ISAÍAS (34-66)

CAPÍTULO XXXIV
Versículos 1—8. La venganza de Dios contra los enemigos de su Iglesia. 9—17. Su desolación.
Vv. 1—8. Aquí hay una profecía de las guerras de Jehová, todas las cuales son justas y exitosas.
Todas las naciones están afectadas, y como han tenido todo el beneficio de su paciencia, todas
deben esperar sentir su resentimiento. —La descripción del derramamiento de sangre sugiere ideas
tremendas sobre los juicios divinos. Idumea denota aquí a las naciones enemigas de la Iglesia;
también el reinado del anticristo. Nuestros pensamientos no pueden imaginar los horrores de ese
tiempo espantoso para los que sean hallados oponiéndose a la Iglesia de Cristo. —Hay un tiempo
fijado en el consejo divino para la liberación de la Iglesia y la destrucción de sus enemigos.
Debemos esperar pacientemente hasta entonces, y no juzgar nada antes del tiempo. Por medio de
Cristo hay misericordia para todo creyente, en forma coherente con la justicia, y su nombre es
glorificado.
Vv. 9—17. Los que anhelan la destrucción de la Iglesia no pueden hacerlo, pero se arruinarán a
sí mismos. ¡Qué cambios atroces puede hacer el pecado! Vuelve una tierra fértil en yermo, una
ciudad poblada en desierto. —Comparemos todo lo que descubrimos en el libro de Jehová con los
tratos de la providencia en torno nuestro, para que seamos más diligentes en la búsqueda del reino
de Dios y su justicia. Lo que ha mandado la boca del Señor, lo cumplirá su Espíritu. Observemos
cómo aumentan continuamente las pruebas de la verdad al irse cumpliendo una profecía tras otra,
hasta que estas espantosas escenas traigan días más felices. Como Israel fue una figura de la Iglesia
cristiana, así los idumeos, sus enemigos jurados, representan a los enemigos del reino de Cristo. La
Jerusalén de Dios puede llegar a estar en ruina por un tiempo, pero los enemigos de la Iglesia serán
desolados para siempre.
CAPÍTULO XXXV
Versículos 1—4. El estado floreciente del reino de Cristo. 5—10. Los privilegios de Su pueblo.
Vv. 1—4. Judea era próspera en la época de Ezequías, pero el reino de Cristo es el propósito del
gran tema. La gracia que convierte hace que el alma, que era un desierto, se regocije con gozo y
canto, y florezca abundantemente. —El débil y pusilánime es animado. Este es el designio del
evangelio. El miedo debilita; mientras más luchamos en su contra, más fuertes somos, para hacer y
sufrir; y él que nos diga: Sé fuerte, es darnos la ayuda de Uno que es poderoso. Se da la seguridad
del acercamiento del Mesías para vengarse de las potestades de las tinieblas, para recompensar con
abundante consuelo a los que se lamentan en Sion; Él vendrá y salvará. Vendrá de nuevo al final del
tiempo para castigar a los que han trastornado a su pueblo; y para dar descanso a quienes fueron
perturbados, lo que será una recompensa plena por todos sus problemas.
Vv. 5—10. Cuando Cristo venga a establecer su reino en el mundo, entonces, maravillas y
grandes prodigios, serán obradas en el alma de los hombres. Por la palabra y el Espíritu de Cristo
fueron iluminados los ciegos espirituales; los sordos a los llamados de Dios, lo oyeron con
prontitud. Los incapaces de hacer algo bueno, por la gracia divina fueron hechos activos. Los que
no sabían hablar de Dios o a Dios, vieron sus labios abiertos para manifestar su alabanza. Cuando el
Espíritu Santo descendió a los gentiles que oyeron la palabra, entonces fue abierta la fuente de vida.
—La mayor parte de la tierra es aún un desierto; en ella no se encuentran medios de la gracia,
adoradores espirituales ni frutos de santidad. Pero el camino de la religión y la santidad será abierto.
El camino de la santidad es el camino del mandamiento de Dios; es el buen camino antiguo. El
camino al cielo es un camino claro. Se evitará que los que sólo saben un poco, y los indoctos,
pierdan el camino. Será un camino seguro; nada puede hacerles verdadero daño. Cristo, el camino a
Dios, será dado a conocer claramente; el camino del deber del creyente será claramente delineado.
Entonces, sigamos adelante alegremente, seguros de que el final del camino será gozo eterno y
reposo para el alma. —Los que por fe son ciudadanos de la Sion del evangelio, se regocijan en
Cristo Jesús; y sus penas y suspiros huyen ante el consuelo divino. Así concluyen estas profecías.
Nuestra esperanza de gozo y perspectiva de vida eterna debe tragarse todas las penas y todos los
goces del presente. Pero, ¿de qué sirve admirar la excelencia de la obra de Dios a menos que
podamos llamar nuestras sus preciosas promesas? ¿Amamos a Dios no sólo como nuestro Creador,
sino porque dio a su Hijo unigénito para morir por nosotros? ¿Estamos andando en el camino de
santidad? Probémonos a nosotros mismos con estas sencillas preguntas en vez de perder tiempo en
cosas que pueden ser curiosas y entretenidas, pero nada provechosas.
CAPÍTULO XXXVI
Vea 2 Reyes xviii, 17–37 y su correspondiente comentario.
CAPÍTULO XXXVII
Este capítulo es igual que 2 Reyes xix.
CAPÍTULO XXXVIII
Versículos 1—8. Enfermedad y recuperación de Ezequías. 9—22. Su acción de gracias.
Vv. 1—8. Cuando oramos en nuestra enfermedad, aunque Dios no nos mande una respuesta como
la que aquí envió a Ezequías, nos insta, por su Espíritu, a tener buen ánimo, nos asegura que
nuestros pecados son perdonados y que, sea que vivamos o muramos, somos suyos, y no oramos en
vano. Véase 2 Reyes xx, 1–11.
Vv. 9—22. Tenemos aquí la acción de gracias de Ezequías. Bueno es que recordemos las
misericordias que recibimos en la enfermedad. Ezequías narra la condición en que estaba. Insiste en
esto: No veré a JAH. El hombre bueno no desea vivir para ningún otro fin que poder servir a Dios y
tener comunión con Él. —Nuestra residencia presente es como la de un pastor en su choza,
alojamiento pobre, bajo y frío, y con un encargo comisionado a nuestra cuenta, como lo tiene el
pastor. —Nuestros días son comparados con la lanzadera del tejedor, Job vii, 6, pasa y repasa
velozmente, y cada hilera deja un hilo; y, cuando está terminada, se corta la pieza, se saca del telar y
se muestra a nuestro Señor para ser juzgada. Cuando se corta la vida del hombre bueno, se le cortan
sus cuidados y fatigas, y reposa de sus labores. Pero nuestros tiempos están en la mano de Dios; Él
ha designado cuál será el largo de la pieza. —Cuando estamos enfermos, somos muy buenos para
calcular nuestro tiempo, pero aún tenemos incertidumbre. Debiéramos cuidar más cómo llegar a
salvo al otro mundo. Mientras más saboreemos la paciencia amorosa de Dios más le amará nuestro
corazón y vivirá para Él. Cristo libró con amor nuestras pobres almas perecederas. El perdón no
hace que el pecado deje de ser pecado, si no es castigado como merece. Agradable es pensar en
nuestra recuperación de la enfermedad cuando las vemos fluir del perdón del pecado. La
oportunidad de Ezequías para glorificar a Dios en este mundo, la convirtió en la actividad, placer y
finalidad de su vida. Estando recuperado, resuelve abundar en alabanzas y servir a Dios. —Las
promesas de Dios no son para quitar el uso de los medios, sino para vivificar y estimular su uso. La
vida y la salud son dadas para que glorifiquemos a Dios y hagamos el bien.
CAPÍTULO XXXIX
Este capítulo es igual que 2 Reyes xx, 12–19.
CAPÍTULO XL
Versículos 1—11. La predicación del evangelio y la buena nueva de la venida de Cristo. 12—17. El
todopoderoso poder de Dios. 18—26. La necedad de la idolatría. 27—31. Contra la
incredulidad.
Vv. 1—11. Toda vida humana es una guerra; la vida cristiana lo es más; pero la lucha no durará
siempre. Los problemas son quitados por amor cuando se perdona el pecado. En la gran expiación
de la muerte de Cristo, Dios ejerció su misericordia para la gloria de su justicia. En Cristo y en sus
sufrimientos, los verdaderos arrepentidos reciben de la mano del Señor el doble por todos sus
pecados; porque la satisfacción hecha por Cristo en su muerte fue de valor infinito. —El profeta
tiene alguna referencia al retorno de los judíos desde Babilonia. Pero este es un suceso pequeño
comparado con lo señalado por el Espíritu Santo en el Nuevo Testamento, cuando Juan el Bautista
proclama la cercanía de Cristo. Cuando los príncipes orientales marchaban por los países desérticos,
les preparaban caminos y se quitaban los obstáculos. Que el Señor prepare nuestros corazones por la
enseñanza de su palabra y las convicciones de su Espíritu, para que sean derribados los
pensamientos altos y orgullosos, sean plantados buenos deseos, se enderecen y suavicen los
temperamentos torcidos y abruptos, y todo impedimento sea removido, para que estemos
preparados para su voluntad en la tierra, y preparados para su reino celestial. —¡Qué es todo lo que
pertenece al hombre caído o todo lo que hace sino como el pasto y su flor! ¡De qué servirán todos
los títulos y posesiones de un pecador moribundo cuando lo dejen sometido a condena! La palabra
del Señor puede hacer por nosotros lo que toda la carne no puede. —La buena nueva de la venida de
Cristo iba a ser enviada hasta los confines de la tierra. Satanás es el hombre fuerte armado, pero
nuestro Señor Jesús es más fuerte y Él procederá y hará todo lo que se propone. —Cristo es el buen
Pastor; Él muestra tierno cuidado por los jóvenes convertidos, por los creyentes débiles y por los de
espíritu triste. Por su palabra Él requiere no más servicio, y por su providencia, inflige no más
aflicción que aquello para lo cual los fortalecerá. Conozcamos la voz de nuestro Pastor y sigámosle,
y demostrémonos como sus ovejas.
Vv. 12—17. Todos los seres humanos se reducen a nada comparados con el Creador. Cuando el
Señor, por su Espíritu, hizo el mundo nada lo dirigió, ni le aconsejó qué hacer o como hacerlo. Las
naciones, comparadas con Él, son como gota que queda en el balde, comparadas con el vasto
océano; o como menudo polvo en la balanza, que no la mueve, comparado con toda la tierra. Esto
magnifica el amor de Dios por el mundo que, aunque de poca monta y valor para Él, sin embargo,
para su redención dio a su Hijo unigénito, Juan iii, 16. Los servicios de la Iglesia no pueden añadirle
nada. Nuestras almas debieran haber perecido para siempre si el unigénito Hijo del Padre no se
hubiera dado por nosotros.
Vv. 18—26. Lo que estimemos o amemos, temamos o esperemos más que a Dios, esa criatura
igualamos con Dios, aunque no nos hagamos imágenes ni las adoremos. El que es tan pobre que
casi no tiene un sacrificio para ofrecer, sin embargo, no deja de tener ídolo propio. No escatiman
costos para sus ídolos y nosotros nos quejamos de lo que se gasta en el servicio de nuestro Dios. —
Para probar la grandeza de Dios, el profeta apela a todas las eras y naciones. Los que ignoran esto,
son voluntariamente ignorantes. Dios tiene el mando de todas las criaturas, y de todas las cosas
creadas. El profeta nos lleva a usar nuestra razón y nuestros sentidos; a considerar al creador del
ejército del cielo y a rendirle nuestro homenaje. Nadie deja de cumplir su voluntad. No olvidemos
que Él hizo todas las promesas y se comprometió a cumplirlas.
Vv. 27—31. El pueblo de Dios es reprobado por su descreimiento y desconfianza en Dios.
Recuerden que tomaron los nombres de Jacob e Israel de uno que Dios halló fiel a Él en todas sus
aflicciones. Llevan ese nombre como su pueblo del pacto. Muchos afanes necios y temores necios
se desvanecen antes de inquirir las causas. Malo es tener malos pensamientos que surgen en nuestra
mente, pero peor es convertirlos en palabras malas. Lo que ellos conocieron y oyeron era suficiente
para silenciar todos sus temores y desconfianzas. —Donde Dios ha empezado la obra de gracia, la
perfeccionará. Él ayuda a los que, en humilde dependencia de Él, se ayudan a sí mismos. Su fuerza
será según el día. En el poder de la gracia divina nuestras almas ascenderán por sobre el mundo.
Correrán alegremente por el camino de los mandamientos de Dios. Velemos contra el
descreimiento, el orgullo y la confianza en uno mismo. Si vamos adelante por nuestra propia fuerza,
desmayaremos y caeremos totalmente; pero teniendo nuestros corazones y esperanzas en el cielo,
seremos llevados por sobre todas las dificultades y seremos dotados para echar mano del premio de
nuestra alta vocación en Cristo Jesús.
