JUECES
El libro de los Jueces es la historia de Israel durante el gobierno de
los jueces, que fueron
libertadores ocasionales que Dios levantaba para rescatar a Israel de
sus opresores, para reformar el
estado de la religión y para administrar justicia al pueblo. El estado
del pueblo de Dios no parece
ser muy próspero en este libro, ni su carácter muy religioso como
hubiera sido de esperarse; pero
había muchos creyentes entre ellos y el servicio del tabernáculo era
atendido. La historia
ejemplifica las frecuentes advertencias y predicciones de Moisés, y
merece tomarse con profunda
atención. Todo el libro está lleno de importantes enseñanzas.
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CAPÍTULO I
Versículos 1—8. Acciones de las
tribus de Judá y Simeón. 9—20. Conquista de Hebrón y otras
ciudades. 21—36. Los
procedimientos de las otras tribus.
Vv. 1—8. Los israelitas estaban convencidos que
había que continuar la guerra contra los cananeos;
pero dudaban sobre el modo de ejecutarla después de la muerte de Josué.
Preguntaron al Señor al
respecto. Dios encarga que le sirvan de acuerdo con la fortaleza que Él
ha otorgado. De los más
capaces se espera más. Judá era el primero en dignidad y debe ser el
primero en el deber. El servicio
de Judá será de poca utilidad si Dios no da el éxito; pero Dios no dará
el éxito a menos que Judá se
dedique al servicio. Judá era la más considerable de todas las tribus y
Simeón, la menor; sin
embargo, Judá implora la amistad de Simeón y les pide socorro.
Corresponde a los israelitas
ayudarse unos a otros contra los cananeos; todos los cristianos, aun los
de tribus diferentes, deben
fortalecerse unos a otros. Los que se ayudan mutuamente con amor, tienen
razón para esperar que
Dios les ayude a ambos en su gracia. —Adoni-bezec fue hecho prisionero.
Este príncipe había sido
un tirano severo. Los israelitas, evidentemente bajo la dirección
divina, le hicieron sufrir lo que él
había hechos a otras personas. Así, a veces, el justo Dios, en su
providencia, hace que el castigo
corresponda al pecado.
Vv. 9—20. Los cananeos tenían carros de hierro,
pero Israel tenía a Dios de su lado, cuyos
carros son millares de ángeles, Salmo lxviii, 17. Pero aun ellos dejaron
que sus temores
prevalecieran sobre su fe. Leemos de Caleb en Josué xv, 16–19. Los
ceneos se habían establecido
en la tierra. Israel dejó que se establecieran donde gustaran, siendo un
pueblo tranquilo y no
ambicioso. A los que no molestan a nadie, nadie los molesta. Bienaventurados
los mansos porque
ellos heredarán la Tierra.
Vv. 21—36. El pueblo de Israel fue muy negligente
con su deber y con sus beneficios. Si no
fuera por la pereza y la cobardía, no habrían tenido dificultades para
completar sus conquistas.
También se debía a su codicia: estaban dispuestos a dejar que los
cananeos vivieran entre ellos para
aprovecharse de ellos. No tenían el terror ni el odio por la idolatría
que deberían tener. La misma
incredulidad que mantuvo a sus antepasados por
cuarenta años fuera de Canaán, les impedía ahora
tomar completa posesión de la tierra. La desconfianza en el poder y la
promesa de Dios les privaba
de los beneficios y los metía en problemas. De esa manera, muchos
creyentes que empiezan bien, se
ven retardados. Sus gracias languidecen, sus concupiscencias reviven,
Satanás los acosa con
tentaciones adecuadas, el mundo recupera su dominio; tienen sentimiento
de culpa, llenan de
angustia su corazón, desacreditan su carácter y hacen caer reproche
sobre el evangelio. Aunque se le
reprenda imperiosamente, y ser recuperado para que no perezca, tendrá,
sin embargo, que lamentar
profundamente su necedad por el resto de sus días; en su lecho de muerte
tendrá que lamentar las
oportunidades que perdió de glorificar a Dios y servir a la iglesia. No
podemos tener comunión con
los enemigos de Dios en nosotros o fuera de nosotros sino para propio
daño; en consecuencia,
nuestra única sabiduría es librar una guerra incesante contra ellos.
CAPÍTULO II
Versículos 1—5. El ángel del Señor
reprende al pueblo. 6—23. La
maldad de la nueva generación
posterior a Josué.
Vv. 1—5. Era el gran Ángel del pacto, el Verbo,
el Hijo de Dios, quien habló con autoridad divina
como Jehová y que ahora los llama a rendir cuentas de su desobediencia.
Dios expone lo que ha
hecho por Israel y lo que había prometido. Quienes desechan la comunión
con Dios y tienen
comunión con las obras infructuosas de las tinieblas no saben lo que
hacen, y nada tendrán que
decir a su favor en el día cercano de la rendición de cuentas. Tienen
que esperar sufrimientos a
cambio de su necedad. Se engañan a sí mismos quienes esperan sacar
ventaja de su amistad con los
enemigos de Dios. A menudo Dios hace que el pecado de los hombres sea su
castigo; hay espinas y
trampas en el camino del obstinado que anda en contra de Dios. —El
pueblo lloró, quejándose de su
propia insensatez e ingratitud. Temblaron ante la palabra y no sin
causa. Es un prodigio que los
pecadores puedan hasta leer la Biblia con los ojos secos. Si se hubieran
mantenido cerca de Dios y
de su deber, ninguna voz sino la de los cánticos se hubiera oído pero,
por su pecado y necedad,
hicieron otra obra para sí mismos y nada se oirá sino la voz del lloro.
La adoración de Dios, en su
propia naturaleza, es gozo, alabanza y acción de gracias; nuestros
pecados solo hacen necesario el
llanto. Agrada ver que los hombres lloren por sus pecados, pero nuestras
lágrimas, oraciones y ni
aun las enmiendas pueden expiar el pecado.
Vv. 6—23. Tenemos una idea general del curso de
las cosas en Israel durante la época de los
Jueces. La nación se volvió tan miserable y desgraciada por abandonar a
Dios, como hubieran sido
grandes y felices si hubieran continuado siendo fieles a Él. El castigo
correspondió al mal que
habían hecho. Sirvieron a los dioses de las naciones que los rodeaban
aun al menor, y Dios hizo que
sirvieran a los príncipes de las naciones de sus contornos, aun al
menor. Quienen han hallado que
Dios es fiel a sus promesas, pueden estar seguros que será igualmente
fiel con sus amenazas. —Con
justicia, podría haberlos abandonado, pero por compasión no lo hizo. El
Señor estaba con los jueces
que levantaba, y de esa manera llegaron a ser salvadores. En los días de
las mayores tribulaciones
de la iglesia, habrá algunos a quienes Dios halle o haga aptos para
ayudarla. —Los israelitas no
fueron cabalmente reformados; porque estaban tan enloquecidos por sus
ídolos y tan
obstinadamente inclinados a descarriarse. De esta manera, los que han
abandonado los buenos
caminos de Dios, que una vez conocieron y profesaron, generalmente se
ponen más atrevidos y
desesperados en el pecado y sus corazones se endurecen. —Su castigo fue
que los cananeos fueron
perdonados, y de esa manera, ellos fueron golpeados con su propia vara.
Los hombres abrigan y
toleran sus corruptos apetitos y pasiones; en consecuencia, Dios los
deja justamente librados a su
suerte, bajo el poder de sus pecados, lo que será su ruina. Dios nos ha
dicho cuán engañoso y
desesperadamente perverso es nuestro corazón, pero no estamos dispuestos
a creerlo hasta que,
haciéndonos osados por la tentación, descubrimos por triste experiencia,
que es verdad. Tenemos
que examinarnos a nosotros mismos y orar sin cesar para que habite
Cristo por la fe en nuestros
corazones, arraigados y cimentados en amor. Declaremos la guerra a todo
pecado y sigamos la
santidad todos nuestros días.
CAPÍTULO III
Versículos 1—7. Naciones dejadas
para probar a Israel. 8—11. Otoniel
libra a Israel. 12—30. Aod
libra a Israel de Eglón. 31. Samgar libra y juzga a Israel.
