Salmos 51 a 100

Salmos 51 a 100

SALMO LI
Versículos 1—6. El salmista pide misericordia, confiesa y lamenta
humildemente su pecado. 7—15. Pide perdón para promover la gloria de
Dios y la conversión de los pecadores. 16—19. Dios se agrada con un
corazón contrito.—Una oración por la prosperidad de Sion.
Vv. 1—6. David derrama su alma ante Dios, convencido de su pecado, y pide
misericordia y gracia. ¿Adónde deben volver los hijos descarriados, sino al
Señor Dios de ellos, que es el único que puede sanarlos? Por enseñanza
divina, hace un relato de lo que trabaja su corazón en cuanto a Dios.
Quienes se arrepienten verdaderamente de sus pecados, no serán
avergonzados al reconocer su arrepentimiento. También instruye a los demás
sobre qué hacer y qué decir. —David no sólo había hecho mucho; había
sufrido mucho en la causa de Dios; sin embargo, huye a refugiarse en la
misericordia infinita de Dios, y depende de ella para tener perdón y paz. Pide
perdón por el pecado. La sangre de Cristo rociada sobre la conciencia, borra
la transgresión, y, habiéndonos reconciliado con Dios, nos reconcilia con
nosotros mismos. El creyente anhela ver borrada toda la deuda de sus
pecados, y limpia cada mancha; será lavado completamente de todos sus
pecados; pero el hipócrita siempre tiene una reserva secreta, y preferiría que
no se le tocara alguna concupiscencia favorita. —David tenía un sentido tan
profundo de su pecado que estaba pensando continuamente en él, con pesar
y vergüenza. Su pecado lo cometió contra Dios, cuya verdad negamos
pecando voluntariamente; lo tratamos engañosamente. El penitente
verdadero siempre atribuirá las corrientes de pecado actual a la fuente de la
depravación original. Confiesa su corrupción original. Esta es esa necedad
que está ligada al corazón del joven, esa inclinación al mal, y el rechazo del
bien, que es la carga del regenerado y la ruina del inconverso. —En su
arrepentimiento, se le estimula a esperar que Dios le acepte por gracia. Tú
amas la verdad en lo íntimo; Dios mira esto en el pecador que se vuelve a Él.
Donde haya verdad Dios dará sabiduría. Quienes sinceramente se proponen
cumplir con su deber, serán enseñados lo que corresponde a su deber; pero
esperarán el bien sólo de la gracia divina que vence la naturaleza corrupta de
ellos.
Vv. 7—15. Purifícame con hisopo, con la sangre de Cristo aplicada a mi
alma mediante una fe viva, como el agua de la purificación se rociaba con un
manojo de hisopo. La sangre de Cristo es llamada la sangre rociada,
Hebreos xii, 24. Si esta sangre de Cristo, que limpia de todo pecado, nos
limpia de nuestro pecado, entonces estaremos verdaderamente limpios,
Hebreos x, 2. Él no pide ser consolado hasta no ser limpiado primeramente;
si el pecado, la raíz amarga de la tristeza, es quitado, puede orar con fe:
Permíteme tener una paz bien fundamentada, creada por ti, para que se
regocijen y se consuelen los huesos quebrantados por la convicción de
pecado. Esconde tu rostro de mis pecados; borra de tu libro todas mis
iniquidades; bórralas como la nube se borra y la disipan los rayos del sol. —
El creyente desea su renovación para santidad tanto como el gozo de su
salvación. David ve, ahora más que nunca, qué corazón inmundo tiene, y lo
lamenta con pesar; pero entiende que no está en su poder enmendarlo y, por
tanto, le ruega Dios la creación de un corazón limpio en él. Cuando el
pecador siente que este cambio es necesario, y lee la promesa de Dios en
ese sentido, empieza a pedirlo. Sabía que había entristecido al Espíritu
Santo con su pecado y lo había provocado a alejarse. Esto es lo que él teme
más que nada. —Pide que le sean restauradas las consolaciones divinas.
Cuando nos damos motivo para dudar de nuestro interés en la salvación,
¿cómo podemos esperar el gozo de ella? Esto lo había debilitado; él ora:
Estoy pronto a caer ya sea en pecado o en la desesperación, por tanto,
sosténme con tu Espíritu. Tu Espíritu es un Espíritu libre, en sí mismo un
Agente libre que obra con libertad. Y mientras más contentos estemos en
nuestro deber, más constantes seremos en eso. ¿Qué es esto sino la libertad
con que Cristo hace libre a su pueblo, en contraste con el yugo de la
esclavitud? Gálatas v, 1. Es el Espíritu de adopción que habla al corazón. —
A quienes tienen a Dios como el Dios de la salvación, Él los librará de la
culpa; porque la salvación de la cual Él es Dios, es la salvación del pecado.
Por lo tanto, debemos pedirle: Señor, tú eres el Dios de mi salvación, por
tanto, líbrame del dominio del pecado. Y cuando se abren los labios, ¿qué
deben decir sino alabanzas a Dios por Su misericordia perdonadora?
Vv. 16—19. Los que están totalmente convencidos de su desgracia y
peligro por el pecado, no debieran escatimar costo alguno para obtener su
remisión; pero como no pueden dar satisfacción por el pecado, Dios no
recibe de ellos ninguna satisfacción, a menos que le expresen su amor y
deber. —La buena obra hecha en todo penitente verdadero es un espíritu
quebrantado, un corazón contrito y humillado, y pesar por el pecado. Es un
corazón tierno y dócil a la palabra de Dios. ¡Oh, que hubiera un corazón así
en cada uno de nosotros! Dios se complace por gracia en aceptar esto en
lugar de todos los holocaustos y sacrificios. El corazón quebrantado es
aceptado por Dios sólo por medio de Jesucristo; no hay verdadero
arrepentimiento sin fe en Él. Los hombres desprecian lo que está
quebrantado, pero Dios no. Él no lo pasará por alto, no lo rehusará ni lo
rechazará; aunque no haga satisfacción para Dios por el mal que se le hizo
por el pecado. —Quienes han estado en problemas espirituales saben
compadecerse y orar por el prójimo así afligido. David tenía miedo que su
pecado ocasionara juicios contra la ciudad y al reino. Ningún temor o
problema personal de conciencia puede hacer que el alma, habiendo recibido
la gracia, sea indiferente a los intereses de la Iglesia de Dios. Que esto sea
el gozo continuo de todos los redimidos, que ellos tengan redención por la
sangre de Cristo, el perdón de pecados por las riquezas de su gracia.
SALMO LII
Versículos 1—5. Descripción de los enemigos de la verdad y de la Iglesia.—
Su destrucción. 6—9. El justo se regocija.
Versículos 1—5. Quienes se glorían en el pecado, se glorían en su
vergüenza. Los pecadores abusan de la paciencia y la tolerancia de Dios,
para endurecimiento de sus corazones en sus malos caminos. Pero los
enemigos se jactan en vano en su maldad, mientras nosotros tenemos la
misericordia de Dios para confiar. —El decir que había algo de verdad en lo
que dijimos no nos salvará de la culpa de mentir, si lo hacemos parecer algo
distinto de lo que fue. Mientras más mala intención y engañosa imaginación
haya en alguna maldad, más de Satanás hay en ella. —Cuando mueren los
hombres buenos, son trasladados de la tierra de los vivos en la tierra al cielo,
el jardín del Señor, donde echarán raíces por siempre; pero, cuando mueren
los malos, son desarraigados para que perezcan por siempre. El creyente ve
que Dios destruirá a los que no tienen en Él su fortaleza.
Vv. 6—9. Se engañan miserablemente los que piensan apoyarse en el
poder y la riqueza, sin Dios. El hombre malo confía en la abundancia de sus
riquezas; piensa que su maldad le ayudará a conservar su riqueza. Bueno o
malo, obtendría lo que pudiera y lo conservaría, y arruinaría a cualquiera que
se le interpusiera en su camino; él piensa que esto le va a fortalecer; pero,
¡véase a lo que llega! —Los que por fe y amor habitan en la casa de Dios,
serán como olivos verdes. Para ser como olivos verdes, debemos llevar una
vida de fe y santa confianza en Dios y su gracia. Aporta mucho a la belleza
de nuestra profesión de fe y a la fructificación de toda gracia, que estemos
alabando a Dios; y que nunca nos falte materia para alabarle. Solo su
nombre puede ser nuestro refugio y nuestra torre fuerte. —Es muy bueno
que esperemos en su nombre salvador; para calmar y acallar nuestro espíritu
cuando está perturbado, y para mantenernos en el camino del deber, cuando
somos tentados a usar cualquier recurso torcido para nuestro alivio, nada es
mejor que tener esperanza y esperar calladamente la salvación del Señor.
Quien haya seguido su dirección, terminará bien.
SALMO LIII
La corrupción del hombre por naturaleza.
Este salmo es casi igual que el Salmo 14. Su alcance es condenarnos por
nuestros pecados. Dios muestra aquí, por el salmista, cuán malos somos y
prueba esto por su cierto conocimiento. Anuncia terror a los peseguidores, el
peor de los pecadores. Da palabras de estímulo al pueblo de Dios
perseguido. ¿Cómo puede ser que los hombres sean tan malos? Porque no
hay temor de Dios ante sus ojos. Las malas costumbres de los hombres
fluyen de sus malos principios; si profesan conocer a Dios, sin embargo, en
las obras lo niegan, porque lo niegan en los pensamientos. Véase la necedad
del pecado; es necio aquel que alberga tales pensamientos corruptos delante
de Dios, de cuyo juicio estamos seguros es justo. Y vemos el fruto del
pecado; a lo que lleva a los hombres, cuando sus corazones son
endurecidos por medio de lo engañoso del pecado. Véase también la fe de
los santos, y su esperanza y poder en cuanto a la cura de este gran mal.
Vendrá un Salvador, una gran salvación, una salvación del pecado. Dios
salvará a su Iglesia de los enemigos de ella. Él salvará a todos los creyentes
de sus propios pecados para que no sean llevados cautivos por ellos, lo cual
será gozo eterno para ellos. De esta obra obtuvo el Redentor su nombre,
JESÚS, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados, Mateo i, 21.
SALMO LIV
Versículos 1—3. David se queja de la maldad de sus enemigo. 4—7.
Seguridad del favor y protección divina.
Vv. 1—3. Dios es fiel, aunque no se puede confiar en los hombres, y es
bueno para nosotros que así sea. David no tenía otro ruego, solo confiar en
el nombre de Dios, ningún otro poder en que confiar que no fuera el poder de
Dios, y estos son para él su refugio y su confianza. Esta sería la respuesta
efectiva a sus oraciones. Si miramos a David, traicionado por los hombres de
Judá, y a Jesús traicionado por uno de sus apóstoles, ¿qué podemos
esperar de alguien que no haya puesto a Dios delante de sí, sino ingratitud,
traición, maldad y crueldad? ¿Qué lazos naturales, de amistad o gratitud, o
del pacto respetarán los que han atropellado el temor de Dios? Selá:
Destáquese esto: Pongamos delante nuestro a Dios todo el tiempo, porque si
no lo hacemos, corremos peligro de desesperar.
Vv. 4—7. He aquí, Dios es el que me ayuda. Si estamos por Él, Él está
por nosotros; y si Él está por nosotros, no tenemos qué temer. Toda criatura
es para nosotros lo que Dios hace que sea, no más. El Señor salvará a su
pueblo en el momento oportuno y mientras tanto lo sustenta y lo tolera, para
que no desfallezca el espíritu que ha hecho. Hay verdad en las amenazas de
Dios y en sus promesas; los pecadores que no se arrepienten, así lo hallarán
a su propio costo. —La presente liberación de David fue una arras de su
posterior liberación. Habla de completar su liberación como cosa hecha,
aunque todavía le quedaban por delante muchas tribulaciones; porque
teniendo la promesa de Dios se sentía tan seguro como si ya estuviera
hecho. El Señor lo liberaría de todas sus tribulaciones. Él nos ayude a llevar
nuestras cruces sin afanarnos y, en el largo plazo, nos lleve a compartir sus
victorias y su gloria. —Los cristianos nunca deben tolerar que cese la voz de
alabanza y de acción de gracias en la Iglesia de los redimidos.
SALMO LV
Versículos 1—8. Oración a Dios para que manifieste su favor. 9—15. La gran
maldad y traición de sus enemigos. 16—23. Está seguro que en el
momento oportuno Dios se presentará a su favor.
Vv. 1—8. Tenemos en estos versículos a: —1. David orando. La oración es
un bálsamo para toda herida y un alivio para el espíritu sometido a cualquier
carga. —2. David llorando. Las penas son aminoradas en cierta medida,
mientras aumentan las de quienes no les dan salida. —3. David muy
alarmado. Bien podemos suponer que él estuviera así, por la irrupción de la
conspiración de Absalón, y la deserción de la gente. El horror lo abrumó.
Probablemente el recuerdo de su pecado en lo de Urías agregó mucho a su
temor. Cuando tenemos una conciencia culpable debemos llorar en nuestra
queja; hasta los creyentes firmes han sido llenados de horror por un tiempo.
Pero nadie fue tan abrumado como el santo Jesús, cuando plugo al Señor
exponerlo al dolor, y hacer de su alma una ofrenda por nuestros pecados. En
su agonía oró con más fervor, y fue oído y librado; confiando en Él y
siguiéndole, nosotros seremos sostenidos y pasados por todas las pruebas.
—Véase cómo David estaba cansado de la traición y la ingratitud de los
hombres, y de los cuidados y desilusiones de su alto puesto: él anhelaba
esconderse de la furia e inconstancia de su pueblo en algún desierto. No
apuntaba a la victoria sino al reposo; un desierto desolado para poder estar
quieto. Los hombres más sabios y mejores ansían más fervientemente la paz
y la tranquilidad, y más aún cuando son vejados y agotados con bullicio y
clamor. Esto hace que la muerte sea deseable para un hijo de Dios, porque
es un escape final de todas las tormentas y tempestades de este mundo,
hacia el reposo perfecto y eterno.
Vv. 9—15. Ninguna maldad perturba más al creyente que la que presencia
en quienes profesan ser de la Iglesia de Dios. No nos sorprendamos por la
corrupción y los desórdenes de la iglesia de la tierra; anhelemos ver a la
Nueva Jerusalén. —Se queja de uno que había sido muy diligente en su
contra. A menudo Dios destruye a los enemigos de la Iglesia dividiéndolos.
Un interés dividido contra sí mismo no puede permanecer. El cristiano
verdadero debe esperar pruebas de parte de quienes profesan ser amigos,
de quienes han estado unidos con él; esto será muy doloroso, pero mirando
a Jesús seremos capacitados para soportarlo. Cristo fue traicionado por un
compañero, un discípulo, un apóstol, el cual recuerda a Ahitofel en sus
crímenes y condena. Ambos fueron muy rápidamente alcanzados por la
venganza divina. Y esta oración es una profecía de la extrema ruina eterna
de todos los que se oponen y se rebelan contra el Mesías.
Vv. 16—23. En toda tribulación clamemos al Señor, y Él nos salvará. Él
nos oirá, y no nos culpará por ir a Él con demasiada frecuencia; mientras
más frecuencia, más bienvenido. David había pensado que todos estaban
contra él pero ahora ve que había muchos con él, más de lo que había
supuesto; y la gloria de esto se la da a Dios pues Él es quien nos levanta
amigos y los hace fieles a nosotros. Hay más cristianos verdaderos y los
creyentes tienen más amigos reales de lo que suponen en sus horas
sombrías. Sus enemigos serán tratados y derribados; ellos no podían
liberarse de sus miedos como pudo David, por fe en Dios. Los hombres
mortales, aunque estén muy alto y sean muy fuertes, serán aplastados
fácilmente por el Dios eterno. Aquellos que no son reclamados por la vara de
la aflicción ciertamente serán derribados al foso de la destrucción. —La
carga de aflicciones es muy pesada, especialmente cuando va junta con las
tentaciones de Satanás, también está la carga del pecado y la corrupción. El
único alivio bajo ella es mirar a Cristo que la llevó. —Sea lo que sea que
desees que Dios te dé, déjale a Él que lo dé a Su manera y en Su tiempo. La
ansiedad es una carga que deprime al corazón. Debemos encomendar
nuestros caminos y obras al Señor; dejar que Él haga como bien le parezca y
satisfacernos con eso. Echar nuestra carga sobre Dios es descansar en Su
providencia y promesa. Y si lo hacemos así, Él nos llevará en brazos de Su
poder, como la niñera lleva al niño; y fortalecerá nuestros espíritus por Su
Espíritu, de modo que ellos soporten la prueba. Él nunca tolerará que el justo
sea zarandeado; que sea tan remecido por cualesquiera problemas como
para abandonar su deber para con Dios o su consuelo en Él. Él no tolerará
que ellos sean derribados en forma exagerada. El que llevó la carga de
nuestras penas, desea que lo dejemos a Él llevar la carga de nuestras
ansiedades, para que Él pueda proveer de forma concordante pues Él sabe
lo que es óptimo para nosotros. ¿Por qué no confiamos en Cristo para que
gobierne el mundo que Él redimió?
