ISAÍAS (1-33)

ISAÍAS
Isaías profetizó durante los reinados de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías. Bien se le llama el
profeta evangelista dadas sus numerosas profecías acerca de la venida, el carácter, el ministerio y la
predicación, los sufrimientos y la muerte del Mesías, y la extensión y continuación de su reino. Bajo
el velo de la liberación del cautiverio en Babilonia, Isaías apunta a una liberación mucho mayor,
que iba a ser efectuada por el Mesías; rara vez menciona una sin aludir al mismo tiempo a la otra;
sí, a menudo está tan arrobado con la perspectiva de la liberación más distante que pierde de vista la
cercana para dedicarse a la persona, oficio, carácter y reinado del Mesías.
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CAPÍTULO I
Versículos 1—9. Las corrupciones predominantes de los judíos. 10—15. Censuras severas. 16—20.
Exhortaciones al arrepentimiento. 21—31. Lamento por el estado de Judá; con promesas de
gracia para el tiempo del evangelio.
Vv. 1—9. Isaías significa “la salvación del Señor”; nombre muy apropiado para este profeta que
habla tanto de Jesús el Salvador y su salvación. —El pueblo profesante de Dios no sabía o no
consideraba que ellos debían su vida y su bienestar al cuidado y bondad paternal de Dios. ¿Cuántos
descuidan en los asuntos de su alma? No considerar lo que sabemos de religión nos daña tanto
como la ignorancia de lo que deberíamos saber. —La iniquidad era universal. Aquí hay una
comparación tomada de un cuerpo doliente y enfermo. La enfermedad amenaza ser mortal. Desde la
planta de los pies a la cabeza; desde el campesino más bajo al mayor de los nobles, no hay salud, ni
buen principio, ni religión, porque esa es la salud del alma. Nada sino culpa y corrupción; los tristes
efectos de la caída de Adán. Este pasaje declara la depravación total de la naturaleza humana.
Mientras el pecado persista sin arrepentimiento, nada se hace para sanar tales heridas y evitar sus
efectos fatales. —Jerusalén estaba expuesta y desprotegida, como las chozas o refugios edificados
para guardar fruta madura. Esto aun se ve en el Oriente, donde la fruta constituye gran parte de la
comida estival de la gente. —Pero el Señor tenía un pequeño remanente de siervos piadosos en
Jerusalén. Es por la misericordia de Jehová que nosotros no somos consumidos. La naturaleza mala
está en cada uno de nosotros; sólo Jesús y su Espíritu santificador pueden restaurarnos a la salud
espiritual.
Vv. 10—15. Judea estaba desolada y sus ciudades, quemadas. Esto los despertó para llevar
sacrificios y ofrendas, como si sobornaran a Dios para levantar el castigo y tener permiso para
seguir en el pecado. Muchos que fácilmente se desprenden de bienes para ofrecer sacrificios no se
convencen fácilmente que deben desprenderse de sus pecados. Confían en la pura formalidad como
servicio que merece recompensa. Las más costosas devociones de los malos, sin la transformación
completa del corazón y la vida, no son aceptables para Dios. No sólo no los acepta sino que los
aborrece. Todo esto muestra que el pecado es muy odioso para Dios. Si nos comprometemos en
pecados secretos o nos damos libertades ilícitas; si rechazamos la salvación de Cristo, nuestras
oraciones mismas se vuelven abominación.
Vv. 16—20. No sólo hemos de sentir dolor por el pecado cometido, sino romper la práctica.
Debemos hacer, no quedarnos ociosos. Debemos hacer el bien que el Señor nuestro Dios pide. Es
claro que los sacrificios de la ley no podían expiar ni siquiera uno, los delitos superficiales de la
nación. Pero, bendito sea Dios, hay una Fuente abierta en la cual pueden ser lavados los pecados de
toda edad y rango. Aunque nuestros pecados hayan sido como la grana y el carmesí, de tintura doble
y profunda, primero en la lana de la corrupción original y, luego, en los muchos hilos de la
transgresión presente; aunque a menudo nos hemos hundido en el pecado, por muchos deslices, de
todos modos la misericordia que perdona lavará la mancha, Salmo li, 7. —Debieran tener toda la
felicidad y el bienestar deseado. La vida y la muerte, el bien y el mal, están puestos delante nuestro.
Oh, Señor, inclínanos a todos a vivir para tu gloria.
Vv. 21—31. Ni las ciudades santas ni las reales son fieles a su comisión si la religión no
permanece en ellos. La escoria puede brillar como plata y el vino mezclado con agua todavía puede
tener el color del vino. Mucho por qué responder tienen los que no ayudan al oprimido, sino que lo
oprimen. Los hombres pueden hacer mucho por medio de restricciones externas; pero sólo Dios
obra eficazmente por la influencia de su Espíritu, como Espíritu de juicio. —El pecado es el peor
cautiverio, la peor esclavitud. —La redención de la Sion espiritual, por la justicia y la muerte de
Cristo y por su gracia poderosa, concuerda muy plenamente con lo que aquí se representa. Se
amenaza con la destrucción extrema. Los judíos llegarían a ser como árbol quemado por el calor;
como jardín sin agua, que en aquellos países cálidos pronto se seca. Así, pues, serán los que confían
en ídolos o en brazo de carne. Hasta el hombre fuerte será como estopa; no sólo quebrantado y
despedazada con prontitud, sino de combustión fácil. Cuando el pecador se ha hecho como de
estopa y centella, y Dios se hace fuego consumidor, ¿qué puede impedir la destrucción total del
pecador?
CAPÍTULO II
Versículos 1—9. La conversión de los gentiles.—Descripción de la pecaminosidad de Israel. 10—
22. El castigo horroroso de los incrédulos.
Vv. 1—9. Se anuncia el llamamiento a los gentiles, la difusión del evangelio y su predicación
mucho más extensa, aun por venir. —Fortalézcanse cristianos unos a otros, y sosténganse unos a
otros. Dios es quien enseña a su pueblo por su palabra y su Espíritu. Cristo promueve la paz y la
santidad. Si todos los hombres fueran cristianos de verdad, no habría guerra; pero nada que
responda a tales expresiones ha ocurrido aun en la tierra. —No importa lo que otros hagan, andemos
nosotros en la luz de esta paz. Recordemos que cuando florece la verdadera religión, los hombres se
deleitan en subir a la casa de Jehová y en instar a otros a que los acompañen. Peligran los que se
complacen con compañías ajenas a Dios; porque pronto aprendemos a seguir los caminos de las
personas cuya compañía conservamos. —No es el tener plata u oro, caballos y carruajes, lo que
desagrada a Dios, sino depender de ellos como si no estuviéramos a salvo, tranquilos y felices sin
ellos, y no pudiéramos serlo sin ellos. El pecado es una desgracia para los más pobres y para los
más bajos. Aunque las tierras llamadas cristianas no estén llenas de ídolos, en el sentido literal, ¿no
están llenas de riquezas idolatradas? ¿No están los hombres tan ocupados con sus ganancias y
liberalidades que, el Señor, sus verdades y sus preceptos son olvidados o desdeñados?
Vv. 10—22. La toma de Jerusalén por los caldeos aquí parece significar, primero cuando la
idolatría de los judíos fue quitada, pero nuestros pensamientos van a la destrucción de todos los
enemigos de Cristo. Para quienes son perseguidos por la ira de Dios es necedad pensar en
esconderse o ampararse de ella. El remezón de la tierra será terrible para quienes ponen su afecto en
las cosas de la tierra. La altivez del hombre será derribada, sea por la gracia de Dios, que los acusa
del mal del orgullo, o por la providencia de Dios que los priva de todo cuanto los enorgullecía. —El
día de Jehová será contra las cosas en que ellos pusieron su confianza. Quienes no se apartaron de
sus pecados por el razonamiento, tarde o temprano se apartarán de ellos por el temor. Los hombres
codiciosos hacen su dios del dinero, pero viene el día en que lo sentirán tanto como su carga. Todo
este pasaje puede aplicarse al caso del pecador vivificado, listo para dejar todo eso para que su alma
sea salva. —Los judíos se inclinaban a confiar en sus vecinos paganos; pero aquí son llamados a
dejar de depender del hombre mortal. Todos somos proclives al mismo pecado. Entonces, que
ningún hombre te atemorice, ninguno sea tu esperanza, sino sea tu esperanza en Jehová tu Dios.
Hagamos de esto nuestra gran preocupación.
CAPÍTULO III
Versículos 1—9. Las calamidades por sobrevenir a la tierra. 10—15. La iniquidad del pueblo. 16
—26. La angustia de las mujeres soberbias y lujuriosas de Sion.
Vv. 1—9. Dios estaba por quitar a Judá todo apoyo y sustento. La ciudad y la tierra iban a ser
desoladas por cuanto sus palabras y obras habían sido rebeldes contra el Señor, aun en su santo
templo. —Si los hombres no permanecen en Dios, pronto Él quitará todo otro apoyo y, entonces, se
hundirán. Cristo es el Pan de vida y el Agua viva; si Él es nuestro sustento, encontraremos que es
bueno no ser desechados, Juan vi, 27. Nótese aquí: —1. Que la condición de los pecadores es
excesivamente lamentable. —2. Es el alma la que es dañada por el pecado. —3. Cualquiera sea el
mal que caiga sobre los pecadores, tened la seguridad de que se lo acarrean ellos mismos.
Vv. 10—15. La regla era cierta: hubiera prosperidad o trastorno nacional, al justo le iría bien y
mal al impío. Bendito sea Dios, que hay abundante aliento para que el justo confíe en Él y para que
los pecadores se arrepientan y regresen a Él. Era hora que el Señor mostrara su poder. Él llamará a
los hombres a rendir cuenta estricta de toda la riqueza y el poder que se les confía, y del abuso
cometido con él. Si es pecado descuidar las necesidades del pobre, ¡cuán odiosa y mala es la parte
que ellos tienen, que empobrece a los hombres y los oprime!
Vv. 16—26. El profeta reprueba y advierta a las hijas de Sion sus sufrimientos venideros. Que
sepan que Dios nota la necedad y vanidad de las mujeres soberbias hasta en su vestimenta. Las
amenazas de castigo respondían al pecado. El justo castigo del orgullo suelen ser enfermedades
repugnantes. No es esencial preguntar qué clase de atavíos usaban; muchas de esas cosas, si no
hubieran estado de moda habrían sido ridiculizadas entonces como ahora. Sus modas diferían
mucho de las de nuestros tiempos pero la naturaleza es la misma. El despilfarro del dinero y del
tiempo, el descuido de la piedad, de la caridad y hasta de la justicia, desagrada al Señor. Muchos de
los profesantes de hoy parecen pensar que no hay mal en los refinamientos mundanos, pero, ¿si no
fuese un gran mal habría el Espíritu Santo enseñado al profeta a denunciarlo con tanta fuerza? —
Los judíos vencidos, y Jerusalén sería arrasada al suelo; lo cual es representado con la idea de una
mujer desolada, sentada en el suelo en gesto de dolor. Si el pecado se alberga dentro de los muros,
el lamento y el duelo están a las puertas.
CAPÍTULO IV
Versículo 1. El desastre ocasionado por la guerra. 2—6. Los tiempos del Mesías.
V. 1. Este primer versículo corresponde al capítulo tercero. Cuando vinieran trastornos a la tierra,
dado que la soltería era reprochable entre los judíos, estas mujeres actuarían en contra de la
costumbre y buscarían maridos por sí mismas.
Vv. 2—6. Se anuncia no sólo el establecimiento del reino de Cristo en la época de los apóstoles,
sino su crecimiento al reunir en la Iglesia a los judíos dispersos. —Cristo es llamado Renuevo de
Jehová, plantado por su poder y florecido para su alabanza. El evangelio es el fruto del renuevo de
Jehová; todas las gracias y consolación del evangelio brotan de Cristo. Es llamado fruto de la tierra
porque surge en este mundo y es adecuado para el estado presente. Será buena prueba de que somos
diferentes de los simplemente llamados Israel, si somos llevados a ver toda la belleza en Cristo, y en
la santidad. Como tipo de ese bendito día, Jerusalén debe florecer de nuevo como el renuevo y será
bendecida con el fruto de la tierra. —Dios guardará para sí una simiente santa. Cuando la mayoría
de quienes tienen lugar y nombre en Sion, y en Jerusalén, sea cortada por su incredulidad, algunos
serán reservados. Sólo los santos serán reservados cuando el Hijo del hombre saque de su reino toda
cosa ofensiva. —Por el juicio de la providencia de Dios, los pecadores son destruidos y
consumidos; pero por el Espíritu de gracia son reformados y convertidos. El Espíritu aquí actúa
como Espíritu de juicio, ilumina la mente, y convence la conciencia; también como Espíritu que
quema, vivifica y fortalece los afectos y hace que los hombres sean celosamente afectados en una
buena obra. Un amor ardiente por Cristo y las almas, y el celo contra el pecado, llevarán
resueltamente a los hombres a empresas que saquen la incredulidad de Jacob. Toda aflicción le sirve
a los creyentes como horno para purificarlos de la escoria; la influencia convincente, poderosa e
iluminadora del Espíritu Santo, desarraiga paulatinamente sus lujurias y los vuelve santos como Él
es santo. —Dios protege su Iglesia y todo lo que le pertenece. Las verdades y ordenanzas del
evangelio son la gloria de la Iglesia. La gracia del alma es su gloria; y quienes la tienen son
conservados por el poder de Dios. —Pero sólo los fatigados buscarán reposo; sólo los convencidos
de que se acerca una tormenta, buscarán refugio. Afectados con un profundo sentido del desagrado
divino, al cual estamos expuestos por el pecado, recurramos de inmediato a Jesucristo y aceptemos
agradecidos el refugio que nos da.
