DANIEL

DANIEL
Daniel fue de noble cuna, si es que no era de la familia real de Judá. En su juventud fue llevado
al cautiverio en Babilonia, en el cuarto año del reinado de Joaquín, 606 a. C. Allá le enseñaron la
ciencia de los caldeos, y tuvo altos cargos en el imperio babilónico y en el persa. Fue perseguido
por su religión, pero fue milagrosamente librado, y vivió hasta edad avanzada, y debe de haber
tenido alrededor de noventa y cuatro años en la época de la última de sus visiones. El libro de
Daniel es en parte histórico, porque narra varias circunstancias acaecidas a él y a los judíos en
Babilonia, pero es principalmente profético detallando visiones y profecías que anuncian muchos
sucesos importantes referidos a los cuatro grandes imperios del mundo, a la venida y la muerte del
Mesías, a la restauración de los judíos y a la conversión de los gentiles. Aunque hay considerables
dificultades para explicar el significado profético de algunos pasajes de este libro, siempre hallamos
aliento para la fe y la esperanza, ejemplos dignos de imitar y algo para dirigir nuestros
pensamientos a Cristo Jesús en la cruz y en su trono glorioso.
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CAPÍTULO I
Versículos 1—7. El cautiverio de Daniel y sus compañeros. 8—16. Su negativa a comer la ración
del rey. 17—21. Su mejoría en sabiduría.
Vv. 1—7. En el primer año de su reinado, Nabucodonosor, rey de Babilonia, tomó Jerusalén y se
llevó consigo a quien quiso y lo que quiso. Es desde este primer cautiverio que la mayoría piensa
deben contarse setenta años. Interesa a los príncipes emplear a hombres sabios; es sabio buscar y
preparar a tales personas. Nabucodonosor ordena que se enseñe a los jóvenes elegidos. Todos los
nombres hebreos tenían algo de Dios en ellos, pero para hacerlos olvidar al Dios de sus padres,
Guía de su juventud, los paganos les dieron nombres con sabor a idolatría. Penoso es reflexionar
cuán a menudo la educación pública tiende a corromper los principios y la moral.
Vv. 8—16. El interés que pensamos que hemos tenido de nosotros mismos debemos reconocerlo
como dádiva de Dios. —Daniel era aún firme en su religión. Siguió aferrado al espíritu de un
israelita sin importar el nombre que le dieron. Estos jóvenes sintieron escrúpulos acerca de la
comida, no fuera a ser pecaminosa. Cuando el pueblo de Dios está en Babilonia, debe tener especial
cuidado de no participar en sus pecados. Es digno de elogio que la juventud no codicie ni busque
los deleites de los sentidos. Los que desean destacarse en sabiduría y piedad, deben aprender a
someter el cuerpo. Daniel evitó corromperse con el pecado; nosotros debemos temer más eso que
cualquier otro problema externo. Más fácil es mantener la tentación a distancia que resistir cuando
está cerca. No podemos aprovechar mejor lo que nos beneficia, que usarlo para alejarnos de pecar.
—La gente no creerá en la ventaja de evitar los excesos y de llevar una dieta austera, ni lo aportan a
la salud del cuerpo si no lo intentan. La temperancia consciente siempre hará más que la
indulgencia pecaminosa por el bienestar en esta vida.
Vv. 17—21. Daniel y sus compañeros se mantuvieron en la fe, y Dios los premió con eminencia
en el aprendizaje. Los jóvenes piadosos deben esforzarse por hacer mejor que sus semejantes en las
cosas útiles; no por recibir alabanza del hombre, sino para la honra del evangelio, y para que sean
reconocidos por ser útiles. Bueno es para un país, y para el honor de un príncipe, cuando puede
juzgar quiénes están mejor equipados para servirle, y los prefiere sobre esa base. Que los jóvenes
presten una sólida atención a este capítulo; que todos recuerden que Dios honra a los que le honran,
pero los que lo desprecian serán estimados en poco.
CAPÍTULO II
Versículos 1—13. El sueño de Nabucodonosor. 14—23. Revelado a Daniel. 24—30. Recibido por
el rey. 31—45. El sueño y la interpretación. 46—49. Honores para Daniel y sus amigos.
Vv. 1—13. Los hombres más grandes son los más expuestos a las preocupaciones y trastornos de la
mente, que perturban su reposo nocturno, mientras el sueño del hombre que trabaja es dulce y
profundo. No conocemos la inquietud de muchos que viven con gran pompa y, según otros piensan
vanamente, con placer. El rey pidió a sus sabios que le dijeran el sueño mismo o todos iban a ser
ejecutados como engañadores. Los hombres están más ansiosos por preguntar sobre los hechos
futuros que por aprender el camino de la salvación o la senda del deber; pero el conocimiento
anticipado de los sucesos aumenta la ansiedad y el trastorno. Los que engañaban, pretendiendo
hacer lo que no podían, fueron sentenciados a muerte por no poder hacer lo que pretendían.
Vv. 14—23. Daniel oró humildemente que Dios le revelara el sueño del rey y su significado.
Los amigos que oran son amigos valiosos; y bien le corresponde a los hombres más grandes y
mejores desear las oraciones de los demás. Mostremos que valoramos a nuestros amigos y sus
oraciones. —Oraban en forma específica. Lo que pidamos en oración, sólo podemos esperarlo como
dádiva de la gracia de Dios. En la oración Él nos permite decir nuestras necesidades y nuestras
cargas. Su ruego a Dios era el peligro en que estaban. —La misericordia por la que oraban Daniel y
sus amigos fue concedida. La oración eficaz del justo puede mucho. Daniel estaba agradecido de
Dios por hacerle saber lo que le salvó la vida y la de sus amigos. ¡Cuánto más debemos estar
agradecidos a Dios por dar a conocer la grandiosa salvación del alma a los que no están entre los
sabios y prudentes del mundo!