CAPÍTULO XLI
Versículos 1—9. El cuidado de Dios por su pueblo. 10—20. Son exhortados a no temer. 21—29.
Vanidad y necedad de la idolatría.
Vv. 1—9. ¿Puede un dios pagano levantar a alguien en justicia, usarlo como le plazca, y hacerlo
victorioso sobre las naciones? Así hizo el Señor con Abraham o, más bien, lo hará así con Ciro. —
Los pecadores se animan unos a otros en los caminos del pecado; ¿los siervos del Dios vivo no se
estimularán mutuamente a su servicio? El pueblo de Dios es la simiente de su amigo Abraham. Este
es ciertamente el título más elevado que se haya dado a un mortal. Significa que, por gracia divina,
Abraham fue hecho como Dios quería, y que fue recibido a la comunión con Él. Dichosos los
siervos del Señor, a los que ha llamado a ser sus amigos, y a caminar con Él en fe y obediencia
santa. Que no se rindan al temor los que así han sido favorecidos; porque la contienda puede ser
dura, pero la victoria será cierta.
Vv. 10—20. Dios habla con ternura: No temas, porque yo estoy contigo, no sólo al alcance, sino
presente a tu lado. ¿Estás débil? Yo te fortaleceré. ¿Te faltan amistades? Yo te ayudaré en tiempo de
necesidad. ¿Estás listo para caer? Yo te sustentaré con la diestra llena de justicia, repartiendo
recompensas y castigos. —Hay quienes pelean con el pueblo de Dios, que buscan su destrucción.
Que el pueblo de Dios no devuelva mal por mal sino que espere el tiempo de Dios. Es el gusano
Jacob; tan pequeño, tan débil y despreciado, tan pisoteado por todos. El pueblo de Dios es como
gusano, con pensamiento humilde de sí mismos, y en los altivos pensamientos que de ellos tienen
sus enemigos; gusanos, pero no víboras, no de la simiente de la serpiente. Toda parte de la palabra
de Dios está calculada para abatir el orgullo del hombre y para hacerle parecer pequeño a sus
propios ojos. El Señor les ayudará, porque Él es su Redentor. —El Señor hará que Jacob se vuelva
instrumento de trilla. Dios lo hará apto para usar, nuevo y con punzones agudos. Esto tiene
cumplimiento en los triunfos del evangelio de Cristo y de todos sus fieles seguidores sobre las
potestades de las tinieblas. Dios ha provisto consuelos para suplir todas sus necesidades y responder
todas sus oraciones. —Nuestro camino al cielo pasa por el desierto de este mundo. El alma del
hombre está necesitada y busca satisfacción; pero se cansa de buscar esto en el mundo, donde no lo
encontrará. Yo abriré ríos de gracia, ríos de agua viva, los que Cristo habló del Espíritu, Juan vii, 38,
39. Cuando Dios instala su Iglesia en el desierto gentil, habrá un gran cambio, como si los espinos y
los abrojos fueran convertidos en cedros, cipreses y bojes. Estas bendiciones son guardadas para el
pobre de espíritu que anhela la luz, el perdón y la santidad divina. Dios hará que sus almas estériles
sean fructíferas en las gracias de su Espíritu, para que todos los que vean puedan reflexionar.
Vv. 21—29. Para demostrar la necedad del pecado sólo se necesita poner atención en las
razones dadas en su defensa. Nada hay en los ídolos que sea digno de consideración. Son menos
que nada y peor que nada. Traigan sus argumentos los abogados de otras doctrinas que no sea la
salvación por medio de Cristo, ¿pueden proponer una cura para la depravación humana? —Jehová
tiene poder irresistible; esto lo hace evidente. Pero el conocimiento cierto del futuro está sólo en
Jehová que cumple sus planes. Toda profecía, excepto las de la Biblia, han sido inciertas. En la obra
de redención el Señor se mostró muchos más que en la liberación de los judíos de Babilonia. La
buena nueva que el Señor envía en el evangelio es un misterio oculto desde las edades y las
generaciones. Se levanta un Libertador para nosotros, de nombre más noble y de mayor poder que
el libertador de los judíos cautivos. Que seamos contados entre sus siervos obedientes y amigos
fieles.
CAPÍTULO XLII
Versículos 1—4. El carácter y la venida de Cristo. 5—12. Bendiciones de su reino. 13—17.
Predominio de la religión verdadera. 18—25. Reprobación de la incredulidad y la ceguera.
Vv. 1—4. Esta profecía se cumple en Cristo, Mateo xxi, 17. Que nuestras almas confíen y se
regocijen en Él; entonces, por amor a Él, el Padre se complacerá con nosotros. El Espíritu Santo no
sólo vino; reposó sobre Él y sin medida. Él sufrió pacientemente las contradicciones de los
pecadores. Su reino es espiritual; no iba a manifestarse con honores terrenales. Es tierno con los
oprimidos por las dudas y temores, como caña cascada; los que son como pábilo humeante, como la
mecha de una lámpara recién encendida, que está lista para apagarse de nuevo. No los despreciará
ni pondrá sobre ellos más trabajo o más sufrimiento que el que pueden tolerar. Demuestra
plenamente la verdad de la santa religión por medio de una larga serie de milagros y por su
resurrección. Por el poder de su evangelio y por su gracia fija principios en las mentes de los
hombres para hacerlos sabios y justos. Las naciones más distantes esperan su ley, esperan su
evangelio y le darán la bienvenida. Si deseamos asegurar nuestra vocación y elección, y que el
Padre se complazca en nosotros para siempre, debemos contemplar a Cristo, oírle, creer en Él y
obedecerle.
Vv. 5—12. La obra de la redención hace volver al hombre a la obediencia que debe a Dios como
su Hacedor. Cristo es la luz del mundo. Por su gracia abre el entendimiento que Satanás ha cegado,
y lo pone en libertad de la esclavitud del pecado. El Señor ha sostenido su Iglesia. Ahora hace
nuevas promesas que ciertamente serán cumplidas como lo fueron las antiguas. Cuando los gentiles
entran a la Iglesia, Él es glorificado en ellos y por ellos. Demos a Dios lo que es suyo, cuidando de
no servir a la criatura más que al Hacedor.
Vv. 13—17. El Señor aparecerá con poder y gloria. Gritará al predicar su palabra. Él clamará
con fuerza en los ayes del evangelio, que deben ser predicados con las bendiciones del evangelio,
para despertar a un mundo dormido. Vencerá por el poder de su Espíritu. Silenciará y avergonzará a
los que contradigan y blasfemen su evangelio, y será quitado del camino lo que estorbe su progreso.
—A los que por naturaleza estaban ciegos, Dios les muestra el camino a la vida y la felicidad por
Jesucristo. Ellos son débiles de conocimiento, pero Él convierte en luz las tinieblas. Son débiles en
el deber, pero el camino de ellos será simple. A los que introduce en el camino recto, Dios los guía
en él. Este pasaje es una profecía y también es aplicable a todo creyente; porque el Señor nunca los
dejará ni los abandonará.
Vv. 18—25. Obsérvese el llamado dado a este pueblo, y el carácter que se les dio. Las
multitudes se arruinan por no observar lo que no pueden dejar de ver; perecen no por ignorancia,
sino por negligencia. —El Señor se complace en dar a conocer su justicia. Por sus pecados les
saquearon todas sus posesiones. Esto se cumplió completamente en la destrucción de la nación
judía. No hay resistencia ni escapatoria de la ira de Dios. Véase el mal que hace el pecado: provoca
la ira de Dios. Los que no se humillan por juicios menores deben esperar otros mayores. ¡Ay,
cuántos cristianos confesos están ciegos como los paganos entenebrecidos! Mientras el Señor se
complazca en salvar pecadores por medio de la justicia de Cristo, glorificará también su justicia
castigando a todos los orgullosos despreciativos. Viendo que Dios ha derramado su ira sobre el que
fuera su pueblo favorito, debido a sus pecados, temamos, no sea que permaneciendo aún la promesa
de entrar en su reposo, alguno de nosotros perezca por no haberlo alcanzado.
CAPÍTULO XLIII
Versículos 1—7. El invariable amor de Dios por su pueblo. 8—13. Interpelación de apóstatas e
idólatras. 14—21. La liberación de Babilonia y la conversión de los gentiles. 22—28.
Amonestación al arrepentimiento del pecado.
Vv. 1—7. El favor y la buena voluntad de Dios hacia su pueblo hablan abundante consuelo a todos
los creyentes. La nueva criatura, doquiera esté, es hechura de Dios. A todos los redimidos con la
sangre de su Hijo, los ha apartado para sí. Los que tienen a Dios para sí, no tienen que temer quién o
qué pueda estar contra ellos. ¿Qué son Egipto y Etiopía, todas sus vidas y tesoros, en comparación
con la sangre de Cristo? Los creyentes verdaderos son preciosos a ojos de Dios; su complacencia
está en ellos por sobre cualquier persona. Aunque pasen por agua y fuego, mientras tengan con ellos
a Dios, no tienen que temer mal alguno; serán levantados y sacados. —Los fieles son animados. Se
reunirían de todo lugar. Con este agradable objetivo a la vista, el profeta los vuelve a disuadir de los
ansiosos temores.
Vv. 8—13. Los idólatras son llamados a comparecer para defender sus ídolos. Los que los
fabrican y confían en ellos, son como ellos. Tienen la forma y las facultades de los hombres; pero
no tienen sentido común. Pero el pueblo de Dios conoce el poder de su gracia, la dulzura de su
consuelo, el tierno cuidado de su providencia, y la verdad de su promesa. Todos los siervos de Dios
pueden contar lo que ha obrado en ellos y ha hecho por ellos, para guiar a los demás a conocer y
creer su poder, verdad y amor.
Vv. 14—21. Se anuncia la liberación de la cautividad en Babilonia, pero se refiere a sucesos
más grandiosos. Se describen la redención de los pecadores por Cristo, la conversión de los gentiles
y el llamado de nuevo a los judíos. Todo lo hecho para rescatar pecadores y llevar al creyente a la
gloria es poco comparado con la prodigiosa obra de amor, la redención del hombre.
Vv. 22—28. Los que descuidan invocar a Dios están cansados de Él. El Señor no cansa a los
siervos con sus órdenes; ellos lo cansan con su desobediencia. ¿Qué son las riquezas de la
misericordia de Dios con ellos? Yo, yo soy el que borro tus rebeliones. Esto nos estimula al
arrepentimiento, porque hay perdón en Dios, y muestra la libertad de la misericordia divina. Cuando
perdona, Dios olvida. No es algo en nosotros, sino por amor a sus misericordias, por amor de su
promesa, especialmente por amor a su Hijo. Se complace de reconocer esto como su honra. —¿Se
justificará el hombre ante Dios? El intento es desesperado: nuestro primer padre rescindió el pacto,
y todos hemos seguido su ejemplo. No tenemos razón para esperar perdón salvo que lo busquemos
por fe en Cristo; siempre es acompañada por el arrepentimiento verdadero, y seguido por vida
nueva, por odio del pecado y amor a Dios. Entonces, hagámosle recordar las promesas que hizo al
arrepentido y la satisfacción que su Hijo hizo a favor de ellos. Presenta esto como argumento en tu
lucha por el perdón; y declara estas cosas, para que seas justificado gratuitamente por su gracia.
Este es el único camino seguro a la paz.
CAPÍTULO XLIV
Versículos 1—8. Aqui hay promesas de la obra del Espíritu Santo. 9—20. Una denuncia de la
necedad de la idolatría. 21—28. También la liberación del pueblo de Dios.
Vv. 1—8. Aquí se llama “Jesurún” a Israel, lo que significa “el justo”. Sólo tales son verdaderos
israelitas en quienes no hay engaño. Dios reconoce a los que le sirven. Él los ayuda en las
dificultades y en sus servicios. El agua es símbolo del Espíritu Santo; como el agua refresca, limpia
y fertiliza la tierra, así hacen sus influencias en el alma. El don del Espíritu Santo es la gran
bendición, el abundante derramamiento de lo que Dios guardó para los postreros días. Donde Dios
da su Espíritu, dará todas las demás bendiciones. Por ello habrá un gran crecimiento de la Iglesia;
así será difundida a lugares distantes. ¿Había otra Roca o Protector que pudiera defenderlos? Nadie
más podía predecir estas cosas venideras de las cuales daba noticia Dios a través de sus profetas.
Todo fue puesto en orden en los anuncios y en los propósitos divinos. ¿Podía otro haberlo hecho
así? ¿Quién se puede comparar con el Redentor y Rey de Israel?
Vv. 9—20. Se describe la confección de imágenes para denunciar la necedad de los idólatras.
