HABACUC
El tema de esta profecía es la destrucción de Judea y Jerusalén por los
pecados del pueblo, y el
consuelo de los fieles sometidos a las calamidades nacionales.
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CAPÍTULO I
Versículos 1—11. La maldad de la
tierra.—La temible venganza a ser ejecutada. 12—17.
Estos
juicios serán infligidos por una nación más impía que ellos mismos.
Vv. 1—11. Los siervos del Señor están
profundamente afligidos por ver que prevalecen la impiedad
y la violencia; especialmente entre los que profesan la verdad. Ningún
hombre tenía escrúpulos de
hacer el mal a su prójimo. Debemos anhelar irnos a aquel mundo donde
reinan por siempre la
santidad y el amor, y donde no habrá violencia ante nosotros. Dios tiene
buenas razones para ser
paciente con los malos y de reprender a los hombres buenos. Llegará el
día en que el clamor del
pecado será oído contra los que hacen el mal, y el clamor de la oración
de quienes sufren el mal. —
Tenían que notar lo que estaba pasando entre los paganos a manos de los
caldeos y considerarse a sí
mismos como nación próxima a ser azotada por ellos. Pero la mayoría de
los hombres presumen de
la continuada prosperidad o que las calamidades no llegarán en su
tiempo. Son nación amarga y
presurosa, fiera, cruel y derriba todo lo que está delante de ellos.
Ellos vencerán a todo el que se les
oponga. Pero darse la gloria a uno mismo es una gran ofensa y ofensa
corriente del pueblo
orgulloso. —Las palabras finales dan un atisbo de consuelo.
Vv. 12—17. Sean como sean las cosas, Dios es el
Señor, nuestro Dios, nuestro Santo. Somos un
pueblo ofensor; Él es un Dios ofendido, pero nosotros no albergamos
pensamientos malos de Él o
de su servicio. Gran consuelo es que, cualquiera sea la maldad que conciban
los hombres, el Señor
concibe el bien, y estamos seguros de que su consejo resistirá. Aunque
la maldad pueda prosperar
por un rato, Dios es santo y no aprueba esa maldad. Como Él mismo no
puede hacer iniquidad, así
sus ojos son muy puros como para contemplarla con aprobación. Por este
principio debemos
guiarnos, aunque las dispensaciones de su providencia puedan, por un
tiempo, en algunos casos,
parecernos que no concuerdan con eso. —El profeta se queja de que se
abusaba de la paciencia de
Dios; y como la sentencia contra estas malas obras y malos obreros no
fue ejecutada velozmente,
sus corazones estaban más plenamente dispuestos para hacer el mal. A
algunos los toman como con
anzuelo, uno por uno; otros, son tomados en las aguas bajas como con red
y los reúne en su red, que
todo lo encierra. Ellos admiran su propia destreza y capacidad
inventiva: hay una gran proclividad
en nosotros para adueñarnos de la gloria de la prosperidad externa. Esto
es idolizarnos a nosotros
mismos, sacrificando a la red porque es nuestra. —Dios terminará pronto
los robos espléndidos y
exitosos. La muerte y el juicio harán que los hombres cesen de ser
predadores del prójimo, y serán
sus propias presas. Recordemos que sin importar las ventajas que
poseamos, debemos dar toda la
gloria a Dios.
CAPÍTULO II
Versículos 1—4. Habacuc debe
esperar con fe. 5—14. Juicios
a los caldeos. 15—20. También
a la
ebriedad e idolatría.
Vv. 1—4. Debemos estar en guardia contra las
tentaciones de ser impacientes cuando estamos
inquietos y confundidos con dudas sobre los métodos de la providencia.
