ESTHER
En este libro encontramos que hasta los judíos diseminados en las
provincias de los paganos,
fueron cuidados y maravillosamente preservados cuando fueron amenazados
por la destrucción.
Aunque el nombre de Dios no se menciona en este libro, el dedo de Dios
se advierte en los sucesos
mínimos que ocasionan la liberación de su pueblo. Esta historia se ubica
entre los capítulos vi y vii
de Esdras.
—————————
CAPÍTULO I
Versículos 1—9. La fiesta real de
Asuero. 10—22. Vasti
se niega a comparecer—El decreto del rey.
Vv. 1—9. El orgullo del corazón de Asuero se
acrecienta con la grandeza de su reino y organiza una
fiesta extravagante. Esto es vanagloria. Mejor es comer hierbas con
tranquilidad que este banquete
de vino con todo el bullicio y el tumulto que debe de haberle
acompañado. Pero si la gracia no
prevalece en el corazón, el principio rector será una u otra forma de la
exaltación e indulgencia de sí
mismo. —Pero nadie obliga, de modo que si alguien bebe excesivamente, es
su propia falta. Esta
precaución de un príncipe pagano, aunque demuestra su generosidad, puede
avergonzar a muchos
que se dicen cristianos que, con el pretexto de beber a la salud, beben
pecado y con ello, la muerte.
Este es un ¡ay! para los que hacen así; que lo lean y tiemblen, Habacuc
ii, 15, 16.
Vv. 10—22. La fiesta de Asuero termina mal por su
propia necedad. Las temporadas de
festividades peculiares suelen terminar en vejación. Los superiores
debieran cuidarse de no mandar
lo que razonablemente no pueda obedecerse. Pero cuando se ha ingerido
vino, se va la razón de los
hombres. —El que gobernaba 127 provincias no gobernaba su propio espíritu.
Pero si la pasión o la
política del rey fue servida con este decreto, la providencia de Dios
abrió el camino a Ester hacia la
corona y derrotó el malvado proyecto de Amán, aun antes que entrara en
su corazón y accediera al
poder. Regocijémonos que el Señor reina y vence la locura o necedad de
la humanidad, para
promover su propia gloria y la seguridad y felicidad de su pueblo.
CAPÍTULO II
Versículos 1—20. Ester elegida
reina. 21—23. Mardoqueo descubre
un complot contra el rey.
Versículos 1—20. Vemos a qué cosas absurdas llegan los que fueron
despojados de la revelación
divina, y la necesidad que hay del evangelio de Cristo para purificar a
los hombres de las lujurias de
la carne y restaurarlos a la institución original del matrimonio. —Ester
fue preferida como reina.
Quienes sugieren que Ester cometió pecado por llegar a esta dignidad, no
consideran las costumbres
de sus tiempos y aquellos países. Cada una de las mujeres que el rey
tomaba, estaba casada con él, y
era su esposa, aunque de rango inferior. Pero cuán hundida está la
naturaleza humana, ¡cuando
cosas como estas son la búsqueda principal y la suprema felicidad
mundana de los hombres! La
decepción y la vejación deben sobrevenir. El que más sabiamente
considera su gozo, aun en esta
vida presente, es el que obedece más exactamente los preceptos de la ley
divina. Pero volvámonos a
considerar la sabia providencia misericordiosa de Dios que va ejecutando
sus designios profundos
pero santos en medio de todo esto. Y que ningún cambio de nuestra
condición sea pretexto para
olvidar nuestros deberes con los padres, o los amigos que han ocupado su
lugar.
Vv. 21—23. Los buenos súbditos no deben ocultar
ningún mal designio contra el príncipe o
contra la paz pública. Mardoqueo no fue recompensado en el momento, pero
se escribió una
memoria del hecho. De esta manera, de los que sirven a Cristo, aunque su
recompensa no sea hasta
la resurrección de los justos, se conserva un registro de su obra de fe
y de su obra de amor, las
cuales Dios no es injusto para olvidar. Si parece olvidado ahora, se
recordará en el más allá. —
Ninguna de nuestras acciones puede olvidarse; hasta nuestros
pensamientos más secretos están
escritos en registros eternos, Apocalipsis xx, 12.