Vv. 1—7. Como los israelitas eran tipo de la
iglesia de la tierra, no tenían que estar ociosos ni ser
perezosos. Agradó al Señor probarlos con el resto de las naciones que
ellos perdonaron. Las
tentaciones y las pruebas detectan la iniquidad del corazón de los
pecadores; y refuerzan las gracias
de los creyentes en sus conflictos diarios con Satanás, el pecado y con
este mundo malo. Deben
vivir en este mundo, pero no
son de este mundo y tiene
prohibido conformarse a él. Esto marca la
diferencia entre los seguidores de Cristo y los profesantes. La amistad del mundo es más fatal que
la enemistad;
esta sólo puede matar el cuerpo, pero aquella asesina a muchas almas preciosas.
Vv. 8—11. Otoniel fue el primer juez; empezó a
hacerse famoso ya en la época de Josué. Poco
después de establecerse en Canaán, la pureza de Israel empezó a
corromperse y a perturbarse su
paz. —Pero la aflicción hace que clamen a Dios los que antes escasamente
hablaban a Él. Dios
volvió a ellos por misericordia para liberarlos. El Espíritu de Jehová
descendió sobre Otoniel: El
Espíritu de sabiduría y valor que lo capacita para el servicio y el
Espíritu de poder lo estimula para
ello. Primero juzgó a Israel, lo reprendió y lo reformó, y luego fue a
la guerra. Derrotad el pecado
en casa, el peor de los enemigos, y los enemigos de fuera serán más
fácilmente vencidos. Así, que
Cristo sea nuestro Juez y Legislador, luego nos salvará.
Vv. 12—30. Cuando Israel vuelve a pecar, Dios
levanta un nuevo opresor. Los israelitas
hicieron el mal, y los moabitas hicieron peor; puesto que Dios castiga
en este mundo los pecados de
su pueblo, Israel es debilitado, y Moab fortalecido contra ellos. Si las
tribulaciones menores no
hacen la obra, Dios las enviará mayores. —Cuando Israel vuelve a orar,
Dios levanta a Aod. Como
juez o ministro de la justicia divina, Aod mata a Eglón, rey de Moab, y,
de ese modo, ejecuta los
juicios de Dios contra él como enemigo de Dios y de Israel. Pero la ley
de someterse a principados
y potestades en todas las cosas lícitas es la regla de nuestra conducta. Ahora no se dan cometidos
como estos; pretender tenerlos es blasfemar a Dios. —Nótese el discurso
de Aod a Eglón. ¿Qué
mensaje de Dios, sino uno de venganza, puede esperar un soberbio
rebelde? Ese mensaje está
contenido en la palabra de Dios; sus ministros osadamente la declaran
sin temer el ceño fruncido ni
hacer acepción de las personas de los pecadores. Pero, bendito sea Dios,
ellos tienen que entregar
un mensaje de misericordia y salvación gratuita; el mensaje de la
venganza es sólo para los que
rechazan la oferta de la gracia. La consecuencia de esta victoria fue
que la tierra tuvo descanso por
ochenta años. Fue un gran intervalo para que reposara la tierra, pero
qué es eso para el descanso
eterno de los santos en la Canaán celestial.
V. 31. El lado del país que yacía al suroeste
estaba infestado de filisteos. Dios levantó a Samgar
para liberarlos; no teniendo espada ni lanza, tomó una aguijada de
bueyes, el instrumento que tenía
más a mano. Dios puede hacer útiles para su gloria y para el bien de su
iglesia a personas humildes
y oscuras por nacimiento, educación y ocupación. No importa el arma si
Dios dirige y fortalece el
brazo. A menudo Él obra por medios inverosímiles para que la excelencia
del poder sea de Dios.
CAPÍTULO IV
Versículos 1—3. Israel se vuelve a
rebelar y es oprimido por Jabín. 4—9. Débora se pone de
acuerdo con Barac para liberarlos. 10—16. Derrota de Sísara. 17—24. Jael mata a Sísara.
Vv. 1—3. La tierra tuvo ochenta años de descanso,
lo que debió confirmarlos en su religión; pero
los hizo sentirse seguros y dieron el gusto a sus concupiscencias. Así,
la prosperidad de los necios
los destruye. Jabín y su general Sísara, oprimieron fuertemente a
Israel. Este enemigo estaba más
cercano que los anteriores. Israel clamó al Señor cuando la aflicción
los llevó a Él, y no veían otra
forma de alivio. Los que olvidan a Dios en la prosperidad, tendrán que
buscarlo en la aflicción.
Vv. 4—9. Débora era profetisa, instruida en el
conocimiento divino por la inspiración del
Espíritu de Dios. Juzgaba a Israel como boca de Dios para ellos;
corregía los abusos y resolvía las
quejas. Por orden de Dios, ella mandó a Barac que organizara un ejército
y atacara las fuerzas de
Jabín. Barac insistió mucho en que ella estuviera presente. Débora
prometió ir con él. No lo iba a
enviar donde ella misma no iría. Quienes en el nombre de Dios llaman a
su deber a los demás,
deben estar dispuestos para asistirlos. Barac aprecia más la
satisfacción de su mente, y el buen éxito
de su empresa que el simple honor.
Vv. 10—16. La confianza de Sísara estaba en sus
carros. Pero si tenemos base para esperar que
Dios vaya delante de nosotros, podemos ir con valor y júbilo. No
desmayéis por las dificultades que
encontréis al resistir a Satanás, servir a Dios o sufrir por Él; porque,
¿no fue el Señor delante de
vosotros? Seguidle entonces en todo. —Barac descendió aunque sobre el
llano los carros de hierro
tendrían ventaja sobre él: él dejó la montaña dependiendo del poder
divino; porque solo en el Señor
está la salvación de su pueblo, Jeremías iii, 23. Él no fue defraudado
en su confianza. Cuando Dios
va delante de nosotros en los conflictos espirituales, debemos entrar en
acción y, cuando por su
gracia, nos da algún triunfo sobre los enemigos de nuestras almas,
debemos mejorarlo estando
alertas y resueltos.
Vv. 17—24. Los carros de Sísara eran su orgullo y
su confianza. De esta manera, se frustran los
que descansan en la criatura; como la caña cascada no sólo se quiebra,
sino los atraviesa con
muchos dolores. El ídolo se vuelve rápidamente una carga, Isaías xlvi,
1; Dios puede hacer que
aquello por lo cual
enloquecíamos, nos enloquezca de verdad. Probablemente Jael haya realmente
intentado ser amable con Sísara; pero por un impulso divino después fue
llevado a considerarlo
como el enemigo jurado del Señor y de su pueblo, y decidió destruirlo.
Debemos romper todas
nuestras relaciones con los enemigos de Dios si tenemos al Señor como
nuestro Dios y su pueblo
como nuestro pueblo. El que había pensado destruir a Israel con sus
muchos carros de hierro, es
destruido con un clavo de hierro. De esa manera, lo débil del mundo
confunde al poderoso. Los
israelitas hubieran evitado mucha maldad si hubieran destruido más
pronto a los cananeos, como
Dios les mandó y los capacitó: pero más vale ser sabios tarde que nunca,
y adquirir sabiduría por la
experiencia.
CAPÍTULO V
Versículos 1—5. Alabanza y gloria
atribuidas a Dios. 6—11. Aflicción
y liberación de Israel. 12—
23. Algunos elogiados, otros censurados. 24—31. La madre de Sísara se desengaña.
Vv. 1—5. No debe haber pérdida de tiempo para
agradecer al Señor sus misericordias; porque
nuestras alabanzas son más aceptables, agradables y provechosas cuando
fluyen de un corazón
satisfecho. Por esto, se debe estimularse más el amor y el
agradecimiento, y fijarse más
profundamente, en el corazón del creyente; los acontecimientos serán más
conocidos y recordados
por más tiempo. El Señor es quien debe tener toda la alabanza, no
importa cuánto hayan hecho
Débora, Barac o el ejército. La voluntad, el poder y el éxito fueron
todos de Dios.
Vv. 6—11. Débora describe el estado afligido de
Israel bajo la tiranía de Jabín, para destacar
que su salvación era pura gracia. Muestra la causa de su miseria. Fue su
idolatría. Escogieron
nuevos dioses con nombres nuevos. Pero tras todas esas imágenes era
Satanás a quien adoraban.
