SEGUNDA DE TIMOTEO


SEGUNDA DE TIMOTEO
La primera intención de esta epístola parece haber sido advertir a Timoteo de lo que había
ocurrido durante el encarcelamiento del apóstol y pedirle que fuera a Roma, pero como Pablo no
estaba seguro que le dejaran vivir para verlo, le da una variedad de consejos y exhortaciones para el
fiel desempeño de sus deberes ministeriales. Como esta era una carta privada escrita al amigo más
íntimo de San Pablo, sometido a las miserias de la cárcel, y con la cercana perspectiva de la muerte,
muestra el temperamento y el carácter del apóstol, y contiene pruebas convincentes de que él creía
sinceramente las doctrinas que predicaba.
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CAPÍTULO I
Versículos 1—5. Pablo expresa gran afecto a Timoteo. 6—14. Le exhorta a aprovechar sus dones
espirituales. 15—18. Le habla de muchos que le abandonaron vilmente, pero habla con afecto
de Onesíforo.
Vv. 1—5. La promesa de la vida eterna a los creyentes en Cristo Jesús es el tema principal de los
ministros que están empleados conforme a la voluntad de Dios. Las bendiciones aquí nombradas
son lo mejor que podemos pedir para nuestros amados amigos, que tengan paz con Dios Padre y
nuestro Señor Jesucristo. Dios debe tener la gloria cualquiera sea el bien que hagamos. Los
creyentes verdaderos tienen la misma religión como sustancia en toda época. La fe de ellos no es
fingida; soporta la prueba y habita en ellos como principio vivo. —De manera que, las mujeres
piadosas pueden animarse por el éxito de Loida y Eunice con Timoteo, que resultó ser tan excelente
y útil como ministro. Algunos de los ministros más dignos y valiosos con que ha sido favorecida la
Iglesia de Cristo, han tenido que bendecir a Dios por las tempranas impresiones religiosas hechas en
sus mentes por medio de la enseñanza de sus madres u otras parientas.
Vv. 6—14. Dios no nos ha dado espíritu de temor, sino de poder, de amor y de dominio propio
para enfrentar dificultades y peligros; el espíritu de amor a Él que nos hará vencer la oposición. El
espíritu de una mente sabia, de la tranquilidad mental. El Espíritu Santo no es el autor de una
disposición tímida o cobarde ni de temores esclavizantes. —Es probable que tengamos que sufrir
aflicciones cuando tengamos el poder y la fuerza de Dios que nos capaciten para soportarlas. Como
es habitual en Pablo, cuando menciona a Cristo y su redención, se explaya al respecto, tan pleno
estaba de lo que es toda nuestra salvación y que debiera ser todo nuestro deseo. El llamamiento del
evangelio es un llamado santo, que santifica. La salvación es por la libre gracia. Se dice que esta
nos es dada desde antes de la fundación del mundo, esto es, en el propósito de Dios desde toda la
eternidad; en Cristo Jesús, porque todos los dones que vienen de Dios para el hombre pecador,
vienen en Jesucristo y a través de Él solo. Como hay una perspectiva tan clara de la dicha eterna por
la fe en Aquel que es la Resurrección y la Vida, pongamos más diligencia en asegurar su salvación
para nuestras almas. —Los que echan mano del evangelio no tienen que avergonzarse, la causa los
librará, pero los que se oponen a éste serán avergonzados. El apóstol había encomendado su vida, su
alma y sus intereses eternos al Señor Jesús. Nadie más podría liberar y asegurar su alma por medio
de las pruebas de la vida y de la muerte. Viene el día en que nuestras almas serán interrogadas. A ti
se te encargó un alma, ¿cómo la ocupaste? ¿al servicio del pecado o al servicio de Cristo? La
esperanza del cristiano verdadero de menor estatura descansa sobre el mismo fundamento que la del
gran apóstol. También aprendió el valor y el riesgo de su alma; también creyó en Cristo; el cambio
obrado en su alma, convence al creyente que el Señor Jesús le guardará para su reino celestial. —
Pablo exhorta a Timoteo a que se aferre firme de las Sagradas Escrituras, a la sustancia de la sólida
verdad del evangelio en ellas. No basta con asentir a las sabias palabras; hay que amarlas. —La
doctrina cristiana es un encargo que se nos ha entregado; tiene valor indecible en sí misma y nos
será de ventaja indecible. Se nos ha encargado para ser preservado puro y completo, pero no
debemos pensar en mantenerlo por nuestra propia fuerza, sino por el poder del Espíritu Santo que
habita en nosotros; y no será ganado por los que confían en sus propios corazones y se inclinan a
sus propios entendimientos.