CAPÍTULO III
Versículos 1—6. Amán procura
destruir a los judíos. 7—15. Consigue un decreto contra los judíos.
Vv. 1—6. Mardoqueo se niega a hacer reverencias a
Amán. La religión del judío le prohíbe dar
honra con sabor a idolatría a cualquier mortal, especialmente a un
hombre tan malo como Amán.
Todos somos idólatras por naturaleza; el yo es nuestro ídolo favorito,
nos complacemos cuando nos
tratan como si todo estuviera a nuestra disposición. Aunque la religión
no se opone en absoluto a los
buenos modales, sino nos enseña a rendir honor a quien es debido, sin
embargo, el ciudadano de
Sion, desprecia no sólo en su corazón sino a sus ojos a alguien tan vil
como Amán, Salmo xv, 4. El
creyente verdadero no puede obedecer edictos ni conformarse a las modas
que quebrantan la ley de
Dios. Debe obedecer a Dios antes que al hombre, y dejar en sus manos las
consecuencias. —Amán
estaba totalmente enfurecido. Su designio fue inspirado por el espíritu
malo que ha sido homicida
desde el principio; cuya enemistad contra Cristo y su Iglesia gobierna a
todos sus hijos.
Vv. 7—15. Sin saber algo del corazón humano y de
la historia de la humanidad, no pensaríamos
que un príncipe pudiera consentir en una propuesta horrorosa y tan
nociva para él mismo.
Agradezcamos el gobierno bueno y justo. —Amán consulta, conforme a sus
propias supersticiones,
¡para hallar un día de suerte para la masacre decretada! La sabiduría de
Dios cumple sus propósitos
por medio de la necedad de los hombres. Amán apeló a la suerte, y la
suerte, demorando la
ejecución, da un juicio contra él mismo. El suceso explica la doctrina
de una providencia particular
que rige todos los asuntos de los hombres, y el cuidado de Dios por su
Iglesia. —Amán temió que la
conciencia del rey le golpeara por lo que había hecho; entonces, lo
mantuvo bebiendo para
impedírselo. Este método maldito es el que muchos siguen para ahogar las
condenas y endurecer
con pecado sus corazones y los corazones de los demás. Todo parecía
seguir un curso favorable para
cumplir el proyecto pero, aunque a los pecadores se les permita ir hasta
el punto al cual apuntan,
hay una Providencia invisible pero todopoderosa que los hace devolverse.
¡Cuán vanos y
despreciables son los ataques más fuertes contra Jehová! Si Amán hubiera
conseguido lo que
deseaba, y hubiera perecido la nación judía, ¿qué hubiera pasado con
todas las promesas? ¿Cómo se
hubieran cumplido las profecías acerca del gran Redentor del mundo? Así,
pues, el pacto eterno
mismo pudiera fallar, antes que este proyecto diabólico tuviera éxito.
CAPÍTULO IV
Versículos 1—4. Los judíos lamentan
su peligro. 5—17. Ester
se propone interceder por los judíos.
Vv. 1—4. Mardoqueo confiesa su relación con los
judíos. Las calamidades públicas que oprimen a
la Iglesia de Dios deben afectar nuestro corazón más que cualquier
aflicción personal, y es
particularmente angustiante ocasionar sufrimientos al prójimo. Dios
protegerá a los que están
expuestos al mal por la ternura de sus conciencias.
Vv. 5—17. Somos dados a retroceder antes servicios
que llevan en sí peligros o pérdidas. Pero
cuando lo demandan la causa de Cristo y de su pueblo, debemos tomar la
cruz y seguirle. Cuando
los cristianos se disponen a consultar primero su propia comodidad o
seguridad, antes que el bien
público, deben llevar la culpa. —La ley era expresa; todos la conocían.