Débora fue una madre para Israel al fomentar diligentemente la salvación
de sus almas. Llama a los
que compartieron las ventajas de esta gran salvación para que ofrezcan
su gratitud a Dios. A los que
se les ha restaurado, no sólo su libertad como a los demás israelitas,
sino a su dignidad, que alaben a
Dios. —Esta es obra del Señor. En los actos suyos hizo justicia sobre
sus enemigos. En épocas de
persecución se recurre a las ordenanzas de Dios, las fuentes de
salvación, de donde se extrae el agua
de vida, con peligro para la vida de quienes los que le prestan
atención. En todo momento Satanás
tratará de impedir que el creyente se acerque al trono de la gracia.
Fijaos en la bondad de Dios hacia
su pueblo tembloroso. La gloria de Dios es proteger a quienes están más
expuestos y ayudar al más
débil. Notemos el beneficio que tenemos por la paz pública,
especialmente los habitantes de las
aldeas, y demos la alabanza a Dios.
Vv. 12—23. Débora invoca a su propia alma para que
sea la más ferviente. El que enciende el
fuego en los corazones de otros hombres con el amor de Cristo, debe
arder primero con el mismo
amor. Alabar a Dios es una tarea a la cual debemos despertar, y
despertarnos para ella. Se da cuenta
quiénes pelearon contra Israel, quiénes pelearon por ellos y quiénes se
mantuvieron lejos. Quienes
pelearon contra ellos.
Eran enemigos obstinados del pueblo de Dios, por tanto, los más peligrosos.
—Quiénes pelearon por ellos. Las diversas tribus que los ayudaron se mencionan aquí con honor;
porque aunque Dios debe ser glorificado por sobre todo, los que son
utilizados deben recibir su
debido elogio para estímulo de los demás. Pero toda la creación está en
guerra contra los que tienen
a Dios por enemigo. —El río Cisón peleó contra sus enemigos. La mayor
parte de las veces era
poco profundo pero ahora, probablemente por la gran lluvia que cayó,
estaba tan crecido y la
corriente era tan profunda y fuerte, que quienes trataron de cruzarlo se
ahogaron. —El alma de la
misma Débora peleó contra ellos. Cuando se emplea el alma en piadosos
ejercicios y se hace obra
de corazón, por la gracia de Dios, la fuerza de nuestros enemigos
espirituales será pisoteada y
caerán ante nosotros. —Observe quiénes se
mantuvieron a la distancia y no se pusieron
del lado de
Israel, como pudiera haberse esperado. Así, muchos no cumplen su deber
por miedo a los
problemas, el amor a la comodidad y el indebido afecto por sus negocios
y ventajas mundanales.
Los espíritus estrechos y egoístas no se cuidan por lo que le suceda a
la iglesia de Dios con tal de
conseguir, guardar y ahorrar dinero. Todos buscan lo suyo propio,
Filipenses ii, 21. Algo pequeño
les servirá de pretexto para quedarse en casa, a quienes no tienen la
intención de comprometerse en
servicios necesarios, porque presentan dificultades y peligros. Pues no
podemos mantenernos fuera
de la lucha entre el Señor y sus enemigos; y si no nos metemos activamente a fomentar su causa en
este mundo malo, caeremos bajo la maldición contra los obreros de
maldad. Aunque no necesita
ayuda humana, sin embargo, Dios se agrada en aceptar los servicios de
quienes mejoran sus talentos
para el progreso de su causa. Él requiere que cada hombre haga esto.
Vv. 24—31. Jael tuvo una bendición especial. Los
que echan su suerte en la tienda, en una
esfera baja y estrecha, si sirven a Dios según los poderes que les ha
dado, no perderán su
recompensa. —La madre de Sísara esperaba su regreso, no temiendo en lo
más mínimo por su
éxito. Cuidémonos de abrigar deseos ardientes por algún bien temporal,
particularmente en cuanto a
acariciar la vanagloria, pues eso era lo que aquí ella deseaba. —¡Qué
cuadro presenta ella de un
corazón impío y sensual! ¡Cuán vergonzosos e infantiles son los deseos
de una madre anciana y de
sus asistentes para su hijo! De esta manera, Dios a menudo arruina a sus
enemigos cuando están
más hinchados de orgullo. —Débora concluye con una oración a Dios por la
destrucción de todos
sus enemigos y por el consuelo de todos sus amigos. Tal será la honra, y
el gozo de todos los que
aman a Dios con sinceridad; por siempre brillarán como el sol en el
firmamento.
CAPÍTULO VI
Versículos 1—6. Israel oprimido por
los madianitas. 7—10. Un
profeta reprende a Israel. 11—24.
Gedeón puesto para liberar a Israel. 25—32.
Gedeón destruye el altar de Baal. 33—40.
Señales dadas a Gedeón.
Vv. 1—6. El pecado de Israel se renovó y se
repitieron las aflicciones de Israel. Todos los que pecan
esperen sufrir. —Los israelitas se ocultaron en cuevas y guaridas; tal
fue el efecto de una conciencia
culpable. El pecado deprime a los hombres. Los invasores no dejaron
comida para Israel, salvo la
llevada a las cuevas. Prepararon para Baal aquello con que debieron
servir a Dios, así que ahora
Dios, justamente, envía un enemigo para quitárselo en la estación
correspondiente.
Vv. 7—10. Ellos clamaron a Dios por un libertador
y Él les envió un profeta para enseñarles.
Cuando Dios da a la nación ministros fieles, es una señal de que le
tiene reservada misericordia. Los
acusa de rebelión contra el Señor; su intención es llevarlos al
arrepentimiento. El arrepentimiento es
real cuando se lamenta la pecaminosidad del pecado, como desobediencia a
Dios.
Vv. 11—24. Gedeón era un hombre de espíritu
valiente y esforzado, pero en la oscuridad de su
época; aquí él es estimulado a emprender algo grande. Era seguro que
Jehová estaba con él, cuando
su Ángel estuvo con él. —Gedeón era de fe débil, lo cual le dificulta
reconciliar la seguridad de la
presencia de Dios con la aflicción a la cual está sometido Israel. —El
Ángel responde sus
objeciones. Le dice que se presente y actúe como el libertador de
Israel, que no necesitaba más. El
obispo Hall dice: Aunque Dios califica de valiente a Gedeón, Él lo hace
así. Dios se deleita en hacer
progresar al humilde. Gedeón desea que su fe sea confirmada. Ahora, bajo
la influencia del Espíritu,
nosotros no tenemos que esperar señales ante nuestros ojos como las que
Gedeón desea aquí; más
bien debemos orar fervorosamente a Dios que, si hemos hallado gracia
ante sus ojos, Él envíe una
señal a nuestro corazón por la obra poderosa de su Espíritu. —El Ángel
convirtió la carne en una
ofrenda presentada por el fuego; demostrando así que Él no era hombre
que necesitara carne, sino el
Hijo de Dios que iba a ser servido y honrado por el sacrificio, y que,
en el cumplimiento del tiempo,
iba a ofrecerse a Sí mismo en sacrificio. Aquí se da a Gedeón una señal
de que había hallado gracia
ante los ojos de Dios. Desde que el hombre ha estado expuesto a la ira y
maldición de Dios, ha sido
aterrador para él un mensaje del cielo, porque difícilmente se atreve a
esperar buenas noticias de
allá. En este mundo es muy espantoso tener cualquier relación con el
mundo de los espíritus, al cual
somos tan ajenos. El valor le faltó a Gedeón, pero Dios le habló de paz.
Vv. 25—32. Véase aquí el poder de la gracia de
Dios, que levantará un reformador; y la bondad
de su gracia que levantará el libertador de la familia de un líder de la
idolatría. Gedeón no debe
pensar que es suficiente no adorar en ese altar; debe demolerlo y
ofrecer sacrificio en otro. Era
necesario que hiciera la paz con Dios antes de ir a la guerra contra
Madián. Mientras el pecado no
haya sido perdonado por el gran Sacrificio, no se debe esperar ningún
bien. Dios, que tiene todos
los corazones en su mano, influye sobre Joás para que comparezca a favor
de su hijo contra los
paladines de Baal, aunque anteriormente se había unido al culto de Baal.
