ABDÍAS
La primera parte anuncia la destrucción de Edom, deteniéndose en las
injurias que les
infligieron a los judíos. La segunda predice la restauración de los judíos
y las glorias posteriores de
la Iglesia.
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Versículos 1—16. La destrucción cae
sobre Edom.—Sus ofensas contra Jacob. 17—21. La
restauración de los judíos y su estado floreciente en los últimos
tiempos.
Vv. 1—16. Esta profecía es contra Edom. Su
destrucción parece haber sido un tipo, como el rechazo
de Esaú, su padre, y se refiere a la destrucción de los enemigos de la
Iglesia del evangelio. —Véase
la predicción del éxito de esa guerra; Edom será saqueado y derribado.
Todos los enemigos de la
Iglesia de Dios se decepcionarán de las cosas en que se fijaron. Dios
puede abatir fácilmente a los
que se magnifican y exaltan a sí mismos; y lo hará. —La seguridad carnal
prepara al hombre para la
ruina, y hace que la ruina sea peor cuando llega. Los tesoros de la
tierra no pueden amontonarse con
seguridad, porque los ladrones pueden entrar y robar; por tanto es
sabiduría nuestra amontonar
tesoros en el cielo. Quienes hacen de la carne su confianza, la arman
contra sí mismos. El Dios de
nuestro pacto nunca nos engañará: pero si confiamos en los hombres con
quienes nos juntamos,
podemos salir heridos y sin honra. —Con justicia Dios negará el
entendimiento para mantenerse
fuera de peligro a los que no usan el entendimiento para mantenerse alejados
del pecado. Toda
violencia, toda injusticia es pecado; pero empeora mucho la violencia
cuando se ejerce contra quien
sea del pueblo de Dios. Su conducta bárbara hacia Judá y Jerusalén, se
carga contra ellos. Al
reflexionar en nosotros es bueno que consideremos lo que debíamos hacer;
y que comparemos
nuestro quehacer con la regla bíblica. El pecado, así mirado en el
espejo del mandamiento parecerá
excesivamente pecaminoso. Tienen mucho por qué responder los que son
espectadores pasivos de
los problemas de su prójimo, cuando pueden ser ayudadores activos. Se
empobrecen los que
piensan que se enriquecen con la ruina del pueblo de Dios; y se engañan
los que llaman propio todo
aquello sobre lo cual pueden poner sus manos en una época de
calamidades. Aunque el juicio
empieza por la casa de Dios, no terminará allí. Que los creyentes
apenados y los opresores
insolentes sepan que los problemas del justo terminarán pronto, pero los
del impío serán eternos.
Vv. 17—21. Habrá liberación y santidad en
Jerusalén, y la casa de Jacob ocupará nuevamente
sus posesiones. Mucho de esta profecía se cumplió cuando los judíos
regresaron [del cautiverio] a
su tierra, pero parece que aquí también se piensa en la salvación y la
santidad del evangelio, su
difusión y la conversión de los gentiles, y especialmente la
restauración de Israel, la destrucción del
anticristo, y el próspero estado de la Iglesia, del cual dan testimonio
todos los profetas. Cuando
Cristo venga, y no antes, será el reino del Señor en todo el pleno
sentido de la palabra. Como no
prosperará nadie que se exalte a sí mismo contra el Señor, y todos serán
humillados, así, nadie que
atienda al Señor y ponga su confianza en Él, será jamás desengañado.
¡Bendito sea el Salvador y
Juez divino en el Monte Sion! Su palabra será sabor de vida para vida
para muchos, en cambio,
juzga y condena a los incrédulos obstinados.
Henry, Matthew