Aunque un hombre había usado parte de un leño para el fuego, caía ante una imagen hecha del
resto, orando que lo librara. El hombre deshonra enormemente a Dios cuando lo representa
conforme a la imagen del hombre. Satanás ciega los ojos de los incrédulos, causando razonamientos
absurdos en materia de religión. Sea que los hombres busquen felicidad en cosas mundanas o corran
a la incredulidad, superstición o cualquier otro falso sistema, se alimentan de cenizas. Un corazón
engañado por el orgullo, el amor del pecado, y el alejamiento de Dios desvía a los hombres de su
santa verdad y adoración. Mientras los afectos sean depravados, el hombre se aferra de la mentira
como a su mejor tesoro. ¿Están nuestros corazones puestos en la riqueza del mundo y en sus
placeres? Ciertamente resultarán ser mentira. Si confiamos en las profesiones y obras externas,
como si pudieran salvarnos, nos engañamos. La sospecha de uno mismo es el primer paso para
librarse de sí mismo. El que entregue su alma debe cuestionar su conciencia, ¿no hay una mentira
en mi diestra?
Vv. 21—28. Vuélvete a mí. Es la gran preocupación de los que se han descarriado de Dios,
como los judíos de antes, para apresurar su retorno a Él. La obra de redención hecha a nuestro favor
por Cristo, exhorta a tener esperanza de todas sus bendiciones. —Nuestras transgresiones y nuestros
pecados son como una nube espesa entre cielo y tierra: los pecados nos separan de Dios; amenazan
una tormenta de ira. Cuando Dios perdona, borra el pecado, disipa la nube, esa nube densa, de modo
que el camino al cielo quede abierto otra vez. La nube la dispersa el Sol de justicia; se va
completamente. El consuelo que fluye al alma cuando el pecado es perdonado, es como luz clara
después de las nubes y la lluvia. Que Israel no se descorazone; nada es demasiado difícil para Dios:
habiendo hecho todo, puede hacer lo que le plazca con cualquiera. Los que aprenden a conocer a
Cristo, ven que todo conocimiento es necedad en comparación con su conocimiento. Sus enemigos
hallarán que sus consejos son necedad y ellos mismos serán atrapados en sus astucias. —El
cumplimiento exacto de las profecías de la Escritura confirma la verdad del todo, y prueba su origen
divino. Los favores particulares que Dios concibió para su pueblo en el cautiverio, fueron
anunciados aquí mucho antes que fueran al cautiverio. Habría dificultades muy grandes en el
camino de la liberación, pero se les promete que todas ellas serían quitadas por el poder divino.
Dios sabía quién sería el libertador de su pueblo; y lo da a conocer a su Iglesia para que cuando
oigan su nombre, sepan que su redención está cerca. Es el honor más grande de los hombres más
grandes ser usados como instrumentos del favor divino para su pueblo. En las cosas en que los
hombres se sirven a sí mismos sin mirar más allá, Dios hace que hagan todo a su placer. Un Pastor
más noble que Ciro hace la voluntad de su Padre hasta que su obra esté completamente terminada.
CAPÍTULO XLV
Versículos 1—4. Liberación de los judíos por Ciro. 5—10. Dios pide obediencia a su
omnipotencia. 11—19. Establecimiento de su pueblo. 20—25. Conversión de los gentiles.
Vv. 1—4. A Ciro se le llama ungido de Dios; fue separado y preparado para este gran servicio por el
consejo de Dios. Las compuertas de Babilonia que daban hacia el río quedaron abiertas la noche
que Ciro marchó con su ejército a través del canal vacío. El Señor iba delante y le daba la entrada a
las ciudades que sitiaba. Le dio tesoros que habían estado ocultos en lugares secretos. Para Ciro, el
Dios verdadero era un Dios desconocido; sin embargo, Dios lo conoció de antemano; le dio un
nombre. El cumplimiento exacto de esto debe de haber mostrado a Ciro que Jehová era el único
Dios verdadero, y que era por amor a Israel que era prosperado. En todos los cambios de estados y
reinos, Dios obra el bien de la iglesia.
Vv. 5—10. No hay otro Dios sino Jehová. Nada se hace sin Él. Hace la paz, todo lo guía para
bien; crea el mal, no el mal del pecado, sino el del castigo. Es el autor de todo lo verdadero, lo
santo, bueno y feliz; el mal, el error y la miseria entraron en el mundo por permisión suya, a través
de la voluntaria apostasía de sus criaturas, pero están restringidos y regidos por sus justos
propósitos. Esta doctrina se aplica, para consuelo de los que anhelan con sinceridad, y quietamente
esperan la redención de Israel. Aquí se tiene en vista principalmente la redención de los pecadores
por el Hijo de Dios, y el derramamiento del Espíritu, para dar éxito al evangelio. No debemos
esperar salvación sin justicia; el Señor las creó juntas. Ningún opresor se oponga a los designios de
Dios en favor de su pueblo. Ningún pobre oprimido murmure, como si Dios no los hubiera tratado
con bondad. Los hombres solo son vasos de barro; son trozos de tiesto, y son así por contenciosos.
Contender con el Hacedor es tan insensato como si el barro le encontrara defectos al alfarero.
Volvamos las promesas de Dios en oraciones, rogándole que la salvación pueda abundar entre
nosotros, y descansemos seguros de que el Juez de toda la tierra hará lo que es justo.
Vv. 11—19. Los creyentes pueden pedir en oración lo que necesitan; si es para su bien no les
será negada. ¡Pero cuán frecuente es oír que se llama a Dios a cuentas por sus tratos con el hombre!
Ciro proveyó para el regreso de los judíos. Los redimidos por Cristo recibirán de Él su provisión. La
restauración convencería a muchos y convertiría a algunos; todos los que se unen al Señor hallan en
su servicio la perfecta libertad. —Aunque Dios es Dios y Salvador de su pueblo, a veces los pone
bajo su ira; pero esperan ellos en el Señor que esconde su rostro. Hay un mundo sin fin; será bueno
o malo según como nos vaya en ese mundo. El Señor a quien servimos y en quien confiamos, es el
único Dios. Todo lo que Dios ha dicho es claro, satisfactorio y justo. Así como Dios nos llama en su
palabra a buscarle, así nunca niega las oraciones de fe, ni desengaña las expectativas de los
creyentes. Da gracia suficiente, consuelo y satisfacción al alma.
Vv. 20—25. Se exhorta a las naciones a acercarse a Jehová. Fuera de Él, nadie puede ayudar. Él
es el Salvador, que puede salvar sin la ayuda de nadie, pero sin el cuál, nadie se puede salvar. Si el
corazón es conducido a la obediencia a Cristo, la rodilla de buena gana obedecerá sus mandatos.
Hombres de todas las naciones vendrán a Cristo en busca de bendición; todos los que aborrecen su
causa serán puestos en vergüenza, y todos los creyentes se regocijarán en Él como su amigo y
porción. Todos deben venir a Él. Vamos ahora a Él como Jehová justicia nuestra, andando según sus
mandamientos.
CAPÍTULO XLVI
Versículos 1—4. Los ídolos no pueden salvarse a sí mismos pero Dios salva a su pueblo. 5—13. La
necedad de adorar ídolos.
Vv. 1—4. Los paganos insultaron a los judíos como si sus ídolos Bel y Nebo fuesen demasiado
duros para Jehová. Pero sus adoradores no pueden ayudarlos; ambos, ídolos e idólatras van al
cautiverio. Que el pueblo de Dios no tenga temor de ellos. Las cosas de las cuales esperan seguridad
y felicidad los impíos, serán halladas incapaces de salvarlos de la muerte y del infierno. El Dios
verdadero nunca le fallará a sus adoradores. La historia de la vida de cada creyente es una especie
de resumen de la historia de Israel. Nuestra vida espiritual es sostenida por su gracia, tan
coherentemente como nuestra vida natural por su providencia. Dios nunca los dejará. El Autor es el
Consumador del bienestar de ellos cuando, por el deterioro, ellos necesitan ayuda como en la
infancia. Esta promesa a Israel, debilitado y envejecido, como nación es aplicable a cada seguidor
envejecido de Cristo. Cuando estés acosado por enfermedades, y quizá los que te rodean estén
cansados de ti, sin embargo, Yo soy quien he prometido ser, el que tú quisiera que yo fuera. Te
soportaré; te llevaré en tu camino, y al final, te llevaré a casa. Si aprendemos a confiar en Él y a
amarle, no tenemos que angustiarnos por los días o años que nos restan; todavía proveerá para
nosotros y nos cuidará, tanto como criaturas de su poder y nuevas creaciones por su Espíritu.
Vv. 5—13. Aquí se expone la necedad de los que hacen ídolos, y luego, oran a ellos. ¡Cuánto
avergüenza la profusión de idólatras y la parsimonia de muchos que se dicen siervos de Dios, pero
que son parte de una religión que nada les cuesta! El servicio del pecado siempre cuesta mucho.
Dios delata ante ellos la cosa insensata e indefensa que son los ídolos. Entonces, que los judíos se
demuestren hombres evitando tales abominaciones. —Muchas profecías de las Escrituras,
entregadas hace mucho, aún no se han cumplido, pero el cumplimiento de algunas es un anticipo de
que el resto ocurrirá. Nada puede ayudarnos más a tranquilizarnos que tener la seguridad de que
Dios hará todo lo que le plazca. Aun quienes no conocen y no les importa la voluntad revelada de
Dios, son llamados y usados para cumplir los consejos de su voluntad secreta. El cielo y la tierra
pasarán antes que una tilde de la palabra de Dios. —Se habla a los pecadores obstinados. Los tales
distaban mucho de aceptar, pero fueron convocados a oír la palabra del Señor. La salvación de un
pecador empieza con un corazón humilde y contrito, que tiembla a la palabra de Dios, con tristeza
santa que obra arrepentimiento verdadero y fe en su misericordia por medio de la obediencia hasta
la muerte de nuestro Fiador Divino. Cristo, como justicia y salvación divina para su pueblo, vendrá
en el tiempo designado. Su salvación mora en su Iglesia para todos los creyentes.
CAPÍTULO XLVII
Versículos 1—6. Los juicios de Dios sobre Babilonia. 7—15. La negligencia y la confianza no
impedirán el mal.
Vv. 1—6. Babilonia está representada por el símbolo de una mujer en profunda angustia. Iba a ser
degradada y a soportar sufrimientos; y se la representa sentada en el suelo, moliendo con el molino
de mano, el servicio más bajo y laborioso. Dios fue justo en su venganza y nadie debe interponerse.
El profeta exulta en el Señor de los ejércitos como Redentor y Santo de Israel. A menudo Dios
permite que hombres crueles prevalezcan contra su pueblo, pero los que los oprimen cruelmente,
serán castigados.
Vv. 7—15. Tengamos cuidado de actuar y hablar como Babilonia hizo; de confiar en la tiranía y
la opresión; de jactarnos de nuestras habilidades, de apoyarnos en nosotros mismos y de atribuir
éxito a nuestra propia prudencia y sabiduría; no sea que participemos de sus plagas. Los que están
en la cumbre de su prosperidad son buenos para imaginar que están fuera del alcance de la
adversidad. También es corriente que los pecadores piensen que estarán a salvo, porque piensan que
son secretos en sus malos caminos. Pero su seguridad será la ruina de ellos. —Saquemos de pasajes
como los anteriores, las lecciones de humildad y confianza en Dios que transmiten. Si creemos la
palabra de Dios, podemos saber cómo será con los justos y los impíos para toda la eternidad.
Podemos aprender a escapar de la ira venidera, glorificar a Dios, tener paz a través de la vida,
esperanza en la muerte y felicidad eterna. Entonces, permanezcamos lejos de todos los engaños.
CAPÍTULO XLVIII
Versículos 1—8. Los judíos son reprobados por su idolatría. 9—15. Sin embargo, se les promete
liberación. 16—22. Advertencia solemne de juicio para los que persisten en el mal.
Vv. 1—8. Los judíos se valoraban por descender de Jacob y usaban el nombre de Jehová como su
Dios. Se enorgullecían respetando a Jerusalén y el templo, pero no había santidad en sus vidas. Si
no somos sinceros en la religión, sólo tomamos en vano el nombre del Señor. —Por la profecía se
les mostró cómo los trataría Dios, mucho antes que eso pasara. Dios ha dicho y hecho suficiente
para evitar la jactancia de los hombres acerca de sí, lo que empeora el pecado y la ruina del
orgulloso; tarde o temprano toda boca se cierre y todos callen delante de Él. —Todos nosotros
nacemos como hijos de desobediencia. Donde está el pecado original, se da el pecado actual. ¿La
conciencia de cada hombre, no da testimonio de la verdad de la Escritura? Que el Señor nos pruebe
y nos haga hacedores de la palabra.