Hagamos nuestro deber y
confiemos a Dios nuestra seguridad. —Aquí hay un desafío a Baal para que
haga bien o mal; el
resultado convence a sus adoradores de su necedad de pedir socorro a
aquel que no podía siquiera
vengarse a sí mismo.
33—40. Las señales son verdaderamente milagrosas y muy significativas.
Gedeón y sus
hombres iban a luchar contra los madianitas, ¿podría Dios distinguir
entre un pequeño vellón de
Israel y el extenso suelo de Madián? Se hace saber a Gedeón que Dios
podía hacerlo. ¿Deseaba
Gedeón que el rocío de la gracia divina descendiera en particular sobre
él mismo? Ve el vellón
mojado por el rocío para darle seguridad. ¿Desea que Dios sea como el
rocío para todo Israel? He
ahí, todo el suelo está húmedo. ¡Cuánta causa tenemos nosotros,
pecadores de los gentiles, para
bendecir al Señor por el hecho de que el rocío de las bendiciones
celestiales, una vez limitado a
Israel, ahora es enviado a todos los habitantes de la tierra! Pero aun
los medios de gracia se dan en
diferentes medidas conforme a los propósitos de Dios. En la misma
congregación, el alma de un
hombre es como el vellón humedecido de Gedeón, otro es como el suelo
seco.
CAPÍTULO VII
Versículos 1—8. Reducción del
ejército de Gedeón. 9—15. Gedeón
es alentado. 16—22. Derrota
de los madianitas. 23—25. Los de Efraín toman a Oreb y Zeeb.
Vv. 1—8. Dios hace provisión para que la alabanza
de la victoria sea totalmente suya, señalando
solo trescientos hombres para la lucha. —La actividad y la prudencia van
junto con la dependencia
de Dios para que nos socorra en nuestras justas empresas. Cuando el
Señor ve que los hombres se
van a desentender de Él y, por incredulidad, van a eludir los servicios
peligrosos o, que por orgullo,
quisieran ponerse en su contra, los pone a un lado y hace su obra con
otros instrumentos. Muchos
encontrarán pretextos para desertar la causa y escapar de la cruz. Pero
aunque una sociedad
religiosa pueda, de este modo, reducirse en número, ganará, no obstante,
en pureza, y puede esperar
una bendición acrecentada de parte del Señor. Dios elige emplear a los
que no solo están bien
afectados, sino celosamente afectados por una cosa buena. —No murmuran
por la libertad de los
demás que fueron despedidos. Al cumplir los deberes requeridos por Dios,
no debemos considerar
el progreso o retraso de los demás, ni lo que hacen, sino lo que Dios
espera de nuestras manos. Es
raro encontrar una persona que puede tolerar que los demás lo superen en
dones, bendiciones o
libertad; de modo que podemos decir que es por la gracia especial de
Dios que consideramos lo que
Dios nos dice y no miramos lo que hacen los hombres.
Vv. 9—15. El sueño parecía tener poco significado
en sí mismo, pero la interpretación demostró
evidentemente que todo era del Señor, y descubrió que el nombre de
Gedeón había llenado de terror
a los madianitas. Gedeón tomó esto como señal segura de éxito; sin
demora adoró y alabó a Dios, y
regresó con confianza a sus trescientos hombres. Donde quiera que
estemos, podemos hablar a Dios
y adorarlo. Dios debe tener la alabanza por lo que estimula nuestra fe.
Hay que reconocer su
providencia en los sucesos, aunque sean pequeños y aparentemente
accidentales.
Vv. 16—22. El método para derrotar a los madianitas
puede tomarse como ejemplo de la
destrucción del reino del diablo en el mundo por la predicación del
evangelio eterno, el tocar la
trompeta, y el mostrar la luz que sale de vasos de barro, pues tales son
los ministros del evangelio, 2
Corintios iv, 6, 7. Dios escogió lo necio del mundo para confundir a lo
sabio, una torta de cebada
para derrotar las tiendas de Madián, para que la excelencia del poder
sea sólo de Dios. El evangelio
es una espada, no en la mano, sino en la boca: la espada del Señor y de
Gedeón; de Dios y
Jesucristo, de Aquel que se sienta en el trono y el Cordero. —Los impíos
suelen ser llevados a
vengar la causa de Dios sobre otros, bajo el poder de sus engaños y la
furia de sus pasiones. Véase
también cómo Dios, a menudo hace que los enemigos de la iglesia sean
instrumentos para que se
destruyan unos a otros; es una lástima que los amigos de la iglesia
deban a veces actuar como ellos.
Vv. 23—25. Dos comandantes principales de las
huestes de Madián fueron capturados y
muertos por los hombres de Efraín. Deseable es que todos nosotros
hiciéramos como ellos, y que
donde se necesite ayuda, que esta fuera pronta y voluntariamente dada
por otro. Si se comienza algo
excelente y provechoso, estuviéramos dispuestos a tener colaboradores
para terminar y perfeccionar
aquello, y no, como a menudo pasa, estorbarnos unos a otros.
CAPÍTULO VIII
Versículos 1—3. Gedeón pacifica a
Efraín. 4—12. Sucot
y Peniel rehusan aliviar a Gedeón. 13—
17. Sucot y Peniel castigados. 18—21. Gedeón venga a sus hermanos. 22—28. Gedeón no
acepta el gobierno, pero da ocasión a la idolatría. 29—35. La muerte de Gedeón.—La
ingratitud de Israel.
Vv. 1—3. Quienes no intentan ni se aventuran en
nada por la causa de Dios, son los más prontos
para censurar y disputar con los que son de espíritu más celoso y
emprendedor. Los más remolones
para los servicios difíciles, son los que más se enojan por no recibir
reconocimiento. Gedeón surge
aquí como gran ejemplo de abnegación y nos demuestra que la envidia se
elimina mejor con la
humildad. Los hombres de Efraín expresaron sus pasiones con una libertad
muy equivocada para
hablar, señal cierta de una causa débil: la razón vuela bajo cuando el
reproche vuela alto.
Vv. 4—12. Los hombres de Gedeón estaban agotados,
pero prosiguieron; fatigados con lo que
habían hecho, pero ansiosos por hacer más contra sus enemigos. Muchas
veces es así el caso del
cristiano verdadero, desfalleciente, pero sigue adelante. El mundo muy
poco sabe de la lucha
perseverante y exitosa que libra el creyente verdadero con su corazón
pecador. Pero él se remite a
esa fuerza divina en cuya fe empezó su conflicto, y por cuya sola
provisión puede terminar con
triunfo.
Vv. 13—17. Los siervos activos del Señor se
enfrentan con una oposición más peligrosa de
parte de los falsos maestros que de los enemigos francos; pero no deben
preocuparse por la
conducta de quienes son israelitas de nombre, pero madianitas de
corazón. Deben perseguir a los
enemigos de su alma y de la causa de Dios, aunque estén a punto de
desmayar por los conflictos
internos y las dificultades externas. Y serán capacitados para
perseverar. Mientras menos ayuden los
hombres y más procuren estorbar, más ayudará el Señor. —Siendo desechada
la advertencia de
Gedeón, el castigo fue justo. Muchos aprenden con los abrojos y espinos
de la aflicción lo que no
aprendieron de otro modo.
Vv. 18—21. Había que enfrentar a los reyes de
Madián. —Cuando se confesaron culpables del
asesinato, Gedeón actuó como el vengador de la sangre, puesto que era el
pariente más cercano de
las personas asesinadas. No pensaron ellos que habían oído de esto hacía
mucho tiempo, pero el
homicidio rara vez queda sin castigo en esta vida. Se debe rendir cuenta
a Dios de los pecados que
el hombre ha olvidado hace mucho. ¡Qué pobre consuelo hay en esperar
sufrir menos dolor en la
muerte, y morir con menos desgracia que otros! Pero muchos están más
ansiosos por estos aspectos
que por el futuro juicio y lo que seguirá.
Vv. 22—28. Gedeón rehusó el gobierno que el pueblo
le ofreció. Ningún hombre bueno se
agradaría con algún honor conferido a él, que solo pertenece a Dios. —Gedeón
pensó conservar el
recuerdo de esta victoria con un efod hecho de lo mejor de los despojos.
