AMÓS
Amós era un pastor dedicado a la agricultura, pero el mismo Espíritu
divino influyó a Isaías y
Daniel en la corte, y a Amós en los rebaños de ovejas, dando a cada uno
los poderes y elocuencia
necesarios para ellos. Asegura a las doce tribus la destrucción de las
naciones vecinas; como ellos,
en aquel tiempo, se habían dado a la iniquidad e idolatría, reprende con
severidad a la nación judía y
describe la restauración de la Iglesia por el Mesías, extendiéndola a
los últimos días.
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CAPÍTULO I
Juicios contra los sirios, los filisteos, los tirios, los idumeos y los
amonitas.
Dios empleó a un pastor, a un porquerizo, para reprender y advertir al
pueblo. A los que Dios da
habilidades para su servicio no deben ser despreciados por su origen o
su ocupación. —Se
pronuncian juicios contra las naciones vecinas, los opresores del pueblo
de Dios. La cantidad de
transgresiones no significa aquí ese número exacto, sino muchas: habían
colmado la medida de sus
pecados y estaban maduros para la venganza. El método para tratar a las
naciones es, en parte, el
mismo aunque en cada una hay algo peculiar. —En todas las épocas este
encono ha sido
demostrado contra el pueblo del Señor. ¡Cuándo el Señor trata a sus
enemigos, qué tremendos son
sus juicios!
CAPÍTULO II
Versículos 1—5. Juicios contra Moab
y Judá. 6—16. La
ingratitud y ruina de Israel.
Vv. 1—5. Las malas pasiones del corazón surgen en
varias formas, pero el Señor mira nuestros
motivos y nuestra conducta. Quienes tratan cruelmente, serán tratados
con crueldad. —Otras
naciones fueron tratadas por las injurias infligidas a los hombres; Judá
es tratada por deshonrar a
Dios. Judá despreció la ley del Señor y Él los entregó justamente a
fuertes engaños; tampoco fue
excusa de sus pecados que fueran las mentiras, los ídolos tras los
cuales anduvieron sus padres. Las
peores abominaciones y las opresiones más penosas han sido cometidas por
algunos de los
adoradores profesantes del Señor. Tal conducta lleva a muchos a la
incredulidad y a la vil idolatría.
Vv. 6—16. A menudo necesitamos que se nos
recuerden las misericordias que hemos recibido;
lo cual agrega mucho al mal de los pecados que hemos cometido. Ellos
tuvieron ayuda para sus
almas, que les enseñó a usar bien sus goces terrenales y, por tanto,
fueron más valiosos. Los
ministros fieles son gran bendición para todo pueblo, pero es Dios quien
los levanta para que sean
así. Las propias conciencias de los pecadores darán testimonio que Él no
les ha faltado a ellos en los
medios de gracia. —Ellos hicieron lo que pudieron para desviar a los
creyentes. Satanás y sus
agentes están ocupados en corromper la mente de la juventud que mira al
cielo; vencen a muchos
llevándolos a que amen la alegría y el placer y la compañía de ebrios.
Multitudes de jóvenes que
andaban bien como profesantes de la religión, han errado por beber
mucho, y han sido desechados
para siempre. El Señor se queja del pecado, especialmente de los pecados
de su pueblo profesante,
como carga para Él. Aunque su paciencia se canse, no así su poder y así
lo descubrirá el pecador a
su costo. Cuando los hombres rechazan la palabra de Dios, y agregan
obstinación al pecado, y esto
se convierte en el carácter general de un pueblo, serán entregados a la
miseria, a pesar de todo su
ostentación de poder y de recursos. Entonces, humillémonos ante el Señor
por toda nuestra
ingratitud e infidelidad.
CAPÍTULO III
Versículos 1—8. Juicios contra
Israel. 9—15. El
parecido con otras naciones.
Vv. 1—8. Los favores distintivos de Dios para
nosotros, si no refrenan el pecado no eximirán del
castigo. —No pueden esperar comunión con Dios a menos que primero
busquen la paz con Él.
Donde no hay amistad no puede haber comunión. Dios y el hombre no pueden
andar juntos a menos
que estén de acuerdo. Si no buscamos su gloria, no podemos andar con Él.