CAPÍTULO V
Versículos 1—7. El estado y la conducta de la nación judía. 8—23. Los juicios que vendrán. 24—
30. Los ejecutores de estos juicios.
Vv. 1—7. Cristo es el amado Hijo de Dios y nuestro amado Salvador. El cuidado del Señor por la
Iglesia de Israel está descrito en la administración de una viña. Las ventajas de nuestra situación
serán tomadas en cuenta otro día. La plantó con vides escogidas; les dio la ley más excelente, les
instituyó las ordenanzas adecuadas. El templo era una torre donde Dios dio señales de su presencia.
Instaló su altar al cual debían llevar los sacrificios; esto denota todos los medios de la gracia. —
Dios espera fruto de quienes disfrutan los privilegios. Los buenos propósitos y los buenos
comienzos son cosas buenas pero no suficientes; debe haber fruto de la viña: pensamientos y
afectos, palabras y acciones agradables al Espíritu. —Dio fruto malo. Las uvas silvestres son los
frutos de la naturaleza corrompida. Donde no obra la gracia, obra la corrupción. Pero la maldad de
los que profesan la fe y disfrutan de los medios de gracia, debe recaer sobre los mismos pecadores.
—Ya no serán un pueblo peculiar. Cuando se desenfrenan o descontrolan, los errores y los vicios, el
viñedo no es podado; pronto empiezan a crecer espinas. Esto se muestra a menudo en el alejamiento
del Espíritu de Dios de quienes por largo tiempo luchan en su contra, y por quitar su evangelio de
los lugares que han sido por largo tiempo reproche para éste. —Se da la explicación. Triste es que
un alma, en lugar de las uvas de la humildad, mansedumbre, amor, paciencia y desprecio por el
mundo, que Dios busca, produzca las uvas silvestres del orgullo, la pasión, el descontento, la
maldad y el desdén hacia Dios; en lugar de las uvas de la oración y la alabanza, están las uvas
silvestres de maldecir y jurar. —Demos fruto con paciencia para que, al final, obtengamos la vida
eterna.
Vv. 8—23. He aquí un ay para los que tienen su corazón en las riquezas del mundo. No es que
sea pecado que los que tienen una casa y un campo, se compren otra; la falta radica en que nunca
saben cuándo tienen suficiente. La codicia es idolatría y, aunque muchos envidian al desgraciado
hombre próspero, el Señor anuncia ayes horrorosos contra él. ¡Cuánto se aplica esto a muchos de
los nuestros! —Dios tiene muchas maneras de vaciar las ciudades más pobladas. Quienes ponen su
corazón en el mundo, serán justamente desilusionados. —He aquí un ay para los que adoran los
placeres y deleites sensuales. El uso de la música es lícito, pero cuando aleja el corazón de Dios, se
nos vuelve pecado. Los juicios de Dios los han alcanzado, pero ellos no se perturban en sus
placeres. —Se revelan los juicios. No importa cuán alto esté un hombre, la muerte lo pondrá muy
abajo; siempre tan mala, la muerte lo rebajará más aún. —El fruto de estos juicios será que Dios
será glorificado como Dios de poder. También, como Dios santo; Él será reconocido y declarado
como tal en el justo castigo de los soberbios. —Están en lamentable condición los que cometen
pecado y se ejercitan en gratificar sus lujurias viles. Son osados en el pecado y andan tras sus
propias lujurias; con burla llaman a Dios el Santo de Israel. Confunden y descartan las distinciones
entre el bien y el mal. Prefieren sus propios razonamientos a las revelaciones divinas; sus propios
inventos a los consejos y mandamientos de Dios. Consideran prudente y cortés seguir con los
pecados que dan ganancias (en dinero) y descuidar los deberes de abnegación. —Además, por muy
a la ligera que los hombres se tomen la ebriedad, es un pecado que yace abierto a la ira y la
maldición de Dios. Sus jueces pervierten la justicia. Cada pecado necesita otro para que lo tape.
Vv. 24—30. Que nadie espere vivir tranquilamente si vive malamente. El pecado debilita la
fuerza, la raíz de un pueblo; desfigura la belleza, los capullos de un pueblo. Cuando se desprecia la
palabra de Dios, y se arroja lejos su ley, ¿qué pueden esperar los hombres, sino que Dios los
abandone totalmente? Cuando Dios sale con ira, tiemblan las colinas, el miedo agarra aun a los
grandes hombres. Cuando Dios decide la destrucción de un pueblo provocador, puede hallar
instrumentos para ello, como envió a los caldeos y, luego, a los romanos, a destruir a los judíos. Los
que quieren oír la voz de Dios hablando por sus profetas, oirán la voz de sus enemigos rugiendo
contra ellos. Cualquiera sea el camino que quieren los angustiados, todo parece desalentador. Si
Dios nos frunce el ceño, ¿cómo puede sonreír la criatura? Busquemos diligentemente la seguridad
bien fundamentada para que cuando fallen todas las ayudas y consuelos terrenales, el mismo Dios
sea la fuerza de nuestros corazones y nuestra porción para siempre.
CAPÍTULO VI
Versículos 1—8. La visión que contempló Isaías en el templo. 9—13. El Señor declara la ceguera
que sobreviene a la nación judía y la destrucción que seguirá.
Vv. 1—8. En esta visión figurativa se abre el templo y queda a la vista hasta el Lugar Santísimo. El
profeta, de pie fuera del templo, ve la Presencia divina sentada en el trono de la gracia, sobre el arca
del pacto, entre los querubines y serafines, y la gloria divina que llena todo el templo. —Véase a
Dios en su trono. Esta visión se interpreta, en Juan xii, 41, como que Isaías ve ahora la gloria de
Cristo y habla de Él, lo cual es plena demostración de que nuestro Salvador es Dios. En Cristo
Jesús, Dios se sienta en el trono de la gracia; y, por medio de Él se abre el camino hacia el Lugar
Santísimo. —Véase el templo de Dios, su Iglesia en la tierra, llena de su gloria. Su séquito, las
faldas de su ropaje henchían el templo, todo el mundo, porque todo es el templo de Dios. Aún Él
vive en todo corazón contrito. —Véase a los benditos asistentes de los cuales se sirve en su
gobierno. Por sobre del trono estaban los santos ángeles, llamados serafines, que quiere decir
“ardientes”, porque arden de amor por Dios y de celo por su gloria, contra el pecado. Los serafines,
con sus rostros velados, declaran que están listos para rendir obediencia a todos los mandamientos
de Dios, aunque no entiendan la razón secreta de sus consejos, gobierno o promesas. Toda
vanagloria, ambición, ignorancia y orgullo, debiera ser eliminada una vez que se ve a Cristo en su
gloria. —Esta terrible visión de la majestad divina sobrecogió al profeta con una sensación de su
propia vileza. Estamos acabados si no hay un Mediador entre nosotros y este Dios santo. Un vistazo
de la gloria celestial basta para convencernos que toda nuestra justicia es como trapos de
inmundicia. Tampoco hay un hombre que se atreva a hablarle al Señor, si ve la justicia, la santidad,
y la majestad de Dios, sin discernir su gloriosa misericordia y gracia en Jesucristo. —El carbón
encendido puede denotar la seguridad del perdón y la aceptación en su obra, que se da al profeta por
medio de la expiación de Cristo. Nada es poderoso para limpiar y consolar al alma sino lo que se
toma de la satisfacción hecha por Cristo y su intercesión. Quitar el pecado es necesario para que
hablemos con confianza y comodidad, sea a Dios en oración o de parte de Dios al predicar; y a los
que se quejan de su pecado como carga, y se ven en peligro de ser condenados por él, les será
quitado. —Es gran consuelo para los que Dios envía, el hecho de que van por Dios y por tanto
pueden hablar en su nombre, seguros de que Él los sostendrá.
Vv. 9—13. Dios envía a Isaías a anunciar la destrucción de su pueblo. Muchos oyen el sonido
de la palabra de Dios, pero no sienten su poder. A veces Dios, en un justo juicio, entrega los
hombres a la ceguera mental, porque no reciben la verdad por amor a ella. Pero ninguno que busca
humilde a Cristo, tiene que temer esta horrenda condenación, que es un juicio espiritual de quienes
aún se aferran a sus pecados. Que cada uno ore por la iluminación del Espíritu Santo, para que
pueda notar cuán preciosas son las misericordias divinas, las únicas que pueden asegurarnos contra
este peligro espantoso. —Pero el Señor va a preservar para Él un remanente santo, como el diezmo.
Y bendito sea Dios que aún preserva a su Iglesia; sin embargo, puede que sean cortados profesantes
o iglesias visibles por estériles, pero la santa semilla brotará, de la cual surgirán todos los
numerosos renuevos de justicia.
CAPÍTULO VII
Versículos 1—9. Acaz amenazado por Israel y Siria; se le asegura que el ataque de ellos será en
vano. 10—16. Dios da una señal segura por la promesa del largamente esperado Mesías. 17—
25. Se reprocha la necedad y el pecado de buscar socorro en Asiria.
Vv. 1—9. Los impíos suelen ser castigados por otros tan malos como ellos. Estando en gran
angustia y confusión los judíos dieron todo por perdido. Habían hecho a Dios su enemigo y no
sabían cómo hacerlo su amigo. —El profeta debe enseñarles a despreciar a sus enemigos teniendo
fe en Dios y dependiendo de Él. Acaz, temeroso, dijo que eran dos poderosos príncipes. No, dice el
profeta, ellos no son sino cabos de tizón humeantes, ya quemados. Los reinos de Siria e Israel
estaban casi expirados. Mientras Dios tiene trabajo para los tizones de la tierra, ellos consumen todo
lo que tengan por delante; pero, completado su trabajo, serán extinguidos como humo. —Lo que
Acaz consideraba formidable es hecho terreno de la derrota de ellos, porque han seguido consejo
malo contra ti, lo cual es una ofensa a Dios que se burla de los burladores, y da su palabra de que el
intento no triunfará. El hombre propone, pero Dios dispone. —Era necedad que los cercanos a la
destrucción estén tratando de arruinar a su prójimo. Isaías debe instar a los judíos a que confíen en
las seguridades dadas a ellos. La fe es absolutamente necesaria para aquietar y componer la mente
que pasa por pruebas.
Vv. 10—16. La secreta falta de afecto por Dios suele ser disfrazada con el color del respeto por
Él y los que están resueltos a no confiar en Dios pretenden aún que ellos no le tentarán. El profeta
reprende a Acaz y a su corte por el poco valor que dan a la revelación divina. Nada es más triste
para Dios que la desconfianza, pero la incredulidad del hombre no invalidará la promesa de Dios; el
mismo Señor dará la señal. Por grande que sea su angustia y peligro, de ti nacerá el Mesías, y no
podéis ser destruidos mientras esa bendición esté con vosotros. Ocurrirá de manera gloriosa; y las
consolaciones más fuertes en época de problemas derivan de Cristo, nuestra relación con Él, nuestro
interés en Él, nuestras expectativas de Él y de parte de Él. —Crecería como los demás niños, por el
uso de la dieta de esos países, pero al contrario de los otros niños, rehusaría el mal y escogería el
bien de manera coherente. Aunque su nacimiento fuera por el poder del Espíritu Santo, de todos
modos Él no iba a ser nutrido con la comida de los ángeles. —Entonces, sigue una señal de la
pronta destrucción de los príncipes, ahora terror para Judá. “Antes de que este niño”, léase, “este
niño que ahora tengo en mis brazos” (Sear-jasub, el hijo del profeta, versículo 3), tenga tres o cuatro
años de edad, estas fuerzas enemigas serán abandonadas por ambos reyes. —La profecía es tan
solemne, la señal es tan marcada, como dadas por el mismo Dios después de que Acaz rechaza la
oferta, que debe de haber suscitado esperanzas mucho más allá de lo que sugería la ocasión
presente. Y, si la perspectiva de la venida del Salvador divino era un apoyo que nunca falla para las
esperanzas de los creyentes antiguos, ¡qué razón tenemos para agradecer que la Palabra fuera hecha
carne! Confiemos en Él y amémosle, imitemos su ejemplo.
Vv. 17—25. Los que no quieren creer las promesas de Dios, esperen oír la alarma de sus
amenazas, porque, ¿quién puede resistir o escapar de sus juicios? El Señor eliminará todo; y pagará
a los que emplee en cualquier servicio para Él. —Todo habla de un triste cambio de la faz de esa
tierra agradable, pero, ¿qué triste cambio hay que el pecado no haga en un pueblo? La agricultura se
terminaría. —Penas de toda clase sobrevendrán a todos los que desprecian la gran salvación. Si
seguimos sin dar fruto bajo los medios de la gracia, el Señor dirá: Nunca jamás nazca de ti fruto,
desde ahora en adelante y para siempre.
CAPÍTULO VIII
Versículos 1—8. Exhortaciones y advertencias. 9—16. Consuelo para los que temen a Dios. 17—
22. Aflicciones para los idólatras.
Vv. 1—8. El profeta tiene que escribir en un rollo grande o sobre una estela de metal, unas palabras
que significan: “El despojo se apresura, la presa se precipita”, señalando que el ejército asirio
vendría veloz y haría mucho botín. Muy pronto las riquezas de Damasco y Samaria, ciudades
entonces seguras y formidables, serían llevadas por el rey de Asiria. —El profeta argumenta con el
prometido Mesías, que debería aparecer en la tierra en la plenitud del tiempo, y como Dios, la
preservará en mientras tanto. Como un arroyo suave es símbolo apropiado de un gobierno suave, un
torrente que anega todo representa a un conquistador y tirano. El éxito del invasor también se
describe como ave de presa que extiende sus alas sobre toda la tierra. —Quienes rechazan a Cristo
hallarán que lo que llaman libertad es la esclavitud más vil. Pero ningún enemigo sacará al creyente
de la mano de Emanuel, ni le quitará su herencia celestial.