Vv. 24—30. Daniel hace cambiar la opinión del rey sobre sus magos y adivinos. La
insuficiencia de las criaturas debe llevarnos a la absoluta suficiencia del Creador. Hay uno que
puede hacer por nosotros, y darnos a conocer a nosotros, lo que nadie en la tierra puede,
específicamente, la obra de redención y los designios secretos del amor de Dios a nuestro favor que
hay en ella. —Daniel confirmó al rey su opinión de que el sueño era de gran consecuencia con
referencia a los asuntos y cambios de este mundo inferior. —Que aquellos a quienes Dios ha
favorecido y honrado grandemente, dejen de lado toda opinión de su propia sabiduría y valor, para
que solo el Señor sea alabado por el bien que ellos tienen y hacen.
Vv. 31—45. La imagen representaba a los reinos de la tierra que iban a dominar sucesivamente
a todas las naciones y que influirían en los asuntos de la iglesia judía. —1. La cabeza de oro
representaba al imperio caldeo, entonces en existencia. —2. El pecho y los brazos de plata
significaban al imperio medopersa. —3. El vientre y muslos de bronce significaban al imperio
griego, fundado por Alejandro el grande. —4. Las piernas y pies de hierro representaban al imperio
romano. Este se dividió en diez reinos, como los dedos de estos pies. Algunos eran débiles como
barro, otros fuertes como hierro. Siempre se ha hecho esfuerzos para unirlos, para fortalecer el
imperio, pero en vano. —La piedra cortada sin manos humanas, representaba el reino de nuestro
Señor Jesucristo que debiera establecerse sobre los reinos del mundo, sobre las ruinas del reino de
Satanás en ellos. Esa era la Piedra que los edificadores desecharon, porque no fue cortada por sus
manos, pero que ha llegado a ser la piedra principal del ángulo. Lo dilatado del imperio de Cristo y
la paz no tendrán limite. El Señor reinará no sólo al final del tiempo, sino cuando el tiempo y los
días ya no se cuenten. Los hechos han ocurrido, el cumplimiento de esta visión profética ha sido
sumamente exacto e innegable; las eras futuras presenciarán que esta Piedra destruye la imagen, y
llena toda la tierra.
Vv. 46—49. Asunto nuestro es dirigir la atención al Señor, como Autor y Dador de toda buena
dádiva. Muchos tienen pensamientos del poder y majestad divino, pero no piensan en servir ellos a
Dios. Pero todos deben esforzarse para que Dios sea glorificado y se promuevan los mejores
intereses de la humanidad.
CAPÍTULO III
Versículos 1—7. La imagen de oro de Nabucodonosor. 8—18. Sadrac y sus compañeros rehúsan
adorarla. 19—27. Son echados a un horno, pero son preservados milagrosamente. 28—30.
Nabucodonosor da la gloria a Jehová.
Vv. 1—7. Probablemente la altura de la imagen, unos veintisiete metros, incluía un pedestal y, muy
probablemente, solo estaba recamada con placas de oro, no siendo una masa sólida de ese metal
precioso. —El orgullo y el fanatismo hacen que los hombres exijan que sus súbditos sigan su
religión, buena o mala, y pocos se niegan cuando el interés mundano y el castigo abruman. Esto es
fácil para el indolente, el sensual y el infiel, que constituyen la gran mayoría, y muchos irán por
esos caminos. Nada es tan malo, que el mundo negligente no deje atraer por un concierto de música
en vez de ser echado en un horno ardiente. La adoración falsa se ha establecido y se mantiene con
tales métodos.
Vv. 8—18. La devoción verdadera calma, aquieta y ablanda al espíritu, pero la superstición y la
devoción hacia dioses falsos inflama las pasiones de los hombres. Hay poca alternativa: conviértete
o arde. Los soberbios todavía están dispuestos a decir como Nabucodonosor: ¿Quién es Jehová que
yo deba temer su poder? Sadrac, Mesac y Abed-nego no vacilaron si debían obedecer o no. La
consideración no era la vida o la muerte. Quienes eviten el pecado no deben parlamentar con la
tentación cuando es abiertamente malo lo que nos seduce o atemoriza. No hay que detenerse a
pensarlo, sino que, como hizo Cristo, decid: ¡Vete de mí, Satanás! —Ellos no pensaron una
respuesta evasiva cuando se requirió una respuesta directa. Los que ponen su principal interés en su
deber no deben angustiarse ni temer. Los siervos fieles de Dios saben que es poderoso para
controlar y dominar a todas las potestades armadas contra ellos. Señor, si quieres, puedes. Si Él está
por nosotros, no tenemos que temer lo que pueda hacernos el hombre. Dios nos librará, sea de la
muerte o por medio de la muerte. —Ellos deben obedecer a Dios y no al hombre; más bien deben
sufrir que pecar; y no deben hacer el mal para que venga el bien. Por tanto, ninguna de estas cosas
los conmovió. Salvarlos de cometer pecado fue un milagro tan grande en el reino de la gracia, como
sacarlos sanos y salvos del horno ardiendo lo fue en el reino de la naturaleza. El temor al hombre y
el amor al mundo, especialmente la falta de fe, hacen que los hombres se rindan a la tentación,
mientras una firme convicción de la verdad los librará de negar a Cristo o de avergonzarse de Él.