Cuando hemos derramado
quejas y peticiones ante Dios, debemos observar las respuestas que Dios
da por su palabra, su
Espíritu, y providencia, lo que el Señor dirá a nuestro caso. Dios no
desilusionará las expectativas
de fe de los que esperan oír lo que Él les dirá. Todos son aludidos en
las verdades de la palabra de
Dios. —Aunque el favor prometido sea largamente postergado, al final
llegará y nos recompensará
abundantemente por esperar. El pecador humilde, de corazón quebrantado y
arrepentido, solo busca
obtener un interés en esta salvación. Descansará su alma en la promesa y
en Cristo, en quien y por
medio del cual le es dada. Así, pues, anda, trabaja, y vive por fe,
persevera hasta el fin y es exaltado
a la gloria; en cambio, los que desconfían de, o desprecian la absoluta
suficiencia de Dios, no
andarán rectamente con Él. El justo vivirá por la fe en estas preciosas
promesas mientras se difiera
su cumplimiento. Sólo los que son hechos justos por la fe, vivirán,
serán felices aquí y para siempre.
Vv. 5—14. El profeta lee la condena de todas las
potestades orgullosas y opresivas que
maltratan al pueblo de Dios. la concupiscencia de la carne, la
concupiscencia de los ojos y la
soberbia de la vida son los lazos que enredan a los hombres; encontramos
al que llevó cautivo a
Israel, cautivo por cada una de ellas. —No debe contar como nuestro, más
de lo que tenemos, de lo
que obtenemos honestamente. Las riquezas no son sino barro, fango
espeso; ¿qué son el oro y la
plata, sino tierra amarilla y blanca? Los que pasan por el barro espeso
son obstaculizados y
ensuciados en su jornada; así son quienes pasan por el mundo en medio de
la abundancia de
riqueza. Qué necios los que se cargan con el cuidado continuo de ello;
con muchísima culpa por
conseguirla, ahorrarla y gastarla, ¡y con una pesada cuenta que deben
rendir otro día! Se
sobrecargan con este barro espeso y, así, se hunden en la destrucción y
la perdición. Véase cuál será
el final de esto; lo que se consigue del prójimo por la violencia, será
quitado con violencia por otros.
—La codicia ocasiona inquietud e incomodidad a la familia; el que
ambiciona ganancia perturba su
propia casa; lo que es peor, se acarrea la maldición de Dios para todos
los asuntos de ella. Hay
ganancia lícita que, por la bendición de Dios puede ser consuelo para
una casa, pero lo que se
obtiene por fraude e injusticia, traerá pobreza y ruina a una familia.
Pero eso no es lo peor: Tú has
pecado contra tu propia alma, la has puesto en peligro. Los que hacen
mal a sus vecinos hacen un
daño mucho más grande a sus propias almas. Si el pecador piensa que ha
manejado con arte e
ingenio sus engaños y su violencia, las riquezas y posesiones que haya
amontonado, darán
testimonio en su contra. No hay esclavos más grandes en el mundo que los
que son esclavos de las
puras empresas mundanas. ¿Y qué resulta de eso? Se hallan desilusionados
de eso y desilusionados
en eso; reconocerán que es peor que la vanidad, es aflicción de
espíritu. Dios manifiesta y magnifica
su gloria manchando y hundiendo la gloria terrenal, y llena la tierra
con el conocimiento de ella, tan
abundantemente como las aguas cubren el mar, que son profundas y se
esparcen lejos y
ampliamente.
Vv. 15—20. Se pronuncia un ay severo contra la
ebriedad; muy temible es para todos los que
son culpables de ebriedad en cualquier momento y en cualquier parte,
desde el palacio majestuoso a
la taberna despreciable. Caridad es dar un trago al que está necesitado,
al que tiene sed y es pobre, o
al viajero agotado o al que está listo para perecer; pero es maldad dar
un trago al vecino, que puede
dejarlo desnudo, descubrir preocupaciones secretas o arrastrarlo a un
mal negocio, o para cualquiera
de tales propósitos. Ser culpable de este pecado, complacerse en esto,
es hacer lo que podemos para
asesinar el alma y el cuerpo. Hay un ay para él, y castigo que responde
al pecado. —La necedad de
adorar ídolos es dejada al descubierto. El Señor está en su santo templo
del cielo, donde tenemos
acceso a Él en la manera que ha designado. Que demos la bienvenida a su
salvación y que le
adoremos en sus templos terrenales por medio de Cristo Jesús, y por la
influencia del Espíritu
Santo.
CAPÍTULO III
Versículos 1, 2. El profeta implora
a Dios por su pueblo. 3—15. Él
llama a tomar en cuenta a las
liberaciones anteriores. 16—19. Su firme confianza en la misericordia divina.