Vv. 9—16. El profeta desafía a los enemigos de los judíos. Sus esfuerzos serán vanos y ellos
mismos serán despedazados. Nos concierne en épocas de problemas vigilar todos los temores que
nos llevan por rumbos torcidos en pos de nuestra propia seguridad. El temor de Dios del creyente
preserva del inquietante temor al hombre. Si pensamos rectamente en la grandeza y la gloria de
Dios, veremos restringido todo el poder de nuestros enemigos. El Señor, que será Santuario para
quienes confían en Él, será la Roca de tropiezo y Roca de escándalo para quienes hacen de la
criatura su temor y esperanza. Si las cosas de Dios para nosotros son ofensa, nos desharán. El
apóstol cita esto a todos los que persisten en no creer el evangelio de Cristo, 1 Pedro ii, 8. El
Emanuel crucificado, que fue y es piedra de tropiezo y Roca de escándalo para los judíos
incrédulos, no lo es menos para los miles que son llamados cristianos. La predicación de la cruz es
locura según su criterio; sus doctrinas y preceptos los ofenden.
Vv. 17—22. El profeta anuncia que el Señor escondería su rostro, pero esperaría su regreso a
favor de ellos. Aunque no constituyen señales milagrosas, los nombres de los hijos fueron
monumentos de Dios, útiles para excitar la atención. —Los judíos incrédulos eran proclives a
buscar consejo en caso de dificultades, e iban a diversas clases de adivinadores, a cuyas ceremonias
necias y pecaminosos se alude. —¿Sabríamos nosotros buscar a nuestro Dios e ir a conocer su
propósito? A la ley y al testimonio: porque ahí verás lo que es bueno y lo que requiere el Señor.
Debemos hablar de las cosas de Dios con las palabras que nos enseñe el Espíritu Santo, y ser
mandados por ellas. Para los que recurren a los espíritus y no consideran la ley y testimonio de
Dios, habrá horror y miseria. Los que se alejan de Dios, se salen del camino de todo lo bueno,
porque el afán es un pecado que es su propio castigo. Desesperan y no ven alivio cuando maldicen a
Dios. Sus temores representan todo como aterrador. Los que cierran sus ojos contra la luz de la
palabra de Dios, serán justamente dejados en tinieblas. Todas las desgracias que alguna vez
sintieron o presenciaron en la tierra, son nada comparadas con las que abrumarán a los que dejan las
palabras de Cristo para seguir sus ilusiones.
CAPÍTULO IX
Versículos 1—7. El Hijo que debía nacer y su reino. 8—21. Los juicios venideros a Israel y a los
enemigos del reino de Cristo.
Vv. 1—7. Los sirios y los asirios primero asolaron los países aquí mencionados y esa región fue
primeramente favorecida con la predicación de Cristo. A los que les falta el evangelio, andan en
tinieblas y en peligro supremo. Pero cuando el evangelio llega a una parte, a un alma, llega la luz.
Oremos fervorosamente que pueda brillar en nuestro corazón y hacernos sabios para salvación. —El
evangelio trae gozo consigo. Los que desean tener gozo, deben hacerse la expectativa de trabajar
arduamente, como el agricultor, antes de tener el gozo de la cosecha; y por duro conflicto, como el
soldado, antes de repartir el botín. —Los judíos fueron librados del yugo de muchos opresores; esto
es sombra de la liberación del creyente del yugo de Satanás. La limpieza de las almas de los
creyentes del poder y la contaminación del pecado será efectuada por la obra del Espíritu Santo
como fuego purificador. Estas grandes cosas para la Iglesia serán hechas por el Mesías Emanuel. El
Hijo ha nacido: era seguro; y la Iglesia, antes que Cristo se encarnara, se benefició por su obra. Es
una profecía suya y de su reino, que leen con placer los que esperan la consolación de Israel. Este
Hijo nació para provecho de nosotros los hombres, de nosotros los pecadores, de todos los
creyentes, desde el comienzo hasta el fin del mundo. —Con justicia se le llama Admirable, porque
Él es Dios y hombre. Su amor es la admiración de los ángeles y de los santos glorificados. Él es el
Consejero, porque conoce los consejos de Dios desde la eternidad; y Él da consejo a los hombres,
consejos en que consulta nuestro bienestar. Es el Admirable Consejero; nadie enseña como Él. Es
Dios, el Poderoso. Tal es la obra del Mediador que ningún poder menor que el del Dios
todopoderoso podía hacer que ocurriera. Es Dios, uno con el Padre. Como Príncipe de Paz nos
reconcilia a Dios; es el Dador de paz en el corazón y la conciencia; cuando su reino esté plenamente
establecido, los hombres no aprenderán más a guerrear. —El principado está sobre Él, que llevará
esa carga. Cosas gloriosas se dicen del gobierno de Cristo. No hay final para el aumento de la paz,
porque la felicidad de los súbditos durará para siempre. —La plena armonía de esta profecía con la
doctrina del Nuevo Testamento, demuestra que los profetas judíos y los maestros cristianos tenían el
mismo punto de vista de la persona y la salvación del Mesías. ¿A cuál rey o reino terrenal se pueden
aplicar estas palabras? Entonces, oh Señor, date a conocer a tu pueblo por todo nombre de amor y
en todo carácter glorioso. Da aumento de gracia en todo corazón de tus redimidos de la tierra.
Vv. 8—21. Maduran rápidamente para su ruina aquellos cuyos corazones no se humillan cuando
están bajo providencias humillantes. Porque lo que Dios se propone al golpearnos es que nos
volvamos a Él; si esto no se logra por juicios menores, pueden esperarse juicios mayores. Los
dirigentes del pueblo lo guiaron mal. Tenemos razón para temer a los que hablan bien de nosotros,
cuando hacemos mal. La maldad era universal, todos estaban infectados con ella. Tienen problemas
y no ven salida; y cuando los caminos de los hombres desagradan al Señor, Él hace que hasta sus
amigos se pongan en guerra con ellos. Dios quitará aun aquellos de quienes ellos esperaban tener
ayuda. Sus reyes eran la cabeza. Sus falsos profetas eran la cola, y la caña, lo más despreciable del
pueblo. —En estas confrontaciones civiles los hombres hacían presa de los parientes cercanos que
eran como su propia carne. El pueblo no se volvió al que los golpeaba, por tanto, Él siguió
golpeando: porque cuando Dios juzga, vence; y el pecador más recio y orgulloso será doblado o
quebrantado.
CAPÍTULO X
Versículos 1—4. Ayes contra los orgullosos opresores. 5—19. El asirio no es sino instrumento en la
mano de Dios para el castigo de su pueblo. 20—34. Su liberación.
Vv. 1—4. Estos versículos deben unirse al capítulo anterior. ¡Ay de las potestades superiores que
conciben y decretan normas injustas! ¡Ay de los oficiales inferiores que les dan vigencia y los
registran! Pero, ¿qué harán los pecadores? ¿Adónde huirán?
Vv. 5—19. Véase qué cambio hizo el pecado. El rey de Asiria, en su orgullo, pensó que actuaba
por su propia voluntad. Los tiranos del mundo son instrumentos de la Providencia. Dios tiene el
designio de corregir a su pueblo de su hipocresía y los acerca más a Él, pero, ¿ese es el designio de
Senaquerib? No; su propósito es gratificar su codicia y ambición. —El asirio se jacta de las grandes
cosas que ha hecho a otras naciones por su propia política y poder. No sabe que es Dios quien le ha
hecho lo que es, y pone el cetro en su mano. Ha hecho todo esto con facilidad; ninguno aleteó ni
gritó como las aves cuando les destrozan sus nidos. Como conquistó Samaria, piensa que, por
cierto, caerá Jerusalén. Lamentable era que Jerusalén adorara imágenes de talla, y no podemos
maravillarnos que fuese superada en ellas por los paganos. Pero, ¿no es igualmente necio que los
cristianos emulen a la gente del mundo en sus vanidades en lugar de mantenerse en las cosas que
son su honra especial? Porque no sería más fuera de lugar que una herramienta se jacte o que luche
contra el que la formó, que Senaquerib se envanezca contra el Señor. —Cuando Dios mete en
problemas a su pueblo, es para traer el pecado a su memoria y humillarlos y despertarlos al sentido
de su deber; este debe ser el fruto: quitar el pecado. Cuando se ganan estos puntos por aflicción,
será quitada por misericordia. Este intento contra Jerusalén y Sion debía llegar a nada. Dios será
como fuego consumidor para los hacedores de iniquidad, tanto en cuerpo como en alma. La
desolación será cuando el portador del estandarte desfallezca y los que siguen sean confundidos.
¿Quién es capaz de resistir ante este gran y santo Señor Dios?
Vv. 20—34. Por nuestras aflicciones podemos aprender a no poner nuestra confianza en las
criaturas. Sólo pueden permanecer con consuelo en Dios los que se vuelven a Él de verdad, no sólo
fingiendo y profesando. Dios traerá una justa desolación a la gente provocadora, pero por gracia le
pondrá límites a esto. —Es contra el pensamiento y la voluntad de Dios que su pueblo se entregue
al temor pase lo que pase. La ira de Dios contra su pueblo es sólo por un momento; y cuando nos es
quitada, no tenemos que temer la furia del hombre. La vara con que corrige a su pueblo no sólo será
puesta a un lado; será arrojada al fuego. —Para exhortar al pueblo de Dios el profeta les recuerda lo
que Dios había hecho antes contra los enemigos de su iglesia. El pueblo de Dios será liberado de los
asirios. Algunos piensan que esto mira a la liberación de los judíos de su cautiverio y, aún más, a la
redención del creyente de la tiranía del pecado y de Satanás. Esto, “a causa de la unción”; por amor
de su pueblo Israel, los creyentes que entre ellos habían recibido la unción de la gracia divina. Por
amor al Mesías, el Ungido de Dios. —Aquí hay, versículos 28—34, una descripción profética de la
marcha de Senaquerib hacia Jerusalén, cuando amenazaba con destruir esa ciudad. Entonces, el
Señor en quién confiaba Ezequías, cortó su ejército como se tala el bosque. Apliquemos lo aquí
escrito a otros asuntos en otras épocas de la Iglesia de Cristo. Debido a la unción de nuestro gran
Redentor, el yugo de todo anticristo debe ser quitado de su Iglesia; y si nuestra alma participa de la
unción del Espíritu Santo, nos será asegurada liberación plena y eterna.
CAPÍTULO XI
Versículos 1—9. El carácter pacífico del reino y de los súbditos de Cristo. 10—16. La conversión
de los gentiles y de los judíos.
Vv. 1—9. El Mesías es llamado Vara y Vástago. Las palabras significan un producto pequeño y
tierno; un brote que como tal se rompe con facilidad. Brota del tronco de Isaí; cuando la familia real
fuera cortada, y casi nivelada con el suelo, iba a brotar de nuevo. La casa de David estaba muy
decaída en la época del nacimiento de Cristo. El Mesías dio así una noticia temprana de que su
reino no era de este mundo. Pero el Espíritu Santo, con todos sus dones y gracias, se posa y
permanece en Él, que tendrá toda la plenitud de la Deidad habitando en Él, Colosenses i, 19; ii, 9.
Muchos consideran que aquí se mencionan siete dones del Espíritu Santo. Y aquí se enseña
claramente la doctrina de las influencias del Espíritu Santo. —El Mesías sería justo y recto en todo
su reinado. Su amenaza será ejecutada por el obrar del Espíritu conforme a su palabra. —Habrá
gran paz y quietud bajo su reinado. El evangelio cambia la naturaleza y hace que los mismos que
pisoteaban a los mansos de la tierra, sean mansos como ellos y amables con ellos. Pero esto se
mostrará más plenamente en los últimos días. También Cristo, el gran Pastor, cuidará de su rebaño,
para que la naturaleza de los problemas y de la muerte misma sea cambiada para que no hagan
ningún daño real. El pueblo de Dios será liberado no sólo del mal sino del temor al mal. ¿Quién nos
separará del amor de Cristo? Mientras mejor conocemos al Dios de amor, más seremos cambiados
en su misma semejanza y mejor dispuestos hacia todos los que tienen alguna semejanza con Él. —
Este conocimiento se extenderá como el mar, tan lejos será difundido. De este bendito poder ha
habido testigos en toda época del cristianismo, aunque su tiempo más glorioso, aquí anunciado, aún
no ha llegado. Mientras tanto apuntemos a que nuestro ejemplo y esfuerzo pueda ayudar al progreso
de la honra de Cristo y de su reino de paz.
Vv. 10—16. Cuando el evangelio sea públicamente predicado, los gentiles buscarán a Cristo
Jesús como su Señor y Salvador, y hallarán descanso para su alma. Cuando llegue el tiempo de Dios
para la liberación de su pueblo, los montes de oposición se convertirán en llanuras delante de Él.