No presumamos de
privilegios externos sin gracia santificadora especial. Las amenazas de
la palabra y providencia de
Dios contra el pecado del hombre son seguras, y ciertamente muestran que
los juicios de Dios están
muy cerca. Tampoco Dios quitará la aflicción que ha enviado hasta que
haya hecho su obra. —El
mal del pecado es de nosotros mismos, es nuestra propia obra, pero el
mal del trastorno es de Dios y
es su obra, no importa quienes sean los instrumentos. Esto debe
comprometernos a soportar con
paciencia los trastornos públicos, y estudiar para responder a lo que
Dios significa con ellos. Todo
el pasaje muestra que aquí se alude al mal natural o problema, y no al
mal moral o pecado. La
advertencia dada a una palabra desconsiderada aumentará su condenación
en otro día. ¡Oh la
estupidez asombrosa de un mundo incrédulo que no es afectado por el
terror del Señor y desprecia
sus misericordias!
Vv. 9—15. Ese poder que es instrumento de
injusticia será justamente derribado y quebrado. Lo
que ha logrado y retiene con maldad, no será mantenido por mucho tiempo.
Algunos están
cómodos, pero llegará el día de castigo, y ese día fallarán todos los
que se enorgullecen de aquello y
en eso depositan confianza. Dios les preguntará de los pecados de que
son culpables en sus casas,
las cosas robadas que han almacenado y el lujo con que han vivido. La
pompa y el placer de las
casas de los hombres no fortifican contra los juicios de Dios; hacen más
penosos e insultantes los
sufrimientos. Pero un remanente, conforme a la elección de gracia, será
arrebatado por nuestro gran
y buen Pastor, como de las mandíbulas de la destrucción en los peores
tiempos.
CAPÍTULO IV
Versículos 1—5. Israel reprobado. 6—13. Demostración de su impenitencia.
Vv. 1—5. Lo que se logra por extorsión suele
usarse para proveer para la carne y satisfacer sus
concupiscencias. Lo que se logra por opresión no puede ser disfrutado
con satisfacción. ¡Qué
miserables son aquellos cuya confianza en las observancias no bíblicas
sólo prueba que creen la
mentira! Veamos que nuestra fe, esperanza y adoración estén respaldados
por la palabra divina.
Vv. 6—13. Véase la necedad de los corazones
carnales: deambulan de una a otra criatura
buscando algo para satisfacerse y se esfuerzan por lo que no satisface;
pero, después de todo, no
inclinarán su oído a aquel en quien pueden hallar todo lo que pueden
querer. Predicar el evangelio
es como la lluvia y todo se marchita donde falta lluvia. Bueno sería si
la gente fuera tan sabia con
sus almas como lo son con sus cuerpos; y, cuando no tuvieran cerca esta
lluvia, fueran y buscaran
donde está para tenerla. —Como los israelitas persistieron en rebeldía y
idolatría, el Señor vino
contra ellos como adversario. No antes de mucho debemos encontrar a
nuestro Dios en juicio y no
seremos capaces de estar delante de Él si nos trata conforme a nuestras
obras. Si deseamos
prepararnos para encontrarnos con nuestro Dios con tranquilidad, en el
período aterrador de su
venida, ahora debemos encontrarlo en Cristo Jesús, el eterno Hijo del
Padre, que vino a salvar a los
pecadores perdidos. Debemos buscarlo mientras pueda ser hallado.
CAPÍTULO V
Versículos 1—6. Israel llamado a
buscar al Señor. 7—17. Fervorosas
exhortaciones al
arrepentimiento. 18—27. Amenazas acerca de la idolatría.
Vv. 1—6. La palabra que acusa y vivifica debe ser
oída y obedecida, como también las palabras de
consuelo y paz, porque sea que oigamos o no, la palabra de Dios tendrá
efecto. El Señor todavía
proclama misericordia a los hombres, pero a menudo ellos esperan
liberación de las formas que se
inventaron ellos mismos y que hacen segura su condenación. Mientras
rehusen ir y buscar
misericordia en Cristo y por Él, para que puedan vivir, el fuego de la
ira divina cae sobre ellos. Los
hombres pueden hacer un ídolo del mundo, pero hallarán que no puede
proteger.
