PRIMERA DE PEDRO
Las mismas grandes doctrinas de las epístolas de San Pablo son aquí
aplicadas a los mismos
propósitos prácticos. Esta epístola es notable por la dulzura, la bondad
y el amor humilde con que
está escrita. Da un resumen, breve aunque muy claro, de las
consolaciones y de las instrucciones
necesarias para estimular y dirigir al cristiano en su viaje al cielo,
elevando sus pensamientos y sus
deseos a esa felicidad, y fortaleciéndolo en su camino contra toda
oposición procedente de la
corrupción interior y de las tentaciones y aflicciones exteriores.
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CAPÍTULO I
Versículos 1—9. El apóstol bendice
a Dios por sus beneficios especiales por medio de Cristo. 10—
12. La salvación por Cristo anunciada en la
profecía antigua. 13—16. Exhortación
a la sana
comunión. 17—25. Como
conviene a sus principios, privilegios y obligaciones.
Vv. 1–9. Esta epístola está dirigida a los
creyentes en general, que son extranjeros en toda ciudad o
país donde vivan y están diseminados por todas las naciones. Ellos
tienen que atribuir su salvación
al amor electivo del Padre, la redención del Hijo y la santificación del
Espíritu Santo; y, así, dar
gloria al Dios único en tres Personas en cuyo nombre han sido
bautizados. —La esperanza en el
vocabulario mundano se refiere sólo a un bien incierto, porque todas las
esperanzas mundanas son
inestables, edificadas sobre arena, y las esperanzas del cielo que tiene
el mundano son conjeturas
ciegas y sin fundamento. Pero la esperanza de los hijos del Dios vivo es
una esperanza viva; no sólo
acerca de su objeto, sino también en su efecto. Vivifica y consuela en
todas las angustias, capacita
para enfrentar y superar todas las dificultades. La misericordia es la
fuente de todo esto; sí, gran
misericordia y misericordia múltiple. Esta bien cimentada esperanza de
salvación es un principio
activo y vivo de obediencia en el alma del creyente. —El tema del gozo
cristiano es la memoria de
la felicidad puesta por delante. Es incorruptible
no puede acabarse; es una fortuna que no se puede
gastar. También es incontaminada lo que significa su pureza y perfección. Inmarcesible
porque no
es más o menos placentera a veces, sino siempre la misma, no cambia.
Todas las posesiones de aquí
están manchadas con defectos y fallas; aún falta algo: casas lindas que
tienen preocupaciones tristes
revoloteando en torno a sus techos dorados y bien pintados; camas
blandas y mesas llenas, a
menudo con cuerpos enfermos y estómagos revueltos. Todas las posesiones
están manchadas de
pecado, sea al obtenerlas o al usarlas. ¡Cuán prontos estamos para hacer
de las cosas que tenemos
ocasión e instrumento de pecado, y pensar que no hay libertad ni deleite
en su uso, sin abusar de
ellas! Las posesiones mundanas son inciertas y pronto pasan como las
flores y las plantas del
campo. Eso debe ser del más alto valor, ya que se pone en el lugar mejor
y más elevado: el cielo.
Dichosos aquellos cuyos corazones pone el Espíritu Santo en esta
herencia. Dios no sólo da gracia a
su pueblo, pero lo preserva para gloria. —Cada creyente siempre tiene
algo en que puede
regocijarse grandemente; esto debe demostrarse en el semblante y la
conducta. El Señor no aflige
por gusto aunque su sabio amor suele asignar pruebas agudas para mostrar
el corazón de su pueblo
y para hacerles el bien al final. El oro no aumenta por ser probado en
el fuego, se vuelve menos;
pero la fe se afirma y multiplica por las tribulaciones y aflicciones.
El oro debe perecer al final y
sólo puede comprar cosas perecederas, mientras la prueba de fe será
hallada para alabanza, honra y
gloria. Esto debe reconciliarnos con las aflicciones presentes.