Dios pronto puede convertir los días sombríos en gloriosos. Mientras esperamos que el Señor reúna
su antiguo pueblo, y lo lleve a casa, a su iglesia, y también traiga la plenitud de los gentiles, cuando
todos estén unidos en santo amor, vamos por el camino de la santidad que Él ha preparado para sus
redimidos. Esperemos la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna, y miremos a Él
para que nos prepare camino a través de la muerte, ese río que separa este mundo del mundo eterno.
CAPÍTULO XII
Este es un himno de alabanza adecuado para los tiempos del Mesías.
El canto de alabanza de este capítulo es adecuado para el regreso de su largo cautiverio de los
desterrados de Israel, pero es especialmente adecuado para el caso del pecador, cuando primero
halla paz y gozo en creer; para el caso de un creyente, cuando su paz es renovada luego de
correctivos por descarriarse; y al de todo el conjunto de los redimidos cuando se reúnen ante el
trono de Dios en el cielo. La promesa es segura y las bendiciones contenidas en ella son muy ricas;
y los beneficios disfrutados a través de Jesucristo demandan las más grandes acciones de gracias.
Por Jesucristo, la Raíz de Isaí, fue alejada la ira divina contra la humanidad, porque Él es nuestra
Paz. Él consuela a los que están reconciliados con Dios. Se les enseña a triunfar en Dios, y a
interesarse en Él. Confiaré en que me prepare para su salvación y me preserve en ella. Yo le
confiaré todas mis preocupaciones, sin dudar, porque hará que todo ayude a bien. La fe en Dios es
el remedio soberano contra los temores atormentadores. Muchos cristianos tienen a Dios como su
fortaleza, pero sin tenerlo como su canción; andan en tinieblas; pero los que tienen a Dios como su
fuerza deben hacer que sea Él su canción; esto es, darle la gloria y tomar para sí su consuelo. Esta
salvación es del amor de Dios Padre, nos viene por medio de Dios Hijo, es aplicada por el poder de
Dios Espíritu, que crea de nuevo. Cuando esto es visto por fe, el pecador vacilante aprende a tener
esperanza en Dios y es librado del temor. —Las influencias purificadoras y santificadoras del
Espíritu Santo suelen ser denotadas bajo el símbolo del agua que brota. Esta obra fluye a través de
la mediación de Cristo y se transmite a nuestra alma por medio de las ordenanzas de Dios. Bendito
sea Dios, tenemos pozos de salvación abiertos a cada lado y podemos sacar de ellos el agua de vida
y de consuelo. —En la segunda parte de este canto evangelizador, versículos 4—6, los creyentes se
exhortan unos a otros para alabar a Dios y para tratar de llevar a otros a unírseles en eso. Ninguna
diferencia de opinión sobre los tiempos y sazones, u otros asuntos semejantes, debieran dividir el
corazón de los cristianos. Que nuestra preocupación sea ser contados entre aquellos a quienes dirá:
Venid, bendito de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
CAPÍTULO XIII
Versículos 1—5. Los ejércitos de la ira de Dios. 6—18. La conquista de Babilonia. 19—22. Su
desolación final.
Vv. 1—5. Las amenazas de la palabra de Dios presionan pesadamente al impío y son una carga
dolorosa, demasiado pesada para que la soporten. Las personas reunidas para destruir Babilonia, son
llamadas santificadas o nombradas de Dios; designados para este servicio y capacitados para
realizarlo. Son llamados los poderosos de Dios, porque reciben poder de parte de Dios y van a
usarlo para Él. Vienen desde lejos. Dios puede convertir en látigo y ruina a los que más alejados
están de sus enemigos y, por tanto, son menos temidos.
Vv. 6—18. Aquí tenemos la terrible desolación de Babilonia hecha por los medos y los persas.
Los que en el día de su paz eran soberbios, altivos y temibles, se desaniman mucho cuando llegan
los problemas. Sus rostros los quema la llama. Todo consuelo y esperanza faltará. Las estrellas del
cielo no darán su luz, el sol será oscurecido. Los profetas suelen emplear estas expresiones para
describir las convulsiones de los gobiernos. Dios los visitará por su iniquidad, particularmente el
pecado del orgullo que rebaja a los hombres. Habrá una escena general de horror. Quienes se unen a
Babilonia deben esperar ser partícipes de sus plagas, Apocalipsis xviii, 4. —Todo lo que tienen los
hombres es algo por lo cual darían su vida, pero ninguna riqueza del hombre puede ser el rescate de
su vida. Haz aquí una pausa y pregúntate si los hombres deben ser así de crueles e inhumanos, y ve
cuán corrupta se ha vuelto la naturaleza humana. Que los pequeñuelos sufran de ese modo, muestra
que hay una culpa original por la cual se quita la vida tan pronto como empieza. —El día del Señor
será indudablemente terrible de ira y furor, mucho más allá de todo lo expresado aquí. No habrá
lugar alguno para que el pecador huya o intente escapar. Pero pocos actúan como si creyeran estas
cosas.
Vv. 19—22. Babilonia era una ciudad noble; pero será totalmente destruida. Nadie habitará ahí.
Será lugar de bestias salvajes. Todo esto se cumple. El sino de esta orgullosa ciudad es prueba de la
verdad de la Biblia, y símbolo de la venidera ruina de la Babilonia del Nuevo Testamento; una
advertencia a los pecadores para que huyan de la ira venidera, y exhorta a los creyentes a esperar la
victoria sobre todo enemigo de sus almas y de la Iglesia de Dios. —Todo el mundo cambiará y está
obligado a decaer. Por eso pongamos diligencia para la obtención de un reino inconmovible; y en
esta esperanza, aferrémonos con firmeza de esa gracia por la cual podemos servir aceptablemente a
Dios, con reverencia y santo temor.
CAPÍTULO XIV
Versículos 1—23. La destrucción de Babilonia y la muerte de su orgulloso monarca. 24—27.
Seguridad de la destrucción de Asiria. 28—32. La destrucción de los filisteos.
Vv. 1—23. Todo el plan de la divina providencia está arreglado con miras al bien del pueblo de
Dios. La instalación en la Tierra Prometida es misericordia de Dios. Que la Iglesia reciba a quienes
Dios recibe. El pueblo de Dios, doquiera sea echada su suerte, debe emprender la recomendación de
la religión por la conversación justa y triunfadora. —Los que no sean reconciliados con ellos, serán
humillados por ellos. Esto puede aplicarse al éxito del evangelio, cuando los que se habían opuesto
son llevados a obedecerlo. Dios mismo se dedica a obrar el cambio bendito. Ellos tendrán reposo de
su tristeza y de su temor, de la sensación de sus cargas presentes y del temor de lo peor. —Babilonia
abundaba en riquezas. El rey de Babilonia gobernaba la nación con la ayuda que tenía del mando
absoluto de tanta riqueza. Esto se refiere especialmente al pueblo judío, y colmó la medida de los
pecados del rey de Babilonia. Los tiranos sacrifican sus intereses verdaderos a sus lujurias y
pasiones. Ambición graciosa es codiciar ser como el Santísimo, pues Él ha dicho: Sed santos como
yo soy santo; pero es ambición pecaminosa apuntar a ser como el Altísimo, porque Él dice: él que
se exalta será humillado. De esta manera, el diablo llevó a nuestros padres a pecar. —Debe
sobrevenirle la ruina total. A los que no cesen de pecar, Dios los hará cesar. Debe ser derribado y
descender al sepulcro: este es el destino común de los tiranos. La gloria verdadera, esto es, la gracia
verdadera ascenderá con el alma al cielo, pero la pompa vana descenderá con el cuerpo a la tumba;
hay un final para esto. Puede haber regocijo si se niega el derecho a ser enterrado en aras de la
justicia, Mateo v, 12. Pero si es como justo castigo del pecado, denota que los pecadores
impenitentes se levantarán para vergüenza y confusión perpetua. —Muchos triunfos debe haber en
su caída. Dios trata con los que perturban la paz de la humanidad. La recepción del rey de Babilonia
en las regiones de los muertos, indica que hay un mundo de espíritus al cual va las almas de los
hombres al morir. Esas almas conversan entre sí aunque nosotros no tenemos nada con ellas; y la
muerte y el infierno serán indudablemente muerte e infierno para todos los impíos que caen desde la
altura de sus pompas de este mundo y de la plenitud de sus placeres. De todo esto aprendamos que
la semilla de los malhechores nunca será renovada. La ciudad real debe ser destruida y abandonada.
Así se ilustra la suma destrucción de la Babilonia neotestamentaria, Apocalipsis xviii, 2. Cuando un
pueblo no se limpia con la escoba de la reforma, ¿qué pueden esperar, sino ser barridos de la faz de
la tierra con la escoba de la destrucción?
Vv. 24—27. Que vean lo que les espera a los que se hacen a sí mismos yugo y carga para el
pueblo de Dios. Que quienes son llamados conforme al propósito de Dios, se consuelen de que
perdurará lo que Dios se ha propuesto. El Señor de los ejércitos se ha propuesto romper el yugo del
asirio; su mano está extendida para ejecutar este propósito; ¿quién tiene el poder para doblarla? —
Con estas dispensaciones de la providencia el Todopoderoso muestra en forma, muy convincente
que el pecado es odioso a sus ojos.
Vv. 28—32. Se dan seguridad de la destrucción de los filisteos y de su poder por el hambre y la
guerra. Ezequías sería más temible para ellos de lo que fue Uzías. En lugar de regocijo habrá
lamento porque toda la tierra será destruida. Tal destrucción vendrá sobre el orgulloso y rebelde
porque el Señor fundó Sion para refugio de pobres pecadores que huyen de la ira venidera y confían
en su misericordia por medio de Cristo Jesús. Hablemos a todos los que nos rodean de nuestro
consuelo y seguridad, y exhortémosles a buscar el mismo refugio y salvación.
CAPÍTULO XV
Los juicios divinos por sobrevenir a los moabitas.
Esta profecía, que se iba a cumplir dentro de tres años, iba a confirmar la misión del profeta y la fe
en todas sus demás profecías. Se anuncia acerca de Moab: —1. Que sus ciudades principales serán
sorprendidas por el enemigo. Grandes cambios, y muy tenebrosos, puede hacerse en poco tiempo.
—2. Los moabitas tendrían que recurrir a sus ídolos en busca de socorro. Los impíos no tienen
consolador cuando están en problemas, pero sus temores raramente los llevan a acercarse a nuestro
Dios perdonador con pena verdadera y oración de fe. —3. Habrá gritos de lamento en toda la tierra.
Pobre alivio es tener muchos compañeros de sufrimiento y duelo. —4. El valor de sus soldados
fallará. Fácilmente Dios puede privar a una nación de aquello de lo que depende en forma suprema
como fuerza y defensa. —5. Estas calamidades deben causar pesar en los lugares vecinos. Aunque
enemigos de Israel, no obstante como congéneres, debe serles penoso verlos en angustia. —En los
versículos 6 al 9 el profeta describe los terribles lamentos oídos en todo el país de Moab, cuando fue
presa del ejército asirio. El país sería saqueado. Habitualmente el hambre es el efecto triste de la
guerra. Los que están ansiosos por obtener la abundancia de este mundo, y amontonan lo que han
conseguido, poco consideran cuán pronto se les puede quitar. Mientras advertimos a nuestros
enemigos que escapen de la destrucción, oremos por ellos, para que puedan buscar y hallar perdón
para sus pecados.
CAPÍTULO XVI
Versículos 1—5. Se exhorta a Moab a rendir obediencia. 6—14. El orgullo y los juicios de Moab.
Vv. 1—5. Dios dice a los pecadores lo que pueden hacer para evitar la destrucción; así lo hace con
Moab. Envíen ellos el tributo que antes se comprometieron a pagar a Judá. Tómenlo como buen
consejo. Rompe con tus pecados por la justicia; puede prolongar tu tranquilidad. Esto puede
aplicarse al gran deber del evangelio de someterse a Cristo. Enviadle el cordero, lo mejor que
tengáis, vosotros mismos como sacrificio vivo. Cuando vais a Dios, el gran Rey, id en el nombre del
Cordero, el Cordero de Dios. Los que no se someten a Cristo serán como ave que se alejó de su nido
y será atrapada por la próxima ave de presa. Los que no se rinden al temor de Dios tendrán que
rendirse al temor de todo lo demás. Les aconseja que sean buenos con la simiente de Israel. Los que
tienen la expectativa de hallar favor cuando tengan problemas, deben mostrar su favor a los que
tienen problemas. —Lo que aquí se dice respecto del trono de Ezequías también corresponde en un
sentido mucho más elevado, al reino de Jesucristo. Aunque por la sujeción a Él podemos no
disfrutar de riquezas y honores mundanos, sino ser expuestos a la pobreza y el desprecio, tendremos
paz de conciencia y vida eterna.
Vv. 6—14. No se puede ayudar a los que no reciben el consejo. Se destruyen más almas por el
orgullo que por cualquier otro pecado. Además, corrientemente los muy orgullosos son muy
apasionados. Muchos procuran obtener, con mentiras, la gratificación del orgullo y la pasión, pero
no cumplirán sus proyectos de soberbia e ira. —Moab era famoso por los campos y las viñas, pero
serán destruidas por el ejército invasor. Dios puede prontamente convertir la risa en lamento y el
gozo en pesadumbre. En Dios siempre nos podemos regocijar con el triunfo santo; en las cosas
terrenales gocémonos siempre con santo temblor. El profeta mira preocupado las desolaciones de un
país tan agradable; le causa pena interna. Los falsos dioses de Moab son incapaces de ayudar; y el
Dios de Israel, el único Dios verdadero, puede cumplir y cumplirá lo que ha dicho. Que Moab sepa
que su ruina está muy cerca y se prepare. Las declaraciones más horrorosas de la ira divina
descubren la vía de escape para los que reciben la advertencia. No hay salida sino por la sumisión al
Hijo de David, y por nuestra consagración a él. A la larga, perecerá toda la gloria, la prosperidad y
la multitud de los impíos, cuando se cumpla el tiempo designado.