SALMO LVI
Versículos 1—7. David busca misericordia de Dios en medio de la maldad de
sus enemigos. 8—13. Apoya su fe en las promesas de Dios y declara su
obligación de alabarlo por sus misericordias.
Vv. 1—7. Ten piedad de mí, oh Dios. Esta petición incluye todo lo bueno por
lo cual acudimos al trono de la gracia. Si recibimos misericordia, no
necesitamos más para ser felices. Implica igualmente nuestro mejor ruego,
no nuestro mérito, sino la misericorida de Dios, su misericordia gratuita y rica.
Podemos huir a la misericordia de Dios y confiar en ella cuando estamos
rodeados por dificultades y peligros por todos lados. Sus enemigos eran
demasiado duros para él, si Dios no le ayudaba. Resuelve hacer de las
promesas de Dios el tema de sus alabanzas, y nosotros tenemos razón para
hacer lo mismo. Como no debemos confiar en el brazo de carne cuando está
a nuestro favor, igualmente no debemos temer el brazo de carne cuando está
contra nosotros. El pecado de los pecadores nunca será su seguridad.
¿Quién conoce la fuerza de la ira de Dios; cuán alto puede llegar; con cuánta
fuerza puede golpear?
Vv. 8—13. Las pruebas pesadas y continuas por las cuales han pasado
muchos del pueblo del Señor, deben enseñarnos a estar callados y tener
paciencia bajo las cruces más livianas. Pero a menudo somos tentados a
estar descontentos y desesperarnos bajo penas pequeñas. Por esto
debemos controlarnos. —David se consuela, en su turbación y temor, en que
Dios notó todas sus penas y dolores. Dios tiene una botella y un libro para
las lágrimas de su pueblo, para las lágrimas por sus pecados y las lágrimas
de sus aflicciones. Él los observa con tierno interés. Todo creyente verdadero
puede decir directamente: El Señor es mi ayudador y no temeré lo que me
haga el hombre, porque el hombre no tiene poder sino el que le es dado de
lo alto. —Tus votos están sobre mí, oh Señor, no como carga sino como
aquello por lo cual soy conocido como siervo tuyo; como una rienda que me
frena de lo que sería doloroso y me dirige en el camino de mi deber. Y los
votos de agradecimiento acompañan apropiadamente las oraciones por
misericordia. Si Dios nos libra del pecado, sea por no hacerlo o por Su
misericordia perdonadora, Él ha librado nuestra alma de la muerte, que es la
paga del pecado. Donde el Señor ha empezado la buena obra, la terminará y
la perfeccionará. David espera que Dios le guarde hasta de la apariencia de
pecado. Nosotros debemos apuntar en todas nuestras decisiones y
expectativas de liberación, tanto del pecado como de problemas, que
podamos hacer el mejor servicio al Señor; que podamos servirle sin temor. Si
su gracia ha librado nuestra alma de la muerte del pecado, nos llevará al
cielo para andar delante de Él por siempre en la luz.
SALMO LVII
Versículos 1—6. David empieza con oración y queja. 7—11. Concluye con
gozo y alabanza.
Vv. 1—6. David depende totalmente de Dios. Los creyentes más eminentes
deben repetir frecuentemente la oración del publicano: “Dios, sé propicio a
mí, pecador”. Pero si nuestras almas confían en el Señor, eso nos asegura,
cuando estamos en peligro extremo, que nuestras calamidades serán
superadas, y mientras tanto, por la fe y la oración debemos refugiarnos en Él.
Aunque Dios es el Altísimo, condesciende al punto de preocuparse que todas
las cosas ayuden a bien a su pueblo. Esta es una buena razón de por qué
debemos orar fervorosamente. Adonde quiera que miremos en esta tierra, el
refugio falla, y no hay ayuda, pero podemos esperarla del cielo. Si hemos
huido de la ira venidera a Jesucristo, el que hizo todo lo necesario para
comprar la salvación de su pueblo, hará por nosotros y en nosotros todas las
cosas necesarias para que las disfrutemos. —Hizo que David se desanimara
pensando que habría quienes le tenían muy mala voluntad. Pero la maldad
que ellos maquinaron en su contra, se volvió contra ellos mismos. Cuando
estaba en la mayor angustia y desgracia, David no oró: Señor, exáltame,
sino, Señor, exalta tu nombre. Nuestro mejor aliento al orar lo tomamos de la
gloria de Dios, y en todas nuestras peticiones de misericordia debemos
considerar eso más que nuestro propio consuelo.
Vv. 7—11. Las oraciones y lamentos de David de inmediato se convierten
en alabanzas, por su fe viva. Su corazón está pronto; está dispuesto para
cualquier situación, todo suceso, porque permanece en Dios. Si por la gracia
de Dios somos llevados a este marco de pensamiento compuesto y estable,
tenemos mucha razón de estar agradecidos. Nada en la religión se hace con
buen propósito, si no se hace con el corazón. El corazón debe estar pronto
para el deber, enmarcado por el deber; dispuesto en el deber con intensa
atención. Nuestra lengua es nuestra gloria, y nunca lo es más que cuando
alaba a Dios; las devociones torpes y adormecidas nunca serán aceptables
para Dios. Despertémonos temprano por la mañana para empezar el día con
Dios; temprano en el comienzo de una misericordia. Cuando Dios viene a
nosotros con sus favores, vamos a su encuentro con alabanzas. David
deseaba que otros se unieran con él alabando a Dios; y en sus salmos sigue
alabando a Dios entre los pueblos, cantando a Él entre las naciones.
Procuremos tener nuestros corazones pronto para alabar su infinita
misericordia y fidelidad que no falla, y para glorificarle con cuerpo, alma y
espíritu, que son suyos. Oremos sinceramente que las bendiciones del
evangelio se extiendan por toda la tierra.
SALMO LVIII
Versículos 1—5. Descripción y reprobación de los jueces. 6—11. Una
oración para que ellos sean inhabilitados y anuncio de su ruina.
Vv. 1—5. Cuando se hace el mal bajo la apariencia del derecho, es lo peor;
es particularmente doloroso contemplar que quienes profesan ser hijos de
Dios se unen contra uno del pueblo de Dios. Debemos agradecer al Señor
sus restricciones misericordiosas; debemos ser más sinceros para procurar
la gracia renovadora, más vigilantes de nosotros mismos, y más pacientes
bajo los efectos de la naturaleza caída en los demás. —La corrupción de su
naturaleza era la raíz de su rencor. Podemos ver que la maldad del mundo
empieza en los niños. Se apartan de Dios y de su deber tan pronto como
pueden. ¡Y con cuánta prontitud mienten los pequeños! Es deber nuestro
enseñarles y, por sobre todo, orar diligentemente por la gracia que convierte,
para que haga nuevas criaturas de nuestros hijos. Aunque el veneno está
adentro, se puede impedir que salga para dañar a los demás. Cuando la
palabra del Señor se considera debidamente, la serpiente se vuelve inocua.
Pero quienes se niegan a oír la sabiduría celestial, deben perecer
miserablemente para siempre.
Vv. 6—11. David pide que los enemigos de la iglesia y del pueblo de Dios
sean incapacitados para hacer más mal. Por fe podemos orar contra los
designios de los enemigos de la iglesia. Él anuncia la ruina de ellos. ¿Quién
conoce el poder de la ira de Dios? —Las victorias del justo, en su persona y
en sus siervos, sobre los enemigos de la salvación del hombre, producen un
gozo que no brota de la venganza sino de la visión de la misericordia, la
justicia y la verdad divinas, que se muestran en la redención del elegido, el
castigo del impío, y el cumplimiento de las promesas. Quienquiera considere
debidamente estas cosas buscará diligentemente la recompensa de la
justicia, y adorará la Providencia que ordena rectamente todas las cosas en
el cielo y la tierra.
SALMO LIX
Versículos 1—7. David pide ser librado de sus enemigos. 8—17. Prevé la
destrucción de ellos.
Vv. 1—7. En estas palabras oímos la voz de David cuando estaba preso en
su propia casa; la voz de Cristo cuando estaba rodeado por sus enemigos
sin misericordia; la voz de la Iglesia esclavizada en el mundo; y la voz del
cristiano sometido a tentación, aflicción y persecución. —Así, pues, debemos
orar fervorosamente cada día para ser defendidos y librados de nuestros
enemigos espirituales, de la tentación de Satanás, y de la corrupción de
nuestros propios corazones. Temamos sufrir como malhechores, pero no nos
avergoncemos del odio de los hacedores de iniquidad. No es raro, si ellos no
consideran lo que dicen, que hayan llegado a creer que Dios no tiene en
cuenta lo que ellos dicen. Donde no hay temor de Dios, nada hay que
asegure que se tome debida consideración del hombre.
Vv. 8—17. Es sabiduría y deber nuestro esperar en Dios en los momentos
de peligro y dificultad, porque Él es nuestra defensa, en quien estaremos a
salvo. Para nosotros es muy consolador, cuando oramos, mirar a Dios como
el Dios de nuestra misericordia, autor de todo lo bueno en nosotros y el
dador de todo lo bueno para nosotros. —El impío nunca está satisfecho, lo
cual es la miseria más grande en situación de pobreza. Si el hombre
contento no tiene lo que quisiera tener, no pelea con la Providencia, ni se
afana interiormente. No es la pobreza, sino el descontento lo que hace infeliz
al hombre. —David alaba a Dios porque muchas veces, y siempre, ha
hallado su refugio en Él en el día de la angustia. Quien es todo esto para
nosotros, ciertamente es digno de nuestros mejores afectos, alabanzas y
servicios. Las pruebas de su pueblo terminarán en gozo y alabanza. Cuando
se acabe la noche de la aflicción, en la mañana cantarán del poder y
misericordia del Señor. Alábenle ahora los creyentes, en fe y esperanza
segura, por las misericordias por las cuales se gozarán y le alabarán por
siempre.
SALMO LX
Versículos 1—5. David ora por la liberación de Israel de sus enemigos. 6—
12. Pide a Dios que ejecute y complete sus victorias.
Vv. 1—5. David reconoce que el desagrado de Dios es la causa de todas las
dificultades que él ha pasado. Cuando Dios dobla su mano a nuestro favor,
es bueno recordar nuestros problemas anteriores. —Las dificultades de ellos
empezaron en el descontento de Dios, por lo tanto, la prosperidad de ellos
debe empezar en el favor divino. Las brechas y divisiones que produce la
necedad y corrupción del hombre no las puede reparar nada que no sea la
sabiduría y la gracia de Dios, que derrama un espíritu de amor y paz, lo único
que puede salvar un reino de la ruina. La ira de Dios contra el pecado es la
única causa de toda desgracia, privada o pública, que haya sido, sea o será.
No hay remedio en todos esos casos, sino volver al Señor con
arrepentimiento, fe y oración, suplicándole que se vuelva a nosotros. —
Cristo, el Hijo de David, es dado como bandera a quienes temen a Dios; en
Él se reúnen en uno y cobran valor. En su nombre y poder, ellos hacen la
guerra contra las potestades de las tinieblas.
Vv. 6—12. Si Cristo es nuestro, todas las cosas serán para nuestro eterno
bien, de una u otra manera. La nueva criatura en Cristo puede regocijarse en
todas las preciosas promesas que Dios ha dado en su santidad. Sus
privilegios presentes y las influencias santificadoras del Espíritu son primicias
seguras de la gloria celestial. —David se regocija al vencer a las naciones
vecinas que habían sido enemigas de Israel. El Israel de Dios es más que
vencedor a través de Cristo. Aunque a veces ellos piensen que el Señor los
ha desechado, al final Él los traerá aun a la ciudad fuerte. La fe en la
promesa nos asegura que al Padre le ha placido darnos el reino. Pero
todavía no somos completamente vencedores, y ningún creyente verdadero
abusará de estas verdades para entregarse a la pereza o la vana confianza.
Esperar en Dios es el mejor principio del verdadero valor, porque, ¿qué
pueden temer los que tienen a Dios de su lado? Todas nuestras victorias son
suyas, y mientras quienes se someten voluntariamente a nuestro ungido Rey
compartirán sus glorias, todos sus enemigos serán puestos bajo sus pies.
SALMO LXI
Versículos 1—4. David busca a Dios por experiencias anteriores. 5—8. Hace
voto de servir a Dios.
Vv. 1—4. David empieza con oraciones y lágrimas, pero termina con
alabanza. El alma así elevada a Dios, vuelve a deleitarse. Donde estemos,
tenemos la libertad de acercarnos a Dios y podemos hallar el camino abierto
al trono de la gracia. Lo que nos separa de otras consolaciones debe
acercarnos más a Dios, la fuente de todo consuelo. Aunque el corazón esté
abrumado, puede aún elevarse a Dios en oración. Sí, yo clamaré a ti, porque
por este medio seré sostenido y aliviado. El llanto debe vivificar la oración y
no matarla. —El poder y la promesa de Dios son como roca más alta que
nosotros. Esta roca es Cristo. David desea apoyar su alma en la misericordia
divina, como sobre una roca, pero era como un marinero náufrago, a merced
de las olas, al pie de una roca demasiado alta para treparla sin ayuda. David
halló que no podía afirmarse sobre la Roca de salvación a menos que el
Señor lo pusiera sobre ella. Puesto que hay seguridad en Él, y no en
nosotros, oremos para ser guiados a Cristo y ser puestos sobre nuestra
Roca. —El servicio de Dios será su actividad y obra constante: así deben
hacer todos los que esperan hallar su refugio y torre fuerte en Dios. La gracia
de Dios será su consuelo constante.
Vv. 5—8. Hay un pueblo en el mundo que teme el nombre de Dios. Hay
un legado peculiar de ese pueblo: consolaciones presentes en el alma,
primicias de futura bendición. Quienes temen a Dios tienen bastante en Él y
no deben quejarse. No tenemos que desear mejor herencia que la de los que
temen a Dios. —Los que mantienen un buen propósito en este mundo, los
que perseveran en Dios, le sirven y andan en el temor de Dios; ellos
permanecerán en su presencia para siempre. Estas palabras se aplican a
Aquel de quien el ángel dijo: el Señor Dios le dará el trono de David su
padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá
fin, Lucas i, 32. —Las promesas de Dios, y nuestra fe en ellas, no deben
desecharse sino estimular la oración. No necesitamos desear un mejor
seguro que estar bajo la protección de la misericordia y la verdad de Dios. Si
participamos de la gracia y la verdad que vinieron por Jesucristo, podemos
alabarle no importa cuales sean nuestras circunstancias externas. Pero la
experiencia renovada de la misericordia y la verdad de Dios hacia su pueblo
en Cristo es el tema principal de nuestro gozo en Él, y de nuestra alabanza a
Él.
SALMO LXII
Versículos 1–7. La confianza de David en Dios. 8—12. No poner confianza
en las cosas del mundo.
Vv. 1—7. Estamos en el camino del deber y del consuelo cuando nuestra
alma espera en Dios; cuando nos entregamos alegremente a su voluntad y
sabiduría junto con todos nuestros asuntos; cuando nos entregamos a todos
los caminos de su providencia, y esperamos pacientemente el acontecer, con
plena satisfacción en su bondad. Véase la base y la razón de esta
dependencia. Por su gracia me ha sostenido, y por su providencia me ha
librado. Sólo él puede ser mi Roca y mi salvación; las criaturas nada son sin
él, por tanto, yo miraré por sobre ellas, a él. —Confiando en Dios se afirma el
corazón. Si Dios es por nosotros no tenemos que temer lo que pueda
hacernos el hombre. Habiendo puesto su confianza en Dios, David prevé la
caída de sus enemigos. Hemos hallado que es bueno esperar en Dios, y
debiéramos encomendar a nuestra alma que tenga constantemente tal
dependencia de Él, porque siempre puede darnos reposo. Si Dios salva mi
alma, bien puedo dejar todo lo demás a su cargo, sabiendo que todo
resultará para mi salvación. De la manera que la fe de David en Dios
progresa hacia una firmeza inamovible, así su gozo en Dios se realza como
triunfo santo. La meditación y la oración son medios bendecidos para
fortalecer la fe y la esperanza.
Vv. 8—12. Los que han hallado el consuelo de los caminos de Dios,
invitarán a otros a esos caminos; nunca tendremos menos para compartir
con los demás. El buen consejo que se da es confiar totalmente en Dios.
Debemos confiar en Él todo el tiempo, sin poner nunca en nosotros, ni en
otra criatura, la confianza que debe ponerse sólo en Él. Confíemos en Él
para que nos guíe cuando dudamos, nos proteja cuando corremos peligro,
nos provea en la necesidad, nos fortalezca para toda buena palabra y obra.