Busquemos entonces creer en la
excelencia de Cristo en sí y de su amor por nosotros; esto encenderá un
fuego tal en el corazón que
lo elevará en un sacrificio de amor hacia Él. La gloria de Dios y
nuestra propia felicidad están tan
unidas que si ahora buscamos sinceramente una, obtendremos la otra,
cuando el alma ya no esté
más sujeta al mal. La certeza de esta esperanza es como si los creyentes
ya la hubieran recibido.
Vv. 10-12. Jesucristo fue el tema principal de los
estudios de los profetas. La indagatoria de
ellos en los sufrimientos de Cristo y las glorias que seguirían,
condujeron a una visión de todo el
evangelio, cuyo resumen es, que Cristo Jesús fue entregado por nuestras ofensas
y levantado de
nuevo para nuestra justificación. —Dios se agradó en contestar nuestras
necesidades más que
nuestros pedidos. La doctrina de los profetas y la de los apóstoles
concuerda exactamente, porque
viene del mismo Espíritu de Dios. El evangelio es la ministración del
Espíritu; su éxito depende de
su operación y bendición. Entonces, busquemos con diligencia las
Escrituras que contienen la
doctrina de la salvación.
Vv. 13-16. Como el viajero, el atleta, el guerrero
y el trabajador, recogen sus vestiduras largas y
sueltas, para estar preparados para sus actividades, así hagan los
cristianos con sus mentes y afectos.
Sed sobrios, velad contra todos los peligros y enemigos espirituales y
sed templados en toda
conducta. Sed sobrios en la opinión y en la conducta y humildes en
vuestros juicios sobre vosotros
mismos. Una confianza firme y perfecta en la gracia de Dios armoniza con
los mejores esfuerzos en
nuestro deber. —La santidad es el deseo y el deber de todo cristiano.
Debe estar en todos los
asuntos, en cada condición, y para toda la gente. Debemos velar y orar
especialmente en contra de
los pecados a que nos inclinamos. La palabra escrita de Dios es la regla
más segura de la vida del
cristiano y por esta regla se nos manda ser santos en todo. Dios hace
santos a quienes salva.
Vv. 17–25. La santa confianza en Dios como Padre y
el temor que se le debe como Juez,
armonizan; y considerar siempre a Dios como Juez le hace querido como
Padre para nosotros. Si los
creyentes hacen el mal, Dios los visitará con correctivos. Entonces, los
cristianos no deben dudar de
la fidelidad de Dios a sus promesas, ni den lugar al temor esclavizante
por su ira, pero reverencien
su santidad. El profeso que no teme está indefenso y Satanás lo cautiva
a su voluntad; el profeso
desalentado no tiene corazón que le valga para servirse de sus ventajas
y es llevado fácilmente a
rendirse. —El precio pagado por la redención del hombre fue la preciosa
sangre de Cristo. —No
sólo la conversación francamente mala, sino la que no aprovecha es
altamente peligrosa, aunque se
diga que es por costumbre. Necio es resolver: Yo viviré y moriré en tal
forma, porque así hicieron
mis antepasados. —Dios tenía propósitos de favor especial para su pueblo
mucho antes que
manifestara tal gracia a ellos. Pero la claridad de la luz, los soportes
de la fe, el poder de las
ordenanzas, son todos mucho más grandes que lo que antes fueron, desde
que Cristo vino a la tierra.
El consuelo de esto es que habiendo sido hechos uno con Cristo por fe,
su gloria presente es una
garantía de que donde Él esté, también estaremos nosotros, Juan xiv, 3.