CAPÍTULO XVII
Versículos 1—11. Siria e Israel amenazadas. 12—14. El lamento de los enemigos de Israel.
Vv. 1—11. El pecado desampara las ciudades. Es extraño que los grandes conquistadores se
enorgullezcan de ser enemigos de la humanidad, pero es mejor que la manada descanse ahí a que en
ella se alberguen algunos que están en abierta rebelión contra Dios y la santidad. Las fortalezas de
Israel, el reino de las diez tribus, serán llevadas a la ruina. Los que participan en pecado son
justamente hechos partícipes en la ruina. La gente, por sus pecados, habían madurado para la
destrucción y su gloria fue rápidamente cortada y quitada por el enemigo, como el trigo es
arrancado del campo por el agricultor. —La misericordia está reservada, en medio del juicio, para
un remanente. Pero muy pocos serán remanente santo. Los pocos salvados despertaron para regresar
a Dios. Ellos reconocerán su mano en todos los sucesos; ellos le darán la gloria debida a su nombre.
Guiarnos a esto es el designio de la providencia, porque Él es nuestro Hacedor; y somos obra de su
gracia, porque Él es el Santo de Israel. Ellos dejarán de mirar a sus ídolos, criaturas de su propia
fantasía. Tenemos razón para considerar provechosas las aflicciones que nos separan de nuestros
pecados. —El Dios de nuestra salvación es la Roca de nuestra fuerza; nuestro olvido y
desconsideración de Él están en el fondo de todo pecado. Las plantas agradables y los brotes de un
suelo extranjero son expresiones de adoración extraña e idólatra, y de las costumbres viles
relacionadas con ello. Se empleará diligencia para fomentar el crecimiento de estos retoños
extraños, pero todo en vano. Véase el mal y el peligro del pecado y sus consecuencias ciertas.
Vv. 12—14. La ira y la fuerza de los asirios se parecía a las poderosas aguas del mar, pero
cuando el Dios de Israel las reprende, huyen como paja o como cosa que rueda ante el torbellino. En
el anochecer Jerusalén tendría problemas debido al poderoso invasor, pero antes de la mañana su
ejército estaría casi cortado. —Dichosos los que recuerdan a Dios como salvación de ellos y confían
en su poder y gracia. El problema de los creyentes, y la prosperidad de sus enemigos, será
igualmente breve; mientras el gozo del primero y la destrucción de los que los odian y saquean,
durarán para siempre.
CAPÍTULO XVIII
El cuidado de Dios por su pueblo, y el crecimiento de la Iglesia.
Este capítulo es uno de los más oscuros de la Escritura, aunque, probablemente, más lo hayan
comprendido aquellos para cuyo primer uso fue concebido, que nosotros ahora. Los mensajeros
veloces son enviados por agua a una nación marcada por la providencia, medidos, hollados a pie. El
pueblo de Dios es hollado, pero quien piense que se los traga, halla que son derribados, pero no
desamparados ni destruidos. Todos los moradores de la tierra deben observar los movimientos de la
divina providencia y esperar las órdenes de la voluntad divina. —Dios da seguridad a su profeta y,
por él, será dada a su pueblo. Sion es su descanso por siempre y Él cuidará de ella. Preparará para
ellos los consuelos y refrigerios que les provee; serán aceptables por oportunos. Tratará a los suyos
y sus enemigos; y como el pueblo de Dios es protegido en todas las estaciones del año, así sus
enemigos están expuestos a todas las estaciones. —Debe llevarse un tributo de alabanza a Dios de
todo esto. Lo que se ofrece a Dios debe ofrecerse de la manera que Él ha designado. Nosotros
podemos esperar que Él nos encuentre donde se registra su nombre. De este modo las naciones de la
tierra serán convencidas de que Jehová es Dios e Israel es su pueblo, y se unirán a ofrecer
sacrificios espirituales para su gloria. Dichosos los que reciben la advertencia de su juicio a los
demás, y que se apresuran a unirse a Él y a su pueblo. —Cualquiera sea la tierra o pueblo en que se
piensa, aquí se nos enseña a no pensar que Dios no cuida a su Iglesia y que no respeta las cosas de
los hombres, porque permite que el impío triunfe temporalmente. Él tiene razones sabias para
hacerlo así, las cuales no podemos entender, pero se manifestarán en el gran día de su venida,
cuando lleve cada obra a juicio y recompense a cada hombre conforme a sus obras.
CAPÍTULO XIX
Versículos 1—17. Juicios de Egipto. 18—25. Su liberación y la conversión del pueblo.
Vv. 1—17. Dios vendrá a Egipto con sus juicios. Él levantará las causas de su destrucción desde
ellos mismos. Cuando los impíos escapan del peligro tienden a sentirse seguros, pero el mal
persigue a los pecadores y velozmente los vencerá, salvo que se arrepientan. Los egipcios serán
entregados en la mano de uno que los gobernará con rigor, como después de poco tiempo pasó. Los
egipcios eran célebres por su sabiduría y ciencia, pero el Señor los iba a entregar a sus perversas
estratagemas y peleas, hasta que su tierra fuera llevada, por sus disputas, a ser objeto de desprecio y
lástima. Él hace que los pecadores se asusten de los que despreciaron y oprimieron; y el Señor de
los ejércitos hará que los hacedores de iniquidad sean terror para sí mismos y unos a otros, y que
cada objeto a su alrededor sea un terror para ellos.
Vv. 18—25. Las palabras: “En aquel tiempo” no siempre se refieren al pasaje que está justo
antes. En un tiempo venidero los egipcios hablarán el lenguaje santo, el lenguaje de la Escritura; no
sólo lo entienden, sino que lo usan. La gracia que convierte cambiando el corazón, cambia el
lenguaje, porque de la abundancia del corazón habla la boca. —Así, tantos judíos irán a Egipto, que
pronto llenarán cinco ciudades. Donde se adoraba el sol, lugar infame por la idolatría, aun ahí habrá
una reforma maravillosa. Cristo, el gran Altar, que santifica toda dádiva, será reconocido y
ofrendados los sacrificios de oración y alabanza del evangelio. Que el quebrantado de corazón y
afligido, a quien ha herido el Señor, cobre valor y así, le ha enseñado a regresar, e invocarle a Él;
porque Él sanará almas y convertirá sus súplicas tristes en alabanzas gozosas. —En el redil del
evangelio las naciones gentiles sometidas a Cristo, el gran Pastor, no sólo serán unidas unas con
otras, sino que todas serán unidas con los judíos. Serán admitidas, juntas, por Él; todas compartirán
una y la misma bendición. Reunirse en el mismo trono de gracia y servirse unas con otras en el
mismo asunto de la religión, terminará todas las disputas y los corazones de los creyentes se unirán
unos a otros con santo amor.
CAPÍTULO XX
La invasión y conquista de Egipto y Etiopía.
Isaías fue una señal para el pueblo por su vestimenta desacostumbrada cuando andaba caminando
por ahí. Habitualmente usaba tela de saco, como profeta, para mostrarse mortificado al mundo. La
llevaba suelta desde sus caderas; no usaba ropa arriba y andaba descalzo. Esta señal significaba que
los egipcios y los etíopes iban a ser llevados cautivos por el rey de Asiria, y así, despojados. —El
mundo considerará a menudo locos a los creyentes cuando se destacan por obedecer a Dios. Pero el
Señor sostendrá a sus siervos sometidos a los efectos más agudos de su obediencia; y
corrientemente es leve lo que son llamados a sufrir por Él, en comparación con lo que, de año en
año, gimen multitudes por el pecado. —Quienes hacen sus expectativas y su gloria de cualquier
criatura, y así la ponen en el lugar de Dios, tarde o temprano, se avergonzarán de ella. Pero el
desencanto de la confianza en las criaturas, en lugar de llevarnos a la desesperación, debiera
llevarnos a Dios; y nuestra expectativa no será en vano. La misma lección está vigente ahora, y
¿dónde acudiremos por socorro en la hora de necesidad sino al Señor nuestra Justicia?
CAPÍTULO XXI
Versículos 1—10. La toma de Babilonia. 11, 12. De los idumeos. 13—17. De los árabes.
Vv. 1—10. Babilonia era un país llano, abundantemente regado. La destrucción de Babilonia, tan a
menudo profetizada por Isaías, es un tipo de la destrucción del gran enemigo de la Iglesia
neotestamentaria, anunciada en el Apocalipsis. —Para los pobres cautivos oprimidos sería bien
recibida la noticia; para los opresores orgullosos, sería penosa. Que esto refrene el vano júbilo y los
placeres sensuales, porque no sabemos en qué tristezas puede acabar la alegría. —Aquí está la
alarma dada a Babilonia cuando fue forzada por Ciro. Un asno y un camello parecen ser los
símbolos de los medos y los persas. Los ídolos de Babilonia estarán tan lejos de protegerla que
serán rotos y derribados. —Los creyentes verdaderos son el trigo de la harina de Dios; los hipócritas
no son sino la paja y la cizaña con que ahora está mezclado el trigo, pero de las cuales será
separado. El trigo de la harina de Dios debe esperar ser molido por aflicciones y persecuciones. El
Israel antiguo de Dios fue afligido. Aun entonces Dios reconoce que sigue siendo suyo. En todos los
sucesos acerca de la Iglesia pasada, presente y por venir, debemos mirar a Dios que tiene el poder
de hacer cualquier cosa por su Iglesia, y gracia para hacer todo lo que es para bien de ella.
Vv. 11, 12. Los profetas y los ministros de Dios son como los centinelas de la ciudad en tiempo
de paz, que ven que todo esté seguro. Como centinelas del campamento en tiempo de guerra, para
advertir de los movimientos del enemigo. Luego de un largo sueño en el pecado y de seguridad, es
tiempo de levantarse, de despertar del sueño. Tenemos mucho trabajo que hacer, una larga jornada
que efectuar; es tiempo de moverse. Después de una larga noche oscura, ¿hay alguna esperanza del
amanecer del día? ¿Qué de la noche? ¿Qué pasa esta noche? Nunca debemos estar seguros. Pero
muchos hacen preguntas curiosas a los centinelas. Ellos estarán dispuestos a que les respondan
buenas preguntas o les interpreten profecías difíciles, pero no indagan el estado de sus almas, del
camino de salvación, y de la senda del deber. —El centinela responde por medio de la profecía.
Primero viene una mañana de luz, paz y oportunidad, pero, después, una noche de problemas y
calamidades. Si hay una mañana de juventud y salud, habrá una noche de enfermedad y vejez; si
hay una mañana de prosperidad en la familia, en el público, debemos esperar, no obstante, cambios.
Nuestra sabiduría es mejorar la presente mañana, como preparativo para la noche que viene
después. Preguntad, volved, venid. Se nos insta a hacerlo rápidamente, porque no hay tiempo que
perder. Los que regresan y van a Dios, hallarán que tienen una gran cantidad de trabajo para hacer y
sólo poco tiempo para hacerlo.
Vv. 13—17. Los árabes vivían en carpas y tenían ganado. Un ejército destructor caerá sobre
ellos y hará fácil presa de ellos. No sabemos a qué apremios podemos ser llevados antes de morir.
Los que hoy comen pan hasta hartarse pueden conocer la falta del alimento necesario. Tampoco
pueden proteger de los juicios de Dios la destreza de los arqueros ni el valor de los poderosos. Es
pobre gloria la que con rapidez llega a nada. Así me ha dicho el Señor y ninguna palabra suya caerá
al suelo. Podemos estar seguros que la Fuerza de Israel no mentirá. Dichosos sólo son los que tienen
sus riquezas y gloria fuera del alcance de los invasores; toda otra prosperidad se acabará
rápidamente.
CAPÍTULO XXII
Versículos 1—7. El sitio y la toma de Jerusalén. 8—14. La mala conducta de sus habitantes. 15—
25. El traslado de Sebna y el ascenso de Eliaquim, aplicados al Mesías.
Vv. 1—7. ¿Por qué está tan aterrada Jerusalén? Sus muertos no son muertos a espada, sino por el
hambre; o muertos de miedo, descorazonados. Sus príncipes huyeron, pero fueron alcanzados. Los
siervos de Dios que anunciaron y advirtieron a los pecadores las desgracias venideras, son afectados
por la perspectiva. Pero todos los horrores de una ciudad tomada por la tempestad, son débil sombra
de los terrores del día de la ira.
Vv. 8—14. La debilidad de Judá se hizo ahora más evidente que nunca. Ahora, también
descubrieron su confianza carnal y su seguridad carnal. Miraban sus fortificaciones. Aseguraron la
provisión de agua para la ciudad. Pero descuidaron a Dios en todos sus preparativos. En lo que
hicieron no les importó su gloria. No dependieron de Él para que bendijera sus esfuerzos. Porque
cada criatura es para nosotros lo que Dios la haga ser; y debemos bendecirlo por eso, y usarla para
Él. —Había gran desprecio de la ira y justicia de Dios al contender con ellos. El designio de Dios
era humillarlos y llevarlos al arrepentimiento. Ellos iban en sentido contrario. La presente
incredulidad acerca de otra vida después de esta, está en el fondo de la seguridad carnal y de la
sensualidad brutal que son el pecado, la vergüenza, y la ruina de una parte tan grande de la
humanidad. Dios estaba descontento con esto. Es un pecado contra el remedio, y no es probable que
ellos se arrepintieran alguna vez. Sea que esta incredulidad obre por soberbia o desesperación,
produce el mismo desprecio de Dios y es señal de que el hombre muere voluntariamente.