Debemos exponer ante Él nuestra necesidad y nuestros deseos y, luego,
someter pacientemente nuestra voluntad a la suya: esto es derramar
nuestros corazones. Dios es refugio para todos, para cuantos se amparen en
Él. —El salmista advierte contra confiar en los hombres. La gente, de baja
categoría, es variable como el viento. El rico y el noble parecen tener mucho
en su poder, y abundan en promesas, pero los que dependen de ellos se
desilusionan. Pesado en la balanza de las Escrituras, todo lo que el hombre
puede hacer para darnos felicidad es más liviano que la vanidad misma. —
Cuesta mucho tener riquezas y no confiar en ellas si se aumentan, aunque
sea por medios lícitos y honrados, pero debemos tener cuidado, no sea que
pongamos indebidamente nuestro corazón en ellas. Es muy probable que un
mundo sonriente aleje de Dios al corazón, en quien solo debe estar puesto.
El creyente coherente recibe todo de Dios como encargo, y procura usarlo
para su gloria, como mayordomo que debe rendir cuentas. —Dios ha dicho
de una vez por todas que el poder le pertenece solo a Él. Él puede castigar y
destruir. La misericordia también le pertenece; el hecho de recompensar los
servicios imperfectos de los que creen en Él, borrando sus transgresiones
por amor al Redentor, es una prueba de abundante misericordia, y nos
alienta a confiar en Él. Confiemos en su misericordia y su gracia, y
crezcamos en su obra con la expectativa de misericordias sólo de parte de
Él.
SALMO LXIII
Versículos 1, 2. El deseo de David por Dios. 3—6. Su satisfacción en Dios. 7
—11. Su dependencia de Dios y la seguridad de salvación.
Vv. 1, 2. Temprano yo te buscaré. El cristiano verdadero dedica a Dios la
hora más temprana. Abre los ojos de su entendimiento con los de su cuerpo,
y cada mañana se despierta a la justicia. Se levanta con la sed de las
consolaciones que el mundo no puede dar, y tiene el recurso inmediato de la
Fuente del agua de vida por medio de la oración. —El creyente verdadero
está convencido de que nada de este mundo pecador puede satisfacer las
necesidades y los deseos de su alma inmortal; él espera su felicidad de Dios,
como porción suya. Cuando la fe y la esperanza se ejercen más, el mundo
parece un desierto agotado y el creyente anhela los goces del cielo, de los
cuales tiene algunos anticipos en las ordenanzas de Dios sobre la tierra.
Vv. 3—6. Aun en la aflicción no nos tiene que faltar motivo de alabanza.
Cuando este es su estado de ánimo habitual, el creyente valora la
benignidad de Dios más que la vida. La benignidad de Dios es nuestra vida
espiritual, y es mejor que la vida temporal. Debemos alabar a Dios con labios
de gozo; debemos dedicarnos a los deberes de la religión con alegría, y decir
alabanzas a Dios desde un principio de gozo santo. Los labios que alaban
deben ser labios de gozo. —David estuvo en peligro continuo; la
preocupación y el temor mantenían en vela sus ojos y le daban noches
agobiadoras, pero se consolaba pensando en Dios. —Las misericordias de
Dios, cuando se evocan en las vigilias nocturnas, sostienen al alma, y dan
gozo en la oscuridad. ¡Cuán dichosa será la última mañana en que el
creyente, despertándose a la semejanza divina, sea satisfecho con toda la
plenitud de Dios, y le alabe con labios de gozo, donde no hay noche y donde
huyen la tristeza y el suspiro!
Vv. 7—11. Los cristianos verdaderos pueden, en cierta medida, y en
ciertos momentos, usar el fuerte lenguaje de David, pero, con demasiada
frecuencia, nuestra alma se aferra al polvo. Habiéndonos consagrado a Dios
debemos estar tranquilos, contentos y callados respecto del temor al mal.
Los que siguen firmes a Dios fallarían pronto, si la diestra de Dios no los
sostuviera. Él es quien nos fortalece y consuela. —El salmista no duda que él
cosechará con gozo, aunque ahora siembre con lágrimas. El Mesías Príncipe
se regocijará en Dios; él ya ha accedido al gozo puesto delante de él y su
gloria se completará en su segunda venida. —Bendito Señor, permite que
aumente nuestro deseo de ti a cada hora; que nuestro amor siempre sea por
ti; que todo nuestro gozo sea en ti y que toda nuestra satisfacción sea de ti.
Que tú seas el todo y en todo para nosotros mientras que permanezcamos
en este desierto y llévanos a casa, donde tendremos gozo eterno junto a ti
por siempre.
SALMO LXIV
Versículos 1—6. Oración por liberación. 7—10. La destrucción del malo. —
Aliento para el justo
Vv. 1—6. El salmista ruega fervorosamente a Dios que lo preserve del temor
angustiante. La lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de cosas
grandes. El hombre recto es el blanco al cual apunta el malo que no puede
hablar apaciblemente de él ni a él. No hay resguardo contra una lengua falsa.
—Malo es hacer el mal, pero peor es estimularnos mutuamente al mal. Es
señal de que el corazón está endurecido en grado sumo cuando se dedica a
hacer el mal. La incredulidad práctica respecto de que Dios conozca todas
las cosas, está en el fondo de toda maldad. —El provecho de una causa
buena y de una buena conciencia se nota más cuando nada puede ayudar a
un hombre contra sus enemigos, salvo Dios solo, que siempre es una ayuda
presente.
Vv. 7—10. Cuando Dios hace venir sobre los hombres los males que han
deseado para otros, es suficiente peso para hundir en lo más profundo del
infierno al hombre. A los que les gusta maldecir, eso caerá sobre ellos. Los
que contemplan esto entenderán y verán la mano de Dios en todo; si no
hacemos así no es probable que nos beneficiemos con las dispensaciones
de la providencia. El justo se alegra en el Señor; no en la desgracia y ruina
de sus congéneres; se alegra de que Dios sea glorificado y su palabra se
cumpla, y que se defienda eficazmente la causa de la inocencia injuriada.
Ellos no se regocijan en los hombres, en sí mismos, ni en ninguna criatura, ni
en placeres, ni en la sabiduría, fuerza, riqueza o justicia de ellos, sino en
Cristo, en quien toda la simiente de Israel es justificada y se gloría, y en lo
que Él es para ellos, y en lo que ha hecho por ellos.
SALMO LXV
Versículos 1—5. Dios es alabado en el reino de la gracia. 6—13. En el reino
de la providencia.
Vv. 1—5. Toda la alabanza que el Señor recibe desde esta tierra, es desde
Sion, siendo fruto del Espíritu de Cristo, y aceptable por medio de Él. Tu
alabanza es silenciosa, porque faltan palabras para expresar la gran bondad
de Dios. —Él se revela en el trono de la gracia, dispuesto a oír y a contestar
las oraciones de todos los que van a Él por fe en Jesucristo. Nuestros
pecados prevalecen en contra de nosotros; no podemos pretender
equilibrarlos con ninguna justicia nuestra; no obstante, en cuanto a nuestras
transgresiones, no entraremos en condenación por ellas debido a tu
misericordia gratuita y amor a la justicia que tú provees. —Fijaos en lo que es
entrar en comunión con Dios para bendición. Es conversar con Él a quién
amamos y valoramos; es aplicarnos íntimamente a la religión como actividad
de nuestra habitación. Fijaos cómo entramos en comunión con Dios; sólo por
la libre elección de Dios. Hay abundancia de bondad y de lo que es
satisfactorio para el alma en la casa de Dios; hay suficiente para todos,
bastante para cada uno: siempre está dispuesto, y todo, sin dinero y sin
precio. Por fe y oración podemos mantenermos en comunión con Dios y
obtener consuelo de Él dondequiera estemos. Pero los pecadores pueden
esperar o encontrar esta felicidad sólo por medio de Aquel bendito que se
acerca al Padre como nuestro Abogado y fiador.
Vv. 6—13. La fuerza todopoderosa que afirmó las montañas, es la que
sostiene al creyente. Esa palabra que aún calma al océano tempestuoso y le
dice se calme, puede silenciar a nuestros enemigos. —Por contrarios que
sean la luz y las tinieblas una respecto de la otra, cuesta mucho decir cuál es
más bienvenida. ¿Espera el vigilante a la mañana? Así el trabajador desea
fervientemetne las sombras del anochecer. Alguno lo entienden de los
sacrificios matutinos y vespertinos. Tenemos que cuidar que la adoración
diaria, tanto a solas como con la familia, sea la más necesaria de nuestras
ocupaciones diarias, el más delicioso de nuestros consuelos diarios. —Fácil
es observar cuánto depende esta parte inferior de la creación de la influencia
de la superior; toda dádiva buena y todo don perfecto es de lo alto. A quien
enriquece la tierra, repleta de los pecados del hombre, por su mucha y
variada abundancia, no puede faltarle poder ni voluntad para alimentar las
almas de su pueblo. —Las misericordias temporales para nosotros, indignas
criaturas, son una sombra de bendiciones más importantes. La luz del Sol de
justicia y el derramamiento de la influencia del Espíritu Santo, ese río de
Dios, lleno de las aguas de vida y salvación, hacen que los corazones
indignos, estériles y duros de los pecadores fructifiquen en toda buena obra,
y cambien la faz de las naciones más que el sol y la lluvia cambian la faz de
la naturaleza. Donde pasa el Señor, por la predicación de su evangelio,
asistido por su Espíritu Santo, sus sendas chorrean grosura, y se enseña a la
gente a regocijarse en Él y a alabarle. Ellos abrazan el evangelio y dan
abundantes frutos de justicia que son para la gloria del Padre por medio de
Jesucristo. Múltiples y maravillosas son tus obras, oh Señor, sean naturales o
de gracia; ciertamente con benignidad tú las has hecho todas.
SALMO LXVI
Versículos 1—7. Alabanza por el poder soberano de Dios en la creación. 8—
12. Por su favor para con su Iglesia. 13—20. Alabanza del salmista por su
vivencia de la bondad de Dios.
Vv. 1—7. La iglesia santa en todo el mundo eleva su voz para loar el Nombre
que es sobre todo nombre, para hacer gloriosa con palabra y obra la
alabanza de Jesús; para que otros sean llevados a glorificarle también. Pero
nada puede llevar a los hombres que hagan bien esto si su gracia eficaz no
crea de nuevo sus corazones para santidad; en la redención por medio de la
muerte de Cristo, y en las gloriosas liberaciones que efectúa, hay obras más
prodigiosas que en la liberación de Israel de la esclavitud egipcia.
Vv. 8—12. El Señor no sólo preserva nuestra vida temporal; mantiene la
vida espiritual que ha dado a los creyentes. Somos probados por aflicciones,
como la plata por el fuego. Ciertamente las tribulaciones de la iglesia
terminarán bien. A través de diversos conflictos y tribulaciones, el esclavo de
Satanás escapa de su yugo, y obtiene gozo y paz cuando, a través de
muchas tribulaciones el creyente debe entrar en el reino de Dios.
Vv. 13—20. A quienes temen a Dios debemos declarar lo que hizo por
nuestra alma, y cómo ha oído y respondido nuestras oraciones, y hemos de
invitarlos a unirse a nosotros en oración y alabanza; esto resultará en nuestro
mutuo consuelo y para la gloria de Dios. No podemos compartir estos
privilegios espirituales si retenemos en nuestro corazón el amor al pecado,
aunque nos refrenemos en su práctica franca. El pecado guardado en el
corazón echará a perder el consuelo y el éxito de la oración, porque el
sacrificio del impío es abominación para Jehová. Pero si el sentimiento de
pecado en el corazón causa deseo de librarse de él; si es la presencia de
uno que exige algo que sabemos no debemos ni podemos hacer, esto es un
argumento sincero. Cuando oramos con sencillez y sincera piedad, nuestras
oraciones serán contestadas. Esto producirá gratitud hacia aquel que no
desechó nuestra oración ni su misericordia de nosotros. No fue mi oración lo
que consiguió liberación, sino su misericordia que la envió. Este es el
fundamento de nuestra esperanza, la fuente de nuestro consuelo, y debe ser
el tema de nuestra alabanza.
SALMO LXVII
Una oración por el engrandecimiento del reino de Cristo.
Toda nuestra felicidad viene de la misericordia de Dios; por tanto, la primera
cosa que se ruega es que Dios sea misericordioso con nosotros los
pecadores y perdone nuestros pecados. El perdón es transmitido por la
bendición de Dios y se asegura en ella. Si por fe andamos con Dios podemos
esperar que su rostro brille sobre nosotros. —El salmista pasa a una oración
por la conversión de los gentiles, que demuestra que los santos del Antiguo
Testamento deseaban que sus ventajas también pudieran ser disfrutadas por
los demás. Hay muchas profecías y promesas de la Escritura comprendidas
en las oraciones; la respuesta a la oración de la Iglesia es tan segura como
el cumplimiento de las promesas de Dios. El gozo deseado a las naciones es
gozo santo. Alégrense ellos en que el Señor reine por su providencia sobre
los asuntos de los reinos; que aun los reinos de este mundo llegarán a ser
reinos del Señor y de su Cristo. —Luego se declara la gozosa perspectiva de
todo el bien cuando Dios haga esto. El éxito del evangelio trae consigo
misericordias externas; la justicia exalta a una nación. La bendición del Señor
endulza todas nuestras consolaciones que tenemos en las criaturas e
indudablemente hace que sean consuelo. Todo el mundo será llevado a
adorarle. Cuando el evangelio empieza a difundirse, sigue más y más
adelante, hasta llegar a lo último de la tierra. Bueno es echar nuestra suerte
con los que son bendecidos del Señor. —Si nada se hubiera dicho en las
Escrituras respecto de la conversión del pagano, podríamos pensar que es
en vano intentar una obra tan desesperanzada. Pero cuando vemos con
cuánta confianza se declara en las Escrituras, podemos emprender labores
misioneras, seguros de que Dios cumplirá su palabra. ¿Nos retrasaremos en
hacer saber al pagano el conocimiento con que nosotros somos favorecidos,
y la salvación en la cual profesamos gloriarnos? Ellos no pueden aprender a
menos que sean enseñados. Entonces, vamos adelante en el poder del
Señor, y miremos a Él para que acompañe la palabra con el Espíritu Santo;
entonces será destruido el reino de Satanás y se establecerá el reino de
nuestro Redentor.
SALMO LXVIII
Versículos 1—6. Una oración.—La grandeza y la bondad de Dios. 7—14. Las
obras maravillosas que Dios efectúa por su pueblo. 15—21. La presencia
de Dios en su Iglesia. 22—28. Las victorias de Cristo. 29—31.
Agrandamiento de su iglesia. 32—35. La gloria y la gracia de Dios.
Vv. 1—6. Nadie endureció jamás su corazón contra Dios y prosperó. Dios es
el gozo de su pueblo; entonces, regocíjense cuando van ante él. Aquel que
de nadie deriva su ser, sino que da el ser a todos, está comprometido por su
promesa y por el pacto a bendecir a su pueblo. Debe ser alabado como Dios
de misericordia y tierna compasión. Él cuida del afligido y del oprimido: los
pecadores arrepentidos indefensos y expuestos más que cualquier huérfano
de padre, son recibidos en su familia y comparten todas sus bendiciones.
Vv. 7—14. Las nuevas misericordias nos recuerdan las misericordias
anteriores. Si Dios lleva al desierto a su pueblo, se cerciora de ir delante de
ellos, y de sacarlos de allí. Él les proveyó tanto en el desierto como en
Canaán. Aquí parece que se alude al maná diario. Véase la provisión
espiritual para el Israel de Dios. El Espíritu de gracia y el evangelio de gracia
son la lluvia abundante, con la cual Dios confirma su herencia, y de la cual
tenemos su fruto. Cristo vendrá como lluvia que riega la tierra. —El relato de
las victorias de Israel debe aplicarse a las victorias del excelso Redentor
sobre la muerte y el infierno, porque son suyas. Israel entre los hornos de
Egipto se veía desdichado, pero como poseedor de Canaán durante los
reinados de David y Salomón, aparece glorioso. De la misma manera, los
esclavos de Satanás lucen honorables cuando se convierten a Cristo, y son
justificados y santificados por Él. Cuando llegan al cielo, desaparecen todos
los restos de su estado pecador, serán como las alas de paloma cubiertas
con plata y sus plumas, como de oro. La salvación completa emblanquece
como la nieve a los que eran viles y asquerosos debido a la culpa y
corrupción del pecado.