Vv. 15—18. El apóstol menciona la constancia de Onesíforo, a menudo refrescado con sus
cartas, consejos, y consuelos, y no se avergüenza de él. Un hombre bueno procurará hacer el bien.
—El día de la muerte y del juicio es un día temible. Si deseamos tener misericordia, entonces
debemos buscarla ahora del Señor. Lo mejor que podemos pedir, para nosotros y para nuestros
amigos, es que el Señor conceda que nosotros y ellos podamos hallar misericordia del Señor,
cuando seamos llamados a pasar del tiempo a la eternidad y a comparecer al juicio de Cristo.
CAPÍTULO II
Versículos 1—7. El apóstol exhorta a Timoteo a que persevere con diligencia, como un soldado, un
atleta y un labrador. 8—13. Le estimula con la seguridad de un final feliz para su fidelidad. 14
—21. Advertencia para evitar las vanas palabrerías y los errores peligrosos. 22—26. Encargo
para huir de las pasiones juveniles y ministrar con celo contra el error, pero con espíritu
manso.
Vv. 1—7. A medida que crecen nuestras pruebas necesitamos fortalecernos más en lo que es bueno;
nuestra fe, más fuerte; nuestra resolución, más fuerte; nuestro amor a Dios y Cristo, más fuerte. Esto
en oposición a que seamos más fuertes según nuestro propio poder. —Todos los cristianos, pero
especialmente los ministros, deben ser fieles a su Capitán, y resueltos en su causa. El gran afán del
cristiano debe ser agradar a Cristo. Tenemos que esforzarnos para dominar nuestras concupiscencias
y corrupciones, pero no podemos esperar el premio si no observamos las leyes. Debemos poner
cuidado en hacer el bien de manera correcta, para que no se hable mal del bien que hacemos.
Algunos que son activos, desperdician su celo en las formas externas y en disputas dudosas. Pero
los que luchan lícitamente serán coronados al final. Si deseamos participar de los frutos, debemos
trabajar primero; si deseamos ganar el premio debemos correr la carrera. Debemos hacer la
voluntad de Dios antes de recibir lo prometido, para lo cual necesitamos paciencia. Junto con
nuestras oraciones por el prójimo, para que el Señor les dé entendimiento en todo, debemos
estimularlos y exhortarles que consideren lo que oyen o leen.
Vv. 8—13. Que los santos que sufren se acuerden y miren a Jesús, el Autor y Consumador de su
fe, que por el gozo que le fue puesto delante, soportó la cruz, menospreció la vergüenza, y ahora
está sentado a la diestra del trono de Dios. No debe extrañarnos que los mejores hombres se
enfrenten al peor de los tratos; pero esto causa regocijo, porque la palabra de Dios no está atada.
Aquí vemos la causa real y verdadera de que el apóstol sufriera aflicciones por amor del evangelio.
Si estamos muertos a este mundo, a sus placeres, sus beneficios y sus honores, estaremos por
siempre con Cristo en un mundo mejor. Él es fiel a sus advertencias y fiel a sus promesas. Esta
verdad asegura la condenación del incrédulo y la salvación del creyente.
Vv. 14—21. Los que están dispuestos a esforzarse suelen hacerlo por cosas de poca monta. Pero
las disputas de palabras destruyen las cosas de Dios. El apóstol menciona a algunos que erraron. No
negaron la resurrección, pero corrompieron la doctrina verdadera. Pero nada puede ser más necio o
erróneo, porque trastorna la fe temporal de algunos profesantes. Este fundamento tiene dos cosas
escritas en él. Una habla de nuestro consuelo. Nada puede derribar la fe de alguien a quien Dios
escogió. El otro habla de nuestro deber. Los que deseen tener el consuelo del privilegio deben tomar
conciencia del deber. —Cristo se dio por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, Tito ii, 14. La
Iglesia de Cristo es como una habitación: algo del mobiliario es de gran valor; otro, de poco valor, y
dedicado a usos más viles. Algunos que profesan la religión son como vasos de madera y barro.
Cuando los vasos de deshonra sean tirados para ser destruidos, los otros serán llenos de toda la
plenitud de Dios. Debemos ocuparnos de que seamos vasos santos. A cada cual a quien apruebe
Dios de la Iglesia será dedicado al servicio de su Maestro, y de este modo será equipado para su
uso.