Vv. 15—25. Este mensaje a Sebna es una reprensión de su orgullo, vanidad y seguridad; ¡qué
vana es toda grandeza terrenal, que con la muerte acabará pronto! ¿De qué servirá si somos puestos
en una tumba magnífica o cubiertos por el pasto verde? Los que cuando están en el poder dan vuelta
y hacen saltar a los demás, serán justamente dados vuelta y hechos saltar. —Eliaquim sería puesto
en el lugar de Sebna. Los llamados a puestos de confianza y poder deben acudir a Dios por gracia
que les capacite para su deber. Descripción del ascenso de Eliaquim. Nuestro Señor Jesús describe
su poder como Mediador, Apocalipsis iii, 7, que Él tiene la llave de David. Su poder en el reino del
cielo y en el ordenamiento de todos los asuntos de ese reino es absoluto. Los reyes deben ser padres
para los que están bajo su gobierno; la honra que los hombres dan a sus familias, por su piedad y
servicio, debe ser valorada en más de lo que derivan de sus nombres y títulos. La gloria de este
mundo no da al hombre verdadero valor ni excelencia; sino que le es colgada y pronto se le caerá.
—Eliaquim se compara con un clavo en lugar seguro; toda su familia dependía de él. En las casas
orientales, se ponían en los muros hileras de largas estacas. De estas se colgaban las cosas móviles y
los utensilios. Nuestro Señor Jesús es como un clavo en lugar seguro. No puede perecer el alma, ni
ese interés caer al suelo, si por fe cuelga de Cristo. Es como puerta abierta puesta ante el creyente,
puerta que ningún hombre puede cerrar, y conduce al cuerpo y al alma a la gloria eterna. Pero los
que desprecian tan grande salvación encontrarán que cuando Él cierre, nadie podrá abrir, sea que se
cierre desde el cielo o en el infierno para siempre.
CAPÍTULO XXIII
Versículos 1—14. La caída de Tiro. 15—18. Restablecido.
Vv. 1—14. Tiro era el mercado de las naciones. Era notable por la alegría y las diversiones; y esto
la llevó a aborrecer las advertencias que Dios dio por medio de sus siervos. Sus mercaderes eran
príncipes y vivían como príncipes. Destruida y saqueada Tiro, los mercaderes debían abandonarla.
Huyen a cambio por su propia seguridad, pero los que están inquietos en un lugar, lo estarán en
otro; porque cuando los juicios de Dios persiguen a los pecadores, los alcanzarán. ¿De dónde
vendrá todo este problema? Es destrucción de parte del Todopoderoso. Dios quiere convencer a los
hombres de la vanidad e incertidumbre de toda gloria terrenal. Que la ruina de Tiro sea advertencia
a todos los lugares y personas para cuidarse de la soberbia; porque el que se exalta, será humillado.
Dios lo hará, que tiene todo el poder en su mano; pero los caldeos serán sus instrumentos.
Vv. 15—18. Las desolaciones de Tiro no iban a ser para siempre. El Señor visitará a Tiro con
misericordia. Pero cuando sea liberada, usará sus viejas artes de tentación. El amor de la riqueza
mundana es idolatría espiritual; y la codicia es idolatría espiritual. Esto indica a los que tienen
riqueza que la usen al servicio de Dios. Cuando estamos con Dios en nuestras ocupaciones
seculares, cuando hacemos todo lo que podemos para promover el evangelio, nuestra mercadería y
contrata son santidad a Jehová, si miramos a Su gloria. Los cristianos deben realizar los negocios
como siervos de Dios y usar las riquezas sabiendo que son sus mayordomos.
CAPÍTULO XXIV
Vv. 1—12. La desolación de la tierra. 13—15. Unos pocos serán preservados. 16—23. El reino de
Dios progresa por sus juicios.
Vv. 1—12. Aquellos cuyos tesoros y cuya felicidad se basan en la tierra, pronto serán llevados a la
necesidad y la miseria. Bueno es que apliquemos lo que dice la Escritura de la vanidad y aflicción
de espíritu en todas las cosas de aquí abajo. El pecado ha trastornado la tierra; ha llegado a ser muy
diferente para el hombre de lo que era cuando Dios la creó para que fuera su habitación. En el mejor
de los casos es como una flor que se marchita en las manos de los que se complacen con ella, y la
ponen en su regazo. El mundo en que vivimos es un mundo de desilusiones, un valle de lágrimas;
los hijos de los hombres en ella no son sino de pocos días, y llenos de problemas. —Véase el poder
de la maldición de Dios, cómo a todo hace vano, y hace desolación en todos los rangos y
condiciones. El pecado acarrea estas calamidades a la tierra; está contaminada por los pecados de
los hombres, por tanto, es asolada por los juicios de Dios. El gozo carnal pronto terminará, y su fin
es pesadumbre. Dios tiene muchas maneras de amargar el vino y la bebida fuerte de los que las
aman; el destemple del cuerpo, la angustia mental, la ruina del patrimonio, amargarán el trago
fuerte, y harán insípidas las delicias de los sentidos. Que los hombres aprendan a lamentarse por el
pecado, y a regocijarse en Dios; entonces, nadie ni nada puede quitarles su gozo.
Vv. 13—15. Habrá un remanente preservado de la destrucción general y será un remanente
devoto y piadoso. Estos pocos están dispersos; como los restos del olivo, escondido bajo las hojas.
El Señor conoce a los suyos; el mundo, no. Cuando la alegría de los mundanos se acabe, el gozo de
los santos será tan vívido como siempre, porque el pacto de gracia, la fuente de sus consuelos, y el
fundamento de sus esperanzas, nunca falla. Los que se regocijan en el Señor pueden regocijarse en
la tribulación y, por fe, pueden triunfar cuando todos los que los rodean están llorando. Llaman a
sus sufrientes congéneres a hacer lo mismo, a los que están en el horno de la aflicción. O, en los
valles, lugares cenagosos, oscuros, bajos. En todo fuego, aun el más caliente, en todo lugar, aun el
más remoto, mantengamos nuestros buenos pensamientos de Dios. Si ninguna de estas pruebas nos
conmueven, entonces glorifiquemos al Señor en las hogueras.
Vv. 16—23. Los creyentes pueden ser empujados a las partes más remotas de la tierra, pero
están cantando, no suspirando. Aquí hay terror para los pecadores; el profeta lamenta las miserias
que vio venir cual torrente, y el pequeño número de los creyentes. —Él prevee que el pecado
abundará. El significado es simple, que el mal persigue a los pecadores. —Inestables, inciertas son
todas estas cosas. Los mundanos piensan habitar en la tierra como en un palacio, como en un
castillo; pero será quitada como una cabaña, como un alojamiento dispuesto para una noche. Caerá
y no se volverá a levantar, pero habrá cielos y tierra nuevos en que nada habitará sino la justicia. —
El pecado es una carga para toda la creación; es una carga pesada bajo la cual ahora gime, y al fin se
hundirá. Dios visitará a los elevados que están hinchados en su grandeza, que se piensan fuera del
alcance del peligro, por su orgullo y crueldad. Nosotros no juzguemos nada antes de tiempo, aunque
algunos serán visitados. Nadie de este mundo estará seguro aunque su condición sea siempre
próspera; ni nadie tiene que desesperarse aunque su condición sea muy deplorable. Dios será
glorificado en todo esto. —Pero el misterio de la Providencia aún no está terminado. La ruina de los
enemigos del Redentor debe dar lugar a su reino y, entonces, el Sol de Justicia aparecerá en plena
gloria. Felices los que aceptan la advertencia que hay en la sentencia contra otros; todo pecador
impenitente se hundirá bajo su transgresión y no subirá más, mientras los creyentes disfrutan
bendición eterna.
CAPÍTULO XXV
Versículos 1—5. Un cántico de alabanza. 6—8. Una declaración de las bendiciones del evangelio.
9—12. La destrucción de los enemigos de la Iglesia de Cristo.
Vv. 1—5. Aunque esto muestre la liberación de los judíos del cautiverio, apunta más lejos a las
alabanzas que habrá que ofrecer a Dios por las victorias de Cristo sobre nuestros enemigos
espirituales, y el consuelo que ha provisto para todos los creyentes. La fe verdadera sencillamente
acredita el testimonio del Señor, y confía en su verdad para cumplir sus promesas. Como Dios
debilita al fuerte que es orgulloso y seguro, así fortalece al débil que es humilde y permanece con
Él. —Dios protege a su pueblo en todos los climas. El Señor ampara a los que confían en Él de la
insolencia de los opresores. Su insolencia no es sino el ruido de los extraños; es como el calor del
sol abrasador del mediodía, pero ¿dónde está cuando se pone el sol? El Señor siempre fue Refugio
de los creyentes angustiados, y siempre lo será. Habiéndoles provisto un refugio, les enseña a huir
para allá.
Vv. 6—8. El grato recibimiento a los pecadores arrepentidos se suele comparar con una fiesta en
el Nuevo Testamento. Los invitados son toda la gente, gentiles y judíos por igual. Hay en el
evangelio aquello que fortalece y alegra el corazón y que es bueno para los que están convictos de
pecado y lo lamentan. —Hay un velo extendido sobre todas las naciones, porque todas se sientan en
tinieblas. Pero el Señor destruirá este velo por la luz de su evangelio que brilla en el mundo, y el
poder de su Espíritu que abre los ojos de los hombres para recibirlo. Él levantará a la vida espiritual
a los que hacía mucho estaban muertos en delitos y pecados. El mismo Cristo triunfará sobre la
muerte en su resurrección. —La pena desaparecerá; habrá gozo perfecto e infinito. Serán
consolados los que se duelen por el pecado. Tendrán consuelo los que sufren por Cristo. Pero en el
gozo del cielo, y no poco, se cumplirá plenamente este dicho: Dios enjugará toda lágrima. Esta
esperanza debiera, ahora, quitar el exceso de tristeza, todo llanto que estorbe la siembra. A veces en
este mundo, Dios quita el reproche de su pueblo de entre los hombres; sin embargo, será
plenamente cumplido en el gran día. Soportemos ahora el dolor y la vergüenza con paciencia;
ambas serán quitadas dentro de poco.
Vv. 9—12. Con gozo y alabanza recibirán la buena nueva del Redentor los que le buscaban; y
con cántico de triunfo entrarán los santos glorificados al gozo de su Señor. Y no es en vano esperar
en Él, porque la misericordia llega al fin con abundante recompensa por la demora. Las manos una
vez extendidas sobre la cruz, para abrirnos el camino de salvación, a la larga se extenderán para
destruir a todos los pecadores no arrepentidos. —Moab es aquí puesto en lugar de todos los
adversarios del pueblo de Dios; todos serán pisoteados o apisonados. Dios derribará la soberbia de
los enemigos con un juicio humillante tras otro. La destrucción de Moab es un tipo de la victoria de
Cristo y de la destrucción de las fortalezas de Satanás. Por tanto, amados hermanos, estad firmes y
constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es
en vano.
CAPÍTULO XXVI
Versículos 1—4. Las misericordias divinas animan a confiar en Dios. 5—11. Sus juicios. 12—19.
Su pueblo llamado a servirle. 20, 21. Liberación prometida.
Vv. 1—4. “En aquel día” parece significar cuando la Babilonia del Nuevo Testamento sea derribada
al suelo. La promesa y el pacto inmutable del Señor son los muros de la Iglesia de Dios. Las puertas
de la ciudad estarán abiertas. Entonces exhortemos a los pecadores a unirse al Señor. —Tú los
guardarás en paz; en completa paz, paz interior, paz exterior, paz con Dios, paz de conciencia, paz
en todos los tiempos, en todas las circunstancias. Confía en el Señor para esa paz, esa porción, que
será para siempre. Cualquiera sea la cosa en que confiemos en el mundo, durará sólo un momento,
pero los que confían en Dios no sólo hallarán fuerza en Él para llevarlos a esa bendición que es para
siempre, sino que la recibirán de Él. Entonces, reconozcámosle en todos nuestros caminos y
confiemos en Él en todas las pruebas.
Vv. 5—11. El camino del justo es parejo, un rumbo constante de obediencia y conversación
santa. Es la felicidad de ellos que Dios haga su camino simple y fácil. Es nuestro deber, y nuestro
consuelo, esperar a Dios, mantener deseos santos para con Él en los momentos más oscuros y más
desalentadores. Nuestros problemas no deben alejarnos de Dios; y en la noche más oscura y más
larga de la aflicción, debemos desearlo a Él con nuestra alma; esto debemos esperar y rogarle en
oración. Nada hacemos de nuestra religión, cualquiera sea nuestra profesión, si de ella no hacemos
trabajo de corazón. Aunque lleguemos muy temprano siempre hallaremos a Dios listo para
recibirnos. La intención de las aflicciones es enseñar rectitud; bendito es el hombre a quien así
enseñe el Señor. Pero los pecadores andan en sentido contrario. Irán por sus malos caminos, porque
no quieren considerar quién es Dios, cuyas leyes ellos persisten en despreciar. Los escarnecedores y
los seguros sentirán dentro de poco tiempo lo que ahora no creen, que horrenda cosa es caer en las
manos del Dios vivo. No ven el mal del pecado, pero verán. Oh, que abandonen sus pecados y se
vuelvan al Señor para que tenga misericordia de ellos.