Tenemos que ser mansos para responder, pero debemos ser decididos para obedecer a Dios antes
que al hombre.
Vv. 19—27. Que Nabucodonosor caliente su horno tan fuerte como pueda, que unos pocos
minutos terminarán el tormento de los que fueron arrojados dentro, pero el fuego del infierno
tortura y no mata. Los que adoraron la bestia y su imagen, no tienen descanso, pausa ni momento
libre de su dolor, Apocalipsis xiv, 10, 11. —Esta gran promesa se cumplía ahora al pie de la letra,
Isaías xliii, 2: Cuando pases por el fuego no te quemarás. Dejando el sacarlos a ese Dios que los
preservó en el fuego, caminaban de aquí para allá en medio del fuego, sostenidos y animados por la
presencia del Hijo de Dios. Los que sufren por Cristo tienen su presencia en sus sufrimientos aun en
el horno ardiendo, y en el valle de sombra de muerte. —Nabucodonosor los reconoce como siervos
del Dios Altísimo; un Dios capaz de librarlos de su mano. Nuestro Dios es el único fuego
consumidor, Hebreos xii, 29. Si tan sólo pudiéramos mirar en el mundo eterno, veríamos al creyente
perseguido a salvo de la maldad de sus enemigos, mientras que éstos están expuestos a la ira de
Dios y atormentados en el fuego que nunca se apaga.
Vv. 28—30. Lo que Dios hizo por estos siervos ayudó a mantener a los judíos en su religión
mientras estuvieron en el cautiverio, y a curarlos de la idolatría. El milagro produjo convicción
profunda en Nabucodonosor. Pero no hubo cambio permanente en su conducta. —El que preservó a
estos judíos piadosos en el horno ardiendo es capaz de sostenernos en la hora de la tentación y de
impedir que caigamos en pecado.
CAPÍTULO IV
Versículos 1—18. Nabucodonosor reconoce el poder de Jehová. 19—27. Daniel interpreta su
sueño. 28—37. Su cumplimiento.
Vv. 1—18. El comienzo y el final de este capítulo nos llevan a tener la esperanza de que
Nabucodonosor fuera un monumento al poder de la gracia divina, y de las riquezas de la
misericordia divina. Después de ser sanado de su locura, difundió ampliamente, y escribió para las
edades futuras, cómo Dios lo había justamente humillado y lo había restaurado por gracia. Cuando
el pecador vuelve en sí, buscará el bienestar de los demás dando a conocer la prodigiosa
misericordia de Dios. —Antes de relatar los juicios divinos contra él por su orgullo, Nabucodonosor
habló de las advertencias que tuvo en un sueño o visión. Se le explicó el significado. La persona
representada iba a ser despojada de toda honra y privada del uso de razón por siete años.
Ciertamente este es el más doloroso de todos los juicios temporales. Cualquiera sea la aflicción
externa que plazca a Dios ponernos, tenemos razón para soportarla pacientemente y estar
agradecidos que permita el uso sano de nuestra razón y ponga paz en nuestra conciencia. Pero si el
Señor considera adecuado impedir por tales medios que un pecador cometa múltiples delitos, o que
un creyente deshonre su nombre, aun la prevención más espantosa sería preferible a la mala
conducta. —Dios lo ha determinado, como Juez justo, y los ángeles en el cielo aplauden. No se trata
de que el gran Dios necesite el consejo o concurrencia de los ángeles, sino que denota la solemnidad
de esta sentencia. La demanda es por la palabra de los santos, el pueblo sufriente de Dios: cuando el
oprimido clama a Dios, Él oirá. Busquemos con diligencia las bendiciones que nunca nos pueden
ser quitadas y, guardémonos especialmente del orgullo y de olvidar a Dios.
Vv. 19—27. Daniel estaba impactado con asombro y terror ante un juicio tan duro que caía
sobre un príncipe tan grande, y aconseja con ternura y respeto. Necesario es, con arrepentimiento,
no sólo que cesemos de hacer el mal, sino que aprendamos a hacer el bien. Aunque no se evite
totalmente el juicio, sin embargo, puede retardar mucho la llegada del trastorno o abreviarlo cuando
llegue. Todos los que se arrepienten y se vuelven a Dios escaparán de la miseria eterna.
Vv. 28—33. El orgullo y el engaño de uno mismo son pecados que acosan a los grandes
hombres. Son buenos para darse la gloria que solamente es debida a Dios. Mientras la soberbia
estaba en la palabra del rey, vino la poderosa palabra de Dios. Desaparecieron su entendimiento y su
memoria y se quebrantaron todas las facultades del alma racional. ¡Cuán cuidadosos debemos ser de
no hacer nada que provoque a Dios a privarnos de nuestros sentidos! Dios resiste al orgulloso.
Nabucodonosor será más que hombre, pero Dios lo hace justicieramente menos que hombre.
Vv. 34—37. Podemos aprender a creer acerca de Dios que el Dios Altísimo vive por siempre y
su reino es como Él mismo: eterno y universal. Su poder admite resistencia. Cuando los hombres
son llevados a honrar a Dios, por la confesión de pecado y el reconocimiento de su soberanía,
entonces, y sólo entonces, pueden tener la expectativa de que Dios los honre; no sólo los restaurará
a la dignidad que perdieron por el pecado del primer Adán; les sumará la majestad excelente de la
justicia y gracia del Segundo Adán. Las aflicciones no durarán más de lo necesario para que hagan
la obra para la cual fueron enviadas. No puede haber duda razonable de que Nabucodonosor fue un
penitente verdadero y un creyente aceptado. Se piensa que no vivió más de un año después de su
restauración. Así, pues, el Señor sabe abatir a los que andan con soberbia, pero da gracia y consuelo
al pecador humilde que lo invoca con corazón quebrantado.