Vv. 7—17. La misma omnipotencia, para los
pecadores arrepentidos, puede volver la aflicción y
la pena en prosperidad y gozo, y con igual facilidad volver la
prosperidad de los pecadores
insolentes en profundas tinieblas. Los malos tiempos no producirán trato
claro; esto es, los hombres
malos no. Indudablemente eran malos estos hombres cuando los sabios y
buenos pensaron que era
en vano hasta hablarles. —Quienes busquen y amen lo que es bueno pueden
ayudar a salvar la tierra
de la ruina. Nos corresponde suplicar a Dios las promesas espirituales,
rogarle que cree en nosotros
un corazón limpio y que renueve un espíritu recto dentro de nosotros. El
Señor siempre está listo
para ser bondadoso con las almas que lo buscan; y entonces se atenderá a
la piedad y a todo el
deber. Pero en cuanto al pecador Israel, los juicios de Dios habían
pasado a menudo por ellos,
ahora
pasarán a través de ellos.
Vv. 18—27. ¡Ay de quienes desean los juicios del
día de Jehová, que desean tiempos de guerra
y confusión; como algunos que anhelan cambios y esperan progresar
pisando las ruinas de su país!
Pero esta será una devastación tan grande que nadie podrá salir ganando
de ella. El día de Jehová
será un día sombrío, que hace desfallecer, y tenebroso para todos los
pecadores impenitentes.
Cuando Dios hace un día tenebroso, ni todo el mundo puede hacerlo
luminoso. —Quienes no son
reformados por los juicios de Dios, serán perseguidos por ellos; si
escapan de uno, hay otro listo
para cogerlos. Una pretensión de piedad es doble iniquidad, y así será
hallado. El pueblo de Israel
copió los crímenes de sus antepasados. La ley de adorar al Señor nuestro
Dios dice, solo a Él
adorarás. Los profesantes florecen tan poco porque tienen poca o ninguna
comunión con Dios en
sus deberes. Fueron llevados cautivos por Satanás a la idolatría, por
tanto, Dios les hizo ir al
cautiverio entre los idólatras.
CAPÍTULO VI
Versículos 1—7. El peligro del lujo
y de la falsa seguridad. 8—14. Castigos de pecados.
Vv. 1—7. Se considera que los que cuidan de sus
cuerpos hacen bien para sí mismos, pero aquí se
nos dice cuál es su tranquilidad, y cual es su ay. Aquí se describe el
orgullo, la seguridad y la
sensualidad, por las cuales Dios llamará a cuentas. Los pecadores
desconsiderados corren peligro en
todas partes; pero los que están acomodados en Sion, que son estúpidos,
vanamente confiados y
abusan de sus privilegios, corren el mayor peligro. Pero muchos imaginan
ser pueblo de Dios
viviendo en pecado y conforme al mundo, pero los ejemplos de la ruina de
los demás nos prohíben
estar seguros. Los que se establecen en sus placeres suelen ser indiferentes
a los problemas de los
demás, pero esto es una gran ofensa a Dios. —Los que pusieron su
felicidad en el placer de los
sentidos, y ponen su corazón en ellos, serán despojados de esos
placeres. Quienes tratan de alejar de
sí mismos el día malo, lo encuentran muy cerca de ellos.
Vv. 8—14. ¡Cuán terrible, cuán desgraciado, es el
caso de aquellos cuya ruina eterna ha jurado
el Señor; porque Él puede ejecutar su propósito y nadie lo puede
cambiar! Muy desgraciadamente
endurecidos están los corazones que no son llevados a mencionar el
nombre de Dios ni a adorarle
cuando la mano de Dios se pone contra ellos, cuando la enfermedad y la
muerte entran en sus
familias. Desechados como piedras serán quienes no sean arados como
campos. Cuando nuestros
servicios a Dios se amargan con pecado, sus providencias serán
justamente amargas para nosotros.
Los hombres deben prevenirse para no endurecer sus corazones, porque
Dios destruirá a los que
andan en soberbia.