Vv. 12—19. Toda criatura, todo asunto, toda forma que sea de servicio para nuestro consuelo, es
Dios quien hace que así sea. Él hace a nuestro favor esa obra que parecía contra nosotros. Habían
sido esclavos del pecado y de Satanás pero, por la gracia divina, se les enseñó a buscar ser liberados
de todos los amos anteriores. La causa que se opone a Dios y a su reino se hundirá al final.
Obsérvese nuestra necesidad de aflicciones. Antes, la oración era gota a gota; ahora, la derraman,
ahora viene como agua desde una fuente. Las aflicciones nos llevan a la oración secreta. —
Considerad a Cristo como quien habla a su Iglesia. Su resurrección de los muertos es una primicia
de toda la liberación anunciada. El poder de su gracia, como el rocío o la lluvia, que hace revivir la
hierba que parecía muerta, levantará a su iglesia desde su estado más bajo, pero aquí podemos
referirnos a la resurrección de los muertos, especialmente de los unidos a Cristo.
Vv. 20, 21. Cuando amenazan los peligros es bueno retirarse y esconderse; cuando nos
encomendamos a Dios para que nos esconda, nos ocultará bajo el cielo o en el cielo. Así, pues,
estaremos a salvo y felices en medio de las tribulaciones. No es sino por corto tiempo, como si fuera
por un momentito; cuando termine, parecerá como nada. El lugar de Dios es el trono de la gracia; le
complace estar allí. Sale de su lugar cuando castiga, porque no se complace en la muerte de los
pecadores. Pero difícilmente haya otra verdad que se repita con más frecuencia en la Escritura que
el propósito determinado de Dios de castigar a los hacedores de iniquidad. Mantengámonos cerca
del Señor y apartados del mundo; busquemos consuelo en la oración secreta. El día de venganza
viene al mundo, y mientras debemos tener la expectativa de tribulación y sufrimiento. Pero, porque
el cristiano espera estas cosas, ¿se inquietará y desfallecerá? No, que repose en su Dios. El creyente
está a salvo permaneciendo en Él, y esperamos con paciencia el cumplimiento de las promesas de
Dios.
CAPÍTULO XXVII
Versículos 1—5. El cuidado de Dios por su pueblo. 6—13. Una promesa de volver a ser llamados
al favor divino.
Vv. 1—5. El Señor Jesús con su espada poderosa, la virtud de su muerte, y la predicación de su
evangelio destruye y destruirá al que tenía el poder de la muerte, esto es, al diablo, la serpiente
antigua. —El mundo es un desierto estéril y sin valor, pero la Iglesia es una viña, un lugar que
cuenta con gran cuidado y de la cual se recolectan frutos preciosos. Dios la cuidará en la noche de la
aflicción y la persecución, y en el día de la paz y la prosperidad, cuyas tentaciones no son menos
peligrosas. Dios cuida también la fertilidad de esta viña. Necesitamos el riego continuo de la gracia
divina; si en algún momento se suspende, nos marchitamos y somos nada. Aunque a veces Dios
contiende con su pueblo, espera en su gracia ser reconciliado con Él. Verdad es que cuando halla
cardos y espinos en lugar de vides, y dispuestos en su contra, los aplastará y quemará. Aquí hay un
resumen de la doctrina del evangelio con la cual tiene que regarse la Iglesia a cada momento. Desde
que el pecado entró por primera vez, de parte de Dios ha habido una lucha justa, pero muy injusta
de parte del hombre. —Aquí se extiende una invitación de gracia. La misericordia que perdona es
llamada poder de nuestro Señor; aferrémonos de eso. Cristo crucificado es poder de Dios. Por fe
viva aferrémonos de su poder que es fortaleza para el necesitado, creyendo que no hay otro nombre
por el cual podamos ser salvos, como hombre que se hunde y se agarra de una rama, una cuerda o
plancha, que estén a su alcance. Esta es la única manera segura, de ser salvo. Dios está dispuesto a
ser reconciliado con nosotros.
Vv. 6—13. En los días del evangelio, los últimos días, la Iglesia del evangelio será más
firmemente establecida que la Iglesia judía, y se extenderá más lejos. Que nuestras almas estén
continuamente regadas y resguardadas, que podamos abundar en los frutos del Espíritu, en toda
bondad, justicia y verdad. —Los judíos aún son mantenidos como pueblo separado y numeroso; no
han sido desarraigados como los que los mataron. El estado de esa nación, a través de tantas edades,
constituye prueba cierta del origen divino de las Escrituras; y los judíos viven entre nosotros,
advertencia continua contra el pecado. Pero aunque los vientos sean tan recios, tan fuertes, Dios
puede decirles: Paz, estén tranquilos. Y aunque Dios aflija a su pueblo, hará que sus aflicciones
obren para el bien de sus almas. —Conforme a esta promesa, desde el cautiverio en Babilonia,
ningún pueblo ha demostrado tal odio a los ídolos y a la idolatría como los judíos. Y el designio de
la aflicción para todo el pueblo de Dios, es apartarlos del pecado. La aflicción nos ha hecho bien,
cuando nos mantenemos distanciados de las ocasiones de pecar, y nos cuidamos para no ser
tentados. —Jerusalén ha sido defendida por gracia y protección divina pero cuando Dios se retiró,
ella fue dejada como desierto. Esto ha pasado horrorosamente. Y esta es una figura del estado
deplorable de la viña, la Iglesia, cuando da uvas silvestres. Los pecadores se jactan de que no serán
tratados severamente porque Dios es misericordioso y su Hacedor. Vemos cuán débiles son estos
argumentos. Los versículos 12 y 13 parecen anunciar la restauración de los judíos después del
cautiverio en Babilonia, y su recuperación de la dispersión presente. Esto es aún aplicable a la
predicación del evangelio, por el cual los pecadores son reunidos en la gracia de Dios; el evangelio
proclama el año agradable del Señor. Los reunidos por el sonido de la trompeta del evangelio, son
llevados a adorar a Dios, y sumados a la Iglesia; y la trompeta final reunirá a los santos.
CAPÍTULO XXVIII
Versículos 1—4. Las desolaciones de Samaria. 5—15. La prosperidad de Judá; con reprensión por
la pecaminosidad y la desobediencia. 16—22. Cristo es nombrado como el Fundamento firme
de todo creyentes. 23—29. Los tratos de Dios con su pueblo.
Vv. 1—4. Aquello de lo que los hombres están orgullosos, aunque sea tan egoísta, para ellos es
como una corona; pero el orgullo es el precursor de la destrucción. ¡Cuán neciamente actúan los
ebrios! Los que son vencidos por el vino son vencidos por Satanás; y no hay esclavitud mayor en el
mundo que el beber excesivo. La salud se arruina; los hombres son quebrantados en sus trabajo y en
su patrimonio, y sus familias son arruinadas. Sus almas peligran de ser deshechadas para siempre, y
todo simplemente por satisfacer una lujuria vil. En el pueblo que profesa a Dios, como Israel, es
peor que en cualquier otro. Él es justo al quitarles la abundancia de la que así abusan. La
abundancia de la que se enorgullecen no es sino una flor que se marchita; es como el fruto temprano
que es cortado y comido tan pronto como lo descubren.
Vv. 5—15. El profeta se vuelve en seguida a Judá, a la cual llama residuo de su pueblo.
Dichosos los que solo se glorían en el Señor de los ejércitos. De ahí que su pueblo tenga sabiduría y
fuerza para todo servicio y todo conflicto. Pero sólo en Cristo Jesús se comunica el santo Dios con
el pecador. Si los que enseñan están borrachos con vino o intoxicados con falsas doctrinas y
nociones acerca del reino y la salvación del Mesías, no sólo yerran ellos sino que descarrían a
multitudes. Todos los lugares donde esas personas han enseñado están llenos de errores. —Para
nuestra instrucción en las cosas de Dios es necesario que el mismo precepto y la misma línea se nos
repitan a menudo, para que podamos entenderlas mejor. —Dios, por Su palabra, nos llama a lo que
realmente es para nuestro provecho; el servicio de Dios es el único reposo verdadero para los
cansados de servir al pecado y no hay descanso sino bajo el ligero yugo del Señor Jesús. Todo esto
tuvo poco efecto en el pueblo. Los que no entiendan lo que es claro, antes se burlan y lo desprecian
por vil y fútil, serán justamente castigados. —Si estamos en paz con Dios, hemos hecho
efectivamente un pacto con la muerte; cuando venga no puede hacernos ningún daño real si somos
de Cristo. Pero es absurdo pensar en hacer de la muerte nuestra amiga mientras por el pecado
estamos haciendo de Dios nuestro enemigo. ¿No convierten en mentira su refugio los que confían
en su justicia propia o en un arrepentimiento en el lecho de muerte, que es una resolución de no
pecar más cuando ya no está en su poder hacerlo?
Vv. 16—22. Aquí hay una promesa de Cristo como único fundamento para la esperanza de
escapar de la ira venidera. Este fundamento fue echado en Sion, en los consejos eternos de Dios.
Este fundamento es una roca firme y capaz de sostener su Iglesia. Es piedra probada piedra
escogida, aprobada por Dios, y nunca falló a quien la probara. Una piedra angular, que une a todo
el edificio, y sostiene todo el peso; preciosa a ojos del Señor, y de todo creyente; un fundamento
seguro sobre el cual edificar. En cualquier época o nación el que cree este testimonio y pone todas
sus esperanzas, y su alma que nunca muere, sobre este fundamento, no será confundido. El efecto
justo de la fe en Cristo es acallar y calmar el alma hasta que los sucesos sean ordenados en el
tiempo por quien tiene todos los tiempos y poder en su mano. La protección en que los hombres
confíen para justificación, que no sea la justicia de Cristo; o para sabiduría, fuerza y santidad, que
no sea la influencia del Espíritu Santo; o para felicidad que no sea el favor de Dios, la protección en
que pensaron ampararse resultará insuficiente para responder esa intención. Los que descansan en
una justicia propia se habrán engañado a sí mismos: la cama es demasiado corta, las tapas son
demasiado estrechas. Dios será glorificado en el cumplimiento de sus consejos. Si los que profesan
ser miembros de la Iglesia de Dios se hacen como filisteos y cananeos, deben esperar ser tratados
como tales. Entonces, no osen ridiculizar las reprensiones de la palabra de Dios o los anuncios de
juicios.
Vv. 23—29. El agricultor se aplica a su tarea con dolores y prudencia en todas sus obras,
conforme a la naturaleza de ellas. Así el Señor, que ha dado esta sabiduría a los hombres, es
maravilloso en consejo y excelente en su obrar. Como lo requiere la ocasión amenaza, corrige,
salva, muestra misericordia o ejecuta venganza. Las aflicciones son los instrumentos trilladores de
Dios para soltarnos del mundo, para separar entre nosotros y nuestra cizaña, y prepararnos para ser
usados. Dios las hará proporcionales a nuestra fuerza; no serán más pesadas de lo necesario.
Cuando su fin sea logrado, cesarán las pruebas y los sufrimientos de su pueblo; su trigo será reunido
en el granero, pero la paja será quemada con fuego que no se apaga.
CAPÍTULO XXIX
Versículos 1—8. Juicios de Jerusalén y sus enemigos. 9—16. La insensatez e hipocresía de los
judíos. 17—24. La conversión de los gentiles y las bendiciones futuras para los judíos.
Vv. 1—8. Ariel puede representar el altar de los holocaustos. Que Jerusalén sepa que los servicios
religiosos externos no liberarán de los juicios a los hombres. Los hipócritas nunca pueden agradar a
Dios ni hacer su paz con Él. A menudo y por mucho tiempo, Dios, por una hueste de ángeles, había
acampado alrededor de Jerusalén para protección y liberación, pero ahora peleaba contra ella. La
mirada orgullosa y el lenguaje soberbio será derribado por providencias humillantes. —Se anuncia
la destrucción de los enemigos de Jerusalén. El ejército de Senaquerib fue como un sueño; y, así
caerán las multitudes que en épocas sucesivas pelean contra el altar y la adoración de Dios. Los
pecadores despertarán bruscamente de sus sueños tranquilizadores en los tormentos del infierno.
Vv. 9—16. La seguridad de los pecadores en los caminos pecaminosos es causa de lamentación
y asombro. Los hombres doctos, a través del prejuicio, dicen que eran oscuras las profecías divinas;
y los pobres se excusaron con su falta de educación. La Biblia es un libro sellado para todo hombre,
culto o inculto, hasta que empieza a estudiarla con un corazón sencillo y un espíritu que pueda ser
enseñado, que de ella puede aprender la verdad y la voluntad de Dios. Adorar a Dios es acercarse a
Él. Si el corazón está lleno de su amor y su temor, de su abundancia hablará la boca, pero hay
muchos cuya religión es sólo de los labios hacia afuera. Cuando pretenden hablarle a Dios están
pensando en mil cosas necias. Adoran al Dios de Israel conforme a sus propias ideas. Las multitudes
son sólo formales al adorar. La religión de ellos es sólo para cumplir con la costumbre y servir sus
propios intereses. Pero el deambular de la mente y los defectos de la devoción, que son la carga del
creyente, son muy diferentes del retiro del corazón de Dios, tan severamente culpado. Se engañan
los que hacen de la religión nada más que una pretensión para servir un turno. Los que pelean con
Dios como los que piensan que se ocultan de Él, efectivamente lo acusan de necedad, pero toda su
conducta perversa será eliminada por completo.