CAPÍTULO V
Versículos 1—9. La fiesta impía de Belsasar; la escritura en la pared. 10—17. Daniel es traído
para interpretarla. 18—31. Daniel anuncia al rey su destrucción.
Vv. 1—9. Belsasar desafió los juicios de Dios. La mayoría de los historiadores consideran que en
esa circunstancia Ciro sitió a Babilonia. La seguridad y la sensualidad son tristes pruebas de una
ruina inminente. La alegría que profana las cosas sagradas es indudablemente pecaminosa, ¡y
muchas de las canciones usadas en las fiestas modernas, no son mejores que las alabanzas cantadas
por los paganos a sus dioses! —Véase cómo Dios aterrorizó a Belsasar y a sus señores. La palabra
escrita de Dios es suficiente para asustar al pecador más orgulloso y atrevido. Lo que vemos de
Dios, la parte de la mano que escribe ante las criaturas, y en el libro de las Escrituras, debe llenarnos
de pensamientos reverentes respecto de lo que no vemos. ¿Si éste es el dedo de Dios, qué es su
brazo cuando se desnuda? ¿Y qué es Él? La conciencia culpable del rey le dijo que no tenía razón
para esperar buena nueva alguna desde el cielo. Dios puede, en un momento, hacer que tiemble el
corazón del pecador más recio; y solo se necesita soltar sus propios pensamientos sobre sí; le darán
bastantes problemas. Ningún dolor corporal puede igualar la agonía interior que a veces sobrecoge
al pecador en medio de alegrías, placeres carnales y pompa mundanal. —A veces, el terror hace que
el hombre huya a Cristo por perdón y paz; pero muchos de los que claman por miedo a la ira, no
están humillados por sus pecados, y solo buscan alivio en vanidades mentirosas. La ignorancia y la
incertidumbre de las Sagradas Escrituras, que muestran muchos que se dicen sabios, sólo tiende a
que los pecadores desesperen, como hizo la ignorancia de estos hombres sabios.
Vv. 10—17. Daniel estaba olvidado en la corte; vivía en forma privada y ya tenía noventa años
de edad. Muchos consultan a los siervos de Dios por cosas curiosas o para que expliquen temas
difíciles, pero sin preguntar por el camino de la salvación o la senda del deber. —Daniel rechazó la
oferta de recompensa. Habló a Belsasar como a un criminal condenado. Debemos despreciar todos
los regalos y recompensas que puede dar este mundo, viendo, como podemos ver por fe, que su fin
se apresura; pero cumplamos nuestro deber en el mundo, y hagamos todo el servicio real que
podamos.
Vv. 18—31. Daniel lee la condena de Belsasar. No había tomado como advertencia los juicios
de Nabucodonosor. Había insultado a Dios. Los pecadores se complacen con dioses que no ven ni
oyen ni saben, pero serán juzgados por aquel ante cuyos ojos todas las cosas están abiertas. —
Daniel lee la sentencia escrita en la pared. Todo esto puede aplicarse bien al sino de todo pecador.
Al morir están contados y terminados los días del pecador; después de la muerte está el juicio,
cuando será pesado en balanza y hallado falto; y, después del juicio, el pecador será cortado y
partido, y dado como presa al diablo y sus ángeles. —Mientras estas cosas ocurrían en palacio, el
ejército de Ciro estaba entrando en la ciudad; y cuando Belsasar fue muerto, siguió un sometimiento
general. Pronto cada pecador impenitente encontrará que la escritura de la palabra de Dios, le está
siendo aplicada, sea que lo pesen en la balanza de la ley como fariseo con justicia propia o en la del
evangelio como hipócrita blanqueado.
CAPÍTULO VI
Versículos 1—5. La maldad de los enemigos de Daniel. 6—10. Su constancia para orar. 11—17. Él
es echado al foso de los leones. 18—24. Su milagrosa preservación. 25—28. El decreto de
Darío.
Vv. 1—5. Para la gloria de Dios nos damos cuenta de que, aunque Daniel estaba ya muy viejo,
todavía era capaz de trabajar y que había seguido fiel a su religión. Para la gloria de Dios es que los
que profesan la fe, se comporten en forma tal que sus enemigos más vigilantes no puedan hallar
ocasión de culparlos, excepto en materia de su Dios, en lo cual andan conforme a sus conciencias.
Vv. 6—10. Prohibir orar por tanto tiempo, treinta días, es robar a Dios todo el tributo que recibe
del hombre y roba al hombre de todo el consuelo que tiene en Dios. ¿No se dirige a Dios el corazón
de todo hombre cuando, en necesidad o en angustia, clama a Dios? No podemos vivir un día sin
Dios; ¿y pueden vivir treinta días sin orar los hombres? Pero es de temerse que quienes, sin ningún
decreto que lo prohíba, no presentan peticiones serias de todo corazón a Dios por más de treinta días
en conjunto, sean más numerosos que los que continuamente sirven a Dios con corazones humildes
y agradecidos. —Las leyes perseguidoras siempre se hacen con pretextos falsos, pero no
corresponde a los cristianos quejarse amargamente o caer en los improperios. Bueno es tener horas
para orar. Daniel oraba abierta y reconocidamente, y aunque era hombre de muchas ocupaciones, no
pensaba que eso le excusaba de los ejercicios diarios de devoción. ¡Cuán inexcusables son los que
tienen poco que hacer en el mundo, pero no harán ni siquiera eso por sus almas! En momentos de
prueba debemos tener cuidado, no sea que bajo el pretexto de discreción, seamos culpables de
cobardía en la causa de Dios. Todos los que desechan sus almas, como lo hacen ciertamente los que
viven sin orar, aunque aseguren su vida, al final serán hallados necios. Daniel no sólo oraba, sino
sin dejar de lado las acciones de gracias, para acortar el servicio y reducir el tiempo de peligro,
cumplía todo. En una palabra, el deber de la oración se fundamenta en la suficiencia de Dios como
Todopoderoso Creador y Redentor, y en nuestras necesidades como criaturas pecadoras. Debemos
volver nuestros ojos a Cristo. Que a Él mire el cristiano, que a Él ore en esta tierra de su cautiverio.