No es así en la corte del Rey
de reyes: al estrado del trono de su gracia podemos acercarnos
confiadamente con la seguridad de
una respuesta de paz a la oración de fe. Somos bienvenidos, aun al Lugar
Santísimo, por la sangre
de Jesús. —La Providencia lo dispuso de tal manera para que, justo
entonces, los afectos del rey se
renovaran hacia Ester; la fe y el valor de ella sufrieron una prueba más
dura; y la bondad de Dios,
en el favor que ahora halló de parte del rey, por ello, brillaría más
todavía. Indudablemente Amán
hizo lo que pudo para poner al rey contra ella. —Mardoqueo sugiere que
era una causa que de una u
otra manera se llevaría a cabo, por lo cual ella podía aventurarse con
seguridad. Este era el lenguaje
de la fe firme, que no vacila ante la promesa, cuando el peligro amenaza
más, antes bien contra toda
esperanza cree en la esperanza. El que salve su vida con artificios
pecaminosos, sin encomendarla a
Dios en la senda del deber, la perderá en la senda del pecado. La
Providencia Divina había
considerado llevar a Ester a ser reina. En consecuencia, está ligada por
gratitud a prestar este
servicio a Dios y a su Iglesia, de lo contrario, no responde a la
finalidad de haber sido llevada a esa
elevada posición. Sabio consejo y designio hay en todas las providencias
de Dios que demostrarán
haber sido concebidas para el bien de la iglesia. Cada uno de nosotros
debe considerar para qué
propósito Dios nos ha puesto en el lugar en que estamos, y meditar en
nuestra respuesta a ese
objetivo, y cuidar de no dejarlo deslizar. Habiendo encomendado
solemnemente nuestra alma y
nuestra causa a Dios, podemos aventurarnos en su servicio. Todos los
peligros son triviales
comparados con el peligro de perder nuestra alma. Pero, a menudo, el
pecador tembloroso teme
arrojarse sin reservas a la gratuita misericordia del Señor, como Ester
temía presentarse ante el rey.
Aventúrese, como ella lo hizo, con ferviente oración y súplicas y le irá
tan bien y mejor que a ella.
La causa de Dios debe prevalecer: estamos a salvo al estar unidos a
ella.
CAPÍTULO V
Versículos 1—8. La solicitud de
Ester es recibida. 9—14. Amán
se prepara para ahorcar a
Mardoqueo.
Vv. 1—8. Habiendo prevalecido delante de Dios,
como Jacob, Ester tuvo también poder sobre los
hombres. El que pierda su vida por Dios la salvará, o la hallará en una
vida mejor. —El rey le dio
ánimo. Que nos sirva de estímulo para orar siempre a Dios y no desmayar.
Ester se presentó ante un
hombre soberbio e imperioso, pero nosotros nos presentamos ante el Dios
de amor y gracia. Ella no
fue llamada pero nosotros, sí; el Espíritu dice: Ven y la Esposa dice:
Voy. Ella tenía en su contra una
ley, nosotros tenemos a favor una promesa, muchas promesas. Pedid y se
os dará. Ella no tenía un
amigo que la acompañara o rogara por ella; por el contrario, el favorito
del rey, era su enemigo;
pero nosotros tenemos un Abogado ante el Padre, y éste se complace en
Él. Por tanto,
acerquémonos confiadamente al trono de la gracia. —Dios puso en el
corazón de Ester demorar un
día más su petición; no sabía lo que iba a pasar esa noche, pero Dios
sí.
Vv. 9—14. Este relato de Amán es un comentario de
Proverbios xxi, 24. Los que se admiran y
se halagan a sí mismos, se engañan. Mientras más alto asciende Amán, más
se impacienta cuando lo
tratan con desdén, y más se enfurece por ello. La afrenta de Mardoqueo
echó todo a perder. Una
leve afrenta, que un hombre humilde apenas notaría, atormenta al
orgulloso, hasta la locura y echa a
perder todas sus alegrías. A los dispuestos a incomodarse nunca les
faltará algo por lo cual irritarse.