El alma debe ser purificada
antes que pueda abandonar sus propios deseos e indulgencias. La palabra
de Dios implantada en el
corazón por el Espíritu Santo, es un medio de vida espiritual, que nos
estimula al deber, obrando un
cambio total en las disposiciones y afectos del alma, hasta que la lleva
a la vida eterna. —En
contraste con la excelencia del hombre espiritual renovado, como nacido
de nuevo, nótese la
vanidad del hombre natural. En su vida y en su caída, es como el pasto,
la flor de la hierba, que
pronto se marchita y muere. Debemos oír, y recibir y amar la santa
palabra viva, y más bien
arriesgar todo que perderla; hay que quitar todas las demás cosas del
lugar debido a ella. Debemos
alojarla en nuestro corazón como nuestro único tesoro y prenda segura
del tesoro de gloria que hay
para los creyentes en el cielo.
CAPÍTULO II
Versículos 1—10. Recomendación de un
temperamento que corresponda con el carácter cristiano
del nacido de nuevo. 11, 12. Debe haber una conversación santa entre los gentiles. 13—17.
Exhortación a los súbditos a rendir una justa obediencia a sus
gobernantes civiles. 18—25.
También los siervos a sus amos, y a todos que sean pacientes conforme al
ejemplo del Salvador
sufriente.
Vv. 1-10. Hablar mal es señal de maldad y engaño
en el corazón y estorba nuestro provecho por la
palabra de Dios. La vida nueva necesita un alimento idóneo. Los infantes
desean leche y hacen por
ella lo mejor que pueden conforme a su capacidad; así deben ser los
deseos del cristiano por la
palabra de Dios. Nuestro Señor Jesucristo es muy misericordioso con
nosotros, miserables
pecadores y tiene plenitud de gracia. Pero hasta el mejor de los siervos
de Dios en esta vida tiene
sólo un anticipo de las consolaciones de Dios. —Cristo es llamado Piedra
para enseñar a sus siervos
que Él es la protección y la seguridad de ellos, el fundamento sobre el
cual son edificados. Él es
precioso en la excelencia de su naturaleza, la dignidad de su oficio, y
la gloria de sus servicios.
Todos los creyentes verdaderos son un sacerdocio santo; sagrado para
Dios, servicial para los
demás, dotados de dones y gracias celestiales. Pero los sacrificios más
espirituales de lo mejor en
oración y alabanza, no son aceptables sino por medio de Jesucristo. —Él
es la piedra del ángulo
que une a todo el número de creyentes en un templo eterno, y soporta el
peso de toda la
construcción. Elegido o
escogido para un fundamento que es eterno. Precioso
más allá de toda
comparación por todo lo que pueda tener valor. Ser edificado en Cristo
significa creer en Él; pero
en esto se engañan muchos a sí mismos, no consideran lo que es, ni la
necesidad de participar de la
salvación que Él ha obrado. Aunque la estructura del mundo se estuviera
cayendo a pedazos, el
hombre que está edificado sobre este fundamento puede oírlo sin temer. Él no será confundido. El
alma creyente se apresura a ir a Cristo, pero nunca encuentra causa para apresurarse a huir de Él. —
Todos los cristianos verdaderos son linaje escogido; constituyen una
familia, un pueblo distinto del
mundo: de otro espíritu, principio y costumbre; que nunca podrían ser si
no fueran escogidos en
Cristo para ser tales y ser santificados por su Espíritu. El primer
estado de ellos es de grandes
tinieblas, pero son sacados de las tinieblas a un estado de gozo, placer
y prosperidad, para que
muestren las alabanzas del Señor por la profesión de Su verdad y su
buena conducta. —¡Qué
enormes son sus obligaciones con Él, que los ha hecho su pueblo, y les
ha mostrado misericordia!
—Estar sin esta misericordia es un estado espantoso, aunque el hombre
tenga todos los placeres
mundanales. Nada hay que obre el arrepentimiento tan bien como el
pensamientos correcto acerca
de la misericordia y el amor de Dios. No nos atrevamos a abusar ni a
afrentar la libre gracia de Dios
si queremos ser salvados por ella; pero todos los que quieran ser
contados entre los que obtienen
misericordia anden como su pueblo.