Vv. 15—21. Aquí debe aludirse a la ascensión de Cristo, y a esto se la
aplica, Efesios iv, 8. Él recibió como compra de Su muerte, los dones
necesarios para la conversión de los pecadores y la salvación de los
creyentes. Él da esos dones continuamente aun a los rebeldes para que el
Señor Dios pueda habitar entre ellos como amigo y Padre de ellos. Él dio
dones a los hombres. Habiendo recibido poder para dar vida eterna, el Señor
Jesús lo concede a tantos cuantos le fueron dados, Juan xvii, 2. Cristo vino a
un mundo rebelde, no a condenarlo, sino para que pudiera ser salvado por
medio de Él. La gloria del rey de Sion es ser Salvador y Benefactor de todo
su pueblo voluntario, y es fuego consumidor para todos los que persisten en
rebelión. Tantos y tan pesados son los dones del tesoro de Dios que,
verdaderamente, se puede decir que Él nos colma con ellos. Él no nos dejará
con las cosas presentes como porción, sino que será el Dios de nuestra
salvación. El Señor Jesús tiene autoridad y poder para rescatar a su pueblo
del dominio de la muerte, quitándole el aguijón de ella cuando mueren, y les
da la victoria completa sobre la muerte cuando resucitan. La corona de la
cabeza, principal orgullo y gloria del enemigo, será derribada; Cristo
aplastará la cabeza de la serpiente.
Vv. 22—28. Las victorias sobre los enemigos de Israel con que Dios
bendijo a David, son tipo de la victoria de Cristo, por él mismo y en favor de
todos los creyentes. Los que lo toman como suyo, pueden verlo actuar como
su Dios, como su Rey para bien de ellos, y en respuesta a sus oraciones;
especialmente en su palabra y en ordenanzas por ellas. Al reino del Mesías
se someterán todos los reyes y entendidos del mundo. —En el versículo 28,
el pueblo parece dirigirse al rey, pero las palabras son aplicables al Redentor,
a su iglesia y a cada creyente verdadero. Oramos que tú, oh Dios Hijo,
completes tu empresa por nosotros, terminando tu buena obra en nosotros.
Vv. 29—31. Una poderosa invitación a unirse a la iglesia se extiende a los
que están afuera. Algunos se someterán por temor; abrumados por sus
conciencias y por las pruebas de la Providencia son llevados a hacer las
paces con la iglesia. Otros se someterán voluntariamente, versículos 29, 31.
Hay en el servicio de Dios y en el evangelio de Cristo, que salió desde
Jerusalén la belleza y provecho, suficientes para invitar a pecadores de todas
las naciones.
Vv. 32—35. Dios debe ser admirado y adorado con reverencia y santo
temor, por todos los que van a sus lugares santos. El Dios de Israel da fuerza
y poder a su pueblo. Todo lo podemos por medio de Cristo que nos fortalece,
no de otro modo; por tanto, Él debe tener la gloria de todo lo que hacemos,
con nuestra humilde gratitud por capacitarnos para hacerlo, y por aceptar la
obra de sus manos en nosotros.
SALMO LXIX
Versículos 1—12. David se queja de gran angustia. 13—21. Y ruega socorro.
22—29. Él declara los juicios de Dios. 30—36. Concluye con gozo y
alabanza.
Vv. 1—12. Debemos pensar frecuentemente en la persona del Sufriente del
cual se habla aquí y preguntar por qué y qué sufrió, para que meditando en
ello seamos más humillados por el pecado, y más convencidos de nuestro
peligro para que sintamos más gratitud y amor, que nos lleve a vivir para
gloria de Aquel que murió por nuestra salvación. De aquí que aprendemos
que cuando estamos afligidos tenemos que encomendar el cuidado de
nuestra alma a Dios, para que no seamos amargados por el descontento, ni
nos hundamos en la desesperación. —David fue odiado malamente, pero las
palabras se aplican con más propiedad a Cristo. En un mundo donde tanto
reina la injusticia, no debemos asombrarnos si nos encontramos con la
maldad de nuestros enemigos. Cuidémonos de nunca hacer mal; entonces,
si recibimos mal, podemos tolerarlo mejor. Por la satisfacción que hizo Cristo
con su sangre, ante Dios, por nuestro pecado, restauró aquello que nos
quitó, pagó nuestra deuda, sufrió por nuestras ofensas. Aunque podamos
alegar que no somos culpables, respecto de las acusaciones injustas de los
hombres, sin embargo, ante Dios debemos reconocernos merecedores de
todo lo que nos acarrea. Todos nuestros pecados surgen de nuestra
necedad. Todos son hechos ante los ojos de Dios. —David se queja de la
hostilidad de los amigos y parientes. Esto se cumplió en Cristo, cuyos
hermanos no creyeron en Él, y fue abandonado por sus discípulos. —Cristo
hizo satisfacción por nosotros, no sólo despojándose de los honores debidos
a Dios, sino sometiéndose a las deshonras más grandes que se puedan
hacer a un hombre. No tenemos que desanimarnos si nuestro celo por las
verdades, preceptos y por la adoración de Dios provoca a algunos, y hace
que otros se burlen de nuestra tristeza santa y de que estemos muertos para
el mundo.
Vv. 13—21. No importa cuán profundas sean las aguas de aflicción o de
tentación en que nos hundamos, no importa cuántos sean los diluvios de
problemas o de hombres impíos que parecen dispuestos a abatirnos,
perseveremos en oración ante nuestro Señor para que nos salve. Las
señales del favor de Dios para con nosotros son suficientes para impedir que
nuestro espíritu zozobre en los problemas externos más profundos. Si
pensamos bien de Dios, y continuamos haciéndolo ante las penurias más
grandes, no tenemos que temer, más bien Él nos hará bien. Y si en cualquier
momento somos llamados a sufrir reproche y vergüenza por Cristo, esto
puede ser nuestro consuelo: Él lo sabe. Mal le sienta a quien conoce el valor
de un buen nombre, ser oprimido por un malo, pero cuando pensamos qué
favor es ser tenidos por dignos de sufrir vergüenza por el nombre de Jesús,
veremos que no hay razón por la cual eso deba quebrantarnos el corazón. —
Aquí se anuncian los sufrimientos de Cristo en detalle, lo que prueba que la
Escritura es la palabra de Dios; como se cumplieron exactamente estas
profecías en Jesucristo, eso prueba que Él es el verdadero Mesías. El
vinagre y la hiel que le dieron eran una débil figura de la amarga copa que
bebió para que nosotros recibamos la copa de la salvación. No podemos
esperar poco de los hombres, todos son consoladores molestos; tampoco
podemos esperar demasiado del Dios de todo consuelo y bondad.
Vv. 22—29. Estas son profecías de la destrucción de los perseguidores de
Cristo. Los versículos 22 y 23 se aplican a los juicios de Dios contra los
judíos incrédulos, Romanos xi, 9, 10. Cuando el sustento de la vida y el
placer de los sentidos, por la corrupción de nuestra naturaleza, se
constituyen en alimento y combustible para el pecado, entonces, nuestra
mesa es una trampa. —El pecado de ellos no fue que no vieran, sino que
cerraron sus ojos a la luz, amando más las tinieblas; el castigo de ellos no es
que no verán, sino que serán entregados a las concupiscencias de sus
propios corazones que los encallecieron. —Los que rechazan la gran
salvación de Dios que se les ofrece, pueden temer justamente que su
indignación sea derramada sobre ellos. Si los hombres pecan, el Señor lo
tomará en cuenta. Pero quienes se han multiplicado en el pecar pueden aún
hallar misericordia por medio de la justicia del Mediador. Dios no excluye a
nadie de esa justicia; el evangelio no excluye a nadie que no se excluya a sí
mismo por incredulidad. Pero los que son orgullosos y soberbios y no acuden
a la justicia de Dios, tendrán su correspondiente condena: ellos mismos la
deciden. Que no esperen ningún provecho de ello quienes no se alegran de
estar en deuda con ella. —Es mejor estar pobre y triste con la bendición del
Señor, que rico y de buen humor con la maldición del Señor. Esto puede
aplicarse a Cristo cuando estuvo en la tierra; el varón de dolores que no tenía
dónde reclinar su cabeza, pero Dios lo enalteció. Invoquemos al Señor y su
salvación nos elevará, aunque estemos pobres y tristes, culpables y
corruptos.
Vv. 30—36. El salmo que empezó con quejas por su pesar, el salmista lo
concluye con santo gozo y alabanza. Gran consuelo para nosotros es que las
alabanzas humildes y agradecidas agraden más a Dios que los sacrificios
más caros y pomposos. El humilde mirará a Él y se alegrará; quienes lo
buscan por medio de Cristo vivirán y serán consolados. —Dios hará grandes
cosas por la iglesia del evangelio, en lo cual regocíjense todos los que
desean el bien. Una simiente le servirá en la tierra, y sus siervos heredarán
el reino celestial. Los que aman su nombre habitarán por siempre ante Él. El
que no escatimó ni a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no nos dará con Él todas las cosas libremente? Levántate tú, Gran
Restaurador de los lugares antiguos para habitar en ellos, y aparta la
impiedad de tu pueblo.
SALMO LXX
La rápida destrucción del impío y la preservación del piadoso.
Esta salmo es casi igual que los últimos cinco versículos del Salmo xl. —
Mientras aquí vemos a Jesucristo presentado en pobreza y angustia, también
lo vemos anunciar el castigo justo y temible de sus enemigos judíos,
paganos y anticristianos; y, para honra de Su Padre, ruega por el gozo y la
felicidad de sus amigos. Apliquemos estas cosas a nuestras propias
circunstancias angustiosas y, creyendo, traigámoslas a nuestro recuerdo con
sus causas pecaminosas. Las pruebas urgentes siempre deben despertar las
oraciones fervientes.
SALMO LXXI
Versículos 1—13. Oraciones rogando que Dios libere y salve. 14—24.
Alabanzas de fe.
Vv. 1—13. David ruega no avergonzarse de depender de Dios. Con esta
petición todo creyente verdadero puede ir directamente al trono de gracia. —
El bondadoso cuidado de la Providencia divina en nuestro nacimiento e
infancia debiera comprometernos a una temprana piedad. —El que fue
nuestra ayuda desde nuestro nacimiento debiera ser nuestra Esperanza
desde nuestra juventud. —Que nadie espere bienestar o consuelo del
mundo. Los que aman al Señor, a menudo son odiados y perseguidos; los
hombres se maravillan por sus principios y conductas, pero el Señor ha sido
la torre fuerte de ellos. Los siervos fieles de Dios pueden tener la seguridad
de que Él no los abandonará en la vejez ni los dejará cuando les falte el
vigor.
Vv. 14—24. El salmista declara que la justicia de Cristo y la gran salvación
obtenida por ella, será el tema escogido de su discurso, no tan sólo en el día
de reposo, sino cada día de la semana, del año, de su vida; no tan sólo en
momentos establecidos de solemne devoción, sino en toda ocasión, durante
todo el día. ¿Por qué siempre insistirá en esto? Porque él no sabía su
cantidad. Imposible medir el valor o la plenitud de estas bendiciones. La
justicia es indecible, la salvación es eterna. —Dios no desamparará a sus
siervos canosos, cuando ya no sean más capaces de trabajar como lo
hacían. El Señor suele fortalecer a su pueblo en sus almas, cuando la
naturaleza se está hundiendo en el deterioro. Deuda que los discípulos de
Cristo deben a las generaciones venideras es dejar tras ellos un testimonio
solemne de la ventaja de la religión, y de la verdad de las promesas de Dios,
especialmente de la justicia eterna del Redentor. Asegurados de la liberación
y la victoria pasemos nuestros últimos días, mientras esperamos la
aproximación de la muerte, alabando al Santo de Israel con todas nuestras
fuerzas. Y mientras hablamos de su justicia, y cantamos sus alabanzas, nos
elevaremos por encima de temores y enfermedades y tendremos como
cosecha los gozos del cielo. La obra de la redención debiera, por sobre todas
las obras de Dios, ser proclamada por nosotros en nuestras alabanzas. El
Cordero que fue inmolado y que nos ha redimido para Dios, es digno de toda
bendición y alabanza.
SALMO LXXII
Versículos 1. David empieza con una oración por Salomón. 2—17. Pasa a
profetizar las glorias de sureinado y del reino de Cristo. 18—20. Alabanza a
Dios.
V. 1. Este salmo corresponde en parte a Salomón, pero a Cristo con más
propiedad y claridad. Salomón era rey e hijo de rey, y su piadoso padre
deseaba que la sabiduría de Dios estuviera en él, que su reino pudiera
rememorar el reino del Mesías. Es la oración de un padre por su hijo; una
bendición al morir. Lo mejor que podemos pedir a Dios para nuestros hijos es
que Dios les dé sabiduría y gracia para saber y cumplir su deber.
Vv. 2—17. Esta es una profecía del reinado de Cristo; mucho de esta
profecía no se puede aplicar al reino de Salomón. Hubo justicia y paz al
comienzo de la administración de su gobierno, pero hubo problemas e
injusticia antes de terminar su reinado. El reinado del cual se habla aquí va a
durar como el sol, pero el de Salomón llegó pronto a su fin. Hasta los
expositores judíos entendieron que esto se refería al reino del Mesías. —
Obsérvese las muchas promesas grandes y preciosas que aquí se hacen, las
cuales se iban a cumplir plenamente en el reinado de Cristo. En cuanto su
reino se establece, cesan la discordia y las contenciones en las familias, las
iglesias y las naciones. La ley de Cristo, escrita en el corazón, dispone a los
hombres a ser honestos y justos, y a rendir lo debido a todos; igualmente
dispone a los hombres para vivir con amor y, así, producir abundancia de
paz. La santidad y el amor serán eternos en el reino de Cristo. —El reinado
de Cristo se sostendrá a sí mismo a través de todos los cambios del mundo,
y de todos los cambios de la vida. Él descenderá, por las gracias y las
consolaciones de su Espíritu, como la lluvia sobre el pasto cortado; no sobre
el cortado, sino sobre lo que queda, para que brote otra vez. Su evangelio
fue o será predicado a todas las naciones. Aunque no necesita los servicios
de nadie, sin embargo, debe ser servido con lo mejor. Los que tienen la
riqueza de este mundo deben servir a Cristo con ella, hacer el bien con ella.
La oración debe hacerse por medio de Él o por amor a Él; lo que pidamos del
Padre debe ser en su nombre. Se ofrecerán alabanzas a Él: estamos
obligados con Él hasta lo sumo. Sólo Cristo será temido por todas las
generaciones. Su nombre será alabado hasta el fin del tiempo y por la
eternidad. Todas las naciones lo llamarán bienaventurado.
Vv. 18—20. Se nos enseña a bendecir a Dios en Cristo por todo lo que ha
hecho por nosotros por medio de Él. David ora fervoroso por el cumplimiento
de esta profecía y su promesa. Entristece pensar cuán vacía está la tierra de
la gloria de Dios, cuán poco servicio y honor tiene de parte de un mundo con
el cual Él es tan generoso. Que nosotros, como David, nos sometamos a la
autoridad de Cristo y participemos de su justicia y su paz. Bendigámosle por
las maravillas de su amor redentor. Pasemos nuestros días y terminemos
nuestra vida orando por la difusión de su evangelio.
SALMO LXXIII
Versículos 1—14. La tentación del salmista. 15—20. Cómo ganó la victoria.
21—28. Cómo se benefició con ello.
Vv. 1—14. El salmista estaba fuertemente tentado a envidiar la prosperidad
del impío; lo cual es tentación frecuente que prueba la gracia de muchos
santos. Pero él plantea el gran principio por el cual está resuelto a
permanecer firme. Es la bondad de Dios. Esta es una verdad que no puede
ser removida. Los buenos pensamientos de Dios fortalecen contra las
tentaciones de Satanás. La fe aun de los creyentes firmes puede ser muy
conmovida y quedar a punto de caer. Hay tormentas que probarán las anclas
más resistentes. La gente necia e impía tiene, a veces, una gran cuota de
prosperidad exterior. Parecen tener la menor cuota de problemas de esta
vida; y parecen tener la mayor cuota de comodidades. Viven sin temor de
Dios; no obstante, prosperan y progresan en el mundo. Los malos suelen
pasar su vida sin mucha enfermedad, y la terminan sin gran dolor; en
cambio, muchas personas piadosas apenas saben qué es la salud y mueren
con grandes sufrimientos. A menudo los malos no se asustan con el recuerdo
de sus pecados ni con la perspectiva de su miseria y mueren sin terror. No
podemos juzgar el estado de los hombres más allá de la muerte por lo que
sucede en su muerte. —Miró alrededor y vio a muchos del pueblo de Dios en
gran pérdida. Puesto que los impíos son tan osados, su pueblo regresa aquí;
no saben qué decir de ello y, más bien, debido a que ellos beben mucho de
la amarga copa de la aflicción. Habla sentidamente cuando cuenta sus
problemas; no hay forma de disputar contra el sentido, salvo por la fe. —De
todo esto surge la fuerte tentación de desechar la religión. Pero aprendemos
que el curso verdadero de la santificación consiste en limpiar al hombre de
toda contaminación, tanto del cuerpo como del alma. El corazón es lavado
por la sangre de Cristo, lo que se recibe por fe; y las manos se limpian por
las obras comenzadas del Espíritu del Señor, manifestadas en la resolución,
propósito y estudio ferviente de la santidad y del intachable curso de la vida y
sus acciones. Servir a Dios y guardar sus ordenanzas no es en vano.