Así son los hombres soberbios; aunque tienen mucho de qué ocuparse, si no tienen todo según su
gusto, es como nada para ellos. Muchos dicen que el orgulloso, con su
despliegue de pompa y
espectáculo, es feliz, pero es un pensamiento errado. Muchos que moran
en pobres cabañas se
sienten mucho menos inquietos que el rico con todas las fantasiosas
ventajas que lo rodean. El que
no conoce a Cristo es pobre aunque sea rico, porque está completamente
desprovisto del único que
es la riqueza verdadera.
CAPÍTULO VI
Versículos 1—3. La providencia
recomienda a Mardoqueo al favor del rey. 4—11. El consejo de
Amán honra a Mardoqueo. 12—14. Los amigos de Amán le hablan de su peligro.
Vv. 1—3. La providencia de Dios reina aun sobre
las preocupaciones más pequeñas de los hombres.
Ni un gorrión cae en tierra sin Él. Siga los pasos que dio la
Providencia para el ascenso de
Mardoqueo. El rey no pudo dormir, cuando la Providencia tenía un
designio que cumplir y lo
mantuvo despierto. No leemos de una enfermedad que le hubiera quitado el
sueño sino Dios, de
quien el sueño es un don, se lo retuvo. El que tenía mando sobre ciento
veintisiete provincias, no
tuvo mando sobre una hora de sueño.
Vv. 4—11. Véase cómo el orgullo del hombre lo
engaña. Lo engañoso del corazón se hace
presente nada menos que en el alto concepto que tenemos de nosotros y de
nuestros logros: contra
lo cual debemos velar y orar constantemente. Amán pensó que el rey sólo
lo amaba y valoraba a él,
pero se engañó. Debemos sospechar que la estima que el prójimo profesa
por nosotros no es tan
grande como parece, para que no tengamos un concepto demasiado alto de
nosotros mismos, ni
confiemos excesivamente en el prójimo. ¡Cómo fue golpeado Amán cuando el
rey lo mandó honrar
al judío Mardoqueo, el mismísimo hombre que odiaba por sobre todos los
hombres, y cuya
destrucción había concebido!
Vv. 12—14. Mardoqueo no se infló con los honores;
volvió a su lugar y a su deber. La honra
está bien dada a los que piensan que son superiores a sus asuntos. Pero
Amán no lo pudo tolerar.
¿Qué daño le hizo? Lo que rompe el corazón del hombre orgulloso, no
interrumpe el sueño del
humilde. Su condena, sin que hubiera ocurrido esto, le fue anunciada por
su esposa y por sus
amigos. Ellos testificaron claramente que los judíos, aunque
desparramados en todas las naciones,
eran objeto del especial cuidado divino. —Consoladores malos eran todos
ellos: no aconsejaron a
Amán que se arrepintiera, sino anunciaron su destino como inevitable. La
sabiduría de Dios se ve en
la programación del tiempo de la liberación de su Iglesia, para
manifestar su propia gloria.
CAPÍTULO VII
Versículos 1—6. Ester acusa a Amán.
7—10. Amán es ahorcado en
su propio patíbulo.
Vv. 1—6. Si el amor por la vida nos hace rogar
fervorosamente a quienes sólo pueden matar el
cuerpo, ¡cuán fervorosas debieran ser nuestras oraciones a Aquel que
puede destruir el cuerpo y el
alma en el infierno! ¡Cuánto debiéramos orar por la salvación de
nuestros parientes, amigos y de
todos los que nos rodean! —Cuando presentamos peticiones a hombres
grandes tenemos cautela
para no ofenderles; hasta las quejas justas deben ser retenidas. Pero
cuando nos acercamos con
reverencia al Rey de reyes, no podemos pedir ni esperar demasiado.
Aunque nada, sino ira es lo que
merecemos, Dios es poderoso para hacer todas las cosas mucho más
abundantemente de lo que
pedimos o entendemos.