Vv. 9—15. Nada tenemos que argumentar ante Dios, por qué debiera tener misericordia de
nosotros. Salvar es para su alabanza, para honra de su misericordia. Si mete a los hombres en
problemas es para hacerles bien. Es para refinarlos, pero no como a plata, no tan completamente
como los hombres refinan la plata. Si Dios tomara ese rumbo, todos son escoria, y como tales serían
desechados. Él nos toma como refinados sólo en parte. Muchos han sido llevados a casa a Dios
como vasos escogidos, y la buena obra de gracia en ellos empezó en el horno de la aflicción. Es
consuelo para el pueblo de Dios que Dios asegure su honra, por tanto obre liberación para ellos. Si
Dios libra a su pueblo, no puede estar sin instrumentos que emplear. —Dios ha formado un plan en
que, por amor a sí mismo, y para gloria de su gracia, salva a todo el que va a Él.
Vv. 15—22. El Espíritu Santo prepara para el servicio; y pueden hablar osadamente aquellos a
quienes envía Dios y su Espíritu. Esto se aplica a Cristo. Fue enviado y tenía al Espíritu sin medida.
Al que redime, Dios le enseña; enseña a beneficiarse de la aflicción y, luego, los hace partícipes de
su santidad. También, por su gracia los guía por el camino del deber; y por su providencia los guía
por el camino de la liberación. Dios no los afligió voluntariamente. Si sus pecados no los hubieran
alejado, su paz hubiera sido siempre fluida y abundante. El goce espiritual siempre va unido a la
santidad de vida y a la consideración de la voluntad de Dios. —Hará más dolorosa la miseria de los
desobedientes pensar cuán felices podrían haber sido. Aquí hay seguridad de salvación del
cautiverio. Dios cuidará a los que intenta llevar a sí mismo, para que no les falte nada para su viaje.
Esto es aplicable a la gracia puesta a nuestro favor en Jesucristo, de quien nos fluye todo lo bueno,
como el agua de la roca para Israel, porque la Roca era Cristo. —Aquí se alude a las bendiciones
espirituales de la redención y el rescate de la Iglesia de la tiranía anticristiana. Pero no importa los
cambios que haya, el Señor advierte a los pecadores impenitentes que nada bueno les vendrá a ellos;
la angustia interior y el problema externo, que surgen de la culpa y de la ira divina, debe ser su
porción para siempre.
CAPÍTULO XLIX
Versículos 1—6. La incredulidad y el rechazo de los judíos. 7—12. Las promesas de gracia para
los gentiles. 13—17. El amor de Dios a la Iglesia. 18—23. Su aumento. 24—26. Y liberación.
Vv. 1—6. El gran Autor de la redención muestra la autoridad para su obra. La espada de su palabra
mata las concupiscencias de su pueblo, y todo lo que sea enemistad con ellos. Sus flechas agudas
hieren la conciencia, pero todas estas heridas son sanadas cuando el pecador ruega orando por
misericordia. Pero hasta el Redentor, que habló como nunca un hombre ha hablado en su ministerio
personal, a menudo parecía sufrir en vano. Si Jacob no fuera traído de vuelta a Dios, e Israel no
fuera reunido, aún así Cristo será glorioso. Esta promesa está parcialmente cumplida en el
llamamiento a los gentiles. Los hombres perecen en las tinieblas. Pero Cristo ilumina a los hombres
y así los hace santos y felices.
Vv. 7—12. El Padre es el Señor, el Redentor y el Santo de Israel, puesto que envía al Hijo para
ser el Redentor. El hombre, a quien vino a salvar, lo despreció. Se sometió a esto por nuestra
salvación. —Él es prenda de todas las bendiciones del pacto; Dios estaba en Él reconciliando
consigo al mundo. La misericordia perdonadora es liberación de la maldición de la ley; la gracia
que renueva es liberación del dominio del pecado: ambos son de Cristo. Dice a los que están en
tinieblas: Mostraos. No sólo vean, sino sean vistos, para gloria de Dios y para consuelo propio. —
Donde Dios lleve a su pueblo no les caerá mal. Los que siguen muy de cerca la dirección divina
pueden esperar el consuelo divino. Aunque hay dificultades en el camino al cielo, la gracia de Dios
nos llevará por encima de ellas, y hasta las montañas convertirá en camino. Esto denota la libre
invitación y las promesas alentadoras del evangelio y el derramamiento del Espíritu.
Vv. 13—17. Que haya gozo universal, porque Dios tendrá misericordia del afligido debido a su
compasión; de su afligido debido a su pacto. Ya no tenemos razones para cuestionar su promesa y
su gracia más que la que tengamos para cuestionar su providencia y su justicia. Ten la seguridad que
Dios tiene un tierno afecto por su Iglesia y su pueblo; no quiere que se desalienten. —Algunas
madres descuidan a sus hijos, pero las compasiones de Dios con su pueblo exceden infinitamente a
las de los padres más tiernos hacia sus hijos. —Que los haya puesto como marca en su mano o
como sello en su brazo, significa que siempre está preocupado de ellos. Hasta donde tenemos
evidencias de la Escritura de que pertenecemos a su rebaño redimido, podemos estar seguros que
nunca nos abandonará. Entonces pongamos diligencia para asegurar nuestra vocación y elección y
regocijémonos en la esperanza y la gloria de Dios.
Vv. 18—23. Aquí se dirige a Sion como a viuda afligida, desposeída de sus hijos. Las gentes se
juntan a ella y se le asegura que vienen para consolarla. Hay veces en que la Iglesia es devastada y
son pocos en número, pero sus desolaciones no durarán para siempre y Dios las reparará. Dios
puede levantar amigos para los israelitas que retornan aun de entre los gentiles. Ellos traerán sus
hijos y los harán tus hijos. Que todos traten tierna y cuidadosamente a los nuevos convertidos y
principiantes en la religión. Los príncipes protegerán a la Iglesia. Se manifestará que Dios es el
soberano Señor de todo. Los que esperan en Dios en el ejercicio de fe, esperanza y paciencia, por el
cumplimiento de sus promesas nunca serán confundidos.
Vv. 24—26. Somos cautivos legales de la justicia de Dios, pero liberados a un precio de valor
indecible. Aquí hay una promesa expresa: Aun el cautivo del valiente será librado. Aquí vemos a
Satanás privado de su presa, encadenado y echado al abismo; y todas las potestades que se habían
reunido para esclavizar, perseguir o corromper a la Iglesia, son destruidas; que toda la tierra sepa
que Jehová es nuestro Salvador y Redentor, el Fuerte de Jacob. Todo esfuerzo que hacemos para
rescatar a los congéneres pecadores de la esclavitud a Satanás ayuda, en cierto grado, al progreso
del gran cambio.
CAPÍTULO L
Versículos 1—3. El rechazo de los judíos. 4—9. El sufrimiento y la exaltación del Mesías. 10, 11.
Consuelo para el creyente, y advertencia para el incrédulo.
Vv. 1—3. Quienes han profesado ser pueblo de Dios y parecen ser tratados con severidad, tienden a
quejarse como si Dios hubiera sido duro con ellos. Aquí hay una respuesta para tales
murmuraciones; Dios nunca privó a nadie de sus ventajas, sino de sus pecados. Los judíos fueron
enviados a Babilonia por su idolatría, pecado que quebrantó el pacto, y, al final, fueron rechazados
por crucificar al Señor de gloria. —Dios los llamó a dejar sus pecados y evitar su propia ruina. Por
último, el Hijo vino a los suyos pero los suyos no le recibieron. Cuando Dios llama a los hombres a
la felicidad y ellos no responden, son justamente dejados en su miseria. Para silenciar las dudas
acerca de su poder, se dan pruebas. Los prodigios que acompañaron sus sufrimientos y muerte
proclaman que Él era el Hijo de Dios, Mateo xxvii, 54.
Vv. 4—9. Como Jesús era Dios y hombre en una Persona, a veces lo hallamos hablando como
Jehová Dios, o que así se le nombra; a veces, como hombre y siervo de Jehová. Él iba a declarar las
verdades que consuelan al corazón contrito y humillado, a los cansados de pecar, acosados por las
aflicciones. Como el Espíritu Santo estaba en Él, podía hablar como nunca hombre ha hablado; así,
la misma influencia divina lo despertaba cada día para orar, para predicar el evangelio, y recibir y
entregar toda la voluntad del Padre. Él justificó al Hijo cuando aceptó la satisfacción que éste hizo
por el pecado del hombre. Cristo habla en nombre de todos los creyentes. ¿Quién se atreve a ser
enemigo de quienes Él tiene por amigos? O, ¿quién contenderá con quienes lo tienen por su
Abogado? Así lo aplica san Pablo, Romanos viii, 33.
Vv. 10, 11. Un hijo de Dios teme incurrir en su desagrado. Esta gracia aparece más
habitualmente en los creyentes cuando están en tinieblas, cuando no aparecen otras gracias. Los que
temen verdaderamente a Dios, obedecen la voz de Cristo. —Un siervo sincero de Dios puede estar
por largo tiempo sin visualizar la felicidad eterna. ¿Cuál es probable que sea un remedio eficaz en
este triste caso? Confíe él en el nombre del Señor; afírmese en las promesas del pacto, y edifique
sus esperanzas sobre ellas. Que confíe en Cristo, confíe en ese nombre suyo, el Señor Justicia
nuestra; que se afirme en Dios como su Dios por medio del Mediador. —Se advierte a los pecadores
presuntuosos de no confiar en sí mismos. Sus propios méritos y suficiencia son luz y calor para
ellos. Los consuelos derivados de las criaturas son como chispas de corta vida y pronta
desaparición; pero los hijos de este mundo, mientras duren, procuran calentarse con ellas y andan
con orgullo y placer a la luz de ellas. Los que hacen de este mundo su consuelo y de su justicia
propia, su confianza, ciertamente encontrarán amarguras al final. El camino de un hombre piadoso
puede ser oscuro, pero su final será paz y luz eterna. El camino del impío puede ser placentero, pero
su final y destino eternos serán las tinieblas más profundas.
CAPÍTULO LI
Versículos 1—3. Exhortaciones a confiar en el Mesías. 4—8. El poder de Dios y la debilidad del
hombre 9—16. Cristo defiende a su pueblo. 17—23. Sus aflicciones y liberaciones.
Vv. 1—3. Para los privilegiados por el nuevo nacimiento, es bueno que consideren que fueron
formados en pecado. Esto debiera hacernos pensar de nosotros en forma humilde, provocar los
pensamientos más elevados sobre la gracia divina. —El consuelo más grande es haber sido hecho
útil para la gloria de Dios. Mientras más santidad tengan los hombres, y más bien hagan, más
alegría tienen. Reflexionemos seriamente en nuestra culpa. Hacerlo así tiende a mantener humilde
el corazón, y despierta y sensible la conciencia. Hacen a Cristo más precioso para el alma y da
fuerzas a nuestros intentos y oraciones por los demás.
Vv. 4—8. El evangelio de Cristo será predicado y proclamado. ¿Cómo escaparemos si lo
despreciamos? No hay salvación sin justicia. En cuanto a este mundo el alma se desvanecerá como
humo y el cuerpo será tirado como ropa gastada. Pero los que tienen su felicidad en la justicia y
salvación de Cristo, tendrán su consuelo cuando el tiempo y los días ya no sean más. Las nubes
oscurecen el sol, pero no detienen su curso. El creyente disfrutará su porción, mientras los que
insultaron a Cristo estarán en tinieblas.
Vv. 9—16. El pueblo que Cristo redimió con su sangre, y por su poder, obtendrá liberación
plena de todo enemigo. El que destinó ese gozo para nosotros al final, ¿no obrará tal liberación
mientrastanto, según lo requiera nuestro caso? En este mundo cambiante hay un paso corto del gozo
a la tristeza, pero en aquel mundo, la tristeza nunca más estará a la vista. Ellos oraron por la
demostración del poder de Dios; Él les contesta con el consuelo de su gracia. Si tememos pecar
contra Dios, no debemos temer el enojo de los hombres. Dichoso el hombre que siempre teme a
Dios. La Iglesia de Cristo disfrutará de seguridad por el poder y la providencia del Todopoderoso.
Vv. 17—23. Dios llama a su pueblo a ocuparse de las cosas que convienen a su paz eterna.
Jerusalén había provocado a Dios y tuvo que probar los frutos amargos. Los que debían ser sus
consoladores, fueron sus atormentadores. No tienen paciencia para conservar la posesión de sus
almas, ni confianza en la promesa de Dios para conservar la posesión de su consuelo. —Está ebria,
no como antes, con la copa embriagante de las idolatrías de Babilonia, sino con la copa de la
aflicción. Sabe entonces que la causa del pueblo de Dios puede parecer perdida por un tiempo, pero
Dios lo protegerá dando convicción a las conciencias o confundiendo los proyectos de quienes se
esfuerzan contra ellos. Los opresores necesitaban almas para someter, para que todo hombre creyera
y adorara como ellos querían que hicieran. Pero todo lo que pudieron ganar con violencia fue gente
llevada al conformismo hipócrita externo, porque no se puede obligar las conciencias.
CAPÍTULO LII
Versículos 1—12. Las bienvenidas noticias del reino de Cristo. 13—15. La humillación del Mesías.