Probablemente este efod
tenía, como era habitual, un terafín adosado y Gedeón pretendió que esto
fuera un oráculo para
consultar. Muchos son llevados por caminos errados por un solo mal paso
de un hombre bueno. Se
volvió trampa para el mismo Gedeón, y resultó ser la ruina de la
familia. ¡Con cuánta rapidez los
ornamentos que alimentan la concupiscencia de los ojos y forman la
soberbia de la vida, tienden
asimismo a las concupiscencia de la carne, avergonzando a los que los
aprecian!
Vv. 29—35. En cuanto murió Gedeón, que mantuvo al
pueblo adorando al Dios de Israel, éstos
se vieron sin restricciones; entonces, se fueron tras los baales, y no
se mostraron bondadosos con la
familia de Gedeón. No asombra que los que olvidan a su Dios, se olviden
de sus amigos. Pero
conscientes de nuestra propia ingratitud para con el Señor, y observando
la de la humanidad en
general, debemos aprender a ser pacientes en cualquier clase de
repercusiones malas que
encontremos por nuestros malos servicios, y resolver, conforme al
ejemplo divino, no ser derrotados
por el mal sino vencer al mal con el bien.
CAPÍTULO IX
Versículos 1—6. Abimelec asesina a
sus hermanos y es hecho rey. 7—21. Jotam reprende a los
hombres de Siquem. 22—29. Los hombres de Siquem conspiran contra Abimelec. 30—49.
Abimelec destruye a Siquem. 50—57. Abimelec asesinado.
Vv. 1—6. Los hombres de Siquem escogieron como
rey a Abimelec. No consultaron a Dios si ellos
debían tener rey o no, y mucho menos quién debería ser. —Si los padres
pudieran ver lo que harán
sus hijos, y lo que sufrirán, el gozo por ellos se volvería a menudo en
tristeza: podemos estar
agradecidos de no saber lo que sucederá. Por sobre todo, debemos temer y
velar contra el pecado,
pues nuestra conducta inicua puede producir efectos fatales en nuestra
familia, cuando nosotros ya
estemos en nuestra tumba.
Vv. 7—21. No hubo ocasión para que los árboles
eligieran un rey, pues todos son árboles del
Señor, que Él ha plantado. Tampoco hubo ocasión para que Israel se
impusiera un rey sobre ellos,
pues el Señor era el Rey de ellos. Los que dan fruto para el bien
público son justamente respetados
y honrados por todos los sabios, más que quienes son una figura. —Todos
los árboles frutales
dieron la misma razón al rechazar su nominación por sobre los árboles;
o, como dice una nota
marginal, subir y bajar por los árboles. Gobernar exige de un hombre
mucho esfuerzo y cuidado.
Los favoritos de la confianza y del poder público, deben renunciar a
todos sus intereses y ventajas
particulares por el bien de los demás. Quienes han sido ascendidos a
cargos de honra y dignidad,
corren el gran peligro de perder su capacidad de dar fruto. Razón por la
cual los que desean hacer
bien temen ser demasiado grandes. —Jotam compara a Abimelec con una
zarza, planta sin valor,
cuyo fin es ser quemada. Tal era Abimelec.
Vv. 22—29. Abimelec se sienta en el trono que su
padre rechazó. Pero, ¿cuánto dura esta gloria?
Permanece sólo tres años y ve que la zarza se marchita y quema. La
prosperidad del impío es breve
y frágil. Los hombres de Siquem fueron diezmados no por otra mano que la
de Abimelec. Los que
lo elevaron injustamente al trono, son los primeros en sentir el peso de
su cetro.
Vv. 30—49. Abimelec pretendió castigar a los de
Siquem por faltarle el respeto ahora, pero
Dios los castigó por haberle servido anteriormente, al asesinar a los
hijos de Gedeón. Cuando Dios
usa a los hombres como instrumentos de su mano para hacer su obra, Él significa una cosa y ellos,
otra. De modo que lo que esperaban hubiera sido para bien de ellos,
resulta ser una trampa y un
lazo, como hallarán ciertamente los que corren a los ídolos para
refugiarse, refugio que resulta ser
un refugio de mentiras.
Vv. 50—57. Los de Siquem fueron arruinados por
Abimelec; ahora él se ve enfrentado a a ellos
como su líder en la villanía. El mal persigue a los pecadores y, a
veces, los supera cuando no sólo
están tranquilos, sino triunfantes. Aunque la maldad pueda prosperar por
un tiempo, no prosperará
para siempre. —Si se contara verazmente la historia de la humanidad, se
parecería mucho a la de
este capítulo. El registro de los que se califican de sucesos
espléndidos nos presentan este tipo de
lucha por el poder. Tales escenas, aunque elogiadas por los hombres,
explican totalmente la doctrina
bíblica de lo engañoso y perverso del corazón del hombre, la fuerza de
las lujurias humanas, y el
efecto de la influencia de Satanás. Señor, tú nos has dado tu palabra de
verdad y justicia; oh,
derrama tu Espíritu de pureza, paz y amor sobre nosotros y que escriba
tus santas leyes en nuestro
corazón.
CAPÍTULO X
Versículos 1—5. Tola y Jair jueces
de Israel. 6—9. Los
filisteos y los amonitas oprimen a Israel. 10
—18. El arrepentimiento de Israel.
Vv. 1—5. Los reinos tranquilos y pacíficos,
aunque sea los mejores para vivir, dan poco que hablar.
Tales fueron los días de Tola y Jair. Ellos fueron hombres humildes,
activos y útiles, gobernadores
nombrados por Dios.
Vv. 6—9. Ahora se cumple la amenaza de que los
israelitas no tendrían poder para resistir ante
sus enemigos, Levítico xxvi, 17, 37. Por sus malos caminos y sus malas
obras se buscaron esto para
sí mismos.
Vv. 10—18. Dios es capaz de multiplicar los
castigos de los hombres conforme al número de
sus pecados e ídolos. Pero hay esperanza cuando los pecadores claman al
Señor pidiendo socorro y
lamentan su impiedad como asimismo sus transgresiones más flagrantes.
Necesario es que, en el
verdadero arrepentimiento, haya una plena convicción de que no pueden
ayudarnos las cosas que
hemos puesto para que compitan con Dios. —Reconocen lo que merecían,
aunque rogaron a Dios
que no los tratara conforme a sus méritos. Debemos someternos a la
justicia de Dios con esperanza
en su misericordia. El verdadero arrepentimiento no es sólo por el pecado sino del pecado. Como la
desobediencia y la desgracia de un niño son dolor para un padre tierno,
así las provocaciones del
pueblo de Dios son una tristeza para Él. Nunca puede procurarse en vano
misericordia de parte de
Él. Entonces que el pecador tembloroso y el descarriado, casi desesperado,
dejen de debatir sobre
los propósitos secretos de Dios o de encontrar esperanza en experiencias
anteriores. Arrójense a la
misericordia de Dios nuestro Salvador, humíllense bajo su mano, procuren
ser liberados de los
poderes de las tinieblas, apártense del pecado y de las ocasiones de
pecar, usen los medios de gracia
con diligencia y esperen el tiempo del Señor y así, ciertamente, se
regocijarán en su misericordia.
CAPÍTULO XI
Versículos 1—11. Jefté y los
galaaditas. 12—28. Él
intenta hacer la paz 29—40. El
voto de Jefté.—
Vence a los amonitas.
Vv. 1—11. Los hombres no llevar la culpa de sus
padres, siempre que su vida no sea digna de
reproche. Dios había perdonado a Israel, por tanto, Jefté perdona. No
habla con confianza de su
éxito sabiendo con cuánta justicia Dios podría dejar que prevalecieran
los amonitas para prolongar
el castigo de Israel. Tampoco habla con confianza en sí mismo en lo
absoluto. Si triunfa, es el Señor
que los entrega en su mano; por eso recuerda a sus paisanos que miren a
Dios como el dador de la
victoria. La misma pregunta se plantea a los que desean la salvación en
Cristo. Si Él te salva, ¿estás
dispuesto a que Él te gobierne? Él no te salvará bajo ninguna otra
condición. Si te hace feliz, ¿te
hará santo? Si es tu ayudador, ¿será tu Cabeza?— Jefté estaba dispuesto
a exponer su vida para
obtener un poco de honra mundanal: ¿Nos descorazonaremos nosotros en
nuestra guerra cristiana
por las dificultades con que podamos encontrarnos, cuando Cristo ha
prometido una corona de vida
a los vencedores?