Vv. 7—10. El rey estaba enojado: los que hacen las
cosas por voluntad propia, reflexionan
después, y se reprochan a sí mismos. Cuando estemos enojados debemos
hacer una pausa antes de
tomar cualquier resolución y, así, gobernar nuestro propio espíritu y
demostrar que somo llevados
por la razón. Los que son más altivos e insolentes cuando se hallan en
el poder y la prosperidad,
corrientemente, como Amán, son los más abyectos y más pobres de espíritu
cuando son derribados.
Viene el día en que los que odian y persiguen a los elegidos de Dios
estarán felices de atenderlos. —
El rey devuelve más ira contra Amán. Los que estaban cerca de él,
estaban listos para ejecutar su
ira. ¡Cuán poco seguros pueden estar los hombres orgullosos de los
intereses que creen tener! Los
enemigos de la iglesia de Dios a menudo han sido sorprendidos en su
propia astucia. El Señor es
conocido por tales juicios. —Entonces se pacificó la ira del rey y no
antes. ¿Y quién tiene lástima
de Amán ahorcado en su propio patíbulo? Más bien se regocijan en la
destrucción que su propia
artimaña le acarreó. Que los hacedores de iniquidad tiemblen, se vuelvan
al Señor y busquen perdón
por medio de la sangre de Jesús.
CAPÍTULO VIII
Versículos 1, 2. Mardoqueo es
ascendido. 3—14. Ester
pide por los judíos. 15—17. Mardoqueo
recibe honores—El gozo de los judíos.
Vv. 1, 2. Lo que Amán hubiera usado para mal,
Ester lo usará para bien. Toda la confianza que el
rey había depositado en Amán, ahora la puso en Mardoqueo: un cambio
feliz. Véase aquí lo vano
que es hacerse tesoros en la tierra; el que apila riquezas no sabe quién
las recogerá. Con cuán escaso
placer, sí, con cuánto sufrimiento constante hubiera cuidado Amán su
patrimonio si hubiera previsto
que Mardoqueo, el hombre que odiaba por sobre todos los hombres del mundo,
¡iba a reinar sobre
todo aquello en que él había trabajado! Nos interesa asegurarnos las
riquezas que no quedarán atrás
sino irán con nosotros al otro mundo.
Vv. 3—14. Cuando la iglesia de Dios corre peligro,
es hora de ser fervientes. Ester, aunque a
salvo ella misma, se postró y rogó por la liberación de su pueblo. No
leemos que haya llorado
cuando rogaba por su vida, pero aunque estaba segura, lloró por su
pueblo. Las lágrimas de
compasión y ternura son las que más se parecen a las de Cristo. —Conforme
a la constitución del
gobierno persa, ninguna ley o decreto podía ser derogado o abrogado.
Esto dista mucho de hablar de
sabiduría y honor de los medos y persas, y muestra claramente su orgullo
y necedad. Esto sabe a esa
vieja presunción que arruinó todo, ¡seremos como dioses! Prerrogativa de
Dios es la de no
arrepentirse y decir lo que nunca será modificado o contradicho. Pero se
halló una manera, por otro
decreto, para autorizar a los judíos a defenderse. El decreto se publicó
en los lenguajes de todas las
provincias. ¿Todos los súbditos de un príncipe terrenal tendrán sus
decretos en idioma que
comprenden, y los oráculos y leyes de Dios quedarán ocultos de sus
siervos en lengua desconocida?
Vv. 15—17. Las vestimentas de Mardoqueo eran ricas
ahora. Estas cosas no son dignas de ser
comentadas, sino como señales del favor del rey y fruto del favor de
Dios para su Iglesia. Bueno es
para un país cuando los ornamentos de la seria piedad constituyen
insignias de dignidad. Cuando la
iglesia prospera, muchos se unen a ella, y se retractarán cuando haya
problemas. Cuando los
creyentes tienen reposo y andan en el temor del Señor y el consuelo del
Espíritu Santo, serán
multiplicados. Y los intentos de Satanás para destruir la Iglesia,
siempre aumentará el número de los
cristianos verdaderos.