Vv. 11, 12. Hasta el mejor de los hombres, el linaje
escogido, el pueblo de Dios tiene que ser
exhortado a guardarse de los peores pecados. Las concupiscencias
carnales son las más destructivas
para el alma del hombre. Es un juicio doloroso ser entregado a ellas. —Hay
un día de visitación que
viene, en el cual Dios puede llamar al arrepentimiento por su palabra y
su gracia; entonces, muchos
glorificarán a Dios y las santas vidas de su pueblo habrán promovido el
feliz cambio.
Vv. 13-17. La conducta del cristiano debe ser
honesta; lo cual no puede ser, si no se cumplen
justa y cuidadosamente todos los deberes relacionados; el apóstol los
trata aquí con claridad.
Considerar esos deberes es la voluntad de Dios; en consecuencia, es
deber del cristiano y el modo
de silenciar las calumnias viles de hombres ignorantes y necios. Los
cristianos deben proponerse, en
todas sus relaciones, conducirse rectamente para que no hagan de su
libertad un manto o cubierta de
alguna maldad, o descuido del deber, pero deben recordar que son siervos
de Dios.
Vv. 18-25. Los criados de aquellos tiempos por lo
general eran esclavos, y tenían amos paganos,
que solían utilizarlos con crueldad; pero el apóstol les instruye que se
sometan a sus amos puestos
sobre ellos por la providencia, con el temor de deshonrar u ofender a
Dios. No sólo a los agradados
con el servicio razonable, sino con los severos y con los que se enojan
sin causa. La mala conducta
pecaminosa de una persona no justifica la conducta pecaminosa de la
otra; el siervo tiene que
cumplir su deber aunque el amo sea pecaminosamente perverso y malo. Pero
los amos debieran ser
mansos y buenos con sus siervos e inferiores. —¿Qué gloria o distinción
habría en que los
cristianos profesos sean pacientes cuando se les corrigen sus faltas?
Pero si cuando se comportan
bien y son maltratados por los amos paganos, soberbios y apasionados, lo
soportan sin quejas sin ira
y sin propósitos de venganza, y perseveran en su deber, esto será
aceptable para Dios como efecto
distintivo de su gracia y será recompensado por Él. —La muerte de Cristo
tenía el propósito no sólo
de ser ejemplo de paciencia en los sufrimientos, sino de llevar nuestros
pecados; soportó el castigo
de ellos, y con ello satisfizo la justicia divina. Por ello, nos los
quita. Los frutos de los sufrimientos
de Cristo son la muerte del pecado, y una nueva vida santa de justicia;
de ellas tenemos ejemplo,
motivaciones poderosas, y capacidad para cumplirlos, por la muerte y
resurrección de Cristo.
Nuestra justificación: Cristo fue molido y crucificado como sacrificio
por nuestros pecados, y por
sus llagas fueron curadas las enfermedades de nuestra alma. —Aquí está
el pecado del hombre: él
se descarría y esto es su propio acto. Su desgracia: él se aleja del
redil, del Pastor y del rebaño, y,
así, se expone a peligros sin cuenta. Aquí está la recuperación por la
conversión; ahora vuelven
como efecto de la gracia divina. De todos sus errores y descarríos
regresan a Cristo. Los pecadores
siempre están descarriados antes de su conversión; la vida de ellos es
un error continuo.
CAPÍTULO III
Versículos 1—7. Los deberes de las
esposas y los esposos. 8—13. Los cristianos son exhortados a
armonizar. 14—22. Exhortados
a la paciencia en las persecuciones por amor a la justicia,
considerando que Cristo sufrió con paciencia.
Vv. 1-7. La esposa debe cumplir su deber con su
esposo, aunque él no obedezca la palabra.