Vv. 17—24. Aquí se anuncia el maravilloso cambio que puede referirse a los asuntos de Judá,
aunque mira más allá. Cuando se hizo una gran cosecha de almas para Cristo entre los gentiles,
entonces el desierto fue convertido en un campo fértil; y la Iglesia judía, que había sido campo fértil
por mucho tiempo, se volvió como bosque desolado. Los que pueden regocijarse verdaderamente
en Dios cuando tienen problemas, pronto tendrán motivo para regocijarse grandemente en Él. La
gracia de la mansedumbre contribuye al aumento de nuestro santo gozo. —Los enemigos que eran
poderosos se volverán viles y débiles. Para completar el reposo del pueblo de Dios, serán cortados
por juicio los burladores de entre ellos. Todos son buenos para hablar insensatamente y para
entender mal lo que oyen, pero es muy injusto hacer ofensor a un hombre por una palabra. —Ellos
hicieron todo lo que pudieron para meter en problemas a quienes les hablaron de sus faltas. Pero
Aquel que redimió a Abraham de sus lazos y problemas, redimirá de sus lazos y tribulaciones a los
que por fe son su simiente verdadera. Será el consuelo más grande para los padres santos ver a sus
hijos como criaturas renovadas por obra de la gracia de Dios. Que los que ahora yerran en espíritu y
murmuran contra la verdad, lleguen a entender, y a aprender la doctrina verdadera. El Espíritu de
verdad enderezará sus errores y los guiará a toda verdad. —Esto debiera animarnos para orar por
quienes han errado y están engañados. Todos los que murmuraron las verdades de Dios, por dichos
difíciles, aprenderán y se darán cuenta de que Dios lo designó todo. Véase el cambio que la religión
produce en los corazones de los hombres y la paz y el placer de un espíritu devoto y humilde.
CAPÍTULO XXX
Versículos 1—7. Los judíos reprobados por buscar la ayuda de Egipto. 8—18. Los juicios
consecuentes a su desprecio de la palabra de Dios. 19—26. Las misericordias de Dios para su
iglesia. 27—33. La ruina del ejército asirio y de todos los enemigos de Dios.
Vv. 1—7. A menudo fue falta y necedad de los judíos que buscaran socorro de otros cuando estaban
atribulados por sus vecinos, en lugar de acudir a Dios. Tampoco podemos nosotros evitar las
espantosas consecuencias de agregar pecado al pecado, sino refugiándonos en la justicia de Cristo, y
buscando la santificación del Espíritu Santo. Siempre los hombres tienden a apoyarse en su propio
entendimiento, pero esto terminará en vergüenza y desgracia para ellos. No confiaban en Dios.
Pasaron muchos trabajos para ganarse a los egipcios. Las riquezas así gastadas resultaron ser una
pérdida. Véase los peligros que corren los hombres que abandonan a Dios para seguir su confianza
carnal. El Creador es la Roca de los siglos, la criatura es una vara rota; no podemos esperar muy
poco del hombre ni demasiado de Dios. —Nuestra fuerza es quedarnos quietos, dependiendo
humildemente de Dios y de su bondad y en silencioso sometimiento a su voluntad.
Vv. 8—18. En ese tiempo los judíos eran el único pueblo que profesaba a Dios en el mundo,
pero de ellos muchos eran rebeldes. Tenían la luz, pero más bien amaban las tinieblas. Los profetas
los refrenaban en sus propósitos pecaminosos para que no procedieran sin temor; esto lo tomaban
mal, pero los ministros fieles no se apartan de su tarea de despertar a los pecadores. Dios es el Santo
de Israel y así ellos lo hallarán. No les gustaba oír sus santos mandamientos y acerca del odio de
Dios al pecado; deseaban que no les recordaran esas cosas. Pero como despreciaron la palabra de
Dios, sus pecados sabotearon su seguridad. Su estado iba a quedar reducido a pedazos como vasija
de alfarero. —Devolvámonos de nuestros malos caminos y volvamos a la senda del deber; esa es la
manera de ser salvado. Si deseamos ser fortalecidos debe ser en quietud y confianza, manteniendo
la paz de nuestra mente y confiando en Dios. —Se creen más sabios que Dios, pero el proyecto por
el cual pensaron salvarse ellos mismos, fue su ruina. Sólo aquí y allá escapará uno para advertencia
de los demás. Si los hombres no se arrepienten, se vuelven a Dios y buscan la felicidad en su favor
y servicio, sus deseos sólo apresurarán su ruina. Quienes ponen su confianza sólo en Dios, recibirán
consuelo. Dios siempre espera para dar gracia a todos los que van a Él por fe en Cristo, y dichosos
por que esperan en Él.
Vv. 19—26. El pueblo de Dios pronto llegará al Sion de arriba y, entonces, no llorarán más por
siempre. Aun ahora tendrían más consuelo y santidad, si fueran más constantes para orar. —La
extrema escasez de pan no es un juicio tan grande como la extrema escasez de la palabra de Dios.
Hay errores a diestra y siniestra; el tentador está ocupado en seducirnos para desviarnos. Es una
dicha si somos corregidos por los consejos de un ministro o amigo fiel, o por los frenos de la
conciencia y la obra de Dios Espíritu Santo, para que no dudemos y no se nos permita
equivocarnos. —Serán curados de su idolatría. El pecado se hace muy odioso para todos los
verdaderamente arrepentidos. Esto lo muestra diariamente la conversión de almas al temor y amor
de Dios por el poder de la gracia divina. Los abundantes medios de la gracia, con la influencia del
Espíritu Santo, serán extendidos a lugares donde no existen. Su efecto debiera ser consuelo y gozo
para el pueblo de Dios. La luz, esto es, el conocimiento, aumentará. Es la luz que el evangelio trajo
al mundo y proclama sanidad para el corazón quebrantado.
Vv. 27—33. Dios nos refrena y limita cuando hacemos el mal. Con una palabra guía a su pueblo
por el camino recto, pero con freno de caballo vuelve a sus enemigos sobre su propia ruina. Aquí, al
amenazar con destruir el ejército de Senaquerib, el profeta apunta a la destrucción final y eterna de
todos los pecadores no arrepentidos. Tofet era un valle cercano a Jerusalén, donde continuamente
ardían fogatas para destruir cosas nocivas y ofensivas, y ahí los judíos idólatras pasaban por fuego
para Moloc a sus hijos. Esto denota la certidumbre de la destrucción como horroroso símbolo del
lugar de tormento en el otro mundo. Ningún opresor escapará de la ira divina. Entonces, los
pecadores huyan a Cristo procurando ser reconciliados con Él, para que sean salvos y estén felices
cuando la destrucción del Todopoderoso barra con todos los hacedores de iniquidad.
CAPÍTULO XXXI
Versículos 1—5. El pecado y la necedad de buscar ayuda de Egipto. 6—9. El cuidado de Dios por
Jerusalén.
Vv. 1—5. Dios se opone a la ayuda conseguida de los hacedores de iniquidad. Los pecadores
pueden convencerse de necedad por las verdades clara y evidentes, que no pueden negar, pero que
no quieren creer. No hay escapatoria de los juicios de Dios; y el mal persigue a los pecadores. —
Jehová de los ejércitos descenderá a pelear a favor del Monte Sion. El León de la tribu de Judá
aparecerá para defender a su Iglesia. Como las aves revolotean sobre sus polluelos para protegerlos,
con esa compasión y afecto Jehová de los ejércitos defenderá a Jerusalén. La defenderá para
garantizar su seguridad.
Vv. 6—9. Han sido hijos descarriados, pero hijos, al fin; vuelvan y su descarrío será sanado,
aunque se hayan hundido profundamente en la miseria y no puedan recuperarse fácilmente. Muchos
se hacen un ídolo con su plata y su oro, y por amor a ellos son arrastrados lejos de Dios; pero los
que se vuelven a Dios estarán preparados para separarse de aquello. —Entonces, cuando hayan
desechado sus ídolos, caerá el asirio por la espada de un ángel, que golpea con más fuerza que
hombre fuerte, pero más secretamente que el hombre vil. Dios puede hacer temblar el corazón más
recio. Pero si mantenemos el fuego del amor y la devoción santa en nuestro corazón y en nuestra
familia, podemos depender de Dios para nuestra protección y la de ellos.
CAPÍTULO XXXII
Versículos 1—8. Tiempos de paz y dicha. 9—20. Intervalo de problemas pero al final hay consuelo
y bendiciones.
Vv. 1—8. Aquí evidentemente se alude a Cristo, nuestro justo Rey, y sus discípulos verdaderos. La
consolación y la gracia de su Espíritu son como ríos de agua en tierra seca; y como un gran peñasco
en el desierto permite sombra y amparo refrescante para el viajero cansado, así su poder, verdad y
amor dan al creyente la única protección y refrescamiento real en la agotadora tierra por la cual
viaja al cielo. Cristo soportó la tormenta para mantenerla lejos de nosotros. A Él huya el pecador
tembloroso en pos de refugio; porque sólo Él puede protegernos y renovarnos en toda prueba. —
Véase que dolores tienen los pecadores en el pecado; ellos se esfuerzan en ello, sus corazones
tienen en ellos su propósito, y con malas artes obran iniquidad; pero nuestro consuelo es que no
pueden hacer más mal que el que Dios permite. —Busquemos tener nuestros corazones más
liberados del egoísmo. El alma generosa concibe cosas generosas en cuanto a Dios y desea que le
otorgue sabiduría y prudencia, el consuelo de su presencia, la influencia de su Espíritu, y a su
debido momento, el goce de su gloria.
Vv. 9—20. Cuando hay mucha provocación contra el santo Dios, pueden esperarse malas
épocas. ¡Sí, cuántos negligentes hay que sostienen sus gustos con vergonzosa mezquindad!
Merecemos ser privados del sustento de la vida cuando lo convertimos en alimento de lujurias. Que
los tales tiemblen y se angustien. —El derramamiento del Espíritu de lo alto traerá benditos
momentos; entonces, y no antes, habrá buenos tiempos. El presente estado de los judíos continuará
hasta que haya un derramamiento más abundante del Espíritu de lo alto. La paz y la quietud se
hallan en el camino y la obra de la justicia. La satisfacción verdadera se tiene sólo en la religión
verdadera. La santidad real es la felicidad verdadera ahora, y será felicidad perfecta, esto es,
santidad perfecta para siempre. La buena simiente de la palabra será sembrada en todas partes y será
regada por la gracia divina; y los trabajadores laboriosos y pacientes serán puestos bajo la cuidadosa
administración de Dios.
CAPÍTULO XXXIII
Versículos 1—14. Los juicios de Dios contra los enemigos de su Iglesia. 15—24. La felicidad de su
pueblo.
Vv. 1—14. Aquí tenemos al destructor soberbio y falso justamente tenido en cuenta por todo su
fraude y violencia. El Dios justo suele pagar a los pecadores con su propia moneda. —Los que por
fe esperan humildemente en Dios, hallarán que los trata con gracia; como el día, así será la fuerza.
Si Dios nos deja solos cualquier mañana, somos deshechos; cada mañana debemos encomendarnos
a Él y seguir adelante en su poder para hacer la obra del día. —Cuando Dios se levanta se dispersan
sus enemigos. La sabiduría y el conocimiento verdadero guían a la fuerza de la salvación que nos
hace constantes en los caminos de Dios; y la piedad verdadera es el único tesoro que nunca puede
ser saqueado o gastado. —Se describe la angustia que Jerusalén se estaba acarreando. El tiempo de
Dios para comparecer en favor de su pueblo es cuando fallan todas las demás ayudas. Todos los que
oigan lo que Dios ha hecho, reconozcan que todo lo puede hacer. Los pecadores de Sion tendrán
mucho por qué responder, más que los demás pecadores. Los que se rebelan contra los
mandamientos de la palabra no pueden hallar su consuelo en los momentos de necesidad. —Su ira
quemará eternamente a los que se hacen pasto para ella. Es un fuego que nunca será sofocado ni se
extinguirá; es la ira del Dios eterno que hace presa en la conciencia del alma que nunca muere.
Vv. 15—24. El creyente verdadero vela contra todas las ocasiones de pecado. El poder divino lo
mantiene a salvo y su fe en ese poder lo conserva en paz. Nada necesario le falta. Toda bendición de
salvación la da gratuitamente a todos los que piden con oración humilde y en fe; y el creyente está a
salvo en el tiempo y por la eternidad. Los que andan rectamente no sólo recibirán pan regalado y
tendrán asegurada el agua; por fe, verán al Rey de reyes en su belleza, la belleza de la santidad. El
recuerdo del terror en que estuvieron será agregado al placer de su liberación. Deseable es estar
quietos en nuestras casas, pero mucho más es estar tranquilos en la casa de Dios; en toda época
Cristo tendrá una simiente que le sirva. —Jerusalén no tenía un río que la surcara, pero la presencia
y el poder de Dios compensan todas las necesidades. Tenemos todo en Dios, todo lo que
necesitamos o podemos necesitar. Por fe tomamos a Cristo como nuestro Príncipe y Salvador; Él
reina sobre su pueblo redimido. Todos los que rehusen a tenerlo a Él reinando sobre ellos, hacen
zozobrar su alma. —La enfermedad la quita por misericordia, cuando el fruto de ella es quitar el
pecado. Si se quita la iniquidad, tenemos poca razón para quejarnos de la aflicción externa. Este
último versículo guía nuestros pensamientos, no sólo al estado más glorioso de la Iglesia del
evangelio en la tierra, sino al cielo donde no pueden entrar la enfermedad ni la aflicción. El que

borra nuestras transgresiones sanará nuestras almas.