Vv. 22—26. Mientras más sigamos lo que es bueno, más rápido y más lejos huiremos de lo
malo. Mantener la comunión de los santos nos sacará de la comunión con las obras infructuosas de
las tinieblas. Nótese cuán a menudo el apóstol advierte contra los debates en la religión; lo cual
demuestra con seguridad que la religión consiste más en creer y practicar lo que Dios requiere que
en disputas sutiles. Son ineptos para enseñar los que son dados a esforzarse, y son fieros y osados.
Enseñanza, no persecución, tal es el método de las Escrituras para tratar a los que están en error. —
El mismo Dios que da la revelación de la verdad, por su gracia nos lleva a reconocerlo, de lo
contrario nuestros corazones seguirían rebelándose contra ello. No existe el “por si acaso” en cuanto
a que Dios perdone a los que se arrepienten, pero no podemos decir que dará arrepentimiento a los
que se oponen a su voluntad. —Los pecadores son metidos en una trampa, y en la peor trampa,
porque es del diablo; ellos son sus esclavos. Si alguno anhela liberación, que recuerde que no puede
escapar excepto por arrepentimiento, que es la dádiva de Dios; que debemos pedirlo a Él con
oración fervorosa y perseverante.
CAPÍTULO III
Versículos 1—9. El apóstol predice la aparición de peligrosos enemigos del evangelio. 10—13.
Propone su propio ejemplo a Timoteo. 14—17. Le exhorta a que siga las doctrinas aprendidas
de las Sagradas Escrituras.
Vv. 1—9. Aun en la época del evangelio habría tiempos peligrosos a causa de persecuciones desde
afuera, más aun por las corrupciones internas. A los hombres les gusta acceder a sus propias
concupiscencias más que complacer a Dios y cumplir su deber. Cuando todo hombre anhela lo que
puede obtener y ansía conservar lo que tiene, esto hace que los hombres sean peligrosos, los unos
para los otros. Cuando los hombres no temen a Dios, no consideran al hombre. Cuando los hijos son
desobedientes con sus padres, esto hace que los tiempos sean peligrosos. Los hombres son impíos y
sin temor de Dios porque son ingratos ante las misericordias de Dios. Abusamos de las dádivas de
Dios si las hacemos alimento y combustible de nuestras concupiscencias. Los tiempos también son
peligrosos cuando los padres carecen de afecto natural por sus hijos. Cuando los hombres no
mandan sus propios espíritus sólo desprecian lo bueno y honroso. Dios tiene que ser amado por
encima de todo, pero la mente carnal, llena de enemistad contra Él, prefiere cualquier cosa antes
que a Él, especialmente al placer carnal. Una forma de piedad es muy diferente del poder; los
cristianos deben alejarse de los que son hallados hipócritas. Tales personas se han encontrado dentro
de la iglesia externa, en todo lugar y en todos los tiempos. —Siempre ha habido hombres astutos
que, con pretensiones y halagos, se infiltran en el favor y la confianza de los que son demasiado
crédulos, ignorantes y fantasiosos. Todos debemos estar siempre aprendiendo a conocer al Señor,
pero estos siguen cualquier noción nueva, pero nunca buscan la verdad como es en Jesús. Como los
magos egipcios, estos eran hombres de mentes corrompidas, prejuiciados contra la verdad, y
carecen de fe. Pero aunque el espíritu de error pueda estar libre por un tiempo, Satanás no puede
engañar a las naciones e iglesias más allá de lo que Dios permite.
Vv. 10—13. Mientras mejor conozcamos la doctrina de Cristo, enseñada por los apóstoles, más
íntimamente nos aferraremos a ella. Cuando conocemos sólo en parte las aflicciones de los
creyentes, eso nos tienta a que declinemos la causa por la cual ellos sufren. Suele permitirse una
forma de piedad, una profesión de fe cristiana, sin una vida santa, mientras la profesión sincera de la
verdad como es en Jesús y la atención resuelta a los deberes de la piedad, provocan la burla y la
enemistad del mundo. Así como los hombres buenos van mejorando, por la gracia de Dios, así los
hombres malos van empeorando por la astucia de Satanás y el poder de sus propias corrupciones. El
camino del pecado va cuesta abajo; los tales van de mal en peor, engañándose y siendo engañados.
Los que engañan a otros, se engañan a sí mismos, como lo descubrirán al final a sus expensas. La
historia de la iglesia externa, muestra en forma sobrecogedora que el apóstol dijo esto siendo
movido por el Espíritu Santo.