Diariamente vemos cuán de cerca observan los hombres malos los caminos y
la vida de los que
profesan la religión. No se prohibe vestirse bien, sino la vanidad y lo
costoso del atavío. La gente
religiosa debe cuidar que toda su conducta responda a su profesión, pero
¡cuán pocos saben cuál es
la medida correcta y los límites de las dos necesidades de la vida:
comida y vestido! A menos que la
pobreza sea nuestro cuchillo y no nos permita, escasamente habrá uno que
no desee algo más allá de
lo que es bueno para nosotros. Muchos más son contemplados en la bajeza
de su situación que en la
humildad de su mente; y muchos no están así de limitados, pero
desperdician su tiempo y dinero en
trivialidades. —El apóstol manda a las mujeres cristianas a ponerse algo
que no es corruptible, que
embellece el alma, las virtudes del Espíritu Santo de Dios. La principal
preocupación de la cristiana
verdadera está en ordenar rectamente su propio espíritu. Esto hará más
por estabilizar los afectos y
estimular la estima del marido que los adornos estudiados o la ropa de
moda, acompañada por un
temperamento agresivo y perverso. Las cristianas deben cumplir su deber
unas con otras con una
mente dispuesta y por obediencia al mandamiento de Dios. Las esposas
deben someterse a sus
maridos, no por miedo ni terror, sino por el deseo de portarse bien y
complacer a Dios. El deber del
marido hacia su mujer implica respetarla debidamente, mantener su
autoridad, protegerla y
depositar su confianza en ella. Ellas son coherederas de todas las
bendiciones de esta vida y de la
venidera, y deben vivir pacíficamente los unos con las otras. La oración
endulza su conducta. No
basta que oren con la familia; marido y mujer deben orar juntos a solas
y con sus hijos. Los que
están familiarizados con la oración, encuentran una dulzura indecible en
ella, tal que no serán
estorbados en ella. Vive santamente para que ores mucho; y ora mucho
para que vivas santamente.
Vv. 8-13. Aunque los cristianos no siempre estén
exactamente en unanimidad pueden, sin
embargo, compadecerse unos a otros, y amarse como hermanos. —Si un
hombre desea vivir
cómodamente en la tierra o poseer la vida eterna en el cielo debe frenar
su lengua de las palabras
malas, abusivas o engañosas. Debe abandonar las malas acciones y
abstenerse de ellas, hacer todo el
bien que pueda, y buscar la paz con todos los hombres. Porque Dios,
omnisciente y presente en todo
lugar, vela sobre los justos y se encarga de cuidarlos. Nadie puede ni
debe dañar a los que imitan el
ejemplo de Cristo que es la bondad perfecta y que hizo el bien a los
demás y a sus seguidores.
Vv. 14–22. Santificamos a Dios ante los demás
cuando nuestra conducta les invita y estimula a
glorificarle y honrarle. ¿Cuál era la base y la razón de la esperanza de
ellos? Seamos capaces de
defender nuestra religión con mansedumbre en el temor de Dios. No hay
lugar para otros temores
donde hay este gran temor: no perturba. —La conciencia es buena cuando
hace bien su oficio. En
triste condición está la persona en quien el pecado y el sufrimiento se
encuentran; el pecado hace
que el sufrimiento sea extremado, desconsolador y destructor.
Seguramente es mejor sufrir por
hacer el bien que por hacer el mal que nuestra natural impaciencia
sugiera en ocasiones. —El
ejemplo de Cristo es un argumento en pro de la paciencia cuando se sufre.
En el caso del
sufrimiento de nuestro Señor, Él no conoció pecado, pero sufrió en lugar
de los que no conocían
justicia. La intención y la finalidad bendita de nuestro Señor fue
reconciliarnos a Dios y llevarnos a
la gloria eterna. Fue llevado a la muerte en su naturaleza humana, pero
fue resucitado por el poder
del Espíritu Santo. Si Cristo no pudo ser librado de los sufrimientos,
¿por qué piensan los cristianos
que ellos sí debieran? —Dios toma nota exacta de los medios y las
ventajas que tiene la gente de
toda época. En cuanto al mundo antiguo, Cristo envió su Espíritu
advirtiendo a Noé. Pero aunque la
paciencia de Dios espera por mucho tiempo, cesará al final. Los
espíritus de los pecadores
desobedientes, tan pronto como están fuera de sus cuerpos, son
entregados a la prisión del infierno,
donde están ahora los que despreciaron la advertencia de Noé, y desde la
cual no hay redención. —
La salvación de Noé en el arca, flotando sobre el agua, que le llevó
sobre el diluvio, logró la
salvación de todos los creyentes verdaderos. Esa salvación temporal por
el arca fue un tipo de la
salvación eterna de los creyentes por el bautismo del Espíritu Santo.