Vv. 12—28. Un ejemplo del honor y respeto que le
debemos a Dios, por ser nuestro Dios, es
emplear correctamente lo que nos da como posesión. Recíbelo de Él, úsalo
para Él y déjalo cuando
Él te lo pida. Todo este mensaje muestra que Jefté conocía bien los
libros de Moisés. Su argumento
fue claro y su demanda, razonable. Quienes poseen la fe más valerosa son
los más dispuestos a la
paz, y los más prontos para realizar progresos hacia su obtención; pero
la rapacidad y la ambición a
menudo esconden sus propósitos debajo de un alegato de equidad, y
vuelven estériles a los
esfuerzos pacificadores.
Vv. 29—40. Hay varias lecciones importantes que
aprender del voto de Jefté. —1. Puede haber
vestigios de desconfianza y duda aun en los corazones de creyentes
verdaderos y grandes. —2.
Nuestros votos a Dios no deben ser la compra del favor que deseamos,
sino para expresarle nuestra
gratitud. —3. Debemos estar bien despiertos al hacer un voto, para no
enredarnos. —4. Debemos
cumplir lo que hayamos empeñado como voto solemne a Dios, si es posible
y legal, aunque nos sea
difícil y triste. —5. Corresponde bien que los hijos, obediente y
alegremente, se sometan en el
Señor a sus padres. —Duro es decir lo que hizo Jefté para cumplir su
voto, pero se piensa que no
ofrendó a su hija en holocausto. Tal sacrificio hubiera sido una
abominación para el Señor; se
supone que la obligó a permanecer soltera y apartada de su familia.
Acerca de este y otros pasajes
de la historia sagrada, en que hombres doctos están divididos e
inseguros, no tenemos que
confundirnos; lo que es necesario para nuestra salvación está
suficientemente claro gracias a Dios.
—Si el lector recuerda la promesa de Cristo referida a la doctrina del
Espíritu Santo, y se pone bajo
este Maestro celestial, el Espíritu Santo le guiará a toda la verdad en
cada pasaje, en la medida que
sea necesario entenderlo.
CAPÍTULO XII
Versículos 1—7. Los de Efraín
pelean con Jefté. 8—15. Ibzán,
Elón y Abdón, jueces de Israel.
Vv. 1—7. Los hombres de Efraín tuvieron la misma
pelea con Jefté que con Gedeón. El orgullo se
hallaba en el fondo de la disputa; solamente por el orgullo hay
contienda. Es malo poner nombres
de reproche a las personas o países, como se hace corrientemente, en
especial a los que que están en
desventaja evidente. A menudo ocasiona peleas que resultan tener malas
consecuencias, como pasó
aquí. Ninguna contienda es tan amarga como la de hermanos o rivales por
el honor. ¡Cuánto
necesitamos velar y orar por los malos temperamentos! ¡Que el Señor incline
a todo su pueblo a ir
en pos de las cosas que sirven para la paz!
Vv. 8—15. Aquí tenemos un relato corto de tres
jueces más de Israel. La vida más dichosa de
las personas y el estado más feliz de la sociedad es el que permite que
acontezcan los sucesos
menos notables. Vivir con mérito y tranquilidad, ser pacíficamente útil
para los que nos rodean,
poseer una conciencia limpia, pero, por sobretodo, y sin lo cual nada
sirve, disfrutar de la comunión
con Dios nuestro Salvador mientras vivimos, y morir en paz con Dios y el
hombre, forman la
sustancia de todo lo que puede desear un hombre sabio.
CAPÍTULO XIII
Versículos 1—7. Los filisteos.—Sansón
es anunciado. 8—14. El
ángel se aparece a Manoa. 15—
23. El sacrificio de Manoa. 24, 25. Nacimiento de Sansón.
Vv. 1—7. Israel hizo el mal: entonces Dios los
volvió a entregar a manos de los filisteos. Sansón
nació cuando Israel se hallaba afligido. Sus padres estaban sin hijos
hacía mucho. Muchas personas
eminentes nacieron de tales madres. Las misericordias largamente
esperadas suelen resultar siendo
señales de misericordias; y por ellas los demás pueden cobrar ánimos
para seguir esperando en la
misericordia de Dios. —El ángel advierte la aflicción de ella. A menudo
Dios manda consuelo a su
pueblo muy oportunamente, cuando ellos sienten el máximo de sus
problemas. El libertador de
Israel debe ser consagrado a Dios. —La esposa de Manoa se quedó
satisfecha que el mensajero era
de Dios. Dio a su esposo un relato particular, a la vez de la promesa y
del precepto. Los esposos y
las esposas deben contarse mutuamente sus experiencias de comunión con
Dios y el crecimiento en
el conocimiento de Él, para que puedan ayudarse en el camino de lo que
es santo.
Vv. 8—14. Bienaventurados los que no han visto y,
sin embargo, como Manoa, han creído. Los
hombres buenos tienen más cuidado y deseo de conocer el deber que deben
cumplir que saber los
detalles al respecto: el deber es nuestro, los hechos son de Dios. Él
guiará por su consejo a los que
deseen conocer su deber y apelan a Él para que se los enseñe. Los padres
piadosos pedirán en forma
especial la asistencia divina. El ángel repite las instrucciones que
había dado antes. Se precisa sumo
cuidado para el correcto ordenamiento de nosotros y nuestros hijos, para
que seamos debidamente
separados del mundo, y seamos sacrificios vivos para el Señor.
Vv. 15—23. A Manoa se le dijo prontamente lo que
preguntó como instrucción para cumplir su
deber, pero se le negó lo que preguntó para satisfacer su curiosidad.
Dios da en su Palabra
instrucciones completas acerca de nuestro deber, pero nunca ha tenido el
propósito de responder
otra clase de preguntas. Hay cosas secretas que no nos corresponden, las
cuales debemos estar
contentos de ignorar mientras estemos en este mundo. El nombre de
nuestro Señor es maravilloso y
secreto, pero por sus obras maravillosas Él se da a conocer en la medida
que es necesario para
nosotros. —La oración es elevar el alma a Dios. Pero sin Cristo por fe
en el corazón, nuestro
servicio es humo escandaloso; en Él, es llama aceptable. Podemos aplicar
esto al sacrificio de Cristo
por nosotros; Él ascendió en la llama de su propia ofrenda, pues por su
sangre entró de una vez por
todas en el Lugar Santísimo, Hebreos ix, 12. —En las reflexiones de
Manoa hay gran temor:
Seguramente moriremos. En la reflexión de su esposa hay gran fe. Como su ayuda idónea, ella le da
ánimo. Que los creyentes, que han tenido comunión con Dios en la Palabra
y la oración, a quienes
Él se ha manifestado bondadosamente, y han tenido razón para pensar que
Dios ha aceptado sus
obras, se sientan animados en un día oscuro y nublado. Dios no hubiera
hecho lo que hizo por mi
alma, si su designio fuera desampararme y dejarme perecer al final,
porque su obra es perfecta.
Aprended a razonar como la esposa de Manoa: si Dios quisiera mi muerte
bajo su ira, no me daría
señales de su favor.
Vv. 24, 25. El Espíritu del Señor empezó a mover a
Sansón cuando era joven. Esto era prueba
de que el Señor lo bendecía. Donde Dios da su bendición, da su Espíritu
para que capacite para su
bendición. Son ciertamente bienaventurados aquellos en quienes el
Espíritu de gracia empieza a
obrar desde los días de su infancia. —Sansón no bebía vino ni sidra,
pero se destacaba en fuerza y
valor, pues tenía el Espíritu de Dios que lo movía; por tanto, no os
embriaguéis con vino, antes bien
sed llenos del Espíritu.
CAPÍTULO XIV
Versículos 1—4. Sansón desea una
esposa filistea. 5—9. Sansón
mata un león. 1—20. El
enigma
de Sansón.