Vv. 1—12. El evangelio proclama libertad a los que están atados con temores. Que los fatigados y
cargados con el peso del pecado hallen alivio en Cristo, se sacudan el polvo de sus dudas y temores,
y se suelten de las ataduras. El precio de nuestra salvación pagado por el Redentor no fue plata ni
oro, ni cosas perecederas, sino su propia sangre preciosa. Si considerando la gratuidad de esta
salvación y cuán dañinos son los pecados para el consuelo temporal, valoraremos más la redención
que es en Cristo; ¿buscamos la victoria sobre cada pecado, recordando que la gloria de Dios
requiere santidad en cada seguidor de Cristo? —La buena nueva es que el Señor Jesús reina. El
mismo Cristo trajo esta noticia primero. Sus ministros proclaman esta buena nueva: manteniéndose
limpios de las contaminaciones del mundo, son bellos para aquellos a los que son enviados. —Los
centinelas de Sion podían escasamente discernir algo del favor de Dios a través de la espesa nube de
sus aflicciones; pero, ahora que la nube se ha disipado, verán claramente la exacta coherencia entre
la profecía y el hecho, la promesa y el cumplimiento. Los lugares desolados de Sion se regocijarán
entonces; todo el mundo tendrá el beneficio. Esto lo aplica Cristo a nuestra salvación. —Babilonia
no es lugar para los israelitas. Es un llamado a todos lo que están en la esclavitud del pecado y de
Satanás para que usen la libertad que Cristo ha proclamado. Iban a ir con prisa diligente sin perder
tiempo ni demorarse, pero no iban a ir con prisa desconfiada. Los que van por el camino del deber,
están bajo la protección especial de Dios; quien cree esto no se apresurará por temor.
Vv. 13—15. Aquí comienza esa descripción minuciosa, maravillosa y fiel del oficio, del carácter
y de la gloria del Mesías, que ha puesto convicción de pecado en más de uno de los incrédulos más
endurecidos. Cristo es la misma Sabiduría; en la obra de nuestra redención se manifestó la sabiduría
de Dios en un misterio. Los que le vieron dijeron: Seguramente nunca un hombre tuvo un aspecto
tan desgraciado; nunca hubo un dolor como su dolor. Pero Dios lo exaltó hasta lo sumo. Eso será
descubierto por el evangelio de Cristo, que nunca podría narrarse de otra manera. Cristo, una vez
derramada su sangre por los pecadores, continúa su poder. Que todos los que se oponen, vean la
sabiduría de cesar su oposición, y de ser hechos partícipes de la sangre del rociamiento, y el
bautismo del Espíritu Santo; obedeciéndole y dando gracias por su salvación.
CAPÍTULO LIII
Versículos 1—3. La persona, 4—9. Sufrimientos, 10—12. Humillación y exaltación de Cristo
descritas minuciosamente con las bendiciones de su muerte por la humanidad.
Vv. 1—3. En ninguna otra parte del Antiguo Testamento, como en este capítulo, se profetiza tan
clara y plenamente que Cristo debía sufrir y luego entrar a su gloria. Pero a esta fecha pocos
disciernen o reconocen el poder divino que va con la palabra. Se desecha el informe más importante
y auténtico de la salvación a través del Hijo de Dios por los pecadores. —La condición vil a que se
sometió y su manifestación al mundo no concuerdan con las ideas del Mesías que los judíos se
habían formado. Se esperaba que viniera con pompa; en cambio creció como una planta, silenciosa
e inadvertidamente. Él nada tenía de la gloria que uno hubiera pensado hallar en Él. Toda su vida
fue no sólo humilde en estado externo; también fue penosa. Hecho pecado por nosotros, vivió la
sentencia a la cual nos expuso el pecado. Los corazones carnales nada ven en el Señor Jesús como
para interesarse en Él. ¡Sí, por cuántos de su pueblo sigue siendo despreciado y rechazado respecto
de su doctrina y su autoridad!
Vv. 4—9. En estos versículos hay un relato de los sufrimientos de Cristo; también del propósito
de sus sufrimientos. Fue por nuestros pecados y en nuestro lugar que nuestro Señor Jesús sufrió.
Todos hemos pecado y caído de la gloria de Dios. Los pecadores tienen su pecado favorito, su
propio mal camino que aprecian. Nuestros pecados merecen todas los castigos y dolores, hasta los
más severos. —Somos salvados de la ruina a la cual nos obligamos por el pecado, cuando echamos
sobre Cristo nuestros pecados. Esta expiación iba a ser hecha por nuestros pecados. Este es el único
camino de salvación. Nuestros pecados fueron las espinas en la cabeza de Cristo, los clavos en sus
manos y pies, la lanza en su costado. Fue entregado a la muerte por nuestras ofensas. Por sus
sufrimientos adquirió para nosotros el Espíritu y la gracia de Dios para mortificar nuestras
corrupciones, que son las insanías de nuestra alma. Bien podemos soportar nuestros sufrimientos
más leves, porque Él nos ha enseñado a estimar todas las cosas como pérdida por amor a Él y a
amar al que nos amó primero.
Vv. 10—12. ¡Ven y ve cómo Cristo nos amó! Nosotros no lo pusimos en nuestro lugar; Él se
puso a sí mismo. Así quitó el pecado del mundo al llevarlo sobre sí. Se sometió a la muerte, que
para nosotros es la paga del pecado. —Fijaos en las gracias y las glorias de su estado de exaltación.
Cristo no encarga el cuidado de su familia a ningún otro. Los propósitos de Dios tendrán efecto.
Prosperará lo que se emprenda conforme al beneplácito de Dios. Él se ocupará de cumplirlo en la
conversión y salvación de los pecadores. Hay muchos a quienes Cristo justifica; muchos por
quienes dio su vida como rescate. Por fe somos justificados; así, Dios es más glorificado, la libre
gracia se promueve, el yo es abatido y nuestra felicidad asegurada. Debemos conocerle y creer en
quien llevó nuestros pecados y nos salvó de hundirnos bajo la carga llevándola sobre sí. —El
pecado y Satanás, la muerte y el infierno, el mundo y la carne, son los enemigos poderosos que Él
venció. Lo que Dios preparó para el Redentor, ciertamente Él lo poseerá. Cuando cautivó a la
cautividad, recibió dones para los hombres, para que pudiera dar dones a los hombres. —Mientras
repasamos los sufrimientos del Hijo de Dios, recordemos nuestro largo catálogo de transgresiones y
considerémosle sufriendo bajo el peso de nuestra culpa. Aquí se echa un fundamento firme sobre el
cual haga descansar su alma el pecador tembloroso. Nosotros somos la adquisición de su sangre, y
los monumentos de su gracia; por esto Él continuamente intercede y prevalece destruyendo las
obras del diablo.
CAPÍTULO LIV
Versículos 1—5. El aumento de la Iglesia por la conversión de los judíos y los gentiles. 6—10. Su
segura liberación. 11—17. Se describe su estado triunfante.
Vv. 1—5. Obsérvese el bajo estado de la religión en el mundo por largo tiempo antes de la
introducción del cristianismo. Al predicar el evangelio se convirtieron multitudes de los ídolos al
Dios vivo. Esto es materia de gran regocijo para la Iglesia. —Las fronteras de la Iglesia fueron
extendidas. Aunque su estado en la tierra es vil y mutable, como una tienda o tabernáculo, a veces
está en crecimiento y debe ser agrandada al aumentar la familia. Pero mientras más numerosa
crezca la Iglesia, más debe fortalecerse contra los errores y las corrupciones. —Tu Marido es tu
Hacedor. Cristo es el Santo de Israel, el Mediador del pacto hecho con la Iglesia
veterotestamentaria. Por mucho tiempo fue llamado Dios de Israel, pero ahora será llamado Dios de
toda la tierra. Él limpiará de pecado y hará que todo creyente verdadero se regocije en esta unión
sagrada. Nunca podremos admirar bastante esta misericordia ni valorar debidamente este privilegio.
Vv. 6—10. Así como Dios es tardo para airarse, es rápido para mostrar misericordia. ¡Cuán
dulce serán los retornos de la misericordia, cuando Dios venga a consolarlos! Él tendrá misericordia
de ellos. La reunión de su pueblo nace de la misericordia de Dios, no de mérito alguno de ellos; y es
con grandes misericordias, con bondad eterna. La ira es poca, las misericordias son grandes; la ira
es momentánea, la bondad es eterna. No tenemos que desesperarnos bajo las aflicciones ni perder la
esperanza de alivio. —Los montes se han estremecido y han sido removidos, pero las promesas de
Dios nunca fueron quebrantadas por ningún suceso. Los montes y las colinas también representan a
grandes hombres. Las confianzas en las criaturas se frustran, pero cuando las amistades nos fallan,
nuestro Dios no. Todo esto es por igual aplicable a la Iglesia en general, y a cada creyente. Dios
reprende y corrige a su pueblo por sus pecados, pero no los desecha. Que esto nos anime a poner
más diligencia en asegurar nuestra vocación y elección.
Vv. 11—17. Que el pueblo de Dios piense, cuando está afligido y zarandeado, que oyen a Dios
hablarles consoladoramente por estas palabras, fijándose en sus penas y temores. —La Iglesia es
toda gloriosa cuando está llena del conocimiento de Dios, porque nadie enseña como Él. Es una
promesa de la enseñanza y de los dones del Espíritu Santo. Todos los enseñados por Dios son
enseñados a amarse unos a otros. Esto parece relacionarse especialmente con las épocas gloriosas
que sucederán a las tribulaciones de la Iglesia. La santidad, más que cualquier cosa, es la belleza de
la Iglesia. —Dios promete protección. No habrá miedos internos; no habrá luchas externas. El
militar se valora por sus títulos espléndidos, pero Dios lo llama “destruidor para destruir”, porque
hacen su actividad de la devastación y destrucción. Él los creó, por tanto servirán sus designios con
ellos. —Llega el día en que Dios tratará a los impíos por las cosas duras que han hablado, Judas 15.
La seguridad y la victoria final son herencia de cada fiel siervo del Señor. La justicia con que son
justificados, y la gracia con que son santificados, son dádivas de Dios y efecto de su amor especial.
Roguémosle que santifique nuestras almas y nos emplee en su servicio.
CAPÍTULO LV
Versículos 1—5. Invitación a recibir gratuitamente las bendiciones del Salvador. 6—13. Ofrendas
graciosas de perdón y paz.
Vv. 1—5. Son bien acogidos a las bendiciones de la salvación todos los que acogen bien estas
bendiciones. En Cristo hay suficiente para todos y para cada uno. Los que están satisfechos con el
mundo no ven la necesidad de Cristo y no tienen sed. No están inquietos por sus almas, pero donde
Dios da gracia, da la sed; donde Él haya dado sed, dará gracia. Id a Cristo, porque Él es la Fuente
abierta, es la Roca golpeada. Id a las santas ordenanzas, a los arroyos que alegran la ciudad de
nuestro Dios. Id a las aguas sanadoras, id a las aguas vivas, Apocalipsis xxii, 17. Nuestro Salvador
se refirió a esto, Juan vii, 37. Venid, comprad; apropiaos de esto aplicándoos la gracia del evangelio
a vosotros mismos. Venid y comed; hacedlo aún más vuestro, y disfrutadlo. El mundo no satisface
nuestras expectativas; nos prometimos al menos agua y nos desilusionamos, pero Cristo supera
nuestras expectativas. Vamos a Él y hallamos vino y leche. Los dones ofrecidos son tales que
ningún precio se les puede poner. Las cosas ofrecidas ya están pagadas, porque Cristo las adquirió
al precio total de su propia sangre, 1 Pedro i, 19. Nuestras necesidades son incontables y nada
tenemos que las satisfaga; si Cristo y el cielo son nuestros, nos veremos por siempre endeudados a
la libre gracia. Escuchad con diligencia; que se abata el corazón orgulloso; no sólo vaya, sino acepte
la oferta de Dios. Toda la riqueza y el placer del mundo no darán consuelo y contento firmes al
alma. No satisfacen ni siquiera los apetitos del cuerpo, porque todo es vanidad y aflicción. Que los
desencantos con que nos topamos en el mundo nos ayuden a impulsarnos hacia Cristo y a buscar la
satisfacción sólo en Él. Entonces, y no antes, encontraremos reposo para nuestra alma. Oíd y vivirá
vuestra alma. ¡Con qué términos claros se nos ofrece la felicidad! —Por misericordias firmes a
David tenemos que entender al Mesías. Todas sus misericordias son misericordias del pacto; son
compradas por Él, son prometidas en Él y nos son dispensadas de su mano. No sabemos encontrar
el camino a las aguas, pero Cristo es dado para ser Líder, Capitán, para mostrarnos qué hacer y
capacitarnos para hacerlo. Nuestro negocio es obedecerle y seguirle. Nadie puede ir al Padre sino
por Él. Él es el Santo de Israel, fiel a todas sus promesas; Él ha prometido glorificar a Cristo
dándole a los gentiles por heredad.