CAPÍTULO IX
Versículos 1—19. El éxito de los
judíos. 20—32. La
fiesta de Purim para conmemorar esto.
Vv. 1—19. Los enemigos de los judíos esperaban
tener poder sobre ellos por el primer edicto. Si
nada hubieran intentado contra el pueblo de Dios, nada hubieran sufrido.
Los judíos, actuando
unidos, se fortalecieron mutuamente. Aprendamos a resistir en un solo
espíritu y con un solo ánimo,
resistiendo unidos a los enemigos del alma cuyo propósito es robarnos la
fe que es más preciosa que
nuestra vida. Los judíos, para honra de su religión, demostraron
desprecio por la riqueza mundana,
para que se viera que ellos no deseaban nada sino su preservación. En
todo caso, el pueblo de Dios
debe manifestar humanidad y desinterés, rehusando frecuentemente las
ventajas que legalmente
podrían obtener. —Los judíos celebraron su fiesta el día después de
haber terminado su obra.
Cuando hemos recibido grandes misericordias de Dios, debemos ser rápidos
para darle las gracias.
Vv. 20—32. La observancia de las fiestas judías es
una declaración pública de la verdad de las
Escrituras del Antiguo Testamento. Y como las Escrituras del Antiguo
Testamento son verdad, el
Mesías esperado por los judíos vino hace mucho y ninguno otro sino Jesús
de Nazaret puede ser ese
Mesías. El festival fue establecido por autoridad, pero bajo la
dirección del Espíritu de Dios. —Se
lo llamó fiesta de Purim, por una palabra persa que significa suerte. El
nombre de este festival les
recordaría la omnipotencia del Dios de Israel, que sirvió sus propósitos
por medio de las
supersticiones de los paganos. —Al repasar nuestras misericordias
debemos referirnos a temores y
angustias anteriores. Cuando nuestras misericordias son personales, no
debemos perder el consuelo
de ellas olvidándolas ni quitarle al Señor la gloria debida a su Nombre.
Que el Señor nos enseñe a
regocijarnos con ese gozo santo que anticipa y prepara para la bendición
del cielo. —Cada caso de
bondad divina hacia nosotros, es una nueva obligación de hacer el bien
especialmente a los que más
necesitan nuestra abundancia. Por sobre todo, la redención por medio de
Cristo nos obliga a ser
misericordiosos, 2 Corintios viii, 9.
CAPÍTULO X
La grandeza de Asuero—El ascenso de Mardoqueo.
Se podrían citar muchos ejemplos del esplendor de Asuero: quedaron
escritas en las crónicas persas
que se perdieron hace mucho, mientras las escrituras sagradas vivirán
hasta que se acabe el tiempo.
Las preocupaciones de los despreciados adoradores del Señor son consideradas
por el Espíritu
Santo como más importantes que los logros brillantes del monarca más
ilustre de la tierra. —
Mardoqueo fue verdaderamente grande y su grandeza le dio la oportunidad
de hacer mucho bien.
No desconoció a su pueblo, los judíos, y sin duda, conservó la verdadera
religión. No buscó su
propia riqueza, sino el bienestar de su pueblo. Pocos tienen en su poder
hacer tanto bien como
Mardoqueo, pero todos tienen a su alcance hacer mal, y ¿quién no tiene
en su poder hacer algo de
bien? No se nos pide que hagamos lo que no podemos o lo que nuestra
posición no nos permite;
pero todos estamos obligados a vivir bajo la influencia del temperamento
que muestran los santos,
cuyo ejemplo registra la Biblia. Si vivimos por la fe de Cristo, seremos
activos conforme a la
habilidad y a las oportunidades que Él nos da para fomentar su gloria, y
los mejores intereses de los
hombres. Si nuestra fe es genuina, obrará por amor. Esperad en fe y
oración, y el hecho será seguro
y glorioso; nuestra salvación es segura por nuestro Señor Jesucristo.
Henry, Matthew