Vv. 1—4. Puesto que el matrimonio de Sansón era
cosa común, era debilidad y necedad de su parte
poner sus afectos en una filistea. Un israelita, y más aun un nazareo
consagrado al Señor, ¿puede
tener el anhelo de llegar a ser uno con una adoradora de Dagón? No
parece que él tuviera alguna
razón para pensar que ella era sabia o virtuosa, o, en alguna forma,
fuera una probable ayuda idónea
para él; sólo él vio en ella algo que agradó a su imaginación. El que se
guía solo por lo que ve al
elegir esposa, y es dirigido por su fantasía caprichosa, después tendrá
que agradecerse sólo a sí
mismo si se encuentra con una filistea en sus brazos. —Pero estuvo bien
no proceder hasta que
Sansón hubiera dado a conocer a sus padres el asunto. Los hijos no deben
casarse ni siquiera pensar
al respecto, sin el consejo y consentimientos de sus padres. Los padres
de Sansón hicieron bien al
disuadirlo de unirse en yugo desigual con una incrédula. —Parece que le
plugo a Dios dejar que
Sansón siguiera sus propias inclinaciones, con la intención de sacar
algo bueno de su conducta; y
sus padres consintieron porque él estaba decidido. Sin embargo, su
ejemplo no quedó registrado
para que nosotros lo imitemos.
Vv. 5—9. Al darle poder para matar al león Dios
dio a saber a Sansón lo que podía hacer con el
poder del Espíritu de Jehová y que no tuviera miedo jamás de mirar
directo a la cara las dificultades
más grandes. Estaba solo caminando por las viñas. La gente joven no
considera cuánto se exponen
al león rugiente que anda buscando a quién devorar, cuando se alejan de
la prudencia y piedad de
sus padres. Tampoco los hombres consideran los leones que pueden estar
al acecho en las viñas del
vinos que rojea. Habiendo vencido nuestro Señor Jesús a Satanás, ese
león rugiente, los creyentes
como Sansón encuentran miel en el cadáver, fuerza y satisfacción
abundantes, suficientes para ellos
y para todos sus amigos.
Vv. 10—20. El enigma de Sansón literalmente no
significa otra cosa que él había hallado miel
para comer y gustar en el león, que en su fuerza y furia estaba listo
para devorarlo. Pero parece
aludir directamente a la victoria de Cristo sobre Satanás, por medio de
su humillación, agonía y
muerte, y su exaltación subsecuente, con la gloria que tenía del Padre,
y las ventajas espirituales
para su pueblo. Aun la muerte, monstruo devorador, despojada de su
aguijón y de su horror, lleva al
alma al reino de la bendición. En este y otros sentidos, del devorador
salió comida y del fuerte,
dulzura. —Los compañeros de Sansón obligaron a su esposa que consiguiera
de parte de él la
explicación. Una esposa mundana o una amistad mundana, es para un hombre
santo un enemigo en
su campo, que buscará toda oportunidad para traicionarlo. Ninguna unión
puede ser cómoda o
duradera, si no pueden confiarse secretos, sin riesgo de que la otra
parte los divulgue. —Satanás,
con sus tentaciones, no podría hacernos el daño que nos hace, si no
arase con el buey de nuestra
naturaleza corrupta. Su principal ventaja contra nosotros surge de su
correspondencia con nuestro
corazón engañoso y nuestra lujuria innata. —Esto resultó ser ocasión de
alejar a Sansón de sus
nuevos parientes. Bueno fuera para nosotros si la maldad que encontramos
en el mundo y nuestra
desilusión, nos obligaran, por fe y oración, a volver a la casa de
nuestro Padre y reposar allí. Vea
cuán poca es la confianza que se puede tener en un hombre. Cualquiera
haya sido la pretensión de
amistad hecha, el verdadero filisteo pronto se hastiará de un israelita
verdadero.
CAPÍTULO XV
Versículos 1—8. Se le niega su
esposa a Sansón.—Ataca a los filisteos. 9—17. Sansón mata a mil
filisteos con una quijada. 18—20. Su malestar por la sed.
Vv. 1—8. Cuando hay diferencias entre familiares,
cuéntense como los más sabios y los mejores,
los que están más dispuestos a perdonar y a olvidar y se muestran más
dispuestos a inclinarse y
ceder en aras de la paz. En los medios que Sansón empleó debemos
observar el poder de Dios para
suplirlos, y hacerlos triunfar, para mortificar el orgullo y castigar la
maldad de los filisteos. Estos
amenazaron a la esposa de Sansón que la quemarían a ella y la casa de su
padre. Para salvarse y
hacerle un servicio a sus compatriotas, ella traicionó a su marido; y lo
mismo que temía, y que
procuró evitar pecando, ¡le sobrevino! Ella y la casa de su padre fueron
quemadas con fuego y por
sus compatriotas a quienes ella creyó servir con el mal que hizo a su
esposo. El daño del cual
procuramos escapar por prácticas ilícitas, a menudo lo acarreamos sobre
nuestra cabeza.
Vv. 9—17. El pecado deprime a los hombres y oculta
de sus ojos las cosas que pertenecen a su
paz. Los israelitas culparon a Sansón por lo que había hecho contra los
filisteos como si les hubiera
hecho un gran daño. De la misma manera, nuestro Señor Jesús hizo muchas
obras buenas y por ellas
los judíos estaban dispuestos a apedrearlo. Cuando el Espíritu del Señor
descendió sobre Sansón, se
soltaron sus cuerdas: donde está el Espíritu del Señor hay libertad y
son verdaderamente libres
quienes han sido así libertados. De este modo Cristo triunfó sobre las
potestades de las tinieblas que
clamaban en su contra, como si lo tuvieran en su poder. —Sansón ocasionó
mucha destrucción entre
los filisteos. Tomar el hueso de un asno para esto, era hacer maravillas
con las cosas necias del
mundo para que la excelencia del poder sea de Dios, no del hombre. Esta
victoria no fue a causa del
arma, ni por el brazo, sino en el Espíritu de Dios que movió el arma por
medio del brazo. Podemos
hacer todo por medio del que nos fortalece. Ved a un pobre cristiano
capacitado para vencer una
tentación por un consejo débil y frágil, y he ahí al filisteo vencido
por una miserable quijada.
CAPÍTULO XVI
Versículos 1—3. Huida de Sansón
desde Gaza. 4—17. Sansón
seducido para que revele el secreto
de su fuerza. 18—21. Los
filisteos se llevan a Sansón y le sacan los ojos. 22—24. Renovación
de la fuerza de Sansón. 25—31. Destrucción de muchos filisteos.
Vv. 1—3. Hasta ahora el carácter de Sansón ha
parecido glorioso, aunque poco común. En este
capítulo lo hallamos comportándose en forma tan mala que muchos se
cuestionan si era o no un
hombre santo. Pero el apóstol ha dirimido esto en Hebreos xi, 32. Al
dirigir nuestra atención a las
doctrinas y ejemplos de la Escritura, a los artificios de Satanás, a lo
engañoso del corazón humano y
a los métodos con que frecuentemente el Señor trata a su pueblo, podemos
aprender lecciones útiles
de esta historia, en la cual innecesariamente tropiezan algunos,
mientras que otros critican y
objetan. El tiempo específico en que vivió Sansón, puede dar razón de
muchas cosas que, si se
hicieran en nuestra época, y sin el designio especial del Cielo, serían
altamente criminales. Puede
que él haya hecho muchos ejercicios piadosos que, si se hubieran
registrado, hubieran echado una
luz diferente a su carácter. —Obsérvese el peligro de Sansón. ¡Oh, que
todos los que satisfacen sus
apetitos sensuales con borracheras o cualquier lujuria sensual, se vean
a sí mismos de este modo
rodeados, vencidos y marcados para el desastre por sus enemigos
espirituales! Mientras más
profundo duerman, más seguros se sienten, pero mayor es su peligro.
Esperamos que fuera con una
resolución piadosa de no volver a su pecado que él se levantó por miedo
del peligro en que estaba.
¿Puedo yo estar a salvo bajo esta culpa? Fue malo que él se echara a
dormir sin controlar su
situación; pero hubiera sido peor si hubiera permanecido tranquilo.