Vv. 6—13. Aquí hay una oferta graciosa de perdón y paz, y de toda felicidad. No será en vano
buscar a Dios; ahora su palabra nos está llamando y su Espíritu lucha con nosotros. Pero hay un día
por venir en que no será hallado. Puede llegar un tiempo así en esta vida; seguro es que la puerta
será cerrada en la muerte y el juicio. No sólo debe haber un cambio del camino, sino un cambio de
la mente. Debemos cambiar nuestros juicios sobre las personas y las cosas. No es suficiente romper
y dejar las malas costumbres, sino tenemos que luchar contra los malos pensamientos. Arrepentirse
es volver a nuestro Señor, contra el cual nos rebelamos. Si lo hacemos así, Dios se multiplicará para
perdonar como nosotros nos hemos multiplicado para ofender. Pero que nadie juegue con esta
abundante misericordia ni la use como ocasión para pecar. El pensamiento de los hombres acerca
del pecado, de Cristo y de la santidad, sobre este mundo y el otro, difieren vastamente de los de
Dios; pero en nada diferen más que en materia de perdón. Nosotros perdonamos y no podemos
olvidar; cuando perdona el pecado Dios no lo recuerda más. —El poder de su palabra en las esferas
de la providencia y la gracia es tan cierto como en la de la naturaleza. La verdad sagrada produce un
cambio espiritual en la mente del hombre que ni la lluvia ni la nieve pueden producir en la tierra.
No volverá al Señor sin producir efectos importantes. —Si adoptamos un punto de vista especial de
la Iglesia, hallaremos qué cosas grandes ha hecho y hará Dios por ella. Los judíos volverán a su
tierra; esto representa las bendiciones prometidas. La gracia del evangelio hará un cambio grande en
los hombres. Librado de la ira venidera, el pecador convertido halla paz en su conciencia; el amor lo
constriñe a dedicarse al servicio de su Redentor. En lugar de ser profano, contencioso, egoísta o
sensual, véanlo paciente, humilde, amable y en paz. La esperanza de ayudar en tal obra debiera
instarnos a difundir el evangelio de la salvación. Ayúdanos tú, oh Espíritu de toda verdad, a tener
esa visión tal de la plenitud, gratuidad y grandeza de la rica misericordia en Cristo, que quite de
nosotros todos los estrechos puntos de vista acerca de la gracia soberana.
CAPÍTULO LVI
Versículos 1, 2. Encargo de obedecer los preceptos divinos. 3—8. Bendiciones prometidas. 9—12.
Reproche a los centinelas, los maestros y los gobernantes negligentes de los judíos.
Vv. 1, 2. El Señor nos dice cuáles son sus expectativas del deber de parte nuestra. Sé honesto y justo
en todos tus tratos. También, observa estrictamente el día de reposo. Para tener la bendición de Dios
en los trabajos de toda la semana, toma conciencia de santificar el día de reposo. No tengas nada
que ver con el pecado. Bendito el varón que aleja su mano de todas las cosas que desagradan a Dios
y que dañan su alma. Los que, a través del Espíritu, tienen la esperanza de la justicia por la fe, serán
hallados en los caminos de la obediencia santa.
Vv. 3—8. A menudo la incredulidad sugiere cosas para desanimar a los creyentes, contra lo cual
Dios advierte expresamente. Las bendiciones espirituales son indeciblemente mejores que tener
hijos e hijas; porque los hijos son una preocupación y pueden dar tristeza y vergüenza, pero las
bendiciones en que participamos en la casa de Dios son un consuelo que no se puede amargar. Los
que verdaderamente aman al Señor le servirán fielmente, y entonces, sus mandamientos no son
gravosos. —Se prometen tres cosas. Asistencia: No sólo les daré la bienvenida, sino que los
inclinaré a venir. Aceptación y consuelo: aunque vengan lamentándose a la casa de oración se irán
con regocijo. Encontrarán alivio echando sus cargas y afanes sobre Dios. Más de un espíritu
dolorido ha sido hecho gozoso en la casa de oración. Los gentiles serán un cuerpo con los judíos
para que, como dice Cristo, Juan x, 16, haya un rebaño y un Pastor. —Gracias a Dios que nadie es
separado de Él sino por incredulidad y pecado voluntarios; y si vamos a Él, seremos aceptados por
el sacrificio de nuestro gran Sumo Sacerdote.
Vv. 9—12. Se piden juicios desoladores, y esta severa reprimenda de los reyes y maestros de la
Iglesia judía es aplicable a otras épocas y lugares. Malo es que un pueblo tenga pastores que
dormitan y que andan ansiosos en pos del mundo. Oremos que el Gran Pastor nos mande pastores
según su corazón que nos alimenten con conocimiento, para que podamos regocijarnos en su santo
nombre y que nuevos creyentes sean sumados diariamente a la Iglesia.
CAPÍTULO LVII
Versículos 1, 2. La bendecida muerte del justo. 3—12. Idolatrías abominable de la nación judía. 13
—21. Promesas para el contrito y humillado.
Vv. 1, 2. Los justos son librados del aguijón de la muerte, no de su ataque. El mundo descuidado no
considera esto. Pocos lo lamentan como pérdida pública y muy pocos se fijan en ello como
advertencia pública. Son llevados por compasión para que no vean el mal, ni lo compartan, ni sean
tentados. El justo entra en la paz y el reposo cuando muere.
Vv. 3—12. Aquí el Señor convoca a apóstatas e hipócritas para que comparezcan ante Él.
Cuando fueron reprobados por sus pecados y amenazados con juicios, ridiculizaron la Palabra de
Dios. Los judíos eran culpables de idolatría antes del cautiverio; pero no después de esa aflicción.
Su celo en la adoración de dioses falsos avergüenza nuestra indiferencia por adorar al Dios
verdadero. El servicio del pecado es una esclavitud miserable. Los que así se rebajan al infierno
tendrán ahí en justicia su porción. —Los hombres se inclinan a una religión que inflame sus impías
pasiones. Son guiados a hacer el mal por grande o vil que sea, si piensan que expiará los delitos o
comprará indulgencia para alguna lujuria preferida. Esto explica la idolatría sea pagana, judía o
anticristiana. Pero quienes instalan cualquier cosa en el lugar de Dios como esperanza y confianza
suyas, nunca llegarán a un buen fin. Los que abandonan el único camino recto vagan por caminos
extraviados. Los placeres del pecado cansan pronto, pero nunca satisfacen. Los que no se preocupan
por la palabra de Dios y de sus providencias demuestran no temer a Dios. El pecado no aprovecha:
arruina y destruye.
Vv. 13—21. Los ídolos y sus adoradores llegarán a nada, pero los que confían en la gracia de
Dios serán llevados a disfrutar del cielo. Con el Señor no hay principio de días ni fin de vida, ni
cambio de tiempo. Su nombre es santo y todos deben conocerlo como santo Dios. Tendrá tierno
cuidado de quienes reflexionan en su condición y temen su ira. Hará su morada en aquellos cuyo
corazón ha humillado para vivificarlos y consolarlos. Cuando los problemas duran mucho aun los
hombres buenos son tentados a pensar mal de Dios. Por tanto, Él no contenderá para siempre,
porque no abandonará la obra de sus manos ni derrotará lo comprado por la sangre de Su Hijo. —La
codicia es un pecado que pone en particular a los hombres bajo el desagrado divino. Véase la
pecaminosidad del pecado. Véase también que los problemas no pueden reformar a los hombres a
menos que la gracia de Dios obre en ellos. —Se publicará paz, la paz perfecta. Frutos de labios que
predican y oran. Cristo vino y predicó paz a los gentiles y a los judíos; a épocas futuras aún lejanas
en el tiempo, y a los de su misma era. —Pero los impíos no quieren ser sanados por la gracia de
Dios, por tanto no serán sanados por sus consolaciones. Sus concupiscencias y pasiones sin
gobierno los hacen como el mar tempestuoso. También, los temores de conciencia les turban sus
goces. Dios lo dijo, y no puede todo el mundo desdecirlo: no hay paz para los que se permiten
cualquier pecado. Si somos recuperados de un estado tan espantoso, es sólo por la gracia de Dios.
La influencia del Espíritu Santo y el nuevo corazón del cual brota alabanza agradecida, fruto de
nuestros labios, son su dádiva. La salvación, con todos sus frutos, esperanzas y consuelos es obra
suya y toda la gloria le pertenece. No hay paz para el impío, pero deje el impío su camino y el
inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia y al Dios nuestro
que será amplio en perdonar.
CAPÍTULO LVIII
Versículos 1, 2. Reprobación de la hipocresía. 3—12. Ayuno falso y verdadero con promesas de
santidad real, y 13, 14, para la obediencia del día de reposo.
Vv. 1, 2. El Espíritu Santo tiene en vista a hipócritas de toda época. El amor a sí mismo y los
cristianos tibios pueden decir: Sálvate a ti mismo; el disgusto por la cruz y otros motivos dirán:
“Perdona al rico y poderoso”. Dios dice “no hay perdón” y debemos obedecer a Dios y no a los
hombres. Todos debemos orar fervorosamente por la ayuda de Dios al examinarnos a nosotros
mismos. Los hombres pueden avanzar mucho al cielo, pero quedan cortos, y pueden irse al infierno
con una muy buena reputación.
Vv. 3—12. El ayuno es un día para afligir el alma; si no expresa un verdadero pesar por el
pecado y no fomenta el abandono del pecado, no es ayuno. Estos profesantes habían mostrado
tristeza en ayunos establecidos y ocasionales, pero abrigaban el orgullo, la codicia y las pasiones
malignas. Ser generoso y misericordioso es más aceptable para Dios que el ayuno, que sin dichos
elementos es vano e hipócrita. Muchos que parecen humildes en la casa de Dios son duros en su
hogar y acosan a su familia. Pero no justifica al hombre su fe si no obra por amor. Sin embargo, hay
personas, familias, vecindarios, iglesias o naciones que muestran arrepentimiento y pena por el
pecado ayunando sinceramente y, con motivos justos, arrepintiéndose y haciendo buenas obras. El
pesado yugo del pecado y la opresión debe ser quitado. Como el pecado y el dolor secan los huesos
y debilitan la constitución humana más fuerte, así los deberes de la bondad y la caridad fortalecen y
refrescan cuerpo y alma. Los que hacen justicia y aman misericordia tendrán consuelo aun en este
mundo. —Las buenas obras traerán la bendición de Dios, siempre y cuando sean hechas por amor a
Dios y al hombre, y las produzca en el alma el Espíritu Santo.
Vv. 13, 14. El día de reposo es una señal entre Dios y su pueblo profesante; que lo haya
instituido es una señal de su favor hacia ellos; y observarlo es una señal de obediencia a Él. —En
ese día debemos dejar de viajar; en ese santo día debemos dejar de hacer lo que nos place, sin el
control ni la restricción de la conciencia; dejar de dar el gusto a los placeres de los sentidos. En los
días de reposo no debemos seguir nuestros trabajos ni nuestros placeres. En todo lo que decimos y
hacemos debemos marcar la diferencia entre este día y los demás días. Aun en las épocas del
Antiguo Testamento el día de reposo era llamado día del Señor y apropiadamente aun se llama así; y
por una razón adicional, es el día del Señor Cristo, Apocalipsis i, 10. Si recordamos así el día de
reposo para santificarlo, tendremos el consuelo y el provecho de este, y razón para decir que es
bueno acercarse a Dios.
CAPÍTULO LIX
Versículos 1—8. Reproches del pecado y la iniquidad. 9—15. Confesión de pecado y lamento por
las consecuencias. 16—21. Promesas de liberación.
Vv. 1—8. Si nuestras oraciones no son contestadas y no se obra la salvación que esperamos, no se
debe a que Dios se haya cansado de oír la oración, sino que nosotros estamos cansados de orar.
Véase aquí al pecado con sus colores verdaderos, sobremanera pecaminoso; y véase el pecado en
sus consecuencias, excesivamente dañino, que nos separa de Dios, y así nos aparta no sólo de todo
lo bueno, sino para todo lo malo. Pero las multitudes se alimentan de sistemas infieles y perversos
para su propia destrucción. Su destreza o astucia para concebir estratagemas, como araña que teje su
red, no pueden salvarlos ni librarlos. Ninguna estratagema de salvación autoconsumada servirá a los
que desprecian la túnica de la justicia del Redentor. Todo hombre que esté desprovisto del Espíritu
de Cristo, corre velozmente hacia algún tipo de mal, porque son extraños a la paz, a pesar de la
verdad y la justicia divina.
Vv. 9—15. Si cerramos los ojos a la luz de la verdad divina, es justo que Dios oculte de nuestros
ojos las cosas que corresponden a nuestra paz. Los pecados de los que profesan ser pueblo de Dios
son peores que los pecados de los demás. Los pecados de una nación acarrean juicios públicos
cuando no son refrenados por la justicia pública. Los hombres pueden murmurar bajo las
calamidades, pero nada les aprovechará verdaderamente mientras rechacen a Cristo y su evangelio.