Vv. 11—17. No es novedad que lo hecho fielmente en conciencia ante Dios, sea tergiversado
como hecho por obstinación y desprecio a los poderes civiles. Por falta del debido pensar, solemos
hacer aquello que, como Darío, nos hace desear mil veces volver a deshacer. Daniel, ese hombre
venerable, es llevado como el más vil de los malhechores, y es arrojado al foso de los leones, para
ser devorado sólo por adorar a su Dios. —Sin duda que poner la piedra fue ordenado por la
providencia de Dios para que el milagro de la liberación de Daniel pudiera ser más evidente; y el
rey la selló con su propio sello, probablemente para que los enemigos de Daniel no lo mataran.
Encomendemos nuestra vida y nuestra alma a Dios, haciendo el bien. No podemos poner confianza
plena ni siquiera en los hombres a quienes servimos fielmente; pero en todos los casos los creyentes
pueden tener la seguridad del favor y consuelo divino.
Vv. 18—24. La mejor manera de pasar una buena noche es mantener una buena conciencia.
Tenemos seguridad en lo que el rey dudaba, que los siervos del Dios vivo tienen un Amo muy capaz
de protegerlos. Véase el poder de Dios sobre las criaturas más fieras, y crea en su poder para frenar
al león rugiente que anda continuamente buscando a quien devorar. Daniel fue mantenido
perfectamente a salvo, porque él creía en su Dios. Quienes confían osada y jubilosamente en la
protección de Dios en el camino del deber, siempre lo hallarán como ayuda presente. Así, pues, el
justo es sacado de problemas y el impío es puesto en su lugar. El corto triunfo del malo terminará en
su ruina.
Vv. 25—28. Si vivimos con temor a Dios y andamos conforme a esa regla, la paz estará sobre
nosotros. El reino, el poder y la gloria por siempre son del Señor, pero muchos son empleados para
que sus maravillosas obras sean dadas a conocer a los demás que permanecen ajenos a su gracia
salvadora. Seamos hacedores y creyentes de su palabra, no sea que al final hallemos que nos hemos
engañado.
CAPÍTULO VII
Versículos 1—8. La visión de Daniel de las cuatro bestias; 9—14. y del reino de Cristo. 15—28.
La interpretación.
Vv. 1—8. Esta visión contiene las mismas representaciones proféticas del sueño de Nabucodonosor.
El gran mar agitado por los vientos, representa a la tierra y sus moradores turbados por los príncipes
y conquistadores ambiciosos. Las cuatro bestias significaban los mismos cuatro imperios que las
cuatro partes de la imagen de Nabucodonosor. Los conquistadores fuertes no son sino instrumentos
de la venganza de Dios en un mundo culpable. La bestia salvaje representa los rasgos odiosos de sus
caracteres. Pero el dominio dado a cada una tiene un límite; su furor será para alabanza del Señor y
Él refrenará el resto.
Vv. 9—14. Estos versículos son para consuelo y apoyo del pueblo de Dios en las persecuciones
que les sobrevendrían. Muchas predicciones del Nuevo Testamento sobre el juicio venidero aluden
simplemente a esta visión, especialmente Apocalipsis xx, 11, 12. Aquí se llama Hijo del hombre al
Mesías; Él fue hecho a semejanza de la carne pecadora y fue encontrado como hombre, pero Él es
el Hijo de Dios. El suceso más grande anunciado en este pasaje es la venida gloriosa de Cristo a
destruir todo poder anticristiano, y hacer universal su reino en la tierra. Pero hasta que llegue el
tiempo solemne para manifestar la gloria de Dios a todos los mundos en sus tratos con sus criaturas,
podemos esperar que el sino de cada uno de nosotros sea determinado a la hora de nuestra muerte;
y, antes que llegue el final, el Padre dará abiertamente a su Hijo encarnado, nuestro Mediador y
Juez, la herencia de las naciones como sus súbditos dispuestos.
Vv. 15—28. Deseable es obtener el derecho y sentido pleno de lo que vemos y oímos de Dios; y
los que sepan, deben pedir por oración fiel y ferviente. El ángel habló simplemente a Daniel.
Deseaba saber, especialmente, tocante al cuerno pequeño que hacía la guerra a los santos y los
vencía. San Juan se refiere sencillamente a estas visiones, en sus visiones y profecías que apuntan
en primer lugar a Roma. —Daniel tuvo la perspectiva gozosa de la supremacía del reino de Dios
entre los hombres. Esto se refiere a la segunda venida de nuestro bendito Señor, cuando los santos
triunfarán en la caída completa del reino de Satanás. Los santos del Altísimo poseerán el reino por
siempre. Lejos de nosotros esté inferir de esto que el dominio se fundamenta en la gracia. Promete
que el reino del evangelio será establecido; un reino de luz, santidad y amor; un reino de gracia,
cuyos privilegios y consuelos serán primicias y primeros frutos del reino de gloria, pero el
cumplimiento pleno será en la eterna felicidad de los santos, el reino que no puede ser movido. La
reunión de toda la familia de Dios será una bendición de la venida de Cristo.