Para evitar errores, el apóstol
declara qué quiere decir por bautismo que salva; no la ceremonia externa
del lavado con agua que,
en sí misma, no hace más que quitar la inmundicia de la carne, sino el
bautismo del cual el agua
bautismal es un signo. No es la ordenanza externa, pero el hombre, por
la regeneración del Espíritu,
es capacitado para arrepentirse y profesar la fe, y proponerse la vida
nueva, rectamente, y como en
presencia de Dios. Cuidémonos de no apoyarnos en las formas externas.
Aprendamos a mirar
espiritualmente las ordenanzas de Dios y a inquirir por el efecto
espiritual y la obra de ellos en
nuestras conciencias. Nosotros desearíamos que toda la religión se
redujera a cosas externas, pero
muchos de los que fueron bautizados y participaron constantemente a las
ordenanzas, han seguido
sin Cristo, murieron en sus pecados y ahora están más allá del rescate.
Entonces no descanséis hasta
estar limpiados por el Espíritu de Cristo y la sangre de Cristo. Su
resurrección de entre los muertos
es lo que nos asegura la purificación y de la paz.
CAPÍTULO IV
Versículos 1—6. Se insta a
considerar los sufrimientos de Cristo para la pureza y la santidad. 7—
11. El final cercano del estado judío como
razón para la sobriedad, la vigilancia y la oración.
12—19. Se exhorta a los creyentes a regocijarse
y gloriarse en los reproches y los sufrimientos
por Cristo y a encomendar sus almas al cuidado del fiel Dios.
Vv. 1–6. Los mejores y más firmes argumentos
contra el pecado se toman de los sufrimientos de
Cristo. Él murió para destruir el pecado; y aunque se sometió
jubilosamente a los peores
sufrimientos, nunca dio lugar al menor pecado. Las tentaciones no
podrían dominar si no fuera por
la propia corrupción del hombre; pero los cristianos verdaderos hacen de
la voluntad de Dios, no de
sus propios deseos ni lujuria, la regla de su vida y de sus acciones. La
conversión verdadera hace un
cambio maravilloso en el corazón y en la vida. Altera la mente, el
juicio, los afectos y la conducta.
Cuando el hombre se convierte verdaderamente, le resulta muy triste
pensar cómo pasó el tiempo
pasado de su vida. —Un pecado trae a otro. Aquí se mencionan seis
pecados que dependen unos de
otros. Deber del cristiano es no sólo guardarse de la maldad crasa, sino
también de las cosas que
conducen al pecado o que tienen apariencia de mal. El evangelio había
sido predicado a los que
desde entonces estaban muertos, que por el juicio carnal y orgulloso de
los hombres impíos fueron
condenados como malhechores, sufriendo algunos hasta la muerte. Pero
siendo vivificados para la
vida divina por el Espíritu Santo, vivieron para Dios como sus siervos
devotos. Los creyentes no
deben temer aunque el mundo se burle de ellos y les haga reproches.