Vv. 16—21. Este pasaje está relacionado con los capítulos que siguen. Generalmente se piensa
que describe la venida del Mesías como Vengador y Libertador de su Iglesia. —No había nadie que
intercediera con Dios para desviar su ira; nadie que se interpusiera para el sustento de la justicia y la
verdad. Pero Él comprometió su poder y justicia en favor de su pueblo. —Dios hará que se
manifieste claramente su justicia a los enemigos de su Iglesia, su pueblo. Cuando el enemigo
amenace derribar todo sin control, entonces el Espíritu del Señor lo detendrá y lo hará huir. Ha
librado y aún librará. Se promete una salvación mucho más gloriosa obrada por el Mesías cuando se
cumpla el tiempo, todo lo cual tuvieron a la vista los profetas. El Hijo de Dios vendrá a nosotros
para ser nuestro Redentor; el Espíritu de Dios vendrá para ser nuestro santificador: así el
Consolador habitará por siempre con la Iglesia, Juan xiv, 16. La palabra de Cristo siempre
continuará en la boca del fiel; y todo lo que pretenda ser del Espíritu debe ser probado por las
Escrituras. Debemos lamentar el progreso de la infidelidad y la impiedad. Pero la causa del
Redentor ganará una victoria completa ya en la tierra, y el creyente será más que vencedor cuando
el Señor lo reciba en el cielo para su gloria.
CAPÍTULO LX
Versículos 1—8. Las glorias de la Iglesia de Dios cuando llegue el cumplimiento del tiempo de los
gentiles, 9—14, y los judíos sean convertidos y reunidos de su diáspora, 15—22, y los reinos de
este mundo se conviertan en el reino de nuestro Jehová y de su Cristo.
Vv. 1—8. Hasta donde tenemos el conocimiento de Dios en nosotros y el favor de Dios para con
nosotros, nuestra luz ha llegado. Si la gloria de Dios es vista sobre nosotros para honra nuestra,
debemos responder con alabanza, no sólo de nuestros labios, sino en nuestras vidas. —No
encontramos nada en la historia de los judíos que sea cumplimiento de la profecía de este capítulo;
debemos concluir que se relaciona principalmente con hechos futuros. Predice la pureza y
crecimiento de la Iglesia. Aquí describe la conversión de almas. Ellos huyen a Cristo, a la Iglesia, a
la palabra y a las ordenanzas como tórtolas a su hogar; de ahí que huyan en busca de refugio y
amparo; de ahí que huyan en busca de reposo. ¡Qué grata visión la de esas pobres almas que corren
hacia Cristo!
Vv. 9—14. Dios mostrará su gracia abundante. Debemos empezar con su promesa, y luego
vendrán todas sus misericordias. Muchos serán recibidos en la Iglesia aun de países lejanos. Cristo
siempre está dispuesto para recibir a todos los que acuden a Él; la puerta de la misericordia siempre
está abierta, día y noche. —Todos los que están en la Iglesia serán hechos útiles para ella. Pero los
que no se sometan al cetro de oro de Cristo, a su palabra y a su Espíritu, los que no se sometan a las
leyes y reglas de su familia, serán quebrantados por su vara de hierro. —Las ventajas peculiares de
toda nación y de toda clase de hombres se reunirán para embellecer la Iglesia de Cristo. Debemos
suponer que esto se cumple en la belleza de la santidad y en las gracias y consolaciones del Espíritu
con que están adornadas y enriquecidas las ordenanzas del evangelio. Bendito sea su nombre, las
puertas de Sion están siempre abiertas para los pecadores arrepentidos.
Vv. 15—22. Debemos buscar el pleno cumplimiento en épocas y cosas que van más allá de los
de la Iglesia del Antiguo Testamento. —Las naciones y sus reyes se pondrán a disposición para el
bien de la Iglesia. Tal salvación, tal redención, será realizada para ti, cuando se revela que es la obra
del Señor. Todo cambiará para mejor. En tu tierra no se oirán más las amenazas de los violentos, ni
quejas de los que sufren la violencia. Tus muros serán medios de seguridad, tus puertas serán
escritas con alabanzas a Dios. —Al terminar este capítulo hay imágenes y expresiones usadas para
describir la Nueva Jerusalén, Apocalipsis xxi, 23; xxii, 5. Nada puede corresponder a esto excepto
un estado futuro de gloria de la Iglesia en la tierra o el estado de la Iglesia triunfante en el cielo. —
Los que hacen de Dios su única luz, lo tendrán como su luz suficiente para todo. La felicidad no
conocerá cambio ni mezcla. Nadie en la tierra es totalmente justo, pero en el cielo no habrá mezclas.
Ellos serán íntegramente justos. Los espíritus de los justos serán hechos perfectos allá. La gloria de
la Iglesia será ser la honra de Dios. Cuando esté terminada, se manifestará como obra maravillosa.
—Puede parecer demasiado difícil de realizar, pero el Dios todopoderoso la ha emprendido. Puede
parecer demorada y postergada; pero el Señor apresurará el tiempo establecido por su sabiduría,
aunque no el tiempo prescrito por nuestra necedad. Que esta esperanza nos alegre en todas las
dificultades y nos incite a toda diligencia, para que tengamos entrada abundante en este reino eterno
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
CAPÍTULO LXI
Versículos 1—3. El Mesías, su carácter y oficio. 4—9. Sus promesas de futura bendición para su
Iglesia. 10, 11. La Iglesia alaba a Dios por sus misericordias.
Vv. 1—3. Los profetas tenían al Espíritu Santo de Dios en todo momento; les enseñaba qué decir y
los hacía que lo dijeran; pero Cristo tiene siempre al Espíritu sin medida, para equiparlo como
hombre para la obra a la cual fue llamado. —El pobre suele estar corrientemente mejor dispuesto
para recibir el evangelio, Santiago ii, 5; sólo nos aprovecha cuando se recibe con mansedumbre. A
los pobres en espíritu, Cristo les predicó la buena nueva cuando dijo: Bienaventurados los mansos.
—La satisfacción de Cristo es aceptada. Por el dominio del pecado en nosotros estamos atados y
sometidos al poder de Satanás, pero el Hijo está listo para librarnos por su Espíritu y, entonces,
seremos verdaderamente libres. El pecado y Satanás iban a ser destruidos y Cristo triunfó sobre
ellos en la cruz, pero los hijos de los hombres que se resisten a esta oferta serán tratados como
enemigos. —Cristo iba a ser el Consolador y lo es; enviado a consolar a todos los que se lamentan y
que lo buscan a Él, y no al mundo, como consuelo. Él hará todo esto por su pueblo para que
abunden en frutos de justicia como ramas del plantío de Dios. La misericordia de Dios, la expiación
de Cristo y el evangelio de gracia no son de provecho al autosuficiente y soberbio. Ellos deben ser
humillados y guiados por el Espíritu Santo a conocer su propio carácter y necesidad, para ver y
sentir su necesidad del Amigo y Salvador de los pecadores. Su doctrina contiene indudablemente la
buena nueva para los que se humillan ante Dios.
Vv. 4—9. Aquí hay promesas para los judíos retornados del cautiverio, que se extienden a todos
los que, por gracia, son librados de la esclavitud espiritual. Un alma impía es como ciudad
derribada, sin muros, como una casa en ruinas, pero, por el poder del evangelio y la gracia de
Cristo, es armada para ser una habitación de Dios por medio del Espíritu. —Cuando, por la gracia
de Dios, alcanzamos la santa indiferencia tocante a los asuntos de este mundo; aunque nuestras
manos estén empleadas en ellos, y nuestro corazón no está enredado con ellos, sino preservado
completamente para Dios y su servicio, entonces los hijos de la extraña son nuestros aradores y
podadores de las vides. —Pone a trabajar a los que pone en libertad. Su servicio es la libertad
perfecta, el honor más grande. Todos los creyentes son hechos reyes y sacerdotes para nuestro Dios,
y siempre deben conducirse como tales. Los que tienen como porción al Señor, tienen razón para
decir que tienen la porción valiosa, y para regocijarse en eso. En la plenitud de los goces del cielo
recibiremos más del doble por todos los servicios y sufrimientos. Dios ama la verdad, y por tanto,
odia toda injusticia. No justificará el robo de nadie que diga fue para holocausto; ese robo es más
odioso por ser con tal pretexto. —Que los hijos de padres santos sean tales para que todos puedan
ver los frutos de una buena educación; una respuesta a las oraciones por ellos en el fruto de la
bendición de Dios.
Vv. 10, 11. En el más allá serán vestidos con los ropajes de salvación sólo quienes ahora están
cubiertos con el manto de la justicia de Cristo y, por la santificación del Espíritu, tienen renovada la
imagen de Dios en ellos. Estas bendiciones brotarán en épocas venideras como surge el fruto de la
tierra. Tan oportunamente, tan continuamente y con gran provecho para la humanidad, el Señor
Dios hará que broten la justicia y la alabanza. Ellas se extenderán lejos; la gran salvación será
publicada y proclamada a los confines de la tierra. Seamos fervorosos para orar, que el Señor Dios
haga que la justicia brote entre nosotros, lo cual constituye la excelencia y la gloria de la profesión
cristiana.
CAPÍTULO LXII
Versículos 1—5. El cuidado de Dios por su Iglesia y su pueblo. 6—9. El oficio de ministros en la
predicación del evangelio. 10—12. Todo estorbo será quitado del camino de salvación.
Vv. 1—5. Aquí el Hijo de Dios asegura a su Iglesia que su amor no faltará, y que intercederá por
ella en todas las pruebas y dificultades. Será llamada por un nombre nuevo, un nombre grato, como
nunca antes fue llamada. El estado de la verdadera religión en el mundo, antes de la predicación del
evangelio, era que nadie parecía interesarse realmente. —Dios, por su gracia, ha obrado en su
Iglesia lo que la hace su delicia. De esto aprendamos motivos de santidad. Si el Señor se regocija en
nosotros, regocijémonos en su servicio.
Vv. 6—9. El pueblo profesante de Dios debe ser pueblo de oración. A Él no le desagrada que
seamos fervientes, como corrientemente pasa con los hombres; nos insta a clamar a Él sin darle
descanso, Lucas xi, 5, 6. Es una señal de que Dios viene a un pueblo en misericordia cuando
derrama espíritu de oración sobre ellos. —Véase cuán incierto es nuestro consuelo dado por las
criaturas y que tenemos en ellas. Véase también la misericordia de Dios al dar abundancia y paz
para disfrutarla. Deleitémonos en ir a los atrios del Señor para que gocemos la consolación de su
Espíritu.
Vv. 10—12. Se abre camino para la salvación de Cristo; todas las dificultades serán quitadas. Él
trae consigo una recompensa de consuelo y paz, pero delante de Él una obra de humillación y
reforma; serán llamados, pueblo santo, y redimidos del Señor. La santidad da honor y belleza en
cualquier lugar o persona, los hace admirados, amados y buscados. Muchos hechos han sido
cumplimientos parciales de esto, como primicias de tiempos más gloriosos aún por venir. —La
conexión íntima entre la bendición de los judíos y la de los gentiles está en toda la Escritura. El
Señor Jesús completará su obra y nunca abandonará a uno a quien haya redimido y santificado.
CAPÍTULO LXIII
Versículos 1—6. La victoria de Cristo sobre sus enemigos. 7—14. Su misericordia para con su
Iglesia. 15—19. La oración de la Iglesia.
Vv. 1—6. El profeta contempla, en una visión, el retorno del Mesías en triunfo luego de vencer a
sus enemigos, de los cuales Edom es un tipo. Viaja, no agotado por el combate, sino en la grandeza
de su poder, preparado para vencer todo poder opositor. El Mesías declara que ha estado pisando el
lagar de la ira de Dios, Apocalipsis xiv, 19; xix, 13, por su propio poder, sin ayuda humana, ha
aplastado a sus obstinados enemigos, porque el día de la venganza estaba determinado, y era el
tiempo destinado para redimir su Iglesia. Una vez vino a la tierra en debilidad aparente para
derramar su preciosa sangre en expiación por nuestros pecados; pero en su debido momento se
manifestará en la grandeza de su poder. La vendimia se acerca veloz; el día de la venganza, fijado y
determinado, se acerca con rapidez; que los pecadores procuren ser reconciliados con su Juez justo
antes que Él derrame su poder sobre la tierra. ¿Dice Cristo: “vengo pronto”? que nuestros corazones
repliquen: “sí, ven; que llegue el año de tus redimidos”.
Vv. 7—14. La última parte de este capítulo, y todo el siguiente, parecen expresar las oraciones
de los judíos en su conversión. Reconocen las grandes misericordias y favores de Dios a la nación.