Vv. 1, 2. Parece que aquí se usa la palabra
oración en el sentido de acto de devoción. El Señor
avivará obra entre la gente en medio de los años de la adversidad. Esto
puede aplicarse a cada
temporada en que la Iglesia o los creyentes, sufren aflicciones y
pruebas. La misericordia es a lo
que debemos huir en busca de refugio, y confiar en ella como nuestro único
argumento. No
debemos decir: Recuerda nuestro mérito, sino Señor, acuérdate de la
misericordia.
Vv. 3—15. Cuando el pueblo de Dios está angustiado
y a punto de desesperar, busca ayuda
considerando los días antiguos y los años de los tiempos antiguos, presentándolos
en oración como
argumento a Dios. El parecido de los cautiverios egipcio y babilónico se
presenta naturalmente a la
mente, así como la posibilidad de una liberación semejante por medio del
poder de Jehová. —Dios
se manifestó en su gloria. Todos los poderes de la naturaleza son
remecidos, y el curso de la
naturaleza es cambiado, pero todo es para la salvación del pueblo de
Dios. Hasta lo que parezca
menos probable obrará para la salvación de ellos. Aquí se da un tipo y
figura de la redención del
mundo por Jesucristo. Es para la salvación con tu ungido. Josué, que
dirigió los ejércitos de Israel,
era una figura de Aquel cuyo nombre llevaba, Jesús, nuestro Josué. En
todas las salvaciones obradas
para ellos, Dios miraba a Cristo, el Ungido, y traía liberaciones que
pasaran por Él. Todas las
maravillas hechas por el Israel de antes, fueron nada para lo que se
hizo cuando el Hijo de Dios
sufrió la cruz por los pecados de su pueblo. ¡Cuán gloriosa su resurrección
y ascensión! ¡Cuánto
más gloriosa será su segunda venida a poner fin a todo lo que se opone a
Él, y a todo lo que hace
sufrir a su pueblo!
Vv. 16—19. Cuando vemos que se acerca un tiempo
difícil, nos corresponde prepararnos. Una
buena esperanza a través de la gracia se fundamenta en el santo temor. —El
profeta mira a las
experiencias de la Iglesia de épocas anteriores y observa qué cosas tan
grandes había hecho Dios
por ellos, y así no sólo se recuperó, sino fue lleno de santo gozo.
Resolvió deleitarse y triunfar en el
Señor; porque cuando todo se va, su Dios no se va. —Destruid las vides y
las higueras y haréis que
cese todo el gozo carnal. Pero los que disfrutaban
a Dios en todos cuando estaban llenos, ahora
vacíos y pobres, pueden disfrutar todo en
Dios. Pueden sentarse sobre la pila de ruinas de sus
consuelos humanos, y aun entonces alabar al Señor, como el Dios de su
salvación, la salvación del
alma, y regocijarse en Él como tal, en sus angustias más grandes. El
gozo en el Señor es
especialmente oportuno cuando nos topamos con pérdidas y cruces en el
mundo. Aunque estén
cortadas las provisiones, para demostrar que el hombre no vive solamente
de pan, podemos ser
abastecidos por la gracia y la consolación del Espíritu de Dios.
Entonces seremos fuertes para la
obra y la guerra espiritual, y con el corazón ensanchado podemos correr
por el camino de sus
mandamientos, y superar nuestros problemas. Y seremos exitosos en las
empresas espirituales. —
Así, el profeta que empezó su oración con temor y temblor, la termina
con gozo y triunfo. Y así la fe
en Cristo prepara para todo acontecimiento. El nombre de Jesús, cuando
podemos hablar de él como
nuestro, es bálsamo para toda herida, un cordial para toda preocupación.
Es un ungüento derramado,
que difunde fragancia a través de toda el alma. Con la esperanza de una
corona celestial, soltemos
todas las posesiones y comodidades terrenales, y soportemos alegremente
cuando estemos debajo
de las cruces. Aún un poquito y el que ha de venir vendrá y no tardará;
donde Él esté, nosotros
también estaremos.