Vv. 15—20. Habiendo el salmista mostrado el avance de su tentación,
muestra cómo prevalecieron la fe y la gracia. Conservó el respeto por el
pueblo de Dios y, con eso, se refrenó de decir lo que había pensado mal. Es
señal de que nos arrepentimos de los malos pensamientos del corazón si los
suprimimos. Nada ofende más a los hijos de Dios que decir que servir a Dios
es vano, porque nada hay más contrario a la experiencia universal de ellos.
Oró a Dios que le aclarara bien este asunto; y entendió el final desgraciado
de la gente mala; aun en la cumbre de su prosperidad no están sino
madurando para la destrucción. El santuario debe ser el refugio del alma
tentada. Las aflicciones del justo terminan en paz, por tanto, él es feliz; los
placeres del impío terminan en destrucción, por tanto, él es infeliz. La
prosperidad del impío es corta y es lugar incierto y resbaladizo. Obsérvese lo
que es la prosperidad de ellos; nada sino un espectáculo vano, sólo una
imaginación corrupta, nada de sustancia, sino pura sombra; es como un
sueño que puede complacernos un poco mientras estamos durmiendo, pero
que aun entonces perturba nuestro reposo.
Vv. 21—28. Dios no toleraría que su pueblo fuera tentado si su gracia no
fuera suficiente, no sólo para salvarlos del daño, sino para hacerlos
vencedores. Esta tentación, obra de la envidia y del descontentto, es muy
dolorosa. Reflexionando en ello, el salmista reconoce que fue su necedad e
ignorancia lo que así lo hicieron sufrir. Si en cualquier momento por medio de
la sorpresa y el poder de la tentación los hombres buenos pensaran,
hablaran o actuaran mal, reflexionarían sobre eso doloridos y avergonzados.
Debemos atribuir nuestra seguridad en la tentación, y nuestra victoria, no a
nuestra sabiduría, sino a la presencia de Dios por gracia junto a nosotros, y a
la intercesión de Cristo por nosotros. Todos los que se consagran a Dios
serán guiados con el consejo de su palabra y de su Espíritu, los mejores
consejeros aquí, y serán recibidos en su gloria en otro mundo; las
esperanzas y perspectivas creyentes de las cuales seremos reconciliados
con todas las providencias sombrías. Y por esto fue vivificado el salmista
para aferrarse más fuerte a Dios. —El mismo cielo no podría hacernos
dichosos sin la presencia y el amor de nuestro Dios. El mundo y toda su
gloria se desvanece. El cuerpo fallará por enfermedad, edad y muerte;
cuando falla la carne, fallan la conducta, el valor y el consuelo. Pero nuestro
Señor Jesucristo ofrece ser el todo en todo a cada pobre pecador que
renuncie a todas las otras porciones y confianzas. —Por el pecado todos nos
alejamos de Dios. Profesar ser de Cristo aumentará nuestra condenación si
seguimos en pecado. Acerquémonos y mantengámonos cerca de nuestro
Dios, por fe y oración, y encontremos que es bueno hacerlo así. Los que con
corazón recto depositan su confianza en Dios, nunca tendrán falta de
motivos para agradecerle. Bendito Señor que nos has prometido tan
graciosamente ser nuestra porción en el mundo venidero, impídenos elegir
cualquier otra en éste.
SALMO LXXIV
Versículos 1—11. Las desolaciones del santuario. 12—17. Ruegos por fe
que dé ánimo. 18—23. Peticiones de liberación.
Vv. 1—11. Este salmo parece describir la destrucción de Jerusalén y del
templo en manos de los caldeos. La situación deplorable del pueblo de Dios
en aquel tiempo es expuesto ante el Señor y se deja en sus manos. Alegan
las cosas grandes que Dios ha hecho por ellos. Si la liberación de Israel de
Egipto fue un estímulo para tener esperanza de que Él no los desecharía,
mucho más razón tenemos nosotros para creer que Dios no desechará a
ninguno de los que Cristo redimió con su sangre. —Los infieles y los
perseguidores pueden silenciar a los ministros fieles, cerrar lugares de
adoración y decir que van a destruir al pueblo de Dios y su religión. Por largo
tiempo pueden prosperar en sus intentos y los siervos de Dios, oprimidos,
pueden no ver perspectivas de liberación; sin embargo, hay un remanente de
creyentes, la simiente de una cosecha futura, y la Iglesia despreciada ha
sobrevivido a quienes una vez triunfaron sobre ella. Cuando más amenaza la
fuerza de los enemigos, consuela refugiarse en el poder de Dios por medio
de la oración fervorosa.
Vv. 12—17. La iglesia calla sus propias quejas. Lo que Dios hizo por su
pueblo, como antiguo Rey de ellos, los animó a confiar en Él. Fue obra del
Señor, nadie más podía hacerlo. Esta providencia fue alimento para la fe y la
esperanza, para sostener y exhortar en las dificultades. —El Dios de Israel
es el Dios de la naturaleza. El que es fiel a su pacto del día y la noche, nunca
echará fuera a los que escogió. Tenemos mucha razón para esperar aflicción
como esperamos la noche y el invierno. Sin embargo, no tenemos más razón
para desesperar del regreso del consuelo que para desesperar del día y el
verano. Y en el mundo de arriba no tendremos más cambios.
Vv. 18—23. El salmista ruega que Dios aparezca en favor de su iglesia en
contra de sus enemigos. La necedad de los que profanan su evangelio y a
sus siervos será aclarada para todos. Invoquemos a nuestro Dios para que
ilumine a las naciones de la tierra en tinieblas; y para que rescate a su
pueblo, para que el pobre y necesitado alabe su nombre. Bendito Salvador,
eres el mismo ayer, hoy y por los siglos. Haz a tu pueblo más que
vencedores. Sé tú, oh Señor, el todo en todo para ellos, en toda situación y
circunstancia; porque, entonces, tu pueblo menesteroso y necesitado alabará
tu nombre.
SALMO LXXV
Versículos 1—5. El salmista declara su resolución de ejecutar juicio. 6—10.
Reprende al impío y concluye con la resolución de alabar a Dios.
Vv. 1—5. Rogamos a menudo pidiendo misercordia cuando la buscamos, y
¿sólo un par de veces damos gracias cuando la tenemos? Dios muestra que
está cerca de nosotros en aquello para lo cual le invocamos. Los encargos
públicos deben ser administrados rectamente. Esto bien puede aplicarse a
Cristo y su gobierno. El pecado del hombre amenaza con destruir toda la
creación, pero Cristo salvó al mundo de la ruina total. —El que ha sido hecho
por Dios sabiduría para nosotros, nos llama a ser sabios. Dice a los
pecadores orgullosos y atrevidos, No os jactéis de vuestro poder, no
persistais en el desprecio. Todas las esperanzas presentes, y la felicidad
futura de la raza humana surgen del Hijo de Dios.
Vv. 6—10. Ninguna causa secundaria elevará a los hombres a la
preferencia sin la Primera Causa. No viene del este, del oeste ni del sur. No
menciona el norte; la misma palabra que significa norte, significa lugar
secreto; y sí que viene del secreto del consejo de Dios. De Dios solo todos
deben recibir su juicio. Hay mezcla de misericordia y gracia en la copa de la
aflicción cuando se pone en las manos del pueblo de Dios; mezcla de
maldición, cuando se pone en las manos de los impíos. El pueblo de Dios
tiene su cuota de calamidades corrientes, pero las heces de la copa son para
los impíos. La exaltación del Hijo de David será el tema de las alabanzas
eternas de los santos. Entonces, que los pecadores se sometan al Rey de
justicia y los creyentes se regocijen en Él y le obedezcan.
SALMO LXXVI
Versículos 1—6. El salmista habla del poder de Dios. 7—12. Todos tienen
que temerle y confiar en Él.
Vv. 1—6. ¡Dichoso pueblo es el que tiene su tierra llena del conocimiento de
Dios! ¡Felices las personas que tienen su corazón lleno con ese
conocimiento! Es la gloria y la dicha de un pueblo tener a Dios entre ellos a
través de sus ordenanzas. Donde los enemigos de la iglesia se presenten
con soberbia, se manifestará que Dios está por encima de ellos. Véase el
poder de las reprimendas de Dios. Muchos cristianos aplican con placer esto
a las ventajas otorgadas por el Redentor.
Vv. 7—12. El pueblo de Dios son los mansos de la tierra, los silenciosos
de la tierra, que sufren el mal, pero no lo hacen. El justo Dios parece guardar
silencio por mucho tiempo, pero tarde o temprano, hará que se oiga su juicio.
Vivimos en un mundo airado y provocador. A menudo sentimos mucho, y
estamos listos para temer más, la ira del hombre. Lo que no resulte para su
alabanza, no será tolerado que irrumpa. Él puede poner límites a la ira del
hombre como lo hace con el mar enfurecido; hasta aquí llegará y no más
allá. —Que todos se sometan a Dios. Nuestras oraciones y alabanzas y,
especialmente nuestros corazones, son los presentes que debemos llevar al
Señor. Su nombre es glorioso; y Él es el objeto apropiado de nuestro temor.
Él cortará el espíritu de los príncipes; Él lo soltará tan fácilmente como
nosotros soltamos una flor del tallo o un racimo de uvas de la vida; eso
significa la palabra. Él puede reprimir al más osado: puesto que no hay
contienda con Dios, nuestra sabiduría, como nuestro deber es someternos a
Él. Busquemos su favor como porción nuestra y encomendemos todo
nuestro interés a Él.
SALMO LXXVII
Versículos 1—10. Los problemas y tentación del salmista. 11—20. Se anima
recordando la ayuda de Dios para su pueblo.
Vv. 1—10. Los días difíciles deben ser días de oración; cuando parece que
Dios se aleja de nosotros debemos buscarlo hasta que lo hallemos. En su
día difícil el salmista no buscó la diversión o el entretenimiento; buscó a Dios,
su favor y gracia. Quienes tienen problemas mentales deben orar para
alejarlos. —Él meditó el problema; los métodos que debieron aliviarlo sólo
aumentaron su pesar. Cuando se acordó de Dios fue sólo la justicia e ira
divina. Su espíritu estaba abrumado y hundido bajo el peso. Que el recuerdo
de las consolaciones perdidas no nos haga desagradecidos de lo que quedó.
En particular, él llama a recordar las consolaciones con que se sostuvo en
pesares anteriores. —Este es el lenguaje de un alma adolorida y solitaria,
que anda en tinieblas; caso común aun entre quienes temen al Señor, Isaías
i, 10. Nada hiere y lacera más que pensar que Dios está airado. El propio
pueblo de Dios, en un día nublado y oscuro, puede sentirse tentado a sacar
conclusiones erróneas sobre su estado espiritual y del reino de Dios en el
mundo. Sin embargo, no debemos dar lugar a esos temores. Que la fe
responda desde la Escritura. —La fuente turbia se aclarará nuevamente; y el
recuerdo de épocas anteriores de experiencias gozosas, a menudo suscita
esperanza, y tiende al alivio. Las dudas y los temores proceden de la falta de
fe y su debilidad. El desaliento y la desconfianza en caso de aflicción suelen
ser con demasiada frecuencia las enfermedades de los creyentes, y como
tales, tienen que ser pensadas por nosotros con pena y vergüenza. Cuando
la incredulidad esté obrando en nosotros debemos suprimir su levantamiento.
Vv. 11—20. El recuerdo de las obras de Dios será un remedio poderoso
contra la desconfianza en su promesa y bondad, porque Él es Dios y no
cambia. El camino de Dios está en el santuario. Estamos seguros que Dios
es santo en todas sus obras. Los caminos de Dios son como las aguas
profundas que no pueden sondearse; como el camino del barco que no
puede ser detectado. —Dios sacó a Israel de Egipto. Esto fue tipo de la gran
redención que se obraría en el cumplimiento del tiempo, por precio y poder.
Si hemos abrigado pensamientos dudosos, debemos sin demora volver
nuestra mente a meditar en el Dios que no escatimó a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros, para que con Él, pudiera darnos
gratuitamente todas las cosas.
SALMO LXXVIII
Versículos 1—8. Pide atención. 9—39. La historia de Israel. 40—55. Su
establecimiento en Canaán. 56—72. Las misericordias de Dios para Israel
contrastan con la ingratitud de ellos.
Vv. 1—8. Estas son llamadas cosas escondidas y encubiertas porque tienen
que examinarse muy cuidadosamente. La ley de Dios fue dada con un
encargo en particular, el de enseñarla diligentemente a sus hijos para que la
iglesia permanezca para siempre. También, para que las providencias de
Dios, en misericordia y juicio, les dieran ánimo para conformarse a la
voluntad de Dios. Las obras de Dios fortalecen mucho nuestra resolución de
guardar sus mandamientos. La hipocresía es el camino real a la apostasía;
Los que no enderezan sus corazones no serán fieles a Dios. —Muchos
padres, por negligencia y maldad, llegan a ser asesinos de sus hijos. Pero
los jóvenes, aunque obligados a someterse en todas las cosas legales, no
deben obedecer órdenes pecaminosas ni copiar ejemplos de maldad.
Vv. 9—39. El pecado desanima a los hombres y les quita el corazón. El
olvido de las obras de Dios es la causa de la desobediencia a sus leyes. Este
relato narra la lucha entre la bondad de Dios y la maldad del hombre. —El
Señor oye todas nuestras murmuraciones y desconfianzas, y se desagrada
mucho. Los que no creen el poder de la misericordia de Dios sentirán el
fuego de su indignación. No puede decirse que confían en la salvación de
Dios como su dicha final los que no pueden confiar en su providencia camino
a ella. A todos los que por fe y oración piden, buscan y llaman, les serán
abiertas en cualquier momento las puertas del cielo; nuestra desconfianza de
Dios agrava grandemente nuestro pecado. Expresa su resentimiento por la
provocación de ellos, no al negar lo que ellos deseaban lujuriosamente, sino
al concedérselos. La concupiscencia con nada se contenta. Los que dan el
gusto a su lujuria nunca se apartarán de ella. —Sin duda son duros los
corazones que no se derriten por las misericordias del Señor ni se
quebrantan por sus juicios. Quienes aún pecan deben esperar aún seguir en
problemas. Y la razón por qué vivimos con tan poco consuelo y tan poco
propósito, es que no vivimos por fe. —Sometidos a tales reproches ellos
profesan arrepentimiento, pero no fueron sinceros, porque no fueron
constantes. —En la historia de Israel tenemos el retrato de nuestros propios
corazones y vidas. La paciencia, las advertencias y las misericordias de Dios
los indujeron a endurecer sus corazones contra su palabra. La historia de los
reinos es muy parecida. Los juicios y las misericordias han recibido poca
atención, hasta que se ha completado la medida de sus pecados. Las
ventajas superiores no han impedido que las iglesias se aparten de los
mandamientos de Dios. Hasta los creyentes verdaderos recuerdan que por
muchos años han abusado de la bondad de la Providencia. Cuando lleguen
al cielo, ¡cómo admirarán la paciencia y la misericordia del Señor al llevarlos
a su reino!
Vv. 40—55. Los que reciben la misericordia de Dios no osen por ello
pecar porque las misericordias que reciben les agudizarán su castigo; sin
embargo, no se desanimen de arrepentirse los que se ven sometidos a
reproche divino por el pecado. El Santo de Israel hará lo que es mejor para
su gloria y lo que es mejor para el bien de ellos. El olvidar ellos sus
anteriores favores les llevó a limitar a Dios para el futuro. —Dios hizo que su
pueblo siguiera como ovejas; y los guió al desierto como pastor a su rebaño,
con todo cuidado y ternura. Así, pues, el verdadero Josué, Jesús, saca a su
iglesia del desierto, pero ningún Canaán terrenal, ninguna ventaja mundana,
debe hacernos olvidar que la iglesia está en el desierto mientras esté en este
mundo, y que queda aún un reposo mucho más glorioso para el pueblo de
Dios.
Vv. 56—72. Después de que los israelitas se instalaron en Canaán, los
hijos fueron como sus padres. Dios les dio sus testimonios, pero ellos lo
abandonaron. Los pecados presuntuosos hacen odiosos hasta a los
israelitas para la santidad de Dios y quedaron expuestos a su justicia.
Aquellos a quienes el Señor abandona, se vuelven presa fácil para el
destructor. Y tarde o temprano, Dios desgraciará a sus enemigos. —Él puso
un buen gobierno sobre su pueblo; un monarca según su corazón. Con
buena razón el salmista hace de esto el ejemplo que corona y culmina el
favor de Dios para con Israel; porque David fue tipo de Cristo, el gran y buen
Pastor, que fue primero humillado y, luego, exaltado; y del cual se anunció
que sería lleno del Espíritu de sabiduría y entendimiento. Todos sus súbditos
pueden confiar en la rectitud de su corazón y la destreza de sus manos; y no
habrá fin para el incremento de su gobierno y paz. Toda prueba de la
naturaleza humana hasta ahora confirma el testimonio de la Escritura: que el
corazón es engañoso más que todas las cosas, y perverso, y nada puede
curar la impiedad de alguien si no es creado de nuevo por el Espíritu Santo.
