NAHUM

NAHUM
Este profeta anuncia la segura e inminente destrucción del imperio asirio, en particular de
Nínive, que es descrita muy minuciosamente. Junto con esto hay consuelo para sus compatriotas,
exhortándolos a confiar en Dios.
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CAPÍTULO I
Versículos 1—8. La justicia y el poder del Señor. 9—15. La derrota de los asirios.
Vv. 1—8. Unos cien años antes, por la prédica de Jonás, los ninivitas se arrepintieron y fueron
perdonados, pero, pronto después, empeoraron más que nunca. Nínive no conoce a Dios que
contiende con ella, pero le dicen qué Dios es. Bueno es que todos mezclen fe con lo que aquí se dice
acerca de Él, que debiera comunicar gran terror al impío, y consuelo a los creyentes. Cada uno tome
su porción de aquí: que los pecadores lean y tiemblen; que los santos lean y triunfen. —La ira de
Jehová se pone en contraste con su bondad para con su pueblo. Quizá sean oscuros y poco
considerados en el mundo, pero el Señor los conoce. —El carácter escritural de Jehová no
concuerda con los criterios de los racionalistas orgullosos. El Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo es lento para la ira y presto para perdonar, pero de ninguna manera dará por inocente al
impío; hay tribulación y angustia para toda alma que hace el mal: ¿pero quién considera
debidamente el poder de su ira?
Vv. 9—15. Hay una tremenda confabulación contra el Señor y contra su reino en este mundo,
armada por las puertas del infierno; pero resultará en vano. Con algunos pecadores Dios hace
consumación rápida; y de una u otra manera, exterminará a todos sus enemigos. Aunque estén
quietos y muy seguros, y sin temor, serán cortados como pasto y trigo cuando pase el ángel
exterminador. Dios obrará así una gran liberación para su pueblo. Pero a los que se envilecen por
pecados escandalosos, Dios los envilecerá por castigos vergonzosos. —Las noticias de esta gran
liberación serán bien recibidas, con mucho gozo. Estas palabras se aplican a la gran redención
obrada por nuestro Señor Jesús, el eterno evangelio, Romanos x, 15. Mensajeros de la buena nueva
son los ministros de Cristo que predican paz por Jesucristo. ¡Cuán bienvenidos son quienes ven su
miseria y peligro por el pecado! La promesa que hacen en el día del mal debe ser cumplida.
Agradezcamos las ordenanzas de Dios y participemos alegremente en ellas. Miremos adelante con
jubilosa esperanza a un mundo donde el impío nunca puede entrar, y el pecado y la tentación ya no
serán más conocidas.
CAPÍTULO II
Versículos 1—10. Anuncio de la destrucción de Nínive. 11—13. La causa verdadera, su pecado
contra Dios, y su comparescencia contra ellos.
Vv. 1—10. Nínive no desechará este juicio; no hay consejo ni fuerza contra el Señor. Dios mira la
ciudad orgullosa, y la derriba. —Se da un recuento particular de los terrores con que el enemigo
invasor vendrá contra Nínive. El imperio de Asiria es representado como una reina por ser llevada
cautiva a Babilonia. La culpa de la conciencia llena de terror a los hombres en el día malo; ¿y qué
harán los tesoros o la gloria por nosotros en momentos de angustia o en el día de la ira? Pero, por
tales cosas, ¡cuántos pierden su alma!
Vv. 11—13. Los reyes de Asiria habían sido terribles y crueles con sus vecinos durante mucho
tiempo, pero el Señor destruirá su poder. Muchos alegan como excusa para la rapiña y el fraude que
tienen familias que mantener, pero lo que así se obtiene nunca les hará ningún bien. Los que temen
al Señor y obtienen honestamente lo que tienen, no tendrán necesidades ellos mismos ni los suyos.
Justo es que Dios prive de hijos o del consuelo de ellos a los que siguen rumbos pecaminosos para
enriquecerse. No son dignos de ser oídos de nuevo los que han hablado reprochando a Dios.
Entonces, vamos a Dios en su trono de la gracia, que teniendo paz con Él por nuestro Señor
Jesucristo, podemos saber que está por nosotros, y que todas las cosas ayudarán a bien para nuestra
eterna bienaventuranza.
CAPÍTULO III
Versículos 1—7. Los pecados y juicios de Nínive. 8—19. Su total destrucción.
Vv. 1—7. Cuando son derribados los pecadores soberbios, los demás debieran aprender a no
elevarse a sí mismos. La caída de esta gran ciudad debe ser una lección para las personas
particulares que aumentan riqueza por el fraude y la opresión. Están preparando enemigos contra sí
mismos; y si place al Señor castigarlos en este mundo, no tendrán a nadie que los compadezca.
Todo hombre que busca su propia prosperidad, seguridad y paz, no sólo actuará en forma recta y
honorable, sino con bondad hacia todos.
Vv. 8—19. Las fortalezas, aun las más poderosas, no tienen defensa contra los juicios de Dios.
Serán incapaces de hacer nada a su favor. —Los caldeos y los medos devorarían la tierra como
gusanos carcomedores. Los asirios también serían comidos por sus numerosos soldados
contratados, lo que parece estar indicado por la palabra que se traduce “mercaderes”. Los que han
hecho el mal a su prójimo, encontrarán que el mal se vuelve contra ellos. Nínive, y muchas otras
ciudades, estados e imperios, han sido destruidos, y debieran servirnos de advertencia. ¿Somos
mejores, excepto que hay unos cuantos cristianos verdaderos entre nosotros, que son la mayor
seguridad y una defensa más fuerte, que todas las ventajas de la situación o de poder? Cuando el
Señor se muestra contra un pueblo, todo aquello en que confíen debe fallar o resultar desventajoso;
pero Él sigue haciendo el bien a Israel. Él es una fortaleza para todo creyente en tiempos difíciles, la
cual no puede ser asaltada ni tomada; y conoce a los que confían en Él.