CAPÍTULO VIII
Versículos 1—14. La visión de Daniel del carnero y el macho cabrío. 15—27. La interpretación de
eso.
Vv. 1—14. Dios da a Daniel la previsión de la destrucción de otros reinos que, en su época, fueron
tan poderosos como el de Babilonia. Si pudiésemos prever los cambios que habrá cuando nosotros
no estemos, seríamos menos afectados por los cambios de nuestra propia época. —El carnero de
dos cuernos era el segundo imperio, el de Media y Persia. Vio que ese carnero era vencido por un
macho cabrío. Este era Alejandro el Grande, que cuando tenía unos treinta y tres años de edad,
estando en su máximo vigor, murió y mostró la vanidad de la pompa y poder mundanos, y que estos
no pueden hacer feliz al hombre. Mientras los hombres pelean, como el caso de Alejandro,
respetando la muerte de un guerrero próspero, es evidente que la gran Primera Causa de todo no
tenía más en su plan para que ejecutara aquel y, por tanto, lo cortó. En el lugar de ese gran cuerno
único, hubo cuatro notables, los cuatro capitanes principales de Alejandro. Un cuerno pequeño se
hizo gran perseguidor de la Iglesia y pueblo de Dios. Parece que la ilusión mahometana es aquí
señalada. Prosperó y, en una ocasión, casi destruyó la santa religión que la diestra de Dios había
plantado. Justo es que Dios prive de los privilegios de su casa a los que los desprecian y profanan; y
que dé a conocer el valor de las ordenanzas por su falta, a los que no lo conocieron disfrutándolas.
—Daniel oyó que el tiempo de esta calamidad era limitado y determinado; pero no el tiempo en que
vendría. Si conocemos la mente de Dios debemos acudir a Cristo, en quien están ocultos todos los
tesoros de sabiduría y conocimiento; no ocultos de nosotros, sino ocultos para nosotros. Hay mucha
dificultad en cuanto al tiempo preciso aquí estipulado, pero el final no puede estar muy lejos. Dios
se ocupará, para su gloria, de la purificación de la Iglesia en el momento debido. Cristo murió para
limpiar su Iglesia; y la limpiará así para presentársela inmaculada a sí mismo.
Vv. 15—27. El eterno Hijo de Dios estaba ante el profeta con la apariencia de hombre y mandó
al ángel Gabriel que explicara la visión. El desaliento y asombro de Daniel ante la perspectiva de
los males que vio venir a su pueblo y la Iglesia, confirman la opinión de que se predicen
calamidades continuamente prolongadas. —Cuando terminó la visión, se le encargó a Daniel de
mantenerla en privado por el momento. Él la guardó para sí y siguió haciendo el deber de su lugar.
En cuanto vivamos en este mundo, debemos tener algo para hacer aquí; y hasta aquellos a quienes
Dios más honra, no deben pensarse por encima de sus actividades. Tampoco debe el placer de la
comunión con Dios sacarnos de los deberes de nuestras vocaciones, sino que en ellos debemos
permanecer con Dios. Todos los que están encargados de asuntos públicos deben desempeñar con
justicia su cometido; en medio de todas las dudas y desalientos, pueden, si son creyentes
verdaderos, esperar algo feliz. Así, pues, debemos emprender la compostura de nuestras mentes
para atender los deberes a los cuales cada uno está asignado, en la Iglesia y en el mundo.
CAPÍTULO IX
Versículos 1—3. Daniel considera el tiempo de su cautiverio. 4—19. Su confesión de pecado y su
oración. 20—27. La revelación acerca de la venida del Mesías.
Vv. 1—3. Daniel aprendió de los libros de los profetas, especialmente del de Jeremías, que la
desolación de Jerusalén continuaría por setenta años, que estaban acercándose a su fin. Las
promesas de Dios son para estimular nuestras oraciones, no para hacerlas innecesarias; y cuando
vemos que se aproxima su cumplimiento, debemos rogar con más fervor a Dios.
Vv. 4—19. En toda oración debemos hacer confesión no sólo de los pecados de que fuimos
culpables, sino de nuestra fe en Dios y dependencia de Él, nuestra tristeza por el pecado y nuestras
resoluciones en su contra. Debe ser nuestra confesión, el lenguaje de nuestras convicciones. Aquí
está la oración seria, humilde y devota de Daniel a Dios; en la cual él le da la gloria como Dios
temible y como Dios fiel. En oración debemos contemplar la grandeza y la bondad, la majestad y la
misericordia de Dios. —Aquí hay una confesión penitente de pecado, la causa de los trastornos bajo
los cuales la gente gimió por tantos años. Todos los que deseen hallar misericordia deben confesar
sus pecados. Aquí hay un reconocimiento de la justicia de Dios que humilla al yo; y es siempre el
camino del penitente verdadero justificar de este modo a Dios. Las aflicciones son enviadas para
llevar a los hombres a que abandonen sus pecados y entiendan la verdad de Dios. —Aquí hay una
apelación de fe a la misericordia de Dios. Es un consuelo que Dios siempre haya estado listo para
perdonar el pecado. Da ánimo recordar que las misericordias pertenecen a Dios, como es
convincente y humillante recordar que la justicia le pertenece. Hay abundantes misericordias en
Dios, no sólo perdón, sino perdones. —Aquí se argumenta el reproche bajo el cual se hallaba
sometido el pueblo de Dios, y la ruina del santuario de Dios. El pecado es un reproche para
cualquier pueblo, especialmente para el pueblo de Dios. Las desolaciones del santuario son penas
para todos los santos. —Aquí hay un ferviente pedido a Dios que restaure a los pobres judíos
cautivos a sus privilegios previos. Oh Señor, escucha y obra. No que sólo escuches y hables, sino
que escuches y obres; haz por nosotros lo que nadie más puede hacer; y no te tardes. —Aquí hay
varios ruegos y argumentos para poner en vigencia las peticiones. Hazlo por amor al Señor Cristo;
Cristo es el Señor de todos. Y por Él, Dios hace que su rostro brille sobre los pecadores cuando se
arrepienten y se vuelven a Él. En todas nuestras oraciones esta debe ser nuestra súplica, debemos
mencionar su justicia, la de su Unigénito. El fervor de fe, confiado y humilde de esta oración debe
ser seguido siempre por nosotros.