Vv. 14—17. Los que deseen aprender las cosas de Dios y estar seguros de ellas, deben conocer
las Sagradas Escrituras, porque son la revelación divina. La edad de los niños es época de
aprendizaje; y los que van a aprender de verdad, deben aprender de las Escrituras, las cuales no
deben estar a nuestro lado olvidadas, o leídas raramente o nunca. La Biblia es una guía segura a la
vida eterna. Los profetas y los apóstoles no hablaban por sí mismos, sino que entregaban lo que
recibían de Dios, 2 Pedro i, 21. —Es provechoso para todos los propósitos de la vida cristiana. Es
útil para todos, porque todos necesitan ser enseñados, corregidos y reprendidos. Hay algo en las
Escrituras apto para cada caso. ¡Oh, que podamos amar más nuestras Biblias y mantenernos más
cerca de ellas! Entonces hallaremos provecho, y por último, por fe en nuestro Señor Jesucristo
obtendremos la felicidad ahí prometida, que es el tema principal de ambos Testamentos. Nos
oponemos mejor al error fomentando el conocimiento firme de la palabra de verdad; el bien más
grande que podemos hacer a los hijos es darles a conocer la Biblia a temprana edad.
CAPÍTULO IV
Versículos 1—5. El apóstol encarga solemnemente a Timoteo que sea diligente, aunque muchos no
soportarán la sana doctrina. 6—8. Enfatiza el encargo aludiendo a su martirio ya cercano. 9—
13. Desea que él venga pronto. 14—18. Advierte, y se queja de los que le abandonaron; y
expresa su fe en cuanto a su propia preservación para el reino celestial. 19—22. Saludos
amistosos y su bendición de costumbre.
Vv. 1—5. La gente se alejará de la verdad, se cansarán del claro evangelio de Cristo, desearán las
fábulas y se complacerán en ellas. La gente hace eso cuando no soporta la predicación penetrante,
sencilla y que va al grano. Los que aman las almas deben estar siempre alertas, arriesgarse, soportar
todos los efectos dolorosos de su fidelidad, y aprovechar todas las oportunidades para dar a conocer
el puro evangelio.
Vv. 6—8. La sangre de los mártires, aunque no era un sacrificio expiatorio, sin embargo, fue un
sacrificio de reconocimiento de la gracia de Dios y de su verdad. La muerte para el hombre bueno
es su liberación de la prisión de este mundo, y su partida a disfrutar del otro mundo. Como cristiano
y ministro, Pablo había guardado la fe, sostenido con firmeza las doctrinas del evangelio. ¡Qué
consuelo es poder hablar de esta manera al fin de nuestros días! La corona de los creyentes es una
corona de justicia adquirida por la justicia de Cristo. Los creyentes no la tienen actualmente, pero es
segura porque está puesta para ellos. El creyente, en medio de la pobreza, el dolor, la enfermedad y
las agonías de la muerte, puede regocijarse; pero si un hombre descuida los deberes de su cargo y
lugar, se oscurece la prueba de su interés en Cristo, y se puede esperar que la incertidumbre y la
angustia oscurezcan y asedien sus últimas horas.
Vv. 9—13. El amor a este mundo suele ser la causa para apostatar de las verdades y caminos de
Jesucristo. —Pablo fue guiado por inspiración divina, pero él tenía sus libros. Debemos seguir
aprendiendo mientras vivamos. Los apóstoles no descuidaron los medios humanos al procurar las
necesidades de la vida o su propia instrucción. Agradezcamos a la bondad divina por habernos dado
tantos escritos de hombres sabios y piadosos de todas las épocas; y procuremos que sea nuestro el
provecho de su lectura y ello se haga evidente para todos.
Vv. 14—18. Hay tanto peligro de parte de los hermanos falsos, como de los enemigos
declarados. Peligroso es tener que ver con los enemigos de un hombre como Pablo. Los cristianos
de Roma fueron a encontrarle, Hechos xxviii, pero todos lo abandonaron cuando pareció que había
peligro de sufrir con él; entonces. Dios pudo justamente enojarse con ellos, pero él oró a Dios que
los perdonara. El apóstol fue librado de las fauces del león, esto es, de Nerón o de algunos de sus
jueces. Si el Señor está por nosotros, nos fortalecerá en las dificultades y los peligros, y su presencia
suplirá con creces la ausencia de cada uno y de todos.
Vv. 19—22. Para ser felices no necesitamos más que tener al Señor Jesucristo con nuestro
espíritu, porque en Él se resumen todas las bendiciones espirituales. La mejor oración que podemos
ofrecer por nuestros amigos es que el Señor Jesucristo esté con sus espíritus que los santifique y los
salve, y que al final los reciba junto a Él. Muchos que creyeron, como Pablo, están ahora ante el

trono, dando gloria a su Señor: seamos sus seguidores.