Vv. 4—17. Sansón había sido llevado más de una vez
a la maldad y peligro por el amor a las
mujeres, sin embargo, no aprendió de tales advertencias, y por tercera
vez cayó en la misma trampa
y, esta vez fue fatal. El libertinaje es una de las cosas que quita el
corazón. Es un pozo profundo en
que muchos han caído, y del cual pocos han escapado, y ésos por un
milagro de misericordia, con la
pérdida de su reputación y la inutilización casi total, excepto su alma.
La angustia del sufrimiento es
diez mil veces más grande que todos los placeres del pecado.
Vv. 18—21. Véase los efectos fatales de la falsa
seguridad. Satanás destruye a los hombres
halagándolos para que adquieran una buena opinión de su propia firmeza,
y así, los lleva a que nada
les importe y nada teman; y, entonces, les roba su fuerza y honor, y los
lleva cautivos a su voluntad.
Cuando dormimos, nuestros enemigos espirituales no duermen. Los ojos de
Sansón fueron la
entrada de su pecado (versículo 1), y ahora su castigo empieza por los
ojos. Los filisteos lo dejaron
ciego y tuvo tiempo para recordar que su propia lujuria lo había cegado
antes. La mejor forma de
preservar los ojos es quitarlos de la vanidad que se contempla. Aprended
de su caída; velad
cuidadosamente contra todas las concupiscencias carnales; porque toda
nuestra gloria se va y
nuestra defensa nos abandona cuando profanamos nuestra separación para
Dios, en nuestra calidad
de nazareos espirituales.
Vv. 22—24. Las aflicciones de Sansón fueron el
medio de llevarlo al arrepentimiento profundo.
Al perder su vista corporal, se abrieron los ojos de su entendimiento; y
al privarlo de su fuerza
corporal, plugo al Señor renovar su fuerza espiritual. El Señor permite
que unos pocos se descarríen
lejos y se hundan profundamente, pero al final los recobra y los salva
de hundirse en el abismo de la
destrucción, marcando su desagrado por el pecado con graves sufrimientos
temporales. Los
hipócritas pueden abusar de estos ejemplos, y los infieles pueden
burlarse de ellos, pero los
cristianos verdaderos se harán por ellos, más humildes, dispuestos a
velar y ser prudentes, más
sencillos en su confianza en el Señor, más fervorosos para orar pidiendo
ser guardados de caer, y en
la alabanza por haber sido preservados; y, si caen, se les guardará para
que no se hundan en la
desesperación.
Vv. 25—31. Nada completa los pecados de una persona
o un pueblo con mayor rapidez que
burlarse de los siervos de Dios y maltratarlos, aunque la causa sea su
propia necedad. Dios puso en
el corazón de Sansón, como personaje público, vengar de esta manera en
ellos la lucha de Dios, de
Israel y la suya. La fuerza perdida por el pecado, la recuperó por la
oración. Esto no fue por pasión
ni venganza personal, sino por santo celo por la gloria de Dios e
Israel, lo que queda en claro por el
hecho de que Dios acepta y responde su oración. —El templo derribado, no
por la fuerza natural de
Sansón, sino por la omnipotencia de Dios. En su caso estuvo bien que él
vindicara la causa de Dios
e Israel. No se le debe acusar de suicida. No procuraba su muerte, sino
la liberación de Israel y la
destrucción de sus enemigos. —Sansón murió encadenado y entre los
filisteos como espantoso
rechazo de sus pecados, pero murió arrepentido. Los efectos de su muerte
tipifican los de la muerte
de Cristo que, por su propia voluntad, puso su vida entre transgresores
y de esa manera destruyó el
fundamento del reino de Satanás, y proveyó para la liberación de Su
gente. Aunque fue grande el
pecado de Sansón, y aunque mereció los juicios que se acarreó,
finalmente halló la misericordia del
Señor; y todo penitente que huya a refugiarse en el Salvador cuya sangre
limpia de todo pecado,
obtendrá misericordia. Pero aquí nada hay que estimule a ceder al
pecado, con la esperanza ellos
finalmente se arrepentirán y serán salvos.
CAPÍTULO XVII
Versículos 1—6. El comienzo de la
idolatría en Israel.—Micaía y su madre. 7—13. Micaía
contrata a un levita para que sea su sacerdote.
Vv. 1—6. Lo que se relata en este capítulo y los
restantes hasta el final de este libro, ocurrió poco
después de la muerte de Josué, véase capítulo xx, 28. Para destacar lo
feliz que era la nación bajos
los Jueces, se muestra cuán desdichados eran cuando no había juez. El
amor del dinero hizo tan
irresponsable a Micaía hacia su madre que le robó y ella se volvió tan
mala con su hijo como para
maldecirlo. Las pérdidas externas guían a la gente buena a orar, pero a
los malos a maldecir. La
plata de esta mujer ya era su dios antes que fuera hecha imagen
esculpida o fundida. —Micaía y su
madre se pusieron de acuerdo para convertir su dinero en un ídolo e
instauraron el culto a los ídolos
en su familia. —Nótese la causa de esta corrupción. Cada uno hacía lo
que bien le parecía, y pronto
hicieron lo malo ante los ojos del Señor.
Vv. 7—13. Micaía interpretó como señal del favor
de Dios para él y sus imágenes la llegada de
un levita a su puerta. De esta manera, los que se complacen en sus
engaños, si la providencia trae
inesperadamente a sus manos algo que los adentra más en su mal camino,
son dados a pensar que
Dios está complacido con ellos.
CAPÍTULO XVIII
Los danitas procuran aumentar su herencia y roban a Micaía.
Los danitas decidieron llevarse los ídolos de Micaía. ¡Oh, la necedad de
esos danitas! ¡Cómo podían
imaginarse que los ídolos los protegerían si no podían evitar que los
robaran! Llevárselos consigo
para usarlos era un delito doble; demostraba que no temían a Dios, ni
respetaban a hombre alguno
sino que estaban perdido a la vez para la santidad y la honestidad. ¡Qué
necedad la de Micaía llamar
dioses a lo que él mismo había hecho, cuando el Único que debe ser
adorado por nosotros como
Dios es Aquel que nos hizo! Aquello por lo cual nos afanamos es puesto
en el lugar de Dios, como
si nuestro todo estuviera unido a eso. Si la gente anda en el nombre de
sus dioses falsos, ¡mucho
más debiéramos nosotros amar y servir al Dios verdadero!
CAPÍTULO XIX
La maldad de los hombres de Gabaa.
Los tres capítulos restantes de este libro tienen un relato muy triste
de la perversidad de los hombres
de Gabaa, en el territorio de Benjamín. El justo Señor permite que los
pecadores ejecuten justa
venganza unos contra otros, y si la escena que aquí se describe es
horrible, ¡cómo serán las
revelaciones del día del juicio! Que cada uno de nosotros considere cómo
escapar de la ira venidera,
cómo mortificar los pecados de nuestro corazón, como resistir las
tentaciones de Satanás y cómo
evitar la inmundicia que hay en el mundo.
CAPÍTULO XX
La tribu de Benjamín es casi exterminada.
El aborrecimiento de los israelitas por el crimen cometido en Gabaa, y
la resolución de castigar a
los criminales era justo; pero tomaron su decisión con demasiado
apresuramiento y confianza en sí
mismos. La ruina eterna de las almas será peor y más temible que la
desolación de una tribu.
CAPÍTULO XXI
Los israelitas lloran por los de Benjamín.
Israel llora por los de Benjamín, y estaban confundidos por su
juramento, de no dar sus hijas en
matrimonio a ellos. Los hombres son más celosos para respaldar a su
propia autoridad que la de
Dios. Hubiera sido mejor arrepentirse de su juramento precipitado, traer
ofrendas por el pecado, y
procurado el perdón en la forma prescrita, que tratar de evitar la culpa
del perjurio con acciones tan
malas. Que los hombres se aconsejen mutuamente para cometer actos de
traición o violencia, por
sentido del deber, constituye una firme prueba de la ceguera de la mente
humana, cuando se la deja
librada a sí misma, y de los efectos
fatales de la conciencia sometida a la ignorancia y el error.