Vv. 20—27. Inmediatamente se envió una respuesta a la oración de Daniel, y es una muy
memorable. No podemos ahora esperar que Dios envíe respuestas a nuestras oraciones con ángeles,
pero si oramos con fervor por lo que Dios ha prometido, podemos, por fe, tomar la promesa como
respuesta inmediata a la oración, porque fiel es el que lo prometió. A Daniel le fue revelada una
redención mucho más grandiosa y gloriosa, la cual Dios obraría para su Iglesia en los postreros días.
Los que desean familiarizarse con Cristo y su gracia, deben orar mucho. —La ofrenda vespertina
era un tipo del gran sacrificio que Cristo iba a ofrecer en el crepúsculo del mundo; en virtud de ese
sacrificio fue aceptada la oración de Daniel; y por amor a él, se le hizo esta revelación gloriosa del
amor redentor. —En los versículos 24—27, tenemos una de las profecías más notables de Cristo, de
su venida y su salvación. Muestra que los judíos son culpables de la incredulidad más obstinada al
esperar a otro Mesías, tanto tiempo después del expresamente fijado para su venida. Las setenta
semanas significan un día por año, o 490 años. Al final de este período se ofrecería un sacrificio que
expiaría plenamente el pecado y produciría justicia eterna para la justificación completa de todo
creyente. Entonces, los judíos, en la crucifixión de Jesús, cometerían ese crimen por el cual se
colmaría la medida de su culpa y sobrevendrían angustias a su nación. —Todas las bendiciones
otorgadas al hombre pecador vienen por el sacrificio expiatorio de Cristo, que sufrió por los
pecados de una vez por todas, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. He aquí nuestro
camino de acceso al trono de la gracia y de nuestra entrada al cielo. Esto sella la suma de la profecía
y confirma el pacto con muchos; y mientras nos regocijamos en las bendiciones de la salvación,
debemos recordar lo que costaron al Redentor. ¡Cómo escaparán los que rechazan una salvación tan
grande!
CAPÍTULO X
Versículos 1—9. La visión de Dios cerca del río Hidekel. 10—21. Tiene que esperar una revelación
de los hechos futuros.
Vv. 1—9. Este capítulo relata el comienzo de la última visión de Daniel que continúa hasta el final
del libro. Pasaría mucho tiempo antes que su completo cumplimiento y gran parte no se ha
cumplido aún. —Cristo le apareció a Daniel en forma gloriosa y debe comprometernos a pensar
elevada y honrosamente de Él. Admiremos su condescendencia por nosotros y nuestra salvación. —
No le quedaba fuerza a Daniel. Los hombres más grandes y mejores no pueden tolerar las
revelaciones plenas de la gloria divina; porque no la verá el hombre y vivirá; pero los santos
glorificados ven a Cristo como es, y pueden soportar la visión. Por horroroso que Cristo parezca a
los que están acusados de pecado hay suficiente en su palabra para calmar sus espíritus.
Vv. 10—21. Cada vez que tenemos comunión con Dios nos corresponde tener el sentido debido
de la distancia infinita entre nosotros y el santo Dios. ¿Cómo nosotros, que somos polvo y cenizas,
hablaremos al Señor de gloria? Nada es más probable, nada es más efectivo para revivir los
espíritus desfallecidos de los santos que ser asegurados del amor de Dios por ellos. Desde el mismo
primer día en que empezamos a mirar a Dios en el camino del deber, Él está preparado para
encontrarnos en el camino de la misericordia. Así, pues, Dios está listo para oír la oración. —
Cuando el ángel le habló al profeta de las cosas por venir, tenía que regresar y oponerse a los
decretos de los reyes persas contra los judíos. Los ángeles son empleados como siervos
ministradores de Dios, Hebreos i, 14. Aunque mucho se hizo contra los judíos por parte de los reyes
de Persia, permitiéndolo Dios, mucho más mal se hubiese hecho si Dios no lo hubiera impedido.
Ahora mostrará mucho más plenamente cuáles eran los propósitos de Dios, de los cuales son un
esbozo las profecías; y nos interesa estudiar lo que está en estas Escrituras fieles, porque
corresponden a nuestra paz eterna. Mientras Satanás y sus ángeles, y los malos consejeros, excitan a
los príncipes a hacer el mal contra la Iglesia, nos podemos regocijar en que Cristo nuestro Príncipe,
y todos sus ángeles poderosos, actúan contra nuestros enemigos; pero no debemos esperar que
muchos nos favorezcan en este mundo malo. Pero todo el consejo de Dios será establecido; y que
cada uno ore: Señor Jesús, sé nuestra justicia ahora y serás nuestra confianza eterna, en la vida, en
la muerte, en el día del juicio y por siempre jamás.