Vv. 7-11. Muy cercana estaba la destrucción de la
iglesia y la nación judía, anunciada por
nuestro Salvador. El rápido acercamiento de la muerte y el juicio nos
concierne a todos, a lo cual
nuestras mentes son llevadas naturalmente por estas palabras. Nuestro
próximo fin es un argumento
poderoso para hacernos sobrios en todos los asuntos mundanos, y
fervientes en la religión. —Hay
tantas cosas malas en todos, que Satanás prevalecerá para incitar
divisiones y discordias, si el amor
no cubre, excusa y perdona los errores y las faltas de los demás, por
las cuales cada uno necesita la
tolerancia del prójimo. Pero no tenemos que suponer que el amor cubrirá
o enmendará los pecados
de los que los practican, como para inducir a Dios a perdonarlos. —La
naturaleza de la obra
cristiana, que es obra elevada y difícil, la bondad del Amo, y la
excelencia de la recompensa, todo
requiere que nuestros esfuerzos sean serios y fervientes. En todos los
deberes y los servicios de la
vida, debemos apuntar a la gloria de Dios como nuestro fin principal.
Miserable e inestable es el
que se aferra a sí mismo y se olvida de Dios; sólo está confundido por
su mérito, ganancia y bajos
fines, que a menudo se frustran y que, cuando los alcanza, él y ellos
deben perecer juntos en poco
tiempo. Pero el que se ha dado totalmente a Dios puede decir
confiadamente que el Señor es su
porción y que nada sino la gloria por Jesucristo es sólido y duradero:
eso dura para siempre.
Vv. 12–19. El Espíritu Santo es glorificado con la
paciencia y la fortaleza en el sufrimiento, con
la dependencia de las promesas de Dios y por guardar la palabra que el
Espíritu Santo ha revelado;
pero es insultado y blasfemado por el desprecio y los reproches a los
creyentes. Uno pensaría que
las precauciones son innecesarias para los cristianos, pero sus enemigos
los acusan falsamente de
crímenes horribles. Hasta el mejor de los hombres necesita ser precavido
contra el peso de los
pecados. No hay consuelo en los sufrimientos cuando nos los acarreamos
por nuestro propio pecado
y necedad. Una época de calamidad universal se acerca, como lo predijo
nuestro Salvador, Mateo
xxiv, 9, 10. Si tales cosas acontecen en esta vida, ¡qué horrible será
el día del juicio! —Verdad es
que los justos apenas se salvan aun los que se proponen andar rectamente
en los caminos de Dios.
Esto no significa que el propósito y la obra de Dios sean inciertos;
pero sólo alude a las grandes
dificultades y encuentros duros del camino; que ellos pasan por tantas
tentaciones y tribulaciones,
por tantas luchas de fuera y tantos temores de dentro. Pero todas las
dificultades externas serían
como nada si no fuera por la lujuria y la corrupción interna. Estos son
los peores impedimentos y
dificultades. Si el camino del justo es tan duro, entonces, ¡cuán duro
será el final del pecador impío
que se complace en el pecado, y piensa que el justo es necio por todos
sus dolores! —La única
manera de mantener bien el alma es encomendarla a Dios por la oración y
la perseverancia paciente
en el bien hacer. Él vencerá todo para la ventaja definitiva del
creyente.
CAPÍTULO V
Versículos 1—4. Exhortación y
estímulo a los ancianos. 5—9. Los cristianos más jóvenes deben
someterse a los ancianos, y ceder con humildad y paciencia ante Dios, y
deben ser sobrios,
vigilantes, y firmes en la fe. 10—14. Oraciones por su crecimiento.
Vv. 1-4. El apóstol Pedro no ordena, exhorta. No
reclama poder de gobierno sobre todos los
pastores e iglesias. Era honra particular de Pedro y de otros pocos, el
ser testigo de los sufrimientos
de Cristo; pero es privilegio de todo verdadero creyente participar de
la gloria que ha de ser
revelada. Estos cristianos pobres, dispersos y sufridos, eran la grey de
Dios, redimida para Dios por
el gran Pastor, y viven en santo amor y comunión, conforme a la voluntad
de Dios. También son
dignificados con el título de heredad de Dios o sacerdocio de Dios. La porción
peculiar, escogida
para su pueblo es disfrutar de su especial favor, y darle un servicio
especial. Cristo es el Príncipe de
los pastores de toda la grey y heredad de Dios. Todos los ministros
fieles recibirán una corona
inmarcesible de gloria, infinitamente mejor y más honrosa que toda la
autoridad, riqueza y placer
del mundo.