CAPÍTULO VII
Versículos 1—9. Visiones de los
juicios por sobrevenir a Israel. 10—17. Amasías amenaza a Amós.
Vv. 1—9. Dios soporta mucho, pero no soportará
siempre a un pueblo provocador. El recuerdo de
las misericordias que antes recibimos, como el producto de la tierra de
la última cosecha, debiera
hacernos sumisos a la voluntad de Dios cuando nos topamos con desengaños
en el crecimiento
posterior. —El Señor tiene muchos modos de humillar a una nación
pecadora. Cualquiera sea el
problema que nos agobie, debemos ser más fervorosos ante Dios y rogar el
perdón del pecado. El
pecado empequeñecerá pronto a un gran pueblo. ¿Qué será de Israel si la
mano que debe levantarla
se estira en su contra? —Véase el poder de la oración. Véase qué
bendición para una tierra es la
gente que ora. Véase cuán rápido, cuán presto es Dios para mostrar
misericordia; cuánto espera para
ser bondadoso. Israel era una pared, una pared firme, que el mismo Dios
levantó como defensa para
su santuario. Parece que el Señor está ahora sobre esa pared. La mide;
parece ser una pared que se
dobla. Así Dios pondrá a prueba al pueblo de Israel, descubrirá su
maldad; y llegará el momento en
que ya no serán pasados por alto quienes a menudo fueron perdonados. —Pero
el Señor aún sigue
llamando a Israel mi pueblo. La oración repetida y el éxito del profeta
debieran llevarnos a buscar al
Salvador.
Vv. 10—17. No es novedad para los acusadores de los
hermanos presentarlos mal, como
enemigos del rey y del reino, como traidores de su príncipe y
alborotadores de la tierra, cuando son
los mejores amigos de ambos. Los que toman la piedad como fuente de
ganancia, y están
gobernados por las esperanzas de riqueza y prosperidad, son dados a
pensar que estos son también
las motivaciones más fuertes de los demás. Pero los que, como Amós,
tienen una garantía de Dios,
no deben temer el rostro del hombre. Si Dios, que lo envió, no lo
hubiera fortalecido, no hubiese
podido endurecer su rostro como pedernal. El Señor suele escoger lo
débil y lo necio del mundo
para confundir a lo sabio y poderoso. Pero ninguna oración ferviente ni
trabajo abnegado pueden
llevar a los soberbios pecadores a tolerar las reprensiones y
advertencias fieles. Todos los que se
oponen o desprecian la palabra divina, deben esperar efectos fatales
para sus almas a menos que se
arrepientan.
CAPÍTULO VIII
Versículos 1—3. El acercamiento de
la ruina de Israel. 4—10. La
opresión reprobada. 11—14.
Hambre de la palabra de Dios.
Vv. 1—3. Amós vio un canasto de fruta estival
recogida y preparada para ser comida, lo que
significaba que el pueblo estaba listo para ser destruido, que el año de
la paciencia de Dios estaba
llegando a su fin. Las frutas de verano no durarán hasta el invierno;
deben usarse de inmediato. Pero
estos juicios no sacarán de ellos ningún reconocimiento, sea de la justicia
de Dios o de su propia
injusticia. Los pecadores postergan el arrepentimiento cada día, porque
piensan que el Señor tarda
en sus juicios.
Vv. 4—10. El rico y el poderoso de la tierra eran
los más culpables de la opresión y los
principales en la idolatría. Estaban cansados de restricción de los días
de reposo y de las lunas
nuevas, y deseaban que terminaran porque no se podía hacer ningún
trabajo corriente en ellos. Este
es el carácter de muchos que son llamados cristianos. El día de reposo y
la obra del día de reposo
son una carga para los corazones carnales. Será profanado o contado como
día pesado, pero
¿podemos gastar mejor nuestro tiempo que en comunión con Dios? Cuando
estaban ocupados en los
servicios religiosos estaban pensando en los negocios. Estaban cansados
de los deberes santos,
porque sus negocios del mundo aún valían más para ellos. Son extraños
para Dios y enemigos de sí
mismos los que aman los días de mercado más que los días de reposo, los
que preferirían estar
vendiendo trigo en lugar de adorar a Dios. —No tienen consideración al
hombre: Quienes perdieron
el sabor de la piedad, no retendrán por mucho tiempo el sentido de la
honestidad común. Engañan a
quienes tratan. Se aprovechan de la ignorancia o necesidad del prójimo
en un tráfico en que casi
comprometen al pobre que trabaja. Podríamos testimoniar del fraude y
codicia que, en formas tan
numerosas, hacen que el comercio sea una abominación para el Señor, sin
tener que asombrarnos al
ver tantos comerciantes atrasados en el servicio de Dios. Pero el que
desprecia al pobre, reprocha a
su Hacedor; porque en cuanto a Él, el rico y el pobre se encuentran. Las
riquezas que se obtienen
por la ruina del pobre traerán ruina a los que las obtengan. Dios
recordará su pecado contra ellos.