CAPÍTULO XI
La visión de las Escrituras de verdad.
Vv. 1—30. El ángel muestra a Daniel la sucesión de los imperios persa y griego. Se destacan los
reyes de Egipto y Siria: Judea estaba entre sus dominios, y afectada por sus peleas. Desde el
versículo 5 al versículo 30 se considera, por lo general, que se refieren a los sucesos que pasarán
durante la continuación de esos gobiernos; y desde el versículo 21, con Antíoco Epífanes, que fue
un perseguidor cruel y violento de los judíos. —Véase qué decadentes, y perecederas son la pompa
y las posesiones del mundo, y el poder por el cual se obtienen. Dios, en su providencia, establece a
uno y saca al otro, según su beneplácito. El mundo está lleno de guerras y peleas, que vienen de las
concupiscencias de los hombres. Todos los cambios y las revoluciones de estados y reinos, y todo
suceso, están plena y perfectamente previstos por Dios. Ninguna palabra de Dios caerá al suelo;
infaliblemente sucederá lo que ha designado, lo que Él ha declarado. Los vasos de barro de la tierra
luchan unos contra otros, vencen y son vencidos, engañan y son engañados; pero los que conocen a
Dios confían en Él, que los capacita para resistir, llevar su cruz y soportar su conflicto.
Vv. 31—45. El resto de esta profecía es muy difícil y los comentaristas difieren mucho al
respecto. Pareciera que el relato pasa de Antíoco al anticristo. Parece que se hace referencia al
imperio romano, la cuarta monarquía, en sus estados pagano, cristiano temprano y papal. El final de
la ira del Señor contra su pueblo se aproxima, y el final de su paciencia con sus enemigos. Si
deseamos escapar de la ruina del perseguidor infiel, idólatra, supersticioso y cruel, y de la del
profano, hagamos de los oráculos de Dios nuestra norma de verdad y deber, el fundamento de
nuestra esperanza, la luz de nuestros caminos a través de este mundo tenebroso, hacia la gloriosa
herencia de arriba.
CAPÍTULO XII
Versículos 1—4. La conclusión de la visión de las Escrituras de verdad. 5—13. Los tiempos de la
continuación de estos sucesos.
Vv. 1—4. Miguel significa “Él que es como Dios” y su nombre, con el título de “El gran príncipe”
apunta al divino Salvador. Cristo se puso como sacrificio en lugar de los hijos de nuestro pueblo,
llevó la maldición por ellos y la sacó de ellos. Él está a favor de ellos rogando por ellos ante el
trono de gracia. Y después de la destrucción del anticristo, el Señor Jesús volverá a la tierra en el
último día; y Él se manifestará para la redención completa de su pueblo. Cuando Dios obra en favor
de ellos la liberación de la persecución, es como la vida de entre los muertos. Cuando su evangelio
se predica, muchos de los que duermen en el polvo, judíos y gentiles, serán despertados de su
paganismo o judaísmo. Y al final, despertará la multitud que duerme en el polvo; muchos serán
levantados para vida eterna y muchos para vergüenza. —Hay gloria reservada para todos los santos
en el estado futuro, para todos los que son sabios, sabios para sus almas y para la eternidad. Los que
llevaron a muchos a la justicia, que volvieron a los pecadores de los errores de sus caminos, y
ayudaron a salvar sus almas de la muerte, Santiago v, 20, participarán de la gloria de quienes ellos
ayudaron a ir al cielo, lo que se sumará a su propia gloria.
Vv. 5—13. Uno de los ángeles pregunta cuán largo será el tiempo que resta hasta el fin de estos
prodigios; se da una respuesta solemne de que será por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo,
el período mencionado en el capítulo vii, 25, y en el Apocalipsis. Significa 1260 días o años
proféticos, empezando desde el tiempo en que el poder del pueblo santo sea diseminado. La
impostura de Mahoma y la usurpación papal empezaron casi al mismo tiempo, y estos fueron un
ataque doble contra la Iglesia de Dios. Pero todo terminará bien al final. Todo rey, principado y
potestad contrario será derribado y triunfarán la santidad y el amor, y serán con honor y para la
eternidad. El final, este final, llegará. ¡Qué asombrosa profecía es esta, de tantos hechos variados, y
extendiéndose a través de tantas épocas sucesivas, hasta la resurrección general! —Daniel debe de
haberse consolado con la perspectiva halagüeña de su propia dicha en la muerte, en el juicio, y para
la eternidad. Bueno es para todos nosotros que pensemos mucho en irnos de este mundo. Ese debe
ser nuestro camino, pero nuestro consuelo es que no nos vamos sino hasta que Dios nos llame al
otro mundo, y hasta que Él haya terminado con nosotros en este mundo; hasta que diga: Ve por tu
camino, tú que has hecho tu obra, por tanto, ahora, ve por tu camino y deja que otros tomen tu lugar.
Fue un consuelo para Daniel, y es un consuelo para todos los santos que cualquiera sea su suerte en
los días de su vida, tendrán una suerte feliz al final de los días. Debe ser el más grande interés y
preocupación de cada uno de nosotros asegurarse esto. Entonces, podemos estar muy contentos con
nuestra suerte actual, y acoger la voluntad de Dios. Los creyentes son felices en todo momento;
ellos reposan en Dios por fe ahora, y les está reservado el reposo en el cielo, al final.

Henry, Matthew