
liberación. Confesó sus pecados, se condenó a sí mismo, fue humillado delante de Dios, se detestó como
monstruo de impiedad y maldad. Pero esperó ser perdonado por medio de la abundante misericordia del
Señor. —Entonces, supo Manasés que Jehová era Dios, capaz de librar. Lo conoció como Dios de
salvación; aprendió a temerle, confiar en Él, a amarle y obedecerle. Desde este momento tuvo un nuevo
carácter y anduvo en novedad de vida. ¿Quién sabe qué torturas de conciencia, qué estertores de dolor,
qué miedo de la ira, que remordimiento y agonía, soportó cuando miró sus muchos años de apostasía y
rebelión contra Dios, habiendo dirigido a miles al pecado y a la perdición, en su culpa sangrienta por
perseguir a los hijos de Dios? ¿Y quién puede reclamar que el camino al cielo está bloqueado cuando ve
que entra un pecador como éste? Piensa lo peor de ti mismo, he aquí uno así tan malo que halla el camino
al arrepentimiento. No te niegues eso que Dios no te ha negado; no es tu pecado sino tu impenitencia lo que
te cierra el cielo.
Vv. 21—25. El padre de Amón hizo el mal, pero éste hizo peor. Cualesquiera hayan sido las
advertencias o acusaciones que recibió, nunca se humilló. Pronto fue cortado en sus pecados y se convirtió
en advertencia para todos los hombres para que no abusen del ejemplo de la paciencia y misericordia de
Dios para con Manasés, y la consideren un aliento para seguir en pecado. Que Dios nos ayude a ser
honestos con nosotros mismos y a pensar correctamente acerca de nuestro propio carácter antes que la
muerte nos deje en un estado inmutable.
CAPÍTULO XXXIV
El buen reinado de Josías en Judá.
Como los años de la infancia no sirven para nuestros congéneres, así nuestra juventud temprana debiera
dedicarse a Dios, para que no despilfarremos nada del breve espacio de vida que resta. Felices y sabios
son quienes buscan al Señor y se preparan para ser útiles a temprana edad, mientras otros andan en pos
de placeres pecaminosos, contrayendo malos hábitos y estableciendo relaciones destructoras. ¿Qué puede
expresar la angustia evitada por la temprana piedad y sus benditos efectos? —El examen y la vigilancia
diligentes de sí mismos nos convencerán de lo engañoso y perverso de nuestros corazones y de la
pecaminosidad de nuestra vida. Aquí se nos exhorta a humillarnos ante Dios y buscarlo como hizo Josías. Y
aquí se enseña a los creyentes a no temer la muerte, sino a darle la bienvenida cuando los aparta del mal
venidero. —Nada acelera la ruina de un pueblo ni los hace madurar para su perdición más que su descuido
de los intentos de reforma. No os engañéis, Dios no puede ser burlado. La corriente y la marejada de los
afectos sólo se gira a la orden de Aquel que levanta a los muertos en delitos y pecados. Contemplamos la
peculiar hermosura de la gracia que otorga el Señor en quienes, en sus años tiernos, procuran conocer y
amar al Salvador. ¿Le ha visitado Jesús, la aurora de lo alto? ¿Podéis atribuir a vuestra juventud el
conocimiento de esta luz y vida del hombre, como Josías? ¡Oh, la indecible felicidad de llegar a
familiarizarse con Jesús desde nuestros primeros años!
CAPÍTULO XXXV
Versículos 1—19. La Pascua celebrada por Josías. 20—27. Josías muere en batalla.
Vv. 1—19. La destrucción de la idolatría que realizó Josías fue relatada con más detalles en el libro de los
Reyes. Aquí se narra la celebración formal y solemne de la Pascua. La Cena del Señor recuerda la Pascua
más que a cualquier otra de las festividades judías y la debida observancia de esa ordenanza es prueba de
creciente piedad y devoción. Dios solo puede hacer verdaderamente santos nuestros corazones y
prepararlos para sus santos servicios, pero hay deberes que nos corresponden y al cumplirlos obtenemos
esta bendición del Señor.
Vv. 20—27. La Escritura no condena la conducta de Josías de oposición al Faraón. Pero Josías parece
tener la culpa de no consultar al Señor luego de haber sido advertido; su muerte pudiera ser un reproche por
su precipitación, pero fue juicio contra un pueblo malo e hipócrita. El que lleva una vida de arrepentimiento,
fe y obediencia no puede ser afectado por la manera súbita en que es quitado. El pueblo lo lamentó.
Muchos de los que se duelen por los sufrimientos, no abandonan los pecados que hicieron que Dios les
enviara tales juicios. Pero esto, solo puede quitar los juicios. Si culpamos a Josías debemos estar alertas,
para que no seamos cortados en forma deshonrosa para nuestra profesión de fe.
CAPÍTULO XXXVI
Versículos 1—21. La destrucción de Jerusalén. 22—23. La proclama de Ciro.
Vv. 1—21. La ruina de Judá y Jerusalén fue gradual. Los métodos que Dios adopta para llamar de regreso a
los pecadores por su Palabra, por medio de los ministros, por la conciencia, por providencias, son todos
ejemplos de su compasión hacia ellos, y de su deseo de que ninguno perezca. Véase aquí qué caos terrible
produce el pecado y, a medida que valoramos el consuelo y continuidad de nuestras bendiciones terrenales,
mantengamos alejado ese gusano de sus raíces. —Ellos habían arado y sembrado muchas veces su tierra
en el séptimo año, cuando debiera haber reposado, y ahora había estado sin arar y ni sembrar durante diez
veces siete años. Dios no saldrá perdiendo su gloria al final por la desobediencia de los hombres. Si ellos se
negaron a dejar que la tierra reposara, Dios la haría descansar. ¿A qué lugar, oh Dios, perdonará tu justicia
si Jerusalén ha perecido? Si esa delicia tuya fuese cortada por mala, no seamos altivos, temamos.
Vv. 22, 23. Dios había prometido restaurar a los cautivos y reconstruir Jerusalén al final de setenta años,
y, el tiempo fijado, el tiempo de favorecer a Sion, llegó por fin. Aunque la iglesia de Dios fuera derribada no
es expulsada; aunque su pueblo sea corregido, no es abandonado; aunque arrojado al horno, no se pierde
ahí, ni es dejado más tiempo de lo necesario para separar lo espurio. Aunque Dios contienda por mucho
tiempo no contenderá para siempre. —Antes de cerrar los libros de las Crónicas, que contienen el fiel
registro de los hechos, pensad qué desolación introdujo el pecado en el mundo y, sí, hasta en la iglesia de
Dios. Temblemos por lo que aquí se narra, aunque en el carácter de algunas pocas almas bondadosas
descubramos que el Señor no se queda sin testigos. Y cuando hayamos mirado este fiel retrato de la
naturaleza del hombre, comparémoslo con la misma naturaleza renovada por la gracia del Todopoderoso,
por medio de la justicia de Cristo, nuestro Salvador que justifica y adorna el alma.

Henry, Matthew