SALMO LXXIX
Versículos 1—5. El estado deplorable del pueblo de Dios. 6—13. Pedido de
alivio.
Vv. 1—5. Ante Dios es el lamento: ¿adónde irán los hijos sino a un Padre
capaz de socorrerlos y dispuesto a ello? Véase qué cambio hizo el pecado
en la ciudad santa cuando se toleró que los paganos entraran en ella. El
propio pueblo de Dios la contaminó con sus pecados, luego Él soportó que
sus enemigos la corrompieran con su insolencia. Ellos deseaban que Dios se
reconciliara. Los que desean el favor de Dios como algo mejor que la vida,
no pueden sino temer su ira como algo peor que la muerte. En toda aflicción
debemos buscar primero al Señor para que limpie y quite la culpa de
nuestros pecados; luego, Él nos visitará con sus tiernas misericordias.
Vv. 6—13. Quienes persisten en ignorar a Dios y despreciar la oración son
los impíos. Por más injustos que sean los hombres, el Señor fue justo al
permitirles hacer lo que hicieron. La liberación de los problemas es
misericordia indudable cuando se fundamenta en el perdón del pecado; por
tanto, nuestra oración pidiendo sean quitados nuestros pecados debe ser
más ferviente que cuando pedimos sean quitadas las aflicciones. Ellos no
tenían esperanzas sino de las misericordias de Dios, sus tiernas
misericordias. No alegaron mérito, no pretendieron nada sino: Ayúdanos por
la gloria de tu nombre; perdónanos por amor de tu nombre. —El cristiano no
se olvida que a menudo está atado en la cadena de sus pecados. El mundo
es una prisión para él; se dicta sentencia de muerte contra él, y no sabe cuán
pronto será ejecutada. Cuán fervoroso debe orar en todo momento: ¡Oh, que
el suspirar de un preso llegue ante ti, conforme a la grandeza de tu poder
preserva a los que están marcados para morir! —¡Cuán glorioso será el día
en que, triunfante sobre el pecado y el dolor, la iglesia contemple al
adversario desarmado para siempre! Mientras la iglesia cantará, de siglo en
siglo, las alabanzas de su gran Pastor y Obispo, su Rey y su Dios.
SALMO LXXX
Versículos 1—7. El salmista se queja de las miserias de la iglesia. 8—16. Su
prosperidad anterior y desolación actual. 17—19. Una oración pidiendo
misericordia.
Vv. 1—7. El que habita en el trono de la gracia es el buen Pastor de su
pueblo. Pero no podemos tener la expectativa del consuelo de su amor ni de
la protección de su brazo si no participamos de su gracia que convierte. —Si
muestra indignación por las oraciones de su pueblo, es porque, aunque oran,
sus fines no son justos, o hay en ellos algún pecado secreto que satisfacen,
o probará la paciencia y la perseverancia de ellos para orar. Cuando Dios
está descontento con su pueblo, debemos esperar verlo llorando y a sus
enemigos, triunfantes. No hay salvación sino por el favor de Dios; no hay
conversión a Dios sino por su gracia.
Vv. 8—16. La iglesia está representada como una vid y una viña. La raíz
de esa vid es Cristo, las ramas son los creyentes. La iglesia es como una vid
que necesita apoyo, pero que se extiende y da fruto. Si una vid no da fruto,
ninguna otra planta vale tan poco. ¿Y nosotros no somos plantados como en
un huerto bien cultivado con todos los medios para dar fruto en obras de
justicia? Pero las inútiles hojas de la profesión y los manojos vacíos de las
nociones y formas abundan mucho más que la piedad real. —Fue desolada y
destruida. Hubo una buena razón para este cambio en el trato de Dios con
ellos. Con nosotros está bien o mal, conforme nos sometamos a las sonrisas
o al ceño fruncido de Dios. Cuando consideramos el estado de la parte más
pura de la iglesia visible, no podemos maravillarnos de que sea visitada con
correctivos punzantes. Ellos piden que Dios ayude a la vid. Señor, fue
formada por ti mismo y para ti mismo, por tanto que, con humilde confianza,
sea encomendada a ti mismo.
Vv. 17—19. El Mesías, protector y salvador de la iglesia, es el Hombre de
la diestra de Dios; Él es el brazo del Señor, pues todo poder le ha sido dado.
En Él está nuestra fortaleza, por la cual somos capacitados para perseverar
hasta el final. Por tanto, la vid no puede ser destruida, ni puede perecer toda
rama fructífera; pero la estéril será cortada y arrojada al fuego. —El fin de
nuestra redención es que debemos servir a Aquel que nos redimió y no
regresar a nuestros antiguos pecados.
SALMO LXXXI
Versículos 1—7. Dios es alabado por lo que ha hecho por su pueblo. 8—16.
Las obligaciones de ellos para con Él.
Vv. 1—7. Toda la adoración que podemos rendir al Señor está por debajo de
sus excelencias, y de nuestras obligaciones con Él, especialmente en la
redención del pecado y de la ira. Lo que Dios ha hecho a favor de Israel se
conservó en el recuerdo mediante solemnidades públicas. Para destacar
más la gracia y la gloria de la liberación es bueno observar que todo lo que
constituye el problema del cual fuimos librados, es por demás gravoso.
Nunca debemos olvidar la esclavitud vil y destructora a la cual nos llevó
Satanás, nuestro opresor. Pero cuando, con conciencia angustiada, somos
llevados a clamar liberación, el Señor responde nuestras oraciones y nos
liberta. La convicción de pecado y las pruebas por aflicciones, demuestran su
interés por su pueblo. Si los judíos fueron así llamados a recordar su
redención de Egipto en sus días de fiestas solemnes, mucho más en el día
de reposo cristiano debemos nosotros recordar una redención más gloriosa
de una peor esclavitud, obrada para nosotros por nuestro Señor Jesucristo.
Vv. 8—16. No podemos esperar demasiado poco de la criatura ni
demasiado del Creador. Podemos tener bastante de Dios, si oramos con fe.
—Toda la maldad del mundo se debe a la disposición del hombre. La gente
no es religiosa porque no quieren serlo. Dios no es el Autor del pecado de
ellos; Él los entrega a la concupiscencia de sus propios corazones, y a los
consejos de sus cabezas; si no hacen bien, la culpa debe estar en ellos. El
Señor no quiere que nadie perezca. ¡Qué enemigos para sí mismos son los
pecadores! El pecado es el que hace durar nuestros problemas, y demora
nuestra salvación. —En las mismas condiciones de fe y obediencia, los
cristianos deben aferrarse a las buenas cosas espirituales y eternas que
simbolizan los hermosos campos y las fértiles colinas de Canaán. Cristo es el
Pan de Vida; Él es la Roca de la Salvación y sus promesas son como miel
para las mentes piadosas. Pero quienes lo rechazan como Señor y Amo de
ellos, deben también perderlo como su Salvador y galardón.
SALMO LXXXII
Versículos 1—5. Una exhortación a los jueces. 6—8. La condenación de los
malos gobernantes.
Vv. 1—5. Los magistrados son poderosos en autoridad para el bien común.
Los magistrados son ministros de la providencia de Dios para mantener el
orden y la paz y, en particular, para castigar a los malhechores y proteger a
los que hacen el bien. Los príncipes y jueces buenos, de buenas intenciones,
están bajo la dirección divina; y los malos, los de malas intenciones, están
bajo restricción divina. La autoridad de Dios es para someterse a ella, a
través de las autoridades cuya providencia puso sobre nosotros. Pero
cuando la justicia se aleja de lo justo, no puede esperarse ningún bien. Las
acciones malas de las personas públicas son maldades públicas.
Vv. 6—8. Difícil es que los hombres reciban honor y no se enorgullezcan.
Pero todos los gobernantes de la tierra morirán y todo su honor yacerá en el
polvo. Dios gobierna el mundo. Hay un Dios justo al cual podemos acudir y
del cual podemos depender. Esto también tiene que ver con el reinado del
Mesías. Considerando el estado de los asuntos del mundo, tenemos que orar
que el Señor Jesús gobierne pronto sobre todas las naciones con verdad,
justicia y paz.
SALMO LXXXIII
Versículos 1—8. Los designios de los enemigos de Israel. 9—18. Oración
ferviente por la derrota de ellos.
Vv. 1—8. A veces parece que Dios no se interesa por el trato injusto de su
pueblo, pero entonces podemos invocarlo, como aquí el salmista. Todos los
malos son enemigos de Dios, especialmente los perseguidores malvados. El
pueblo del Señor son sus protegidos; el mundo no los conoce. Él lo pone
bajo su protección especial. ¿Actúan los enemigos de la iglesia con
unanimidad para destruirla, y no se unirán los amigos de la iglesia? Los
malos desean que no haya religión en la humanidad. Ellos se alegrarían de
ver sueltos todos sus frenos y cortados a todos los que predican, profesan o
practican la fe. Ellos quisieran hacer que esto sucediera si estuviera en su
poder. Los enemigos de la iglesia de Dios siempre han sido muchos: esto
magnifica el poder del Señor al preservar para sí la iglesia en el mundo.
Vv. 9—18. Todos los que se oponen al reinado de Cristo pueden leer aquí
su condena. Dios todavía es el mismo que siempre fue; el mismo para su
pueblo; y el mismo contra los enemigos de Él y de ellos. Dios hará que los
enemigos sean como una rueda: inestables en todos sus consejos y
resoluciones. No sólo los deja que sean llevados lejos como paja, sino que
sean quemados como paja: ese será el final de los malos. —Que teman tu
nombre y, quizá, eso los guíe a buscar tu nombre. No deseamos confusión
para nuestros enemigos y perseguidores, sino lo que pueda adelantar la
conversión de ellos. La tormenta tempestuosa de la venganza divina los
aplastará si no se arrepienten y buscan la misericordia perdonadora de su
Señor ofendido. —Los triunfos de Dios sobre sus enemigos prueban
claramente que Él es, según su nombre Jehová, el Ser Todopoderoso que
tiene todo poder y perfección en sí. Temamos su ira y rindámonos para ser
sus siervos voluntarios. Busquemos la liberación destruyendo las lujurias
carnales que batallan contra el alma.
SALMO LXXXIV
Versículos 1—7. El salmista expresa su afecto por las ordenanzas de Dios. 8
—12. Su deseo del Dios de las ordenanzas.
Vv. 1—7. Las ordenanzas de Dios son el solaz del creyente en este mundo
vil; él disfruta en ellas la presencia del Dios vivo: esto le hace lamentar el
estar ausente de ellas. Son para su alma como el nido para el ave. Sin
embargo, son sólo un anticipo de la felicidad del cielo; pero, ¿cómo pueden
tener deseos de entrar en esa santa habitación los hombres que se quejan
de que las ordenanzas divinas son tediosas? —Son verdaderamente felices
los que siguen adelante en el ejercicio de la religión en el poder y gracia de
Jesucristo, de quien es toda nuestra suficiencia. Puede que los peregrinos a
la ciudad celestial tengan que pasar por más de un valle de lágrimas y más
de un desierto agreste, pero se les abrirán pozos de salvación y les enviarán
consolaciones para su sustento. Los que prosiguen adelante en su carrera
cristiana encontrarán que Dios agrega gracia a sus gracias. Y los que crecen
en la gracia serán perfectos en gloria.
Vv. 8—12. En todas nuestras conversaciones con Dios debemos desear
que mire a Cristo, su Ungido y nos acepte por medio de Él: debemos mirarlo
con fe y, entonces, Dios mirará favorablemente la faz del Ungido: nosotros,
sin Él, no nos atrevamos a mostrar nuestro rostro. —El salmista arguye amor
por las ordenanzas de Dios. Contemos como mejor un día en los atrios de
Dios que mil pasados en otra parte; y consideremos el lugar más bajo en su
servicio preferible al puesto más elevado de la tierra. —Aquí estamos en las
tinieblas, pero si Dios es nuestro Dios, será un Sol que nos ilumina y nos
vivifica, para guiarnos y dirigirnos. Aquí estamos en peligro, pero Él será un
escudo para nosotros para guardarnos de los dardos de fuego que
revolotean abundantes a nuestro alrededor. Aunque no ha prometido dar
riquezas y dignidades, ha prometido dar gracia y gloria a todos los que las
procuran de la manera que Él designó. ¿Y qué es la gracia, sino el cielo
iniciado aquí abajo, en el conocimiento, amor y servicio de Dios? ¿Qué es la
gloria sino completar esta dicha al ser hechos como Él y gozar de Él parar
siempre? Cuidémonos de andar rectamente y, entonces, confiemos en Dios
para que nos dé todo lo que es bueno para nosotros. —Si no podemos ir a la
casa de Dios, vamos por fe al Señor de la casa; en Él seremos felices y
tranquilos. Realmente dichoso es el hombre que, cualquiera sean sus
circunstancias externas, confía en el Señor de los ejércitos, el Dios de Jacob.
SALMO LXXXV
Versículos 1—7. Oraciones por la continuación de las misericordias
anteriores. 8—13. Confianza en la bondad de Dios.
Vv. 1—7. La sensación de las aflicciones presentes no debe anular el
recuerdo de misericordias anteriores. El favor de Dios es la fuente de la
felicidad para las naciones y para las personas en particular. Cuando Dios
perdona el pecado, lo cubre; y cuando cubre el pecado de su pueblo, lo
cubre todo. Véase qué es el perdón del pecado. Por compasión a nosotros,
cuando Cristo nuestro Intercesor se ha puesto delante de ti, tú has apartado
tu ira. —Cuando estamos reconciliados con Dios, entonces, y solo entonces,
podemos esperar el consuelo de que esté reconciliado con nosotros. Él
muestra misericordia a quienes da salvación; porque la salvación es de pura
misericordia. El pueblo del Señor puede esperar aflicciones agudas y
tediosas cuando comete pecado; pero cuando regresan a Él con oración
humilde, los hace regocijarse en Él nuevamente.
Vv. 8—13. Tarde o temprano Dios hablará de paz a su pueblo. Si no
manda la paz externa, no obstante sugerirá paz interna hablando a nuestros
corazones por su Espíritu. La paz se declara sólo sobre los que abandonan
el pecado. Todo pecado es necedad, especialmente descarriarse; la necedad
más grande es volver al pecado. —Ciertamente la salvación de Dios está
cerca no importa cuáles sean nuestras dificultades y angustias. También,
está asegurada su honra para que la gloria pueda habitar en nuestra tierra. Y
la verdad de las promesas se muestra por la misericordia divina de enviar al
Redentor. —La justicia divina está ahora satisfecha por la gran expiación.
Cristo, el camino, la verdad y la vida, surgió de la tierra cuando tomó sobre sí
nuestra naturaleza, y la justicia divina lo miró complacida y satisfecha. Por
amor a Él se da toda buena dádiva, especialmente su Espíritu Santo, a los
que lo piden. Por medio de Cristo, el pecador perdonado se vuelve fructífero
en buenas obras, y mirando la justicia del Salvador, y confiando en Él,
encuentra sus pies puestos en la senda de sus pasos. La justicia es una
segura dirección, para encontrar y seguir a Dios.
SALMO LXXXVI
Versículos 1—7. El salmista alega su fervor y la misericordia de Dios como
razones para que seaescuchada su oración. 8—17. Renueva sus pedidos de
socorro y consuelo.
Vv. 1—7. Nuestra pobreza y miseria, cuando se sienten, son un poderoso
argumento a nuestro favor ante el trono de la gracia. La mejor
autopreservación es encomendarnos al cuidado de Dios. Yo soy uno que tú
favoreces, uno que has apartado para ti y has hecho partícipe de la gracia
que santifica. Gran aliento para orar es sentir que hemos recibido la gracia
de Dios que convierte, que hemos aprendido a confiar en Él y a ser sus
siervos. —Podemos esperar consuelo de Dios cuando mantenemos nuestra
comunión con Dios. La bondad de Dios se manifiesta en dos cosas, en dar y
pedonar. No importa lo que los demás hagan, invoquemos a Dios y
encomendemos nuestro caso a Él: no buscaremos en vano.
Vv. 8—17. Sólo nuestro Dios posee poder omnipotente y amor infinito.
Cristo es el camino y la verdad. El alma creyente deseará que se le enseñe
el camino y la verdad de Dios para andar en Él, más que ser liberada de la
angustia terrenal. —Quienes no ponen al Señor delante de ellos, buscan las
almas de los creyentes; pero la compasión, la misericordia y la verdad de
Dios son su refugio y su consuelo. Aquellos cuyos padres fueron siervos del
Señor pueden plantear esto como argumento para ser escuchados y
ayudados. —Considerando la experiencia de David y la del creyente, no
debemos perder de vista a Aquel que, siendo rico, por nosotros se hizo pobre
para que por su pobreza nosotros fuésemos enriquecidos.