Vv. 5-9. La humildad preserva la paz y el orden
en todas las iglesias y sociedades cristianas; el
orgullo la perturba. Cuando Dios da gracia para ser humilde, también da
sabiduría, fe y santidad.
Ser humilde y someterse a nuestro Dios reconciliado, trae más consuelo
al alma que los deleites de
la soberbia y la ambición. Pero es a su debido
tiempo; no en el tiempo que tú imaginas, sino en el
tiempo que Dios ha establecido sabiamente. Él espera, y ¿no esperarás
tú? ¡Cuántas dificultades
superará la firme creencia en su sabiduría, poder y bondad! Entonces,
humillaos bajo su mano.
—“Echad toda vuestra ansiedad”, preocupaciones personales, angustias
familiares, ansiedad por el
presente, cuidados por el futuro, por vosotros mismos, por otros, por la
iglesia, echadlo todo sobre
Dios. Son cargas onerosas, y suelen ser muy pecaminosas cuando tienen
sus raíces en la
desconfianza y la incredulidad, cuando torturan y distraen la mente, nos
anulan para el servicio e
impiden que nos sintamos contentos en el servicio de Dios. El remedio es
echar nuestra solicitud
sobre Dios, y dejar todo suceso a disposición de su gracia y su
sabiduría. La creencia firme en que
la voluntad y los consejos divinos son correctos calma el espíritu del
hombre. En verdad el piadoso
suele olvidar esto, y se angustia sin necesidad. Remítelo todo a la
buena disposición de Dios. Las
minas de oro de todas las consolaciones y bienes espirituales son suyas
y del Espíritu mismo.
Entonces, ¿no nos dará lo que es bueno para nosotros, si humildemente
esperamos en Él, y echamos
sobre su sabiduría y amor la carga de proveernos? —Todo el plan de
Satanás es devorar y destruir
almas. Él siempre está maquinando a quien cazar para llevarlo a la ruina
eterna. Nuestro deber claro
es ser sobrios; esto es, gobernar al hombre exterior y al interior con
las reglas de la temperancia.
Velad: sospechar del peligro constante de este enemigo espiritual,
evitar con atención y diligencia
sus designios. Sed firmes, sólidos, por fe. El hombre no puede luchar en
un cenagal, donde no hay
un punto firme donde apoyar el pie; sólo la fe suministra un apoyo.
Eleva el alma al sólido terreno
de avanzada de las promesas, y allí se asegura. La consideración de lo
que otros sufren es buena
para animarnos a soportar nuestra parte en toda aflicción; en cualquier
forma o por cualquier medio
que Satanás nos ataque, podemos saber que nuestros hermanos han pasado
por lo mismo.
Vv. 10-14. En conclusión, el apóstol ora a Dios por
ellos, como el Dios de toda gracia.
Perfeccione quiere decir su progreso hacia la
perfección. Afirme se
refiere a la cura de nuestra
natural ligereza e inconstancia. Fortalezca tiene que ver con el crecimiento de las virtudes,
especialmente en las que estamos más bajos y débiles. Establezca significa fijarse sobre un
fundamento firme, y puede referirse a aquel que es el fundamento y
fuerza del creyente. El poder de
estas doctrinas en el corazón y sus frutos en la vida, muestra quiénes
son partícipes de la gracia de
Dios. La conservación y el crecimiento en el amor cristiano, y en el
afecto mutuo, no es cuestión de
un saludo vacío, sino la marca y signo de Jesús sobre sus seguidores.
Otros pueden tener una falsa
paz por un tiempo, y los malvados pueden desearla para sí mismos y para
sus iguales; pero la de
ellos es una vana esperanza, y llegará a nada. En Cristo se encuentra
una paz sólida, la cual fluye de
Él.