Esto habla de los hombres inmisericordes e injustos que son miserables
sin duda, miserables por
siempre. —Habrá terror y desolación por todas partes. Vendrá a ellos
cuando menos lo piensen. Así,
pues, inciertos son todos nuestros consuelos y goces de criaturas, hasta
la vida misma; en medio de
la vida estamos en la muerte. ¡Cómo será el lamento en el día amargo que
sigue a los placeres
pecaminososs y sensuales!
Vv. 11—14. He aquí una señal del tremendo
descontento de Dios. En cualquier momento y
mayormente en tiempo de problema, el hambre de la palabra de Dios es el
juicio más pesado. Para
muchos esto no es aflicción, pero algunos lo sentirán mucho, y viajarán
muy lejos para oír un buen
sermón; sienten la pérdida de las misericordias que otros neciamente
alejan pecando. Pero cuando
Dios visita una iglesia descarriada, sus propios planes y empresas para
hallar un camino de
salvación, no les servirán de nada. Y el más amigable y celoso perecerá
por falta del agua de vida
que sólo Cristo puede dar. Valoremos nuestras ventajas, procuremos
beneficiarnos de ellas y
temamos alejarlas pecando.
CAPÍTULO IX
Versículos 1—10. La ruina de Israel.
11—15. La restauración de
los judíos y la bendición del
evangelio.
Vv. 1—10. El profeta vio en visión al Señor de pie
sobre el altar idólatra de Betel. Dondequiera los
pecadores huyan de la justicia de Dios, los alcanzará. Los que Dios
lleva al cielo por su gracia
nunca serán desechados, pero los que tratan de subir allá por la vana
confianza en sí mismos, serán
derribados y llenos de vergüenza. Lo que hace imposible el escape y
segura la destrucción, es que
Dios pondrá sus ojos sobre ellos para mal, no para bien. —El Señor
esparcirá a los judíos y los
visitará con calamidades, como el trigo zarandeado en una criba; pero
salvará a algunos de ellos.
Aquí parece predecirse la asombrosa preservación de los judíos como
pueblo distinto. —Si los
profesantes hacen como el mundo, Dios los nivelará con el mundo. Los
pecadores que así se
halagan, hallarán que su profesión de religiosidad no los protegerá.
Vv. 11—15. Cristo murió para reunir a los hijos de
Dios que estaban esparcidos y aquí se dice
que son los llamados por su nombre. El Señor dijo esto, hace esto, puede
hacerlo, ha decidido
hacerlo, el poder de cuya gracia está comprometido en hacerlo. Los
versículos 13 al 15 pueden
referirse a los primeros tiempos del cristianismo, pero recibirán un
cumplimiento más glorioso en
los sucesos que todos los profetas anunciaron, más o menos, y pueden
entenderse como el estado de
dicha cuando la plenitud de los judíos y de los gentiles entre a la
Iglesia. Continuemos fervorosos
orando por el cumplimiento de estas profecías, en la paz, pureza, y
belleza de la Iglesia. —Dios
preserva maravillosamente al elegido en medio de las confusiones y
miserias más aterradoras.
Cuando todo parece desesperado, Él revive maravillosamente a su Iglesia,
y la bendice con todas las
bendiciones espirituales en Cristo Jesús. Y grande será la gloria de ese
período en que nada de lo
bueno prometido quedará sin cumplimiento.
Henry, Matthew