SALMO LXXXVII
Versículos 1—3. La gloria de la iglesia. 4—7. La iglesia está llena con la
bendición divina.
Vv. 1—3. Cristo mismo es el Fundamento de la Iglesia puesto por Dios. La
santidad es el poder y la firmeza de la iglesia. No nos avergoncemos de la
Iglesia de Cristo en su estado más vil, ni de quienes pertenecen a ella,
puesto que de ella cosas gloriosas se dicen. Nadie puede echar otro
fundamento que el que está puesto, que es Jesucristo. Las cosas gloriosas
dichas por el Espíritu Santo sobre Sion, son todas tipos de Cristo y su obra y
oficios; de la iglesia del evangelio, sus privilegios y miembros; del cielo, su
gloria y perfecta dicha.
Vv. 4—7. La iglesia de Cristo es más gloriosa y excelente que las
naciones de la tierra. —En los registros del cielo está inscrito el más bajo de
los nacidos de nuevo. Cuando Dios dé a cada hombre conforme a sus obras,
observará quien disfrutó de los privilegios de su santuario. A los que mucho
se da, mucho se les exigirá. Fíjense bien en esto los que habitan en Sion y
vivan conforme a su profesión de fe. Los cánticos de Sion serán cantados
con gozo y triunfo. Los manantiales del gozo de una persona carnal están en
la riqueza y el placer, pero los de un alma en la gracia se hallan en la palabra
de Dios y en la oración. Toda gracia y consuelo para las almas de los
creyentes son derivados de Cristo por medio de sus ordenanzas.
SALMO LXXXVIII
Versículos 1—9. El salmista derrama su alma a Dios lamentándose. 10—18.
Lucha por fe orando a Dios por consuelo.
Vv. 1—9. Las primeras palabras del salmista son las únicas palabras de
consuelo y sostén de este salmo. De esta manera, los buenos pueden ser
muy afligidos y llegar a tener pensamientos desalentadores sobre sus
aflicciones, llegando a conclusiones sombrías sobre su final, por la fuerza de
la melancolía y la debilidad de la fe. —Se queja principalmente del
desagrado de Dios. Aun los hijos del amor de Dios pueden pensar a veces
que son hijos de ira, y ningún problema externo puede ser tan duro para ellos
como aquello. —Probablemente el salmista se refiere a su propio caso,
aunque señala a Cristo. Así somos llamados a mirar a Jesús, herido y molido
por nuestras iniquidades. Pero la ira de Dios vertió la mayor amargura en su
copa. Esto lo sumió en tinieblas y honduras.
Vv. 10—18. Las almas que han partido pueden declarar la fidelidad,
justicia y benignidad de Dios, pero los cuerpos muertos no pueden recibir los
favores de Dios en consuelo ni devolverlos en alabanza. —El salmista
resuelve continuar orando y, más aún porque la liberación no llegó pronto.
Aunque nuestras oraciones no sean contestadas pronto, no debemos dejar
de orar. Mientras más grandes sean nuestros problemas, más fervorosos y
serios debemos ser para orar. Nada apena tanto a un hijo de Dios como
perderlo de vista; ni tampoco hay algo que tema tanto como que Dios
deseche su alma. Si el sol se nubla, eso oscurece la tierra pero si el sol
dejara la tierra, ¡qué mazmorra sería! —Aun los beneficiados por los favores
de Dios pueden sufrir sus terrores por un tiempo. Fijaos cuán profundamente
hirieron esos terrores al salmista. Si los amigos son alejados de nosotros por
las providencias o por la muerte, tenemos razón para considerar eso una
aflicción. —Tal era el estado calamitoso de un hombre bueno. Pero los
ruegos aquí usados son particularmente adecuados para Cristo. No tenemos
que pensar que el santo Jesús sólo sufrió por nosotros en el Getsemaní y en
el Calvario. Toda su vida fue trabajo y dolor; fue afligido como nunca lo fue un
hombre, desde su temprana juventud en adelante. Fue preparado para esa
muerte que saboreó a través de su vida. Ningún hombre puede participar en
los sufrimientos por los cuales iban a ser redimidos otros hombres. Todos lo
abandonaron y huyeron. A menudo, bendito Jesús, te abandonamos; pero tú
no nos abandones; no apartes de nosotros tu Espíritu Santo.
SALMO LXXXIX
Versículos 1—4. La misericordia y la verdad de Dios, y su pacto. 5—14. La
gloria y la perfección de Dios. 15—18. La felicidad de quienes están en
comunión con Él. 19—37. El pacto de Dios con David como tipo de Cristo.
38—52. Lamento por un estado calamitoso.—Oración por la reanudación
del pacto.
Vv. 1—4. Aunque nuestras expectativas puedan desilusionarnos, sin
embargo, las promesas de Dios están establecidas en los cielos, en su
consejo eterno; están fuera del alcance de los oponentes del infierno y la
tierra. La fe en la misericordia ilimitada de Dios y su verdad eterna puede
consolar aun en las pruebas más profundas.
Vv. 5—14. Mientras más se conocen las obras de Dios, más son
admiradas. Alabar al Señor es reconocerle como uno que no tiene igual.
Seguramente entonces sentiremos y expresaremos reverencia cuando
adoremos a Dios, pero, ¡cuán poco de esto se manifiesta en nuestras
congregaciones y cuánta causa tenemos para humillarnos por esto! —El
poder omnipotente que golpeó a Egipto esparcirá a los enemigos de la
iglesia, mientras todos los que confían en la misericordia de Dios, se gozarán
en su nombre; porque la verdad y la misericordia dirigen todo lo que Él hace.
Sus consejos desde la eternidad y sus consecuencias para la eternidad son
todos justicia y juicio.
Vv. 15—18. Dichosos los que así conocen el grato sonido del evangelio
para obedecer; quienes experimentan su poder en su corazón y dan su fruto
en su vida. Aunque nada sean en sí mismos, aun teniendo todo en Cristo
Jesús, los creyentes pueden regocijarse en su nombre. Que el Señor nos
capacite para hacerlo así. El gozo de Jehová es la fortaleza de su pueblo;
mientras la incredulidad nos desanima a nosotros y desalienta a los demás.
Aunque la incredulidad se nos infiltre cubierta por apariencia de humildad es,
de todos modos, la esencia misma del orgullo. —Cristo es el Santo de Israel
y en Él fue bendecido más que en ninguna otra bendición, ese pueblo
peculiar.
Vv. 19—37. El Señor ungió a David con el óleo santo no sólo como
emblema de las gracias y los dones que recibió, sino como tipo de Cristo, el
Rey, Sacerdote, y Profeta, ungido sin medida con el Espíritu Santo. —David,
luego de su unción, fue perseguido, pero nadie pudo sacar ventaja contra él.
Pero todo esto era una sombra pálida de los sufrimientos, liberación, gloria y
autoridad del Redentor, único en el cual se cumplieron plenamente todas
estas predicciones y promesas. Él es el Dios omnipotente. Este es el
Redentor nombrado para nosotros, el único capaz de completar la obra de
nuestra salvación. Procuremos tener un interés en estas bendiciones por el
testimonio del Espíritu Santo en nuestros corazones. —Como el Señor
corrigió a la posteridad de David por sus transgresiones, asimismo Su pueblo
será corregido por sus pecados. Pero sólo es una vara, no espada; es para
corregir, no para destruir. Es una vara en la mano de Dios, que es sabio y
sabe lo que hace; lleno de gracia y hará lo mejor. Es una vara que ellos
nunca sentirán sino cuando es necesario. Como el sol y la luna permanecen
en el cielo, no importa cuáles sean los cambios que parezca haber en ellos, y
de nuevo reaparecen en el momento debido, así el pacto de gracia hecho en
Cristo no debe ser cuestionado no importa cuál sea la alteración que parezca
hacérsele.
Vv. 38—52. A veces no es fácil reconciliar las providencias de Dios con
sus promesas, pero estemos seguros que las obras de Dios cumplen su
palabra. Cuando el gran Ungido, Cristo mismo, estaba en la cruz, parecía
que Dios lo había echado fuera; pero no anuló su pacto, porque fue
establecido para siempre. —El honor de la casa de David se perdió. Los
tronos y las coronas yacen a menudo en el polvo, pero hay una corona de
gloria reservada para la simiente espiritual de Cristo, que no se desvanece.
De toda esta queja apréndase qué obra hace el pecado en las familias, en
las familias nobles, en las familias en que se ha manifestado la religión. —
Ellos imploran a Dios por misericordia. La inmutabilidad y la fidelidad de Dios
nos aseguran que Él no echará fuera a los que ha elegido y con quienes ha
hecho el pacto. —A ellos les reprocharon por servir a Dios. Los burladores de
los postreros tiempos reprochan, de manera semejante, los pasos del Mesías
cuando preguntan: ¿Dónde está la promesa de su venida? 2 Pedro iii, 3, 4.
—Los registros de los tratos del Señor con la familia de David nos enseñan
sus tratos con su iglesia y con los creyentes. Sus aflicciones y angustias
pueden ser penosos, pero Él no los echará fuera definitivamente. Los que se
engañan a sí mismos abusan de esta doctrina y, otros por andar descuidados
se llevan a sí mismos a las tinieblas y la angustia; pero el verdadero creyente
confía en eso, para darse aliento en la senda del deber y llevar la cruz. El
salmo termina con alabanza aun después de esta queja triste. Quienes
agradecen a Dios por lo que ha hecho pueden agradecerle lo que hará. Dios
seguirá con sus misericordias a aquellos que lo siguen con alabanzas.
SALMO XC
Versículos 1—6. La eternidad de Dios, la fragilidad del hombre. 7—11.
Sometimiento a los castigos divinos. 12—17. Oración por misericordia y
gracia.
Vv. 1—6. Se supone que este salmo se refiere a la sentencia dictada contra
Israel en el desierto, Números xiv. —El favor y la protección de Dios son el
único reposo y consuelo seguro del alma en este mundo vil. Cristo Jesús es
el refugio y la morada en la cual podemos recogernos. —Somos criaturas
moribundas, todas nuestras consolaciones en el mundo están moribundas,
pero Dios es el Dios eterno y los creyentes lo hallan como tal. —Cuando, por
enfermedad u otras aflicciones, Dios lleva a los hombres a la destrucción, los
llama a que vuelvan a Él, arrepintiéndose de sus pecados y viviendo una vida
nueva. —Mil años nada son para la eternidad de Dios: entre un minuto y un
millón de años hay cierta proporción; entre el tiempo y la eternidad no la hay.
Todos los sucesos de mil años, sean pasados o venideros, son más
presentes para la mente eterna que lo hecho en la hora recién pasada para
nosotros. En la resurrección, el cuerpo y el alma regresarán ambos y
volverán a unirse. —El tiempo pasa sin que lo notemos, como los hombres
dormidos; cuando es pasado, ya es como nada. Es una vida corta y
velozmente pasajera como las aguas de la inundación. El hombre solo
florece como la hierba, que se marchita cuando llega el invierno de la vejez,
pero puede ser cortado por la enfermedad o el desastre.
Vv. 7—11. Las aflicciones de los santos suelen provenir del amor de Dios,
pero los reproches para los pecadores y los creyentes por sus pecados
deben considerarse procedentes del desagrado de Dios. Los pecados
secretos son conocidos por Dios, y serán tratados. Véase la necedad de
quienes tratan de tapar sus pecados, porque no pueden hacerlo. —Cuando
pasan nuestros años no pueden recordarse más que las palabras que
hablamos. Toda nuestra vida es extenuante y problemática, y quizá sea
cortada en medio de los años que contamos. Por todo esto se nos enseña a
permanecer reverentes. Los ángeles que pecaron conocen el poder de la ira
de Dios; los pecadores en el infierno la conocen, pero, ¿quién de nosotros
puede describirla plenamente? Pocos la consideran con la debida seriedad.
Quienes se burlan del pecado y toman a Cristo a la ligera, con seguridad no
conocen el poder de la ira de Dios. ¿Quién de nosotros puede habitar con
ese fuego consumidor?
Vv. 12—17. Quienes aprenden la sabiduría divina deben orar por la
instrucción divina, deben implorar que el Espíritu Santo les enseñe; y por el
consuelo y el gozo en las retribuciones del favor de Dios. Oran por la
misericordia de Dios, porque no pretenden alegar méritos propios. Su favor
será una fuente plena de goces futuros. Será una compensación suficiente
por las penas anteriores. La gracia de Dios en nosotros produzca la luz de
las buenas obras. Las consolaciones divinas pongan alegría en nuestros
corazones y resplandor en nuestro semblante. La obra de nuestras manos
confirma; y para eso, confírmanos en ella. En lugar de desperdiciar nuestros
preciosos días pasajeros persiguiendo fantasías, que dejan a los poseedores
por siempre pobres, busquemos el perdón de pecados y una herencia en el
cielo. Oremos que la obra del Espíritu Santo pueda manifestarse en la
conversión de nuestro corazón y se vea en nuestra conducta la belleza de la
santidad.
SALMO XCI
Versículos 1—8. La seguridad de los que tienen a Dios como refugio. 9—16.
El favor de ellos ante Él.
Vv. 1—8. El que por fe escoge a Dios como su protector, encontrará en Él
todo lo que necesite o desee. Quienes han hallado el consuelo de hacer del
Señor su refugio, no pueden sino desear que los demás puedan hacer lo
mismo. La vida espiritual está protegida por la gracia divina contra las
tentaciones de Satanás, que son como los lazos del cazador, y del contagio
del pecado que es una peste detructora. Se promete gran seguridad a los
creyentes en medio del peligro. La sabiduría les impedirá asustarse sin
causa y la fe les impedirá asustarse indebidamente. Lo que se haga es la
voluntad de nuestro Padre celestial; y no tenemos razón para temer. El
pueblo de Dios verá cumplidas no sólo las promesas de Dios sino sus
amenazas. Entonces, que los pecadores acudan al Señor ante el trono de la
gracia en el nombre del Redentor, y exhorte a otros a confiar en Él también.
Vv. 9—16. Pase lo que pase, nada dañará al creyente, aunque se desaten
problemas y aflicciones, no será para dañarlo, sino para su bien, aunque
momentáneamente no sean causa de gozo sino de tristeza. Quienes
conocen rectamente a Dios depositarán su amor en Él. Orando le invocan
constantemente. Su promesa es que, a su debido tiempo, librará al creyente
de la dificultad y, mientras tanto, está con él en la tribulación. El Señor
administrará todas sus preocupaciones mundanas y preservará su vida en la
tierra, en tanto cuanto sea bueno para él. Para animarse en esto, mira a
Jesús. Vivirá lo suficiente hasta que haya acabado la obra para la cual fue
enviado a este mundo, y esté listo para el cielo. ¿Quién desearía vivir un día
más de lo que Dios tenga establecido para hacer alguna obra sea por Él o en
Él? Un hombre puede morir joven, pero estar satisfecho con su vida. Pero el
impío no está satisfecho ni siquiera con una vida larga. El conflicto del
creyente termina en el largo plazo; ha terminado para siempre con los
problemas, el pecado y la tentación.
SALMO XCII
Versículos 1—6. La alabanza es la actividad del día de reposo. 7—15. El
impío perecerá pero el pueblo de Dios será exaltado.
Vv. 1—6. Es un privilegio que seamos admitidos a alabar al Señor, y
esperemos ser aceptados en la mañana y en la noche; no sólo en los días de
reposo, sino cada día; no sólo en público, sino en privado y en nuestras
familias. Demos gracias cada mañana por las misericordias de la noche, y
cada noche por las misericordias del día; entrando y saliendo bendigamos a
Dios. Como nos alegra por medio de las obras de su providencia para
nosotros, y de su gracia en nosotros, y estas por medio de la gran obra de la
redención, tenemos que cobrar ánimo en eso. Como hay muchos que no
conocen los designios de la providencia ni les preocupa conocerlos, los que
por gracia lo hacen tienen mayor razón para estar agradecidos. Y si visión a
la distancia del gran Libertador así animó a los creyentes de antaño, ¡cuánto
debemos nosotros abundar en amor y alabanza!
Vv. 7—15. A veces Dios con desagrado otorga prosperidad a los malos,
pero ellos florecen sólo por un momento. Busquemos para nosotros la
salvacion y la gracia del evangelio, para que, ungidos diariamente por el
Espíritu Santo, podamos contemplar y compartir la gloria del Redentor. De su
gracia, por su palabra y por su Espíritu reciben los creyentes toda virtud que
los mantiene vivos y los hace fructíferos. Otros árboles, cuando son viejos,
dejan de dar fruto, pero en los árboles de Dios no falta la fuerza de la gracia
cuando disminuye la fuerza de la naturaleza. Los últimos días de los santos
son, a veces, sus mejores días y su última obra, la mejor; la perseverancia es
prueba cierta de sinceridad. Y que cada día de reposo, mientras muestra la
fidelidad divina, halle nuestra alma reposando más y más en el Señor, justicia
nuestra.