Confiesan su maldad y dureza de corazón; suplican perdón y deploran el miserable estado bajo el
cual han sufrido por tanto tiempo. —El unigénito Hijo del Padre se convierte en el Ángel o
Mensajero de su amor; así los redimió y sustentó con ternura. Pero ellos murmuraron y resistieron a
su Espíritu Santo, despreciando y persiguiendo a sus profetas, rechazando y crucificando al Mesías
prometido. —Toda nuestra consolación y nuestras esperanzas surgen de la paciencia del Señor, y
todas las miserias y temores, de nuestros pecados. Pero Él es el Salvador, y cuando los pecadores
buscan al que en otros tiempos se glorificó salvando y apacentando su rebaño adquirido, y
guiándolo a salvo a través de peligros, y les ha dado su Espíritu Santo para prosperar los trabajos de
sus ministros, hay una buena base para tener esperanzas de que estén descubriendo el camino de la
paz.
Vv. 15—19. Ellos le ruegan que mire el estado miserable de su antes favorecida nación. ¿No
sería glorioso para su nombre eliminar el velo de sus corazones, regresar a las tribus de su herencia?
El cautiverio en Babilonia y la liberación ulterior de los judíos, eran sombra de los sucesos aquí
anunciados. —El Señor nos mira con ternura y misericordia. Los juicios espirituales deben temerse
más que cualquier otra calamidad; y debemos evitar muy cuidadosamente los pecados que provocan
justamente al Señor a dejar a los hombres abandonados a sí mismos y a su engañador. —“Nuestro
Redentor desde la eternidad” es tu nombre; tu pueblo siempre te ha mirado como el Dios al cual
tienen que apelar. El Señor oirá las oraciones de quienes le pertenecen y los librará de los no
llamados por Su nombre.
CAPÍTULO LXIV
Versículos 1—5. La Iglesia ora que se manifieste el poder de Dios. 6—12. Confesión de pecado y
lamento de las aflicciones.
Vv. 1—5. Ellos desean que Dios se manifieste a ellos y por ellos para que todos lo vean. Esto es
aplicable a la segunda venida de Cristo, cuando el mismo Señor descenderá del cielo. Piden lo que
Dios solía hacer y su propósito declarado de gracia de hacerlo su pueblo. No tienen que temer
desilusionarse de eso, porque es seguro; ni desilusionarse en eso, porque es suficiente. —La
felicidad de su pueblo está unida a lo que Dios ha destinado y está preparando para ellos, y para lo
cual los prepara a ellos. ¿Podemos creer esto, y luego pensar que cualquier cosa es demasiado
grande para esperar de su verdad, poder y amor? Es espiritual y no puede ser comprendido por la
inteligencia humana. Está siempre preparado. Véase qué comunión hay entre un Dios de gracia y un
alma que recibe la gracia. Debemos tomar conciencia de cumplir nuestro deber en todo lo que
requiere el Señor nuestro Dios. Tú lo encontraste; esto habla de su libertad y disposición para
hacerles bien. Aunque Dios ha estado enojado con nosotros por nuestros pecados, y con justicia, su
ira ha terminado pronto; pero en su favor hay vida que sigue y continúa y en eso confiamos para
nuestra salvación.
Vv. 6—12. El pueblo de Dios, en aflicción, confiesa y lamenta sus pecados, y se reconoce
indigno de su misericordia. El pecado es eso abominable que el Señor odia. Nuestras obras, no
importa lo que parezcan ser, si pensamos que tienen mérito delante de Dios, son como harapos, y no
nos cubrirán; trapos inmundos que sólo nos contaminarán. Hasta nuestras pocas buenas obras en
que hay verdadera excelencia, como fruto del Espíritu, son tan defectuosas y contaminadas por ser
hechas por nosotros, que deben ser lavadas en la fuente abierta para el pecado y la inmundicia. —
Malo es cuando se retiene la oración. Orar es aferrarse por fe de las promesas que el Señor nos ha
hecho por su buena voluntad y presentarlas como argumento; aferrarse de Él, y rogarle
fervorosamente que no nos abandone; o solicitar su retorno. —Ellos se acarrearon los problemas
por su propia necedad. Los pecadores son destruidos y, luego, llevados por el viento de su propia
iniquidad; los marchita y luego los destruye. Cuando se hicieron como cosa inmunda, no asombró
que Dios los aborreciera. —Necios y negligentes como somos, pobres y despreciados, todavía eres
nuestro Padre. Es por estar sometidos a la ira de un Padre que seremos reconciliados; y el alivio que
requiere nuestro caso lo esperamos sólo de Él. Se encomiendan a Dios. No dicen: “Señor, no nos
reprendas”, porque eso podría ser necesario, sino “No te enojes”. Ellos expresan su lamentable
estado. Véase qué ruina acarrea el pecado a la gente; y que la profesión externa de santidad no será
defensa contra eso. El pueblo de Dios no pretende decirle lo que Él dirá, pero su oración es: Habla
para el consuelo y alivio de tu pueblo. ¡Qué pocos son los que invocan al Señor con todo su corazón
o que se animan a aferrarse a Él! —Dios puede demorar la respuesta a nuestras oraciones por un
tiempo, pero al final, responderá a los que invocaron su nombre y esperan en su misericordia.
CAPÍTULO LXV
Versículos 1—7. El llamamiento a los gentiles y el rechazo de los judíos. 8—10. El Señor preserva
un remanente. 11—16. Los juicios del impío. 17—25. El feliz y floreciente estado futuro de la
Iglesia.
Vv. 1—7. Los gentiles vinieron a buscar a Dios y lo hallaron porque primero Él los buscó y los
halló. Él suele encontrar a burladores que no piensan o a un enemigo disoluto y le dice: Heme aquí;
y ocurre un rápido cambio. —Cristo esperó todo el día del evangelio para mostrar su gracia. Los
judíos fueron invitados pero no acudieron. No es sin causa que Dios los rechaza. Quisieron hacer lo
que más les gustaba. Contristaron y aflijieron al Espíritu Santo. Abandonaron el templo de Dios y
sacrificaron en huertos. No se cuidaron de distinguir entre carnes inmundas y limpias antes que el
evangelio lo aboliera. Quizás esto sustituyó todos los placeres prohibidos y todo lo que se piensa
obtener por el pecado, esa cosa abominable que el Señor odia. —Cristo pronunció muchos ayes
contra el orgullo y la hipocresía de los judíos. La prueba contra ellos es clara. Nosotros velemos
contra el orgullo y el egoísmo, recordando que cada pecado, y los pensamientos más secretos del
corazón del hombre, son conocidos y serán juzgados por Dios.
Vv. 8—10. En el racimo de uvas verdes, sin valor presente, está contenida la nueva vid. Los
judíos han sido preservados como pueblo distinto para que todos vean cumplirse las antiguas
profecías y promesas. —Los elegidos de Dios, la simiente espiritual del Jacob suplicante, heredará
los montes de bendición y gozo, y será llevada a salvo hasta ellos a través del valle de lágrimas.
Todas las cosas son para mostrar la gloria de Dios en la redención de los pecadores.
Vv. 11—16. Aquí se contratan los diferentes estados de los piadosos y los impíos, de los judíos
que creyeron y los que persistieron en la incredulidad. Prepararon mesa para el ejército de dioses de
los paganos y derramaron libación a su número incontable. Sus adoradores no escatimaron costos
para honrarlos, lo que es vergüenza para los que adoran al Dios verdadero. Véase la malignidad del
pecado; escoge hacer lo que sabemos que desagrada a Dios. En toda época y nación el Señor
abandona a los que persisten en hacer el mal y desprecian el llamado del evangelio. —Los siervos
de Dios tendrán el pan de vida y nada que sea bueno para ellos les faltará. Pero los que dejan al
Señor se avergonzarán de la vana confianza en su justicia propia, y las esperanzas que edificaron
sobre ella. La gente del mundo se congratula en la abundancia de los bienes de este mundo, pero los
siervos de Dios se glorían en el que es su fuerza y su porción. Ellos lo honrarán como el Dios de
verdad. La promesa es que en Él serán benditas todas las familias de la tierra. Se considerarán
felices en tenerlo por Dios, puesto que les hizo olvidar sus problemas.
Vv. 17—25. En la gracia y el consuelo que tienen los creyentes en Cristo y de Él, tenemos que
buscar el nuevo cielo y la nueva tierra. La confusión, los pecados y las miserias anteriores de la raza
humana, no serán más recordadas ni renovadas. El estado feliz de la Iglesia, ya cercano, se describe
en diversas imágenes. Se pensará que muere en su juventud el que sólo vive hasta los cien años. Ese
solo hecho puede determinar lo que se significa, pero es claro que si el cristianismo fuera universal
se terminaría la violencia y la maldad, tanto como para alargar la vida. —En aquellos días felices
todo el pueblo de Dios gozará del fruto de su trabajo. Entonces los niños tampoco serán problema
para sus padres, ni ellos sufrirán trastornos. La mala disposición de los pecadores será del todo
mortificada; todos vivirán en armonía. Así que la Iglesia en la tierra será llena, como en el cielo de
felicidad. —Esta profecía asegura a los siervos de Cristo que se acerca el día en que serán
bendecidos con el goce continuo de cuanto necesitan para su felicidad. Como colaboradores de
Dios, atendamos a sus ordenanzas y obedezcamos sus mandamientos.
CAPÍTULO LXVI
Versículos 1—4. Dios mira el corazón, y amenaza vengar la culpa. 5—14. El crecimiento de la
Iglesia, cuando judío y gentil sean reunidos al Redentor. 15—24. Todo enemigo de la Iglesia
será destruido, y se verá la ruina final de los impíos.
Vv. 1—4. Los judíos se gloriaban mucho en su templo, pero, ¿qué satisfacción puede hallar la
Mente Eterna en una casa hecha por mano humana? Dios tiene un cielo y una tierra de su propia
hechura, y templos hechos por el hombre, pero los pasa por alto para mirar con favor al que es
pobre de espíritu y serio, humilde y abnegado; cuyo corazón está verdaderamente dolido por el
pecado; tal corazón es un templo vivo para Dios. —El sacrificio del impío no es sólo inaceptable; es
una gran ofensa a Dios. El que ahora ofrece sacrificio en el altar conforme a la ley, en realidad pone
de lado el sacrificio de Cristo. El que quema incienso, desprecia el incienso de la intercesión de
Cristo, y es como si bendijera un ídolo. Los hombres se engañan por la vana confianza con que se
engañan a sí mismos. Los corazones incrédulos y las conciencias impuras no necesitan para
hacerlos desgraciados otra cosa que imponer sus temores. Sea lo que sea que los hombres ponen en
lugar del sacerdocio, de la expiación y la intercesión de Cristo será hallado abominable por Dios.
Vv. 5—14. El profeta se vuelve a los que temblaron ante la palabra de Dios, para consolarlos y
darles ánimo. El Señor se manifiesta, para gozo del creyente humilde, y confusión de los hipócritas
y perseguidores. —Cuando el Espíritu fue derramado, y el evangelio salió desde Sion, en poco
tiempo se convirtieron multitudes. La palabra de Dios, especialmente sus promesas y ordenanzas
son el consuelo de la Iglesia. La felicidad verdadera de todos los cristianos la aumenta cada
convertido llevado a Cristo. —Doquiera sea recibido en su poder el evangelio lleva consigo un río
de paz que nos conduce al océano de ilimitada e interminable bendición. El consuelo divino llega al
hombre interior; el gozo del Señor es la fortaleza del creyente. La misericordia y la justicia del
Señor se manifestarán y serán magnificadas para siempre.
Vv. 15—24. Se hace una declaración profética de la venganza del Señor contra todos los
enemigos de la Iglesia, en especial contra todos los enemigos anticristianos del evangelio de los
postreros tiempos. —Los versículos 19, 20, presentan la abundancia de medios para la conversión
de los pecadores. Estas expresiones son figuradas y declaran la ayuda abundante y llena de gracia
para llevar a Cristo al elegido de Dios. Todos serán bienvenidos y nada faltará para su ayuda y
estímulo. —Un ministerio del evangelio será instalado en la Iglesia; ellos deben el culto solemne
ante el Señor. En el último versículo se representa la naturaleza del castigo de los pecadores en el
mundo venidero. Entonces serán separados el justo y el injusto. Nuestro Salvador aplica esto a la
miseria y tormento eternos de los pecadores impenitentes en el estado futuro. Para honra de la
gracia libre que así los distingue, que el redimido del Señor cante cánticos triunfales, con humildad
y no sin santo temblor. —Isaías concluye sus profecías con esta fuerte representación del estado
opuesto del justo y el impío, que incluye a todos los personajes de toda la raza humana. Que Dios
conceda, por amor a Cristo, que nuestra porción sea con los que temen y aman su nombre, que se
aferran a sus verdades y perseveran en toda buena obra, esperando recibir del Señor Jesucristo la
invitación de gracia: Venid benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la
fundación del mundo.

Henry, Matthew