SALMO XCIII
La majestad, el poder y la santidad del reino de Cristo.
El Señor pudo haber exhibido sólo su justicia, santidad y terrible poder en
sus tratos con el hombre caído; pero le plugo exhibir las riquezas de su
misericordia y el poder de su gracia renovadora. En esta gran obra, el Padre
ha dado todo poder a su Hijo, el Señor del cielo, que ha expiado nuestros
pecados. No sólo puede perdonar, sino librar y proteger a todos los que
confían en Él. Su palabra ya ha sido dada y todos los santos pueden confiar
en ella. Lo que se haya anunciado acerca del reino del Mesías debe
cumplirse a su debido tiempo. —Todo su pueblo debe ser estrictamente puro.
La iglesia de Dios es su casa; es una casa santa, limpia de pecado y
dedicada a su servicio. Donde hay pureza habrá paz. Que todos miren
cuidadosamente si este reino está establecido en sus corazones.
SALMO XCIV
Versículos 1—11. El peligro y la necedad de los perseguidores. 12—23.
Consuelo y paz para el perseguido.
Vv. 1—11. Podemos apelar con osadía a Dios, porque es el Juez
todopoderoso por el cual todo hombre es juzgado. Anímense con esto, los
que sufren mal, a soportarlo en silencio, encomendándose a Aquel que juzga
rectamente. —Estas oraciones son profecías que comunican terror a los hijos
de la violencia. Llegará el día de tomar en cuenta todas las cosas duras que
los pecadores impíos han dicho contra Dios, contra su verdad, contra sus
caminos y contra su pueblo. Si no fuéramos testigos, no podríamos creer que
millones de criaturas racionales viven, se mueven, hablan, oyen, entienden y
hacen lo que se proponen, pero actúan como si creyeran que Dios no
castigará el uso abusivo de sus dones. —Como todo conocimiento es de
Dios, sin duda Él conoce todos los pensamientos de los hijos de los
hombres, y sabe que las imaginaciones de los pensamientos del corazón de
ellos es solamente el mal y eso, continuamente. Aun en los buenos
pensamientos hay falta de fijeza, lo cual puede llamarse vanidad.
Corresponde que vigilemos en forma estricta nuestros pensamientos, porque
Dios se fija en ellos particularmente. Los pensamientos son palabras para
Dios.
Vv. 12—23. Es bienaventurado el hombre que, sometido a la disciplina del
Señor, es enseñado en su voluntad y sus verdades desde su santa palabra y
por el Espíritu Santo. Él debe ver la misericordia a través de sus sufrimientos.
Queda un reposo para el pueblo de Dios, después de los días de adversidad,
la que no durará para siempre. El que manda el problema enviará el reposo.
El salmista halló socorro y alivio sólo en el Señor cuando le fallaron todos sus
amigos terrenales. Estamos endeudados, no sólo con el poder de Dios sino
con su piedad en cuanto al apoyo espiritual; y si ha impedido que caigamos
en pecado o no cumplamos el deber, tenemos que darle gloria a Él, y animar
a nuestros hermanos. —El salmista tenía muchos pensamientos confusos
acerca de la situación en que estaba, en cuanto al rumbo que debía seguir y
lo que probablemente fuera el fin de todo. Caer en las artimañas engañosas
y en temores aumenta la preocupación y la desconfianza, y ensombrece y
confunde más aun nuestro criterio. A veces los hombres buenos tienen
pensamientos confusos y angustiados acerca de Dios, pero miren ellos las
promesas grandes y preciosas del evangelio. Los consuelos del mundo dan
poco gozo al alma, cuando se aflige con pensamientos tristes, pero las
consolaciones de Dios dan la paz y el placer que las sonrisas del mundo no
pueden dar, ni pueden quitar el ceño fruncido del mundo. —Dios es el refugio
de su pueblo, al cual ellos pueden huír, en quién están a salvo y pueden
estar seguros. Y Él se encargará de los impíos. El hombre no puede ser más
miserable de lo que su propia maldad lo haga, si el Señor lo visita.
SALMO XCV
Versículos 1—7. (parte). Una exhortación para alabar a Dios 7—11.
Advertencia a no tentarlo.
Vv. 1—7. Cada vez que vamos a la presencia de Dios debemos ir con acción
de gracias. El Señor debe ser alabado; no nos falta tema, y bueno sería que
no nos faltase corazón. ¡Cuán grande es Dios, a quién pertenece toda la
tierra y su plenitud, que dirige todo y dispone de todo! —El Señor Jesús a
quien aquí se nos enseña a alabar, es Dios grande; el Dios omnipotente es
uno de sus títulos, y Dios sobre todo, bendito por siempre. A Él se ha dado
toda potestad en el cielo y en la tierra. Él es nuestro Dios y debemos
alabarlo. Él es nuestro Salvador y autor de nuestra bendición. La iglesia del
evangelio es su rebaño, Cristo es el gran buen pastor de los creyentes; Él los
buscó cuando estaban perdidos y los trajo a su redil.
Vv. 7—11. Cristo convoca a su pueblo a que escuche su voz. Le llamáis
Amo, Maestro o Señor, entonces sed su pueblo voluntario y obediente. Oíd la
voz de su doctrina, de su ley, ambas de su Espíritu: oíd y obedeced; oíd y
rendíos. La voz de Cristo debe ser oída hoy. Este día de oportunidad no
durará siempre; utilizadlo mientras se dice hoy. Oír la voz de Cristo es lo
mismo que creer. La dureza del corazón está en el fondo de toda
desconfianza del Señor. —Los pecados del prójimo deben ser advertencias
para que nosotros no sigamos sus pasos. Las murmuraciones de Israel
quedaron escritas para nuestra admonición. Dios no está sometido a
pasiones como las nuestras, pero está muy airado con el pecado y los
pecadores. Ciertamente es malo lo que merece tal recompensa; y sus
amenazas son tan seguras como sus promesas. Tomemos conciencia de los
males de nuestro corazón que nos lleva a descarriarnos del Señor. —Hay un
reposo ordenado para los creyentes, el reposo de la renovación eterna
empezado en esta vida y perfeccionado en la vida venidera. Este es el
reposo que Dios llama su reposo.
SALMO XCV
Versículos 1—7. (parte). Una exhortación para alabar a Dios 7—11.
Advertencia a no tentarlo.
Vv. 1—7. Cada vez que vamos a la presencia de Dios debemos ir con acción
de gracias. El Señor debe ser alabado; no nos falta tema, y bueno sería que
no nos faltase corazón. ¡Cuán grande es Dios, a quién pertenece toda la
tierra y su plenitud, que dirige todo y dispone de todo! —El Señor Jesús a
quien aquí se nos enseña a alabar, es Dios grande; el Dios omnipotente es
uno de sus títulos, y Dios sobre todo, bendito por siempre. A Él se ha dado
toda potestad en el cielo y en la tierra. Él es nuestro Dios y debemos
alabarlo. Él es nuestro Salvador y autor de nuestra bendición. La iglesia del
evangelio es su rebaño, Cristo es el gran buen pastor de los creyentes; Él los
buscó cuando estaban perdidos y los trajo a su redil.
Vv. 7—11. Cristo convoca a su pueblo a que escuche su voz. Le llamáis
Amo, Maestro o Señor, entonces sed su pueblo voluntario y obediente. Oíd la
voz de su doctrina, de su ley, ambas de su Espíritu: oíd y obedeced; oíd y
rendíos. La voz de Cristo debe ser oída hoy. Este día de oportunidad no
durará siempre; utilizadlo mientras se dice hoy. Oír la voz de Cristo es lo
mismo que creer. La dureza del corazón está en el fondo de toda
desconfianza del Señor. —Los pecados del prójimo deben ser advertencias
para que nosotros no sigamos sus pasos. Las murmuraciones de Israel
quedaron escritas para nuestra admonición. Dios no está sometido a
pasiones como las nuestras, pero está muy airado con el pecado y los
pecadores. Ciertamente es malo lo que merece tal recompensa; y sus
amenazas son tan seguras como sus promesas. Tomemos conciencia de los
males de nuestro corazón que nos lleva a descarriarnos del Señor. —Hay un
reposo ordenado para los creyentes, el reposo de la renovación eterna
empezado en esta vida y perfeccionado en la vida venidera. Este es el
reposo que Dios llama su reposo.
SALMO XCVI
Versículos 1—9. Un llamado a todo el pueblo para que alabe a Dios. 10—13.
El gobierno y el juicio de Dios.
Vv. 1—9. Cuando Cristo terminó su obra en la tierra y fue recibido en gloria
en el cielo, la iglesia empezó a cantarle un nuevo cántico y a bendecir su
nombre. Sus apóstoles y evangelistas mostraron su salvación entre los
paganos, sus maravillas entre toda la gente. —Toda la tierra es aquí
convocadas a adorar al Señor. Debemos adorarle en la belleza de la
santidad, como Dios en Cristo, reconciliando al mundo consigo mismo. Se
dicen cosas gloriosas de Él como motivo y tema de alabanza.
Vv. 10—13. Tenemos que esperar y orar por el tiempo en que Cristo
reinará en justicia sobre todas las naciones. Él reinará en el corazón de los
hombres por el poder de la verdad y del Espíritu de justicia. Su venida se
acerca; este Rey, este Juez está ante la puerta, pero aún no ha llegado. —El
Señor aceptará las alabanzas de todos los que procuran fomentar el reino de
Cristo. El mar no puede sino rugir, y no sabemos cómo pueden los árboles
del bosque demostrar que se regocijan, pero el que escudriña los corazones
sabe cuál es la mente del Espíritu y entiende las palabras, el lenguaje
quebrado del más débil. —Cristo vendrá a juzgar la tierra, a ejecutar la justa
venganza contra sus enemigos y a cumplir las promesas más grandes dadas
a su pueblo. Entonces, ¿qué somos nosotros? ¿Ese día será bien acogido
por nosotros? Si este no es nuestro caso, empecemos ahora a prepararnos
para encontrarnos con nuestro Dios, buscando el perdón de nuestros
pecados y la renovación de nuestra alma para santidad.
SALMO XCVII
Versículos 1—7. El Señor Jesús reina con poder que no puede ser resistido.
8—12. Cuidado de su pueblo y provisión para ellos.
Vv. 1—7. Aunque muchos han sido hechos felices en Cristo aún hay lugar.
Todos tienen razón para regocijarse en el gobierno de Cristo. Hay una
profundidad en sus consejos que no debemos tratar de sondear; pero aun la
justicia y el juicio son la habitación de su trono. El gobierno de Cristo aunque
pueda ser materia de regocijo para todos, será, no obstante, tema de terror
para algunos, aunque es falta de ellos que así sea. La oposición más
resuelta y atrevida será sofocada ante la presencia del Señor. Y el Señor
Jesús vendrá antes de mucho, y pondrá fin a toda clase de adoración de
ídolos.
Vv. 8—12. Los fieles siervos de Dios pueden regocijarse y estar alegres
porque Él es glorificado y todo lo que tienda a su honra es placer para su
pueblo. Se cuida de la seguridad de ellos. Pero se significa algo más que sus
vidas. El Señor preservará del pecado, de la apostasía y de la desesperación
las almas de sus santos sometidas a las pruebas más grandes. Los sacará
de las manos del maligno y los preservará para su reino celestial. Los que se
regocijan en Cristo Jesús y en su exaltación, tienen manantiales de gozo
preparados para ellos. Los que siembran con lágrimas cosecharán con gozo.
La alegría es segura para el recto de corazón; el gozo del hipócrita no es
sino por un momento. Los pecadores tiemblan, pero los santos se regocijan
en la santidad de Dios. Como Él odia el pecado, pero ama libremente a la
persona del pecador arrepentido que cree en Cristo, hará la separación final
entre la persona que Él ama y el pecado que Él aborrece y santificará
totalmente a su pueblo en cuerpo, alma y espíritu.
SALMO XCVIII
Versículos 1—3. La gloria del Redentor. 4—9. El gozo del Redentor.
Vv. 1—3. Un cántico de alabanza por el amor redentor es un cántico nuevo,
un misterio oculto de edades y generaciones. Los convertidos cantan un
cántico nuevo muy diferente de lo que habían cantado. Si la gracia de Dios
puso un corazón nuevo en nuestros pechos, pondrá un cántico nuevo en
nuestras bocas. Que este cántico nuevo sea cantado para alabanza de Dios,
considerando las maravillas que ha hecho. El Redentor ha vencido todas las
dificultades del camino de nuestra redención y no se desanimó por los
servicios o sufrimientos que le fueron asignados. Alabémosle por haber
descubierto al mundo la obra de redención; su salvación y su justicia
cumplen las profecías y las promesas del Antiguo Testamento. En procura de
este designio, Dios levantó a su Hijo Jesús para ser no sólo luz para iluminar
a los gentiles, sino la gloria de su pueblo Israel. —Ciertamente nos
corresponde preguntar: ¿Su santo brazo ha obtenido la victoria sobre el
poder de Satanás, la incredulidad y el pecado en nuestros corazones? Si tal
es nuestro feliz caso, cambiaremos todas las canciones livianas de la
vanidad por cánticos de gozo y acción de gracias; nuestras vidas celebrarán
la alabanza del Redentor.
Vv. 4—9. Que todos los hijos de los hombres se regocijen en el
establecimiento del reino de Cristo, porque todos pueden beneficiarse por
ello. —Los diferentes órdenes de criaturas racionales del universo parecen
estar descritos en lenguaje figurado en el reino del gran Mesías. El reino de
Cristo será una bendición para toda la creación. Esperamos su segunda
venida a empezar su glorioso reino. Entonces, se regocijarán el cielo y la
tierra, y el gozo del redimido será pleno. Pero el pecado y sus efectos
espantosos no serán totalmente eliminados hasta que el Señor venga a
juzgar al mundo con justicia. Viendo, entonces, que esperamos tales cosas,
pongamos diligencia para que seamos hallados en paz, sin mancha y sin
culpa por Él.
SALMO XCIX
Versículos 1—5. El feliz gobierno bajo el cual se halla el pueblo de Dios. 6—
9. Su feliz administración.
Vv. 1—5. Dios gobierna al mundo por su Providencia, gobierna la iglesia por
su gracia y a ambos por su Hijo. Los habitantes de la tierra tienen razón de
temblar, pero el Redentor aún espera ser bondadoso. Que todos los que
oyen, reciban la advertencia y busquen su misericordia. —Mientras más nos
humillemos ante Él, más nos exaltará, y así, pues, seamos reverentes
porque Él es santo.
Vv. 6—9. La felicidad de Israel se presenta por referencia a los
gobernantes más útiles de ese pueblo. Ellos hicieron su regla en todo de la
palabra y ley de Dios, sabiendo que no podían esperar otra cosa que sus
oraciones fuesen contestadas. Todos prevalecieron maravillosamente en
oración con Dios; se obraron milagros a pedido de ellos. Ellos rogaron por el
pueblo y obtuvieron respuestas de paz. —Nuestro Profeta y Sumo
Sacerdote, de dignidad infinitamente mayor que la de Moisés, Aarón o
Samuel, ha recibido la voluntad del Padre y nos la ha declarado. No sólo
exaltemos al Señor con nuestros labios, sino démosle el trono de nuestro
corazón; y mientras le adoramos en su trono de la gracia, nunca olvidemos
que Él es santo.
SALMO C
Una exhortación para alabar a Dios y regocijarse en Él.
Este cántico de alabanza debe ser considerado como una profecía y hasta
ser usado como una oración por la llegada del tiempo en que toda la gente
sabrá que el Señor es Dios, y serán sus adoradores y ovejas de su prado. Se
nos da gran aliento para que al adorar a Dios lo hagamos alegremente. Si Él
nos ha traido de nuevo a su redil cuando nos descarriamos como ovejas
vagabundas, indudablemente tenemos causa abundante para bendecir su
nombre. —El tema de alabanza y los motivos de ella son muy importantes.
Sepan ustedes qué es Dios en sí mismo y qué es para ustedes. Sépanlo;
considérenlo y aplíquenlo, entonces serán más cercanos y constantes, más
vueltos hacia adentro y serios en su adoración. —El pacto de gracia
establecido en las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento, con tantas
ricas promesas, para fortalecer la fe de todo creyente débil vuelve tan seguro
el tema de la alabanza de Dios y el del gozo de su pueblo que por triste que
puedan estar nuestros espíritus cuando nos miramos a nosotros mismos,
tendremos no obstante razón para alabar al Señor, cuando miremos su
bondad y misericordia y a lo que ha dicho en su palabra para consuelo
nuestro.